Tony Cliff

Lenin: La construcción del partido, 1893-1914

 

Capítulo 1

Lenin se convierte en un marxista


 

En todas las religiones, no solo al hombre sagrado, sino también a sus ancestros se les atribuye una piedad extraordinaria. De la misma manera, los artífices de la leyenda estalinista atribuyeron convicciones revolucionarias no solo a Lenin desde su primera infancia, sino también a sus padres. Una biografía oficial de Lenin, de 602 páginas, publicada bajo los auspicios del Instituto de Marxismo-Leninismo, en Moscú, en el año 1960 (Vladímir Ilich Lenin, Biografía), describía al padre de Lenin como un educador radical y progresista, y su casa en Simbirsk como una especie de club revolucionario. «Alexander (el hermano mayor de Lenin) establecía el tono», mientras que Vladímir «participaba con frecuencia en la discusión, y con mucho éxito».

Todo esto son tonterías. El padre de Lenin, Iliá Nikoláievich Uliánov, no era un educador progresista. En 1869 le asignaron el puesto de Inspector de escuelas en la pequeña ciudad de Simbirsk, en el Volga. En 1874 le ascendieron a Director de escuelas para toda la provincia. Para entonces era un Consejero de Estado, condecorado con la Orden de Stanislav, primera clase, y se dirigían a él como Su Excelencia. Esto suponía que pasaba a formar parte de la nobleza de alto rango, en la posición cuarta de catorce, con estatus hereditario.

Estas dos fechas en el ascenso social de su padre (1869 y 1874) son significativas. Lenin las destaca en un artículo que escribió en 1901 (“Los perseguidores del zemstvo y los Aníbales del Liberalismo”1, en el cual traza la historia de los esfuerzos zaristas contra el gobierno local, el zemstvo), como las fechas en que, precisamente, la burocracia zarista actuó contra tales órganos de autogobierno y acabó supervisando directamente la educación pública. La posición de Iliá Nikoláievich en el ministerio de educación, y su firme ascenso en la jerarquía social, no acaban de coincidir con la imagen de un revolucionario, ni siquiera con la de un radical.

Lenin recordaba una vez que, cuando Alejandro II fue asesinado en 1881, su padre se abrochó con tristeza su uniforme de oficial y fue hasta la catedral de Simbirsk para llorar al autócrata. Fue una persona muy devota, practicante del cristianismo ortodoxo griego hasta el fin de sus días, y un partidario incondicional de la autocracia zarista. Por supuesto, no hay razones para creer que el padre de un revolucionario siempre será un revolucionario.

Los fabricantes del culto fueron aún más lejos, atribuyendo al mismo Lenin cualidades sobrehumanas. Según ellos, Lenin llegó al mundo completamente equipado, y era un marxista y un revolucionario desde casi su infancia. ¡Y de su cabeza calva brota y se despliega bien formado y listo el partido que está destinado a dirigir y dar forma a la clase trabajadora en la revolución! La realidad fue, sin embargo, muy diferente. Se necesitaron meses, o de hecho años, de estudio y de reflexión hasta que el joven Lenin se convirtió en un marxista. Primero tenía que romper con las ideas conservadoras de su padre, y después con la perspectiva naródnik de su hermano mayor.

El 8 de mayo de 1887, Alexander Ilich Uliánov, el hermano mayor de Lenin, fue ahorcado por haber planeado el asesinato del zar. Esto fue un golpe terrible para el joven Vladímir, que por aquel entonces tenía diecisiete años. Hasta ese momento no se le había ocurrido siquiera que su hermano estaba interesado en asuntos políticos. Alexander era reservado, introvertido, «siempre estaba meditabundo y triste». Escondió sus ideas políticas a su familia, de manera que ni siquiera su hermana Anna, dos años mayor que él —y que vivía también en Petersburgo cuando él se involucró en el plan para asesinar al zar—, sabía nada en absoluto de sus ideas políticas. Unos años después del suceso, en 1893, el socialdemócrata Lalayants interrogó a Lenin sobre el complot. Lenin respondió: «Para mí, como para el resto de mi familia, la participación de mi hermano en el asunto del primero de marzo fue una absoluta sorpresa».2

La familia Uliánov estaba muy unida, y fue para no involucrarles que Alexander mantuvo sus actividades políticas en secreto. Era una persona excelente, parecido a su madre, «la misma extraña combinación», escribe Anna, «de firmeza extraordinaria y serenidad, con una sensibilidad, una ternura y una honradez maravillosas: pero él era más austero y más resuelto, e incluso más intrépido».

Vladímir, cuatro años menor que Alexander, siempre intentaba emular a su hermano. Cuando le preguntaron si los cereales debían comerse con mantequilla o con leche, él respondió: «Como los come Sasha*». Quería hacerlo todo «como Sasha», excepto seguir su ejemplo político. Cuando, en el verano de 1886, Alexander regresó de San Petersburgo, donde estudiaba en la universidad, para pasar las vacaciones con su familia, traía consigo varios volúmenes sobre economía; entre ellos, El Capital de Marx. Según las memorias de Anna, Vladímir no prestó ninguna atención a los libros que había traído su hermano, con quien compartía habitación, y mucho menos se los leyó. En esa época, dice Anna, Vladímir no mostraba ningún interés por la política.3

La ejecución de Alexander no solo tuvo que producir un efecto permanente en él, sino que, además, con toda probabilidad le enfrentó a una alternativa para sí mismo: o bien seguía los pasos de su hermano mártir y se convertía en un naródnik y un terrorista, o se apartaba de la actividad revolucionaria. Lo que nos cuentan los creadores de la leyenda estalinista es que la decisión fue simple, y el dilema, de hecho, inexistente. Su versión dice que Vladímir, al recibir la noticia de la ejecución de su hermano, exclamó: «No, no seguiremos ese camino. Ese no es el camino a seguir».4

¡Tal se supone que fue la reacción de un joven de diecisiete años, que había roto con sus creencias religiosas apenas unos meses antes, que no había oído nunca el nombre de Marx, que no había leído ningún libro prohibido, y que no sabía nada de la historia del movimiento revolucionario ruso!

Su biógrafo Trotski, irónicamente, se pregunta a quién dirigía Vladímir tales sabias palabras. Obviamente no era a su padre, que había muerto un año antes, ni a Alexander, que acababa de perecer en el patíbulo. Tampoco podía ser a su hermana Anna, que estaba en la cárcel; ni a su madre, que había viajado hasta San Petersburgo para recorrer los ministerios y tratar de salvar a su hijo. «¡Evidentemente», escribe Trotski, «Vladímir confió sus reflexiones tácticas a Dimitri, que entonces tenía trece años, y a María, que tenía nueve años!».

Si Lenin se hubiera decidido, en marzo de 1887, a seguir los pasos de Sasha, a tomar otro camino de lucha revolucionaria o a apartarse completamente de la política revolucionaria, su comportamiento en los seis años siguientes parecería incomprensible: no se involucró en ninguna actividad política; en cambio, se dedicó a estudiar.

A finales de junio de 1887, la familia Uliánov se trasladó a Kazán, donde Lenin empezó sus estudios de derecho en la universidad. Sin embargo, este período universitario fue breve, ya que por haber participado en una manifestación estudiantil —aunque sin desempeñar ningún papel importante en ella—, Vladímir, después de pasar una noche en la comisaría, fue expulsado de la universidad y de la ciudad de Kazán. La razón era simple: era el hermano del otro Uliánov. Vladímir y el resto de su familia se trasladaron entonces a Kokúshkino, a unas treinta millas de Kazán, donde su madre tenía una finca.

En el otoño de 1888, la familia Uliánov pudo regresar a Kazán, con la excepción de Anna, que había sido arrestada en marzo de 1887 después de ir a la habitación alquilada de Alexander. Entonces Vladímir se unió a un círculo socialista del cual poco se conoce. Se componía de unos cuantos estudiantes que leían juntos buenos libros e intercambiaban ideas sobre lo que leían. El círculo más importante en Kazán era el liderado por N. E. Fedoséiev, quien ya entonces era un marxista. Según Maksim Gorki, que entonces vivía en el Volga y se movía en círculos radicales, Fedoséiev proclamó su apoyo al primer tratado marxista importante de Plejánov, Nuestras diferencias, ya en 1887. El grupo de Fedoséiev poseía una pequeña biblioteca ilegal e incluso una imprenta clandestina. Mientras estaba en la ciudad, Vladímir entró en contacto con algunos de sus miembros menos importantes.

Durante julio de 1889 se produjeron numerosos arrestos en Kazán. No solo arrestaron a Fedoséiev y a los miembros de su círculo, sino también a miembros del círculo al que pertenecía Lenin. Sin embargo, él no fue detenido, ya que, afortunadamente, la familia Uliánov se había trasladado, el día 3 de mayo, al pueblo de Alakáievka, cerca de Samara. El 11 de octubre se trasladaron de nuevo, esta vez a la misma ciudad de Samara. Vladímir permaneció allí hasta finales de agosto de 1893, momento en que se mudó a San Petersburgo. El hecho de que Lenin estuviera dispuesto a permanecer cuatro años en la remota ciudad de Samara es prueba suficiente de que no estaba todavía preparado para comprometerse en la política activa, que aún estaba estudiando y tratando de decidir qué dirección debía tomar. Samara no tenía apenas industria, y por lo tanto, la clase trabajadora industrial prácticamente no existía. Tampoco tenía, a diferencia de Kazán, una universidad, y en consecuencia, no había estudiantes. En aquella ciudad no había, pues, ni descontento obrero ni estudiantil.

Lenin necesitaba esos años para decidir si seguía los pasos de Sasha o, si no lo hacía, qué camino tomaba. No hay duda de que el joven Vladímir sentía atracción por el narodismo, por mucho que digan lo contrario los artífices de la leyenda estalinista. Uno de sus compañeros de estudios, arrestado junto a él en Kazán en 1887, describe cómo la mayoría de estudiantes arrestados intercambiaban bromas ligeras. En algún momento alguien se dirigió a Uliánov, que se había sentado un poco apartado y estaba sumido en sus pensamientos, y le preguntó qué pensaba hacer cuando le dejaran ir. Uliánov replicó: «¿En qué tendría que pensar? Mi hermano mayor ya me ha abierto el camino».5

En Samara, Lenin buscó a veteranos del clandestino movimiento terrorista y les interrogó detenidamente acerca de sus técnicas conspiratorias. De esta manera adquirió conocimientos que después aplicaría en la organización del Partido Bolchevique. Antes de que la fábrica de mitos estalinista empezara a funcionar, salieron a la luz numerosas pruebas de que, en su juventud, Lenin estuvo influenciado por el narodismo. Un testimonio de tal influencia es V. V. Adoratski, el futuro director del Instituto Marx-Engels-Lenin. Según él, en 1905 Lenin le dijo que estaba muy influenciado por las ideas de los naródniks. Admitió que, durante 1888, había apreciado mucho ese movimiento terrorista, y que tardó bastante tiempo en librarse de sus ideas. «Durante sus últimos años en Samara, 1892-93, Lenin era ya un marxista, aunque todavía había en él algunos rasgos relacionados con Naródnaya Volia (esto es, una actitud especial hacia el terrorismo)».6

Muchos años después, en ¿Qué hacer? (1902), Lenin escribía:

Muchos de ellos [los socialdemócratas rusos] comenzaron a pensar de un modo revolucionario como los de Naródnaya Volia. Casi todos habían rendido pleitesía en su juventud a los héroes del terrorismo, y les costó mucho trabajo sustraerse a la impresión seductora de esta tradición heroica. Hubo que romper con personas que querían a toda costa seguir siendo fieles a Naródnaya Volia, y que gozaban de un gran respeto entre los jóvenes socialdemócratas.7

Krúpskaya, cuando cita este pasaje en sus memorias, añade que representa un fragmento de la autobiografía de Lenin.

