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Schafik Jorge Handal

Partido Comunista y guerra revolucionaria

 

 

 

II.

EL PERÍODO PRE-REVOLUCIONARIO DE FINES DE LOS AÑOS 70 Y EL VIRAJE DE LAS MASAS A LA LUCHA ARMADA

 

 

1. LA APERTURA DE UNA PERÍODO PRE-REVOLUCIONARIO

—Tú me has señalado, en una entrevista anterior, que en las elecciones de 1977 ustedes, como Partido, estaban convencidos que se agotaba la vía electoral y que había que pasar a formas superiores de lucha. ¿Podrías explicarme por qué en ese momento y no antes se habría producido un cambio en la coyuntura política que obligaba a ese viraje? ¿Qué nuevos elementos habían aparecido? ¿Ya las masas habían empezado a realizar acciones revolucionarias de carácter sostenido?

—La realidad es que desde comienzos de la década de los años setenta había condiciones para iniciar acciones armadas, y ésa era ya una necesidad para asegurar la orientación revolucionaria de la lucha de los trabaj adores y de las masas populares en general; pero el Partido se rezagó en comprenderlo y continuó aplicando una línea que impulsaba solamente la lucha política, haciendo énfasis en la lucha electoral. Al valorar los años setenta, todos consideramos hoy que no fue un error la participación electoral, sino que el error del Partido consistió en no haber combinado la lucha armada con la lucha política, cuando el desarrollo de la lucha de clases ya lo necesitaba y exigía.

Con relación al momento post electoral en 1977, son varios elementos los que nos llevaron a la conclusión de que aquélla era una situación prerrevolucionaria, que hacía indispensable pasar a formas superiores de lucha. Te los señalo brevemente:

—Se había hecho evidente el estancamiento del modelo capitalista dependiente. Comenzaba una nueva y más profunda etapa de la crisis estructural que estalló en 1969 con la guerra contra Honduras, después del pasajero alivio y las falsas expectativas de desarrollo sostenido que aportó el Mercado Común Centroamericano durante diez años.

—Las masas estaban pasando a formas de violencia: tomas de tierra en el campo, tomas de fábricas, crecimiento rápido del movimiento huelguístico; acciones de hecho de los estudiantes, visible radicalización de los trabajadores urbanos y rurales. Aparecían ya formas de autodefensa de masas, aunque todavía en las más amplias masas había esperanza en las elecciones.

—Después de terminar los intentos reformistas del gobierno del coronel Molina (l972-l977), en una humillante claudicación ante la oligarquía, la dictadura militar intensificaba su acción represiva sangrienta. Menudeaban las matanzas contra el movimiento campesino, estudiantil y electoral, los asesinatos a dirigentes del movimiento popular, los desaparecimientos, entre ellos de varios miembros del Partido y la Juventud Comunista.

—Desde los primeros años de la década de los setenta, las nuevas organizaciones revolucionarias realizaban acciones armadas, que habían venido incrementándose y ganando simpatías y apoyo popular. Además, estas organizaciones realizaban también, desde 1974-75, un intenso y exitoso trabajo de movilización y organización de las masas. Todo esto indicaba con claridad la tendencia del desarrollo de la lucha de clases.

—Estaba claro que la dictadura iba a imponer en aquellas “elecciones” como presidente de la República al general Carlos Humberto Romero y ello significaría el paso del gobierno a manos del grupo fascista más radical. Se dejaban sentir los primeros síntomas de discrepancias al interior del cuerpo de oficiales en las fuerzas armadas.

Todo esto nos hace considerar que el país se encontraba en una situación prerrevolucionaria. Así pues, al entrar en la campaña electoral presidencial estábamos claros que se agotaría también para las masas la vía electoral; que debíamos advertirles que no iba a ser respetada la voluntad popular y prepararnos para formas superiores de lucha. Había que hacer respetar la voluntad popular ya no por medios legales, inútiles frente a la dictadura, sino por los medios de hecho, por la vía de la violencia revolucionaria de las masas. Ese fue el mensaje nuestro durante toda la campaña electoral desde finales de 1976 hasta mediados de febrero 1977 y este planteamiento lo recogió nuestro candidato, un militar retirado: el coronel Ernesto Claramount, quien, a su manera, lo expresaba en una frase: “si no respetan el triunfo, nos rompemos la madre”.[5]

A medida que se fueron acercando las elecciones y que se fue viendo que la inmensa mayoría del pueblo se agrupaba en torno a esta candidatura, nuestro Partido empezó a tomar medidas organizativas para viabilizar aquel planteamiento, para llevarlo a la práctica. La idea central era la de prepararnos para organizar la huelga general y la insurrección.

