Historia del Partido Comunista (Bolchevique) de la U.R.S.S.

IV

LOS MENSHEVIQUES Y LOS BOLSHEVIQUES DURANTE EL PERIODO DE LA REACCION STOLYPINIANA. LOS BOLSHEVIQUES PASAN A FORMAR UN PARTIDO MARXISTA INDEPENDIENTE (1908-1912)

1. La reacción stolypiniana. - Surge la descomposición entre las capas intelectuales de la oposición. - El decadentismo. - Una parte de los intelectuales del Partido se pasa al campo de los enemigos del marxismo e intenta revisar la teoría marxista. - Lenin replica a los revisionistas con su libro "Materialismo y empírio-criticismo", defendiendo los fundamentos teóricos del Partido Marxista.

La segunda Duma fue disuelta por el gobierno zarista mediante el acto que registra la historia con el nombre de golpe de Estado del 3 de junio de 1907. El gobierno zarista dictó una nueva ley para las elecciones a la tercera Duma, infringiendo con ello su propio mensaje del 17 de octubre de 1905, en el cual se comprometía a no dictar nuevas leyes más que de acuerdo con la Duma. La fracción socialdemócrata de la segunda Duma fue llevada a los tribunales, y los representantes de la clase obrera enviados unos a presidio y otros a la deportación.

La nueva ley electoral estaba redactada de tal modo, que aumentaba considerablemente la cantidad de representantes de los terratenientes y de la burguesía comercial e industrial en la Duma. Al mismo tiempo, se reducía hasta una cifra insignificante la representación, exigua de por sí, de los campesinos y de los obreros.

Atendiendo a su composición, la tercera Duma era la Duma de las centurias negras y de los kadetes. De los 442 diputados que la componían, había: 171 de derechas (de las centurias negras), 113 octubristas y afiliados a otros grupos afines, 101 kadetes y pertenecientes a grupos próximos a ellos, 13 trudovikis (grupo de trabajo) y 18 socialdemócratas.

Las derechas (llamadas así porque tenían sus asientos en el lado derecho de la Duma) representaban a los enemigos más rabiosos de los obreros y los campesinos: los terratenientes feudales de las centurias negras, autores de las palizas y los fusilamientos en masa de campesinos en la represión del movimiento revolucionario del campo, los organizadores de los pogromos judíos, de las matanzas de manifestantes obreros, de los bestiales incendios de los edificios en que se celebraban los mítines durante los días de la revolución. Las derechas abogaban por el aplastamiento más brutal de los trabajadores, por un Poder zarista ilimitado, contra el mensaje dado por el zar el 17 de octubre de 1905.

Un partido afín a las derechas, entre los representados en la Duma, era el partido de los octubristas o "Unión del 17 de octubre". Los octubristas representaban los intereses del gran capital industrial y de los grandes terratenientes que explotaban sus fincas con métodos capitalistas (a comienzos de la revolución de 1905, se pasó a los octubristas una parte considerable de los kadetes integrada por grandes terratenientes). Lo único que separaba a los octubristas de las derechas era el reconocimiento -que, por lo demás, no pasaba de ser puramente verbal- del mensaje del 17 de octubre. Los octubristas apoyaban íntegramente la política interior y exterior del gobierno zarista.

Los kadetes, o partido "constitucional democrático", tenían en la tercera Duma menos diputados que en la primera y en la segunda. La explicación de esto está en que una parte de los votos de los terratenientes se pasó del Partido kadete a los octubristas.

En la tercera Duma hallábase representado un grupo poco numeroso de demócratas pequeñoburgueses que se conocían con el nombre de trudovikis. En la Duma, este grupo vacilaba entre los kadetes y la democracia obrera (los bolsheviques). Lenin señalaba que, aunque fuesen extraordinariamente débiles en la Duma, los trudovikis representaban a las masas campesinas. Sus vacilaciones entre los kadetes y la democracia obrera brotaban inevitablemente de la situación de clase propia de los pequeños propietarios. Y Lenin planteaba a los diputados bolsheviques, a la democracia obrera, la tarea de "ayudar a los débiles demócratas pequeñoburgueses, de arrancarlos a la influencia de los liberales, de apretar las filas de la democracia, no sólo frente a las derechas, sino también frente a los kadetes contrarrevolucionarios... (Lenin, t. XV, pág. 486, ed. rusa).

En el transcurso de la revolución de 1905, y, sobre todo, después de su derrota, los kadetes fueron revelándose cada vez más abiertamente como una fuerza contrarrevolucionaria. Fueron quitándose cada vez más la careta "democrática", para actuar como auténticos monárquicos y defensores del zarismo. En 1909, un grupo de escritores kadetes muy destacado editó una antología titulada "Jalones", en la que daba las gracias al zarismo, en nombre de la burguesía, por haber aplastado la revolución. Arrastrándose ante el gobierno zarista del látigo y la horca y lamiéndole las botas, los kadetes escribían sin recato que había que "dar gracias a este gobierno, el único Poder que con sus bayonetas y sus cárceles nos protege todavía (es decir, protege a la burguesía liberal) de la furia popular".

Después de disolver la segunda Duma y de enviar a la cárcel o al destierro a la fracción socialdemócrata, el gobierno zarista comenzó a destrozar furiosamente las organizaciones políticas y económicas del proletariado. Las cárceles, los presidios y los lugares de deportación estaban abarrotados de revolucionarios. Estos eran sepultados en mazmorras y sometidos a martirios y torturas feroces. El terror de las bandas negras asolaba el país. El ministro zarista Stolypin cubrió de horcas y patíbulos todo el país. Millares de revolucionarios fueron ejecutados. A la horca se la llamaba, por aquel entonces, la "corbata stolypiniana".

Pero en su obra de exterminio del movimiento revolucionario de los obreros y campesinos, el gobierno zarista no podía limitarse simplemente a organizar represiones, expediciones de castigo, fusilamientos y encarcelamientos en masa. El gobierno zarista veía con alarma que la fe ingenua de los campesinos en el "padrecito zar" se iba disipando cada vez más. Esto le hizo recurrir a una maniobra de gran envergadura, discurriendo el ardid de crearse un fuerte sostén en el campo, bajo la forma de una numerosa clase de burgueses campesinos, de kulaks.

El 9 de noviembre de 1906, Stolypin dictó una nueva ley agraria, dando normas para que los campesinos pudiesen salirse de la comunidad rural y establecerse en caserías. La ley agraria de Stolypin venía a destruir el régimen comunal de posesión de la tierra. Cada campesino podía tomar en propiedad personal la tierra que le correspondía, separándose de la comunidad. Además, podía vender su parte, cosa que antes no se le permitía. La comuna quedaba obligada a asignar a los campesinos que se salieran de la comunidad toda la tierra en un mismo sitio (casería, coto redondo).

Esto permitía a los campesinos ricos, a los kulaks, comprar por poco precio las tierras de los campesinos menos pudientes. A los pocos años de haberse dictado esta ley, habían quedado completamente privados de tierras y arruinados más de un millón de campesinos humildes. A expensas de ellos, se fueron creando las caserías y cotos redondos de los kulaks, que, a veces, eran verdaderas haciendas de terratenientes, en las que se empleaba abundantemente el trabajo asalariado, la mano de obra de jornaleros. El gobierno obligaba a los campesinos a segregar de la comunidad las mejores tierras, para entregarlas a los kulaks de las caserías.

Y así como al decretarse la "liberación" de los campesinos, los terratenientes habían robado a éstos sus tierras, ahora los kulaks comenzaron a robar las tierras de la comunidad, quedándose con las mejores parcelas y comprando al malbarato los lotes de los campesinos pobres.

El gobierno zarista concedió a los kulaks grandes préstamos para ayudarles a comprar tierras y a formar sus caserías. El plan de Stolypin era hacer de los kulaks pequeños terratenientes, en quienes la autocracia zarista tuviese verdaderos defensores.

En nueve años (de 1906 a 1915), se separaron del régimen comunal más de dos millones de explotaciones campesinas.

El régimen stolypiniano empeoró todavía más la situación de los campesinos humildes y de los pobres del campo. El proceso de diferenciación de la masa campesina se acentuó. Comenzaron los choques entre los campesinos y los kulaks de las caserías.

Al mismo tiempo, los campesinos comenzaron a comprender que no entrarían en posesión de las tierras de los terratenientes, mientras existiesen el gobierno zarista y una Duma compuesta por terratenientes y kadetes.

Al principio, durante los años en que se intensificó el proceso de separación de campesinos del régimen comunal para establecerse en caserías (1907-1909), el movimiento campesino fue en descenso, pero pronto, en 1910-1911 y después, los choques entre los miembros de la comunidad y los dueños de caserías hicieron que el movimiento campesino contra los terratenientes y los kulaks de las caserías recrudeciese.

También en el terreno industrial se operaron, después de la revolución, cambios considerables. Se acentuó notablemente la concentración de la industria, o sea el incremento de las empresas y su acumulación en manos de grupos capitalistas cada vez más fuertes. Ya antes de la revolución de 1905, habían comenzado los capitalistas a organizarse en agrupaciones para elevar los precios de las mercancías dentro del país, destinando los sobrebeneficios conseguidos de este modo a un fondo de fomento de las exportaciones, con objeto de poder lanzar las mercancías al mercado exterior a bajo precio y conquistar así los mercados extranjeros. Estas agrupaciones organizadas por los capitalistas (monopolios) llamábanse trusts o consorcios. Después de la revolución, el número de trusts y consorcios capitalistas fue en aumento. Aumentó también el número de los grandes bancos, creciendo la importancia de éstos en la industria. Y creció asimismo la afluencia de los capitales extranjeros a Rusia.

Por tanto, el capitalismo, en Rusia, se iba convirtiendo cada vez más en un capitalismo monopolista, imperialista.

Después de varios años de estancamiento, la industria volvía a reanimarse: la extracción de carbón y de petróleo iba en aumento, la cantidad de metal producido aumentaba, la producción de tejidos y de azúcar crecía. La exportación de trigo cobraba fuertes proporciones.

Pero aunque durante este periodo Rusia había hecho algunos progresos en cuanto a su industria, seguía siendo un país atrasado, en comparación con la Europa occidental, y dependía del capitalismo extranjero. No existía dentro del país una producción de maquinaria industrial: había que importar todas las máquinas. No existía tampoco la industria del automóvil, ni la industria química, ni se producían abonos minerales. En la industria del armamento, Rusia iba también a la zaga de los demás países capitalistas.

Señalando el bajo nivel de consumo de metales en Rusia como signo de su atraso, Lenin escribía:

"Medio siglo después de la liberación de los campesinos, el consumos de hierro en Rusia se ha quintuplicado, y a pesar de eso, Rusia sigue siendo un país increíblemente, insólitamente atrasado, mísero y semisalvaje, cuatro veces peor pertrechado de instrumentos modernos de producción que Inglaterra, cinco veces pero que Alemania y diez veces peor que los Estados Unidos" (Lenin, t. XVI, pág. 543, ed. rusa).

Consecuencia directa del atraso económico y político de Rusia era la dependencia en que, tanto el capitalismo ruso como el propio zarismo, se hallaban respecto al capitalismo de la Europa occidental.

Esta dependencia se acusaba en el hecho de que ramas importantísimas de la Economía nacional como el carbón, el petróleo, la industria eléctrica y la metalurgia se hallasen en manos del capital extranjero, y de que casi toda la maquinaria y toda la instalación industrial que necesitaba la Rusia zarista tuviese que ser importada.

Se acusaba en los avasalladores empréstitos extranjeros, cuyos intereses pagaba el zarismo, estrujando todos los años a la población cientos y cientos de millones de rublos.

Se acusaba en los tratados secretos con los "aliados", en los cuales el zarismo se comprometía a enviar, en caso de guerra, millones de soldados rusos a los frentes imperialistas, para apoyar a los "aliados" y defender las fabulosas ganancias de los capitalistas anglofranceses.

Los años de la reacción stolypiniana caracterizáronse, especialmente, por los asaltos de bandolerismo de los gendarmes y de la policía, de los provocadores zaristas y de los asesinos de las bandas negras contra la clase obrera. Pero no eran sólo los esbirros zaristas los que torturaban y perseguían a los obreros. Tampoco se quedaban atrás, en este terreno, los patronos de las fábricas y talleres, cuya ofensiva contra la clase obrera recrudeció especialmente durante los años de estancamiento industrial y de intenso paro forzoso. Los patronos declaraban "lockouts" en masa y llevaban "listas negras", en las que figuraban los obreros conscientes que habían tomado parte activa en las huelgas. Los que aparecían en estas "listas negras" no encontraban trabajo en ninguna de las empresas enroladas en la asociación patronal de la industria correspondiente. El tipo de salario sufrió ya en 1908 una rebaja del 10 al 15 por 100. La jornada de trabajo fue prolongada en todas partes hasta 10 y 12 horas. Volvía a florecer el sistema del latrocinio en forma de multas.

La derrota de la revolución de 1905 produjo el desmoronamiento y la descomposición entre los que se habían adherido circunstancialmente a la revolución. Donde más se notaban las descomposición y el decadentismo era entre los intelectuales. Los "compañeros de viaje", que se habían pasado a las filas revolucionarias desde el campo de la burguesía durante el periodo de avance arrollador de la revolución, se separaron del Partido al sobrevenir la etapa reaccionaria. Una parte de ellos se pasó al campo de los enemigos descarados de la revolución, otros se refugiaron en las organizaciones legales de la clase obrera que salieron indemnes de la represión y esforzábanse en desviar al proletariado de la senda revolucionaria y en desacreditar al Partido revolucionario del proletariado. Apartándose de la revolución, los antiguos revolucionarios de circunstancias procuraban adaptarse a la reacción y vivir en paz con el zarismo.

El gobierno zarista se aprovechó de la derrota de la revolución para enrolar a su servicio como agentes provocadores a los desertores de la revolución más cobardes y más arrivistas. Estos viles y repugnantes confidentes y provocadores, destacados por la "ojrana" zarista entre los obreros y en las organizaciones del Partido, acechaban desde dentro y entregaban a los revolucionarios a sus verdugos.

La ofensiva de la contrarrevolución desarrollábase también en el frente ideológico. Brotó toda una muchedumbre de escritores de moda, que "criticaban" y "desacreditaban" al marxismo, que escupían a la revolución y se burlaban de ella, glorificando la traición y ensalzando la perversión sexual bajo el nombre de "culto a la personalidad".

En el campo de la filosofía, se redoblaban los intentos de "criticar", de revisar el marxismo, y surgían también todo género de corrientes religiosas, envueltas en argumentos pretendidamente "científicos".

La "crítica" del marxismo habíase puesto de moda.

Pese a la abigarrada diversidad de sus tendencias, todos estos señores perseguían un fin común: desviar a las masas de la revolución.

El decadentismo y la falta de fe se apoderó también de un parte de los intelectuales del Partido que, aun teniéndose por marxistas, jamás se habían mantenido con firmeza en las posiciones del marxismo. Entre ellos figuraban escritores como Bogdanov, Basarov, Lunacharski (que en 1905 se habían adherido a los bolsheviques) y como Yushkevich y Valentinov (mensheviques). Estos intelectuales desplegaban su "crítica" a la vez contra los fundamentos filosófico-teóricos del marxismo, es decir, contra el materialismo dialéctico, y contra sus fundamentos histórico-científicos, es decir, contra el materialismo histórico. Esta crítica se distinguía de la usual en que no se desarrollaba de un modo franco y honrada, sino velada e hipócritamente, pretextando "defender" las posiciones fundamentales del marxismo. "Nosotros -decían estos "críticos"- somos esencialmente marxistas, pero queremos "mejorar" el marxismo, depurarlo de algunas tesis fundamentales". En realidad, eran enemigos del marxismo, pues aspiraban a socavar sus cimientos teóricos, aunque de palabra negasen hipócritamente su hostilidad contra él y siguiesen llamándose, en su doblez, marxistas. El peligro de esta crítica farisaica consistía en que con ella se pretendía engañar a los militantes de filas del Partido y se les podía mover a confusión. Y cuanto más hipócrita fuese esta labor crítica de zapa de los fundamentos teóricos del marxismo, más peligrosa era para el Partido, pues se identificaba más de lleno con la campaña general emprendida por la reacción contra el Partido y contra la revolución. Una parte de los intelectuales (el grupo de los llamados "buscadores" o "constructores de dios"), que había desertado del marxismo, llegó incluso a predicar la necesidad de crear una nueva religión.