Lalayants, a quien se citaba antes, conoció bien a Lenin en Samara, y detectó en él, en marzo de 1893, «ciertas simpatías por el terror de Naródnaya Volia». También decía que tal inclinación fue una causa de conflicto entre ambos. Cuando, en el otoño de 1893, Lenin quiso entrar en un círculo socialdemócrata petersburgués, le examinaron detenidamente sobre la cuestión del terrorismo, y se decidió que estaba demasiado favorablemente dispuesto hacia él.8

Vladímir tuvo que adentrarse en un estudio largo y exhaustivo, no solo porque el narodismo tenía raíces muy profundas, sino también porque, como veremos más adelante, las líneas de demarcación entre el narodismo y el marxismo no estaban claramente definidas para la juventud radical de la época. Otra razón era que las ideas del marxismo ruso no habían calado todavía en ningún movimiento obrero activo: solo eran, de momento, el privilegio de unos cuantos intelectuales aislados.

Los principales libros de estudio de Vladímir fueron el primer y el segundo volúmenes de El Capital de Marx (el tercer volumen no se había publicado todavía). Los estudió con gran intensidad también más adelante, a lo largo de su vida, y en ellos encontró una guía para su pensamiento y una fuente permanente de ideas. Aprendió, tal como dijo más tarde, a “consultar” a Marx. Durante el mismo período, estudió el periodismo radical ruso de las décadas de 1860 y 1870, de manera que sus conocimientos sobre el narodismo eran extensos. Más adelante sacaría un buen provecho de ellos, tanto en los debates que sostendría con los naródniks como en sus primeros intentos como escritor durante los años 1893-99. Como recordaría más tarde, nunca más volvería a leer tanto como durante los años 1888-93.9

También realizó un riguroso estudio de material estadístico sobre la economía nacional rusa, y escribió sus primeras monografías, con las que quería arrojar un poco de luz sobre la situación social y económica rusas. De los registros de la biblioteca de Samara de 1893, el único año del que accidentalmente se han conservado, se puede apreciar que Vladímir no pasó por alto ninguna publicación relevante, fueran compilaciones estadísticas oficiales o estudios económicos realizados por los naródniks.10

Lenin necesitó años de estudio para decidir su posición respecto al narodismo y al marxismo. La tragedia de su hermano le afectó demasiado para tomar una decisión rápida. Empezó a estudiar El Capital de Marx en algún momento de 1889, pero esto, en sí mismo, no significa que renunciara al narodismo. Como veremos, los naródniks también estudiaban a Marx. Parece que no fue hasta el año 1891 que Lenin descubrió las obras de Plejánov, «sin las cuales uno no podía llegar a posiciones socialdemócratas», tal como indica acertadamente Trotski11. En 1919, respondiendo a un cuestionario, Lenin dejó claro que se había convertido en un socialdemócrata (en aquel tiempo, un sinónimo de marxista) en 1893.12 En 1920, respondiendo a otro cuestionario, a la pregunta de cuándo había empezado a tomar parte en el movimiento revolucionario, escribió: «1892-93».13

La leyenda estalinista, que afirmaba que el joven Vladímir decidió cuál era el camino correcto inmediatamente después de oír la noticia sobre la muerte de su hermano, no solo es psicológicamente estúpida, sino también un insulto a la integridad intelectual y emocional de Lenin, que aparece como un monstruo: rígido, árido, muerto, incapaz de cambiar.

Su larga investigación sobre el narodismo fue necesaria, para él, para evitar la tragedia de su hermano, quién, en la víspera del complot, todavía dudaba de si había tomado el camino correcto.

En la última noche del año [1886], él [Sasha] todavía se mostraba en contra del plan, diciendo que era absurdo, e incluso suicida, comprometerse en cualquier actividad política antes de haber aclarado los principios en los que debía basarse. Sentía la necesidad de más trabajo teórico y de una definición más precisa de los objetivos y los medios […]. Pero respondieron a sus escrúpulos con un reproche contundente: ¿vamos a quedarnos sentados, de brazos cruzados, mientras nuestros colegas y amigos son victimizados, mientras la nación entera permanece oprimida y aletargada? Adentrarse ahora, decían, en la elaboración de principios teóricos significaba rendirse. Cualquier necio puede hacer teorías: los revolucionarios deben luchar. Hablaba, por supuesto, la voz de la inexperiencia y de la impaciencia, la voz de la juventud. Pero el sentido del honor revolucionario de Alexander era sensible a ella y, dejando de lado sus sensatas objeciones, acabó cediendo: no, él no se quedaría sentado con los brazos cruzados.14

Las ideas de cada época están estrechamente conectadas con aquéllas de la época precedente. El estado mental de Lenin en 1887 no puede entenderse sin tener en cuenta las ideas de su hermano mayor: su desarrollo intelectual debe verse como un flujo que tenía su origen en el legado naródnik y que estaba muy vinculado con él. Para acatar la cuestión del narodismo y decidir qué actitud tomar al respecto, Lenin, como haría cualquier científico riguroso, no podía confiar en las opiniones de terceros: debía estudiar la materia él mismo.

En realidad, necesitó un período de estudio mucho mayor que la siguiente generación de marxistas rusos, a la que pertenecía Trotski. En primer lugar, por supuesto, Trotski no tuvo la experiencia traumática de que ahorcaran a su hermano por ser un terrorista naródnik. En segundo lugar, al ser nueve años más joven que Lenin, Trotski entró en contacto con la política revolucionaria mucho después, en 1896, cuando los marxistas ya estaban involucrados de manera práctica en las huelgas de trabajadores, incluso en huelgas masivas. Este no era el caso en 1887, cuando el movimiento marxista consistía casi en su totalidad en cuatro o cinco exiliados, más un puñado de estudiantes que de vez en cuando les prestaban apoyo. Pero incluso Trotski tuvo que enfrentarse al narodismo. El primer grupo al que se unió en Nikoláiev se componía de individuos que se consideraban naródniks y tenían unas nociones bastante vagas sobre marxismo. Solo un miembro del grupo, una mujer joven llamada Alexandra Sokolóvskaya, hija ella misma de un naródnik, decía ser marxista. Trotski, al principio, se alineaba con los naródniks, y no fue hasta después de unos meses de controversias en el círculo que Alexandra Sokolóvskaya lo convirtió al marxismo. (Más tarde se casaría con ella y tendrían dos hijos. El destino de los tres estuvo trágicamente entrelazado con el de Trotski).

Cuesta entender por qué Vladímir Ilich Uliánov, este hombre serio y —como se vería en el futuro— activo, evitó todo compromiso político durante cinco o seis años. Para explicar por qué decidió esperar, tenemos que tratar de comprender la naturaleza del narodismo, la interrelación de las ideas de los naródniks y las ideas marxistas, y las profundas pasiones que el heroísmo de los primeros despertaba en los jóvenes radicales de la época. Debemos entender, también, la alternativa ideológica al narodismo que desarrolló por aquel entonces Plejánov, el padre del marxismo ruso. Finalmente, el compromiso individual —en nuestro caso, el de Vladímir— se ve afectado no solo por la pura razón, sino también por la interrelación de ideas y acciones. De ahí que sea necesario conocer el estado real del movimiento obrero de la época: cuántas huelgas hubo, y si los marxistas o los naródniks tuvieron en ellas alguna influencia, etc. Para tratar todo esto adecuadamente necesitaríamos mucho más espacio del que disponemos. De todas maneras, si no conocemos las luchas intelectuales y políticas de la época, el desarrollo de Lenin no es comprensible. Las raíces de su pensamiento se adentraban profundamente en la tradición revolucionaria rusa de las dos generaciones precedentes de naródniks, una tradición que, para él, culminaría en el martirio de Alexander. Una excursión por el narodismo y el marxismo ruso es, por lo tanto, inevitable. La evolución personal de Vladímir estuvo estrechamente relacionada con la evolución de los intelectuales revolucionarios rusos y del pequeño grupo de trabajadores revolucionarios. Su biografía política confluye con la historia del movimiento.

Los naródniks

El narodismo era un movimiento radical que nació a mediados del siglo XIX, en el tiempo de la Guerra de Crimea y la abolición de la servidumbre (1861). Ganó influencia y renombre durante los años 1860-70, y alcanzó su cénit con el asesinato del zar Alejandro II (1881), tras el cual declinó rápidamente. Sin embargo, renació de sus cenizas en más de una ocasión.

Fue Herzen quien estableció, en los años 1850-60, los fundamentos del movimiento. Según él, la base del socialismo sería sobre todo el campesinado ruso. «El futuro, en Rusia, pertenece a los campesinos, tal como en Francia pertenece a los obreros», escribía Herzen al historiador francés Michelet en 1851.

Herzen creía que sería la comuna rural de propiedad colectiva —la obshchina—, que había sobrevivido en Rusia, la que formaría los fundamentos del socialismo, antes que la fábrica de propiedad colectiva. El desarrollo capitalista, decía Herzen, podía evitarse en Rusia. Escribió a Mazzini: «Yo creo que no puede haber una revolución, en este país, si no es una guerra campesina», y después se refería a Yemelian Pugachióv, el líder de la guerra campesina de 1773-75. Esa revolución alcanzaría de lleno «el despotismo glacial de San Petersburgo». El estado sería destruido, y la revolución conservaría la redistribución periódica de la tierra, tradicional en la Rusia rural, con la intención de evitar que se formara una clase proletaria y que hubiera hambre. Desarrollaría, también, una autoadministración interna. «¿Por qué debería perder Rusia su comuna rural ahora, cuando se ha conservado a lo largo de todo el período de desarrollo político del país, cuando ha permanecido intacta bajo el pesado yugo del zarismo moscovita, y bajo la autocracia al estilo europeo de los emperadores?».

Pero, ¿era capaz Rusia de llegar a esa revolución? Dos factores apuntaban una respuesta afirmativa a la pregunta que se hacía Herzen: la fuerza del campesino ruso, quien a pesar de una sucesión de despotismos había conservado su humanidad, junto con un sentimiento de independencia y de lejanía de la autoridad; y por encima de todo la vida espiritual e intelectual de la Rusia moderna.15 Lo que se necesitaba, decía Herzen, eran revolucionarios que dedicaran su vida al pueblo. En un llamamiento escrito que hizo a los estudiantes en 1861, decía: «¡Al pueblo! […] Ese es vuestro lugar. […] Probad que de vosotros no surgirán empleados, sino soldados del pueblo ruso».

N. G. Chernishevski llegó a conclusiones más extremas que Herzen. El historiador del narodismo Franco Venturi ha descrito la relación entre Herzen y Chernishevski como sigue: «Herzen creó el populismo, y Chernishevski era el político del populismo: le aportó sus contenidos más sólidos, y no solo aportó ideas al movimiento, sino que también inspiró su curso principal de acción a través de sus brillantes actividades publicitarias, llevadas a cabo entre los años 1853 y 1862».16

En julio de 1848, Chernishevski escribió en su diario que «se sentía cada día más convencido por las ideas de los socialistas». Ya sentía, entonces, la necesidad de traducir esas convicciones al ruso. ¿Qué podían significar las palabras «revolución» y «socialismo» en su propio país? Respondió que la única esperanza se encontraba en una revuelta campesina. «Lo único que falta es unidad entre los diferentes levantamientos locales».17 Una carta a Herzen, de autor anónimo pero que ciertamente expresaba los puntos de vista de Chernishevski y su amigo N. A. Dobroliúbov, llamaba claramente a un levantamiento campesino:

Evidentemente, se equivoca con respecto a la situación en Rusia. Los terratenientes liberales, los profesores y los escritores liberales le apaciguan con esperanzas acerca de los propósitos progresistas de nuestro gobierno. […] No debe olvidar ni por un instante que Alejandro II mostrará sus garras como hizo Nicolás I. Que no le engañen con habladurías sobre nuestro progreso. Estamos exactamente igual que antes. […] Que no le engañen con esperanzas, y no engañe usted a otros. […] No, nuestra posición es terrible, insoportable, y solo las hachas de los campesinos pueden salvarnos. Nada, aparte de esas hachas, servirá. Creo que ya le han dicho esto antes, y es absolutamente cierto. No hay otra manera de salvarnos. Ha hecho todo lo posible para alcanzar una solución pacífica del problema, pero ahora está cambiando de tono. Deje que su “campana” suene para la carga, no para el rezo. Llame a Rusia a las armas».18

Para Chernishevski —como para Herzen—, la obshchina era la base del socialismo, pero él no idealizaba esta institución, que había sido heredada de tiempos patriarcales: había que reavivarla y transformarla a través del socialismo occidental. Para él, el mayor enemigo no era el capitalismo, sino el atraso ruso: «las condiciones asiáticas de vida, el orden y la estructura social asiáticos»; y su objetivo principal era el derrocamiento del régimen político zarista.

