Salvador Allende

Proyectar América Latina en el mundo. Discurso pronunciado en la manifestación ofrecida por el Presidente Lanusse de Argentina en Salta, Argentina 


Pronunciado: El 23 de julio de 1971.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2 de febrero de 2016.


Señor Presidente:

Señoras y señores:

Como Presidente y vocero del pueblo de Chile, expreso mi gratitud y satisfacción de encontrarme en esta hermosa ciudad de Salta, acogido por la deferente hospitalidad de los argentinos y de su Jefe de Estado.

Aquí, frente a estas montañas y en estos mismos campos combatió Güemes, caudillo y tribuno.

Los gauchos lo aclamaban como defensor y amparo de los pobres. Güemes, guerrillero legendario, hermano en la idea y en la acción de nuestro guerrillero heroico, Manuel Rodríguez. Ambos viven en la gloria y el recuerdo. ¡Martín Fierro! con las armas en sus manos.

La lucha emancipadora señaló la norma de unión entre chilenos y argentinos. Se puso a prueba, a veces, la solidez de nuestra amistad, pero siempre superamos los obstáculos para retomar, con vigor renovado, nuestro común destino.

El primer diplomático argentino acreditado ante nuestra Junta Gubernativa de 1810, recibió del Gobierno de Buenos Aires instrucciones, que definieron premonitoriamente, lo que serían en adelante, nuestras relaciones. Ellas dicen: “La naturaleza misma parece haber preparado la unión del Reino de Chile y de las Provincias del Río de La Plata, tanto en la situación local de ambos países como en los medios de proveer a sus recíprocos auxilios”.

Así, tratados, protocolos, laudos arbitrales, negociaciones directas, han tenido como objetivo alejar de nuestras diferencias toda solución que no fuese pacífica y amigable, hasta que conformamos una lección viviente: dos naciones con cinco mil kilómetros de frontera, no han recurrido jamás a medida de fuerza ni siquiera han interrumpido, en ciento sesenta años, sus vínculos oficiales. Jamás han visto debilitarse su afecto de pueblo a pueblo.

Así está escrito en la historia.

Los Pactos de Mayo, firmados en 1902, constituyen reglas de perfecta convivencia internacional y contribución ejemplar al desarrollo del Derecho de Gentes.

En el Tratado General de Arbitraje, las Partes se obligan a “someter a juicio arbitral todas las controversias de cualquier naturaleza que por cualquier causa surgieren entre ellas, en cuanto no afecten a los preceptos de la Constitución de uno u otro país, y siempre que no puedan ser solucionadas mediante negociaciones directas”.

Y en otro de los Acuerdos de los Pactos de Mayo, por primera vez en el mundo, dos países estipulan la reducción de sus armamentos navales.

La historia en este día, reafirma que los deseos de justicia y de paz que han impregnado los lazos fraternales entre Chile y Argentina, siguen incólumes en el sentir de sus pueblos.

El problema del Canal del Beagle, último de nuestros diferendos -pendiente a pesar de los esfuerzos de dos generaciones-, está entregado hoy al arbitraje. Es el justo anhelo de imparcialidad y el más riguroso reconocimiento del derecho.

Desde que el pueblo asumió el Gobierno de mi país, ha sido preocupación esencial estrechar relaciones con la República Argentina.

Sé que en esta forma, cumplimos el imperativo histórico.

La Comisión Especial de Cooperación tuvo una reunión fructífera. Constató el crecimiento notable de los intercambios entre nuestros países y estableció nuevos cauces para el desarrollo de intereses recíprocos.

Se reunió, en Buenos Aires, la Comisión de Integración Física. Buscó con éxito notorio, eliminar obstáculos a la vinculación económica bilateral y encaró resueltamente realistas soluciones.

La Cordillera de los Andes no nos separa, nos une. Testimonio de ello son los miles de chilenos que viven en este país. Como lo ha dicho el señor Presidente, ellos contribuyen con su trabajo -y estos los enaltece-, a la grandeza argentina.

Durante la reciente y grata visita del Canciller, don Luis María de Pablo Pardo, se suscribió el Acta de Santiago. Sobre la base de este documento de repercusión internacional, una próxima Convención reglamentará el uso de los recursos hidrológicos de las cuencas chileno-argentinas.

Ahora, este encuentro de Salta es propicio para una conversación franca y abierta.

