ACERCA DE LOS OFICIALES ENGAÑADOS POR KRASNOV

(1918)

Entre los millares de oficiales que bajo las órdenes de Krasnov derraman la sangre de obreros, de campesinos rusos y de cosacos trabajadores, hay muchos enemigos inveterados del pueblo, de contrarrevolucionarios encarnizados; pero hay también muchos que han sido a su vez engañados y ven ahora con espanto a dónde los conduce el traidor Krasnov.
En un comienzo, Krasnov exhortaba a luchar contra Alemania, y en nombre de ello exigía el derrocamiento del poder soviético. Krasnov reclutaba a los oficiales bajo el estandarte del patriotismo, pero por patriotismo entendía la devolución de las regiones rusas tomadas por el ladrón alemán. Después él mismo se pasó al campo de los parásitos y lacayos del emperador Guillermo. Krasnov trabajó mano a mano con Skoropadski, y Skoropadski no era más que un uriadnik alemán en la Ucrania sometida. Guillermo cayó bajo la presión de los obreros y soldados alemanes que seguían las huellas de los obreros y el ejército rusos. Después de Guillermo vino la caída de Skoropadski. Krasnov ofreció entonces rápidamente sus servicios, es decir, la sangre de los cosacos y de los campesinos trabajadores, a los bandidos franceses e ingleses, que en nombre de sus ganancias están dispuestos a hacer pedazos a cualquier país, a cualquier pueblo, a cualquier estado.
Solo redomados estafadores políticos pueden afirmar que los capitalistas y usureros ingleses y franceses se preparan a enviar sus tropas a Rusia para restablecer, desinteresadamente, lo que califican de "el orden". Solo ingenuos e idiotas pueden creerlo. En realidad, si Inglaterra, Francia, Estados Unidos o Japón, hubieran enviado sus tropas a nuestro país, lo habrían hecho únicamente para ocuparlo, de la misma manera que el káiser alemán ocupó Ucrania para hacer de Rusia una colonia impotente, sin voluntad, agotada, despojada.
Por suerte, los brazos de los rapaces anglofranceses son cada vez más cortos. Los pronunciamientos obreros en Francia son incesantes.
En el ejército no hay calma, el ejército exige la desmovilización. La burguesía inglesa pagaría caro por la caída del poder soviético, pero prefiere hacerlo con manos extranjeras, las manos de los Krasnov, Abrahám Dragomirov, Dutov, Denikin y otros traidores del pueblo trabajador. Las fuerzas personales del imperialismo no son suficientes para mantener sometidos a Alemania, Austria, los Balcanes, Francia -ocupada en gran parte por las tropas inglesas- y toda Rusia, y tener, además, la mirada fija sobre Norteamérica y Japón, ya que todavía el botín no ha sido repartido. De ahí que las esperanzas de la burguesía rusa de ver entrar en las fronteras de Rusia las cuantiosas tropas anglofrancesas sean cada vez más y más ilusorias.
En los periódicos gubernamentales ingleses y franceses aparecen artículos sobre este tema.
Los conspiradores del Don lo comentan con mala cara. La prensa burguesa de Ucrania, desilusionada, habla ya de ello abiertamente.
De donde se desprende, con certeza, que toda la innoble aventura de Krasnov tiene que concluir, dentro de algunas semanas, en un fiasco vergonzoso.
Krasnov ha prometido a sus amos extranjeros terminar en breve plazo con el poder soviético y ha recibido de ellos, por su trabajo de Caín, las monedas de plata.
Los imperialistas anglofranceses, convencidos por la experiencia de la dificultad de derribar el poder soviético, lo piensan diez veces antes de decidirse a lanzar contra él sus cuerpos de ejército, tanto más cuanto que los cuerpos alemanes que entraron en Ucrania con el estandarte tricolor de los Hohenzollern salieron de allí con el estandarte rojo del poder soviético.
Ya no se ve siquiera ayuda extranjera. Las tropas de Krasnov y de Denikin se han metido en un callejón sin salida. Millares de oficiales inexperimentados y sin madurez política, en cuyas cabezas se han machacado los viejos prejuicios burgueses monárquicos, han creído en un comienzo en las bellas frases de Krasnov sobre el patriotismo y la salvación del país, y lo han seguido. él ha hecho de ellos unidades particulares de oficiales, los ha trasformado en gendarmes con cuya ayuda mantiene obedientes a los cosacos y a los campesinos movilizados. Los cosacos perecen; los campesinos movilizados, a menudo medio desnudos, perecen; los oficiales engañados por Krasnov perecen.
Ahora una gran parte de ellos han comprendido que estaban en un callejón sin salida. Muchos estarían dispuestos a abandonar el campo pestilente de Krasnov y, confesándose culpables, volver a la Rusia soviética. Pero temen la justicia legítima del poder revolucionario, temen la venganza por la sangre que han derramado.
Evidentemente, sus crímenes son grandes; se han convertido en renegados del pueblo trabajador y han pedido la ayuda de sus peores enemigos; han derramado sangre obrera. Pero el pueblo revolucionario es magnánimo con los enemigos que reconocen sus crímenes delante del pueblo y están dispuestos no sólo a deponer las armas, sino también a servir honestamente en las filas de la Rusia trabajadora.
¡Ay de los felones! ¡Muerte a los traidores! Pero misericordia para el enemigo que se ha convertido y pide clemencia.
En nombre del poder militar supremo de la República Soviética declaro:

Cada oficial que solo o a la cabeza de su unidad venga voluntariamente a nosotros desde el campo de Krasnov será absuelto si prueba con su trabajo estar dispuesto a servir honradamente al pueblo. En la carrera militar o civil encontrará un lugar en nuestras filas.

¡Abajo el traidor Krasnov, que ha engañado a los cosacos trabajadores, que ha engañado a tantos antiguos generales!
¡Viva la cooperación pacífica de los obreros, campesinos, cosacos trabajadores y de todos los ciudadanos honestos que independientemente de su pasado, están dispuestos a servir al pueblo con abnegación!


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