Salvador Allende

Entre la revolución y la contrarrevolución. Entrevista concedida a Víctor Flores Ofea, publicada en Excélsior, México


Pronunciado: El 4 de marzo de 1972.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 4 de febrero de 2016.


Al expresar sus puntos de vista, de una manera amplia y exclusiva, sobre las últimas revelaciones que han conmovido a la opinión mundial y sobre el proceso de cambios en su país, el Presidente de Chile, Salvador Allende, manifestó que México ha sido factor de importancia en la lucha por la liberación de los pueblos latinoamericanos. México -agregó- abrió el camino al pensamiento renovador a través de Lázaro Cárdenas y estuvo antes que otros en la expropiación del petróleo y en el comienzo de una Reforma Agraria. México tiene una tradición que hemos estudiado, respetado y de la que hemos aprendido; por eso aprovecho la oportunidad para enviar un cordial saludo del pueblo de Chile al pueblo mexicano y del gobierno de Chile al gobierno mexicano.

Al finalizar la entrevista, que tuvo lugar en el sobrio despacho de su residencia privada, el presiden te de Chile añadió que “tenemos un motivo especial de gratitud hacia el Presidente de México porque cuando Chile vivió horas aciagas envió con ayuda a su propia esposa, gesto solidario y fino que el pueblo de Chile y su gobierno no hemos olvidado y le agradecemos”.

Al preguntarle acerca de las revelaciones del columnista norteamericano Jack Anderson y sobre lo que parecen ser intentos sediciosos en el interior de Chile, descubiertos en los últimos días, Allende dijo: Sobre la acción de la ITT denunciada por el periodista Anderson el gobierno no ha expresado, ni expresará todavía, su opinión. Ha hecho saber, sí, que a su juicio los documentos que ha recibido denuncian maniobras de extraordinaria gravedad, atentatorias contra la voluntad del pueblo de Chile y que vulneran los principios de no intervención y de respeto a la autodeterminación.

Precisamente porque lo ocurrido tiene proyecciones no sólo nacionales sino continentales -agregó-, hemos querido primero estudiarlos cuidadosamente, segundo, entregarlos sin comentario alguno al conocimiento del país, publicando los originales en inglés acompañados de su traducción al castellano que ha sido hecha por funcionarios de la Secretaría de la Presidencia y por miembros del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas. Esto último, porque en los documentos se menciona al general Schneider, alevosamente asesinado por los ultras de este país, que muestra que estaban dispuestos hasta llegar al crimen para impedir que nuestro pueblo asumiera el gobierno de Chile y a otros militares como el general Perk, que fue comandante en jefe del Ejército, y al ex general Viaux que está detenido hace ya cerca de un año por su militancia en el asesinato de Schneider.

Allende dijo que estos documentos serían publicados en un folleto y entregados especialmente a los jefes del Congreso, del Poder Judicial, del Ejército y de los Carabineros y a otros dirigentes del Estado chileno (El folleto debió ponerse en circulación ayer lunes). El propósito de su gobierno al difundir tal información, en que se menciona también al ex Presidente Eduardo Frei, es que el país entero conozca hechos que lo afectan gravemente. Por eso mismo lo obliga a ser extraordinariamente cauto y a no apresurar juicios.

Salvador Allende afirmó:

Nuestro deseo es que de ninguna manera estos hechos se conviertan en motivo de querellas políticas internas ya que su magnitud, más bien, está relacionada con la lucha de los pueblos por su emancipación y su liberación.

Los grandes complejos económico-industriales son demasiado poderosos e intervienen muy frecuentemente, según las mismas denuncias aparecidas en Estados Unidos, en la política interna de nuestros países. Sólo quiero recordar que la gravedad que entrañan estos hechos ha sido reconocida por el propio Senado norteamericano, y que seguramente no hay un solo chileno honesto y patriota que no quiera que se desentrañe ampliamente la verdad.