2. ESQUEMA INSURRECCIONAL VOLUNTARISTA PERO EDUCATIVO

—¿Estaban ustedes en condiciones de asumir con seriedad esas tareas?

—Era entonces una idea con fuerte dosis voluntarista ya que teníamos un aparato militar muy débil, poca capacidad para organizar y conducir la insurrección y, además, la izquierda estaba dividida y enfrentada entre sí; pero teníamos gran fe en la respuesta que darían las masas y la mayor parte de nuestras bases indignadas por el fraude electoral.

Pese a las debilidades apuntadas, aquel planteamiento encerraba un elemento de preparación ideológica del Partido y la Juventud Comunista para el viraje necesario y un mensaje revolucionario educativo para las masas. Mirando retrospectivamente aquellos días y los acontecimientos subsiguientes, esta valoración nos parece totalmente justificada.

Las acciones insurreccionales que realizamos en la semana siguiente a las elecciones y en los días posteriores al 28 de febrero, después del desalojo sangriento de las masas que se habían tomado la Plaza Libertad[6] bajo nuestra dirección, fueron una escuela que fortaleció en nuestras filas el espíritu combativo y la convicción de que un viraje profundo era necesario en la línea y la práctica del Partido.

—De hecho ustedes seguían pensando en el esquema bolchevique de toma del poder...

—Sí, creo que influyó el ejemplo de la insurrección que encabezaron los bolcheviques; pero este plan obedecía formalmente a la concepción para la toma del poder vigente en el Partido, aprobada en el Pleno del CC de marzo a abril de l968, sobre la cual te hablé.

Sin embargo, junto a los hábitos, los rasgos ideológicos y la sicología adquiridos por nosotros a lo largo de once años de participación electoral y de las influencias recibidas de nuestros aliados, la idea estaba también vinculada, tácitamente, al deseo de que las cosas transcurrieran en forma rápida: queríamos triunfar en ese riesgoso paso rápidamente. La perspectiva de una larga lucha, que exige adaptarse por completo y cambiar la vida personal y colectiva de la organización, es un asunto que, conciente o inconscientemente, no se asimila de un solo golpe. En esto influye no sólo un factor ideológico, sino también la acción de un factor sicológico. Hay una contradicción entre la inercia y el cambio radical que hay que hacer.

Nosotros no descartábamos que pudiera ocurrir un golpe militar e introducir un cambio en la situación y una nueva dinámica de lucha, pero estábamos más inclinados a pensar que la salida sería insurreccional y teníamos la esperanza de que una parte del ejército actuaría junto al pueblo sublevado. Esta esperanza tenía una base objetiva: en ese momento, entre los militares se configuraba una tendencia democrático progresista. Además, el candidato de la Unión Nacional Opositora (UNO) era un militar demócrata y participaba activamente en su apoyo un grupo de prestigiosos militares en retiro. Por último, en ocasiones pasadas, tanto en 1944 como en 1960, esta posibilidad había ocurrido en el marco de una decidida lucha del pueblo.

No es mi propósito defender en todos sus aspectos nuestra conducta en aquel momento, pero creo interesante apuntar que esta búsqueda de una solución insurreccional rápida no sólo ha acompañado al proceso revolucionario salvadoreño en 1977, sino también en l981, ya unidas las fuerzas revolucionarias en el FMLN. En nuestra ofensiva de enero del 81 la insurrección jugaba un papel decisivo. Buscábamos una victoria rápida.

Volviendo a nuestro tema. En noviembre de 1976 preparamos un plan, dentro de nuestras limitaciones de entonces, para hacer frente al fraude electoral que estábamos seguros que ocurriría en la votación del 20 de febrero de l977. Tendría que revisar algunas anotaciones —y no las tengo a mano— para precisar los detalles, pero recuerdo que era un plan en tres fases. La primera de las cuales comenzaba cuatro o cinco meses antes de las elecciones presidenciales. Básicamente consistía en la organización e instrucción de Grupos de Acción Revolucionaria (GAR), un poco aprovechando la experiencia del Frente Unido de Acción Revolucionaria (FUAR) de comienzos de los años 60.

