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A. Gramsci


El Partido y la masa



Primera Edición: En "L'Ordine Nuovo" el 25 de noviembre de 1921.
Digitalización: Aritz, setiembre de 2000.
Edición Digital: Marxists Internet Archive, 2000.



La crisis constitucional en que se debate el Partido Socialista Italiano interesa a los comunistas en cuanto es reflejo de la más profunda crisis constitucional en que se debaten las grandes masas del pueblo italiano. Desde este punto de vista, la crisis del Partido Socialista no puede ni debe considerarse aisladamente: forma parte de un cuadro más amplio, que abarca también al Partido Popular y al fascismo.

Políticamente, las grandes masas no existen sino encuadradas en los partidos políticos. Los cambios de opinión que se producen en las masas por el empuje de las fuerzas económicas determinantes son interpretadas por los partidos, que se escinden primero en tendenecias, para poder escindirse en una multiplicidad de nuevos partidos orgánicos; a través de este proceso de desarticulación, de neoasociación, de fusión entre los homogéneos se revela un más profundo e íntimo proceso de descomposición de la sociedad democrática por el definitivo ordenamiento de las clases en lucha para la conservación o la conquista del poder del Estado y del poder sobre el aparato de producción.

En el período desde el armisticio a la ocupación de las fábricas, el Partido Socialista ha representado la mayoría del pueblo trabajador italiano, la pequeña burguesía y los campesinos pobres. De estas tres clases, solamente el proletariado era esencial y permanentemente revolucionario; las otras dos clases eran "ocasionalmente" revolucionaras, eran "socialistas de guerra", aceptaban la idea de la revolución en general por los sentimientos de rebelión, por los sentimientos antigubernamentales germinados durante la guerra. Puesto que el Partido Socialista estaba constituido en su mayoría por elementos pequeño-burgueses y campesinos, habría podido hacer la revolución solamente en los primeros tiempos después del armisticio, cuando los sentimientos de revuelta antigubernativa eran aún vivaces y activos; por otra parte, al estar el Partido Socialista constituido en su mayoría por pequeños burgueses y campesinos (cuya mentalidad no es muy distinta de aquella de la pequeña burguesía urbana), tenía que ser oscilante, vacilante, sin un programa neto y preciso, sin dirección y, especialmente, sin una conciencia internacionalista. La ocupación de las fábricas, esencialmente proletaria, halló impreparado al Partido Socialista, que era sólo parcialmente proletario, que estaba ya, por los primeros golpes del fascismo, en crisis de conciencia en sus otras partes constitutivas. El fin de la ocupación de las fábricas descompuso completamente al Partido Socialista; las creencias revolucionarias infantiles y sentimentales cedieron completamente; los dolores de la guerra se habían mitigado en parte (¡no se hace una revolución por los recuerdos del pasado!); el gobierno burgués aparece aún fuerte en la persona de Giolitti y en la actividad fascista; los jefes reformistas afirmaron que pensar en la revolución comunista en general era de locos; Serrati afirmó que era locura pensar en la revolución comunista en Italia en aquel período. Solamente la minoría del Partido, formada por la parte más avanzada y culta del proletariado industrial, no cambió su punto de vista comunista e internacionalista, no se desmoralizó por los acontecimientos diarios, no se dejó ilusionar por la apariencia de solidez y energía del Estado burgués. De esta manera nació el Partido Comunista, primera organización autónoma e independiente del proletariado industrial, de la única clase popular esencial y permanentemente revolucionaria.

El Partido Comunista no se hizo súbitamente partido de las más amplias masas. Esto prueba una sola cosa: las condiciones de gran desmoralización y de gran abatimiento en que habían caido las masas a continuación del fallo político de la ocupación de las fábricas. La fe se había extinguido en gran número de dirigentes; lo que primeramente se había exaltado, ahora era escarnecido; los sentimientos más íntimos y delicados de la conciencia proletaria era torpemente pateada, pisoteada por esta burocracia subalterna dirigente, vuelta escéptica, corrompida en el arrepentimiento y en el remordimiento de su pasado de demagogia maximalista. La masa popular que inmediatamente después del armisticio se había agrupado en torno al Partido Socialista se desmembró, se licuó, se dispersó. La pequeña burguesía, que había simpatizado con el socialismo, simpatizó con el fascismo; los campesinos, sin apoyo ya en el Partido Socialista, dirigieron más bien su simpatía al Partido Popular. Pero esta confusión de los antiguos efectivos del Partido Socialista con los fascistas, de una parte y con los populares, de otra, no dejó de tener consecuencias.

