Salvador Allende

Palabras al hacer entrega de la torre ex-UNCTAD a la Secretaría de la Mujer


Pronunciado: El 18 de octubre de 1972.
Versión digital: Eduardo Rivas, 2015.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 4 de febrero de 2016.


Muy queridas compañeras:

Es para mí un motivo de profunda satisfacción estar esta tarde con ustedes, Y cuando la Patria vive horas duras y difíciles nada más reconfortante que remontarse al ayer a través de las palabras de Marta Melo y poder sentir la vigencia de la tradición heroica que emana de la actitud de nuestras mujeres a lo largo de nuestra historia. Y ustedes ‐como ella dijera- son herederas de esa noble decisión de servir, por sobre todo, a Chile y a su destino.

Por eso ‐repito- que para mí nada es más importante que estar con ustedes y sentir muy de cerca, la conciencia, la voluntad y la decisión que ustedes reflejan y que sé interpretan a millares y millares o centenares de millares de mujeres, que a lo largo de nuestra tierra, desde el norte árido hasta el sur gélido, desde la costa abrupta hasta la dura cordillera, tienen conciencia que en esta etapa Chile vive un segundo crucial de su destino.

¡Qué importante es que cada mujer, así como cada hombre o cada joven, comprendan perfectamente bien la etapa histórica de la cual somos actores, pero de la cual es y será siempre el gran actor el conjunto de nosotros que es el pueblo!

Nuestro país en su proceso de sucesiva superación fue alcanzando un nivel que le diera a los combates, a la lucha cívica, un real y definido contenido.

Desde hace muchos años los sectores populares, que son vanguardias de la lucha emancipadora levantaron ‐ante la inquietante expectación de nuestras masas‐ las ideas cardinales de un programa destinado, esencialmente, a hacer de Chile un país dueño de su destino e independiente en lo económico.

Al margen de los hombres, y señalado ya quién es el actor principal de la historia, reencontramos, así como reencuentran ustedes a las heroicas mujeres del pasado, reencontramos nosotros, aquellos que hicieron posible con el sacrificio de sus vidas, con su dedicación, con su generosidad entregada al combate, la independencia política de Chile y darnos un perfil propio, como país, como nación.

Y siempre con una visión de futuro, mirando más allá de nuestras fronteras, para señalar que además somos ciudadanos de un pueblo continente que es América Latina con características similares, con una raíz racial, con un ansia justa de tener voz de continente para hacerse escuchar con respeto y poder reclamar los derechos que siempre se nos han negado.

Es por ello que es importante insistir en la visión exacta de lo que es este instante que he calificado: un minuto de nuestra historia o un segundo de ella.

Y, además qué importante es señalar que este proceso nuestro que es un proceso revolucionario, sólo podrá afianzarse y avanzar con la participación activa, consciente y decidida, de la mujer chilena, factor básico en la posibilidad de realizar plenamente la Revolución chilena. (Aplausos).

Cuando hablamos de revolución no estamos llamando a un toque de arrebato para la violencia innecesaria. Estamos en la necesidad de acelerar un proceso, de cambiar la raíz de nuestra estructura económica, de hacer posible una auténtica convivencia social.

Cuando hablamos de un proceso revolucionario para hacer posible una sociedad distinta, estamos remarcando lo que ya nadie discute y que está enclavado en la conciencia y en el corazón de millones y millones de hombres y mujeres de los distintos continentes, donde están los pueblos como el nuestro, llamados Pueblos en Vías de Desarrollo, pueblos sumergidos, pueblos potencialmente ricos que han vivido y viven el drama de no ser dueños de sus riquezas materiales.

Y si esto es grave en sí, es aún mucho más que los que pueblan estos países potencialmente ricos, sus gentes ‐en su inmensa mayoría‐ viven de espalda al progreso, a la ciencia, viven por debajo de los niveles de existencia mínima a que tiene derecho el ser humano. Países en donde la inmensa mayoría de la gente tiene el drama cotidiano de no saber si al día siguiente podrá comer, tendrá trabajo, podrán ir sus hijos a la escuela, podrán algún día tener derecho a descanso, a la recreación, al techo, al libro o al juguete.

