Rodney Arismendi

 

Discurso en la clausura de la

Conferencia Internacional de los Partidos Comunistas y Obreros

 

Moscú, 1969

 

 


Pronunciado: El 17 de junio de 1969, en la sesión de clausura de la Conferencia Internacional de los Partidos Comunistas y Obreros realizada en Moscú.
Fuente del texto: Conferencia Internacional de los Partidos Comunistas y Obreros, Moscú, 1969.  Praga: Editorial Paz y Socialismo, 1969; págs. 734-736.
Esta edición: Marxists Internet Archive, enero de 2014.
Digitalización y HTML: Juan Fajardo, enero de 2014.


 

 

 

Nos ha tocado el honor de presidir la sesión final de esta Conferencia, tan cargada de responsabilidades ante nuestros partidos, ante nuestros pueblos, ante la clase obrera internacional y el movimiento revolucionario mundial. Debemos pronunciar, pues, algunas muy breves palabras con vistas a clausurar nuestro trabajo.

En primer término, creo que expreso el sentimiento de todos, cuando deseamos agradecer al Partido Comunista de la Unión Soviética y al Partido Obrero Socialista Húngaro por su contribución y su esfuerzo que han facilitado, con una labor inteligente, abiertos los brazos por la fraternidad comunista, el trabajo de esta Conferencia. Quisiéramos extender esta felicitación al personal político y técnico que, abnegadamente y sin descanso, han trabajado para esta Conferencia, tanto dependiendo del Partido Comunista de la Unión Soviética como del Partido Obrero Socialista Húngaro, en el tiempo que actuamos en Budapest.

Resulta difícil, camaradas, pronunciar en una sesión como esta, grandes palabras. Sentimos pese a nuestros años largos de movimiento comunista que en circunstancias como esta, la emoción aprieta nuestros corazones con la misma mano cálida con que lo apretara en nuestra juventud cuando ingresamos al movimiento comunista internacional. Pero también, porque resulta a veces ocioso usar grandes y solemnes palabras en una reunión como esta, integrada por los dirigentes del movimiento comunista internacional, que por su responsabilidad ante la historia, por su vida en el proceso revolu¬cionario .mundial, por la obra de transformación de la sociedad, desde el acontecimiento señero en el que el gran Lenin encabezara el Partido bolchevique al asalto del Palacio de Invierno, han hecho palidecer las palabras más altas para sustituirlas por los más grandes hechos que integran la historia y el heroísmo de nuestro movimiento.

Sin embargo, no exagero si digo que todos sentimos que estamos poniendo piedras fundamentales de una gran obra: agrupar en una etapa nueva el movimiento comunista internacional para el cumplimiento de sus grandes tareas históricas. Plantear sobre la base de la lucha común, la unidad total de nuestro movimiento, de los comunistas calificados por Lenin como el cerebro y la conciencia de nuestra época. Y que si hay una lección que se desprende de esta Conferencia es que la unidad es posible, que corresponde a los principios y que ella es un eslabón fundamental para las grandes victorias venideras.

Celebramos nuestra reunión afirmando, me parece, la continuidad histórica de la herencia leninista, los grandes legados de Vladimir Ilich Lenin que nos exigía, por un lado, la fidelidad inquebrantable a la pureza teórica del marxismo-leninismo, por otro, el espíritu creador, para comprender los nuevos fenómenos de nuestro tiempo; que nos exigía a la vez de la organización y la fraternidad comunistas, la audacia y el valor para asaltar la fortaleza del imperialismo, para hacer avanzar la revolución Socialista internacional.

Y, camaradas, lo hacemos aquí, en la cuna y el hogar del leninismo, continuador del marxismo, en el Kremlin, que un día fue el lugar de trabajo del gran Lenin, y bien cerca del Mausoleo que guarda su recuerdo inmortal quizás en un monumento más perecedero que sus ideas que inflaman el corazón, que aceran la lucha, que fortalecen el pensamiento y que han llevado a la victoria a millones de hombres, empezando en la Unión Soviética y continuando en este maravilloso movimiento que ninguna dificultad, crisis o desfallecimiento puede quitar ya de los primeros pianos de la historia contemporánea.