El Partido Popular se acercó al Partido Socialista: en las elecciones parlamentarias, las listas abiertas populares, en todas las circunscripciones, aceptaron por centenares y miles los hombres de los candidatos socialistas; en las elecciones municipales realizadas en algunas comunas rurales, desde las elecciones políticas hasta hoy, a menudo los socialistas no presentaron lista de la minoría y aconsejaron a sus adheridos votar por la lista popular; en Bérgamo, el fenómeno tuvo una manifestación clamorosa: los extremistas populares se separaron de la organización blanca y se fundieron con los socialistas, fundando una Cámara de trabajo y un semanario dirigido y escrito por socialistas y populares conjuntamente. Objetivamente, este proceso de reagrupamiento popular-socialista representa un progreso. La clase campesina se unifica, adquiere la conciencia y la noción de la solidaridad amplia, rompiendo la envoltura religiosa en el campo popular, rompiendo la envoltura de la cultura anticlerical pequeño-burguesa en el campo socialista. Por esta tendencia de sus efectivos rurales, el Partido Socialista se separa cada vez más del proletariado industrial y, por consiguiente, parece que viene a romperse el fuerte vínculo unitario que el Partido Socialista parecía que había creado entre la ciudad y el campo; sin embargo, puesto que este vínculo no existía en realidad, la nueva situación no da lugar a ningún daño efectivo. En cambio, se hace evidente una ventaja real: el Partido Popular sufre una fuerte oscilación a la izquierda y se hace cada vez más laico; esto terminará con la separación de su derecha, constituida por grandes y medios propietarios agrarios, es decir, que entrará decididamente en el campo de la lucha de clases, con un formidable debilitamiento del gobierno burgués.

El mismo fenómeno se perfila en el campo socialista. La pequeña burguesía urbana, reforzada políticamente por todos los tránsfugas del Partido Socialista, había tratado después del armisticio de aprovechar la capacidad de organización y de acción militar adquirida durante la guerra. La guerra italiana ha estado dirigida, en ausencia de un Estado Mayor eficiente, por la oficialidad subalterna, es decir, por la pequeña burguesía. Las desilusiones padecidas en la guerra habían despertado fuertes sentimientos de rebelión antigubernativa en esta clase, la que, perdida después del armisticio la unidad militar de sus cuadros, se desparramó en los diversos partidos de masa, llevando consigo los fermentos de rebelión, pero también inseguridad, vacilación y demagogia. Caída la fuerza del Partido Socialista después de las ocupaciones de las fábricas, con rapidez fulminante esta clase, con el empuje del mismo Estado Mayor que la había explotado en al guerra, reconstruyó sus cuadros militarmente, se organizó nacionalmente. Maduración rapidísima, crisis constitucional rapidísima. La pequeña burguesía urbana juguete en manos del Estado Mayor y de las fuerzas más retrógradas del gobierno, se alió a los agrarios y rompió, por cuenta de los agrarios, la organización de los campesinos. El pacto de Roma entre fascistas y socialistas marca el punto de inflexión de esta política ciega y políticamente desastrosa para la pequeña burguesía urbana, que comprendió que vendía su "primogenitura" por un plato de lentejas. Si el fascismo continuaba con las expediciones punitivas tipo Treviso, Sarzana, Roccastrada, la población se habría sublevado en masa y, en la hipótesis de una derrota popular, ciertamente los pequeños burgueses no habrían tomado el poder, sino el Estado Mayor y los latifundistas. El fascismo se acerca nuevamente al socialismo, la pequeña burguesía trata de romper los lazos con la gran propiedad agraria, trata de tener un programa político que termine pareciéndose mucho al de Turati y D'Aragona.

Esta es la situación actual de la masa popular italiana: una gran confusión, sucediendo a la unidad artificial creada por la guerra y personificada en el Partido Socialista, una gran confusión que encuentra los puntos de polarización de los campesinos; en el fascismo, organización de la pequeña burguesía. El Partido Socialista, que desde el armisticio hasta la ocupación de las fábricas ha representado la confusión demagógica de estas tres clases del pueblo trabajador, es hoy el máximo exponente y al víctima más conspicua del proceso de desarticulación (por un nuevo, definitivo equilibrio) que las masas populares italianas sufren como consecuencia de la descomposición de la democracia.



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