Salvador Cayetano Carpio

 

 

Violencia popular, una preocupación central

 


Fecha: 1982.
Fuente: Entrevista de Marta Harnecker.  Publicado originalmente en la revista Punto Final Internacional, de México, en octubre de 1982.  Luego apareció en Marta Harnecker, Pueblos en armas, México. Universidad Autónoma de Guerrero, 1983; Ediciones Era, 1984; y Nicaragua, Editorial Nueva Nicaragua, 1985. Tomado en esta ocasión de la edición digital de Marta Harnecker, Pueblos en armas, www.rebelion.org, 20 agosto 2009, pags. 89-117.
Esta edición: Marxists Internet Archive, diciembre de 2010.  Al citar o reproducir el documento, favor de citar a  www.rebelion.org como la fuente original de la versión digital.


 

 

“Mi escuela de lucha de clases fue la combatividad, la lucha ilegal, no había leyes ni código de trabajo, todo había que conseguirlo a la fuerza, había que arrancar a la patronal y al gobierno, con lucha, con violencia de masas y la unidad de todos los gremios, cada una de las leyes que irían a favorecer al movimiento sindical”, sostiene Marcial, comandante en jefe de las Fuerzas Populares de Liberación Farabundo Martí (FPL), de El Salvador, quien dentro de pocos meses cumple cuarenta años de militancia revolucionaria.

Paradójicamente, el fundador y el máximo dirigente de esta organización político-militar —acusada de desviaciones militaristas por algunos en su primera época—fue uno de los mas destacados dirigentes sindicales de ese país. Obrero panificador, pronto se revela como lider de su gremio, conduciendo a la victoria a la primera huelga que logra sus objetivos por medios combativos en El Salvador, el 17 de julio de 1944, que, desde entonces, se recordara como el Día del Panificador. Al poco tiempo se encuentra al frente del movimiento obrero de esa década.

Cuatro años después ingresa al partido comunista, donde hace una carrera fulminante. Al año siguiente es ya miembro del Comité Central y de su Comisión Política y secretario de Organización. Dieciocho años después es elegido su secretario general, cargo que ocupa hasta su renuncia voluntaria al partido, aunque desde el año 63 hasta el 70, mas que preocuparse de las tareas de dirección global del PCS (Partido Comunista Salvadoreño), se aboca de lleno a levantar el movimiento sindical, que se hallaba reducido a su mínima expresión, tanto por las desviaciones militaristas del FUAR (Frente Unido y Acción Revolucionaria) como por los métodos burocráticos y economicistas con los que un sector del PCS había marcado a este movimiento. Su experiencia en este terreno, así como un breve recuento de los orígenes de esta organización político-militar, la de mayor influencia de masas de su país, y sus grandes líneas de desarrollo, son temas que esta periodista ha querido desarrollar, a lo largo de a entrevista, por ser asunto de utilidad para el movimiento revolucionario, que la actual situación de guerra en El Salvador tiende a relegar a un plano muy secundario.

 

1) GRUPOS DE ACCIÓN Y CREACIÓN DEL FUAR

—Marcial, tú me contabas que estuviste en Cuba antes del triunfo de la revolución y que luego este te hizo pensar mucho en la necesidad de revisar determinadas formas orgánicas del partido, o métodos de trabajo en relación a la implementación de la lucha armada...

Marcial: —Bueno, la primera cosa que me quedó clara es que habían dos formas de aplicar el marxismo: Una forma dogmática y otra no dogmática y que, precisamente, la revolución cubana había mostrado que era necesario aplicar el marxismo de manera no dogmática, de acuerdo a las condiciones del país. Y llegué a la convicción de que nosotros en El Salvador estábamos aplicando el marxismo de manera bastante dogmática.

En 1959 hubo en nuestro país una situación muy importante, que fue la lucha contra el gobierno de Lemus; este penetró en la universidad en un ambiente de gran auge del movimiento de masas, hubo expulsión de dirigentes, expulsaron a Schafik, expulsaron a Raúl Castellanos Figueroa, a varios de Los dirigentes de la Comisión Política.