Demostraremos así, cómo pueden entenderse los mandatarios de dos países sin reticencias, sin considerar las circunstancias de sus respectivas políticas internas.

A través del Gobierno Popular que presido, Chile construye una economía humana e independiente, inspirada en los ideales socialistas. Queremos reestructurar la sociedad chilena en términos de justicia y libertad para lograr un desarrollo nacional auténtico; es decir, al servicio del pueblo trabajador.

Importante paso en nuestra ruta, es la Reforma Constitucional aprobada por unanimidad en el Congreso que permite al Estado recuperar sus riquezas naturales. Tomada ya posesión de la gran minería del cobre -fundamento de nuestra economía-, podremos acometer, en íntima colaboración con los países hermanos, empresas significativas destinadas a promover nuestro desarrollo acelerado, liberándonos de voluntades hegemónicas contrarias a los intereses superiores de Hispanoamérica.

Coincido plenamente, por tanto, con el Señor Presidente: la igualdad jurídica no basta para asegurar relaciones estables y armoniosas.

Nosotros agregamos: mientras exista una desigualdad de hecho que se manifiesta en la presión imperialista. Por ello mismo, coincidimos también en rechazar toda forma de liderazgo político o económico, en la vida de relación de los pueblos y las naciones.

Los chilenos queremos contribuir, decididamente, a proyectar la América Latina hacia el mundo, con personalidad propia, dignidad e independencia, lo que requiere profundas transformaciones en su estructura interna, social y política. Sabedores de la fuerza que depara la unidad de nuestros pueblos, podremos emprender grandes tareas en beneficio colectivo. Sin subordinamos a directrices extrañas, con absoluto respeto a la autodeterminación, a la no intervención, y al diálogo sin fronteras. Son los únicos principios que, aplicados también al ámbito mundial, pueden garantizar la paz y la cooperación internacionales.

No concebimos conflictos armados entre latinoamericanos. En cambio, nos amenazan catástrofes de otro tipo, desatadas por las fuerzas naturales, y deseamos crear un sistema común que nos permita enfrentarlas solidariamente.

Insistiremos en todo aquello que una a nuestros pueblos: Elaborar textos que enseñen la misma historia. Establecer empresas mixtas bilaterales y multilaterales. Organizar un régimen común de seguridad social. El arte y el pensamiento del hombre americano han de difundirse libremente por nuestro continente. Los científicos deben tener iguales garantías. Es la nuestra una época de vertiginoso avance tecnológico. De nuevos valores humanos. De una rebelde juventud. Es preciso no olvidarlo.

Alguna vez se establecerá el estatuto del hombre americano. Y un día llegaremos, manteniendo la propia nacionalidad, a la nacionalidad latinoamericana.

En esa perspectiva hemos avanzado. Chile se identifica con la política de integración del Pacto Andino, con Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú. Los signatarios de los Convenios de Cartagena actúan dentro del marco del Tratado de Montevideo. Su fortalecimiento vitaliza a la ALALC.

Continuación lógica y necesaria de esta conducta es el desarrollo complementario de las economías chilena y argentina. Pocos países como los nuestros tienen más amplias posibilidades. Pocas regiones, como lo ha dicho el Señor Presidente, pueden demostrar mejor que Salta, la conveniencia de una progresiva integración.

Chile y Argentina, cada uno de acuerdo con su realidad específica, enfrentan el mismo reto.

Compartamos las actividades que requieren sumar esfuerzos nacionales, desde el terreno de la investigación científica y el uso de la energía nuclear, hasta el apoyo mutuo en las reuniones internacionales.

Cumpliendo estas tareas, haremos realidad el mandato de los próceres, San Martín y O’Higgins: la construcción de dos Patrias soberanas, amigas y hermanas siempre.

Señor Presidente:

Chile está viviendo horas duras. El castigo implacable de la naturaleza ha segado vidas y golpeado a nuestra gente en su hogar, en su trabajo, en sus esperanzas. Nuestro pueblo ha sabido sobreponerse. Hemos contado con la fraternal ayuda de muchos países, entre ellos, de manera oportuna y generosa, Argentina, su pueblo y su Gobierno.

Señor Presidente:

Le entrego la emoción agradecida de todos los chilenos.

Señoras, señores:

Brindemos por la amistad entre Chile y Argentina.

Brindemos por el bienestar de sus pueblos y por la ventura personal del Presidente Lanusse y de su señora esposa.