Salvador Allende

Discurso ante la Asamblea Nacional de la Unidad Popular 


Pronunciado: El 8 de enero de 1971.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2 de febrero de 2016.


Gracias a ustedes que son la expresión representativa del pueblo, obtuvimos la victoria el 4 de septiembre. Ello significó romper viejos moldes, derrotar el escepticismo, la desconfianza de muchos, y abrir una gran posibilidad para el pueblo de Chile, hacer posible la conquista del gobierno para, desde el gobierno, conquistar el poder y, a través del poder, edificar el socialismo.

Durante la campaña presidencial dije que sería difícil nuestro triunfo. Pero agregué que más duro sería el intervalo entre la victoria en unas urnas y la ascensión al poder e hice conciencia en el pueblo de que aquellos que tanto hablan de democracia no se detendrían en nada para impedir que nosotros llegáramos a ser gobierno. En nada. Los hechos lo han comprobado así.

La culminación de esta actitud antipatriótica, contraria a la tradición viril de Chile, está marcada en el alevoso asesinato del que fuera prestigioso Comandante en Jefe del Ejército de Chile, general René Schneider. Sin embargo, derrotamos a los que, encubierta o solapadamente, se oponían a que llegáramos al gobierno. Hemos alcanzado el gobierno y estamos bregando por alcanzar plenamente el poder y ello lo lograremos cuando Chile sea dueño absoluto de las riquezas esenciales nuestras, que están en manos del capital foráneo; cuando el crédito esté al servicio de los planes del desarrollo que impulse el Gobierno Popular y de las mayorías nacionales y no esté, como ha estado hasta ahora, en manos de unos pocos; cuando controlemos el comercio de importación y exportación; cuando hagamos una profunda y honda Reforma Agraria y cuando la conciencia popular comprenda perfectamente bien que este es su gobierno y que este gobierno sólo podrá convertir en realidad las tareas que implican nuestro programa, que es un compromiso ante nuestra conciencia y ante la historia.

Sólo cuando las masas orientadas, dirigidas, elevadas en su nivel político, entienden que, como tal, tienen una alta responsabilidad.

Si la victoria fue una tarea alcanzada por ellas, si el triunfo fue de los partidos políticos, de movimientos y de los comités, esa victoria y ese triunfo popular deben hacer comprender también a todos que ahora somos el Gobierno Popular y, por lo tanto, que todos los integrantes de la Unidad Popular tienen una gran responsabilidad, que se requiere una actitud unitaria mucho más honda y más profunda hoy que ayer y que la solidaridad debe expresarse entre los partidos y movimientos de la Unidad Popular, en cada acto de cada militante y de este grande y avasallador instrumento que tiene el pueblo de Chile para alcanzar su victoria definitiva, que será cuando caminemos a la construcción del socialismo, denotando definitivamente a la reacción internacional y nacional. Por ello el poder popular tiende a derrotar a la sedición, al sabotaje, y la única manera de hacerlo es precisamente afianzando la unidad en la acción fraterna y revolucionaria de sus integrantes.

Sabemos, y ha hecho muy bien Adonis Sepúlveda en recordarlo, que los grupos reaccionarios que aparentemente aceptaron nuestra victoria, que impidieron por todos los medios o trataron, mejor dicho, de impedir nuestra llegada al poder, a pesar de que fueron aplastados por el repudio nacional frente al crimen que cometieron, siguen en actitud de espera y, lógicamente, tratarán de crear toda clase de dificultades en nuestro camino.

La acción planificada de ellos comprendiendo la imposibilidad de un enfrentamiento directo, primero porque debo decirlo con satisfacción de Presidente de Chile, las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros son leales y respetuosos de la Constitución y de la Ley y, por lo tanto, constituyen un dique que detiene el aventurerismo antipatriótico de aquellos que hubieran pensado que podían incoar una rebelión y encontrar quizás una respuesta favorable de algún sector de las Fuerzas Armadas y de Carabineros. Por eso, para ellos, el enfrentamiento directo se les hace muy difícil o casi imposible, pero buscan el camino, primero, de crear hipotéticas dificultades internas en la Unidad Popular y además de obstaculizar el proceso económico de los planes de nacionalización del Gobierno Popular; buscan crear situaciones de caos que les permitirán, en este instante, precipitar una acción en contra del gobierno.