Entonces nosotros fuimos sensibles al momento y comenzamos a utilizar grupos de acción de cinco, para aprender a manejar armas. Estos grupos fueron sólo, digamos, los fermentos, pero sacamos la línea del derrocamiento por las armas del régimen. Llamamos a la insurrección armada y al derrocamiento de Lemus. No logramos ese objetivo porque el movimiento estaba muy tierno, pero eso ya significaba un viraje: poner en acción determinadas formas de lucha armada para derrocar a un gobierno...

—¿Esa fue una decisión de la Comisión Política?

Marcial: —Sí, pero como te digo gran parte de la Comisión Política estaba fuera del país, por la represión que había existido.

Ahí comenzó el primer fermento de los grupos de acción. Claro, una parte del ejército se alarmó con el llamamiento a la insurrección, creyendo que los grupos de acción de entonces eran más fuertes y pensaron que, con el ejemplo de la revolución cubana, eso podía convertirse en algo serio. Ese análisis los llevó a dar un golpe de estado estableciendo un régimen bastante democrático, y ya con el nuevo gobierno no se podía seguir con el mismo esquema. Incluso estableció relaciones con Cuba. Fue bastante liberal, precisamente para diferenciarse de la anterior dictadura, pero sólo logró durar tres meses.

Cuando derrocaron a esa junta se manifiesta una gran indignación en el pueblo. Fue entonces cuando por unanimidad dentro del partido se acordó formar el Frente Unido y Acción Revolucionaria, FUAR. Y se formó una cantidad de columnas de cuatro o cinco compañeros clandestinos, destinados a la acción armada, los cuales debían aprestarse para una labor de preparación en lo armado. Incluso se envía algunos compañeros a entrenarse fuera del país. El FUAR llegó a ser una organización muy fuerte porque en eso se concentró el trabajo del partido...

—¿Durante que tiempo?

Marcial: —61, 62, hasta 1963. Dos años y pico. 

—¿En que consistía esa desviación militarista?

Marcial: —Estos grupos de apoyo fueron entrando en un estado de frustración. La dirección del FUAR no tuvo la capacidad de hacer ni una sola acción militar en tres años. Aquella gente, que hervía por la lucha armada, se había ido convirtiendo prácticamente en ayudante de la labor de propaganda; sintieron que se les estaba subestimando. Así entro lo que Schafik llamó “el gran bajón” y ya no se logró levantar aquella cosa. Pero además sucedió otra cosa: se produjo una desviación militarista dentro del FUAR, aun sin practicar lo militar...

—¿Y que fue lo que pasó después del 63?

Marcial: —Por ejemplo, se elaboró una teoría que implicaba el menosprecio al movimiento de masas. Esa teoría fue rechazada y de ahí vino una lucha ideológica bien fuerte. Se sostenía que los sindicatos en El Salvador no tenían razón de ser, que sólo tenían razón de ser en países industrializados como los europeos, etcétera. Esta es una de las razones por las que te digo que, después de tener un gran dominio del movimiento sindical, nos quedamos con sólo catorce sindicatos. Es decir, aquellas concepciones militaristas, de desprecio al movimiento de masas, de considerar los sindicatos como ya caducos y concentrarse sólo en la preparación militar, florecieron en el partido y, paradójicamente, nosotros, que habíamos organizado los primeros grupos de acción antes de la caída de Lemus, que estábamos por la integralización de la lucha, tuvimos que salir en lucha ideológica dentro del partido contra esa desviación, insistiendo en la necesidad de trabajar en el movimiento de masas. También ayudaron a ese aislamiento desviaciones burocráticas y economicistas.

2) NUEVOS MÉTODOS EN EL MOVIMIENTO SINDICAL.

Los catorce sindicatos que nos quedaban eran de rótulo, porque eran sindicatos gremiales, nada más con su directiva. Sindicatos nulos, atrasados, eso era lo que nos quedaba. Todos los sindicatos de empresas e industrias habían sido copados por el gobierno y el imperialismo.