Esta es, en esencia, la realidad que confrontamos y que en los pueblos como los nuestros se expresa en que grupos minoritarios conquistaron el poder, lo ejercieron al servicio de minorías privilegiadas y no tuvieron el sentido patriótico y nacional de resguardar para nuestros países las riquezas esenciales que explotadas por nosotros pudieron darnos las posibilidades materiales de elevar las condiciones de existencia de nuestros pueblos.

Y es un hecho no discutido, y en este mismo recinto, hace meses, la voz conjunta de los pueblos llamados “no comprometidos”, la voz de los países en vías de desarrollo se alzó para destacar que diariamente se hace más distante lo que separa a los países capitalistas industriales de los países en vías de desarrollo, países dependientes, de igual manera que la distancia se hace más larga entre los países dependientes y los países del campo socialista.

Y aquí se dijo cómo en el siglo y en la era de la técnica y la ciencia que hace que el hombre en raudo vuelo llegue a los espacios siderales y converse con los astros, millones de seres humanos no tienen qué comer, no saben leer, no tienen trabajo.

Frente a esta dolorosa e inquietante realidad, cuando vemos que a pesar del interés que yo supongo tuvieron otros hombres en este, o en otros países que llegaron al Gobierno, la realidad demuestra que cualquiera que haya sido el régimen en América Latina y en otros continentes, sea un régimen democrático, pseudo democrático, dictatorial castrense, los pueblos dependientes cada vez confrontan más claramente su doloroso sometimiento.

Por eso, como un hecho natural del proceso histórico, nace el movimiento popular chileno; logra la unidad de vastos sectores. Por primera vez en nuestra historia, se une gente que profesan una idea, o un principio, o una doctrina distinta. Laicos, marxistas y cristianos convergen en un programa común. Dan por los cauces legales una batalla. Se triunfa en septiembre, y a pesar de todo lo que quisieron crear como dificultades, logramos el Gobierno el 3 de noviembre de 1973, a pesar que el camino estuvo marcado por la violencia de ellos, y también regado por la sangre generosa del Comandante en Jefe del Ejército, que con su sacrificio hizo posible la definitiva victoria popular. (Aplausos).

Por ello, antes pudimos haber triunfado. No fue posible por la falta de incorporación de la mujer, activamente, a los procesos políticos. Por la falta de incorporación de la mujer a un pensamiento revolucionario. Deformadas nuestras ideas, creando una concepción distinta de lo que somos y lo que queremos, afianzando sus posibilidades en el temor que sembraron en las sencillas conciencias de millares de mujeres, el Movimiento Popular, tuvo siempre la barrera que aparecía infranqueable de la mujer marginada de estar junto al obrero, al empleado, al técnico o al profesional.

Mecida desde la cuna en prejuicios, muchas veces no logró comprender con la claridad necesaria, que si acaso en el régimen capitalista, en donde la explotación del hombre por el hombre sella la característica esencial de su injusticia, en este régimen, indiscutiblemente, la mujer es más postergada, es más negada que el hombre del campo, de la usina, de la escuela y el taller.

Basta mirar lo que ha sido nuestra vida. Ahí están los ejemplos señeros de mujeres que demostraron su capacidad.

Pero, ¿cuál ha sido el destino y la vida del gran conglomerado de mujeres chilenas?

Las campesinas: sin otra posibilidad de mirar como futuro el cerco del patrón.

Las obreras: discriminadas en el salario y en el trabajo, nunca llegando a niveles de dirección, siquiera, en los escalones bajos de las empresas.

Cientos de mujeres, llegando tan sólo a profesiones, en un número limitado, porque indiscutiblemente la matrícula ‐sobre todo en las Universidades‐ ha estado más al alcance del hombre, y siempre se ha creído que determinadas carreras o actividades son patrimonio del hombre y no de la mujer.

En el terreno de los poderes del Estado: un número exiguo de representantes en la Cámara y en el Senado.