Quiero, por ejemplo, señalarles a ustedes que en el momento de bajarme del helicóptero recibí de la Oficina de Informaciones de La Moneda un resumen de lo que se proyectara anoche en el Canal 9 de televisión en la República Argentina, en un espacio llamado “Nuevo Diario”, del 7 de enero, el que transmitió un extenso reportaje a grupos mapuches y hacendados en la zona de Temuco con relación a los últimos sucesos de tomas de tierras agrícolas. Los grupos mapuches expresaron adhesión a la política general del gobierno chileno sobre toma de tierras. Dijeron que las habían realizado y las justificaron expresando que éstas pertenecían a sus antepasados y que le habían sido prometidas en virtud de la Reforma Agraria. El mencionado grupo apareció en pantalla de televisión en actitud beligerante y portando armas de toda clase.

Por su parte, hacendados entrevistados se pronunciaron en forma violenta en contra de la Reforma Agraria y expresaron su disconformidad con la política general de gobierno; vaticinaron que en breve plazo estallaría en Chile una guerra civil señalando que carecían absolutamente de protección policial, por lo que ellos mismos se habían visto impelidos a adoptar las medidas necesarias para proteger la propiedad de su tierra. Esto no es sólo un hecho aislado, es parte de la campaña internacional destinada a deformar lo que somos, lo que queremos y a donde vamos y forma parte de la campaña subterránea que en distintos ángulos se sigue haciendo contra nosotros. Es indispensable, por lo tanto, que los integrantes de la Unidad Popular lleven hasta el pueblo la claridad necesaria para movilizarlo.

No podemos aceptar que se diga que los comités de Unidad Popular están adormecidos.

Cuando iniciamos esta lucha sostuve que los organismos de victoria serían los Comités de Unidad Popular, pero que los Comités de Unidad Popular no los habíamos creado, levantando y fortaleciendo para descansar la victoria de las urnas y que su trabajo era indispensable para el triunfo, su persistencia, su actitud, su acción, su tarea, era mucho más rápida, más profunda y más seria después de la victoria del 4 de septiembre.

Siempre con honradez hice ver al pueblo que el socialismo no se construye por decreto.

Debíamos alcanzar un gobierno democrático, popular nacional y revolucionario que abriera el camino al socialismo; que lógicamente, para nosotros, esta tarea era más difícil que lo que han realizado otros pueblos que han alcanzado ya el socialismo. Y más difícil por la ubicación geográfica de nuestro país, más difícil por la dependencia económica, política y cultural de los pueblos de Latinoamérica. Más difícil, porque nos hemos comprometido a realizar nuestro programa dentro de los cauces jurídicos de la sociedad burguesa y hemos señalado con claridad meridiana que dentro de estos cauces crearemos las nuevas formas jurídicas e institucionales que corresponden al Gobierno Popular. Por lo tanto, hemos estado y estamos abriendo un camino auténticamente nuestro, auténticamente chileno. Sostuve sin vanidad, y los hechos lo confirman, que la victoria popular en Chile iba a ser motivo de extraordinario interés, de apasionado interés por los pueblos latinoamericanos y por los pueblos de los continentes del mundo. Y la verdad es ésa, el laboratorio social que estamos viviendo concita la crítica intencionada y malévola de los menos, el respeto de los más y el ansia fraterna y revolucionaria de los pueblos que, igual que el nuestro, quieren su independencia económica, base de plena soberanía y base de su plena independencia política.

Por eso, la Unidad Popular debe, y quiero emplear la palabra en el sentido que tiene, la Unidad Popular debe unirse, por así decirlo, a tres elementos: al Gobierno Popular, a los partidos populares, al pueblo y las organizaciones de él. Tiene que ser un solo crisol, una sola bella masa, tiene que ser la unidad, el compacto ariete que penetre en la profundidad del imperialismo y de los sectores económicos reaccionarios. El Gobierno Popular no puede estar por sobre los partidos populares y los partidos populares no pueden estar aislados de las grandes masas populares. Sólo la movilización vigilante, activa y combatiente de las masas asegurará nuestra presencia permanente en el gobierno y asegurará también la vigencia comprometida ante nuestra conciencia y ante la historia de que vamos a convertir en realidad, pase lo que pase y suceda lo que suceda, el programa del pueblo convertido en programa de la Unidad Popular.

Por eso hay que entenderlo bien; tenemos una común tarea, nuestra labor debe ser coordinada, de participación. A ningún militante de base de la Unidad Popular le puede ser indiferente la acción, la labor de un funcionario de cualquier rango de la administración pública del Gobierno Popular. Y los funcionarios del Gobierno Popular saben perfectamente bien, primero, porque son militantes de los partidos de la Unidad Popular o de los movimientos de él y además porque ya he refrescado su memoria, que están en los cargos que el pueblo les ha entregado para ser ejemplos en el sacrificio, en la honestidad, en el trabajo y creo que el Compañero Presidente es el primero que debe demostrar con los hechos que puede exigir de los demás, para que sean el reflejo fiel de una voluntad auténticamente revolucionaria en la moral y en lo material.