En 1860 se formó en Petersburgo una pequeña organización clandestina conocida como “Joven Rusia”. Su objetivo inmediato era «una revolución sanguinaria e implacable, que cambiará radical y enteramente las bases de la sociedad contemporánea», y se inspiraba en Chernishevski. En 1862, Chernishevski fue arrestado y pasó más de dieciocho meses en la Fortaleza de Pedro y Pablo. Entonces le enviaron a hacer trabajos forzados en Siberia, y allí permaneció hasta 1883, año en que se le permitió irse a Astracán y, finalmente, unos meses antes de su muerte en 1889, pudo volver a su ciudad natal, Sarátov.

En 1862-63 se formó Zemlia i Volia (Tierra y Libertad). Se trataba de una colección dispersa de grupos compuestos principalmente de estudiantes. El espíritu que guiaba al movimiento, incluso después de su arresto, seguía siendo Chernishevski. Un resultado de la formación de Zemlia i Volia fue el aumento de actos terroristas contra la autocracia. El 4 de abril de 1866, un estudiante, Dimitri Karakózov, atentó contra la vida del zar. Fracasó, y fue ejecutado, pero el suyo fue el primer acto de un drama revolucionario que acabaría con el derrocamiento del zarismo medio siglo más tarde.

La década de 1860, que había empezado con la liberación de los siervos el 19 de febrero de 1861, se cerró con el confinamiento en solitario de Niecháiev, una de las grandes figuras de la galería heroica del narodismo, en la Fortaleza de Pedro y Pablo. Niecháiev había intentado crear una sociedad muy cerrada de conspiradores, llamada «La venganza del pueblo», para dirigir una revuelta campesina. La iniciativa fracasó y no hubo ninguna insurrección, pero los esfuerzos de Niecháiev se vieron recompensados con un confinamiento en solitario en la cárcel.

Una segunda oleada del movimiento revolucionario empezó al inicio de la década de 1870, y con ella el péndulo se desplazó en el sentido contrario, distanciándose por completo de los métodos conspirativos de Niecháiev (a ello ayudó la repulsión hacia el propio Niecháiev por haber organizado el asesinato de uno de sus colaboradores). En su lugar, empezó entonces un peregrinaje en masa de intelectuales hacia el campo para convertir a los campesinos. Se puede deducir cuán amplio fue el movimiento si se tiene en cuenta que, en 1874, 4.000 personas fueron encarceladas, interrogadas o como mínimo acosadas por la policía.19

En ese período de 1874, llamado «el verano de la locura», cientos de miles de hombres y mujeres jóvenes:

[…] dejaron sus hogares, sus posesiones, su honor y sus familias, y se lanzaron al movimiento con una alegría, un entusiasmo y una fe que solo pueden experimentarse una vez en la vida y que, una vez perdidos, nunca más pueden recuperarse. No era todavía un movimiento político, sino algo parecido a un movimiento religioso, con la naturaleza infecciosa típica de tales movimientos. Aquellas personas no solo trataban de llegar a conseguir un determinado fin práctico, sino también de satisfacer un deber que sentían muy profundamente, una aspiración a la perfección moral.20

Pero el campesinado ruso resultó ser menos receptivo a las ideas socialistas de lo habían creído los intelectuales revolucionarios. Tenían grandes dificultades para comunicarse con los campesinos, quienes desconfiaban mucho de ellos. Ocurría a menudo, incluso, que los intelectuales eran entregados a la policía por las mismas personas a las que habían acudido a ayudar.

El movimiento naródnik adquirió, entonces, experiencia práctica, y como resultado de ello se tuvo que elaborar una política nueva. Si los campesinos no estaban preparados para actuar, los revolucionarios tendrían que hacerlo por su cuenta. Uno de los nuevos líderes, P. M. Tkachiov, escribía unos años después, en 1879, sobre el «fracaso completo» del intento de acercarse al pueblo, y añadía orgullosamente:

Nosotros fuimos los primeros en señalar que tal fracaso era inevitable; fuimos los primeros […] en implorar a la gente joven que abandonara ese desastroso camino antirrevolucionario y que regresara de nuevo a las tradiciones del trabajo revolucionario directo y a una organización revolucionaria combativa y centralizada [es decir, a las tradiciones de la tendencia de Niecháiev]. Y la nuestra no era la única voz que se alzaba en este sentido […]. Organizar combativamente las fuerzas revolucionarias, desorganizar y aterrorizar a las autoridades gubernamentales: esas han sido, desde el principio, las demandas básicas de nuestro programa. Y ahora, por fin, estas demandas empiezan a ponerse en práctica […]. Por ahora, nuestra única tarea es aterrorizar y desorganizar a la autoridad gubernamental.21

De modo que, después de intentar acercarse al pueblo, el péndulo volvió de nuevo hacia el terrorismo. El 24 de enero de 1878, Vera Zasúlich, una joven que actuó en solitario, disparó al general Trépov, el jefe de la policía de Petersburgo, que había ordenado castigos corporales para el prisionero Bogoliúbov. En mayo, el jefe de la Gendarmería de Kiev fue asesinado. En agosto de 1879, Kravchinski mató al jefe de la Gendarmería rusa. A diferencia de Vera Zasúlich, Kravchinski no estaba solo: era miembro de Zemlia i Volia, que por aquel entonces ya era un grupo muy bien organizado y disciplinado.

El 2 de abril de 1879, Alexander Sólovev, después de haber informado personalmente a Zemlia i Volia de su intención de asesinar al zar Alejandro II, pero sin la ayuda de esa organización, realizó su intento y falló. Unas semanas después surgió de Zemlia i Volia una organización terrorista activa, «Muerte o Libertad». El 1 de marzo de 1881 logró asesinar al zar.

Pero las esperanzas de los revolucionarios se frustraron amargamente: su acto no condujo a un levantamiento popular, sino a un fortalecimiento de la autocracia y a la supresión de todas las actividades revolucionarias durante muchos años. El coraje sobrehumano y la fortaleza moral de los terroristas no fueron suficientes para derrocar al zarismo.

Los naródniks «adaptan» el marxismo

Para entender el desarrollo del marxismo ruso hay que entender la actitud de los naródniks hacia él. En 1848 y durante bastantes años, las obras de Marx y Engels podían importarse legalmente, ya que, según el censor, eran solo «una especulación abstracta» sin relevancia en Rusia.22 En 1872, el primer volumen de El Capital de Marx fue publicado en ruso (muchos años antes de que se publicara en francés o en inglés), e inmediatamente se vendieron 3.000 ejemplares. El comité ejecutivo de Naródnaya Volia escribía a Marx en 1880: «¡Ciudadano! La clase intelectual y progresista de Rusia […] ha reaccionado con entusiasmo a la publicación de sus obras académicas, que reconocen científicamente los mejores principios de la vida rusa».

La descripción que Marx hacía de las atrocidades de la acumulación primitiva de capital, de la revolución industrial en Inglaterra y de la teoría de la plusvalía, su ataque a la división del trabajo y a la alienación capitalistas, su crítica a la democracia parlamentaria «formal» de los burgueses; todo ello fue interpretado por los naródniks como una indicación de que había que impedir, con todos los esfuerzos necesarios, que el capitalismo se desarrollara en Rusia. «Después de descubrir, a través de Marx, el alto precio que se pagaba por el desarrollo capitalista, [los naródniks] rehusaron pagar ese precio, y pusieron sus esperanzas en la supuesta posibilidad de restaurar las formas arcaicas de vida social, adaptándolas para que encajaran con las nuevas condiciones».23

Los naródniks no comprendieron, sin embargo, que para Marx el capitalismo era progresista comparado con el feudalismo, y que la democracia parlamentaria, aunque formal y limitada, era un paso adelante en contraste con la autocracia. Con sus conocimientos de El Capital de Marx, los economistas naródniks escribieron obras en las que probaban la posibilidad y la necesidad de un desarrollo no capitalista en Rusia. El más original entre aquellos economistas fue V. P. Vorontsov, que escribía bajo el pseudónimo “V. V.” En su libro El destino del capitalismo en Rusia (1882), sostenía que el capitalismo ruso, al ser tardío, no podía encontrar mercados externos para sus productos. Al mismo tiempo, sus mercados interiores no estaban en expansión, sino al contrario, se contraían, porque el capitalismo estaba arruinando a los campesinos y a los artesanos y reducía su capacidad adquisitiva. El capitalismo no podía ir más allá de la creación de las pequeñas islas de industria moderna que eran necesarias para satisfacer la demanda de las clases más altas, ni podía convertirse en la forma dominante de producción. Podía arruinar a millones de campesinos y artesanos, pero no podía darles empleo ni permitirles socializar la producción. Podía desarrollarse intensivamente a través de la explotación del trabajo, pero no extensivamente, creando empleo. En los países atrasados, en general, solo podía ser destructivo, una «parodia del capitalismo», un «hijo ilegítimo de la historia». Existían, ciertamente, islas de capitalismo en Rusia, pero se trataba solo de un producto artificial creado por los esfuerzos del estado.

Aunque adaptaron el marxismo para su ideología, los naródniks eran esencialmente socialistas utópicos. Viendo la inercia de las masas rusas, y considerando, ellos mismos, que el socialismo era un ideal deseable, no establecieron una relación causal real entre las masas del presente y el futuro. N. K. Mijáilovski, uno de los teóricos del narodismo, expresó este dualismo hablando de dos tipos de verdades: «la verdad verdadera», es decir, aquello que realmente es, y «la verdad de la justicia», es decir, aquello que debería ser. El «mundo de aquello que debería ser, el mundo de lo verdadero y lo justo», no tenía conexión alguna con el curso objetivo del desarrollo histórico. La descripción que hizo Marx de las características principales de los socialistas utópicos de su tiempo es válida para los naródniks. Su defecto principal, decía Marx en el Manifiesto comunista, se debía al hecho de que «el proletariado […] les ofrece el espectáculo de una clase sin ninguna iniciativa histórica ni ningún movimiento político independiente»; todavía no habían adoptado la perspectiva de la lucha de clases y, para ellos, el proletariado existía sólo en el aspecto de ser «la clase que más sufría».24 Solo hay que sustituir la palabra «proletariado» por «campesinado» para que la descripción encaje perfectamente con los populistas rusos. De su posición utópica surgió el concepto elitista del papel que debían jugar los intelectuales: eran ellos los que construían la historia, y su tarea era dar forma a las masas inertes e ignorantes.