En el Poder Judicial, después de tantos y tantos años, después de 16 años, este Gobierno y el Compañero Presidente que les habla, firmó por primera vez en la historia de Chile, el nombramiento de una mujer para miembro integrante del Poder Judicial, como miembro de la Corte de Apelaciones de Valparaíso. (Aplausos).

De la misma manera, en la Administración Pública y, por cierto, también en la actividad gubernativa sólo excepcionalmente despunta o aparece una mujer.

Las leyes de previsión social ‐que hemos modificado‐ señalaban también su injusticia.

Cuando yo luchara ‐y lo digo con orgullo‐ por reformar las leyes del Seguro de Enfermedad, se le otorgó, por ejemplo, una pensión a la viuda que tuviera más de 45 años, sólo por un año. Yo comprendo que a esa edad es posible que encuentre otro marido, pero no es muy frecuente (Risas) (Aplausos). Y ustedes lo saben.

Imagínense, limitaciones para la mujer en cuanto al tiempo, en cuanto a los subsidios, de lactancia, post‐parto, etc.

Pero, más todavía: limitación jurídica de la mujer. ¡Frente al hombre: la mujer sometida, cercenada por las leyes, sin plena capacidad!

Más todavía, frente a las lacras de una sociedad la mujer sin una protección efectiva.

Más todavía: en un régimen en donde como es dado decir: “la familia es la base de la sociedad”, la estructura de la familia no existe en más de un 28%. El vínculo legal que da derechos, aunque a veces no garantice eternidad en el matrimonio, es un paso que consagrado, por lo menos desde el punto de vista legal, seguridad, aunque sea transitoria a la mujer. Y este vínculo no existe en el 28% de la familia chilena. En las clases modestas y en las mujeres humildes, no es el matrimonio la manera más corriente ‐en este porcentaje‐ del vínculo hombre‐mujer.

Y si acaso, como es lógico, biológicamente exacto, como consecuencia del cariño y del amor, nace el fruto del cariño y del amor, esta sociedad, en los casos que señalo, consagra derechos distintos para el hijo que nace en el hogar consagrado por la ley, al hijo no concebido dentro de la ley y ahí están los hijos naturales, los hijos ilegítimos, los hijos legítimos.

¡Qué bueno es decir, que en un momento duro para Chile, cuando la incomprensión se cierne sobre nosotros, cuando desde fuera se nos agrede implacablemente y adentro sentimos crujir la propia estructura institucional, este Gobierno firma ‐como‐lo hiciera yo‐ hace 6 días un Proyecto de Ley que está ya en el Congreso, para dar igualdad de derechos a todos los hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio! (Aplausos).

Qué bueno es señalar que ya es posible, también, consagrar en ese proyecto de Ley una protección efectiva a la madre soltera, negada socialmente, postergada jurídicamente, perseguida muchas veces socialmente.

Por eso, no es de extrañarse que este Gobierno haya dicho, y sea realidad, que su preocupación fundamental será la mujer y el niño chilenos.

Y se expresa no sólo en el respeto a la consideración de la presencia de las mujeres, en muchas y muchas actividades de la vida nacional, que este Gobierno ha estimulado ‐en un porcentaje mayor que otros Gobiernos, sin duda‐ en el campo de la administración pública, fiscal, de las empresas privadas, de la educación de la cultura, del Gobierno.

Pero, más que esas expresiones que representan ya en sí mismo una concepción cabal de la capacidad de la mujer similar a la del hombre, ha estado nuestra preocupación para que la gente dirigente de los partidos populares, para que nuestros compañeros que trabajan en el campo sindical, busquen el diálogo con la compañera, con la madre, con la hija, con la hermana, con la amiga, en dar tareas concretas para que la mujer empiece a tomar en sus manos responsabilidades sustanciales que ellas más que otras comprenden y pueden ejercer.