Ante los marxistas se planteaba la tarea indeclinable de dar a estos degenerados una respuesta cumplida en el campo de la teoría del marxismo, de quitarles la careta y de desenmascararlos por entero, defendiendo, de este modo, los fundamentos teóricos del Partido marxista.

Cabía pensar que tomasen en sus manos esta empresa Plejanov y sus amigos mensheviques, que se reputaban a sí mismos como "célebres teóricos marxistas". Pero, prefirieron limitarse a escribir, para cubrir las formas, un par de artículos de crítica de folletón y luego retirarse por el foro.

Fue Lenin quien afrontó y llevó a cabo esta empresa, con su famoso libro "Materialismo y Empiriocriticismo", publicado en 1909.

"En menos de medio año -escribía Lenin en esta obra- han visto la luz cuatro libros consagrados fundamental y casi exclusivamente a atacar el materialismo dialéctico. Entre ellos, y en primer lugar, figura el titulado "Apuntes sobre (contra, es lo que debería decir) la filosofía del marxismo", San Petersburgo, 1908; una colección de artículos de Basarov, Bogdanov, Lunacharski, Berman, Helfond, Yushkevich y Suvorov. Luego vienen los libros de Yushkevich, "El materialismo y el realismo crítico"; Berman, "La dialéctica a la luz de la moderna teoría del conocimiento y Valentinov, "Las construcciones filosóficas del marxismo"... ¡Todos estos individuos unidos -a pesar de las profundas diferencias que hay entre sus ideas políticas- por su hostilidad al materialismo dialéctico, pretenden, al mismo tiempo, hacerse pasar, en filosofía, por marxistas! La dialéctica de Engels es un "misticismo", dice Berman; las ideas de Engels se han quedado "anticuadas", exclama Basarov de pasada, como algo que no necesita de demostración; el materialismo se da por refutado por nuestros valientes paladines, quienes se remiten orgullosamente a la "moderna teoría del conocimiento", a la "novísima filosofía" (o al "novísimo positivismo"), a la "filosofía de las modernas ciencias naturales" e incluso a la "filosofía de las ciencias naturales del siglo XX" (Lenin, t. XIII, pág. 11, ed. rusa).

Contestando a Lunacharski, que, en la pretensión de justificar a sus amigos, los revisionistas en el campo filosófico, decía: "Tal vez nos equivoquemos, pero indagamos", escribía Lenin:

"Por lo que se refiere a mí, también yo soy, en filosofía, un "indagador". En estos apuntes (se trata de la obra "Materialismo y Empiriocriticismo". N. de la R.), me he propuesto como tarea indagar en qué ha venido a para esa gente que predica, bajo el nombre de marxismo, algo increíblemente caótico, confuso y reaccionario" (Obra citada, pág. 12).

Pero, en realidad, el libro de Lenin se salía con mucho del marco de esta modesta tarea. En realidad, este libro no es solamente una crítica de Bogdanov, Yushkevich, Basarov, Valentinov y sus maestros filosóficos, Avenarius y Mach, que en sus obras intentaban enseñar un refinado y pulido idealismo, contraponiéndolo al materialismo marxista. El libro de Lenin es, además de esto, una defensa de los fundamentos teóricos del marxismo, del materialismo dialéctico y del materialismo histórico; una generalización materialista de los descubrimientos más importantes y esenciales de la ciencia en general y, sobre todo, de las ciencias naturales, durante un periodo histórico entero, que va desde la muerte de Engels hasta la aparición de la obra "Materialismo y Empiriocriticismo".

Después de criticar y rebatir cumplidamente a los empiriocriticistas rusos y a sus maestros extranjeros, Lenin llega, en su libro, a las siguientes conclusiones contra el revisionismo teórico-filosófico:

1) "Una falsificación cada vez más sutil y el disfraz cada vez más sutil de las doctrinas antimaterialistas del marxismo: tal es lo que caracteriza al revisionismo moderno, tanto en el campo de la Economía política como en los problemas de táctica y en el campo de la filosofía en general" (Obra citada, pág. 270).

2) "Toda la escuela de Mach y Avenarius tiende al idealismo" (Obra citada, pág. 291).

3) "Nuestros machistas están todos empapados de idealismo" (Obra citada, pág. 282).

4) "Detrás del escolasticismo gnoseológico del empiriocriticismo no se puede por menos de ver la lucha de los partidos en la filosofía, lucha que refleja, en última instancia, las tendencias y la ideología de las clases enemigas dentro de la sociedad moderna" (Obra citada, pág. 292).

5) "El papel objetivo de clase del empiriocriticismo se reduce en absoluto a servir a los fideístas (reaccionarios que anteponen la fe a la ciencia. N. de la R.), en su lucha contra el materialismo en general y contra el materialismo histórico en particular" (Obra citada, pág. 292).

6) "El idealismo filosófico es... el camino hacia el obscurantismo clerical" (Obra citada, pág. 304).

Para poder juzgar la enorme importancia que esta obra de Lenin tiene en la historia del Partido bolshevique, y comprender qué riqueza teórica era la que defendía Lenin contra todos y cada uno de los revisionistas y degenerados del periodo de la reacción stolypiniana, es necesario detenerse a examinar, aunque sea brevemente, los fundamentos del materialismo dialéctico e histórico.

Este examen es tanto más necesario cuanto que el materialismo dialéctico e histórico constituyen el cimiento teórico del comunismo, las bases teóricas del Partido marxista, y todo militante activo del Partido Comunista está obligado a conocer estos fundamentos teóricos y asimilárselos.

Así pues:

1) ¿Qué es el materialismo dialéctico?

2) ¿Qué es materialismo histórico?

2. Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico.[1]

El materialismo dialéctico es la concepción del Partido marxista-leninista. Llámase "materialismo dialéctico" porque su modo de abordar los fenómenos de la naturaleza, su método de estudiar estos fenómenos y de concebirlos, es dialéctico y su interpretación de los fenómenos de la naturaleza, su modo de enfocarlos, su teoría, materialista.

El materialismo histórico es la aplicación de los principios del materialismo dialéctico al estudio de la vida social, la aplicación de los principios del materialismo dialéctico a los fenómenos de la vida de la sociedad, al estudio de ésta y de su historia.

Caracterizando su método dialéctico, Marx y Engels se remiten con frecuencia a Hegel como al filósofo que formuló los rasgos fundamentales de la dialéctica. Pero esto no quiere decir que la dialéctica de Marx y Engels sea idéntica a la dialéctica hegeliana. En realidad, Marx y Engels sólo tomaron de la dialéctica de Hegel se "médula racional", desechando la corteza idealista hegeliana y desarrollando la dialéctica, para darle una forma científica actual.

"Mi método dialéctico -dice Marx- no sólo es fundamentalmente distinto del método de Hegel, sino que es en todo y por todo, su reverso. Para Hegel, el proceso del pensamiento al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo (creador) de lo real y esto, la simple forma externa en que toma cuerpo. Para mí, lo ideal no es, por el contrario, más que lo material traducido y transpuesto a la cabeza de hombre" (C. Marx, Palabras finales a la 2ª edición del t. I del "Capital").

En la caracterización de su materialismo, Marx y Engels se remiten con frecuencia a Feuerbach, como al filósofo que restauró los derechos del materialismo. Pero esto no quiere decir que el materialismo de Marx y Engels se idéntico al materialismo de Feuerbach. En realidad, Marx y Engels sólo tomaron del materialismo de Feuerbach su "médula", desarrollándola hasta convertirla en la teoría científico-filosófica del materialismo, y desechando su escoria idealista y ético-religiosa. Es sabido que Feuerbach, que era en lo fundamental un materialista, se rebelaba contra el nombre de materialismo. Engels declaró más de una vez que "pese al cimiento materialista, Feuerbach no llegó a desprenderse de las ataduras idealistas tradicionales", y que "donde el verdadero idealismo de Feuerbach se pone manifiesto es en su filosofía de la religión y en su ética" (F. Engels, "Ludwig Feuerbach", en Carlos Marx, Obras Escogidas, ed. Europa-América, t. I, págs. 414-417).

La palabra dialéctica viene del griego "dialegos", que quiere decir diálogo o polémica. Los antiguos entendían por dialéctica al arte de descubrir la verdad poniendo de manifiesto las contradicciones implícitas en la argumentación del adversario y superando estas contradicciones. Algunos filósofos de la antigüedad entendía que el descubrimiento de las contradicciones en el proceso discursivo y el choque de las opiniones contrapuestas era el mejor medio para encontrar la verdad. Este método dialéctico de pensamiento, que más tarde se hizo extensivo a los fenómenos naturales, se convirtió en el método dialéctico de conocimiento de la naturaleza, consistente en considerar los fenómenos naturales como sujetos a perpetuo movimiento y cambio y el desarrollo de la naturaleza como resultado del desarrollo de la contradicciones existentes en ésta, como el resultado de la acción mutua de las fuerzas contradictorias en el seno de la naturaleza.

La dialéctica es, fundamentalmente, todo lo contrario de la metafísica.

1) El método dialéctico marxista se caracteriza por los siguientes rasgos fundamentales:

a) Por oposición a la metafísica, la dialéctica no considera la naturaleza como un conglomerado casual de objetos y fenómenos, desligados y aislados unos de otros y sin ninguna relación de dependencia entre sí, sino como un todo articulado y único, en el que los objetos y los fenómenos se hallan orgánicamente vinculados unos a otros, dependen unos de otros y se condicionan los unos a los otros.

Por eso, el método dialéctico entiende que ningún fenómeno de la naturaleza puede ser comprendido, si se le enfoca aisladamente, sin conexión con los fenómenos que le rodean, pues todo fenómeno, tomado de cualquier campo de la naturaleza, puede convertirse en un absurdo, si se le examina sin conexión con las condiciones que le rodean, desligado de ellas; y por el contrario, todo fenómeno puede ser comprendido y explicado, si se le examina en su conexión indisoluble con los fenómenos circundantes y condicionado por ellos.

b) Por oposición a la metafísica, la dialéctica no considera la naturaleza como algo quieto e inmóvil, estancado e inmutable, sino como algo sujeto a perenne movimiento y a cambios constantes, como algo que se renueva y se desarrolla incesantemente y donde hay siempre algo que nace y se desarrolla y algo que muere y caduca.

Por eso, el método dialéctico exige que los fenómenos se examinen, no sólo desde el punto de vista de sus relaciones mutuas y de su mutuo condicionamiento, sino también desde el punto de vista de su movimiento, de sus cambios y de su desarrollo, desde el punto de vista de su nacimiento y de su muerte.

Lo que interesa, sobre todo, al método dialéctico no es lo que en un momento dado parece estable pero comienza ya a morir, sino lo que nace y se desarrolla, aunque en un momento dado parezca poco estable, pues lo único que hay insuperable, según él, es lo que se halla en estado de nacimiento y de desarrollo.

"Toda la naturaleza -dice Engels- desde sus partículas más minúsculas hasta sus cuerpos más gigantescos, desde el grano de arena hasta el sol, desde el protozoo (célula viva primigenia. N. de la R.) hasta el hombre, se halla en estado perenne de nacimiento y muerte, en flujo constante, sujeta a incesantes cambios y movimientos" (Engels, en "Dialéctica de la naturaleza", Obras completas de Marx y Engels, ed. alemana del Instituto Marx-Engels-Lenin, de Moscú, Sonderausgabe, pág. 491).

Por eso la dialéctica -dice Engels- "enfoca las cosas y sus imágenes conceptuales, substancialmente, en sus conexiones mutuas, en su entronque y concatenación, en su dinámica, en su proceso de génesis y caducidad" ("Del socialismo utópico al socialismo científico", en Carlos Marx, Obras Escogidas, ed. Europa-América, t. I, pág. 165).

c) Por oposición a la metafísica, la dialéctica no examina el proceso de desarrollo de los fenómenos como un simple proceso de crecimientos, en que los cambios cuantitativos no se traducen en cambios cualitativos, sino como un proceso en que se pasa de los cambios cuantitativos insignificantes y ocultos a los cambios manifiestos, a los cambios radicales, a los cambios cualitativos; en que éstos se producen, no de modo gradual, sino repentina y súbitamente, en forma de saltos de un estado de cosas a otro, y no de un modo casual, sino con arreglo a leyes, como resultado de la acumulación de una serie de cambios cuantitativos inadvertidos y graduales.

Por eso, el método dialéctico entiende que los procesos de desarrollo no deben concebirse como movimientos circulares, como una simple repetición del camino ya recorrido, sino como movimientos progresivos, como movimientos en línea ascensional, como el tránsito del viejo estado cualitativo a un nuevo estado cualitativo, como la evolución de lo simple a lo complejo, de lo inferior a lo superior.

"La naturaleza -dice Engels- es la piedra de toque de la dialéctica, y las modernas ciencias naturales nos brindan como prueba de esto un acervo de datos extraordinariamente copiosos y enriquecido con cada día que pasa, demostrando con ello que la naturaleza se mueve, en última instancia, por los cauces dialécticos y no por los carriles metafísicos, que no se mueve en la eterna monotonía de un ciclo constantemente repetido, sino que recorre una verdadera historia. Aquí, hay que citar en primer término a Darwin, quien, con su prueba de que toda la naturaleza orgánica existente, plantas y animales, y entre ellos, como es lógico, el hombre, es el producto de un proceso evolutivo que dura millones de años, ha asestado a la concepción metafísica de la naturaleza el más rudo golpe" (F. Engels, "Del socialismo utópico al socialismo científico", en Carlos Marx, Obras Escogidas, t. I, pág. 165).

Caracterizando el desarrollo dialéctico como el tránsito de los cambios cuantitativos a los cambios cualitativos, dice Engels:

"En física... todo cambio es una transformación de cantidad en calidad, una consecuencia del cambio cuantitativo de la masa de movimiento de cualquier forma inherente al cuerpo o que se transmite a éste. Así, por ejemplo, el grado de temperatura del agua no influye para nada, al principio, en su estado líquido; pero, al aumentar o disminuir la temperatura del agua líquida, se llega a un punto en que su estado de cohesión se modifica y el agua se convierte, en un caso, en vapor, y en otro caso, en hielo... Así también, para que el hilo de platino de la lámpara eléctrica se encienda, hace falta un mínimum de corriente; todo metal tiene su grado térmico de fusión, y todo líquido, dentro de una determinada presión, su punto fijo de congelación y de ebullición, en la medida en que los medios de que disponemos nos permiten producir la temperatura necesaria; y, finalmente, todo gas tiene su punto crítico, en que bajo una presión adecuada y enfriamiento se licua en forma de gotas... Las llamadas constantes de la física (los puntos de transición de un estado a otro. N. de la R.) no son, la mayor parte de las veces, más que los nombres de los puntos nodulares en que la suma o la sustracción cuantitativas (cambios cuantitativos) de movimiento provocan cambios cualitativos en el estado del cuerpo de que se trata; en que, por tanto, la cantidad se trueca en calidad" (F. Engels, "Dialéctica de la naturaleza", ed. cit., pág. 503).