Eso no se debía sólo a su trabajo eficiente en este terreno y a la represión, sino que se debía también a los métodos que estábamos usando. Nos habíamos amoldado, o mejor dicho, el equipo que estaba ahí del partido se había amoldado a los métodos que el imperialismo había introducido en esos años en el movimiento sindical: exclusivamente ceñirse al Código del Trabajo, exclusivamente a las notas al ministerio. En fin, el legalismo, el burocratismo y el economicismo.

Desde el 63, el partido me encarga como tarea levantar el movimiento sindical. Tuvimos que empezar por sacudir duro esos métodos. Entonces propiciamos la formación de la Federación Unitaria Sindical, FUS, que logró atraer a los sindicatos independientes y fortalecer al sector sindical que nosotros dirigíamos. En un año llegó a ser la central mayoritaria, de catorce a cuarenta y siete sindicatos. Eso se logró precisamente por los nuevos métodos que empleábamos y la acción combativa que impulsábamos. A ello se agrega nuestra lucha contra el burocratismo, incluso dentro del partido.

Esta lucha traía como consecuencia la combatividad de las masas, porque el burocratismo se expresaba en esto: llegaba, por ejemplo, un grupo de trabajadores a quejarse de que en su fábrica habían sido atropellados y expulsados del trabajo algunos obreros, y llegaban con deseos de luchar, de poner en huelga la fábrica. Entonces, ¿qué hacían los compañeros burócratas nuestros? Primero les decían: “Miren, compañeros, aquí en tal página del Código del Trabajo está el artículo tal, que los protege a ustedes, vamos a redactar esta acta, la firman, y aquí estamos nosotros para ir al Ministerio del Trabajo, o nos acompaña uno de ustedes. No tengan cuidado, no se muevan. Y díganle a los compañeros que tengan paciencia, que no sería conveniente que fueran a la huelga”...

Se sustituía así la energía y la participación de las masas en la lucha de sus propios intereses por el papeleo ése y por el funcionario que servía de correa de transmisión hacia el Ministerio del Trabajo.

—Ahora, cuando organizaban una huelga, ¿cómo la hacían?

Marcial: —Bueno, ahí había dos formas: durante todo ese tiempo lo que primaba era ceñirse al Código del Trabajo. Este establecía un sistema que prácticamente impedía la huelga. ¿Cuál era el sistema? En primer lugar: plantear las demandas; en segundo lugar: en una reunión sacar la lista de todos los que estuvieran de acuerdo con la huelga, debiendo lograrse como mínimo el apoyo del 51% de toda la fábrica. Luego el Ministerio del Trabajo comprobaba esa lista yendo a la fábrica, donde el patrón... Eso prácticamente era decirle al patrón quienes estaban en contra de él y quienes a su favor. De ahí comenzaba todo un trámite de conciliación que duraba un mes, tiempo que utilizaba el patrón para expulsar a todos los futuros huelguistas y para destruir la directiva sindical. Ese era el procedimiento que los compañeros seguían: el legalismo, el burocratismo.

El procedimiento que nosotros establecíamos era el de hecho y ahí era donde se espantaban los compañeros... ¿Qué traía eso?: la participación de las masas, el cierre de la fábrica, la protesta, y luego después la violencia, porque la policía tenía que atropellarlos...

—¿Físicamente dónde se quedaban? ¿Fuera de la fábrica?

Marcial: —Sí, sin avisarle al patrón en los treinta días... 

—¿En la casa o con piquetes para impedir que entraran?

Marcial: —Con piquetes y con palos y todo eso. Tuvimos por eso primero que romper con el legalismo... En el 67 se rompió del todo y precisamente eso explica la serie de huelgas que se dieron desde enero. Entonces, ¿cuál fue la modalidad que introdujimos? En primer lugar, lo primerito fue no respetar el Código del Trabajo; en segundo lugar, defender con piquetes armados con palos la entrada a los rompehuelgas; en tercer lugar, el choque con la guardia cuando ésta quería meterlos allí a la fuerza; la violencia revolucionaria expresada a través de la huelga la convertía en huelga política; en cuarto lugar, agitar a las otras fábricas para que dieran solidaridad a esta huelga y, en quinto lugar, ir uniendo a la clase obrera sobre la base de la lucha por sus intereses y la solidaridad con la lucha de otros sectores obreros.