Y es que no se trata solamente del ataque a un movimiento democrático sino que va contra la autodeterminación, principio fundamental que puede y debe ser defendido sobre todo por los países en vías de desarrollo. Nosotros lo hemos dicho: en el campo internacional, no intervención y respeto a la autodeterminación.

 

Reconocemos el derecho de la oposición

El Presidente Allende reiteró que se trataba de hechos de una extrema gravedad que proyectan sobre los países en desarrollo la imagen de los poderosos intereses de los consorcios industriales. Enseguida se refirió a la política interna de Chile en los siguientes términos:

Nosotros lo hemos dicho muy claramente: el gobierno jamás dejará de reconocer los derechos que tiene la oposición. Y hemos señalado que la inmensa mayoría de los opositores al gobierno actúan dentro de los marcos constitucionales y legales. Esto mismo nos obliga a respetarlos.

Pero hay otros sectores, los mismos que estuvieron comprometidos durante la etapa que transcurrió del 4 de septiembre al 3 de noviembre de 1970, que participaron en los atentados y desarrollaron acciones directas agresivas, que fracasaron en su propósito de que el Congreso no apoyara mi designación, esos mismos que estuvieron manejando sin recato y con audacia cínica todas las posibilidades extra legales en contra nuestra, que intentan subvertir las instituciones. A veces cubriéndose con el manto de la oposición democrática y legal, pero también engañándola y tratando de arrastrar a algunos elementos de buena fe que no siempre se han dado cuenta de los pasos en que andan esos señores.

Frente a ellos, que son conspiradores natos, el gobierno tiene la obligación de salvaguardar el orden; estas gentes casi siempre son amanuenses de intereses extranjeros o están vinculados a ellos y tratan continuamente, porque no tienen otras posibilidades en nuestro país, de emprender acciones directas y provocadoras, pretendiendo encontrar eco en algunos sectores de las Fuerzas Armadas y del cuerpo de Carabineros.

Digo que pretenden encontrar eco -siguió Allende- porque hasta ahora las Fuerzas Armadas y el cuerpo de Carabineros han tenido una posición implacablemente clara y decidida de respeto a la Constitución y a la ley, y a la voluntad popular expresada en los comicios. Creo personalmente que el país tiene conciencia de que esta es la realidad, de pleno respeto, por parte de unos y otros, al sistema jurídico establecido. Las Fuerzas Armadas y los Carabineros, a su vez, tienen plena conciencia de que yo soy Presidente por la voluntad mayoritaria del país; que por mandato de la Constitución soy Generalísimo de las Fuerzas Armadas y que es mi obligación hacer que dicha institución, que tanto ha significado en la historia de Chile, esté más y más vinculada a las grandes tareas y transformaciones que Chile reclama en la actualidad.

Nosotros hemos planteado la necesidad de que las Fuerzas Armadas se incorporen al proceso de desarrollo económico, científico tecnológico de Chile. Por primera vez en su historia esas fuerzas intervienen en puestos directivos de algunos sectores de la producción, en algunas empresas vinculadas con el cobre, el acero, el petróleo y en la Comisión de Energía Nuclear, etcétera.

Buscamos ahora un amplio desarrollo técnico con la participación de esas fuerzas, que pueden contribuir muy eficaz y positivamente al desarrollo del país, aportando sus niveles de conocimiento y su disciplina en tareas en beneficio eminentemente popular.

 

No hay Ejército fuerte con pueblo hambreado

Tengo la absoluta certeza de que las Fuerzas Armadas -prosiguió Allende- tienen plena conciencia de que la seguridad nacional es algo más que la defensa nacional, y de que está Íntimamente vinculada a las condiciones de vida de los pueblos. No hay ejército fuerte con un pueblo hambreado ni ejército con importantes recursos técnicos con un pueblo analfabeto. La tecnología moderna implica un nivel superior y, con relación al Ejército nuestro, debemos decir que tiene un alto grado de preparación, pero nos proponemos hacerla aún más sólida. Por otra parte nos proponemos, como afirmaba, aprovechar su presentación en favor del desarrollo general de Chile.

