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Tony Cliff

 

Construyendo en la subida

(extractos)

 



Redactado:  En inglés, en 1999.
Primera publicación: En 2000, como parte del libro, A world to win. Life of a revolutionary (Londres: Bookmarks Publications Ltd.).
Traducción al castellano: Toni Pizá para La Hiedra nº 2, enero-abril 2012. http://www.enlucha.org/site/?q=node/16896.
Nota a la traducción: Cliff escribió A world to win como autobiografía política. En él habla del crecimiento de la organización International Socialists, antesala de lo que sería el Socialist Workers Party de Gran Bretaña, entre los años 1968 y 1974. Se han escogido pra traducción las páginas 84-86, 98-104 y 114-116, que forman parte de los capítulos 4 y 52.
Esta edición: Marxists Internet Archive, 2012.  Aparece aqui gracias a la gentileza de Joel Sans, La Hiedra, y de En lucha.



Durante este período [los años 60] también vimos sentadas, huelgas y manifestaciones a nivel universitario en todo el mundo: en Berkeley en 1964, Berlín en 1966-67 y en París en 1968. En Tokio grandes cantidades de estudiantes participaron en las movilizaciones. Los estudiantes británicos se involucraron en este movimiento en marzo del 1967, con una sentada en la London School of Economics (LSE). 1968 fue un año de acontecimientos trascendentales. En enero, el Frente de Liberación Nacional en Vietnam lanzó la ofensiva del Tet, con grandes victorias pese a la superioridad militar de EEUU. En mayo Francia vivió la huelga general más grande de la historia, con ocupaciones de fábricas, provocada por un movimiento estudiantil de masas.

 

La lucha en las universidades

El rol de las estudiantes en la sociedad ha cambiado radicalmente durante las últimas dos generaciones, sobre todo ha cambiado la composición social de las estudiantes. Como resultado de los cambios en el capitalismo y en el trabajo intelectual, la mayoría de estudiantes ya no son entrenados como futuros miembros de la clase dirigente, ni tan solo como agentes de los jefes con funciones de supervisión, sino como trabajadores y trabajadoras de cuello blanco del estado y la industria y, por lo tanto, forman parte del proletariado.

Un aspecto central de la “tercera revolución industrial” es la integración de trabajo manual con el trabajo mental, del trabajo intelectual con el trabajo productivo: el elemento intelectual se vuelve fundamental para el desarrollo de la economía y la sociedad. Pero esta fuerza productiva entra cada vez más en conflicto con la naturaleza irracional del capitalismo. El conflicto se expresa en la vida universitaria como una contradicción entre la demanda entre la transmisión de conocimiento dictada por las necesidades inmediatas de la industria y la necesidad de permitir una determinada cantidad de libertad intelectual. En especial esto se aplica a los científicos sociales, que tienen que “resolver” los problemas sociales del capitalismo al mismo tiempo que tienen que entender, al menos en parte, qué genera la rebelión contra el capitalismo.

Otro factor que enciende la revuelta entre quienes estudian es el sentimiento de inseguridad de no saber qué pasará en sus vidas el día siguiente a la graduación. Los y las estudiantes de una generación previa sabían de antemano qué lugar ocuparían –en las altas esferas de la sociedad. Eso es diferente para las estudiantes de hoy. En la universidad no encuentra el tipo de educación que esperaba, y después de graduarse es más y más difícil obtener el tipo de trabajo que le habían prometido. El sentimiento de inestabilidad, incertidumbre, crea malestar, que fácilmente se combina con otros factores para crear una combustión revolucionaria.

Otra característica significativa de las personas estudiantes es su juventud. En ningún otro lugar en la sociedad capitalista la gente joven es separada y agrupada del mismo modo. No hay fábricas únicamente con trabajadoras jóvenes. Pero el capitalismo tardío concentra un número creciente de estudiantes en instituciones especiales. Esto tiene algunas desventajas para el desarrollo a largo plazo del movimiento estudiantil –aislado de la masa de la población puede ser golpeado por las autoridades sin recibir ayuda de fuera, y es incapaz por sí mismo de dañar realmente a la clase dominante atacando a sus beneficios. También carece de una tradición de lucha sostenida que algunas secciones de las trabajadoras sí tienen. Pero esta falta de tradición también significa falta de inhibición por maneras de luchar pasadas de moda o derrotas previas. Sólo la juventud puede enfrentarse al capitalismo tardío con el recurso de una imaginación ilimitada. No está lastrada por el pasado. Cuando las jóvenes trabajadoras luchan por sus objetivos, todas muestran algo de esa iniciativa y esa habilidad para aprender rápidamente. Pero sólo en las universidades estas cualidades están realmente concentradas. Esto es por lo que los y las estudiantes han sido las primeras en responder desinhibidamente al desencanto mucho más amplio con formas políticas anteriores.