Con estos cinco puntos fue con los que nosotros fuimos penetrando en las fábricas, y lo hicimos con la oposición del sector de derecha del partido.

A mediados de enero del 67 se produjo la primera huelga: la huelga de automovilistas, de pilotos, de motoristas, de buses urbanos. Los compañeros se encerraron en el local, dejaron el lugar en la oscuridad, formaron cordones de defensa de las unidades con palos, para detener a la policía. En tres días se ganó esa huelga.

Entonces la clase obrera, al ver que con ese método, pasando por encima de las disposiciones del gobierno y del legalismo, se podía ganar, comenzó una serie de huelgas. ¿Que hacíamos nosotros? Nos íbamos, dormíamos con los obreros, estábamos en los piquetes, andábamos de piquete en piquete ayudándoles a organizarse, enseñándoles a organizarse, enseñándoles a como hacer la comisión de cocina, como andar recogiendo contribuciones en los mercados para la olla común, como formar distintas comisiones, porque los obreros no tenían ninguna experiencia de huelga. Así nos ganábamos su simpatía.

Muchas de esas huelgas brotaron en sindicatos controlados por el gobierno y aunque nosotros no controlábamos su dirección, estábamos en la base; al poco tiempo habíamos ganado a toda la base y empezábamos de hecho a dirigir la huelga, a despecho de la dirección legal, que sólo estaba esperando la coyuntura propicia para traicionarla.

En abril de 1967 logramos levantar, prácticamente de la nada, una huelga general. Esta partió de una fábrica de lingotes de hierro que se encontraba a cincuenta y nueve kilómetros de San Salvador. Su directiva sindical, que estaba en manos del gobierno, no nos dejaba acercarnos a la base, pero nosotros nos infiltramos y con gran perseverancia logramos ganar a la masa y, sobre esta base, obligar a los dirigentes del gobierno a plegarse a la huelga actuando en unidad con el FUS.

Gracias a ello logramos hacer la huelga general más grande de los últimos veinte años: treinta mil obreros pararon y algunos iban a hacerlo en los días siguientes, porque estaba pensado como un movimiento progresivo. Esta experiencia fue una gran escuela para miles de trabajadores que jamás habían vivido una huelga.

 

3) VIOLENCIA REVOLUCIONARIA DE LAS MASAS

—Ahora, tú, en ese momento ¿habías puesto entre paréntesis el problema de la lucha armada más general, digamos, o tú estabas, al mismo tiempo que trabajando en el movimiento sindical, pensando en hacer frente a esa tarea de forma más eficaz?

Marcial: —La verdad es que metido ya dentro del torrente de la lucha sindical, con todas las tareas diarias, y metido en el juego de la lucha contra los sindicatos proimperialistas, lo que más saltaba a la vista era otro aspecto de la violencia revolucionaria: La violencia revolucionaria de las masas, con algunos aspectos de lucha armada, aunque todavía con armas muy elementales, como palos, etcétera. Una violencia aplicada en la gran lucha de masas, en la lucha política, es decir, en otro terreno.

Pero, a finales de la década, el pensamiento este se fue integralizando mas, con las experiencias que se habían tenido: la lucha contra Lemus, el FUAR, las experiencias todavía calientes de la lucha combativa de las masas... Entonces ya había un campo más amplio propicio para equilibrar la línea...

Me preocupaba ver que una gran parte de la juventud se iba a ir por la lucha armada, y que al partido se le iba a ver como a un enemigo, puesto que este prácticamente condenaba esas posiciones y trataba a sus promotores como enemigos.

Ahora, tú sabes que no se puede decir que una estrategia elaborada a través de la lucha ideológica nazca perfecta desde el principio, se va alimentando en la práctica, se va alimentando de las experiencias que se van logrando y de la misma dinámica de la lucha ideológica. Entonces eso se fue transformando en algo cada vez más integral. Yo no te puedo decir que en el 69 ese pensamiento era integral.

