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Jorge Enea Spilimbergo

 

Evita, de Alan Parker

 

 

 


Escrito: 1996.
Primera publicación: Periódico Izquierda Nacional de Argentina en 1996; luego en el Nº 24, de Octubre de 2004, de la revista literaria El Enjambre Azul, también argentina.
Digitalización: Roberto Vera, director de El Enjambre Azul.
Preparado para marxists.org: Por Juan Fajardo.
Fuente: Roberto Vera, "[R-P] TEXTOS DE JORGE E. SPILIMBERGO: "JUANA Y EVA" Y "EVITA DE ALAN PARKER", mensaje enviado el 28 de agosto de 2007 a la lista de discusión en internet "Reconquista-Popular".


 

 

El estreno mundial de ”Evita”, protagonizada por Madonna y dirigida por Alan Parker, agita, como era previsible, el avispero interno en la Argentina, no siempre con enfoques acertados. Algunos, por ejemplo, se concentran en Madonna, si merecía o no el personaje, si su interpretación fue o no acertada. Otros se preguntan si Alan Parker, como director, recreó con aliento propio el texto de la ópera, o si se limitó a transcribir pedestremente la letra pergeñada en los setenta por el inglés Tim Rice. Y hasta hay quienes se preocupan por la verdad histórica, no en el sentido de las valoraciones fundamentales, sino de la exactitud del dato, como si la ficción poética tuviera que subordinarse a los simples hechos. Por ejemplo, al cuestionar que la obra asigne a Evita un papel protagónico (que no lo tuvo) el 17 de octubre. Estos y otros desvíos planean en críticas como la de Marcelo Figueiras en la doble página que Clarín le publica el 13 de diciembre en su sección Espectáculos. Puestos en tales andariveles se llega a resultados tan curiosos como el de elogiar “la visión desacralizada de la historia” que nos brindaría la obra, o que ésta, sin faltarle el respeto a Evita, “se niega a hacer la vista gorda ante características y hechos de su vida que están bien documentados”. Ocurre que, previamente, el periodista ha puntualizado que el filme “es una traslación casi literal del musical al mundo de las imágenes... Ni una idea más. Ni una menos”. De lo que se deduce que Tim Rice, el letrista de la ópera, habría manejado hechos de la vida de Eva “que están bien documentados”. Sin comentarios. Una consecuencia que el propio Figueiras desmiente: “en el original (Eva) es cínica, manipuladora y egoísta, ... un personaje que, para sus autores, es mayormente antipático... una mujer que hizo cosas buenas por todos los motivos equivocados: venganza, ambición, afán de trascendencia...” ¡ Con semejante método interpretativo, a Jesucristo lo clavamos por segunda vez en la cruz! Vaya a saber qué oscuros y torpes motivos lo condujeron a resucitar a Lázaro o multiplicar los panes y los peces. Seguramente por ambición, clientelismo, demagogia y envidia de los fariseos. “La más grande trepadora”. Y por si fuera poco, el pobre Che Guevara, es traído desde su tumba para resumirlo en dos palabras: “La más grande trepadora desde la Cenicienta”. ¡ Los muertos dan para todo! ¿Cuál es la esencia del problema? El “bien documentado” letrista no es el responsable intelectual del engendro, apenas un peón del ajedrez imperialista. Perdónalo, Señor, no sabe lo que hace! El se ha limitado a estampar sobre el papel la visión que el mundo imperialista tiene de quienes de un modo u otro, en representación de sus pueblos dependientes, se han atrevido a enfrentarlo. Por lo tanto, la “Evita” de la ópera y el filme no ofrece una interpretación sino una infamación, y en tal carácter la debemos considerar los argentinos, más allá de las variadas opiniones que nuestro pasado (¡tan presente!) nos suscite. El Imperio detesta a sus adversarios, por lo mismo que el pueblo los valora y los respeta. El Imperio pretende privarnos de nuestros muertos ilustres para privarnos de identidad y autorespeto. No es cierto que “Evita” “desacralice” a Eva Perón: la infama, que es muy diferente. No la queremos en el bronce. Pero tampoco en el estercolero. Si algún género de duda cupiese sobre el significado de Evita y de Perón, la lógica infamación del Imperio termina por desvanecerla. Es una infamación consagratoria. Por lo mismo que lo es el amor de los de abajo, que no podrá erosionar la denigración de los de arriba.