3. EL FRAUDE ELECTORAL DEL 77 Y LA REACCIÓN POPULAR

—¿Qué hicieron esta vez?

—Comenzamos a reclutar a los elementos más activos, más decididos, más radicalizados de las masas sin Partido y les enseñamos algunas técnicas que serían necesarias en la insurrección popular. Esa era la primera fase del plan. La segunda fase era la huelga general y la tercera, la insurrección, que se entrelazaba con la segunda.

En la primera fase, lanzamos dentro del Partido y la Juventud Comunista la orientación de organizar los Grupos de Acción Revolucionaria (GAR), pero su realización marchó un poco lenta, mucho mejor en la juventud que en el Partido.

El propio día de las elecciones, 20 de febrero, la falsificación de las mismas fue algo evidente. El gobierno no esperó al escrutinio para realizar el fraude, ya que lo inició, en la mayor parte del país, en el acto mismo de votar. Eso hizo estallar la indignación popular y desde ese mismo día empezaron las confrontaciones de las masas con los cuerpos represivos y las movilizaciones espontáneas en aquellos lugares donde fue más burda la imposición que llegó, en muchos casos, a impedir que la gente se acercara a las urnas a votar. Los locales electorales se cerraban y los agentes del gobierno rellenaban las urnas con votos marcados a favor del candidato oficial.

En San Salvador, la dictadura manejó un procedimiento menos burdo, más ligado al escrutinio que a la votación, tratando de hacer de la capital y de algunas otras ciudades una vitrina, porque allí estaban concentrados los observadores internacionales, los periodistas, etc., aunque también hubo una serie de irregularidades en las mesas receptoras de votos.

Así empezaron los choques de las masas contra el aparato del poder durante la votación misma y, en los días siguientes, las grandes manifestaciones en San Salvador. La votación fue el domingo y ya por el miércoles era tal el nivel de agitación y de movilización que pasamos a organizar la toma permanente de la Plaza Libertad por las masas, lo cual, dicho sea de paso, no estaba previsto en el plan. Allí funcionó casi ininterrumpidamente desde aquel momento una tribuna en la que hacían discursos el candidato Claramount, quien permaneció en el lugar día y noche, dirigentes de la UNO y muchos otros oradores que surgían del público. A partir de ello se fueron formando las barricadas y se fue extendiendo la toma del territorio del centro de la ciudad: un total de 16 manzanas alrededor de la Plaza Libertad. Nos apoyábamos en la enorme energía y el estado de ánimo de las masas, que estaban dispuestas a todo...

—¿Había armas?

—No muchas..., apenas unas cuantas pistolas, algunas de ellas requisadas allí mismo a los agentes enemigos que llegaban a infiltrarse y eran descubiertos por la autodefensa organizada en las barricadas y en la plaza, que fue creciendo con nuevas incorporaciones de jóvenes trabaj adores y estudiantes ansiosos de combatir.

Durante esa semana, junto con la toma de la plaza, nosotros comenzamos a impulsar las acciones de violencia revolucionaria en San Salvador y Santa Ana y a promover la huelga general.

Los GAR confirmaron entonces sus virtudes combativas, no sin antes vencer las dificultades propias del fenómeno de pasar de lo teórico a lo práctico. Teníamos los GAR organizados, con los conocimientos mínimos necesarios, pero sin práctica, sin sicología de enfrentamiento...

4. LOS GRUPOS DE ACCIÓN REVOLUCIONARIA (GAR).

—Descríbeme un poco en qué consistían estos Grupos de Acción Revolucionaria.

—Mira, éstos eran grupos sin ninguna sofisticación organizativa, integrados por compañeros sin Partido, provenientes directamente de las masas, aquéllos que mostraban más radicalización, más disposición a la violencia revolucionaria, conocidos por su conducta sana y su fidelidad a la causa popular. El GAR era reclutado, organizado y adiestrado por un miembro del Partido o la Juventud Comunista, que actuaba bajo la conducción de su respectiva célula. El procedimiento del reclutamiento era sencillo: conocidas las cualidades de aquél que iba a ser reclutado, se le abordaba más o menos así: “el pueblo no podrá alcanzar el poder por la vía electoral, es necesario elevar la lucha popular a un nivel superior y por eso hay que organizarse y prepararse. Se necesita una organización y una disciplina superiores, conocer las técnicas de la lucha armada... ¿Quieres tú participar en una organización revolucionaria? Te convoco para tal día, tal lugar y hora...”