 

Problemas de crecimiento

Siempre se debe luchar contra la inercia conservadora que plaga incluso a las organizaciones más revolucionarias. Como he dicho, entre abril y octubre de 1968 la militancia de nuestra organización creció de 400 a 1.000. Este crecimiento tan acelerado provocó una crisis seria en la organización. Nos vimos obligados a hacer tres conferencias nacionales en 1968.

Había profundas divisiones por todos lados. Se habían afiliado centenares de estudiantes en los meses anteriores y tenían ideas de todo tipo. Además los eventos de mayo [del 68] crearon una gran creencia en la espontaneidad e ilusiones de posibilidades inmediatas de revolución.

Es cierto que el 20 de mayo empezó la mayor huelga general de la historia. Un millón de personas se manifestaron en París. Pero los estalinistas franceses que controlaban las burocracias sindicales no desaparecieron. Asustados de que los y las estudiantes revolucionarias se mezclaran con las trabajadoras, insistieron en separar los dos grupos creando un cordón de 20.000 delegados sindicales cogidos de los brazos para separarlos. Diez millones de trabajadoras fueron a la huelga, pero los comités de huelga no eran elegidos. Eran designados por las burocracias de los sindicatos. Es cierto que millones de trabajadoras ocuparon las fábricas, pero desde el inicio de las ocupaciones, la burocracia sindical insistió en que solo una pequeña minoría de las trabajadoras permaneciera en las fábricas mientras a la mayoría se la enviaba a casa. Si las personas trabajadoras se hubieran quedado en la ocupación, la huelga hubiera sido activa. Ahora era pasiva.

Desgraciadamente no existía una organización revolucionaria grande que hubiera podido superar la burocracia. En Rusia, en marzo del 1917 el Partido Bolchevique tenía 23.600 miembros y creció hasta 250.000 en agosto del mismo año. La clase trabajadora industrial francesa era significativamente mayor que la clase trabajadora rusa de 1917. Si hubiera existido una organización revolucionaria de decenas de miles de personas, podría haber argumentado que los bloques de trabajadores y trabajadoras en la manifestación no debían ir separados de las estudiantes. Podría haber propuesto elecciones democráticas de los comités de huelga y convencido a millones de ocupar las fabricas para permanecer dentro, creando una fuerza colectiva mucho mayor de la que esas mismas trabajadoras tenían cuando eran una suma de individualidades. Por desgracia, el número total de revolucionarias en Francia podía ser contado por centenares.

Por lo tanto, el gobierno rápidamente hizo que los sindicatos aceptaran un compromiso con la patronal sobre un incremento de sueldos. Se acabó la ocupación de las fábricas, se desconvocó la huelga y se preparó el terreno para el retorno del presidente, el general de Gaulle. Cuando se ocuparon las fábricas, de Gaulle estaba tan desmoralizado que voló fuera del país para refugiarse con las tropas francesas en Alemania Occidental. Pero ahora volvía para mandar de nuevo. El 30 de mayo hubo una manifestación de derechas de medio millón de personas en París. La policía recuperó las emisoras de televisión y radio, echó a las trabajadoras que aún estaban ocupando, atacó cualquier manifestación que quisiera seguir la lucha e incluso mató a dos trabajadores y un estudiante. Durante el potencial revolucionario del 68, que podía haber llegado lejos, la lucha paró antes de vencer una y otra vez. Y éste ha sido el patrón en otras revoluciones.

¿Por qué es tan importante el centralismo democrático? Si quieres ir de Londres a Birmingham necesitas un bus y una conductora. No necesitas discusión democrática, porque se ha seguido la ruta antes. El problema es que la transición del capitalismo al socialismo es algo que nadie ha experimentado antes. No sabemos los problemas que aparecerán durante el camino y qué tendrá que hacer el partido para hacer avanzar la lucha.

Si no lo sabes, sólo hay una manera de aprender: estando enraizado en la clase trabajadora y aprendiendo de la clase. Todo lo que esté conectado a nuestra lucha debe ser puesto a prueba, simplemente porque no conocemos las respuestas adecuadas. Si la emancipación de la clase trabajadora es acto de la misma clase trabajadora, la clase trabajadora nos enseñará con sus propias experiencias, y esto se debe reflejar en los debates que se tengan en el partido y dar forma a la estrategia resultante.