Por eso, cuando en un proceso como el nuestro, con una agricultura limitada, cuando con la política de redistribución del ingreso incorporamos al trabajo a 220 mil jefes de hogar, que representan 600 mil o más consumidores que antes no tenían con qué comprar cuando la demanda es mayor que los bienes de consumo, y en este caso alimentos, que la tierra chilena siempre entregó, cuando nosotros, a pesar de haber aumentado, con un esfuerzo extraordinario, la suma destinada a comprar alimentos, porque si antes se compraban 200 millones de dólares para traer carne, grasa, mantequilla y aceite, siempre sobre la base de la poca producción de nuestra tierra, el 52% de los chilenas se alimentaba por debajo de lo normal.

Cuando el pueblo irrumpe, se rompen las trabas, el proceso democrático incorpora a millones de personas, lógicamente, las demandas se hacen más fuertes y necesariamente la gente reclama derechos que antes no tuvo.

Trabajadores, hombres o mujeres, quiere libros para sus hijos, salas‐cuna, jardines infantiles.

Quiere la mujer la posibilidad de tener ella, acceso al trabajo, a la recreación, a la cultura.

El pueblo quiere medicina, salud, deporte, quiere que cambie su vida, busca el techo que antes sólo lo vio en gente que tenía un nivel económico mucho más alto.

De allí entonces, que frente a estas demandas en una economía hecha para servir minorías, las mayorías que irrumpen fuertemente a la conquista de lo que antes no tuvieron, crean dificultades internas que se expresan en dificultades de abastecimiento, por ejemplo, y entonces nosotros recurrimos a qué: a la mujer.

¿Quién más que la mujer puede sentir las dificultades de tener lo necesario para su casa, si otra de las características del 80% de las mujeres en el régimen capitalista, de las mujeres que trabajan, y que además de trabajar en la empresa, en la industria, el taller, la escuela o el hospital, cuando vuelvan a sus casas tienen que trabajar como dueñas de casa, cuidar de sus hijos y hacer la comida?

¿Quién más que esas mujeres, que todavía en nuestro país tienen la vida sometida de la empleada, doméstica, saben la diferencia que hay entre la mesa del poderoso y el hogar del que ella procede?

Por eso cuando apuntan esas dificultades, nace la necesidad y se expresa en la organización de la mujer para que participe plenamente y por eso las JAP. Constituyen las Juntas de Abastecimientos y Precios, una manera de dar tareas concretas y hacer que la mujer tome en sus manos el derecho a que alcance a los hogares modestos lo poco que tenemos y que no puede seguir constituyéndose en mucho para pocos y muy poco para la inmensa mayoría. (Aplausos).

Por eso, es que también hemos sentido la necesidad de darle a la mujer ‐como dijera Marta Melo‐ las posibilidades de su accionar. Y siempre dijimos, sin que ello significara un nombre previo, que para nosotros el Ministerio de la Familia sería un Ministerio otorgado fundamentalmente no sólo en la vertebración jerárquica de una mujer, sino en el proceso general de su estructura a la mujer chilena, destacando que ese Ministerio es una etapa de transición, porque indiscutiblemente correspondería más crear un Ministerio de Seguridad Social.

Pero, es tanta nuestra preocupación, tan angustiosa la realidad, tan indispensable preocuparse del niño, como tender la mano abierta y generosa al anciano, como hacer efectivo el vínculo de la familia, que injertamos una iniciativa nuestra ‐contenida en nuestro Programa‐ pero, pasan cerca de dos años y no sale del Congreso Nacional: el Ministerio de la Familia ¡cosa increíble! todavía no es Ley de la República.

Frente a ello, y no queriendo que el tiempo siguiera pasando sin hacer cosas concretas, dimos forma al Secretariado de la Mujer, dependiente directamente de la Presidencia de la República.

Antes lo habíamos hecho con la juventud. Lo vamos a hacer con los pobladores en la próxima semana. Lo hicimos firmando el decreto en un Aniversario y hoy empieza a caminar en esta torre, que con audacia insolentemente creadora se alzó para la admiración de los representantes de 142 países que llegaron aquí.

Esa torre, como símbolo del mejor edificio, lo hemos entregado a la madre y al niño, a la juventud, muy limitadamente, y mañana a los pobladores.