Y más adelante, pasando a la química, Engels prosigue:

"Podríamos decir que la química es la ciencia de los cambios cualitativos de los cuerpos por efecto de los cambios operados en su composición cuantitativa. Y esto lo sabía ya el propio Hegel... Basta fijarse en el oxígeno: si combinamos, para formar una molécula, tres átomos en vez de dos, que es lo corriente, produciremos ozono, cuerpo que se distingue de un modo muy definido del oxígeno normal, tanto por su color como por sus efectos. Y no digamos de las diversas proporciones en que el oxígeno se combina con el nitrógeno o con el azufre, y cada una de las cuales produce un cuerpo cualitativamente distinto de los demás" (Obra citada, pág. 528).

Por úlitmo, criticando a Dühring, que colma de injurias a la Hegel -sin perjuicio de tomar de él, a la chita callando, la conocida tesis de que el tránsito del reino de lo insensible al reino de las sensaciones, del mundo inorgánico al mundo de la vida orgánica, representa un salto a un nuevo estado- Engels dice:

"Es, en absoluto, la línea nodular hegeliana de las proporciones de medida, en que el simple aumento o la simple disminución cuantitativa determina, al llegar a un determinado punto nodular, un salto cualitativo, como ocurre, por ejemplo, con el agua puesta a calentar o a enfriar, donde el punto de ebullición y el punto de congelación son los nódulos en -bajo una presión normal- se produce el salto a un nuevo estado de cohesión, es decir, en que la cantidad se trueca en calidad" (F. Engels, "Anti Dühring", pág. 49).

d) Por oposición a la metafísica, la dialéctica parte del criterio de que los objetos y los fenómenos de la naturaleza llevan siempre implícitas contradicciones internas, pues todos ellos tienen su lado positivo y su lado negativo, su pasado y su futuro, su lado de caducidad y su lado de desarrollo; del criterio de que la lucha entre estos lados contrapuestos, la lucha entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que agoniza y lo que nace, entre lo que caduca y lo que se desarrolla, forma el contenido interno del proceso de desarrollo, el contenido interno de la transformación de los cambios cuantitativos en cambios cualitativos.

Por eso, el método dialéctico entiende que el proceso de desarrollo de lo inferior a lo superior no discurre a modo de un proceso de desenvolvimiento armónico de los fenómenos, sino poniendo siempre de relieve las contradicciones inherentes a los objetos y a los fenómenos, en un proceso de "lucha" entre las tendencias contrapuestas que actúan sobre la base de aquellas contradicciones.

"Dialéctica, en sentido estricto, es -dice Lenin- el estudio de las contradicciones contenidas en la misma esencia de los objetos" (Lenin, "Cuadernos filosóficos", pág. 263, ed. rusa).

Y más adelante:

"El desarrollo es la "lucha" entre tendencias contrapuestas" (Lenin, t. XIII, pág. 301, ed. rusa).

Tales son, brevemente expuestos, los rasgos fundamentales del método dialéctico marxista.

No es difícil comprender cuán enorme es la importancia que la difusión de los principios del método dialéctico tiene para el estudio de la vida social y de la historia de la sociedad y qué importancia tan enorme encierra la aplicación de estos principios a la historia de la sociedad y a la actuación práctica del Partido del proletariado.

Si en el mundo no existen fenómenos aislados, si todos los fenómenos están vinculados entre sí y se condicionan unos a otros, es evidente que todo régimen social y todo movimiento social que aparece en la historia debe ser juzgado, no desde el punto de vista de la "justicia eterna" o de cualquier otra idea preconcebida, que es lo que suelen hacer los historiadores, sino desde el punto de vista de las condiciones que han engendrado este régimen y este movimiento sociales y a las cuales se hallan vinculados.

Dentro de las condiciones modernas, el régimen de la esclavitud es un absurdo y una necedad contraria a la lógica. En cambio, dentro de las condiciones de disgregación del régimen del comunismo primitivo, la esclavitud era un fenómeno perfectamente lógico y natural ya que representaba un progreso en comparación con el comunismo primitivo.

La reivindicación de la República democráticoburguesa dentro de las condiciones del zarismo y de la sociedad burguesa, por ejemplo, en la Rusia de 1905, era una reivindicación perfectamente lógica, acertada y revolucionaria, pues la República burguesa representaba, en aquel tiempo, un progreso. En cambio, dentro de las condiciones actuales de la U.R.S.S., la reivindicación de la República democráticoburguesa sería absurda y contrarrevolucionaria, pues, comparada con la República Soviética, la República burguesa significa un retroceso.

Todo depende, pues, de las condiciones, del lugar y del tiempo.

Es evidente que, sin abordar desde este punto de vista histórico los fenómenos sociales, no podría existir ni desarrollarse la ciencia de la historia, pues este modo de abordar los fenómenos es el único que impide a la ciencia histórica convertirse en un caos de sucesos fortuitos y en un montón de los más absurdos errores.

Ahora bien, si el mundo se halla en incesante movimiento y desarrollo, y si la ley de este desarrollo es la extinción de lo viejo y el fortalecimiento de lo nuevo, es evidente que ya no puede haber ningún régimen social "inconmovible", ni pueden existir los "principios eternos" de la propiedad privada y la explotación, ni las "ideas eternas" de sumisión de los campesinos a los terratenientes y de los obreros a los capitalistas.

Esto quiere decir que el régimen capitalista puede ser sustituido por el régimen socialista, del mismo modo que, en su día, el régimen capitalista sustituyó al régimen feudal.

Esto quiere decir que hay que orientarse, no hacia aquellas capas de la sociedad que han llegado ya al término de su desarrollo, aunque en el momento presente constituyan la fuerza predominante, sino hacia aquellas otras que se están desarrollando y que tiene un porvenir, aunque no sean las fuerzas predominantes en el momento actual.

En la década del 80 del siglo pasado, en la época de lucha entre los marxistas y los populistas, el proletariado constituía, en Rusia, una minoría insignificante, en comparación con los campesinos individuales, que formaban la inmensa mayoría de la población. Pero el proletariado se estaba desarrollando como clase, mientras que los campesinos, como clase, se disgregaban. Precisamente por esto, porque el proletariado se estaba desarrollando como clase, los marxistas se orientaban hacia él. Y no se equivocaron, pues, como es sabido, el proletariado se convirtió, andando el tiempo, de una fuerza insignificante en una fuerza histórica y política de primer orden.

Esto quiere decir que en política, para no equivocarse, hay que mirar hacia delante y no hacia atrás.

Continuemos. Si el tránsito de los lentos cambios cuantitativos a los rápidos y súbitos cambios cualitativos constituye una ley del desarrollo, es evidente que las transformaciones revolucionarias llevadas a cabo por las clases oprimidas representan un fenómeno absolutamente natural e inevitable.

Esto quiere decir que el paso del capitalismo al socialismo y la liberación de la clase obrera del yugo capitalista no puede realizarse por medio de cambios lentos, por medio de reformas, sino sólo mediante la transformación cualitativa del régimen capitalista, es decir, mediante la revolución.

Esto quiere decir que en política, para no equivocarse, hay que ser revolucionario y no reformista.

Pues bien, si el proceso de desarrollo es un proceso de revelación de contradicciones internas, un proceso de choques entre fuerzas contrapuestas, sobre la base de estas contradicciones, y con el fin de superarlas, es evidente que la lucha de clases del proletariado constituye un fenómeno perfectamente natural e inevitable.

Esto quiere decir que lo que hay que hacer, no es disimular las contradicciones del régimen capitalista, sino ponerlas al desnudo y desplegarlas en toda su extensión; no amortiguar la lucha de clases, sino llevarla a término consecuentemente.

Esto quiere decir que en política, para no equivocarse, hay que mantener una política proletaria, de clase, intransigente, y no una política reformista de armonía de intereses entre el proletariado y la burguesía, una política oportunista de "evolución pacífica" del capitalismo al socialismo.

En esto consiste el método dialéctico marxista, aplicado a la vida social y a la historia de la sociedad.

Por lo que se refiere al materialismo filosófico marxista, es, fundamentalmente, lo opuesto al idealismo filosófico.

2) El materialismo filosófico marxista se caracteriza por los siguientes rasgos fundamentales:

A) Por oposición al idealismo, que considera el mundo como la materialización de la "idea absoluta", del "espíritu universal", de la "conciencia", el materialismo filosófico de Marx parte del criterio de que el mundo es, por su naturaleza, algo material; de que los múltiples y variados fenómenos del mundo constituyen diversas formas y modalidades de la materia en movimiento; de que los vínculos mutuos y las relaciones de interdependencia entre los fenómenos que el método dialéctico pone de relieve son las leyes, con arreglo a las cuales se desarrolla la materia en movimiento; de que el mundo se desarrolla con arreglo a las leyes que rigen el movimiento de la materia, sin necesidad de ningún "espíritu universal".

"La concepción materialista del mundo -dice Engels- se limita sencillamente a concebir la naturaleza tal y como es, sin ninguna clase de aditamentos extraños" (F. Engels, "Ludwig Feuerbach", en Carlos Marx, Obras Escogidas, ed. Europa-América, t. I, pág. 413).

Refiriéndose a la concepción materialista de un filósofo de la antigüedad, Heráclito, según el cual "el mundo forma una unidad por sí mismo y no ha sido creado por ningún dios ni por ningún hombre, sino que ha sido, es y será eternamente un fuego vivo que se enciende y se apaga con arreglo a leyes", dice Lenin: "He aquí una excelente definición de los principios del materialismo dialéctico" (Lenin, "Cuadernos filosóficos", pág. 318).

B) Por oposición al idealismo, el cual afirma que sólo nuestra conciencia tiene una existencia real y que el mundo material, el ser, la naturaleza, sólo existen en nuestra conciencia, en nuestras sensaciones, en nuestras percepciones, en nuestras ideas, el materialismo filosófico marxista parte del criterio de que la materia, la naturaleza, el ser, son una realidad objetiva, existen fuera de nuestra conciencia e independientemente de ella, de que la materia es lo primario, ya que constituye la fuente de la que se derivan las sensaciones, las percepciones y la conciencia, y ésta lo secundario, lo derivado, ya que es la imagen refleja de la materia, la imagen refleja del ser; parte del criterio de que el pensamiento es un producto de la materia al llegar a un alto grado de perfección en su desarrollo, y más concretamente, un producto del cerebro y éste el órgano del pensamiento, y de que, por tanto, no cabe, a menos de caer en un craso error, separar el pensamiento de la materia.

"El problema de la relación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza es -dice Engels- el problema supremo de toda la filosofía... Los filósofos se dividían en dos grandes campos, según la contestación que diesen a esta pregunta. Los que afirmaban el carácter primario del espíritu frente a la naturaleza... formaban en el campo del idealismo. Los otros, los que reputaban la naturaleza como lo primario, figuran en las diversas escuelas del materialismo" (F.Engels, "Ludwig Feuerbach", en Carlos Marx, Obras Escogidas, t. I, págs. 407-408).

Y más adelante:

"El mundo material y perceptible por los sentidos, del que formamos parte también los hombres, es el único mundo real... Nuestra conciencia y nuestro pensamiento, por muy desligados de los sentidos que parezcan, son el producto de un órgano material, físico: el cerebro. La materia no es un producto del espíritu, sino éste el producto supremo de la materia" (F. Engels, obra citada, pág. 411).

Refiriéndose al problema de la materia y el pensamiento, manifiesta Marx:

"No es posible separar el pensamiento de la materia pensante. La materia es el sujeto de todos los cambios" (Obra citada, pág. 380).

Caracterizando el materialismo filosófico marxista, dice Lenin:

"El materialismo en general reconoce la existencia real y objetiva del ser (la materia), independientemente de la conciencia, de las sensaciones, de la experiencia... La conciencia... no es más que un reflejo del ser, en el mejor de los casos su reflejo más o menos exacto (adecuado, ideal en cuanto a precisión)" (Lenin, t. XIII, págs. 266-267, edición rusa).

Y en otros pasajes:

a) "Es materia lo que, actuando sobre nuestros órganos sensoriales, produce las sensaciones; la materia es la realidad objetiva que las sensaciones nos transmiten... La materia, la naturaleza, al existencia, lo físico, es lo primario; el espíritu, la conciencia, las sensaciones, lo psíquico, lo secundario" (Obra citada, págs. 119-120).

b) "El cuadro del mundo es el cuadro de cómo se mueve y cómo piensa la materia" (Obra citada, pág. 125).

c) "El cerebro es el órgano del pensamiento" (Obra citada, pág. 125).

C) Por oposición al idealismo, que disputa la posibilidad de conocer el mundo y las leyes por que se rige, que no cree en la veracidad de nuestros conocimientos, que no reconoce la verdad objetiva y entiende que el mundo está lleno de "cosas en sí", que jamás podrán ser conocidas por la ciencia, el materialismo filosófico marxista parte del principio de que el mundo y las leyes por que se rige son perfectamente cognoscibles, de que nuestros conocimiento acerca de las leyes de la naturaleza, comprobados por la experiencia, por la práctica, son conocimientos veraces, que tienen el valor de verdades objetivas, de que en el mundo no hay cosas incognoscibles, sino simplemente cosas aun no conocidas, pero que la ciencia y la experiencia se encargarán de revelar y de dar a conocer.

Criticando las tesis de Kant y de otros idealistas acerca de la incognoscibilidad del mundo y de las "cosas en sí" incognoscibles y defendiendo la consabida tesis del marxismo acerca de la veracidad de nuestros conocimientos, escribe Engels:

"La refutación más contundente de estas manías, como de todas las demás manías filosóficas, es la práctica, o sea el experimento y la industria. Si podemos demostrar la exactitud de nuestro modo de concebir un proceso natural reproduciéndolo nosotros mismo, creándolo como resultado de sus mismas condiciones, y si, además, los ponemos al servicio de nuestros propios fines, daremos al traste con la "cosa en sí" inasequible de Kant. Las sustancias químicas producidas en el mundo vegetal y animal siguieron siendo "cosas en sí" inasequibles hasta que la química orgánica comenzó a producirlas unas tras otras; con ello, la "cosa en sí" se convirtió en una cosa para nosotros, como, por ejemplo, la materia colorante de la rubia, la alizarina, que hoy ya no se extrae de la raíz natural de aquella planta, sino que se obtiene de alquitrán de carbón, procedimiento mucho más barato y más sencillo. El sistema solar de Copérnico fue durante trescientos años una hipótesis, por la que se podía apostar cien, mil, diez mil contra uno, pero a pesar de todo, una hipótesis, hasta que Leverrier, con los datos tomados de este sistema, pudo calcular, no sólo la necesidad de la existencia de un planeta desconocido, sino, además, el lugar en que este planeta tenía que encontrarse en el firmamento, y hasta que vino luego Galle y descubrió efectivamente este planeta: a partir de este momento, el sistema de Copérnico quedó demostrado" (Carlos Marx, Obras Escogidas, t. I, pág. 409).

Acusando a Bogdanov, Basarov, Yushkevich y otros partidarios de Mach de fideísmo y defendiendo la consabida tesis del materialismo de que nuestros conocimientos científicos acerca de las leyes por las que se rige la naturaleza son conocimientos veraces y de que las leyes de la ciencia constituyen verdades objetivas, dice Lenin:

"El fideísmo moderno no rechaza, ni mucho menos, la ciencia; lo único que rechaza son las "pretensiones desmesuradas" de la ciencia, y concretamente, sus pretensiones de verdad objetiva. Si existe una verdad objetiva (como entienden los materialistas) y si las ciencias naturales, reflejando el mundo exterior en la "experiencia" del hombre, son las únicas que pueden darnos esa verdad objetiva, todo fideísmo queda refutado incontrovertiblemente" (Lenin, t. XII, página 102, ed. rusa).

Tales son, brevemente expuestos, los rasgos característicos del materialismo filosófico marxista.

Fácil es comprender la importancia tan enorme que tiene la aplicación de los principios del materialismo filosófico al estudio de la vida social, el estudio de la historia de la sociedad, la importancia tan enorme que tiene el aplicar estos principios a la historia de la sociedad y a la actuación práctica del Partido del proletariado.