Los incorporados se reunían y comenzaban a recibir, por un lado, orientación política y, junto con ello, instrucción en técnicas elementales de combate, por ejemplo, cómo hacer y usar los cocteles molotov, el conocimiento y uso de armas de fuego si se conseguían —el Partido disponía de un pequeño arsenal para la instrucción, pero no era suficiente—, la fabricación de algunos explosivos caseros y recibían también preparación en defensa personal.

Esta instrucción de los GAR podía cumplirse porque había entre los miembros del Partido y de la JC quienes habían recibido alguna preparación a lo largo de sus años de militancia, proporcionada por la Comisión Militar y, además, porque precisamente esta comisión fue la encargada, en aquellos días por la dirección, de intensificar el adiestramiento de las células del Partido y la Juventud Comunista.

Una de las misiones más importantes de los GAR era armarse, lo cual abarcaba un conjunto de tareas. Significaba aprender a fabricar y confeccionar efectivamente las armas caseras a que me referí y también conseguir armas de fuego y municiones. Antes de las elecciones presidenciales de febrero de 1977, pusimos el énfasis casi exclusivamente en la fabricación de armas caseras, pero ya en 1979-80 los GAR conseguían pistolas, fusiles, escopetas y cartuchos, quitándoselas a los guardias nocturnos, a los “serenos” como los llamamos en nuestro país, o requisándoselas a elementos capitalistas, como cafetaleros, ganaderos, etc. que suelen poseer estas armas, e incluso, como ocurrió en algunos casos, asaltando pequeños cuartelitos (comandancias locales) de las patrullas paramilitares. No pocas veces las acciones de requisa se realizaban por los GAR usando “pistolas” de madera, apoyándose sólo en su efecto sicológico.

—¿Cuántas personas participaban en cada GAR?

—De 5 a 7 personas, aunque ya 3 podían conformar un GAR.

Yo te estaba contando que desarrollamos una fuerte acción revolucionaria —fuerte en aquella época— en San Salvador y Santa Ana, durante los diez días siguientes a las elecciones. Se realizó, por primera vez en nuestro país, una gran quema de autobuses para hacer cumplir la orden de paro del transporte. Estas acciones eran realizadas por los GAR con apoyo de las masas. En los GAR se estableció cierta división del trabajo: uno o dos se encargaban de la agitación política, los otros realizaban los aspectos, digamos técnicos, de la operación. Por lo general el jefe llevaba una pistola, los demás portaban algún envase con gasolina, varillas de hierro, palos y cosas de ese tipo. En una parada abordaban el autobús, se invitaba a bajar a los pasajeros, se les explicaba el momento político, la necesidad de poner fin a la dictadura, de hacer respetar la voluntad popular expresada en la votación, el fraude electoral, etc. Se les explicaba lo que se iba a hacer y por qué y, por último, se prendía fuego al bus. Buena parte de los choferes colaboraban. La gente apoyaba aquellas acciones y bautizó estas quemas como “barbacoas”. Hubo barbacoas en diferentes lugares de la ciudad. La policía no sabía qué hacer, corría inútilmente de un lado a otro. Por todas partes había agitación.

Pero ya te hablé antes de las dificultades iniciales para pasar de la teoría a la práctica con los GAR, su carencia de una sicología de enfrentamiento. Voy a contártelo de manera más concreta: muchas de las primeras quemas de buses se suspendían sin razones claras. Se vacilaba a la hora de la acción. Resolvimos este problema enviando a dirigentes de la JC y a cuadros firmes del Partido a que encabezaran y garantizaran las acciones. Después de los primeros cinco buses quemados se desencadenó plenamente la acción por todas partes, decenas de buses fueron quemados en pocas horas.

En San Salvador la huelga no fue total, pero en Santa Ana si lo fue y también allá se hicieron acciones insurreccionales con importante participación de los trabajadores huelguistas y de las masas populares en general.