Desde aquí, en el edificio material más moderno, ha de levantarse por el esfuerzo de ustedes, con la generosidad de ustedes y el sacrificio de ustedes, el gran edificio de una vida distinta para la mujer chilena, en el campo de la cultura, de la ley, del derecho, de] trabajo, de la salud y de la vivienda. (Aplausos).

Por eso, me interesa ‐sintetizando mis ideas‐ señalar qué importante es que ustedes comprendan que lo que queremos es tan sólo qué la democracia sea auténtica y que la libertad no sea un oriflama que sacuden vientos oportunistas.

Por eso, tenemos que reclamar la presencia de la mujer en el proceso revolucionario, cuando para hacer de Chile un país independiente tenemos que herir los intereses foráneos más poderosos de las grandes empresas transnacionales del cobre, del hierro o del teléfono.

Tenemos que nacionalizar los monopolios, estatizar la banca, profundizar la Reforma Agraria y controlar el comercio de importación y exportación. Y la mujer tiene que entender esas cosas.

Si la mujer sabe lo que es el presupuesto de su casa, por el ingreso de ella o de su compañero, o por el ingreso conjunto, de ambos, la mujer tiene que entender que un país es una familia grande que tiene un presupuesto, que es el presupuesto fiscal y un presupuesto para comprar cosas que no producimos, que es el presupuesto de divisas. Que tenemos que conquistar dólares vendiendo nuestros productos, que por desgracia necesitamos más de lo que podemos tener de divisas y que sólo eso se soluciona, produciendo más cosas exportables y limitando las importaciones que pueden ser sustituidas por la producción interna o eliminadas por ser suntuarias.

Esto tiene que saberlo la mujer. Esto tiene que entenderlo la mujer, la más humilde, la más modesta, una compañera analfabeta, que no es culpa de ella ser analfabeta.

Nos ha faltado todavía una gran jornada, una gran batalla, una gran lucha que movilice a miles y miles de chilenos para terminar con la lacra del analfabetismo y abrirle el campo espiritual a millones de chilenos que no tienen culpa de no saber leer o escribir. (Aplausos).

Por eso ‐repito‐ es fundamental que la mujer se compenetre de esas ideas esenciales, para que vaya fortaleciendo sus derechos con el conocimiento cabal de ellos, y, al mismo tiempo, se vaya dando cuenta de las dificultades que hay que vencer.

El imperialismo no es débil. Los monopolios son poderosos. Los terratenientes siempre tuvieron influencia decisiva en el poder. Por derrocar el latifundio, el monopolio, la gran empresa foránea tiene sus tentáculos metidos en distintos continentes y que succiona de los países débiles la riqueza que ellos necesitan para fortalecerse, son los enemigos fundamentales y consustanciales de nuestros pueblos.

Por nacionalizar el cobre ‐interpretando el anhelo unánime, de Chile‐ estamos agredidos en Estados Unidos, en Francia y en Holanda, con repercusión muy dura para nuestra economía.

Por nacionalizar el cobre, se nos cierran los créditos en los bancos particulares de Estados Unidos y se nos limitan en Europa.

Por nacionalizar el cobre, en los bancos internacionales, de los cuales somos socios, también se levantan trabas para conseguir los créditos que legítimamente nos corresponden para nuestro desarrollo industrial.

Necesitamos entonces más sacrificios internos y entender lo que eso significa.

Y por avanzar en el cumplimiento de un Programa emerge desde dentro y desde fuera el combate implacable, contra un Gobierno que hace un proceso revolucionario sin costo social sin limitar la libertad, sin eliminar los derechos que el pueblo conquista diciendo que respetamos a los opositores que ejercen su oposición dentro de los marcos de la ley, pero que combatiremos al sedicioso que quiere quebrar la convivencia democrática.

¡Son las mujeres las que deben entender que nosotros estamos defendiendo la Ley, el Derecho y la Constitución! ¡Que son otros los que tratan de agredir, precisamente la estabilidad democrática!