Si la ley por la que se rige el desarrollo de la naturaleza es la relación entre los fenómenos naturales y su interdependencia, de aquí se deduce que la relación e interdependencia entre los fenómenos sociales no constituyen tampoco un hecho fortuito, sino la ley por la que se rige el desarrollo de la sociedad.

Esto quiere decir que la vida social y la historia de la sociedad ya no son un conglomerado de hechos "fortuitos", pues la historia de la sociedad se convierte en el desarrollo de la sociedad con arreglo a sus leyes, y el estudio de la historia de la sociedad adquiere categoría de ciencia.

Esto quiere que la actuación práctica del Partido del proletariado debe basarse, no en lo buenos deseos de las "ilustres personalidades", no en los postulados de la "razón", de la "moral universal", etc., sino en las leyes del desarrollo de la sociedad y en el estudio de éstas.

Ahora bien, si el mundo es cognoscible, y nuestros conocimientos acerca de las leyes que rigen el desarrollo de la naturaleza son conocimientos veraces, que tiene el valor de verdades objetivas, esto quiere decir que también la vida social, el desarrollo de la sociedad, son susceptibles de ser conocidos; y que los datos que nos brinda la ciencia sobre las leyes del desarrollo de la sociedad son datos veraces, que tienen el valor de verdades objetivas.

Esto quiere decir que la ciencia que estudia la historia de la sociedad puede adquirir, pese a toda la complejidad de los fenómenos de la vida social, la misma precisión que la biología, por ejemplo, ofreciéndonos la posibilidad de dar una aplicación práctica a las leyes que rigen el desarrollo de la sociedad.

Esto quiere decir que, en su actuación práctica, el Partido del proletariado debe guiarse, no por estos o los otros motivos fortuitos, sino por las leyes que rigen el desarrollo de la sociedad y por las conclusiones que de ellas se derivan.

Esto quiere decir que el socialismo deja de ser un sueño acerca de un futuro mejor de la Humanidad, para convertirse en una ciencia.

Esto quiere decir que el enlace entre la ciencia y la actuación práctica, entre la teoría y la práctica, su unidad, debe ser la estrella polar que guíe al Partido del proletariado.

Luego, si la naturaleza, la existencia, el mundo material son lo primario, y la conciencia, el pensamiento, lo secundario, lo derivado; si el mundo material constituye la realidad objetiva, que existe independientemente de la conciencia del hombre, y la conciencia es la imagen refleja de esta realidad objetiva, de aquí se deduce que la vida material de la sociedad, su existencia, es también lo primario, y su vida espiritual, lo secundario, lo derivado; que la vida material de la sociedad es la realidad objetiva, que existe independientemente de la voluntad de los hombres, y la vida espiritual de la sociedad, el reflejo de esta realidad objetiva, el reflejo del ser.

Esto quiere decir que la fuente donde se forma la vida espiritual de la sociedad, la fuente de la que emanan las ideas sociales, las teorías sociales, las concepciones y las instituciones políticas hay que buscarla, no en estas mismas ideas, teorías, concepciones e instituciones políticas, sino en las condiciones de la vida material de la sociedad, en la existencia social, de la cual son reflejos estas ideas, teorías, concepciones, etc.

Esto quiere decir que si en los diversos periodos de la historia de la sociedad nos encontramos con diversas ideas, teorías y concepciones sociales e instituciones políticas diferentes; si bajo el régimen de la esclavitud observamos unas ideas, teorías y concepciones sociales, unas instituciones políticas, bajo el feudalismo otras, y otras distintas bajo el capitalismo, la explicación de esto no está en la "naturaleza", ni en la "peculiaridad" de las propias ideas, teorías, concepciones e instituciones políticas, sino en las distintas condiciones de la vida material de la sociedad dentro de los diversos periodos de desarrollo social.

Según sean las condiciones de existencia de la sociedad, las condiciones en que se desenvuelve su vida material, así son sus ideas, sus teorías, sus concepciones e instituciones políticas.

En relación con esto, dice Marx:

"No es la conciencia del hombre la que determina su existencia, sino, por el contrario, su existencia social la que determina su conciencia" (Carlos Marx, Obras Escogidas, t. I, pág. 339).

Esto quiere decir que, en política, para no equivocarse y no convertirse en una colección de vacuos soñadores, el Partido del proletariado debe tomar como punto de partida para su actuación, no los "principios" abstractos de la "razón humana", sino las condiciones concretas de la vida material de la sociedad, que constituyen la fuerza decisiva del desarrollo social; no los buenos deseos de los "grandes hombres", sino las exigencias reales impuestas por el desarrollo de la vida material de la sociedad.

El fracaso de los utopistas, incluyendo entre ellos los populistas, los anarquistas y los socialrevolucionarios, se explica, entre otras razones, porque no reconocían la importancia primaria de la condiciones de vida material de la sociedad en cuanto al desarrollo de ésta, sino que, cayendo en el idealismo, erigían toda la actuación práctica, no sobre la exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad, sino, independientemente de ellas y en contra de ellas, sobre "planes ideales" y "proyectos universales", desligados de la vida real de la sociedad.

La fuerza y la vitalidad del marxismo-leninismo estriban precisamente en que toma como base para su actuación práctica las exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad, sin desligarse jamás de la vida real de ésta.

Sin embargo, de las palabras de Marx no se desprende que las ideas y las teorías sociales, las concepciones y las instituciones políticas, no tengan importancia alguna en la vida de la sociedad, que no ejerzan de rechazo una influencia sobre la existencia social, sobre el desarrollo de las condiciones materiales de la vida de la sociedad. Hasta ahora, nos hemos venido refiriendo únicamente al origen de las ideas y teoría sociales y de las concepciones e instituciones políticas, a su nacimiento, al hecho de que la vida espiritual de la sociedad es el reflejo de las condiciones de su vida material. En lo tocante a la importancia de las ideas y teorías sociales y de las concepciones e instituciones políticas, en lo tocante al papel que desempeñan en la historia, el materialismo histórico no sólo no niega, sino que, por el contrario, subraya la importancia del papel y de la significación que les corresponde en la vida y en la historia de la sociedad.

Pero las ideas y teorías sociales no son todas iguales. Hay ideas y teorías viejas que han cumplido ya su misión y que sirven a los intereses de fuerzas sociales caducas. Su papel consiste en frenar el desarrollo de la sociedad, su marcha progresiva. Y hay ideas y teorías nuevas, avanzadas, que sirven a los intereses de las fuerzas de vanguardia de la sociedad. El papel de éstas consiste en facilitar el desarrollo de la sociedad, su marcha progresiva, siendo su importancia tanto más grande cuanto mayor sea la exactitud con que respondan a las exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad.

Las nuevas ideas y teorías sociales sólo surgen después que el desarrollo de la vida material de la sociedad plantea a ésta nuevas tareas. Pero después de surgir se convierten en una fuerza importante, que facilita la ejecución de estas nuevas tareas planteadas por el desarrollo de la vida material de la sociedad, que facilita los progresos de ésta. Es aquí, precisamente, donde se acusa la formidable importancia organizadora, movilizadora y transformadora de las nuevas ideas, de las nuevas teorías y de las nuevas concepciones políticas, de las nuevas instituciones políticas. Por eso, las nuevas ideas y teorías sociales surgen en rigor, porque son necesarias para la sociedad, porque sin su labor organizadora, movilizadora y transformadora sería imposible llevar a cabo las tareas que plantea el desarrollo de la vida material de la sociedad y que están ya en sazón de ser cumplidas. Y como surgen sobre la base de las nuevas tareas planteadas por el desarrollo de la vida material de la sociedad, las nuevas ideas y teorías sociales se abren paso, se convierten en patrimonio de las masas populares, movilizan y organizan a éstas contra las fuerzas sociales caducas, facilitando así el derrocamiento de estas fuerzas sociales caducas que frenan el desarrollo de la vida material de la sociedad.

He aquí como las ideas y teorías sociales, las instituciones políticas, que brotan sobre la base de las tareas ya maduras para su solución planteadas por el desarrollo de la vida material de la sociedad, por el desarrollo de la existencia social, actúan luego, a su vez, sobre esta existencia social, sobre la vida material de la sociedad, creando las condiciones necesarias para llevar a término la ejecución de las tareas ya maduras de la vida material de la sociedad y hacer posible su desarrollo ulterior.

En relación con esto, dice Marx:

"La teoría se convierte en una fuerza material tan pronto como prende en las masas" (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. I, pág. 406).

Esto quiere decir que para poder actuar sobre las condiciones de la vida material de la sociedad y acelerar su desarrollo, acelerar su mejoramiento, el Partido del proletariado tiene que apoyarse en una teoría social, en una idea social que refleje certeramente las exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad y que, gracias a ello, sea capaz de poner en movimiento a las grandes masas del pueblo, de movilizarlas y organizar con ellas el gran ejército del Partido proletario apto para aplastar a las fuerzas reaccionarias y allanar el camino a las fuerzas avanzadas de la sociedad.

El fracaso de los "economistas" y de los mensheviques se explica, entre otras razones, por el hecho de que no reconocían la importancia movilizadora, organizadora y transformadora de la teoría de vanguardia, de la idea de vanguardia y, cayendo en un materialismo vulgar, reducían su papel casi a la nada, y consiguientemente condenaban al Partido a la pasividad, a vivir vegetando.

La fuerza y la vitalidad del marxismo-leninismo estriban en que se apoya en una teoría de vanguardia que refleja certeramente las exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad, y que coloca a la teoría a la altura que le corresponde y considera su deber utilizar íntegramente su fuerza de movilización, de organización y de transformación.

Así es como resuelve el materialismo histórico el problema de las relaciones entre la existencia social y la conciencia social, entre las condiciones de desarrollo de la vida material y el desarrollo de la vida espiritual de la sociedad.

Resta sólo contestar a estas preguntas: ¿Qué se entiende, desde el punto de vista del materialismo histórico, por "condiciones de vida material de la sociedad", que son la que determinan, en última instancia, la fisonomía de la sociedad, sus ideas, sus concepciones, instituciones políticas, etc.?

¿Cuáles son esas "condiciones de vida material de la sociedad", cuáles son sus rasgos característicos?

Es indudable que en este concepto de "condiciones de vida material de la sociedad" entra, ante todo, la naturaleza que rodea a la sociedad, el medio geográfico, que es una de las condiciones necesarias y constantes de la vida material de la sociedad y que, naturalmente, influye en el desarrollo de ésta. ¿Cuál es el papel del medio geográfico en el desarrollo de la sociedad? ¿No será, acaso, el medio geográfico el factor fundamental que determina la fisonomía de la sociedad, el carácter del régimen social de los hombres, la transición de un régimen a otra?

El materialismo histórico contesta negativamente a esta pregunta.

El medio geográfico es, indiscutiblemente, una de las condiciones constantes y necesarias del desarrollo de la sociedad e influye, indudablemente, en él, acelerándolo o amortiguándolo. Pero esta influencia no es determinante, ya que los cambios y el desarrollo de la sociedad se operan con una rapidez incomparablemente mayor que los que afectan al medio geográfico. En el transcurso de tres mil años, Europa vio desparecer tres regímenes sociales: el del comunismo primitivo, el de la esclavitud y el régimen feudal, y en la parte oriental de Europa, en la U.R.S.S., fenecieron cuatro. Pues bien, durante este tiempo, las condiciones geográficas de Europa no sufrieron cambio alguno, o si sufrieron fue tan leve que la geografía no cree que merece la pena registrarlo. Y se comprende que sea así. Para que el medio geográfico experimente cambios de cierta importancia, hacen falta millones de años, mientras que en unos cientos o en un par de miles de años pueden operarse incluso cambios de la mayor importancia en el régimen social.

De aquí se desprende que el medio geográfico no puede ser la causa fundamental, el factor determinante del desarrollo social, pues, ¿cómo lo que permanece casi invariable a través de decenas de miles de años va a poder ser la causa fundamental a que obedezca el desarrollo de lo que en el espacio de unos cuantos cientos de años experimenta cambios radicales?

Asimismo, es indudable que el crecimiento de la población, la mayor o menor densidad de población, es también un factor que forma parte del concepto de las "condiciones materiales de vida de la sociedad", ya que entre estas condiciones materiales se cuenta como elemento necesario el hombre, y no podría existir la materialidad de la vida social sin un determinado mínimum de seres humanos. ¿No será, acaso, el desarrollo de la población el factor cardinal que determina el carácter del régimen social en que viven los hombres?

El materialismo histórico contesta negativamente también a esta pregunta.

Es indudable que el crecimiento de la población influye en el desarrollo de la sociedad, facilitando o entorpeciendo este desarrollo, pero no puede ser el factor cardinal a que obedece, ni su influencia puede tener un carácter determinante en cuanto al desarrollo social, ya que el crecimiento de la población de por sí no nos ofrece la clave para explicar por qué un régimen social dado es sustituido precisamente por un determinado régimen nuevo y no por otro, por qué el régimen del comunismo primitivo fue sustituido precisamente por el régimen de la esclavitud; el régimen esclavista por el régimen feudal y éste por el burgués, y no por otros cualesquiera.

Si el crecimiento de la población fuese el factor determinante del desarrollo social, a una mayor densidad de población tendría que corresponder forzosamente, en la práctica, un tipo proporcionalmente más elevado de régimen social. Pero en realidad no ocurre así. La densidad de la población de China es cuatro veces mayor que la de los Estados Unidos, a pesar de lo cual los Estados Unidos ocupan un lugar más elevado que China en lo que a desarrollo social se refiere, pues mientras que en China sigue imperando el régimen semifeudal, los Estados Unidos, hace ya mucho tiempo que han llegado a la fase culminante de desarrollo del capitalismo. La densidad de población de Bélgica es 19 veces mayor que la de los Estados Unidos y 26 veces mayor que la de la U.R.S.S., y, sin embargo, Norteamérica sobrepasa a Bélgica en lo tocante a su desarrollo social, y la U.R.S.S., le lleva de ventaja toda una época histórica, pues mientras que en Bélgica impera el régimen capitalista, la U.R.S.S. ha liquidado ya el capitalismo e instaurado el régimen socialista.

De aquí se desprende que el crecimiento de la población no es ni puede ser el factor cardinal en el desarrollo de la sociedad, el factor determinante del carácter del régimen social, de la fisonomía de sociedad.

¿Cuál es, entonces, dentro del sistema de las condiciones materiales de vida de la sociedad, el factor cardinal que determina la fisonomía de aquella, el carácter del régimen social, el paso de la sociedad de un régimen social a otro?

Este factor es, según el materialismo histórico, el modo de obtención de los medios de vida necesarios para la existencia del hombre, el modo de producción de los bienes materiales, del alimento, del vestido, del calzado, de la vivienda, del combustible, de los instrumentos de producción, etc., necesarios para que la sociedad pueda vivir y desarrollarse.

Para vivir, el hombre necesita alimentos, vestido, calzado, vivienda, combustible, etc.; para obtener estos bienes materiales, tiene que producirlos, y para poder producirlos necesita disponer de medios de producción, con ayuda de los cuales se consigue el alimento, se fabrica el vestido, el calzado, se construye la vivienda, se obtiene el combustible, etc.; necesita aprender a producir estos instrumentos y a servirse de ellos.

Instrumentos de producción, con ayuda de los cuales se producen los bienes materiales, y hombres que los manejan y efectúan la producción de los bienes materiales, por tener una cierta experiencia productiva y hábitos de trabajo: tales son los elementos que en conjunto forman las fuerzas productivas de la sociedad.