De la misma manera que varios pueblos con diferentes niveles de desarrollo económico pueden profesar una misma religión dándole cada uno un contenido diferente, el «marxismo» de los intelectuales naródniks era distinto del marxismo de un movimiento obrero. En una carta del 26 de febrero de 1895, un Engels envejecido explicaba la grotesca combinación de “marxismo” y narodismo:

En un país como el vuestro, en donde la industria moderna a gran escala se ha injertado en la comuna campesina primitiva, y en donde, al mismo tiempo, todas las etapas intermedias de la civilización coexisten unas con otras; en un país que, por añadidura, ha sido encerrado por el despotismo con una muralla china intelectual, uno no debería extrañarse de la aparición de las combinaciones de ideas más increíbles y estrafalarias.25

No cabe sino estar de acuerdo con A. Walicki, autor de un importante estudio sobre la filosofía social de los populistas, cuando escribe que el populismo:

[…] fue una reacción rusa al capitalismo occidental, pero también al socialismo occidental: una reacción al capitalismo y al socialismo occidentales por parte de unos intelectuales democráticos, en un país rural y atrasado que se encontraba en una fase temprana de desarrollo capitalista. Y es comprensible que el populismo ruso clásico fuera, ante todo, una reacción al marxismo: después de todo Marx era, por aquel entonces, la figura más importante del socialismo europeo y, al mismo tiempo, el autor del libro con más autoridad sobre el desarrollo del capitalismo. No es de ninguna manera accidental que los inicios del populismo clásico y completamente formado coincidieran en el tiempo con la primera ola de difusión de las ideas marxistas en Rusia […]. Tampoco es exagerado decir que el encuentro con Marx fue de una importancia primordial para la formación de la ideología populista, la cual, sin Marx, hubiera sido distinta.26

Sin una buena comprensión de las relaciones estrechas existentes entre el narodismo y el marxismo, es imposible llegar a entender las dificultades a las que se enfrentaron los marxistas rusos que querían avanzar dejando atrás el narodismo, obstáculos que Plejánov, el padre del marxismo ruso, tardó años en superar, y que reaparecieron en el camino de su seguidor, Vladímir Ilich Uliánov.

El heroísmo de los naródniks

El análisis general y esquemático que hemos hecho de las ideas de los naródniks en las décadas de 1860 y 1880 dista mucho de ofrecer una visión precisa de la naturaleza del narodismo. La pasión extraordinaria con la que los naródniks sostenían sus ideas les daba el coraje moral y la determinación para enfrentarse a muchos tipos de peligros y sufrimientos: cientos de ellos acabaron confinados en solitario en la Fortaleza de Pedro y Pablo, en Siberia, o incluso en la horca.

No hay mejor testigo del heroísmo de los naródniks que el escritor estadounidense George Kennan, a pesar de que, en un principio, se había posicionado en su contra. Dado que Kennan había condenado públicamente a los terroristas en 1882, las autoridades rusas le dejaron entrar de buen grado en el país, y le permitieron visitar las cárceles y los campos de trabajos forzados, con la esperanza de que su actitud negativa hacia los revolucionarios rusos ayudaría a inclinar la opinión mundial a favor del gobierno ruso. Sin embargo, después de pasar los años 1884-86 en Siberia, Kennan dijo lo siguiente (en una carta citada por la señora Dawes en el número de agosto de 1888 de la revista estadounidense The Century): «Lo que vi y aprendí en Siberia me conmovió hasta lo más profundo del alma. Me abrió un mundo nuevo de experiencias humanas, y elevó, en algunos aspectos, todos mis criterios morales».

Conocí a personajes de un carácter tan verdaderamente heroico y elevado como cualquiera que la historia haya destacado, y les vi mostrar un coraje, una fortaleza, un sacrificio y una devoción por un ideal que están mucho más allá de lo que yo me creo capaz de mostrar […]. Fui a Siberia creyendo que los exiliados políticos eran una banda de fanáticos mentalmente desequilibrados, que se dedicaban a lanzar bombas y a asesinar. Cuando me fui de allí, besé a esos mismos hombres y me despedí de ellos con un abrazo, con los ojos llenos de lágrimas.27

La represión de la década de 1880 fue terrible. Después del asesinato de Alejandro II, el país parecía un cementerio: apenas había resistencia. En 1883, Vera Figner, una de las figuras más admirables del comité ejecutivo de Naródnaya Volia, fue arrestada. Un año más tarde, G. A. Lopatin, que había mantenido un contacto estrecho con Marx y Engels mientras estaba en el extranjero, regresó a Petersburgo para retomar las actividades terroristas, pero fue también arrestado al cabo de poco tiempo. Con su detención, muchas direcciones cayeron en manos de la policía, cosa que conllevó la eliminación de lo que quedaba de Naródnaya Volia.

El último número del periódico Naródnaya Volia, que salió el 1 de octubre de 1885 —cuando el partido en sí mismo ya no existía—, esbozaba de una manera muy sombría la moral de los intelectuales:

Una desintegración intelectual completa, un caos de opiniones absolutamente contradictorias sobre las cuestiones más elementales de la vida social […]. Por un lado, un pesimismo tanto personal como social, y por el otro, un misticismo socio-religioso […]. Había una marea de renegados de todo tipo. Los intelectuales más privilegiados proclamaban con franqueza que estaban hartos de los campesinos. ¡Es hora de vivir para nosotros! Los periódicos liberales y radicales, que iban apagándose, revelaban que el interés social descendía.28

Otra descripción del período viene de la pluma de Rosa Luxemburg, que mientras estaba en la cárcel, durante la Primera Guerra Mundial, escribió:

Después del asesinato de Alejandro II, un período de rígida desesperanza se impuso en toda Rusia […]. Los tejados de plomo [de las prisiones] del gobierno de Alejandro III albergaban el silencio del sepulcro. La sociedad rusa se dejó llevar por una resignación desesperanzada, contemplando ante ellos el fin de todas las ilusiones de reformas pacíficas, y el fracaso aparente de todos los movimientos revolucionarios.29

Característica de ese tiempo fue la defección de uno de los líderes más importantes de los naródniks, Lev Tijomírov, que publicó, en Europa occidental, una confesión que tituló Por qué dejé de ser un revolucionario (poco después se convertiría en uno de los más fervientes defensores del zarismo). Muchos otros ex-revolucionarios encontraron un profeta en Lev Tolstói, el cual, a pesar de rechazar la abominación que suponía el zarismo, predicaba la doctrina de la no-violencia. Las enseñanzas de Tolstói parecían brindar apoyo moral a los desilusionados y pasivos intelectuales.

Dentro de la marea general de reacción, sin embargo, se formaban pequeños remolinos. El más importante fue el complot de marzo de 1887, en el cual Alexander Uliánov fue una figura central. Participaron seis personas: tres de ellas, incluyendo a Uliánov, se consideraban miembros de Naródnaya Volia; los otros tres decían ser socialdemócratas, aunque la distinción entre una cosa y la otra no estaba nada clara.

El mismo Alexander había leído extensamente a Marx, pero seguía siendo un naródnik, como puede verse con el programa que escribió para el grupo: Programa de la Facción Terrorista del partido Naródnaya Volia. Vio la fuerza revolucionaria principal no en el campesinado, sino en la clase trabajadora industrial. El socialismo era «un resultado necesario de la producción capitalista y de la estructura de clases capitalista».30 Sin embargo, afirmaba el Programa, esto no excluye «la posibilidad de otra transición, más directa, hacia el socialismo, en el caso de que hubiera condiciones especiales y favorables en los hábitos del pueblo y en el carácter de los intelectuales y del gobierno».

El capitalismo no era una etapa necesaria antes del socialismo. Solo era necesario en aquellos casos en que «se deja que el proceso de transición se desarrolle espontáneamente, cuando no hay una intervención consciente por parte de un grupo social». El Programa reconocía la necesidad de «organizar y educar a la clase trabajadora», pero esta tarea tenía que postergarse, ya que la actividad revolucionaria entre las masas «con el régimen político existente es casi imposible». La autocracia tenía que ser derrocada a través del terror, para que la clase trabajadora pudiera entrar en la arena política.

Este peculiar eclecticismo era un intento de combinar el narodismo y el marxismo. Como mencionábamos antes, Alexander necesitaba tiempo para aclarar sus ideas, pero no se lo concedieron. Lenin le dijo a Lalayants en 1893 que Alexander «se consideraba un marxista». Esto es, por supuesto, una exageración. La tragedia de Alexander fue ser un hombre de la transición en un período de transición. En sus trabajos sobre el pensamiento social ruso, Ivánov-Razumnik, describiendo el carácter transicional de la década de 1880, dice: «Antes que ellos estaba el narodnichestvo*, después de ellos el marxismo, pero ellos mismos representaban un vacío ideológico».31

Plejánov rompe con Zemlia i Volia

Como resultado de los zig-zags del grupo, durante los años 1878-1879 hubo una lucha interna en Zemlia i Volia, que dividía a los que abogaban por la agitación de masas —acercarse al pueblo— y a los defensores del terrorismo. El mayor defensor de la primera tendencia era Gueorgui Valentínovich Plejánov.

En octubre de 1879, Zemlia i Volia había dejado de existir. Los agitadores crearon una organización separada llamada Chiorni Peredel (Redistribución Negra). El nombre significaba, literalmente, una distribución igualitaria de la tierra entre la gente “negra”, es decir, los campesinos. Los terroristas adoptaron el nombre de Naródnaya Volia, el cual, gracias al doble significado de la palabra volia, quería decir «La voluntad del pueblo» y «La libertad del pueblo».

Chiorni Peredel prácticamente nació muerta. «La organización, desde el día de su creación, fue desafortunada», se quejaba Deutsch, uno de sus fundadores, en sus memorias. «O. V. Aptekmán, el cronista de Chiorni Peredel y uno de sus dirigentes, empieza su relato con estas lúgubres palabras: “No fueron tiempos de fortuna aquellos en los que nació la organización Chiorni Peredel. Dios no le dio vida, y después de tres meses, expiró”».32

Como resultado de las actividades de un traidor dentro de la organización, sus dirigentes, Plejánov, Axelrod, Zasúlich y Deutsch, se vieron obligados a emigrar fuera de Rusia uno tras otro. Después de una serie de redadas policiales, que resultaron en la confiscación de la imprenta del grupo y en el arresto de casi todos los miembros que no habían salido del país, el grupo prácticamente dejó de existir. Sin embargo, Chiorni Peredel estaba destinado a jugar un papel histórico importante: se convirtió en el puente del populismo hacia el marxismo.

Hacia la clase trabajadora

Empíricamente, y sin un conocimiento teórico claro del problema, algunos naródniks se acercaban una y otra vez a la clase trabajadora industrial. Sin tener en cuenta esos pequeños brotes no se puede entender el crecimiento del marxismo ruso.

En 1870, y por primera vez en la historia rusa, un grupo de estudiantes, liderado por N. V. Chaikovski, plantó la semilla de una organización de clase trabajadora*. No lo hicieron porque consideraran que el proletariado era el agente del socialismo, sino porque creían que los trabajadores de las fábricas podían ser un medio para extender el mensaje naródnik entre los campesinos:

Así, se pusieron en contacto con aquellos trabajadores menos cualificados y más directamente vinculados con la vida y el espíritu del campo. En principio, siempre escogían a los trabajadores del sector textil antes que los de la industria siderúrgica, porque creían que los primeros eran los representantes del que, según su punto de vista, era el pueblo real. A. V. Nizovkin, uno de sus propagandistas más activos, decía que en los trabajadores siderúrgicos ya se notaba la influencia de la vida urbana. Se vestían mejor, ya no vivían en comunas y poco a poco iban perdiendo las tradiciones del artel*. Los trabajadores del sector textil, sin embargo [...], se vestían aún como lo hacían en el campo y conservaban los hábitos típicos de la vida rural, desde el espíritu comunal hasta la embriaguez.33

Los chaikovistas eran muy pocos:

Es difícil decir exactamente cuántos miembros tenía el grupo chaikovista de San Petersburgo […]. En 1928, casi medio siglo después, tres supervivientes […] intentaron elaborar una lista exacta de sus camaradas entre 1871 y 1874. Estimaron que había habido un grupo con 19 miembros en Moscú, uno con 11 miembros en Odesa, otro con ocho miembros en Kiev, y algunos en Járkov, Orel, Kazán, y Tula.34

Cada chaikovista empezó su trabajo político contactando con un pequeño grupo, de entre tres y cinco trabajadores, a quienes enseñaba a leer y a escribir. También les daba lecciones de geografía, historia, física, y otras materias. Las clases trataban temas como la historia de las rebeliones en Rusia, la Internacional, el movimiento de la clase trabajadora alemana o la economía política (tomando como base los trabajos de Marx). Se construyó una biblioteca para aquellos miembros que estuvieran dispuestos a pagar un dos por ciento de su salario para mantenerla. Por desgracia, los chaikovistas fueron víctimas de la persecución policial, y en 1873 dejaron de existir como grupo organizado.