Por eso es que las Fuerzas Armadas y los Carabineros se han mantenido y se mantendrán junto al gobierno constituido, porque éste es la expresión del pueblo. Los sediciosos han intentado infructuosamente crear divisiones, pero no lo han conseguido ni lo conseguirán.

Hace unos cuantos días, en su desesperación, pretendieron reeditar una marcha que hicieron cuando estuvo aquí el comandante Fidel Castro, so pretexto de desabastecimientos graves.

Usted sabe bien, después de pasar unos días en nuestro país, que tal vez falten algunas cosas, pero que las tiendas y los almacenes están bastante abastecidos, y los restaurantes, y los teatros y los cines frecuentados abundantemente. No ha habido en lo esencial alteración en la vida que se lleva; ésta es igual a la de cualquier parte en la que la gente tiene recursos, y ahora un mayor número de chilenos tiene más recursos que nunca, gracias a la fuerte redistribución de ingresos que hemos logrado.

Salvador Allende precisó que sólo se trata de pretextos para crear problemas. Momentos de escasez los hay hasta en países de mayor abundancia. Ahora mismo hay racionamiento de carne en Argentina y Uruguay, los emporios tradicionales de la carne. Y en Chile, donde también hubo ese racionamiento bajo los regímenes anteriores, se culpa hoy al gobierno, con claras intenciones de sembrar el desconcierto político; pero además, quienes han protestado son los sectores más pudientes, que incluso cuentan con medios para comprar y conservar la carne durante varias semanas y meses. Además, debe reconocerse que sectores populares que antes no consumían carne, sobre todo los desempleados, ahora la consumen, por su incorporación al trabajo y porque cuentan con ingresos que antes no tenían. Hoy, el consumo de carne en Chile -dijo Allende- ha aumentado en alrededor de 15 por ciento. Estos son los motivos principales del desabastecimiento relativo y circunstancial de ese producto, problema que grupos interesados pretenden ampliar más allá de cualquier consideración objetiva.

Estos mismos grupos han intentado movilizar a algunas mujeres, lo que -entre paréntesis-, no se aleja del esquema que se utilizó contra Goulart, aunque con matices distintos. En Brasil, el pretexto fueron las discrepancias religiosas.

En Chile -afirmó Allende- no han podido hacerlo por esa vía, porque el gobierno mantiene las mejores relaciones con todas las Iglesias. Últimamente se han realizado dos Te Deum ecuménicos que han sido una lección dada al mundo, de tolerancia y respeto. Por tanto, no ha habido ninguna fricción, ni la habrá, entre la Iglesia Católica y el gobierno, ni con ninguna otra Iglesia. Y menos ahora que la Iglesia Católica en Chile, justo es señalarlo, ha adoptado una actitud muy clara frente a los problemas sociales, dentro del pensamiento revolucionario.

Tales grupos organizaron hace unas cuantas semanas unas marchas de mujeres que fue flanqueada prácticamente por hombres armados que promovieron desórdenes y que obligaron a la policía a intervenir. Hubo sólo algunos golpeados, pero esos grupos aprovecharon la ocasión para hacer un gran escándalo interno y externo, hasta el punto -dijo el Presidente Allende- que ciertos diarios latinoamericanos anunciaron la existencia de 20 o 25 muertos. A esa demostración siguió una actitud provocadora que se manifestó de distintas maneras, sobre todo en los barrios residenciales.

 

Nuevamente la provocación

Todo esto murió lentamente hasta que apareció de nuevo la provocación, otra vez tratando de sacar a las mujeres a la calle. En esta oportunidad, haciendo que seis modestas esposas de obreros de la principal industria papelera de Chile se manifestaran contra la idea de estatizarla.