Pero las fuerzas productivas no son más que uno de los aspectos de la producción, uno de los aspectos del modo de producción, el aspecto que refleja la relación entre el hombre y los objetos y las fuerzas de la naturaleza empleados para la producción de los bienes materiales. El otro factor de la producción, el otro aspecto del modo de producción, lo constituyen las relaciones de unos hombres con otros dentro del proceso de la producción, las relaciones de producción entre los hombres. Los hombres no luchan con la naturaleza y no la utilizan para la producción de bienes materiales aisladamente, desligados unos de otros, sino juntos, en grupos, en sociedades. Por eso, la producción es siempre y bajo cualesquiera condiciones una producción social. Al efectuar la producción de los bienes materiales, los hombres establecen entre sí, dentro de la producción, tales o cuales relaciones mutuas, tales o cuales relaciones de producción. Estas relaciones pueden ser relaciones de colaboración y ayuda mutua entre hombres libres de toda explotación, pueden ser relaciones de imperio y subordinación o pueden ser, por último, relaciones de tipo transitorio entre la primera forma y la segunda. Pero , cualquiera que sea su carácter, las relaciones de producción constituyen -siempre y en todos los regímenes- un elemento tan necesario de la producción como las mismas fuerzas productivas de la sociedad.

"En la producción -dice Marx- los hombres no actúan solamente sobre la naturaleza, sino que actúan también los unos sobre los otros. No pueden producir sin asociarse de un cierto modo para actuar en común y establecer un intercambio de actividades. Para producir, los hombres contraen determinados vínculos y relaciones, y a través de estos vínculos y relaciones sociales, y sólo a través de ellos, es cómo se relacionan con la naturaleza y como se efectúa la producción" (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, ed. citada, t. V, pág. 429).

Consiguientemente, la producción, el modo de producción, no abarca solamente las fuerzas productivas de la sociedad, sino también las relaciones de producción entre los hombres, relaciones que son, por tanto, la forma en que toma cuerpo su unidad dentro del proceso de la producción de bienes materiales.

Una de las características, de la producción es que jamás se estanca en un punto durante un largo periodo, sino que cambia y se desarrolla constantemente, con la particularidad de que estos cambios operados en el modo de producción provocan inevitablemente el cambio de todo el régimen social, de las ideas sociales, de las concepciones e instituciones políticas; provocan la reorganización de todo el sistema político y social. En las diversas fases de desarrollo, el hombre emplea diversos modos de producción o, para decirlo en términos más vulgares, mantiene distinto género de vida. Bajo el régimen del comunismo primitivo, el modo de producción empleado es distinto que bajo la esclavitud, bajo el régimen de la esclavitud es distinto que bajo el feudalismo, etc. Y, en consonancia con esto, varían también el régimen social de vida de los hombres, su vida espiritual, sus concepciones e instituciones políticas.

Según sea el modo de producción existente en una sociedad, así es también, fundamentalmente, esta misma sociedad y así son sus ideas y sus teorías, sus concepciones e instituciones políticas.

O, para decirlo en términos más vulgares, según vive el hombre, así piensa.

Esto significa que la historia del desarrollo de la sociedad es, ante todo, la historia del desarrollo de la producción, la historia de los modos de producción que se suceden unos a otros a lo largo de los siglos, la historia del desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción entre los hombres.

Esto quiere decir que la historia del desarrollo social es, al propio tiempo, la historia de los propios productores de bienes materiales, la historia de las masas trabajadoras, que son el factor fundamental del proceso de producción y las que llevan a cabo la producción de los bienes materiales necesarios para la existencia de la sociedad.

Esto quiere decir que la ciencia histórica, si pretende ser una verdadera ciencia, no debe seguir reduciendo la historia del desarrollo social a los actos de los reyes y de los caudillos militares, a los actos de los "conquistadores" y "avasalladores" de Estados, sino que debe ocuparse, ante todo, de la historia de los productores de los bienes materiales, de la historia de las masas trabajadoras, de la historia de los pueblos.

Esto quiere decir que la clave para el estudio de las leyes de la historia de la sociedad no hay que buscarlas en las cabezas de los hombres, en las ideas y concepciones de la sociedad, sino en el modo de producción aplicado por la sociedad en cada uno de sus periodos históricos, es decir, en la economía de la sociedad.

Esto quiere decir que la tarea primordial de la ciencia histórica es el estudio y el descubrimiento de las leyes de la producción, de las leyes del desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción, de las leyes del desarrollo económico de la sociedad.

Esto quiere decir que el Partido del proletariado, para ser un verdadero partido, debe, ante todo, conocer cumplidamente las leyes del desarrollo de la producción, las leyes del desarrollo económico de la sociedad.

Esto quiere decir que en política, para no equivocarse, el Partido del proletariado debe, ante todo, tanto en lo que se refiere a la formación de su programa como en lo que atañe a su actuación práctica, arrancar de las leyes del desarrollo de la producción, de las leyes del desarrollo económico de la sociedad.

La segunda característica de la producción consiste en que sus cambios y su desarrollo arrancan siempre, como de su punto de partida, de los cambios y del desarrollo de las fuerzas productivas, y, ante todo, de los que afectan a los instrumentos de producción. Las fuerzas productivas constituyen, por tanto, el elemento más dinámico y más revolucionario de la producción. Al principio, cambian se desarrollan las fuerzas productivas de la sociedad, y luego, con sujeción a estos cambios y congruentemente con ellos, cambian las relaciones de producción entre los hombres, sus relaciones económicas. Sin embargo, esto no quiere decir que las relaciones de producción no influyan sobre el desarrollo de las fuerzas productivas y que éstas no dependan de aquéllas. Las relaciones de producción, aunque su desarrollo dependa del de las fuerzas productivas, actúan a su vez sobre el desarrollo de éstas, acelerándolo o amortiguándolo. A este propósito, conviene advertir que las relaciones de producción no pueden quedarse por un tiempo demasiado largo rezagadas de las fuerzas productivas al crecer éstas, ni hallarse en contradicción con ellas, ya que las fuerzas productivas sólo pueden desarrollarse plenamente cuando las relaciones de producción están en armonía con ellas por su carácter y su estado de progreso y dejan margen para su desarrollo. Por eso, por muy rezagadas que las relaciones de producción se queden respecto al desarrollo de las fuerzas productivas, tienen necesariamente que ponerse y se ponen realmente -más tarde o más temprano- en armonía con el nivel del desarrollo de las fuerzas productivas y con el carácter de éstas. En otro caso, nos encontraríamos ante una ruptura radical de la unidad entre las fuerzas productivas y la relaciones de producción dentro del sistema de ésta, con un descoyuntamiento de la producción en bloque, con una crisis de producción, con el derrumbamiento de las fuerzas productivas.

Un ejemplo de desarmonía entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, de conflicto entre ambos factores, lo tenemos en las crisis económicas de los países capitalistas, donde la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción está en violenta discordancia con el carácter social del proceso de producción, con el carácter de las fuerzas productivas. Resultado de esta discordancia son las crisis económicas, que conducen a la destrucción de las fuerzas productivas; y esta discordancia constituye, de por sí, la base económica de la revolución social, cuya misión consiste en destruir las relaciones de producción existentes, para crear otras nuevas, en armonía con el carácter de las fuerzas productivas.

Por el contrario, el ejemplo de una armonía completa entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, nos lo ofrece la Economía socialista de la U.R.S.S., donde la propiedad social sobre los medios de producción concuerda plenamente con el carácter social del proceso de la producción y donde, por tanto, no existen crisis económicas ni se producen casos de destrucción de las fuerzas productivas.

Por consiguiente, las fuerzas productivas no son solamente el elemento más dinámico y más revolucionario de la producción, sino que son, además, el elemento determinante de su desarrollo.

Según sean las fuerzas productivas, así tienen que ser también las relaciones de producción.

Si el estado de las fuerzas productivas responde a la pregunta de con qué instrumento de producción crean los hombres los bienes materiales que les son necesarios, el estado de las relaciones de producción responde ya a otra pregunta: ¿en poder de quién están los medios de producción (la tierra, los bosques, las aguas, el subsuelo, las materias primas, las herramientas y los edificios de producción, las vías y medios de comunicación, etc.); a disposición de quién se hallan los medios de producción; a disposición de toda la sociedad, o a disposición de determinados individuos, grupos o clases, que los emplean para explotar a otros individuos, grupos o clases?

He aquí un cuadro esquemático del desarrollo de las fuerzas productivas desde los tiempos primitivos hasta nuestros días. De las herramientas de piedra sin pulimentar se pasa al arco y la flecha y, en relación con esto, de la caza como sistema de vida a la domesticación de animales y a la ganadería primitiva; de las herramientas de piedra se pasa a las herramientas de metal (al hacha de hierro, arado con reja de hierro, etc.) y, en consonancia con esto, al cultivo de las plantas y a la agricultura; viene luego el mejoramiento progresivo de las herramientas metálicas para la elaboración de materiales, se pasa a la fragua de fuelle y a la alfarería y, en consonancia con esto, se desarrollan los oficios artesanos, se desglosan estos oficios de la agricultura, se desarrolla la producción independiente de los artesanos y, más tarde, la manufactura; de los instrumentos artesanos de producción se pasa a la máquina, y la producción artesana y manufacturera se transforma en la industria mecánica, y, por último, se pasa al sistema de máquinas, y aparece la gran industria mecánica moderna: tal es, en líneas generales y no completas, ni mucho menos, el cuadro de desarrollo de las fuerzas productivas sociales a lo largo de la historia de la Humanidad. Además, como es lógico, el desarrollo y perfeccionamiento de los instrumentos de producción corren a cargo de hombres relacionados con la producción y no se realizan con independencia de éstos; por tanto, a la par con los cambios y el desarrollo de los instrumentos de producción, cambian y se desarrollan también los hombres, como el elemento más importante de las fuerzas productivas, cambian y se desarrollan su experiencia, en punto a la producción, sus hábitos de trabajo y su talento para el empleo de los instrumentos de producción.

En consonancia con los cambios y el desarrollo experimentados por las fuerzas productivas de la sociedad en el curso de la historia, cambian también y se desarrollan las relaciones de producción entre los hombres, sus relaciones económicas.

La historia conoce cinco tipos fundamentales de relaciones de producción: el comunismo primitivo, la esclavitud, el feudalismo, el capitalismo y el socialismo.

Bajo el régimen del comunismo primitivo, la base de las relaciones de producción es la propiedad social sobre los medios de producción. Esto es lo que, en substancia, corresponde al carácter de las fuerzas productivas durante este periodo. Las herramientas de piedra y el arco y la flecha, que aparecen más tarde, excluían la posibilidad de luchar aisladamente contra las fuerzas de la naturaleza y contra las bestias feroces. Si no querían morir de hambre, ser devorados por la fieras o sucumbir a manos de las tribus vecinas, los hombres de aquella época veíanse obligados a trabajar en común, y así era cómo recogían los frutos en el bosque, cómo organizaban la pesca, cómo construían sus viviendas, etc. El trabajo en común condujo a la propiedad en común sobre los instrumentos de producción al igual que sobre los productos. Aun no había surgido la idea de la propiedad privada sobre los medios de producción, exceptuando la propiedad personal de ciertas herramientas, que al mismo tiempo que herramientas de trabajo eran armas de defensa contra las bestias feroces. No existía aún explotación, no existían clases.

Bajo el régimen de la esclavitud, la base de las relaciones de producción es la propiedad del esclavista sobre los medios de producción, así como también sobre los propios productores, los esclavos, a quienes el esclavista podía vender, comprar y matar, como a ganado. Estas relaciones de producción se hallan, fundamentalmente, en consonancia con el estado de las fuerzas productivas durante este periodo. Ahora, en vez de las herramientas de piedra, el hombre dispone ya de herramientas de metal. En vez de aquella mísera economía primitiva basada en la caza y que no conocía ni la ganadería ni la agricultura, existen la ganadería, la agricultura, los oficios artesanos y la división del trabajo entre estas diversas ramas de producción; existe la posibilidad de efectuar un intercambio de productos entre los distintos individuos y las distintas sociedades y la posibilidad de acumular riquezas en manos de unas cuantas personas; se produce, en efecto, una acumulación de medios de producción en manos de una minoría y surge la posibilidad de que esta minoría sojuzgue a la mayoría y convierta a sus componentes en esclavos. Ya no existe el trabajo libre y en común de todos los miembros de la sociedad dentro del proceso de la producción, sino que impera el trabajo forzoso de los esclavos, explotados por los esclavistas que no trabajan. No existe tampoco, por tanto, propiedad social sobre los medios de producción ni sobre los productos. La propiedad social es sustituída por la propiedad privada. El esclavista es el primero y fundamental propietario con plenitud de derechos.

Ricos y pobres, explotadores y explotados, hombres con plenitud de derechos y hombres privados totalmente de derechos; una furiosa lucha de clases entre unos y otros: tal es el cuadro que presenta el régimen de la esclavitud.

Bajo el régimen feudal, la base de las relaciones de producción es la propiedad del señor feudal sobre los medios de producción y su propiedad parcial sobre los productores, sobre los siervos, a quienes ya no puede matar, pero a quienes sí puede comprar y vender. A la par con la propiedad feudal, existe la propiedad personal del campesino y del artesano sobre los instrumentos de producción y sobre su hacienda a su industria privada, basada en el trabajo personal. Estas relaciones de producción se hallan, fundamentalmente, en consonancia con el estado de las fuerzas productivas durante este periodo. El perfeccionamiento progresivo de la fundición y elaboración de metales, la difusión de arado de hierro y del telar, los progresos de la agricultura, de la horticultura, de la viticultura y de la fabricación del aceite, la aparición de las primeras manufacturas junto a los talleres de los artesanos: tales son los rasgos característicos del estado de las fuerzas productivas durante este periodo.

Las nuevas fuerzas productivas exigen que se deje al trabajador cierta iniciativa en la producción, que sienta cierta inclinación al trabajo y se halle interesado en él. Por eso, el señor feudal prescinde de los esclavos, que no sienten ningún interés por su trabajo, no ponen en él la menor iniciativa, y prefiere entendérselas con los siervos, que tiene su propia hacienda y sus herramientas propias y se hallan interesados en cierto grado por el trabajo en la medida necesaria para trabajar la tierra y pagar al señor en especie, con una parte de la cosecha.

Durante este periodo, la propiedad privada hace nuevos progresos. La explotación sigue siendo casi tan rapaz como bajo la esclavitud, aunque un poco suavizada. La lucha de clases entre los explotadores y los explotados es el rasgo fundamental del feudalismo.

Bajo el régimen capitalista, la base de las relaciones de producción es la propiedad capitalista sobre los medios de producción y la inexistencia de propiedad sobre los productores, obreros asalariados, a quienes el capitalista no puede matar ni vender, pues se hallan exentos de los vínculos de sujeción personal, pero que carecen de medios de producción, por lo cual, para no morirse de hambre, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo al capitalista y a doblar la cerviz al yugo de la explotación. A la par con la propiedad capitalista sobre los medios de producción, existe y se halla, en los primeros tiempos, muy generalizada la propiedad privada del campesino y del artesano, libres de la servidumbre, sobre sus medios de producción, y basada en el trabajo personal. En lugar de los talleres de los artesanos y de las manufacturas, surgen las grandes fábricas y empresas, dotadas de maquinarias. En lugar de las haciendas de los nobles, cultivadas con los primitivos instrumentos campesinos de producción, aparecen la grandes explotaciones agrícolas capitalistas, montadas a base de la técnica agraria y dotadas de maquinaria agrícola.

Las nuevas fuerzas productivas exigen trabajadores más cultos y más despiertos que los siervos, mantenidos en el embrutecimiento y en la ignorancia; trabajadores capaces de entender y manejar las máquinas. Por eso, los capitalistas prefieren tratar con obreros asalariados libres de los vínculos de la servidumbre y lo suficientemente cultos para saber manejar la maquinaria.

Pero después de desarrollas las fuerzas productivas en proporciones gigantescas, el capitalismo se enreda en contradicciones insolubles para él. Al producir cada vez más mercancías y hacer bajar cada vez más sus precios, el capitalismo agudiza la competencia, arruina a una masa de pequeños y medianos propietarios, los convierte en proletarios y rebaja su poder adquisitivo, con lo cual la venta de las mercancías producidas se hace imposible. Al dilatar la producción y concentrar en enormes fábricas y empresas a millones de obreros, el capitalismo da al proceso de producción un carácter social y va minando con ello su propia base, ya que el carácter social del proceso de producción reclama la propiedad social sobre los medios de producción, mientras que la propiedad sobre los medios de la producción sigue siendo una propiedad privada capitalista, incompatible con el carácter social que el proceso de producción presenta.