 

4) POR QUÉ UNA ORGANIZACIÓN POLÍTICO-MILITAR

—Ahora, Marcial, tú renuncias al partido comunista en marzo de 1970 por no compartir —según me decías—su línea política y no encontrar cauces orgánicos para implementar la lucha armada. Con un grupo muy pequeño de militantes deciden crear una nueva organización, esta vez, político-militar. ¿En que consiste eso de político-militar? ¿Significa una negación de la concepción básica de partido?

Marcial: —No, es la puesta en práctica de una estrategia político-militar. Es decir, de la combinación de todos los medios de lucha...

—¿Eso está claro desde la partida?

Marcial: —Desde el principio. La combinación de todos los medios de lucha en la cual la aplicación política de la línea tiene que complementarse con la armada, y ésta pasa a ser la fundamental; en ciernes, digamos al principio, pero con tendencia a convertirse en determinado momento en fundamental. Incluso cuando la lucha armada está tiernita, cuando todavía no abarca todo el panorama nacional, y no es todavía la fundamental, es ella la que en determinado momento pasa a ser la que jala todo el proceso, y entonces los otros medios de lucha tienen que combinarse con éste, que es el fundamental.

Cuando nosotros en El Salvador proclamamos la organización como político-militar, lo hacemos respondiendo a una verdadera necesidad, porque había en el país organizaciones que negaban la vía militar, y querían constreñir todo el movimiento exclusivamente a lo político. Entonces había que ser claros para que el pueblo entendiera perfectamente.

Ahora, ese planteamiento no se hace en el sentido de negación de la concepción de partido, sino dentro del pensamiento de que había que dejar bien claro ante el pueblo los dos aspectos de la línea, los dos aspectos de su participación: la lucha de masas y la lucha armada que esta organización tenía que dirigir.

Al plantearnos como una organización político-militar, pretendíamos evitar caer tanto en el militarismo, como en el derechismo que veía exclusivamente lo político. Ahora, cuando esto no se comprende como una línea integral, se puede caer en un error muy serio, y ese es el error del militarismo. Nosotros desde la partida teníamos muy claro que lo militar no es sino la prolongación de lo político por otros medios, por los medios armados.

Otra cosa que tuvo clara la organización desde sus inicios fue la necesidad de que fuera el pueblo el que tomara en sus manos también aquella causa, que fuera el pueblo el propio autor de la lucha armada. Y como teníamos bastante experiencia en la incorporación de las masas a la lucha, especialmente a la lucha contra el burocratismo, no había muchas dificultades en eso. Teníamos claro que era el pueblo el que iba a hacer la guerra y que estos grupos armados no deberían de convertirse en una élite, en unos héroes desligados de las masas, que le iban a ahorrar al pueblo el trabajo de hacer la revolución.

La experiencia de la década del 60 en relación al foquismo nos preparó para tener un pensamiento más integral. De manera que cuando nosotros hablábamos de político-militar no hubo peligro de deformación, porque desde el principio teníamos claro que lo político es lo fundamental, lo que tiene que dirigir la guerra, y que lo militar está supeditado a lo político y es parte de la expresión política de la lucha de clases.

—Ahora, Marcial, independientemente de haber tenido claro esto en el pensamiento, entiendo que en la práctica de hecho ustedes se dedican bastante tiempo sólo a la actividad militar. ¿A que se debe eso? ¿a la necesidad de entrenar a la gente en esta lucha que era algo nuevo para ustedes o que se entusiasmaron un poco demasiado con lo militar?

Marcial: —Mira, eso hay que verlo en un marco de conjunto, porque si agarras así en pedazos la cosa, en un determinado momento puede parecer unilateral, hay que ver la proyección, aunque hay que reconocer que el pensamiento no está totalmente plasmado desde el comienzo. ¿Qué fue lo que sucedió con la FPL? No es que nos metiéramos durante un tiempo, digamos, nada mas a lo militar. Fíjate que ahí hay que ver una cosa, el Grupo Comando Central o Grupo Inicial era una dirección de partido, eminentemente de partido... Ahora, era necesario darle al pueblo el instrumento armado; era precisamente de eso de lo que carecíamos, entonces ahí hubo un dilema: formamos primero un partido, las bases y todo eso... ¿cuántos años nos vamos a tardar para que el pueblo pueda adquirir la confianza de que puede organizar la lucha armada?