Lo curioso es que al día siguiente de que pidieron el permiso aparecieron avisos en las calles, en El Mercurio y en otros diarios como La Prensa, llamando no a manifestar en contra de la estatización, sino a protestar contra el gobierno, con los acostumbrados argumentos de que se asesinaban las libertades, el peligro para la democracia, la dictadura comunista, el atropello de la dignidad y mil cosas más. La ciudad se llenó de avisos no sólo provocadores sino soeces contra los partidos de la Unidad Popular y contra el gobierno. En resumen, se pretendía volver a la provocación para que, a partir de los choques y enfrentamientos que buscaban esos grupos, pudieran apelar nuevamente a las Fuerzas Armadas y señalar que la autoridad estaba desbordada, que se atropellaba hasta a las mujeres; en síntesis, se querían crear las condiciones para intentar un golpe y hasta un atentado contra la persona del Presidente.

Ese intento lo desbaratamos -continuó Salvador Allende- y hemos informado al pueblo de las investigaciones realizadas que prueban la maquinación. También fue informado al Congreso.

ASÍ pues, lo que hicimos fue evitar la provocación en grande que estaba planeada, y probablemente la pérdida de algunas vidas y además creemos que hemos afianzado la vida institucional en nuestro país. Al mismo tiempo, reiteramos que, si el día de mañana, un partido responsable, por ejemplo la Democracia Cristiana, solicita permiso para una manifestación no tenemos inconveniente en dárselo. Pero no se lo daremos a Patria y Libertad, ya que sus dirigentes han sido declarados reos porque en la sede de su organismo encontramos armas, petardos, dinamita, bombas molotov, granadas que pensaban utilizar en el desfile de la provocación.

A la pregunta de si estas provocaciones, inclusive de grupos fascistas como Patria y Libertad, habían cambiado su criterio, expresado en ocasiones anteriores, de que son posibles en Chile profundos cambios estructurales dentro del orden de derecho, el Presidente Allende contestó: Sigo sosteniendo esa tesis, porque las instituciones chilenas están abiertas al cambio.

Comprendo que tal cosa no sea tal vez factible en otros países, pero la historia chilena nos muestra que aquí eso es posible por su peculiar tradición y hasta por su peculiar idiosincrasia.

Yo he dicho que dentro de la Constitución actual se pueden realizar los cambios necesarios; en efecto, la propia Constitución establece la posibilidad, por ejemplo, del plebiscito. Se puede presentar una iniciativa de disolución del Congreso, lo que es perfectamente constitucional; ahora bien, el Congreso seguramente la rechaza pero entonces la cuestión sería resuelta por el Tribunal Constitucional, que fue establecido por el gobierno de Frei para dirimir las diferencias entre el Ejecutivo y el Poder Legislativo. Ese tribunal está integrado por dos magistrados y por tres personas propuestas por el Presidente de la República pero designadas por el Senado.

Precisó Salvador Allende:

Durante mi gobierno, el Tribunal Constitucional ha sido requerido cinco veces, dos veces por la oposición y tres por el gobierno y los únicos cinco fallos que ha dictado han sido favorables al gobierno; es decir, nosotros hemos mostrado que somos los que tenemos más interés en que se respeten las formas constitucionales.

Todo esto prueba que el camino que hemos elegido permite alcanzar los procesos de cambio que este país reclama en el campo económico y social. El hecho es que hoy día el cobre es nuestro, el acero es nuestro, el petróleo es nuestro, el carbón es nuestro, los transportes son nuestros. Hemos estatizado la banca, hemos expropiado, durante el año pasado, cerca de 3 millones y medio de hectáreas; en un día expropiamos 360 mil hectáreas, lo cual probablemente no se ha hecho sino en muy pocos países del mundo. Nos proponemos terminar con el latifundio absolutamente. Hemos creado consejos nacionales, regionales y departamentales y tribunales específicos en todos los cuales los campesinos intervienen para determinar las expropiaciones y, en seguida, son los propios campesinos quienes ocupan las tierras.

 

Los obreros, base esencial del gobierno

-¿Esto significa que ha habido una movilización popular en apoyo de estas políticas, que no se trata de medidas puramente administrativas o gubernamentales?