Estas contradicciones irreductibles entre el carácter de las fuerzas productivas y el de las relaciones de producción se manifiestan en las crisis periódicas de superproducción, en que los capitalistas, no encontrando compradores solventes, como consecuencia del empobrecimiento de la masa de la población, provocado por ellos mismos, se ven obligados a quemar los productos, a destruir las mercancías elaboradas, a paralizar la producción y a devastar las fuerzas productivas, y en que millones y millones de seres se ven condenados al paro forzoso y al hambre, no porque escaseen las mercancías, sino por todo lo contrario: por haberse producido en exceso.

Esto quiere decir que las relaciones capitalistas de producción ya no están en consonancia con el estado de las fuerzas productivas de la sociedad, sino que se hallan en irreductible contradicción con ellas.

Esto quiere decir que el capitalismo lleva en su entraña la revolución, una revolución que está llamada a suplantar la actual propiedad capitalista sobre los medios de producción por la propiedad socialista.

Esto quiere decir que el rasgo fundamental del régimen capitalista es la más encarnizada lucha de clases entre los explotadores y explotados.

Bajo el régimen socialista, que hasta hoy sólo es una realidad en la U.R.S.S., la base de las relaciones de producción es la propiedad social sobre los medios de producción. Aquí, ya no hay explotadores ni explotados. Los productos creados se distribuyen con arreglo al trabajo, según el principio de "el que no trabaja no come". Las relaciones mutuas entre los individuos dentro del proceso de producción tiene el carácter de relaciones de colaboración fraternal y de mutua ayuda socialista entre los trabajadores libres de toda explotación. Las relaciones de producción se hallan en plena consonancia con el estado de las fuerzas productivas, pues el carácter social del proceso de producción es refrendado por la propiedad social sobre los medios de producción.

Por eso, la producción socialista de la U.R.S.S. no conoce las crisis periódicas de superproducción ni los absurdos que acarrean.

Por eso, en la U.R.S.S., las fuerzas productivas se desarrollan con ritmo acelerado, ya que sus respectivas relaciones de producción, al hallarse en consonancia con ellas, no oponen la menor traba a este desarrollo.

Tal es el cuadro que presenta el desarrollo de las relaciones de producción entre los hombres, en el curso de la historia de la Humanidad.

Tal es la relación de dependencia en que el desarrollo de las relaciones de producción se halla con respecto al desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad, y sobre todo, con respecto al desarrollo de los instrumentos de producción, por virtud de la cual los cambios y el desarrollo que experimentan las fuerzas productivas se traducen, más temprano o más tarde, en los cambios y el desarrollo congruentes de las relaciones de producción.

"El uso y la creación de medios de trabajo[2] -dice Marx- aunque en germen se presenten ya en ciertas especies animales, caracterizan el proceso de trabajo específicamente humano, razón por la cual Franklin define al hombre como un animal que fabrica instrumentos. Y así como la estructura de los restos fósiles de huesos tiene una gran importancia para reconstruir la organización de especies animales desaparecidas, los vestigios de medios de trabajo nos sirven para apreciar antiguas formaciones económicas de la sociedad ya sepultadas. Lo que distingue a las épocas económicas unas de otras no es qué se produce, sino cómo se produce... Los medios de trabajo no son solamente el graduador de desarrollo de la fuerza de trabajo del hombre, sino también el exponente de las relaciones sociales en que se trabaja" (C. Marx, "El Capital", t. I, pág. 189).

Y en otros pasajes:

a) "Las relaciones sociales están íntimamente vinculadas a las fuerzas productivas. Al descubrir nuevas fuerzas productivas, los hombres cambian de modo de producción, y al cambiar de modo de producción, la manera de ganarse la vida, cambian todas sus relaciones sociales. El molino movido a brazo engendra la sociedad con los señores feudales; el molino de vapor, la sociedad de los capitalistas industriales" (C. Marx, "Miseria de la Filosofía", en Carlos Marx y F. Engels, Obras Completas, ed. citada, t. VI, pág. 179).

b) "Existe un movimiento constante de incrementación de las fuerzas productivas, de destrucción de las relaciones sociales y de la formación de las ideas; lo único inmutable es la abstracción del movimiento" (C. Marx, obra citada, pág. 364).

Caracterizando el materialismo histórico, tal como se formula en el "Manifiesto del Partido Comunista", dice Engels:

"La producción económica y la estructuración social que de ella se deriva necesariamente en cada época histórica, constituyen la base sobre la cual descansa la historia política e intelectual de esa época... Por tanto, toda la historia de la sociedad, desde la disolución del régimen primitivo de propiedad colectiva sobre el suelo, ha sido una historia de luchas de clase, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del progreso social... Ahora esta lucha ha llegado a una fase en que la clase explotada y oprimida (el proletariado) no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime (la burguesía), sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y la lucha de clases..." (Prólogo de Engels a la edición alemana de 1883, "Manifiesto del Partido Comunista", ed. Europa-América, 1938, pág. 9).

La tercera característica de la producción consiste en que las nuevas fuerzas productivas y las nuevas relaciones de producción congruentes con ellas no surgen desligadas del viejo régimen, después de desaparecer éste, sino que se forman en el seno de él; y no como fruto de la acción premeditada y consciente del hombre, sino de un modo espontáneo, inconsciente e independientemente de la voluntad humana, por dos razones.

En primer lugar, porque los hombres no son libres para elegir tal o cual modo de producción, pues cada nueva generación, al entrar en la vida, se encuentra ya con un sistema establecido de fuerzas productivas y relaciones de producción, como fruto del trabajo de las pasadas generaciones, en vista de lo cual, si quiere tener la posibilidad de producir bienes materiales, no tiene, en los primeros tiempos, más remedio que aceptar el estado de cosas con que se encuentra dentro del campo de la producción y adaptarse a él.

En segundo lugar, porque cuando perfecciones éste o el otro instrumento de producción, éste o el otro elemento de las fuerzas productivas, el hombre no sabe, no comprende, ni se le ocurre siquiera pensar en ello, qué consecuencias sociales puede acarrear su innovación, sino que piensa única y exclusivamente en su interés personal, en facilitar su trabajo y en obtener algún provecho inmediato y tangible para sí.

Cuando algunos de los individuos de la sociedad comunista primitiva empezaron a sustituir, paulatinamente y tanteando el terreno, las herramientas de piedra por las de hierro, ignoraban, naturalmente, y no paraban mientes en ello, qué consecuencias sociales había de tener esta innovación; no sabían ni comprendían que el paso a las herramientas metálicas significaba un cambio radical en la producción, cambio que al fin de cuentas conduciría al régimen de la esclavitud; lo único que a ellos les interesaba era facilitar su trabajo y conseguir un provecho inmediato y sensible; la acción consciente con que realizaban aquel acto no se salía del estrecho marco de esta ventaja tangible, de carácter personal.

Cuando, dentro del periodo del régimen feudal, la joven burguesía europea comenzó a organizar, junto a los pequeños talleres gremiales de los artesanos, las grandes empresas manufactureras, imprimiendo con ello un avance a las fuerzas productivas de la sociedad, no sabía, naturalmente, ni paraba mientes en ello, qué consecuencias sociales había de acarrear esta innovación: no sabía ni comprendía que esta "pequeña" innovación conduciría a una reagrupación tal de las fuerzas sociales, que necesariamente desembocaría en la revolución, la cual iría dirigida tanto contra la realeza, cuyas mercedes apreciaba tanto, como contra la nobleza, cuyo rango soñaban con escalar no pocos de sus mejores representantes; lo único que le preocupaba era abaratar la producción de mercancías, lanzar una cantidad mayor de artículos a los mercados de Asia y de la América recién descubierta, y obtener mayores ganancias; la acción consciente con que realizaban aquel acto no se salía del estrecho marco de esta finalidad tangible.

Cuando los capitalistas rusos, juntamente con los capitalistas extranjeros, comenzaron a aclimatar en Rusia de un modo intensivo la moderna gran industria mecánica, dejando intacto al zarismo y a los campesinos entregados a la voracidad de los terratenientes, no sabían, naturalmente, ni paraban mientes en ellos, qué consecuencias sociales había de acarrear este importante incremento de las fuerzas productivas; no sabían ni comprendían que este importante salto que se daba en el campo de las fuerzas productivas de la sociedad conduciría a una reagrupación tal de las fuerzas sociales, que daría al proletariado la posibilidad de unir con él a los campesinos y de llevar a cabo la revolución socialista victoriosa; lo único que ellos querían era incrementar hasta el máximum la producción industrial, dominar el gigantesco mercado interior del país, convertirse en monopolistas y sacar mayores ganancias de la Economía nacional; la conciencia con que realizaban aquel acto no iba más allá del horizonte empírico y estrecho de sus intereses personales.

En relación con esto, dice Marx:

"En la producción social de su vida (es decir, en la producción de los bienes materiales necesarios para la vida de los hombres. N. de la R.), los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e independientes[3] de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales" (Carlos Marx, Obras Escogidas, ed. citada, pág. 339).

Esto no significa, naturalmente, que los cambios operados en la relaciones de producción y el paso de las viejas relaciones de producción a otras nuevas discurran lisa y llanamente, sin conflictos y sin conmociones. Por el contrario, esto cambios revisten, generalmente, la forma de un derrocamiento revolucionario de las viejas relaciones de producción para dar paso a la instauración de otras nuevas. Hasta llegar a un cierto periodo, el desarrollo de las fuerzas productivas y los cambios que se operan en le campo de las relaciones de producción discurren de un modo espontáneo, independientemente de la voluntad de los hombres. Pero sólo hasta un determinado momento, hasta el momento en que las fuerzas productivas que surgen y se desarrollan logran madurar cumplidamente. Una vez que las nuevas fuerzas productivas están en sazón, las relaciones de producción existentes y sus representantes, las clases dominantes, se convierten en ese obstáculo "insuperable" que sólo puede eliminarse por medio de la actuación consciente de las nuevas clases, por medio de la acción violenta de estas clases, por medio de la revolución. Aquí se destaca con gran nitidez la enorme importancia de las nuevas ideas sociales, de las nuevas instituciones políticas, del nuevo Poder político, llamados a liquidar por la fuerza las viejas relaciones de producción. Del conflicto entre las nuevas fuerzas productivas y las viejas relaciones de producción, de las nuevas exigencias económicas de la sociedad surgen nuevas ideas sociales; estas nuevas ideas organizan y movilizan a las masas, las masas se funden en un nuevo ejército político, crean un nuevo Poder revolucionario y utilizan este Poder para liquidar por la fuerza el viejo régimen establecido en el campo de la relaciones de producción, y refrendar el régimen nuevo. El proceso espontáneo de desarrollo deja el puesto a la acción consciente del hombre; el desarrollo pacífico, a la transformación violenta; al evolución, a la revolución.

"El proletariado -dice Marx- se ve obligado a organizarse como clase para luchar contra la burguesía...; mediante la revolución se convierte en clase dominante y, en cuanto clase dominante, destruye por la fuerza las relaciones vigentes de producción" ("Manifiesto del Partido Comunista", ed. citada, pág. 37)

Y en otros lugares en sus obras:

a) "El proletariado se valdrá del Poder político para ir despojando gradualmente a la burguesía de todo el capital, de todos los instrumentos de producción, centralizándolos en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y procurando aumentar por todos los medios y con la mayor rapidez posible las fuerzas productivas" (Obra citada, pág. 36).

b) "La violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva" (Marx, "El Capital", t. II, pág. 788).

He aquí en qué términos formulaba Marx, con trazos geniales, la esencia del materialismo histórico, en el memorable "prólogo" escrito en 1859 para su famoso libro "Contribución a la crítica de la Economía política":

"En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias, independientes de su voluntad, relaciones de producción, que corresponden a una determinada fase del desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El sistema de producción de la vida material condiciona todo el proceso de la vida social, política y espiritual. No es la conciencia del hombre la que determina su existencia, sino, por el contrario, su existencia social la que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las condiciones de producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han movido hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se traducen en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica, se transforma más o menos lenta, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas transformaciones, hay que distinguir siempre entre los cambios materiales operados en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, ideológicas, en una palabra, en las que los hombres cobran conciencia de este conflicto y lo combaten. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Ninguna formación social desaparece antes que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la sociedad antigua. Por eso, la Humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización" (C. Marx, Obras Escogidas, t. I, págs. 338-339).

Tal es la concepción del materialismo marxista, en su aplicación a la vida social, en su aplicación a la historia de la sociedad.

Tales son los rasgos fundamentales del materialismo dialéctico y del materialismo histórico.

Por los expuesto, se ve qué riqueza teórica era la que defendía Lenin para el Partido contra los ataques de los revisionistas y de los degenerados y cuán inmensa fue la importancia que tuvo la publicación de su libro "Materialismo y Empiriocriticismo" para el desarrollo del Partido bolshevique.

3. Los bolsheviques y los mensheviques durante los años de la reacción stolypiniana . - La lucha de los bolsheviques contra los liquidadores y los "otsovistas".

Durante los años de la reacción, el trabajo en las organizaciones del Partido era muchísimo más difícil que en el periodo precedente de avance de la revolución. El contingente de afiliados al Partido descendió bruscamente. Muchos elementos pequeño-burgueses que se habían adherido circunstancialmente al Partido, principalmente entre los intelectuales, comenzaron a abandonar sus filas, temerosos de las persecuciones del gobierno zarista.

Lenin señalaba que en momentos como éstos los partidos revolucionarios deben completar su aprendizaje. En los periodos de auge de la revolución aprenden a avanzar, en los periodos de reacción deben aprender a replegarse certeramente, a pasar a la clandestinidad, a mantener y fortalecer el Partido como organización clandestina, a utilizar todas la posibilidades legales y todas las organizaciones legales, principalmente las organizaciones de masas, para fortalecer los vínculos con éstas.

Los mensheviques batíanse en retirada llenos de pánico, sin fe en un nuevo avance de la revolución, renegando bochornosamente de las reivindicaciones revolucionarias del programa y de las consignas revolucionarias del Partido, y pretendían liquidar, destruir el Partido clandestino revolucionario del proletariado. De aquí el nombre de liquidadores con que comenzó a designarse a esta calaña de mensheviques.

A diferencia de los mensheviques, los bolsheviques estaban convencidos de que a la vuelta de pocos años sobrevendría un nuevo avance de la revolución y de que era deber del Partido preparar a las masas para este nuevo avance. Los problemas fundamentales de la revolución no habían sido resueltos. Los campesinos no habían obtenido las tierras de los terratenientes, los obreros no habían conseguido la jornada de 8 horas, no había sido derrocada la autocracia zarista, odiada por el pueblo; y habían vuelto a ser estranguladas las pequeñas libertades que le habían sido arrancadas al zarismo en 1905. Es decir, las causas que habían provocado esta revolución seguían en pie. Por eso, los bolsheviques estaban convencidos de que sobrevendría un nuevo avance del movimiento revolucionario, se preparaban para él y concentraban las fuerzas de la clase obrera.

Otra de las razones que daba a los bolsheviques la seguridad de que era inevitable un nuevo avance de la revolución fue que la revolución de 1905 había enseñado a los obreros a conquistar sus derechos por medio de la lucha revolucionaria de masas. Durante los años de reacción, durante los años de ofensiva del capital, los obreros no podían olvidar las enseñanzas de 1905. Lenin citaba cartas de obreros, en las que éstos, exponiendo los abusos y las burlas de que volvían a hacerles objeto los patronos, exclamaban: "¡Aguardar, que ya vendrá un nuevo 1905!"