Sabemos que del papel de nuestros partidos, de su papel de vanguardia, de su capacidad para continuar esta herencia, para unir a sus pueblos, para unir todo el movimiento revolucionario y antiimperialista mundial, para unir a todas las fuerzas democráticas, progresistas, avanzadas, en defensa de la paz, de la democracia, de la liberación nacional, pero, primordialmente, para ex¬tender y desarrollar la revolución Socialista internacional, dependera la suerte del género humano en este último cuarto del siglo XX, siglo llamado desde octubre de 1917 "el siglo del comunismo".

Vemos la unidad asi, en su proyección histórica, enriquecida por el debate democrático, creador, abierto y franco, sin diplomacias ni protocolos.

Porque solo con la cabeza y el corazón comunistas es posible afrontar esta gran obra que la historia nos plantea.

Y estamos seguros que millones de hombres están mirando a esta Conferencia, mirando hacia Moscú, con la esperanza de quienes saben que de esta unidad depende gran parte de la vida de sus pueblos, de sus posibilidades de liberación. Miran con esperanza a esta Conferencia, porque la saben valorar al precio de la sangre, de la lucha, del sacrificio, con los sueños y los dolores de sus pueblos. En los mismos momentos en que se celebraba nuestra Confe¬rencia hasta aquí llegaban, por un lado, las noticias esperanzadas: el Gobierno formado por el pueblo del Vietnam del Sur; por otro, las dramáticas afirmaciones, la muerte de gran parte del Comité Central del Partido Haitiano, ascsi-nado por la dictadura. Llegaban miles de cartas, 14 mil cartas y cables de soviéticos que, junto al trabajo de la construcción del comunismo, vivian intensa-mente la Conferencia, sintiéndola en su corazón y en su pensamiento como parte de la gran obra que realizan.

Nada más lejano, me parece, que pensar nuestro trabajo en términos estrechos, sino que debemos de pensarlo en términos de millones, que, en última instancia, forman no solo el fondo histórico de nuestra causa, sino la realidad viva y palpitante de dolor, de sangre, de sacrificios, pero de espe¬ranza y de segura victoria en todo el mundo. Así en los países socialistas, en la construcción, en la defensa, en la ayuda al movimiento antiimperialista mun¬dial, en la forja del hombre nuevo, desde la URSS hasta puntos extremos amenazados: Cuba, Vietnam, la Republica Democrática Alemana; en el corazón de África, en Asia, en nuestra América Latina conmovida que combine contra el imperialismo norteamericano. Nosotros creemos que cuando la Conferencia discute y llega a acuerdos, en este Documento procura expresar todo esto. Y estamos seguros de que hemos expresado esta dinámica revolucionaria del mundo, en que se insertan los aciertos y errores de nuestros partidos, cuando hicimos posible esta Conferencia, cuando sorteamos los obstáculos mayores y culminamos unidos, más ricos en ideas que antes, enriquecidos por la experiencia de todos a través del amplio debate, y cuando concluimos más seguros en la victoria de nuestra causa, j Que la unidad sea el eslabón del avance, del enfrentamiento al imperialismo, de la detención de los planes de guerra del imperialismo, particularmente norteamericano, por las libertades de los pueblos, por el socialismo!

Y lo hacemos, camaradas, celebrando nuestra Conferencia el Centenario del gran Lenin. Yo diría que resumimos asi el valor de esta Conferencia: en el Centenario de Lenin, bajo la mirada de Lenin, en la casa donde trabajo Lenin. Permítaseme para finalizar, vivar el triunfo inmortal de nuestra causa y nuestra unidad, condición para ello, el internacionalismo proletario, el marxismo-leninismo.