Allende contestó:

Evidentemente. Tales medidas descansan en la conciencia de los trabajadores, que son la base esencial de nuestro gobierno. La participación de los trabajadores en las industrias estatizadas, me refiero a empresas monopólicas nacionales, se expresa a través de los comités de administración que las dirigen, integrados por representantes de los trabajadores sean obreros, empleados y técnicos designados en asambleas de los propios trabajadores, y por representantes del gobierno nominados de entre los trabajadores de las mismas empresas. Y esto es lo que deseamos impulsar y lo que define nuestra posición frente a otros partidos.

El Presidente Salvador Allende dijo que este era un punto de discrepancia bastante serio con la Democracia Cristiana, que habiendo estado en el gobierno como partido único durante seis años jamás dio participación a los obreros en la dirección de las empresas. No obstante, hasta hace poco levantó la tesis de las empresas de trabajadores, creando el espejismo de que los trabajadores pudieran ser sus dueños. Sin embargo, en la actualidad han retrocedido y ya no hablan de ese tema sino del uso y del goce de las empresas de los trabajadores.

Es decir -dijo Allende- los hemos obligado a definirse frente al problema. Porque es absurdo imaginarse que los trabajadores puedan ser propietarios de las empresas; imagínese, aquellos que laboran en las industrias de más altos rendimientos, como el cobre o el acero o el carbón, se distribuirán beneficios desproporcionados frente a aquellos que trabajan en otras de menores rendimientos, creándose entonces nuevas desigualdades. Nosotros hemos sostenido que los trabajadores participen en la dirección de las empresas en que laboran, pero también que las empresas pertenecen al pueblo, y que sólo pertenecen a esos trabajadores en la medida en que ellos forman parte del pueblo. Son bienes de la comunidad, son riquezas que se han recuperado para la nación y que nosotros tenemos que poner al servicio del desarrollo nacional.

Se le preguntó al Presidente de Chile si pensaba que la Unidad Popular se mantendrá como una coalición de organizaciones políticas o si el mismo proceso político podría desembocar en la unificación de los partidos de la izquierda chilena.

Allende contestó:

No, no creo posible la unificación en un solo partido. Lo que yo he buscado es que las organizaciones que integran la Unidad Popular se unifiquen dentro de una acción y de un programa comunes. Al mismo tiempo planteamos la necesidad de que se unifiquen para las elecciones y celebren un pacto para presentar candidatos comunes en las elecciones de representantes en 1973.

Con ese motivo, el año próximo se confrontarían en Chile, de manera directa, las fuerzas de la oposición y las fuerzas partidarias del gobierno, ya que la ley permitirá, sin que pierdan su identidad los partidos, la posibilidad de que celebren pactos para presentar listas únicas de candidatos. En el fondo será un muestreo muy claro del sentido de la voluntad popular.

Preguntamos entonces si, a su juicio, además de la dinámica política que se origina en los partidos y en las instituciones existen en el proceso chileno organizaciones de base que impulsen activamente las transformaciones en curso.

 

Sindicatos, expresión de fuerza popular

Son desde luego los organismos sindicales -dijo Allende- y las agrupaciones que han nacido, no diré como un poder popular pero sí como una expresión de la fuerza popular. En todos los centros de trabajo se ha visto la capacidad creadora del pueblo, así como en una multitud de aspectos de la vida económica y social de este país.

Por ejemplo, la vigilancia popular ha sido muy activa en materia de distribución de los bienes de consumo apoyando y ayudando a los detallistas que no especulan, que cumplen con las disposiciones legales, que no acaparan y supervisando, en general, que la distinción se haga de una manera adecuada y efectiva. En cambio, las organizaciones sindicales o de grupos espontáneos han denunciado a comerciantes que concentran productos para que falten en el mercado, que no los distribuyen con la intención de crear malestar y, a la postre, problemas políticos.

