Salvador Allende

Discurso con motivo de la visita del Presidente argentino Alejandro Lanusse 


Pronunciado: El 13 de octubre de 1971.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 3 de febrero de 2016.


Poco más de dos meses han transcurrido desde que, por amable invitación suya, tuve el honor de visitar la República Argentina y de ser recibido en la histórica ciudad de Salta, en la que le tributó al Presidente de Chile la más calurosa y cordial hospitalidad.

Al término de esa entrevista tuvo usted expresiones muy sinceras que reflejaron exactamente la amistad y el afecto inalterable que naciera entre nosotros y que tienen para mí el más hondo y, a la vez, real significado.

Por todo lo que allí conversamos y que quedó tan bien expresado en la declaración que firmáramos, por lo que desde entonces hemos realizado, le doy ahora la más cordial de las bienvenidas y se la doy en esta ciudad de Antofagasta, dura y árida, pero que es símbolo de nuestros trabajadores y del temple con que se forja nuestra nacionalidad.

Dijimos en Salta que la amistad y la cooperación entre Chile y Argentina representan factores insustituibles para preservar y consolidar la paz de América, en un orden de justicia y prosperidad económica y social, y estamos convencidos de esta realidad, porque la República Argentina, siendo un país del Atlántico, es también un país andino. La fuerza y el empuje del hombre de sus provincias del Norte y del Este llevan al Atlántico la influencia de la cultura de Los Andes y la profundidad del espíritu de los que viven cerca de esta cordillera que nos une y que no nos separa.

La proyección histórica del Encuentro de Salta queda evidenciada, por los resultados de mis recientes visitas a Ecuador, a Colombia y al Perú.

En ellas reafirmamos los mismos conceptos que habíamos destacado en nuestra Declaración Conjunta: escrupuloso respeto al principio de no intervención en los asuntos internos o externos de los Estados; y rechazo de la amenaza o el empleo de la fuerza para doblegar la voluntad soberana de las Naciones. Por eso mismo, repudiamos toda presión y el uso de los créditos internacionales o de la cooperación económica como instrumento para reforzar la libre decisión de los Estados.

Reafirmamos, también, el principio de libre determinación de los pueblos para darse y elegir su propio Gobierno.

Reafirmamos, sobre todo, el respeto al pluralismo político en la comunidad internacional y el derecho de cada Estado de mantener relaciones con los países que estiman conveniente. En las Declaraciones Conjuntas que hemos venido firmando, también hemos dado relevancia especial al derecho de los Estados a recuperar sus riquezas básicas y también, como usted y el Presidente Velasco Alvarado acaban de declarar “el derecho soberano de cada país de disponer libremente de sus recursos naturales”. Este principio, Señor Presidente, consagrado por las Naciones Unidas, lo estamos aplicando en Chile, en virtud de una decisión soberana que cuenta con el respaldo unánime del pueblo, de este pueblo que es hoy Gobierno, y que ha asumido la responsabilidad de abrir un nuevo camino para la Patria.

Todas estas son las normas que afianzan de una manera eficaz y sólida, la comunicación de una política de cooperación bilateral activa, que tienen vigencia especial en el marco latinoamericano. Normas que, debo insistir, son aplicables a toda la comunidad internacional.

En las semanas venideras, América Latina deberá expresar su pensamiento en importantes conferencias internacionales, en CECLA, desde las reuniones de Alta Gracia, Viña del Mar, y ahora en Buenos Aires, donde fijamos pautas comunes de negociación frente a los países desarrollados, va forjándose un pensamiento común en el Grupo de los 77, donde esperamos que nuestras pautas de CECLA, sean compartidas por el mundo en vías de desarrollo porque hoy, más que nunca, enfrenta esquemas que amenazan el porvenir de nuestros pueblos que aún sufren miseria, hambre y enfermedad.

Por último en abril próximo, cuando Santiago tenga el honor de ser la sede de la Tercera Reunión de UNCTAD, pondremos a prueba la unidad de acción de los países latinoamericanos y del Tercer Mundo en sus relaciones con los países de alto nivel de desarrollo económico.

Estoy convencido que la identidad de propósitos que anima a nuestros dos Gobiernos interpretando el anhelo esperanzado de sus pueblos, para darles un futuro de justicia, cultura y trabajo ha de reflejarse en acciones comunes que demuestren, en el ámbito regional y mundial el valor que tiene esta comunidad de objetivos.

Señor Presidente:

El 24 de julio nos comprometimos en Salta a negociar un Convenio Laboral destinado a solucionar con espíritu de justicia social, las situaciones provocadas por el desplazamiento de trabajadores temporales de un país a otro.

Lo que allí declaramos es hoy, pocas semanas más tarde, una realidad en este trascendental proceso histórico de integración de los pueblos que se proyecta a todos los niveles para alcanzar la liberación económica del continente. Nuestros Plenipotenciarios firmarán un Convenio Laboral y otro de Seguridad Social. Ambos documentos resumen el vehemente propósito de nuestros Gobiernos de defender su capital humano y de proteger el derecho de los trabajadores chilenos y argentinos a un adecuado régimen laboral y a las prestaciones de seguridad social. Ninguna política de complementación económica es justa si no se atiende primordialmente a la elevación de las condiciones de vida de los trabajadores, a la preservación de su capacidad laboral y al mantenimiento de sus aptitudes profesionales.

Las contingencias propias de la vida del hombre, como la vejez, la invalidez, la muerte, los accidentes del trabajo y las enfermedades profesionales, tendrán plena cobertura. Las prestaciones médicas por enfermedades y maternidad y los beneficios familiares, están también reconocidas y amparadas por los convenios.

En el futuro, los chilenos que trabajen en Argentina tendrán asegurada su seguridad social. Lo mismo ocurrirá con los argentinos que trabajen en Chile.

Nuestros pueblos tienen derecho a la dignificación de sus trabajadores, éste es el imperativo de la hora presente. Para cumplir con esta exigencia que en la actualidad tiene dimensiones históricas, firmaremos los Convenios respectivos, dando así satisfacción a un problema que, por largos años, permaneció sin solución.

Nos comprometimos también en Salta a impulsar las labores de la Comisión de Integración Física. Ella se reunirá en pocas semanas más en Santiago, y allí han de tomarse también en seria consideración las recomendaciones que están contenidas en el Acta suscrita, a fines de septiembre, por el Gobernador de Salta y el Intendente de Antofagasta.

Las sugerencias contenidas en esta Acta, cuya importancia quiero destacar esta noche, están destinadas a promover un mayor acercamiento turístico, económico y cultural entre ambas provincias y entre ambas ciudades que, por acuerdo de sus autoridades comunales, acaban de ser declaradas Hermanas, constituyen así un símbolo más de la inseparable amistad entre Chile y Argentina y demuestran la plena vigencia de las palabras que usted pronunciara señalando que “las fronteras abiertas son las que mejor se defienden”.

Señor Presidente, le reitero mi íntima satisfacción por recibirlo en Chile a usted y su distinguida esposa y su ilustre comitiva. Las conversaciones que hemos mantenido esta tarde y continuaremos mañana, la firma de los Convenios a que he aludido antes y de otro destinado a facilitar el turismo entre nuestros países, la franqueza, la confianza y la amistad que se ha establecido entre nosotros, han de redundar estoy cierto en un vínculo mucho más profundo en las relaciones políticas, económicas y comerciales de nuestros países.

Señoras y señores: Os invito a brindar por la prosperidad de la República Argentina, por el bienestar de su ilustre Presidente y de su distinguida esposa y por la íntima y estrecha amistad entre nuestros pueblos.