El objetivo político fundamental de los bolsheviques seguía siendo el mismo de 1905: derrocar el zarismo, llevar a término la revolución democráticoburguesa, pasar a la revolución socialista. Los bolsheviques no perdían de vista ni un minuto este objetivo y seguían desplegando ante las masas las consignas revolucionarias fundamentales: República democrática, confiscación de las tierras a los terratenientes, jornada de 8 horas.

Pero la tácticadel Partido no podía seguir siendo la misma que en el periodo de auge de la revolución de 1905. Por ejemplo, durante los primeros tiempos no era posible llamar a las masas a la huelga política general, ni a la insurrección armada, porque el Partido se hallaba ante un periodo de descenso del movimiento revolucionario, ante un cansancio enorme de la clase obrera y ante un fortalecimiento considerable de las clases reaccionarias. El Partido no podía por menos de tener en cuenta la nueva situación. Había que sustituir la táctica de la ofensiva por la táctica de la defensiva, por la táctica de la acumulación de fuerzas, por la táctica de retirar los cuadros a la clandestinidad y organizar el trabajo clandestino del Partido, por la táctica de combinar el trabajo ilegal del Partido con su labor en las organizaciones obreras legales.

Y los bolsheviques supieron cumplir esta misión.

"Hemos sabido trabajar durante largos años con vistas a la revolución -decía Lenin-. No en vano dicen de nosotros que somos firmes como la roca. Los socialdemócratas han creado un Partido proletario que no se desanima ante el fracaso de la primera acometida guerrera, que no pierde la cabeza ni se deja llevar de aventuras" (Lenin, t. XII, pág. 126, ed. rusa).

Los bolsheviques luchaban por mantener y afianzar las organizaciones clandestinas del Partido. Pero, al mismo tiempo, consideraban necesario utilizar todas las posibilidades legales, hasta el más pequeño resquicio legal, para mantener y fortalecer los vínculos con las masas, reforzando con ello el Partido.

"Fue el periodo en que nuestro Partido dio el viraje, de la lucha revolucionaria abierta contra el zarismo a la lucha por medio de rodeos, a la utilización de todas y cada una de las posibilidades legales, desde las mutualidades obreras hasta la tribuna de la Duma. Fue el periodo de repliegue, después de haber sido derrotados en la revolución de 1905. Este viraje exigía de nosotros la asimilación de nuevos métodos de lucha para, después de acumular fuerzas, lanzarnos de nuevo a la lucha revolucionaria abierta contra el zarismo" (Stalin, "Actas taquigráficas del XV Congreso del P. C. (b) de la U.R.S.S.", 1935, págs. 366-367).

Las organizaciones legales que habían salido indemnes servían como de pantalla para las organizaciones clandestinas del Partido y de medio de enlace con las masas. Para mantener los vínculos con éstas, los bolsheviques se valían de los sindicatos y de las demás organizaciones sociales de carácter legal: mutualidades, cooperativas obreras, clubs y sociedades culturales, Casas del Pueblo, etc. Utilizaban la tribuna de la Duma para desenmascarar la política del gobierno zarista, para desenmascarar a los kadetes, para atraer a los campesinos al lado de los obreros. El mantenimiento de la organización clandestina del Partido y la dirección a través de ella de todas las demás formas de actuación política garantizaban al Partido la aplicación de la línea política acertada y la preparación de las fuerzas para el nuevo avance revolucionario.

Los bolsheviques aplicaron su línea revolucionaria, luchando en dos frentes: contra los liquidadores, enemigos abiertos del Partido, y contra los llamados otsovistas, adversarios encubiertos de él.

Los bolsheviques, con Lenin a su frente, mantuvieron una lucha intransigente contra los liquidadores desde el momento mismo en que surgió este tendencia oportunista. Lenin señalaba que los liquidadores eran agentes de la burguesía liberal dentro del Partido.

En diciembre de 1908, celebróse en París la quinta Conferencia (nacional) del P.O.S.D.R. A propuesta de Lenin, esta Conferencia condenó la posición de los liquidadores, es decir, los intentos de una parte de los intelectuales afiliados al Partido (mensheviques) de "liquidar la organización existente del P.O.S.D.R. y sustituirla por una agrupación informe, mantenida a toda costa dentro del marco de la legalidad, aunque para ello hubiese que renunciar de un modo claro y franco al programa, a la táctica y a las tradiciones del Partido" ("Resoluciones del P.C. (b) de la U.R.S.S.", parte I, pág. 128).

La Conferencia hizo un llamamiento a todas la organizaciones del Partido para que luchasen enérgicamente contra estos intentos de los liquidadores.

Pero los mensheviques ni se atuvieron a este acuerdo de la Conferencia del Partido y fueron descendiendo cada vez más por la senda de los liquidadores, traicionando a la revolución y acercándose a los kadetes. Los mensheviques volvían la espalda cada vez más descaradamente al programa revolucionario del Partido del proletariado, a las reivindicaciones de la República democrática, de la jornada de 8 horas y de la confiscación de las tierras de los terratenientes. A costa de renunciar al programa y a la táctica del Partido, querían obtener del gobierno zarista la autorización para que funcionase un partido pretendidamente "obrero", con existencia abierta y legal. Estaban dispuestos a hacer las paces con el régimen stolypiniano y adaptarse a él, razón por la cual se daba también a los liquidadores el nombre de "partido obrero stolypiniano".

Al mismo tiempo que luchaban contra estos adversarios descarados de la revolución, contra los liquidadores -acaudillados por Dan, Axelrod y Potresov, ayudados por Martov, Trotski y otros mensheviques-, los bolsheviques mantenían también una lucha implacable contra los liquidadores encubiertos, contra los "otsovistas", que disfrazaban su oportunismo con frases "izquierdistas". Se comenzó a dar el nombre de "otsovistas" a un grupo de ex bolsheviques que exigía que el Partido retirase los diputados obreros de la Duma y renunciase en general a toda actuación dentro de las organizaciones legales.

Estos afiliados al Partido bolshevique, que en 1908 exigían la retirada de los diputados socialdemócratas de la Duma, y de aquí el nombre de "otsovistas" (del ruso "otsovat": revocar, retirar), formaron un grupo aparte constituido por Bogdanov, Lunacharski, Alexinski, Pokrovski, Bubnov y otros, que comenzó a luchar contra Lenin y contra la línea leninista. Los "otsovistas" negábanse resueltamente a trabajar en los sindicatos obreros y en las demás organizaciones legales. Con ello, inferían un grave daño a la causa obrera. Rompían los vínculos entre el Partido y el proletariado, privaban a aquél de enlace con las masas sin partido, querían encerrarse en la organización clandestina y, al mismo tiempo, exponían a ésta a los golpes del enemigo, al privarla de la posibilidad de atrincherarse detrás de las organizaciones legales. Los "otsovistas" no comprendían que en la Duma y a través de ella los bolsheviques podían influir sobre los campesinos, podían desenmascarar la política del gobierno zarista, la política de los kadetes, quienes pretendían arrastrar con ellos a los campesinos por medio del engaño. Los "otsovistas" entorpecían la labor de acumular fuerzas para el nuevo avance revolucionario. Eran, por tanto, "liquidadores al revés", pues aspiraban a liquidar la posibilidad de valerse de las organizaciones legales y de hecho renunciaban a la dirección proletaria sobre las grandes masas sin partido, renunciaban a la labor revolucionaria.

En una Conferencia ampliada de la redacción del periódico bolshevique "Proletari" ("El Proletario"), convocada en 1909 para enjuiciar la conducta de los "otsovistas", fue condenada la actitud de este grupo. Los bolsheviques declararon que no tenían la menor afinidad con ellos y los expulsaron del Partido.

Tanto los liquidadores como los "otsovistas" no habían sido nunca más que elementos pequeñoburgueses circunstancialmente adheridos al proletariado y a su Partido y que, al llegar los momentos difíciles para el proletariado, se quitaron la careta y descubrieron su verdadera faz.

4. La lucha de los bolsheviques contra el trotskismo. - El Bloque de Agosto contra el Partido.

Mientras los bolsheviques luchaban encarnizadamente en dos frentes -contra los liquidadores y los "otsovistas"- por mantener la línea del Partido proletario, Trotski apoyaba a los mensheviques liquidadores. Fue precisamente por estos años cuando Lenin le llamó "el Judas Trotski". Este organizó en Viena (Austria) un grupo publicístico y comenzó a editar un periódico "situado por encima de las fracciones", que en realidad era un periódico menshevique. He aquí lo que por entonces escribía Lenin acerca de él: "Trotski se comporta como el más ruin arrivista y fraccionista... Charla mucho del Partido, pero se conduce peor que todos los demás fraccionistas".

Más tarde, en 1912, Trotski fue el organizador del Bloque de Agosto, que no era sino un bloque de todos los grupos y tendencias antibolsheviques contra Lenin y contra el Partido. A este bloque antibolshevique se unieron los liquidadores y los "otsovistas", demostrando con ello su afinidad. Trotski y los trotskistas adoptaban en todos los problemas fundamentales una posición liquidadora. Sin embargo, Trotski disfrazaba su tendencia liquidadora con una actitud centrista, es decir, conciliadora, afirmando que él estaba al margen de los bolsheviques y de los mensheviques y luchaba por conciliarlos. Con este motivo, decía Lenin que Trotski era más vil y más dañino que los liquidadores descarados, porque engañaba a los obreros, haciéndoles creer que estaba "por encima de las fracciones", cuando en realidad apoyaba con todas sus fuerzas a los liquidadores mensheviques. El trotskismo era el grupo principal entre los fomentadores del centrismo.

"El centrismo -escribe el camarada Stalin- es un concepto político. Su ideología es la ideología de la adaptación, la ideología de la supeditación de los intereses proletarios a los intereses de la pequeña burguesía dentro de un partido común. Esta ideología es extraña y hostil al leninismo (Stalin, "Problemas del Leninismo", pág. 397, ed. rusa).

Durante este periodo, Kamenev, Zinoviev y Rykov actuaban, de hecho, como agentes solapados de Trotski, pues le ayudaban no pocas veces en su lucha contra Lenin. Con el apoyo de Zinoviev, Kamenev, Rykov y otros aliados encubiertos de Trotski, fue convocado en enero de 1910, en contra de Lenin, un Pleno del Comité Central. Por aquel entonces, a consecuencia de la detención de gran número de bolsheviques, había cambiado la fisonomía del C.C. del Partido y esto dio a los elementos vacilantes la posibilidad de hacer votar acuerdos antileninistas. Así se explica que en este Pleno se acordase suspender la publicación del periódico bolshevique "Proletari" y ayudar con dinero al periódico "Pravda" ("La Verdad"), que Trotski editaba en Viena. Kamenev pasó a formar parte de la redacción del periódico trotskista y se esforzó, en unión de Zonoviev, en convertirlo en órgano del Comité Central.

Sólo ante la insistencia de Lenin se logró que el Pleno de enero del C.C. tomase el acuerdo de condenar a los liquidadores y a los "otsovistas", pero también aquí Zinoviev y Kamenev defendieron tenazmente la propuesta trotskista de que no se llamase a los liquidadores por su verdadero nombre.

Ocurrió tal y como había previsto y advertido Lenin: sólo los bolsheviques acataron los acuerdos del Pleno, suspendiendo la publicación de su órgano "Proletari", mientras los mensheviques seguían publicando su periódico fraccional y liquidador "La Voz del Socialdemócrata".

La posición de Lenin fue apoyada enteramente por el camarada Stalin, quien publicó un artículo especial en el número 11 del "Socialdemócrata". En este artículo se condenaba la conducta de los cómplices del trotskismo y se hablaba de la necesidad de liquidar la anormal situación creada dentro de la fracción bolshevique por la actitud traidora de Kamenev, Zinoviev y Rykov. En su artículo, el camarada Stalin destacaba las tareas urgentes, que habían de ser resueltas más tarde por la Conferencia del Partido celebrada en Praga: convocatoria de una conferencia general del Partido, publicación de un periódico legal de éste y creación de un centro clandestino para la actuación práctica en Rusia. Este artículo se basaba en los acuerdos del Comité de Bakú, que apoyaba sin reservas a Lenin.

Para contrarrestar el bloque antibolshevique de Agosto, el bloque de Trotski, del que formaban parte exclusivamente elementos hostiles al Partido, desde los liquidadores y los trotskistas hasta los "otsovistas" y los "constructores de dios", fue creado un bloque de partidarios del mantenimiento y fortalecimiento del Partido proletario clandestino. En este bloque entraron los bolsheviques, con Lenin a la cabeza, y un pequeño número de mensheviques defensores del Partido, la frente de los cuales se hallaba Plejanov. Aunque en una serie de problemas Plejanov y su grupo de mensheviques defensores del Partido permanecían en las posiciones mensheviques, manteníanse resueltamente al margen del Bloque de Agosto y de los liquidadores y pugnaban por llegar a un acuerdo con los bolsheviques. Lenin aceptó la propuesta de Plejanov y pactó un bloque temporal con él, contra los elementos enemigos del Partido, teniendo en cuenta que este bloque era beneficioso para el Partido y funesto para los liquidadores.

El camarada Stalin apoyó incondicionalmente este bloque. Hallábase por aquel entonces en la deportación, de donde dirigió a Lenin una carta, en la que decía:

"A mi modo de ver, la línea del bloque (Lenin-Plejanov) es la única acertada: 1) esta línea y sólo ella es la que responde a los verdaderos intereses de la actuación dentro de Rusia, que exige la cohesión de todos los elementos que verdaderamente están con el Partido; 2) esta línea y sólo ella es la que acelera el proceso de liberación de las organizaciones legales del yugo de los liquidadores, abriendo un foso entre los obreros mensheviques y los liquidadores y poniendo en dispersión y aplastando a éstos" (Antología "Lenin y Stalin", ed. rusa, t. I, págs. 529-530).

Gracias a su hábil combinación de trabajo clandestino con el trabajo legal, los bolsheviques llegaron a tener en las organizaciones obreras legales una fuerza considerable. Esto se puso de relieve, entre otras cosas, en la gran influencia que los bolsheviques acreditaron en los grupos obreros de cuatro congresos legales celebrados durante este periodo: el de las Universidades Populares, el Congreso femenino, el de los médicos de fábricas y el Congreso contra el alcoholismo. Las intervenciones de los bolsheviques en estos congresos legales tuvieron una gran importancia política y repercutieron en todo el país. Así, por ejemplo, la delegación obrera bolshevique que intervino en el Congreso de las Universidades Populares desenmascaró la política del zarismo, que ahogaba toda labor cultural, y demostró que sin acabar con el zarismo no era posible pensar en un verdadero auge cultural en Rusia. La delegación obrera que intervino en el Congreso de los médicos fabriles expuso las espantosas condiciones sanitarias en que tenía que vivir y trabajar los obreros, para llegar a la conclusión de que sin derrocar el régimen zarista no había posibilidad de organizar como era debido la higiene fabril.

Los bolsheviques fueron poco a poco desalojando a los liquidadores de las diversas organizaciones legales indemnes en que se habían atrincherado. La peculiar táctica de frente único con el grupo plejanovista de afiliados al Partido, permitió a los bolsheviques ganar a una serie de organizaciones obreras mensheviques (distrito de Viborg, Ekaterinoslav, etc.).

Durante este difícil periodo, los bolsheviques dieron, con su actuación, un ejemplo de cómo se debe combinar el trabajo legal con la labor clandestina.

5. La conferencia del partido en Praga (1912). - Los bolsheviques pasan a formar un partido marxista independiente.

La lucha contra los liquidadores y los "otsovistas", así como la lucha contra los trotskistas, planteaba a los bolsheviques la tarea inmediata de reforzar la cohesión de todos los bolsheviques y de formar con ellos un Partido bolshevique independiente. Era esto absolutamente necesario, no sólo para acabar con las tendencias oportunistas dentro del Partido, tendencias que sembraban la discordia entre la clase obrera, sino, además, para llevar a término la obra de concentrar las fuerzas de la clase obrera y preparar a ésta para el nuevo avance de la revolución.