Por ejemplo -continuó Allende- aquí ha habido una campaña, después de la carne, sobre la falta de medicamentos, con la intención de provocar una verdadera psicosis.

Usted comprende que si se le dice a los diabéticos que no habrá insulina, que para ellos es de vida o muerte, en lugar de comprar una caja compran diez cada uno; entonces se crean dificultades porque nadie puede hacer frente a esos problemas de verdadera sicosis colectiva, sobre todo cuando las campañas están bien orquestadas y son metódicas e intencionadas, y dirigidas por gente inteligente y capaz de ser lo suficientemente cínica como para estar patrocinando día a día maniobras de ese tipo. Sin embargo, en todos estos casos la conciencia del pueblo ha sido un factor coadyuvante de enorme importancia, para superar las dificultades. Gracias a los señalamientos de sectores populares hemos podido descubrir las fábricas, por ejemplo, en que había miles y miles de zapatos esperando la escasez; o miles y miles de prendas de vestir que no se distribuían.

Vea usted un caso que ilustra hasta dónde se ha llegado -siguió Salvador Allende-. Durante muchos días se hizo una campaña sosteniendo que los biberones habían desaparecido del mercado, y, en efecto, en las tiendas faltaban sospechosamente. Poco tiempo más tarde un campesino, al trabajar en tierras regadas por un río, descubrió algunos objetos extraños que resultaron ser biberones. Después de una investigación sistemática, se encontraron 150 mil biberones que habían sido arrojados al cauce del río que regaba esos predios. Bueno, los diarios de derecha no han dicho ni una palabra sobre el particular; sin embargo, nosotros tenemos todas las pruebas y ahí está la investigación judicial que se hizo. Vea usted hasta dónde es capaz de llegar esa gente que hace campañas para crear un clima artificial de preocupaciones. Se trata de un verdadero plan articulado de provocación.

Se le preguntó al Presidente Allende su opinión sobre los partidos o agrupaciones de extrema izquierda que no parecen coincidir con las tácticas políticas de la Unidad Popular y sobre las implicaciones de sus actividades en el proceso chileno.

La Unidad Popular -dijo el Presidente- es un movimiento pluralista en el que existen indiscutiblemente sectores revolucionarios partidarios de los cambios y de las transformaciones que tienen sus propios objetivos y que los abordan de acuerdo con sus concepciones tácticas.

Nosotros hemos planteado la conveniencia de que la Unidad Popular converse, por ejemplo, con el MIR, que es el más representativo de esos sectores para ver si es posible llegar a un cabal entendimiento sobre diferentes problemas.

Para preguntarles a ellos, entre otras cosas, qué piensan sobre las tomas en el sector agrario, sobre la participación de los trabajadores en el proceso del cambio, y para aclararles nuestro pensamiento sobre las vías de nuestro desarrollo económico y social. Creemos que es fundamental discutir y precisar las ideas de unos y otros, en todos los planos, también por ejemplo sobre el papel que desempeñan en Chile las Fuerzas Armadas.

 

No a fórmulas herméticas

Siguió diciendo Allende:

Acerca de este punto, ellos sostienen, con apoyo en los pensadores del marxismo, que no son otra cosa que las fuerzas represivas del estado burgués y pilares auténticos de esa clase. Pero lo que ocurre en Chile señala una cosa distinta, y en eso consiste el dinamismo de nuestra revolución; no podemos encasillamos en fórmulas herméticas y aplicarlas a realidades que son diferentes.

Ellos tienen entonces que pensar y pesar sus propias responsabilidades. Muchas veces en la historia los grupos extremistas han creado serios problemas. Lenin no escribió gratuitamente que el izquierdismo es la enfermedad infantil del comunismo. Ha llegado pues el momento de plantearse la posibilidad del diálogo: si no existe realmente, que el país lo sepa. Aunque ellos tienen una ventaja: saben bien que nosotros no vamos a usar la represión, pero el país también sabrá en quién recae la responsabilidad de los hechos que pudieran ocurrir.

