F. ENGELS

CARTA A MARX



Primera edición: La colección de la correspondencia de Marx y Engels se publicó por vez primera en alemán en 1934 a cargo del Instituto Marx-Engels-Lenin de Leningrado. La segunda edición, ampliada, se realizó en inglés en 1936.
Fuente  de la versión castellana de la presente carta: C. Marx & F. Engels, Correspondencia, Ediciones Política, La Habana, s.f.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2011.


 

 

[Manchester, aprox. 20 de julio de 1851]

ME gusta la carta de Miguel. Al menos piensa el muchacho, y sin duda resultaría muy bueno si viniera al extranjero durante un tiempito. Sus temores acerca de los efectos desfavorables que tendrá sobre los demócratas nuestro documento recientemente publicado[1] son, sin duda, bastante justificados en su distrito; pero esos primitivos campesinos medianos de tendencia democrática de la Baja Sajonia, cuyos traseros ha estado besando últimamente la Kölnische Zeitung, ofreciéndoles una alianza, no están tramando nada y están situados muy por debajo de los demócratas pequeño-burgueses de las grandes poblaciones, por las cuales, son sin embargo, dominados. Y esta democracia pequeñoburguesa, normal, aunque evidentemente muy molesta por este documento, está por su parte demasiado agobiada y exprimida para no llegar, mucho antes que la gran burguesía, a la conclusión de la necesidad de cruzar el mar “rojo”. Los tipos se resignarán cada vez más a la necesidad de un reinado temporario del terror bajo el proletariado; ¡después de todo no puede durar mucho, porque el contenido positivo del documento es tan carente de sentido que no puede imaginarse la dominación permanente de esa gente o la ejecución de tales principios hasta sus últimas consecuencias! En cambio, los campesinos pequeños o medianos de Hannover, que no tienen más que su tierra, y cuya casa, tierra, granero, etc., están expuestos a todos los daños por la rutina de todas las compañías de seguros, desde ya previsible; y que, además de esto, desde los tiempos de Ernesto Augusto han tenido un gran gusto por todas las delicias de la resistencia legal; este labrador alemán acomodado tendrá mucho cuidado en no meterse en el mar “rojo” a menos que se vea obligado...

Volvamos al efecto producido por nuestro documento sobre los demócratas. Miguel debiera recordar, empero, que continua e ininterrumpidamente hemos atacado a esos caballeros en escritos que después de todo eran, más o menos, manifiestos del partido. ¿Por qué, entonces, todo este griterío acerca de un programa que sólo resume lo que ya ha sido publicado hace mucho tiempo? ¿Acaso nos repudiaron en esa ocasión nuestros partidarios del continente y se comprometieron con los demócratas más de lo que permitían la política y el honor del partido? Si los demócratas chillaban en forma tan revolucionaria por pura ausencia de resistencia, ¿quién es responsable de su falta de resistencia? Por cierto que no nosotros, sino a lo sumo los comunistas alemanes en Alemania. Y esto parece ser ciertamente el nudo de la cuestión. Cualquier demócrata con alguna inteligencia debe haber sabido de antemano qué podía esperar de nuestro partido; el documento no podía contener mucho que fuera nuevo para él. Si ellos hicieron una alianza temporaria con los comunistas, tenían perfecta conciencia de las condiciones y de la duración de la alianza, y a nadie que no fuese un campesino medio o un abogado hanoverianos podría haberle sorprendido que, desde 1850, los comunistas habían cambiado los principios y la política de la Neue Rheinische Zeitung. Es verdad que Waldeck y Jacoby nunca se permitieron pensar en tales cosas. De todos modos, ninguna publicación de esta clase puede a la larga, hacer nada contra “la naturaleza de las cosas” o contra “la concepción de la relación”, como diría Stirner, y la gritería y las intrigas democráticas oscilarían nuevamente y actuarán mano a mano con los comunistas. Y nosotros sabíamos desde hace tiempo que los tipos le jugarán algunas sucias pasadas al movimiento al día siguiente; ninguna diplomacia puede detener esto.

Por otra parte, el hecho de que, como yo lo había presumido, se están formando pequeños grupos comunistas en todas partes en base al Manifiesto, me ha causado gran placer. Teniendo en cuenta la debilidad de nuestra dirección hasta ahora, esto es justamente lo que nos hacía falta. Siempre se pueden hallar soldados si la situación está bastante desarrollada, pero es muy agradable tener la perspectiva de una dirección que no consista de Straubingers[2] y que permita una selección mejor que la actual, que es tan sólo de un hombre de alguna educación por cada veinticinco. Sería bueno hacer una recomendación general de que se lleve a cabo propaganda entre los oficinistas. Si tuviera que formarse una administración, estos hombres serían indispensables: están acostumbrados al trabajo duro y a la contabilidad inteligible, y el comercio es la única escuela práctica para empleados útiles. Nuestros abogados, etc., no sirven para esto. Empleados para la contabilidad y el trabajo de oficina, hombres con talento y bien educados para redactar despachos, cartas, documentos: esto es lo que necesitamos. Con seis empleados yo podría organizar una rama administrativa infinitamente más sencilla, amplia y práctica que con sesenta consejeros de Estado y expertos en finanzas. Estos últimos ni siquiera saben escribir en forma legible, y emporcan todos los libros en forma tal que nadie podría hacer nada con ellos. En vista de que se estará cada vez más obligado a prepararse para esta eventualidad, el asunto no carece de importancia. Además, estos oficinistas están acostumbrados a la continua actividad mecánica y tienen menos exigencias; es más fácil alejarlos de la holgazanería y, si no sirven, librarse de ellos.

 

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[1] Mensaje del Comité de Londres de la Liga Comunista (marzo de 1850), en el que Marx y Engels, analizando la revolución de 1848-1849, explicaban sus opiniones sobre los problemas tácticos a los demás miembros del partido. (N. de marxists.org)

[2] Straubingers. Artesanos y obreros de consciencia de clase atrasada y sin desarrollar.