Entonces nosotros decidimos separarnos de la práctica orgánica tradicional. ¿Cómo podíamos hacer un partido con sus células, con siete personas? Aunque hubiéramos querido hacerlo no habría sido posible. El grupo inicial era realmente una dirección de partido aunque no tuviera ese nombre, con pensamiento de partido, que venía de luchar, y que conocía pues lo que era el funcionamiento de un partido.

 

5) ¿POR QUÉ NO RECLUTAR DENTRO DEL PROPIO PC?

—Antes de seguir con el tema, ¿cómo se entiende que el secretario del PCS, con prestigio en el movimiento de masas y en su partido, se haya conformado con siete personas y no haya reclutado dentro de ese partido a más gente, aunque sea después de haber accedido a abandonar sus filas?

Marcial: —Es que este fue uno de los acuerdos principales que tomamos, precisamente para apartarnos del esquema que se había seguido en varios países de América Latina. Lo primero que se hacía era salirse, formar un grupo, y disputarle al partido hasta el sello, hasta el nombre y el reconocimiento. Acordamos que si seriamente íbamos a emprender la lucha armada, que es algo muy complicado, no nos íbamos a entretener en estar haciendo propaganda en el interior del partido. Pensábamos que la gente iba a tener suficientes pruebas para valorar por sí misma dónde estaba la línea correcta y la línea incorrecta.

En segundo lugar, no queríamos establecer mas puntos de conflictos con una dirección del partido que estaba sensibilizadísima, y que tenía temor de que nosotros jaláramos bastante gente. Entonces conscientemente renunciamos a eso: no queríamos sensibilizar mas a esta dirección.

En tercer lugar, porque dentro del partido comenzó una labor de denuncia contra el grupo que se había salido. Y para la labor delicada que estábamos emprendiendo, en absoluta clandestinidad, eso era muy negativo: necesitábamos que no se nos estuviera mencionando. Si nosotros comenzábamos a hacer labor de proselitismo dentro del partido y dentro de los sindicatos, es decir, dentro del terreno donde tengamos influencia, esto hubiera significado una desnaturalización bastante grande de una situación, muy peligrosa para nosotros y también para el mismo partido, porque el partido también se hubiera degenerado.

Cuando se dieron cuenta de que no les hacíamos sombra, de que no hacíamos ninguna propaganda, dejaron de mencionarnos. Fíj ate que a mí me anduvieron buscando los miembros de muchas células, pidiéndome que les explicara que situación había, que ellos comprendían que nosotros teníamos la razón, que diera una charla sobre eso. Pero yo rehusé completamente a volver a andar haciendo propaganda. No quisimos caer en el caminito trillado ese de una serie de grupos que se diluyen en una lucha interminable, una lucha de palabras, que no hacen nada, que comienzan por decir que quieren la lucha armada y, finalmente, terminan por no ser ni partidos, ni grupos que implementen la lucha armada.

 

6) LOS COMAN DOS ARMADOS Y LOS GRUPOS DE APOYO

Volviendo a lo que te decía, te insisto, como vas a formar un partido con siete compañeros si al mismo tiempo tienes la tarea de crearle al pueblo la confianza en sus propias fuerzas y demo strarle que puede manejar las armas y que puede llevar a cabo la lucha armada. Entonces ahí, momentáneamente, se toma el acuerdo de comenzar a formar una estructura de comandos armados, pero con vistas a que cada uno de estos comandos armados se apoye en un colchón de colaboradores ligados a la masa. A los cuatro o cinco meses, es decir, en poco tiempo, estábamos formando la segunda red de la estructura.