Añadió el Presidente en tono convencido:

Si se va más allá de la legítima manifestación de discrepancias y se llega a hechos que son delictivos, nosotros aplicaremos la ley. Para nosotros lo fundamental es la defensa de este proceso revolucionario que le ha costado tantos años, tantos sufrimientos y tanta sangre al pueblo chileno. Porque este proceso revolucionario no nació con la victoria popular de 1970 sino que viene desde la iniciación de las luchas de los trabajadores en el siglo pasado, ya que ellos a través de todos los regímenes sufrieron la represión y la violencia. Por eso es que lo que algunos llaman la “vía chilena”, aunque yo no me atrevo a calificarla así, es algo que sólo pertenece a nuestro país.

Dijo Allende:

Cuando alguna persona me pregunta si nosotros exportamos la Unidad Popular siempre digo que no, que lo único que exportamos es cobre, porque no se puede exportar Unidad Popular, que corresponde exclusivamente a un país con la historia de Chile, con determinados partidos y organismos sindicales, y donde hay Fuerzas Armadas y policíacas que son profesionales y que no intervienen en política.

 

Aporte chileno al proceso de América Latina

Finalmente -afirmó Allende- me interesa sobremanera decir lo siguiente: nosotros somos chilenos y esta revolución es nuestra. Reitero esta afirmación deliberadamente.

Pero también digo que nuestra revolución es un aporte al gran proceso de integración y transformación latinoamericana. Somos chilenos y somos latinoamericanos.

Creemos en los pueblos de este continente y en su lucha emancipadora para completar la vía que trazaron los padres de la Patria. Creemos que cada vez será más evidente la distancia entre los países del capitalismo industrial y los países socialistas avanzados y los países en vías de desarrollo. Sabemos que llegamos tarde a la revolución industrial y que estamos muy lejos aún de la revolución científico-tecnológica de nuestros días. La brecha entre nosotros y ellos es cada vez más grande, a pesar de que Latinoamérica es un continente con inmensas posibilidades.

Por desgracia -continuó Salvador Allende- aquí las cifras de la miseria, del analfabetismo, de la desnutrición, de la falta de viviendas son pavorosas. En América Latina faltan decenas de millones de habitaciones, el 53 por ciento de los latinoamericanos se alimenta por debajo de lo normal, hay más de 140 millones de analfabetos y semianalfabetos, inclusive más de 20 millones de latinoamericanos no conocen la moneda como vehículo de intercambio, la pirámide de la cultura muestra que sólo un grupo privilegiado llega a los niveles de la educación superior. La desocupación marca la tragedia de miles y miles de hombres y cierra las expectativas de nuestra juventud.

Esta América nuestra se debate en el hambre y la miseria, no obstante que tenemos riquezas fabulosas en nuestras tierras, en nuestras minas, en nuestros bosques, y en nuestros mares. A pesar de esas riquezas increíbles, somos países dependientes, y conocemos lo que han hecho los países poderosos, por ejemplo, en materia monetaria, en nuestro perjuicio, y conocemos que estamos ausentes de las grandes decisiones que nos afectan, y que a pesar de que hemos levantado la voz no se nos ha escuchado, siendo otros los que determinan nuestra existencia en el campo del comercio y del intercambio tecnológico e industrial. Sabemos que los términos del intercambio y los desniveles de la balanza de pagos llevan la marca del sufrimiento de nuestros pueblos. El flujo de dinero que llega a nuestros países como créditos e inversiones es mucho menor del que sale de nuestro continente; la paradoja es que nosotros que no hemos alcanzado la etapa del capitalismo desarrollado somos exportadores de capitales.

Terminó diciendo el Presidente de Chile: Todo esto habla de la necesidad imperiosa de una integración latinoamericana para que sea la voz de los pueblos de este continente, sobre lo que hasta ahora ha sido la expresión de los viejos grupos oligárquicos, la que marque el destino que anhelaron y con el cual soñaron los padres de la Patria.