Nosotros no queremos parar Chile. Son otros los que quieren pararlo.

Nosotros queremos que Chile siga trabajando. Son otros los que quieren detenerlo.

Son otros los que buscan pretextos gremiales que no tienen contenido real y se produce lo que estamos viviendo, cuando los transportes se detienen y las ciudades no reciben alimentos, mercaderías, insumos, medicamentos.

Son otros los que tienen la culpa de agregar a esas dificultades el cierre del comercio.

Y son otros los que no entendiendo cabalmente el proceso y confundidos quizás por una propaganda, cotidiana y permanente, los que caen en la inconsecuencia o en el error y solidarizan frente a hechos que nunca se cometieron contra ellos y ponen en peligro, duramente, la vida democrática y las leyes chilenas.

Para que vean ustedes queridas compañeras, lo que ocurre desde fuera, les voy a leer lo que pasa en un país. Y a ver si ustedes adivinan en qué país es: Se ha publicado en todas las capitales de América Latina y esencialmente en Venezuela lo siguiente: “Militares y civiles luchan cuerpo a cuerpo en las calles de Santiago”, “Dinamitados y totalmente destruidos 4 supermercados en Santiago”, “Voladas tres vías férreas en Chile”, “11 muertos en violentos incidentes en Chile” Y otras noticias de esas mismas características. La misma emisora ‐y se refiere a la emisora “Belgrano” de Buenos Aires‐ informó hoy citando aquella radio argentina, lo cual deja sujeto a confirmación posterior.

“Que en la Base Naval de Talcahuano, situada a 500 kilómetros al sur de Santiago, se habían alzado, colocándose al lado de los civiles que están luchando en las calles en defensa de la democracia”, (Pifias) “Las plantas televisoras han tratado la información procedente de Chile limitándose a publicar el material, que traen las agencias noticiosas internacionales; (se refiere a las plantas televisoras de Venezuela) los periódicos casi todos los cuales carecen de opinión editorial no han dado cabida todavía a colaboradores, generalmente personajes políticos, que se ocupan de la situación de Chile”.

Esta información ha sido transmitida desde Chile, por la agencia Alemana DPA y que tiene el mismo canal de comunicaciones que la agencia ORBE.

En todas las capitales latinoamericanas aparece en este momento Chile, en un drama, en una guerra civil. ¿Alguien se imaginará lo complacido que estoy yo en esta tranquila reunión? (Aplausos). (Una voz cercana: “Y con miles de mujeres al lado”).

Alguien aunque tenga imaginación podrá creer en estos países que el Presidente de Chile, es un hombre tan afortunado que está solo, con tres mil y tantas mujeres. (Risas).

Yo creo que esas cosas hay que tratarlas así. Es tan ridículo, es tan absurdo, es tan grotesco ¡para nosotros! Pero para los que leen esto allá, no es lo mismo.

Y por eso también ustedes tienen que romper esa credulidad que caracteriza a muchas mujeres: “Es cierto, el diario dijo, la radio dijo”. ¡Y se acabó el problema! ¡Es cierto! (Risas). Sin pensar de quien es la radio, de quién es el diario. “¡No, lo dijo el diario y punto!” ¡Ah! si lo dice “El Mercurio”, ahí sí que no se puede discutir. (Risas). Ahí sí que ya es la suprema verdad. Sí compañeras. Ese es el maná espiritual que recibe mucha gente en este país.

Y por eso (Gritos de: ¡No afloje Presidente!) ‐con esto voy a terminar porque si no los profesionales me van a echar cuando llegue allá‐ y por eso compañeras, no, compañeras: si no voy a aflojar nada (Ovación).

Compañeras, lo que me interesa sí ‐compañeras, con esto voy a terminar‐ lo que me interesa sí es que se entienda que el proceso chileno es un proceso distinto a otros procesos revolucionarios, o a otras revoluciones, Porque un proceso es avanzar a una revolución. Es distinto a la revolución que se hizo para que naciera el capitalismo, por ejemplo: la revolución francesa. Es distinta la revolución hecha después, la Socialista, en Rusia, en esa época, la Unión Soviética hoy día, o en China o en Cuba.