Por eso, la autocrítica honesta, clara, limpia, dentro de los organismos de la Unidad Popular.

Nada de la crítica torva en los pasillos, nada de la zancadilla artera, actitudes y procedimientos de otros grupos políticos del ayer de Chile. Nosotros tenemos la obligación de ser auténticamente revolucionarios como lo dijera más de una vez. Es justa la frase que se pusiera en la Universidad de París, cuando alguien sostuvo que la revolución comenzaba antes que en las cosas, en la intimidad de uno mismo; eso implica una actitud distinta, un sentido de cooperación, una lealtad al trabajo en los demás, teniendo conciencia que ese trabajo está en función no de un hombre, de una familia o de un partido, sino en función de Chile y del pueblo y que la tarea que tenemos que realizar es lo suficientemente ennoblecedora, porque es una tarea que representa, en esencia, la emancipación de Chile y la construcción de una nueva Patria independiente absolutamente.

Por eso, establezco la responsabilidad solidaria del gobierno, de los partidos y la obligación de que los partidos de gobierno sean capaces de encontrar el eco generoso y la voluntad rebelde de las masas. Ello sólo puede hacerse con la acción continuada y permanente del trabajo, del diálogo, de fa movilización común.

Recibí un mandato del pueblo, expresado a través de ustedes, los partidos de la Unidad Popular y de los movimientos que forman parte de él. Me parece que ésta no es la ocasión, por lo avanzado de la hora y porque pienso que cada uno de ustedes habrá leído lo que el gobierno ha realizado, para exponer, aunque fuera en síntesis apretada, las tareas que hemos cumplido. Creo, sí, que puedo mirar cara a cara a mis compañeros y dirigentes de los partidos populares, como a ustedes dirigentes de base, simple militante de la Unidad Popular, porque me he empeñado no sólo con los compañeros ministros y funcionarios del gobierno en ser leales al compromiso contraído y creo que, hasta ahora, ningún hombre de la Unidad Popular puede decir que su gobierno no ha estado en el primer lugar de la barricada cumpliendo con su tarea histórica.

Por eso he venido, finalmente, a decirles que pienso, anhelo y sé que la Unidad Popular debe acrecentarse, hacerse más recia, más profunda, más leal si es posible. Quiero decirles que aunque muchos vaticinaron que la última elección sería la de septiembre pasado se equivocaron; quiero decirles que aunque muchos sostuvieron esto hay un hecho real: vamos a enfrentar en abril de este año las elecciones de regidores. No será un plebiscito, no porque temamos el veredicto, sino porque no le hemos dado el carácter de tal. Pero sí, tenemos una obligación, trabajar para que los partidos de la Unidad Popular obtengan, como respuesta en las urnas, la adhesión no sólo del millón de votos, que obtuviéramos y algo más, sino que ahora de mucha y mucha más gente que antes no estuvo con nosotros, por la propaganda que se realizara durante tantos años, pero que ahora ha comprendido lo que queríamos y por qué luchábamos. Pero esta batalla hay que darla con un profundo sentido de unidad y he lamentado, por ejemplo, que no se pusieran en marcha los pactos de compensación, que antes permitieron aprovechar mejor los votos, para que saliera un representante de un partido de la Unidad Popular donde la división de los partidos hará que se marquen votos para determinadas corrientes políticas, pero no habrá un representante más de la Unidad Popular.

No se trata de una lucha para señalar que un partido determinado sacó tantos votos. Se trata de una lucha para exigir, pedir, reclamar y obtener que el pueblo vote por la Unidad Popular.

He lamentado profundamente, y espero que haya tiempo para enmendar este hecho, que no hayan acuerdos que permitan garantizar que habrá siempre, donde haya mayoría, un alcalde de la Unidad Popular. No queremos estar jugando al manejo subalterno de determinados sectores que puedan levantar a un partido más que a otro.

Ser vanguardia popular implica un contenido que ningún hombre o mujer de este movimiento puede ignorar. Ser vanguardia es estar a la cabeza, es guiar, es enseñar; es también la humildad que debe tener el dirigente para aprender del sacrificio del pueblo. Ser vanguardia popular, ser vanguardia revolucionaria y ser revolucionario para crear una nueva sociedad -dentro de los marcos de la democracia burguesa- implica un alto nivel de capacitación política e implica entender las diferencias que pueda haber en las actitudes tácticas, sin comprometer la estrategia final. Esto tienen que entenderlo ustedes, que son en esencia los dirigentes representantes de las fuerzas populares organizadas en nuestro movimiento.