Pero para poder cumplir esta tarea era necesario, ante todo, limpiar al Partido de oportunistas, de mensheviques.

Ahora, ya ningún bolshevique dudaba de que la convivencia de los bolsheviques con los mensheviques en un solo partido era algo inconcebible. La conducta traidora de los mensheviques durante el periodo de la reacción stolypiniana, sus intentos de liquidar el Partido proletario y de organizar un nuevo partido, de tipo reformista, hacían inevitable la ruptura con ellos. Conviviendo en un partido con los mensheviques, los bolsheviques asumían de un modo o de otro una responsabilidad moral por la conducta de aquéllos. Y los bolsheviques no podían, en modo alguno, cargar con ninguna responsabilidad moral por la conducta descaradamente traidora de los mensheviques, a menos que quisiesen convertirse también ellos en traidores al Partido y a la clase obrera. La unidad con los mensheviques dentro de un solo partido convertíase, pues, en una traición a la clase obrera y al Partido de ésta. Era necesario, por tanto, llevar a término la ruptura efectiva con los mensheviques, romper con ellos de un modo formal y orgánico, expulsar a los mensheviques del Partido.

Este camino era el único por el cual se podía restaurar el Partido revolucionario del proletariado, con unidad de programa, unidad de táctica y unidad de organización de clase.

Era el único camino por el cual se podía instaurar dentro del Partido una unidad efectiva (y no meramente formal), unidad que había sido rota por los mensheviques.

Tal era la tarea que había de cumplir la VI Conferencia general del Partido, conferencia preparada por los bolsheviques.

Pero este problema no era más que uno de los aspectos del aspecto. La ruptura formal con los mensheviques y la formación de un partido aparte con los bolsheviques constituían, indudablemente, una tarea política muy importante. Pero a los bolsheviques, se les planteaba, además, otra, más importante aun. No se trataba solamente de romper con los mensheviques y constituir un partido independiente, sino que se trataba, ante todo, de crear, rompiendo con los mensheviques, un nuevo partido, de crear un partido de nuevo tipo, un partido distinto de los partidos socialdemócratas corrientes de los países occidentales, un partido libre de elementos oportunistas y capaz de conducir al proletariado a la lucha por el Poder.

En su lucha contra los bolsheviques, todos los mensheviques, sin distinción de matices, desde Axelrod y Martinov hasta Martov y Trotski, se servían invariablemente de armas sacadas del arsenal de los socialdemócratas del Occidente de Europa. Querían poseer en Rusia un partido como, por ejemplo, el Partido socialdemócrata alemán o el francés. Y luchaban contra los bolsheviques, precisamente porque presentían en ellos algo nuevo, insólito, distinto de la socialdemocracia occidental. ¿Y qué eran, por aquel entonces, los partidos socialdemócratas de Occidente? Una mezcla, un conglomerado de elementos marxistas y oportunistas, de amigos y enemigos de la revolución, de partidarios y adversarios de la causa del Partido, con una conciliación ideológica gradual de los primeros con los segundos y una sumisión gradual y efectiva de aquéllos a éstos. Conciliación con los oportunistas, con los traidores a la revolución, ¿en nombre de qué?, preguntaban los bolsheviques a los socialdemócratas de la Europa occidental. En nombre de "la paz dentro del Partido", en nombre de la "unidad", se les contestaba. ¿La unidad con quién, con los oportunistas? Sí, contestaban aquéllos; con los oportunistas. Era evidente que partidos así no podían ser partidos revolucionarios.

Los bolsheviques no podían por menos de observar que, después de la muerte de Engels, los partidos socialdemócratas de la Europa occidental habían comenzado a degenerar de partidos de al revolución social en partidos de "reformas sociales", y que todos ellos se habían convertido ya, como organizaciones, de fuerzas dirigentes en simples apéndices de sus propios grupos parlamentarios.

Los bolsheviques no podían desconocer que un partido así perjudica gravemente al proletariado, que un partido así no es capaz de conducir a la clase obrera a la revolución.

Los bolsheviques no podían desconocer que lo que necesita el proletariado no son partidos de éstos, sino un partido distinto, nuevo, un auténtico Partido marxista, irreconciliable en su actitud frente a los oportunistas y revolucionario en su actitud frente a la burguesía, un partido fundido en una unidad fuerte y monolítica, un partido que fuese el Partido de la revolución social, el Partido de la dictadura del Proletariado.

Un partido así, un partido nuevo de este tipo, era precisamente el que los bolsheviques aspiraban a crear. Y, en efecto, los bolsheviques crearon, forjaron este partido. Toda la historia de su lucha contra los "economistas", los mensheviques, los trotskistas, los "otsovistas", los idealistas de todos los matices, hasta llegar a los empiriocriticistas, no era, precisamente, más que la historia de la preparación de este tipo de partido. Los bolsheviques aspiraban a forjar un partido nuevo, el Partido bolshevique, que pudiera servir de modelo para cuantos quisieran crear un partido marxista auténticamente revolucionario. Este era el Partido que los bolsheviques venían preparando ya desde los tiempos de la vieja "Iskra". A su preparación se entregaron tenaz y ardorosamente, arrollando todos los obstáculos. En esta labor de preparación desempeñaron un papel decisivo trabajos de Lenin tales como "¿Qué hacer?", "Las dos tácticas", etc. El libro de Lenin "¿Qué hacer?" preparó ideológicamente este tipo de partido. Su libro "Un paso adelante, dos pasos atrás" lo preparó en el terreno de la organización. El libro "Las dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática" lo preparó en el terreno político. Finalmente, el libro de Lenin "Materialismo y Empiriocriticismo" lo preparó en el terreno teórico.

Con seguridad puede afirmarse que jamás hubo en la historia ningún grupo político tan concienzudamente preparado para formar un partido, como el grupo bolshevique.

En tales condiciones, la formación de un Partido bolshevique independiente era algo perfectamente preparado y en sazón.

La misión de la VI Conferencia del Partido consistía en coronar la obra, ya madura, con el acto de la expulsión de los mensheviques y la formación del nuevo partido, del Partido bolshevique.

La VI Conferencia nacional del Partido se celebró en Praga, en enero de 1912. Estuvieron representadas en ella más de 20 organizaciones del Partido. Formalmente, tuvo, por tanto, la importancia propia de un Congreso.

En la circular sobre la Conferencia, después de comunicar la reconstitución del aparato central del Partido, que había sido destruido, y la creación del C.C., decíase que los años de reacción eran los años más duros por los que había pasado el Partido desde la constitución de la socialdemocracia rusa como organización definida. Pero, a pesar de todas las persecuciones, a pesar de los terribles golpes asestados desde fuera y de la traición y las vacilaciones de los oportunistas dentro de él, el Partido del proletariado había mantenido en pie su bandera y su organización.

"La socialdemocracia de Rusia no sólo había logrado mantener indemnes su bandera, su programa, sus postulados revolucionarios, sino que había mantenido también su organización, que habría podido salir quebrantada y debilitada, pero que ninguna persecución habían logrado aniquilar", decíase en la circular de convocatoria de la Conferencia.

La Conferencia de Praga registró los primeros signos del nuevo auge del movimiento revolucionario de Rusia y de la reanimación de la labor del Partido.

Por los informes de los delegados, la Conferencia comprobó que "entre los obreros socialdemócratas de base se desarrolla en todas partes una enérgica labor encaminada a fortalecer los grupos y organizaciones clandestinos de la socialdemocracia".

La Conferencia pudo comprobar que en la base se acataba por todas partes la norma más importante de la táctica bolshevique durante el periodo de repliegue: la de combinar la labor clandestina con el trabajo legal en las diversas sociedades y agrupaciones obreras de este carácter.

En la Conferencia de Praga fue elegido un Comité Central bolshevique. De él formaban parte: Lenin, Stalin, Ordzhonikidze, Sverdlov, Spandarián, Goloshchekin y otros. Los camaradas Stalin y Sverdlov fueron elegidos en ausencia de ellos, pues se hallaban deportados. Entre los miembros suplentes del C.C. fue designado el camarada Kalinin.

Se estableció un centro de carácter práctico para la dirección del trabajo revolucionario en Rusia (El Buró ruso del C.C.), al frente del cual se puso el camarada Stalin. Formaban parte de él, además de éste, los camaradas I. Sverdlov, S. Spandarián, S. Ordzhonikidze, M. Kalinin y Goloshchekin.

La Conferencia de Praga hizo el balance de toda la lucha anterior de los bolsheviques contra el oportunismo y acordó expulsar del Partido a los mensheviques.

Después de la expulsión de los mensheviques, quedó constituido, en esta Conferencia, el Partido bolshevique independiente.

Habiendo aplastado ideológicamente y en el terreno de la organización a los mensheviques, con su expulsión del Partido, los bolsheviques conservaron la vieja bandera del Partido Obrero Social Demócrata de Rusia, nombre que el Partido bolshevique siguió usando hasta el año 1918, con la palabra "bolshevique" añadida entre paréntesis.

Refiriéndose a los resultados de la Conferencia de Praga, escribía Lenin a Gorki, a comienzos de 1912:

"Por fin se ha logrado, pese a la canallada de los liquidadores, hacer renacer el Partido y su Comité Central. Espero que se alegrará usted con nosotros de esto" (Lenin, t. XXIX, pág. 19, ed. rusa).

Y el camarada Stalin, valorando la importancia de la Conferencia de Praga, decía:

"Esta Conferencia tuvo una importancia grandísima en la historia de nuestro Partido, pues deslindó los campos entre los bolsheviques y los mensheviques y unió a las organizaciones de todo el país en un Partido bolshevique único" (Actas taquigráficas del XV Congreso del P.C. (b) de la U.R.S.S., págs. 361-362).

Después de la expulsión de los mensheviques y de la constitución de los bolsheviques en partido independiente, el Partido bolshevique aumentó en solidez y fortaleza. El Partido se fortalece al depurarse de los elementos oportunistas: he aquí una de las consignas del Partido bolshevique, como partido de nuevo tipo, distinto por principio de los partidos socialdemócratas de la Segunda Internacional. Los partidos de la Segunda Internacional, aunque se llamasen de palabra marxistas, de hecho toleraban dentro de sus filas a los adversarios del marxismo, a los oportunistas descarados, permitiéndoles descomponer y echar a pique a la Segunda Internacional. Por el contrario, los bolsheviques mantenían una lucha intransigente contra los oportunistas, limpiando el Partido proletario de la basura del oportunismo y consiguiendo crear un partido de nuevo tipo, Partido leninista, el Partido que más tarde había de conquistar la dictadura del proletariado.

Si hubiesen permanecido dentro de las filas del Partido proletario los oportunistas, el Partido bolshevique jamás habría podido marchar hacia los objetivos y arrastrar con él al proletariado, jamás habría podido tomar el Poder y organizar la dictadura proletaria, jamás habría podido salir vencedor de la guerra civil, jamás habría podido edificar el socialismo.

En los acuerdos de la Conferencia de Praga se destacaron como consignas políticas fundamentales e inmediatas las reivindicaciones que formaban el programa mínimo del Partido: la República democrática, la jornada de 8 horas y la confiscación de las tierras de los terratenientes.

Bajo estas consignas revolucionarias, realizaron los bolsheviques la campaña electoral para la cuarta Duma.

Bajo estas consignas se desarrolló el nuevo auge del movimiento revolucionario de las masas obreras en los años de 1912 a 1914.

RESUMEN

Los años de 1908 a 1912 fueron un periodo dificilísimo para la actuación revolucionaria. Después de la derrota de la revolución, bajo las condiciones del descenso del movimiento revolucionario y del cansancio de las masas, los bolsheviques cambiaron de táctica y pasaron de la lucha abierta contra el zarismo a la lucha por medios indirectos. Bajo las duras condiciones de la reacción stolypiniana, los bolsheviques aprovecharon las más pequeñas posibilidades legales para mantener el enlace con las masas (desde las mutualidades obreras y los sindicatos hasta la tribuna de la Duma) y acumulaban incansablemente fuerzas para el nuevo auge del movimiento revolucionario.

En la dura situación creada por la derrota de la revolución, por el derrumbamiento de las corrientes de oposición, el desengaño en punto a la revolución y la acentuación de los ataques revisionistas de una serie de intelectuales desertores del Partido (Bogdanov, Basarov, etc.) contra los fundamentos teóricos de éste, los bolsheviques acreditaron ser la única fuerza dentro del Partido que no plegaba su bandera, que se mantenía leal a su programa y rechazaba los ataques de los "críticos" de la teoría marxista (libro de Lenin "Materialismo y Empiriocriticismo"). El temple ideológico marxista-leninista y su capacidad para comprender las perspectivas de la revolución ayudaron al núcleo fundamental de los bolsheviques, estrechamente agrupados en torno a Lenin, a defender la causa del Partido y sus principios revolucionarios. "No en vano dicen de nosotros que somos firmes como la roca", escribía Lenin, hablando de los bolsheviques.

Durante este periodo, los mensheviques van alejándose cada vez más de la revolución. Se convierten en liquidadores, exigen la liquidación, la destrucción del Partido clandestino, revolucionario, del proletariado, se apartan cada vez más abiertamente del programa del Partido y de sus tareas y consignas revolucionarias, e intentan organizar su propio partido, un partido reformista, que los obreros bautizan con el nombre de "partido obrero stolypiniano". Trotski ayuda a los liquidadores, cubriéndose farisaicamente con la consigna de la "unidad del partido", que significaba, en realidad, la unidad con los liquidadores.

De otra parte, un grupo de bolsheviques, incapaces de comprender la necesidad de dar un viraje hacia nuevos métodos, hacia métodos indirectos de lucha contra el zarismo, exige que se renuncie a la utilización de las posibilidades legales y que se retiren los diputados obreros de la Duma. Este grupo, el de los "otsovistas", empuja al Partido a romper sus enlaces con las masas, entorpece la concentración de fuerzas para el nuevo avance de la revolución. Disfrazándose con frases "izquierdistas", renuncia, en realidad, a la lucha revolucionaria, ni más ni menos que los liquidadores.

Liquidadores y "otsovistas" se unen contra Lenin en bloque, el Bloque de Agosto, organizado por Trotski.

Los bolsheviques triunfan en la lucha contra los liquidadores y los "otsovistas", en la lucha contra el Bloque de Agosto y defienden con éxito al Partido proletario clandestino.

El acontecimiento más importante de este periodo es la Conferencia de Praga del P.O.S.D.R. (enero de 1912). En esta Conferencia fueron expulsados del Partido los mensheviques y se acabó para siempre con la convivencia formal de bolsheviques y mensheviques en un solo partido. Los bolsheviques dejaron de ser un grupo político para formar un partido independiente: el Partido Obrero Social Demócrata de Rusia (bolshevique). La Conferencia de Praga puso los cimientos para un partido de nuevo tipo, para el Partido del Leninismo, para el Partido bolshevique.

La depuración del Partido proletario mediante la eliminación de los oportunistas, de los mensheviques, llevada a cabo por la Conferencia de Praga, tuvo una grande y decisiva importancia para el futuro desarrollo del Partido y de la revolución. Si los bolshevique no hubiesen expulsado del Partido a los traidores a la causa obrera, a los oportunistas mensheviques, el Partido proletario no hubiera podido conducir las masas a la conquista de la dictadura del proletariado en el año 1917.


[1] Sobre el materialismo dialéctico y el materialismo histórico es un excelente trabajo teórico del camarada Stalin publicado en 1938.

[2] Por "medios de trabajo" entiende Marx, principalmente, los instrumentos de producción. (N. de la R.).

[3] Subrayado por nosotros. (N. de la R.).

V. El Partido Bolshevique durante los años de auge del movimiento obrero, que precedieron a la primera guerra imperialista (1912-1914)