Por eso, yo tengo una limitación de acuerdo a la realidad chilena y que tengo que respetar: el marco jurídico, es la Constitución, es la Ley.

Yo no puedo vulnerar ese marco, porque si lo hago debilito mi propia estabilidad. Eso le cuesta entenderlo a la gente, pero hay que entenderlo.

Yo mantendré esa determinación mientras ‐por cierto‐ ellos se mantengan también dentro de los cauces jurídicos. Pero si nace la violencia contrarrevolucionaria y ellos rompen ese marco, nosotros contestaremos con la fuerza de la ley y si no basta a la violencia contrarrevolucionaria contestaremos con la violencia revolucionaria. (Ovación).

Hay que entender, compañeras, y óiganlo bien, las Fuerzas Armadas de los países Socialistas no tienen las características de nuestras Fuerzas Armadas, pero las Fuerzas Armadas de Chile son muy distintas a las Fuerzas Armadas de otros países de este continente y de otros continentes. (Aplausos).

Las Fuerzas Armadas de Chile son Fuerzas Armadas profesionales, técnicamente eficientes, respetuosas de la Constitución y de la Ley.

De ahí por qué nosotros estemos orgullosos de ellas. (Aplausos).

Por eso, no están al servicio de un hombre, y hay que entenderlo; por eso, aunque parezca paradoja, y hay gente que le cuesta entender, yo que soy revolucionario y soy socialista y marxista (Aplausos), tengo como la base fundamental en esta etapa de Chile y siempre como sostén más sólido, la cohesión del pueblo, la lealtad de las Fuerzas Armadas, el marco constitucional.

Si ellos tuvieran dos tercios en el Congreso, ya me habrían echado por el camino constitucional, y eso habría sido muy grave para nosotros. Pero, no los tienen. Y no los van a tener. (Aplausos).

Y entonces eso les crea molestias y desesperación. Pero nosotros tenemos que estar tranquilos, pero alerta.

Lo que hemos vivido estas horas puede ser una etapa que comience o que termine o una etapa que ellos quisieran ‐algunos de ellos, no todos‐ que terminara de otra manera.

Pero, compañeras, ahí está el pueblo. Allá está la unidad y la mujer forma parte del pueblo.

Aquí no hay esposas de latifundistas, compañeras de banqueros, compañeras de grandes industriales monopólicos.

Aquí está la mujer cuyo compañero es campesino o es obrero, empleado, o técnico, profesional, soldado, marino o aviador.

Aquí está la mujer cuyo compañero trabaja. Aquí está la mujer que trabaja. Esta mujer debe saber y tener conciencia que este Gobierno es su Gobierno.

Por eso, se lo contaba hoy día a una delegación que vino de Irak a decirnos que contábamos

con el apoyo solidario del pueblo y del Gobierno de Irak. (Aplausos).

Yo les decía, cómo hemos contado con el apoyo de muchos pueblos del campo capitalista, y de muchos trabajadores, estudiantes e intelectuales de Europa, cómo hemos contado con el apoyo irrestricto del campo socialista frente a la agresión imperialista. Pero, para decirles lo que es la convicción, para señalarles cómo se mete en el corazón del hombre o la mujer una idea, yo les contaba que el 4 de septiembre mientras veía pasar las densas columnas de manifestantes, mis ojos se detuvieron en un gran letrero que voy a modificar en parte por el término que tenía; un gran letrero que decía: “Este es un Gobierno de porquería; pero es mi Gobierno, ¡Viva mi Gobierno!” (Aplausos).

¡Qué clara convicción de clase!

¡Qué conciencia de compañero!

¡Él tiene derecho a criticarnos!

¡Pero él sabe que es su Gobierno, que ahora él es Gobierno, que el trabajador está presente!

Y ahora y desde ahora yo reclamo, más que nunca, la tibia y dura, la tierna y fuerte, la infinitamente tierna presencia de la mujer en la revolución chilena. (Aplausos).