Mientras los chaikovistas estaban manos a la obra en San Petersburgo, un grupo aún más importante y de naturaleza mucho más proletaria se formó en Odesa. Tenía como centro la figura de E. Zaslavski, que la dirigió durante ocho o nueve meses, y se llamaba Unión de Trabajadores del Sur de Rusia. Se puede considerar que es la primera organización realmente proletaria que existió en la Rusia imperial.35 La Unión, que tenía cincuenta o sesenta miembros en la organización central, pudo apoyar dos huelgas: la primera, en enero de 1875, en la fábrica de Bellino-Venderich, y la segunda, en agosto, en la de Gullier-Blanchard. Se elaboró un manifiesto y se distribuyó durante la segunda huelga. La influencia de la Unión creció rápidamente, no solo en Odesa, sino también en otras ciudades a lo largo de la costa del Mar Negro. Su programa contenía ciertos puntos novedosos. Las tareas que el grupo debía llevar a cabo incluían: «a) realizar propaganda de la idea de la emancipación de los trabajadores del yugo del capital y de las clases privilegiadas; y b) la organización de la clase trabajadora del sur de Rusia para la lucha que se avecinaba contra el orden político y económico existentes».36 A finales del año 1875, por culpa de un informador, las autoridades arrestaron a todos sus dirigentes, acabando virtualmente con la Unión.

Pero el arresto de los chaikovistas a principios de 1874, que destruyó la base de dicha organización, no detuvo el lento e imperceptible avance de las ideas revolucionarias entre los trabajadores de San Petersburgo. Una de las muestras más dramáticas de este proceso, la culminación de seis largos años de diseminación de ideas, fue una manifestación en la plaza de la Catedral de Kazán, el 6 de diciembre de 1876, que fue el hito de la historia del movimiento revolucionario ruso. Plejánov desempeñó un papel importante en la manifestación y unos años más tarde describiría el acontecimiento. Inspirándose en una manifestación que habían protagonizado los intelectuales en la primavera de 1875, en el funeral de un estudiante asesinado por sus carceleros, un grupo de trabajadores propuso que organizaran ellos también una manifestación, y aseguraron a Plejánov que acudirían unos 2.000 trabajadores. En el día del evento, un grupo compuesto básicamente de estudiantes, pero con algunos trabajadores, se reunió ante la catedral. Las estimaciones de asistencia varían entre las 150-500 personas. Después de retrasar durante un tiempo el desarrollo del acto, con la esperanza de que acudieran más trabajadores, y bajo la amenaza de que todo el esfuerzo se viniera abajo, Plejánov se alzó e hizo un discurso que terminó con las palabras siguientes: «Larga vida a la revolución social. Larga vida a Zemlia i Volia». Entonces se desplegó una bandera roja con las palabras «Tierra y Libertad» escritas en ella. Este pequeño acto fue la primera manifestación de trabajadores de la historia de Rusia.

Entre 1877 y 1879 tuvo lugar en Petersburgo una oleada de huelgas. En total fueron 26, cifra que supone un nivel de actividad huelguística sin precedentes, y que no se repitió hasta la década de 1890. Fue en esta época que surgió una nueva organización de trabajadores en Petersburgo, la Unión de Trabajadores del Norte de Rusia. Contaba con unos 200 miembros, con grupos en todos los distritos de clase trabajadora de la ciudad. Su fundador fue el carpintero Stepán Jalturin, hijo de un campesino de la provincia de Viatka. Sin embargo, después de tan solo unos meses de vida activa, también la Unión del Norte fue aplastada por la policía, y en 1880 dejó de existir.

En 1879, Plejánov renunció al terrorismo naródnik, y como dirigente de Chiorni Peredel destacó la importancia de las actividades de propaganda, al mismo tiempo que afirmaba, apoyándose en argumentos empíricos, que había que dirigirse hacia la clase trabajadora. Pero el cordón umbilical que conectaba sus razonamientos con las ideas naródnik sobre el campesinado como agente del socialismo todavía no se había cortado. En febrero de 1879 escribió: «La agitación en las fábricas crece a diario: esta es la noticia del día». Esta agitación era uno de esos problemas que «la vida misma pone a la vanguardia, es decir, en la posición que le corresponde, a pesar de las decisiones teóricas y a priori de los revolucionarios […]. En el pasado, y no sin razones, depositamos todas nuestras esperanzas y todos nuestros esfuerzos en las masas rurales. El trabajador urbano solo tenía una consideración secundaria en los cálculos de los revolucionarios».

Mientras que los campesinos de las aldeas estaban bajo la influencia de «los miembros más conservadores y timoratos de la familia campesina», los «trabajadores de la ciudad […] constituyen la capa de la población más móvil, la más susceptible a la incitación, la más fácilmente revolucionable».

Nuestros grandes centros industriales agrupan a decenas de miles y, a veces, incluso a cientos de miles de trabajadores. En la gran mayoría de casos se trata de los mismos campesinos que hay en las aldeas […]. El problema de la agricultura, la cuestión de la autoadministración de la obshchina, la tierra y la libertad: todas estas cosas están tan presentes en el corazón de los trabajadores como en el de los campesinos. En pocas palabras, no se trata de masas aisladas y apartadas del campo, sino de una parte del campo. Su causa es la misma, su lucha puede y debe ser la misma. Y además, las ciudades atraen a lo mejor de la población rural, la parte más joven, la más emprendedora […]. Allí se mantienen lejos de la influencia de los elementos más conservadores y tímidos de la familia campesina […]. Gracias a todo esto, constituirán un aliado incomparable para los campesinos cuando la revolución social estalle».37

La revolución socialista que se avecinaba sería una revolución campesina, pero los trabajadores estaban destinados a ser los mejores aliados del campesinado, ya que ellos todavía eran, en esencia, campesinos, y podían actuar de intermediarios entre los intelectuales de las ciudades y los campesinos rurales. Desde Naródnaya Volia, después de la ruptura de Plejánov y durante años, también se hizo un llamamiento a poner más énfasis en la actividad propagandística entre los trabajadores industriales. Así, en un artículo programático titulado “Trabajo preparatorio del partido” en Kalendar Narodnoi Voli (1883) afirmaban: «La población trabajadora de las ciudades tiene una importancia muy especial para la revolución, tanto por su posición como por su gran desarrollo, y debe ser objeto de una atención cuidadosa por parte del partido».38

Sin embargo, hay una diferencia básica entre la actitud de los naródniks, incluyendo a Plejánov en 1879, acerca del trabajo de propaganda entre los trabajadores industriales, y la actitud de los marxistas. Estos últimos están «convencidos de que los trabajadores no son necesarios para la revolución, sino que la revolución es necesaria para los trabajadores».39 Para los naródniks, los trabajadores son importantes para la revolución. Un naródnik puede preguntar: «¿Y por qué la clase trabajadora?», mientras que un marxista sólo puede preguntar: «Y por qué el marxismo?», ya que, para él, la clase trabajadora es el sujeto de la historia, no el objeto.

Una vez más, en la actitud de los naródniks con respecto al trabajo entre el proletariado, podemos observar un caso de teoría que se queda pequeña ante la práctica: un cambio de táctica sin la comprensión necesaria de las consecuencias teóricas para lograr un cambio de curso consistente. El narodismo había sobrevivido más allá de su propio tiempo, y dentro de su marco ideológico empezaban a emerger elementos marxistas.

Plejánov, el pionero marxista

Entre 1880 y 1882, Plejánov recorrió toda la distancia que separaba el narodismo del marxismo. En 1883, se formó el grupo Emancipación del Trabajo.

También en 1883, Plejánov escribió la primera obra importante del marxismo ruso: El socialismo y la lucha política. Esta primera obra no era en absoluto corta, pero la que siguió, cerca de un año después, era el voluminoso libro Nuestras diferencias. El historiador bolchevique Pokrovski afirmaba algo conocido por todos cuando decía que esta obra contenía «prácticamente todas las ideas básicas que conformaban la esencia del marxismo ruso hasta finales de siglo».40

El futuro, decía Plejánov, que sometía la comuna a un análisis inquisitivo, no pertenecía a los campesinos y su “comuna”. Citando unos datos sorprendentes, probaba la desigualdad y la individualidad crecientes entre el campesinado comunal. Por un lado, muchos campesinos habían perdido, o estaban perdiendo, la capacidad de cultivar las parcelas de tierra, y cedían sus derechos a otros campesinos, convirtiéndose, así, en meros asalariados. Al mismo tiempo, los campesinos ricos o kúlaks (kúlak, en ruso, significa “puño”), cada vez cultivaban más y más parcelas de otros campesinos aparte de las suyas, adquirían o alquilaban tierras adicionales y empleaban a trabajadores asalariados.

Plejánov también atacaba la idealización del pasado comunal: «Nuestra comunidad rural […] ha sido, en realidad, el principal respaldo del absolutismo ruso», y «se está convirtiendo cada vez más en un instrumento que la burguesía rural utiliza para explotar a la mayoría de la población agraria».41 Hizo añicos los argumentos del economista naródnik V. V., que decía que el capitalismo no podía desarrollarse en Rusia por falta de mercados. Mostrando una gran capacidad de análisis histórico, utilizó como ejemplos la Francia de Colbert, la Alemania de la Zollverein y los Estados Unidos, demostrando que el estado siempre intervenía protegiendo a la industria joven y creciente para contrarrestar la supremacía abrumadora de Gran Bretaña.

Además, al contrario de lo que afirmaba V. V., los mercados interiores no precedían el desarrollo del capitalismo como precondición para éste, sino que los creaba el propio capitalismo. «La burguesía creó los mercados, no se los encontró hechos a medida».42 La ruina de los artesanos y la invasión de la agricultura por las relaciones monetarias son creaciones del mercado. «La transición, en cualquier país, de una economía natural a una economía monetaria se acompaña necesariamente de una enorme expansión del mercado interior, y no hay duda de que, en nuestro país, todo este mercado caerá en las manos de nuestra burguesía».43

Plejánov sostenía que era utópico creer, tal como creían los naródniks, que se podía evitar la transformación capitalista de la economía y la sociedad rusas. Concluyó que los socialistas debían dirigirse a la clase trabajadora porque era la precursora del futuro: «La población rural de hoy, que vive en unas condiciones sociales atrasadas, no solo es menos capaz que los trabajadores industriales de tomar una iniciativa política consciente, sino que también es menos receptiva al movimiento que nuestros intelectuales revolucionarios han empezado».