En el interior del país los comités departamentales del Partido y la juventud, ajustándose a nuestra línea insurreccional, era los encargados de elaborar un plan concreto para su región. La mayor parte de ellos tropezaron con los problemas propios de nuestro atraso: el desconocimiento real de cómo realizar esta gigantesca tarea, falta de medios técnicos, armas, entrenamiento y desconocimiento absoluto de cómo realizar la lucha urbana para atacar y tomar los objetivos militares. Se elaboraron planes en los cuales se invirtieron nuestros escasos recursos con gran optimismo y disposición. Y mientras esto sucedía, crecía cada día más la cantidad de personas que se movilizaban en las calles en protesta por aquel fraude y la violencia popular se desencadenaba. En ella desempeñaron un papel destacado la mayoría de los comunistas que pusieron en práctica aquel plan. Claro que hoy, cuando ya hemos adquirido alguna experiencia, podemos ver las grandes deficiencias de ese plan, pero tal como te dije, esa experiencia nos aportó mucho educativa y moralmente.

Es cierto que teníamos un esquema insurreccional, aunque todavía en pañales, y que hubo una huelga general, más exitosa en algunos lugares que en otros, pero las cosas no resultaron exactamente como lo habíamos proyectado. La toma de la Plaza Libertad, por ejemplo, no entraba en nuestros cálculos y, aunque fue una experiencia muy rica en dinamismo y elevación del nivel combativo de las masas, se constituyó también en un objetivo fácil de aplastar por el ejército. Los acontecimientos, en definitiva, no condujeron a la insurrección.

No hubo ruptura entre los militares. No es que no hubiera pasado nada entre ellos. En realidad aquellos acontecimientos de febrero de 1977 dejaron huella en el ejército y en l979 sí hubo ruptura, ruptura que canalizaron y manipularon los yanquis, una vez que ya estaba en desarrollo.

Nos faltó resolución, decisión de actuar más resueltamente y, sobre todo, en mucho mayor volumen. Lo que se hizo resultó poco en comparación con la potencialidad de lucha que revelaron poseer las masas en la calle. Esto fue el reflejo de nuestras insuficiencias y también de la división que aún prevalecía en la izquierda.

—¿Y qué hicieron las organizaciones armadas? ¿No participaron en estas acciones de violencia de masas?

—En realidad no participaron en las acciones de violencia, pero sí participaron, en pequeños grupos, en las manifestaciones anteriores a la toma de la plaza y tuvieron presencia, aunque discreta, allí durante los días en que estuvo tomada.

Hasta cierto punto era natural que así ocurriera. Esas organizaciones hermanas habían sostenido muy vehementemente la tesis antielectoral y uno de los temas más duros de nuestra polémica de aquellos tiempos había sido, precisamente, éste de la participación del Partido Comunista en las elecciones. Y para ellos fue una sorpresa que el PC pudiera hacer lo que hizo después de las elecciones. Esa fue una de las cosas que nos acercó. En por lo menos dos de las organizaciones hermanas causó una impresión grande el que nosotros no sólo hubiésemos predicado y amenazado durante la campaña electoral, sino que hiciéramos lo que hicimos, aunque fuera insuficiente.

—¿Esa opinión negativa sobre la participación electoral del PCS ha cambiado hoy?

—Ha cambiado. En realidad aquellos acontecimientos de comienzos de l977 impulsaron un viraje de las masas en amplia escala, especialmente de las masas urbanas, hacia el apoyo y la participación en la lucha armada. Las organizaciones hermanas, que venían creciendo desde antes, aumentaron enormemente su reclutamiento.

Actualmente, en todas las organizaciones del FMLN hay una amplia presencia de combatientes que llegaron a la lucha armada desde su participación en el proceso electoral de 1967 a 1977. Aquellas luchas ahora se ven por el FMLN como una aportación a la politización de las masas, a su toma de conciencia y a su incorporación a la lucha revolucionaria.

Una vez que la unidad de todas las organizaciones revolucionarias maduró, en el marco del FMLN y en la fragua de una gran lucha común, maduró también nuestro pensamiento. Los revolucionarios salvadoreños hemos hecho una nueva y más profunda evaluación no sólo de éste, sino de muchos otros acontecimientos de la historia nacional.

Por nuestra parte, los comunistas hemos realizado una autocrítica acerca de las opiniones negativas que expresábamos durante algún tiempo respecto a las acciones armadas y sobre otros aspectos de la actividad de las organizaciones hermanas.

 

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[5] Expresión popular que significa pasar a la acción violenta, irse a los puños, etc

[6] La Plaza Libertad está situada en el centro de San Salvador y es el sitio tradicional de las concentraciones populares.