Cada compañero de un comando armado tenía la obligación de tener quince colaboradores, y como eran compañeros que habían estado precisamente en el movimiento sindical, o bien ligados a la masa, aquellos quince colaboradores eran generalmente dirigentes sindicales, activistas sindicales. Entonces, cuando venías a sentir, ya teníamos sesenta o setenta y cinco compañeros, que era un colchón en el que se movía el comando armado. Entonces éste, por fuerza, se vio obligado a ir escogiendo dentro de estos quince a los mejores e ir formando lo que se llamó Grupos de Apoyo, pero no grupos de apoyo logístico, sino grupos de apoyo para el trabajo entre la masa.

No queríamos repetir la experiencia de Guatemala. En Guatemala formaron grupos de apoyo entre los campesinos, pero no para la lucha de masas, sino en función de la logística, como apoyo a la guerrilla. Nosotros, precisamente por la concepción más integral que ya teníamos, y la inquietud de no separarnos de la masa, aunque formalmente tuviéramos que renunciar a los puestos públicos de dirección de masas, tratábamos, sin embargo, de no despegarnos de ellas.

Esa decisión de movernos y de que nos ayudaran los colaboradores fue lo que nos permitió iniciar el trabajo político. A los seis meses ya teníamos los primeros comandos armados en funcionamiento, porque desde el principio los hicimos funcionar, en acciones que iban de lo simple a lo complejo, desde quitarle una placa de matrícula a un carro para poder enmascarar otros carros, o capturar un carro... Esas primeras acciones, así pequeñas, ya las estaban realizando los comandos y ya comenzaban los embriones de esos grupos de apoyo, que nos permitieron penetrar en todos los gremios.

Nosotros partimos absolutamente de cero, no teníamos ni un centavo, ni una pistolita. La primera que tuvimos por ahí en los primeros meses, fue una Beretta 22, que fue con la que empezamos a aprender a armar, desarmar, agarrar puntería, y todo eso, y luego las fórmulas de algunos explosivos, fórmulas de explosivos caseros, mucho ejercicio, mucha caminata... En ese tiempo la policía no estaba sensibilizada y uno podía caminar muchísimos kilómetros para conocer el país, y también para estar en forma.

Como no teníamos un centavo y no teníamos una casa para infraestructura, fue obligatorio para nosotros buscar colaboradores, gente que sintiera simpatía hacia nosotros.

—¿Militantes del PCS?

Marcial: —No, no... Nosotros incluso en los primeros años prohibimos que entraran miembros del partido a la organización. ¿Por qué? Porque entonces nos íbamos a meter al problema de estar queriendo hacer propaganda dentro del partido. Los primeros meses nosotros consideramos que era mejor no tocar ese terreno, por las razones que te he dado. Había compañeros que iban a desayunar donde un colaborador, a comer donde otro, a cenar donde otro, y a dormir donde otro, porque realmente no teníamos dinero. Ahora, como convivíamos con esta gente, aprovechábamos para aconsejarlos en la lucha en sus respectivos sindicatos, en sus respectivas fábricas, analizábamos los problemas que tenían. Así fue como fuimos formando los primeros grupos de apoyo con tareas dentro de la masa. Por eso te digo que la militarización inicial es relativa. Naturalmente que uno, si va a formar un comando armado, tiene que meterse de lleno en eso, conocer la técnica, y hacer que este se prepare y todo eso.

—¿Que cosa los ayudo a conformar esa primera experiencia, libros, otras experiencias, contactos?

Marcial: —La práctica... libros no habían sobre ese modelo de los grupos de apoyo.

 —¿Durante esos primeros años ustedes sacan algún documento?

Marcial: —En los dos años primeros sólo documentos internos; en el segundo año hicimos público el nombre de la organización en el periódico El Rebelde.

Hubo una serie de acuerdos al principio de que nosotros no íbamos a darnos a conocer internacionalmente ni nacionalmente con un nombre hasta que consideráramos que realmente éramos serios. En el camino del comportamiento revolucionario la organización fue muy espartana, muy estricta la línea.

—¿En que sentido espartana?

Marcial: —Nosotros mismos nos propusimos una serie de condiciones para probarnos, para ver si no era charlatanería... Porque muchos de nosotros habíamos combatido a los que llamábamos revolucionarios de cafetín, fenómeno que se dio mucho entre los poetas y los escritores en El Salvador... Entonces queríamos primero probarnos a nosotros mismos y al pueblo si realmente podía haber una organización revolucionaria de nuevo tipo.