«Y además», continuaba Plejánov, «el campesinado atraviesa ahora un período difícil, crítico. Los fundamentos “ancestrales” de su economía se hacen añicos, la desafortunada comuna rural está cayendo en descrédito ante sus propios ojos, tal como admiten órganos tan “ancestrales” del narodismo como Nedelia; y las nuevas formas de trabajo y de vida todavía se están formando. Este proceso creativo es más intensivo en los centros industriales».44

Plejánov fue el primer ruso que afirmó que la clase trabajadora desempeñaría un papel crucial en la inminente revolución rusa contra la autocracia zarista. Así, en un comunicado para el congreso fundacional de la (Segunda) Internacional Socialista (julio de 1889), proclamó: «El movimiento revolucionario en Rusia solo puede triunfar si es el movimiento revolucionario de los trabajadores. ¡Para nosotros no hay ni puede haber ningún otro camino!».45

Aún inclinado hacia el narodismo

Plejánov aún se sentía atraído, sin embargo, por los naródniks. En sus escritos, especialmente en aquellos de 1883 y 1884, abundan las ideas populistas. En aquel momento no contraponía a los futuros socialdemócratas con Naródnaya Volia, sencillamente exigía que ésta última adoptara el marxismo. En Nuestras diferencias escribía:

Al presentar a los camaradas que trabajan en Rusia este primer intento de programa para los marxistas rusos, estamos lejos de querer competir con Naródnaya Volia; al contrario, nuestro mayor deseo es un acuerdo completo y definitivo con tal partido. Creemos que si Naródnaya Volia quiere realmente permanecer fiel a sus tradiciones revolucionarias, y arrancar el movimiento ruso de su estancamiento actual, debe convertirse en un partido marxista.46

A pesar de sus críticas al papel de las comunas rurales, sus concesiones al narodismo fueron notables incluso en este aspecto. Así, escribía:

Cuando llegue la hora de la victoria decisiva del partido de los trabajadores sobre las clases altas de la sociedad, será de nuevo ese partido, y solo ese partido, el que tome la iniciativa en la organización socialista de la producción nacional […]. Las comunas rurales todavía existentes empezarán, de hecho, una transición a una forma más elevada, comunista […]. La propiedad comunal de la tierra se convertirá no solo en algo posible, sino real, y el sueño narodista sobre el desarrollo excepcional del campesinado se hará realidad.47

También se comprometió con el terrorismo naródnik individual. «¿Y qué pasa con el terror? […] De ninguna manera negamos el importante papel de la lucha terrorista en el presente movimiento de emancipación. Ha crecido de manera natural a partir de las condiciones sociales y políticas en las cuales nos encontramos, y debe, de la misma manera, promover un cambio a mejor». El Partido naródnik debía:

[…] aproximarse a la clase trabajadora, que, en la sociedad actual, es la más revolucionaria de todas […]. Nosotros señalamos una manera de ampliar la lucha, de diversificarla, y por lo tanto de hacerla más exitosa […]. Hay otras secciones de la población [es decir, aparte de los trabajadores] para quienes sería mucho más conveniente dedicarse a la lucha terrorista contra el gobierno. La propaganda entre los trabajadores no elimina la necesidad de la lucha terrorista, pero ofrece oportunidades que, hasta ahora, no existían*48

Plejánov también hacía concesiones con la actitud elitista de los naródniks respecto de los intelectuales:

Nuestros intelectuales socialistas se han visto obligados a dirigir el movimiento de emancipación actual, cuya tarea directa debe ser la de establecer instituciones políticas libres en nuestro país; los socialistas, junto a ellos, tienen la obligación de ofrecer a la clase trabajadora la posibilidad de un papel activo y fructífero en la futura vida política de Rusia […]. Es por esta razón que los intelectuales socialistas tienen la obligación de organizar a los trabajadores y de prepararlos tanto como sea posible para la lucha contra el sistema de gobierno vigente y también contra los futuros partidos burgueses.50

Plejánov introdujo el marxismo auténtico en Rusia y lo convirtió en un arma adaptada a las necesidades de la revolución. Descubrió que la clase trabajadora era la portadora de la revolución rusa. Tal paso adelante requería una perspectiva histórica amplia, que Plejánov ciertamente poseía. Era uno de los hombres más leídos, con más criterio y más culturizados de su tiempo; tenía una inteligencia poderosa y original y un talento literario brillante, y era crítico y creativo en muchos campos. Estudió materias tan diversas como química orgánica, geología, antropología, zoología y anatomía comparada. Sus investigaciones abarcaban campos tan variados como la historia y la estética, la etnografía, la literatura, la epistemología y el arte. Fue el iniciador de la crítica literaria marxista y fue el primero en extender la investigación marxista en muchos otros campos.

Es difícil concebir la importancia de la contribución de Plejánov al movimiento revolucionario ruso a menos que nos sumerjamos, en nuestra imaginación, en el entorno de los intelectuales radicales de los primeros años de la década de 1880, macerado en un narodismo santificado por décadas de lucha y sangre de mártires. Sólo entonces se puede llegar a comprender la verdadera emoción de ser el pionero, el primero en traducir el marxismo en términos rusos. Según Lenin, el primer tratado marxiano de Plejánov, El socialismo y la lucha política, tuvo una importancia en Rusia comparable a la del Manifiesto comunista en Occidente. El libro de Plejánov Sobre el desarrollo del concepto monista de la historia (1894), en palabras de Lenin, «formó a toda una generación de marxistas rusos». Trotski afirmó: «La generación marxista de la década de 1890 se erigía sobre los fundamentos construidos por Plejánov […]. Después de Marx y Engels, Vladímir se lo debía casi todo a Plejánov».51

La “fuerza” del grupo Emancipación del Trabajo

Para entender por qué tardó tanto el joven Vladímir Uliánov en convertirse a las ideas de Plejánov, hay que tener en cuenta que se trataba de ideas incorpóreas, sin un movimiento que las acompañara: no había huelgas masivas ni manifestaciones con la participación de muchos seguidores. De hecho, durante diez años, en el período 1883-93, el grupo Emancipación del Trabajo existió sólo en el exilio, y constituía prácticamente la totalidad del movimiento marxista.

Y es que, al principio, el grupo consistía solo en cinco personas: Plejánov, Axelrod, Deutsch, Vera Zasúlich y V. I. Ignatov. Muy pronto se vio reducido a tres: Ignatov, que había aportado una cantidad sustanciosa de dinero para mantener a la organización, murió de tuberculosis en 1895. La enfermedad ya le había impedido, desde el comienzo, tomar una parte realmente activa en el trabajo del grupo. Deutsch fue arrestado a mediados del año 1884, mientras intentaba organizar el envío de publicaciones a Rusia. Plejánov y los otros dos miembros permanecieron, durante una década, en un aislamiento casi completo. Sí que es cierto que, a lo largo de la década de 1880, existían círculos en varias ciudades rusas que realizaban actividades con los trabajadores, pero eran tan débiles, el resultado de su trabajo tan imperceptible, y la persecución de la policía tan efectiva, que apenas pudieron establecerse en ningún sitio, y permanecieron completamente aislados los unos de los otros. Fueron necesarias varias décadas de investigaciones históricas para desenterrar la mera existencia de estos grupos, los cuales, trabajando en las más penosas circunstancias, estaban haciendo un trabajo preliminar importante y preparaban el terreno para la extensa actividad de la década siguiente.

En 1884, un pequeño grupo de intelectuales y trabajadores, encabezado por el estudiante búlgaro Blagóiev (más adelante sería el fundador del Partido comunista búlgaro), escribía al grupo Emancipación del Trabajo: «Hemos llegado a la conclusión de que entre nuestros puntos de vista y los del grupo Emancipación del Trabajo hay mucho en común». Hablando con deferencia a sus «camaradas extranjeros, que tienen mucha más preparación literaria y más experiencia revolucionaria», el grupo de Blagóiev solicitaba establecer relaciones regulares, el envío de publicaciones, una discusión de los puntos del programa, y prometía proveer fondos. No es de extrañar que Plejánov le dijera, aliviado, a Axelrod: «No estamos sufriendo en vano». Así empezaba una colaboración que duró un año y que terminó en el invierno de 1885-86, cuando el grupo de Blagóiev, como ya había ocurrido con otros grupos, dejó de existir después de una redada policial.52

Poco después de la eliminación del grupo de Blagóiev, otro grupo, llamado Círculo Tochiski empezó a crecer, pero también tuvo una existencia muy corta, confinada en el año 1888. La policía apenas había logrado liquidarlo cuando, en 1889, un nuevo grupo revolucionario apareció, conocido como Grupo Brúsnev, por su líder, un ingeniero. Entre los miembros de este grupo había algunos trabajadores prominentes, como Bogdánov, Norinski, Shélgunov, y Fiódor Afanásiev. También dejó de existir después de las redadas policiales de 1892.

En conjunto, la década de 1880 fue una época de círculos muy pequeños de propaganda marxista entre los trabajadores rusos. En general, se recuerda como un tiempo de oscuridad. El «hombre de los ochenta» era un hombre decepcionado, desalentado, apático. En el ámbito de la literatura, este estado de ánimo se expresaba perfectamente en las obras de teatro de Chéjov: el tío Vania, Ivánov, son ejemplos de la desesperación y la escasez de movimiento de esos años.

En los años ochenta hubo pocas huelgas. En el período 1881-86, solo hubo 48 huelgas53, y los marxistas apenas influenciaron alguna de ellas. Un historiador de los movimientos laborales ruso escribía, justificadamente, en 1893, que hasta ese año, la agitación laboral en Rusia «no tenía conexiones en absoluto con ninguno de los grupos socialdemócratas».54

Lo mismo, pero diferente

Para clarificar sus ideas, y para investigar su propia vinculación con el narodismo, el joven Vladímir Uliánov empezó a escribir invectivas contra los naródniks. «Es imposible desarrollar concepciones nuevas sin recurrir a la polémica», escribía dos décadas después.55 La historia de las ideas es la historia del conflicto de ideas. Estos primeros escritos no son estudios huecos, sino que hurgan profundamente en los datos del desarrollo económico y social ruso. Por encima de todo, Lenin quería comprender la realidad de la sociedad en la que vivía, y en la que estaba destinado a participar para transformarla radicalmente.

Al final del período de Samara, un escrito de Uliánov circulaba entre los camaradas. Llevaba por título Una discusión entre un socialdemócrata y un populista, y era, muy probablemente, un resumen de las discusiones de Samara presentado en forma de diálogo. Desafortunadamente, ese documento se ha perdido. Después, Uliánov escribió una voluminosa reseña sobre la cuestión agraria, que tituló “Nuevos desarrollos económicos en la vida campesina (en respuesta a Agricultura campesina en el sur de Rusia, de V. Y. Póstnikov)”. La reseña, llena de datos estadísticos, y escrita para una revista legal, fue rechazada, quizás por su extensión, o por su afilada crítica del punto de vista naródnik, que entonces prevalecía. Uliánov leyó su manuscrito ante los miembros del círculo de estudio de Samara, donde inmediatamente estableció su autoridad. Una de las dos copias manuscritas de la reseña ha llegado hasta nosotros, gracias a los más infatigables coleccionistas de manuscritos revolucionarios: los miembros de la policía secreta zarista. Se trata de un análisis muy maduro e inusualmente penetrante del panorama social y económico de la Rusia rural, a pesar de que, por aquel entonces, Uliánov tenía solo 23 años. Gran parte de ese escrito se incorporaría después al libro El desarrollo del capitalismo en Rusia, escrito media década más tarde.

La tercera obra escrita por Uliánov fue otro ataque a los naródniks. Se titulaba Sobre la llamada cuestión del mercado, y la escribió en Petersburgo durante el otoño de 1893. Lenin explicó por primera vez sus puntos principales en el encuentro de un círculo marxista, en el cual se discutía la conferencia que había dado otro joven marxista, G. B. Krasin, llamada “La cuestión del mercado”. Según los participantes, el trabajo de Lenin impresionó mucho a todos los presentes.56 El documento muestra una comprensión muy lúcida del segundo volumen de El Capital de Marx. Se trata de una crítica excelente y certera de la teoría de V. V. sobre la imposibilidad de un desarrollo “extensivo” de la industria en Rusia por falta de mercados. La única copia de este manuscrito se consideró perdida durante mucho tiempo, pero se recuperó, de hecho, en 1937.

El principal escrito de Lenin en 1894 fue un trabajo titulado Quiénes son los “Amigos del pueblo” y cómo luchan contra los socialdemócratas (una respuesta a los artículos del “Rúskoie Bogatstvo”* en oposición a los marxistas). Circulaba en tres gruesos cuadernos, cuidadosamente escritos, que crearon una agitación considerable entre los pocos marxistas de Petersburgo, y pronto fueron hectografiados y pasaban de mano en mano. Solo la primera y la tercera parte del trabajo han sobrevivido, y ocupan 199 páginas en las Obras completas de Lenin (cuarta edición rusa). Cuesta hacerse una idea de la cantidad de trabajo que suponía escribir todo esto a mano, primero muy pulcramente en los cuadernos, y después otra vez, letra por letra, en las hojas hectografiadas.