He dicho que reclamo la coparticipación más activa y con responsabilidad, todavía, porque hemos estado, a veces, demasiado lerdos para rechazar el embate en contra nuestra, en la prensa, en la radio o en la actitud política de algunos adversarios. Nosotros pensamos, y yo lo pienso categóricamente, que sin desvincularnos nosotros los que estamos en el gobierno y que somos los personeros de ustedes -porque es útil que se entienda, y en forma definitiva, que el pueblo debe ser y es el gobierno de Chile- digo, los partidos tienen que ser canales, el nexo, la amarra que permita más y más el entronque de los partidos con las masas populares. Por eso, y finalmente, yo creo que está bien esta asamblea porque en ella habrá de trazarse la labor a realizar no sólo para la campaña electoral de abril, sino para movilizar a las masas y concientizarlas frente a las dificultades que tendremos y que serán muy serias.

En el campo internacional, a pesar de que hemos ido desbrozando el camino, sin discusión, a medida que avancemos como tenemos que avanzar hiriendo los intereses foráneos, se irá creando en contra del Gobierno Popular y del pueblo de Chile, el clima que vitalice la actitud de los sectores oligárquicos y feudales en contra nuestra. Ahora y sólo ahora hemos avanzado, hundiendo a las capas plutocráticas en lo que en ellas era en esencia el poder, a través de la iniciativa de nacionalizar el crédito y estatizar la banca. Ahora, con una auténtica, impulsiva y creadora Reforma Agraria vamos, de verdad, a concitar de hecho la resistencia que ya se apunta en algunos sectores patronales.

Yo he vivido la inquietud de Cautín, en donde hay factores naturales y factores artificiales. En donde hay, además, factores inclusive raciales y antropológicos que complican más el problema; porque el araucano nuestro ha sido negado; zaherido y pisoteado durante un siglo y no se ha incorporado jamás a su condición de ciudadano y, posiblemente, no puede percibir, como lo perciben ustedes, la proyección que tiene la victoria popular, ni puede a veces detener sus ansias de rebeldía aplastada durante un siglo y tanto.

Por ello debemos comprender la tremenda responsabilidad histórica que hemos asumido sin premura, sin demagogias, sin jugar a la irresponsabilidad. Sin precipitar las tomas y esconder la mano y estar ocupando departamentos cuando se es militante de la Unidad Popular y se sabe que ese hecho implica ir contra el obrero, un empleado modesto que también, si no fue militante de la Unidad Popular, tiene la misma posición de clase de explotado y oprimido de los integrantes de nuestro movimiento y nuestra acción. Por eso, sin dejar que nuestra gente caiga en la inacción, no dar motivos a que se interprete nuestra actitud como una actitud de provocación o de irresponsabilidad. Tenemos que hacer entender que la participación de los obreros, de los técnicos y de los empleados en las empresas, tiene un contenido superior que implica que nosotros reconocemos que aunque no han pasado por la Universidad los obreros pueden y deben asumir la responsabilidad en el manejo de las empresas, en el campo estatizado o en el campo de la economía social. Con satisfacción, por ejemplo anuncio, que hemos nombrado gerente de la empresa carbonífera -ayer particular- de Lota y Schwager a un compañero obrero, a un auténtico trabajador del carbón. Pero ello, no puede significar jamás que algunos compañeros puedan imaginarse que porque están en el directorio de las empresas y forman parte de su dirección o las dirigen, esas empresas van a estar al servicio de los intereses de los que en ellas trabajan. No. Esas empresas están al servicio del pueblo y al servicio de Chile y si hay sectores que tienen mayor poder de presión porque representan industrias fundamentales y vitales para Chile, lo he dicho con claridad y honradez, como Presidente del pueblo, que no aceptaré que haya sectores de trabajadores privilegiados, mientras hay miles de trabajadores que se mueren de hambre en nuestro país.

Tenemos que hacer entender a algunos de los propios compañeros nuestros, que el plan económico es un todo; que no es cosa parcelada la remuneración y el aumento de remuneraciones, que no está al margen de un proceso general que tenemos que planificar y realizar globalmente. Eso es lo que necesitamos, que cada hombre y cada mujer de la Unidad Popular se impregne en lo que somos, tenga conciencia de la tarea que estamos realizando y sepa que hasta ahora nosotros marcharemos por el cauce de la legalidad, que le hemos dicho al pueblo que íbamos a recorrer, pero sin olvidar también lo que yo les dije a ustedes y le dije a Chile entero: no queremos la violencia, no necesitamos la violencia; aplicaremos primero la violencia de la ley cuando se entienda perfectamente también que la ley debe alcanzar a los poderosos. Pero si otros rompen los diques de la ley y otros restan la violencia y si hay gente que cree que pueden conspirar impunemente y si pasan de la conspiración a la acción, les vuelvo a decir a ustedes: ¡a la violencia reaccionaria opondremos la violencia revolucionaria!