—¿Una organización revolucionaria de nuevo tipo?

Marcial: —Sí, nosotros la considerábamos una organización revolucionaria leninista de nuevo tipo. Precisamente, uno de los últimos documentos que presenté yo en el Comité Central, ya dentro de la lucha ideológica, uno sobre organización, planteaba la necesidad de organizar un verdadero partido marxista-leninista de nuevo tipo, que fuera capaz no sólo de dirigir las acciones pacíficas, sino también de llevar al proletariado al poder por la lucha armada. Nosotros desde el principio estábamos conscientes de que estábamos formando un partido marxista-leninista de nuevo tipo, una organización revolucionaria que se llamaba político-militar, por sus objetivos.

Ahora, fíjate, aquí hay una cuestión bien importante, y es ésta. Si el sector de derecha del partido comunista no hubiera bloqueado tan obstinadamente esa necesidad histórica de la violencia de masas y de la combinación de todas las formas de lucha, hubiera resultado natural y armónico que los primeros comandos armados hubieran sido organizados de su seno, bajo una dirección partidaria ya formada. Pero como esto no ocurrió así, tuvieron que organizarse bajo la dirección de una nueva organización: las FPL.

 

7) CONCEPCIÓN DE LA GUERRA

—Entiendo que la concepción de la lucha armada que ustedes tienen es la de la guerra popular prolongada. ¿De dónde surge esta concepción?

Marcial: —Nosotros llegamos a la conclusión de que cuarenta años de dominio militar y dominio político imperialista no podían ser cambiados en un mes; que para lograr eso era necesario crear una correlación de fuerzas favorable. Y como en las condiciones de El Salvador nosotros descartamos el putchismo, los golpes de estado, para cambiar la situación, para lograrlo era necesario organizar al pueblo, era necesario crear las fuerzas armadas populares, y era necesario crear un gran movimiento de masas...

Entonces, con ésta perspectiva, tú no te podías proponer ganar esta lucha y tomar el poder en poco tiempo. Darse cuenta de esto fue bien importante para nosotros, ya que nos preparamos para una lucha larga y dura, y nos llenamos del necesario estoicismo. Nos dimos cuenta que teníamos que luchar contra las inconstancias, las euforias, las desesperaciones pequeño-burguesas y que era necesaria esa cualidad de la persistencia, de la perseverancia, que nuestros campesinos llaman resignación... Había que llenarse de resignación.

En segundo lugar, fíjate que esta concepción nuestra no es el calco de lo de afuera. ¿Por qué? Afuera la lucha prolongada está ligada a la guerra de montaña, y se sostiene que es en las montañas donde el enemigo puede destruir menos a la guerrilla; ahí ésta se incuba y ahí se desarrolla a través de largos años. Nosotros, en cambio, tuvimos por fuerza que tomar la decisión de comenzar la lucha como guerrilla de la ciudad; las experiencias de los Tupamaros nos habían demostrado que se podía técnicamente realizar eso. Actualmente estamos desarrollando la guerra en las tres zonas estratégicas: en la ciudad, en la montaña y en el campo o el llano. Pero para el inicio, y para el desarrollo, nosotros escogimos la ciudad. Como segundo paso, el llano, ahora, en la tercera etapa de guerra, estamos fortaleciéndonos en la montaña.

Naturalmente que toda experiencia revolucionaria impacta y en nuestro país estaba muy de moda la teoría de Mao, sobre todo entre los estudiantes, de los cuales los mas sensibilizados pasaron a formar los primeros círculos de nuestra organización. Ahora, nosotros teníamos la concepción de que la lucha debía ser continúa, que la ofensiva debía ser continúa.

—¿Ofensiva militar?

Marcial: —Militar y política combinadas; partiendo de lo simple a lo complejo: valiéndonos de las propias fuerzas, y realizando sólo aquellas acciones que estén dentro de las capacidades crecientes, tratando de aprovechar las coyunturas, pero evitando caer en el aventurerismo...