Su siguiente obra importante, escrita entre finales de 1894 y principios de 1895, era de nuevo una crítica de los naródniks: Los contenidos económicos del narodismo y la crítica de los mismos en el libro del señor Struve (El reflejo del marxismo en la literatura burguesa). P. Struve, Apuntes críticos acerca del desarrollo económico de Rusia, San Petersburgo, 1894. También éste era un trabajo voluminoso, que ocupa 166 páginas en las Obras completas. Fue el primer escrito suyo que se publicó, pero fue confiscado por la policía y solo sobrevivieron unas pocas copias.

Durante lo que quedaba de 1895 y 1896, Uliánov no escribió nada más contra los naródniks. Pero en 1897 compuso otro ataque mayor contra ellos, de 118 páginas, titulado Una caracterización del romanticismo económico (Sismondi y nuestros Sismondis nativos). Por último apareció su obra teórica principal, El desarrollo del capitalismo en Rusia, que prácticamente ocupa todo el volumen tercero de sus Obras (535 páginas). Se trata de un análisis marxista del desarrollo económico de Rusia que ataca las posiciones de los naródniks. Toda la investigación y la escritura del libro tuvo lugar mientras estaba bajo tutela policial: primero en la cárcel, y después en Siberia. Consultó 299 libros en ruso y 38 estudios extranjeros en alemán, francés e inglés (o en su traducción rusa), que adquiría o pedía prestados por correo de bibliotecas lejanas mientras vivía en la cárcel o en Siberia. El libro apareció durante el último año de su exilio en Siberia (1899), y lo firmaba V. Ilin.

En muchos aspectos, estas obras seguían el camino abierto por Plejánov. Lenin nunca dejó de expresar su gratitud por la deuda intelectual que tenía con él. Lo que menos le importaba era buscar ser original, y probablemente recordaba las palabras de su gran maestro e inspirador, Chernishevski:

La preocupación por la originalidad destruye la misma originalidad. Solo aquellos que no se paran a pensar en la posibilidad de su independencia consiguen la verdadera independencia. Solo los débiles hablan de su firmeza de carácter, y solo el hombre que teme que le confundan fácilmente tiene miedo de exponerse a la influencia de los demás. La preocupación actual por la originalidad es una preocupación de forma. Un hombre con verdadero contenido no debe preocuparse indebidamente por la originalidad. La preocupación por la forma lleva a fabricaciones vacías y carentes de base.57

Sin embargo, en algunos aspectos, los escritos de Lenin contra los naródniks son realmente originales, y radicalmente diferentes a los de Plejánov. Por un lado, el joven alumno no tenía los vastos conocimientos históricos del viejo maestro: mientras que Plejánov utilizaba ejemplos históricos de diferentes países, investigaciones antropológicas sobre el destino de las comunas primitivas, etc., en Lenin no había nada de esto. Sus obras tampoco tienen la misma riqueza de alusiones culturales y literarias, ni la brillantez de estilo de Plejánov. Pero por otro lado, la comprensión de Lenin de la realidad económica y social es muy superior: el análisis detallado de los datos estadísticos de la situación real es mejor que todo lo que escribió Plejánov. Su profundización en las complicadísimas formas de esclavitud feudal que siguieron al establecimiento de las nuevas relaciones capitalistas en el campo no tiene parangón. Aunque era todavía un discípulo, Uliánov elaboró una gama propia y diferenciada de ideas, desviándose de su maestro en dos puntos interrelacionados y, como se vería en el futuro, decisivos: 1) su actitud ante el desarrollo capitalista como tal, y 2) su actitud hacia los naródniks.

Las diferencias con respecto al primer punto son claras en Los contenidos económicos y la crítica de los mismos en el libro del señor Struve. Para apreciarlas, tenemos que comprender el fondo en el que se enmarcaba el libro cuando apareció. Durante mucho tiempo, las autoridades zaristas se despreocuparon del marxismo, por lo que, durante las décadas de 1870-80, los volúmenes primero y segundo de El Capital de Marx pasaron la censura zarista.
«Se puede decir con certeza», declaraba el censor Skuratov en 1872, en el informe del primer volumen de El Capital, «que en Rusia solo un puñado de personas leerán el libro, y serán todavía menos las que [lo] entenderán». Las autoridades de Alejandro III también aprobaron sin dudar el segundo volumen incensurado —apareció una edición rusa en 1885—, ya que se trataba, «en contenido y en forma, de un estudio económico riguroso, comprensible solo para el especialista».58

Para alentar la lucha contra los naródniks, en los cuales el zar veía a sus principales enemigos, el “marxismo legal” fue permitido a mediados de la década de 1890. Ya en la década de 1880, un agente de la policía secreta aconsejó a sus superiores que dejaran que se consolidara una fuerza marxista para contrarrestar a los naródniks, más peligrosos. Dado que la mayoría de escritos marxistas desacreditaban de una forma u otra a los naródniks, los oficiales supusieron que el marxismo ayudaría a eliminar la mayor ideología opositora. Por lo que respecta a los propios marxistas, el gobierno no anticipaba que fueran a dar ningún problema. Por ejemplo, un coronel de la policía de Nizhni-Nóvgorod afirmó que los marxistas «no eran peligrosos en el momento presente»; y un fiscal de Petersburgo consideró que eran, «por ahora, solo teóricos».59

En 1894, Peter Struve elaboró una obra de clara orientación marxista, titulada Notas críticas sobre el desarrollo económico en Rusia, y el censor permitió su publicación. Cuando vio la luz, en septiembre de 1894, empezaba el período del “marxismo legal”, que continuaría durante los cinco años siguientes.

A pesar de que Lenin se aprovechó del espacio legal para publicar literatura marxista, como hizo con su libro El desarrollo del capitalismo en Rusia, desde el principio quiso desmarcarse claramente del principal marxista legal, Struve: el libro de éste último era un ataque feroz contra el narodismo, pero también una apología del capitalismo.

Plejánov, sin embargo, sólo le dedicaba alabanzas. Como Struve, también él pasaba mayormente por alto los aspectos trágicos, dolorosos y contradictorios del desarrollo del capitalismo en Rusia. A menudo escribía casi como un ferviente defensor de la industrialización capitalista. Contra el “subjetivismo” de los naródniks, él presentaba un “objetivismo” rígido, y creía que los socialistas científicos luchaban por el socialismo no porque se debiera llegar a él, sino porque se trataba de la siguiente etapa en la magnífica e irresistible marcha de la historia.60 «El socialdemócrata nada en la corriente de la historia»61, y las causas del desarrollo histórico «no tienen nada que ver con la voluntad humana o la conciencia»62. Gramsci acusó a Plejánov, y con bastante razón, de «recaer en el materialismo más vulgar»63. Conforme a esta actitud suya, Plejánov podía citar con aprobación las siguientes palabras de Struve: «Debemos concluir que nos falta cultura, y que debemos acudir a la escuela del capitalismo».64

Aunque Lenin no es menos crítico con los naródniks que Struve o Plejánov, su actitud hacia ellos es radicalmente distinta. Al principio de su ensayo sobre el contenido económico del narodismo, y de la crítica del mismo en el libro de Struve, Lenin deja claro que el marxismo no tiene nada en común con «la creencia de que cada país debe pasar inevitablemente por una fase de capitalismo» ni con ninguna idea errónea parecida.65

El marxismo sólo se basa en los hechos de la realidad y de la historia rusas; es también [como el narodismo] la ideología de la clase trabajadora; pero explica de modo muy distinto el desarrollo y las victorias del capitalismo ruso, hechos por todos conocidos, y entiende de un modo muy distinto las tareas que la realidad de este país plantea a los ideólogos de los productores directos.66

Lenin atacaba duramente a Struve por su «estrecho objetivismo», que:

[…] se limita a demostrar la inevitabilidad y la necesidad del proceso, y no hace ningún esfuerzo por descubrir en cada fase concreta de este proceso la forma de antagonismo de clases que le es inherente; objetivismo que caracteriza el proceso en general, pero no las clases antagónicas por separado, de cuya lucha nace el proceso en cuestión.67

Al demostrar la necesidad de una determinada serie de hechos, el objetivista siempre corre el riesgo de convertirse en un apologista de estos hechos.68

Contra esto, Lenin propone el método de los materialistas, que «pone al desnudo las contradicciones de clase y, al proceder así, fija ya su posición».69

Para Lenin, el capitalismo era progresista comparado con el feudalismo, porque el capitalismo nace con la semilla de su propia destrucción. El capitalismo puede despertar a millones de personas del torpor feudal y organizarlas, y es aquí donde reside su progresismo. Y la tarea clave de los marxistas es la de impulsar y agudizar la lucha de clases del proletariado contra los capitalistas.

Plejánov y Axelrod, por su parte, criticaron el artículo de Lenin sobre Struve, porque era, a sus ojos, demasiado duro hacia la burguesía liberal. Así describe Axelrod, en sus memorias, una discusión con Lenin:

«Muestra exactamente la tendencia opuesta a la que yo quería expresar en mi artículo», le dije. «Yo […] quería demostrar que, en un momento histórico dado, los intereses inmediatos del proletariado ruso coinciden con los intereses vitales de los demás elementos progresistas de la sociedad […]. Ambos se enfrentan al mismo problema urgente […], el derrocamiento del absolutismo».
Uliánov sonrió, y dijo: «Sabe, Plejánov hizo exactamente la misma observación que usted sobre mis artículos, y lo expresó de una manera muy pintoresca: “Usted”, me dijo, “se vuelve y muestra el trasero a los liberales, mientras nosotros les mostramos la cara”.70

Este desacuerdo anticipaba el futuro antagonismo entre Lenin, por un lado, y Plejánov y Axelrod, por el otro, respecto de la actitud hacia los liberales. Si leemos detenidamente El socialismo y la lucha política de Plejánov, podremos predecir la relación que su autor acabaría teniendo con ellos. En el panfleto siguiente afirmaba que se debían limitar los objetivos de la revolución antizarista a la «exigencia de una constitución democrática»:

Sin tratar de asustar a nadie con el todavía remoto “espectro rojo”, un programa político de estas características se ganaría, para nuestro partido revolucionario, la aprobación de todos aquellos que no fueran enemigos sistemáticos de la democracia. Podrían apostar por él muchos representantes de nuestro liberalismo, además de los socialistas […]. Entonces, los intereses de los liberales les “forzarían” a actuar “conjuntamente con los socialistas en contra del gobierno”, porque dejarían de encontrarse, en las publicaciones revolucionarias, con la afirmación de que el derrocamiento del absolutismo sería una señal para el comienzo de la revolución social en Rusia. Al mismo tiempo, otro sector menos tímido y más sobrio de la sociedad liberal dejaría de ver a los revolucionarios como jóvenes poco prácticos que se ponen objetivos irrealizables y fantásticos. Este punto de vista, que es contraproducente para los revolucionarios, sería desplazado a favor del respeto de la sociedad, que se daría cuenta del heroísmo de los revolucionarios, y también de su madurez política. Esta aprobación crecería gradualmente hasta convertirse en un respaldo activo o, más probablemente, en un movimiento social independiente, y entonces el absolutismo tendría las horas contadas.71

La actitud de Lenin hacia los naródniks, como se ha dicho, también difería de la de Plejánov. Aunque el Lenin de 1893-95 establecía unas líneas muy claras de demarcación entre él y los naródniks (mucho más que las de Plejánov en 1883-84), nunca olvidó que el narodismo tenía un aspecto progresista, democrático y revolucionario. Plejánov, por su lado, después de romper completamente con el narodismo ya no veía nada progresista en él.

Es claro [afirmaba Lenin] que sería absolutamente erróneo desechar todo el programa de los populistas [naródniks] sin analizarlo. Hay que diferenciar claramente sus aspectos reaccionarios y progresistas. El narodismo es reaccionario en cuanto propone medidas que sujetan al campesino a la tierra y a los viejos modos de producción, como la inalienabilidad de las parcelas, etc.; en cuanto quiere frenar el desarrollo de la economía monetaria [...]. Pero hay otros puntos relativos a la autoadministración, […] a la “elevación” de la economía “popular” (es decir, pequeña) mediante créditos baratos, mejoras técnicas, regulación del mercado, etc. etc. […] estas medidas democráticas de carácter general son progresistas […]. El naródnik es en teoría algo así como Jano, que con una cara mira al pasado y con la otra al porvenir, como lo es en la vida real el pequeño productor, que con una cara mira al pasado, movido por el deseo de fortalecer su pequeña hacienda —sin saber ni querer saber nada del sistema económico general, ni de la necesidad de tener en cuenta a la clase que lo gobierna—, y con la otra mira al porvenir, adoptando una actitud hostil hacia el capitalismo, que lo arruina.72

Durante muchos años, como veremos más adelante, Lenin luchó por conseguir una alianza, pero no con los liberales del Partido cadete, como proponía Plejánov, sino con los trúdoviks, los herederos pequeñoburgueses del narodismo. En 1912, Lenin señaló la conexión entre el bolchevismo y el intento de extraer del narodismo su «valioso grano democrático»:

Claro está que los marxistas deben separar cuidadosamente la paja de las utopías naródniks del grano bueno y valioso del espíritu democrático sincero, decidido y combativo de las masas campesinas. En las viejas publicaciones marxistas de la década de 1880 puede observarse la tendencia sistemática a destacar este valioso grano democrático. Ya estudiarán sistemáticamente algún día esta tendencia los historiadores y analizarán qué relación guarda con lo que ha recibido el nombre de “bolchevismo” en el primer decenio del siglo XX.73
Al luchar contra el narodismo como falsa doctrina del socialismo, los mencheviques pasaron por alto, de una manera doctrinaria, el contenido histórico real e históricamente progresista del narodismo como teoría de la lucha pequeñoburguesa de masas del capitalismo democrático contra el capitalismo liberal terrateniente […]. De ahí su idea monstruosa, idiota y apóstata […] de que el movimiento campesino es reaccionario, de que un demócrata constitucionalista [cadete] es más progresista que un trúdovik.74

Una y otra vez, Lenin decía: «Los socialdemócratas rusos siempre han reconocido la necesidad de extraer y absorber el aspecto revolucionario de la doctrina y la tendencia naródniks».75
En ¿Qué hacer? (1902), Lenin afirmaba que los marxistas revolucionarios tampoco debían pasar por alto los logros positivos de los naródniks por lo que respecta a la estructura organizativa:

La magnífica organización de los revolucionarios de la década de 1870 […] debería servirnos a todos de modelo […]. Una organización combativa centralizada que declare una guerra sin cuartel al zarismo […] no puede prescindir de semejante organización […]. Sólo la más burda incomprensión del marxismo (o su “comprensión” en sentido “struvista”) ha podido dar lugar a la opinión de que la aparición de un movimiento obrero espontáneo de masas nos exime de la obligación de fundar una organización de revolucionarios tan buena como la de los partidos de Tierra y Libertad [Zemlia i Volia] o de crear otra incomparablemente mejor.76

Nos encontraremos de nuevo con Plejánov, primero como maestro de Lenin, después como su colega más experimentado, y finalmente como su oponente más implacable. De todas formas, el alumno, desde el principio, mostró su independencia respecto al maestro, incluso cuando repetía y reafirmaba los argumentos del marxismo ruso contra el narodismo.

En anticipación

En realidad, tiene poco interés detectar la influencia de Plejánov o de cualquier otra persona en el joven Uliánov, ya que lo que de verdad importa no es qué se adquiere, sino qué se hace con los elementos adquiridos, y eso depende de las experiencias y de la historia del individuo en cuestión, y de sus acciones en la lucha.

La ruptura de Vladímir Uliánov con el narodismo, su posición original en relación al liberalismo de Struve, y su actitud dialéctica —es decir, su respaldo crítico al narodismo en la medida en que éste era un movimiento revolucionario democrático—, serán básicas en todo su desarrollo posterior. A lo largo de toda su carrera política, Lenin consideró fundamental la relación de los socialistas revolucionarios con tres clases sociales: el proletariado, el campesinado y la burguesía.

Los argumentos de Lenin de este período contienen ya, en fase embrionaria, los temas centrales de su desarrollo teórico posterior: la oposición implacable a la burguesía liberal, la hegemonía del proletariado sobre el campesinado, y la alianza del proletariado de los países industriales con el movimiento de liberación nacional de las colonias, que es, en gran medida, un movimiento campesino. Siendo pequeñoburgueses, los campesinos oscilan entre el proletariado y la burguesía; son revolucionarios en la medida en que luchan contra el feudalismo y el imperialismo, y reaccionarios porque se aferran a la pequeña propiedad privada. El proletariado debe aliarse con el campesinado pero, al mismo tiempo, mantenerse separado de él. Debe liderarlo sin fusionarse con él, sin compartir sus vacilaciones. En la actitud de Lenin, el marxismo occidental se funde con las tradiciones nacionales rusas de lucha revolucionaria que llevaban a cabo los naródniks.

Marx escribió: «Hasta ahora, los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo, pero lo que hay que hacer es cambiarlo». Lenin aportó para esa tarea no solo su pasión personal y su activismo, sino también las tradiciones heroicas de los naródniks. Uno de los grandes héroes del narodismo, Zheliábov (el organizador del asesinato de Alejandro II), dijo: «La historia se mueve muy despacio, hay que empujarla un poco». Lenin estaba preparado para dar ese empujón: representaba el proletariado ruso, una clase joven, muy cercana al campesinado, pero sin los grilletes de la rutina y el conservadurismo, valiente y atrevida, porque fuera de su clase había millones de personas —los campesinos— que también vivían oprimidos, sin derechos, pasando hambre, humillados. Cuando el proletariado lucha por la democracia no lucha solo por sus intereses de clase, sino como representante de toda la masa del pueblo y, por encima de todos, del campesinado. Al contrario de la posición naródnik, de “mezclarse con el pueblo”, el proletariado tenía que ser el líder rural. Pero ahora estamos adelantando la historia del presente libro.

 

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Notas

1. V. Lenin, Obras completas, Moscú, Ed. Progreso, 1981-88, vol. 5, p. 27-76.
2. I. Lalayants, “On my meetings with V I Lenin in the period 1893-1900”, Proletarskaya Revoliutsia, n. 1 (84), 1929, p. 49.
3. A. Elizarova, “Memories of Alexander Ilyich Ulyanov”, Proletarskaya Revoliutsia, n. 2 y 3, 1927, p. 287.
4. P. P. Pospelov, et al., Vladimir Ilich Lenin: Biografiia, Moscú, 1963, p. 9.
5. E. Foss, “The first prison of V I Lenin”, Ogonek, n. 11, 1926, p. 5.
6. V. Adoratski, “After 18 years (meeting Vladimir Ilyich)”, Proletarskaya Revoliutsia, n. 3 (26), 1924, p. 94.
7. V. Lenin, Obras completas, vol. 6, p. 190-191.
8. G M Krzhizhanovski, O Vladimire Ilyiche, Moscú, 1924, p. 13-14.
9. N Valentinov, Vstrechi s Leninym, Nueva York, 1953, p. 106.
10. L. Trotski, The Young Lenin, Nueva York, 1972, p. 192.
11. Ibid., p. 131.
12. V. Lenin, Obras completas. vol. 41, p. 478.
13. Ibid., vol. 43, p. 430.
14. I. Deutscher, Lenin’s Childhood, Londres, 1970, p. 52–53.
15. F. Venturi, Roots of Revolution, Londres, 1960, p. 34-35.
16. Ibid., p. 129.
17. Ibid., p. 136.
18. Ibid., p. 159.
19. Ibid., p. 505.
20. Ibid., p. 503.
21. G. V. Plejánov, Selected Philosophical Works, vol. 1, Moscú, 1961, p. 182.
22. B. A. Chagin, Proniknovenie Idei Marksizma v Rossiiu, Leningrad, 1948, p. 10.
23. A. Walicki, The Controversy over Capitalism, Londres, 1969, p. 63.
24. “Manifesto of the Communist Party”, en K. Marx y F. Engels, Selected Works, vol. 1, Londres, 1950, p. 36-37.
25. Perepiska K Marksa i F Engelsa s Russkimi Politicheskimi Deiateliami, Moscú, 1947, p341.
26. Walicki, op. cit., p26.
27. Citado por Plejánov, Selected Philosophical Works, vol. 1, p. 439.
28. Trotski, op. cit., p. 52-53.
29. V. Korolenko, Die Geschichte meines Zeitgenossen, vol. 1, Berlín, 1919, p. 47-48
30. N. K. Karatáiev, Narodnicheskaia Ekonomicheskaia Literatura, Moscú, 1958, p. 631.
31. V. Ivanov-Razumnik, Istoriia Russkoi Obshchestvennoi Mysl, vol. 2, San Petersburgo, 1908, p. 335.
32. S. H. Baron, Plejánov, Londres, 1963, p. 44.
33. Venturi, op. cit., p. 511.
34. Ibid., p. 481.
35. Ibid., p. 516.
36. M . N. Pokrovski, Brief History of Russia, vol. 1, Londres, 1933, p. 220.
37. G. V. Plejánov, Sochineniia, vol. 1, Moscú, 1923, p. 67 y siguientes.
38. Plejánov, Selected Philosophical Works, p. 844.
39. Plejánov, Our differences, Ibid., p. 384.
40. Pokrovski, Brief History of Russia, op. cit., p. 230.
41. Plejánov, Selected Philosophical Works, op. cit., p. 451.
42. Ibid., p. 224.
43. Ibid., p. 266.
44. Ibid., p. 120.
45. Ibid., p. 452.
46. Ibid., p. 138.
47. Ibid., p. 390.
48. Ibid., p. 391-392.
49. Ibid., p 392.
50. Ibid., p 402-403.
51. Trotski, Young Lenin, op. cit., p189-190.
52. Baron, op. cit., p126.
53. L. Mártov, Razvitie Krupnoi Promyshlennosti i Rabochee Dvizhenie v Rossii, Petersburg- Moscú, 1923, p19.
54. M. Gordon, Workers Before and After Lenin, New York 1941, p16.
55. Lenin, V.: Obras completas, vol. 22, p. 70
56. Ver N. K. Krúpskaya, Mi vida con Lenin, Mandrágora, 1976, p. 9.
57. E Lampert, Sons against Father, Oxford, 1965, p. 173.
58. D Geyer, Lenin in der russischen Sozialdemokratie, Cologne-Graz, 1962, p. 7-8.
59. Baron, op. cit., p. 144.
60. Plejánov, Izbrannie Filosofskie Proizvedeniia, vol. 4, Moscú, 1956, p. 113-114.
61. Ibid., vol. 1, p. 392.
62. Ibid., vol. 4, p. 86.
63. A. Gramsci, Prison Notebooks, London 1971, p. 387.
64. Ver Plekhanov, Selected Philosophical Works, op. cit., p. 789.
65. V. Lenin, Obras completas, vol. 1, p. 370.
66. Ibid., vol. 1 p. 431.
67. Ibid., vol. 1, p. 548.
68. Ibid., vol. 1, p. 438.
69. Ibid., vol. 1, p. 438.
70. Perepiska G.V. Plekhanova i PB. Akselroda, vol. 1, Moscú, 1925, p.271.
71. Plekhanov, Selected Philosophical Works, op. cit., p. 116-17.
72. V. Lenin, Obras completas, vol. 1, p. 552-553.
73. Ibid., vol. 22, p. 126-127.
74. Ibid., vol. 47, p. 254.
75. Ibid., vol. 4, p. 247.
76. Ibid., vol. 6, p. 142.


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