Para una revolución de la clase trabajadora necesitas una democracia profunda. Y la revolución consiste en que la clase trabajadora se convierta en la clase dominante, en crear el sistema más democrático de la historia. A diferencia del capitalismo, donde cada cinco años eliges a alguien que te represente falsamente (porque están completamente en las manos del capital), aquí sería una historia completamente diferente. Bajo el capitalismo eliges a los diputados, pero no a los jefes. No elegimos a los oficiales del ejército ni a los jueces. En un estado de las trabajadoras todo está bajo el control de las trabajadoras. Todo está en manos de las trabajadoras. Es la forma más extrema de democracia. Por lo tanto, dentro del partido revolucionario debe haber un debate democrático que refleje la experiencia de las camaradas, que son parte de la clase trabajadora.

Si todo esto es cierto, ¿por qué necesitamos centralismo? En primer lugar, la experiencia es desigual. Las trabajadoras tienen experiencias diferentes. Debemos juntar toda esta experiencia. Incluso en el partido revolucionario los miembros están influidos por presiones diferentes. Están influidos por la imagen general y por la sección de las trabajadoras a la que pertenecen. Como escribí en 1968, “Marx argumentó que dado que la ideología que prevalece bajo el capitalismo es la ideología de la clase dirigente, las políticas revolucionarias no reflejan las ideas actuales de la clase”.

Debemos tener una imagen clara del estado de la consciencia de clase, pero el papel del partido es superar la experiencia parcial. Necesitamos centralizar toda esa experiencia. Además necesitamos centralismo porque la clase dominante está altamente centralizada. Si no tenemos el mismo poder organizativo que nuestro enemigo nunca podremos ganar. Nunca he sido un pacifista. Si alguien me ataca con un palo debo tener un palo más grande. No creo que una cita de El Capital de Marx pare a un perro rabioso que me ataca. El poder de nuestra organización debe ser simétrico al de nuestros enemigos. Es esto lo que no puedo entender de las anarquistas cuando me dicen que después de una revolución debemos abolir inmediatamente el estado. Los capitalistas tendrán un estado en algún sitio. ¿Cómo mantienes el poder de las trabajadoras frente a una oposición capitalista organizada sin un estado revolucionario de las trabajadoras?

El centralismo democrático por lo tanto implica el debate y la discusión más libres sobre cómo llevar adelante las luchas basándonos en una estimación de las posibilidades del momento, combinado con llevar a la práctica las decisiones tomadas de forma centralizada. Entre conferencias el Comité Central es responsable del liderazgo. En partidos burgueses el liderazgo extrañamente rinde cuentas por sus acciones. Los diputados no pueden ser revocados entre elecciones. Los gobiernos esconden sus fallos detrás de “la economía mundial” o “poderes económicos más allá de nuestro control”. Ellos dependen de la pasividad de las personas afiliadas a su partido, que están allí sólo para sondear en época de elecciones o dar ovaciones. El Comité Central del SWP rinde cuentas de su línea política cada semana a través de las páginas del Socialist Worker. Debido a que somos una organización de activistas, si el Comité Central toma una posición equivocada respecto a un tema las camaradas nos lo harán saber pronto. Cada semana las camaradas saben qué defendemos respecto a los temas centrales del momento.

Si la democracia es esencial para asimilar la experiencia de la lucha, el centralismo y la disciplina son necesarios para liderar y hacer avanzar la lucha. La cohesión de la organización permite al partido actuar, tomar iniciativas, dar dirección a la acción de masas. Un partido que no tiene confianza en sí mismo no puede ganar la confianza de las masas. Un partido revolucionario no puede existir sin un liderazgo fuerte, con el poder de actuar rápidamente y dar dirección a las actividades de los miembros. Un partido es una organización centralizada que lidera una lucha determinada por el poder. Como tal requiere disciplina de hierro a la hora de actuar.

 

Condiciones favorables para el crecimiento

La derrota electoral de los Tories en 1974 supuso la culminación de un gran avance de la clase trabajadora. Respecto a nuestras aspiraciones sobre la International Socialist, volvían a ser muy altas. Los últimos años habían sido muy buenos para la organización; de 880 afiliadas en 1970 pasamos a 3.310 en el 74. La composición social de las personas afiliadas también cambió radicalmente. En el 70 la International Socialist estaba compuesta principalmente por estudiantes y personas trabajadoras de cuello alto, con pocas trabajadoras manuales. Los y las estudiantes jugaron un papel importante vendiendo el periódico en las fábricas y hablando con las trabajadoras.

Lenin escribió que en un partido revolucionario no hay tropa: todas somos líderes. A diferencia de los partidos reformistas, donde la dirección ve a sus militantes como ovejas a las que conducir pasivamente, el partido revolucionario busca que la clase trabajadora actúe en su propio interés y esto significa intervenir en debates sobre “qué hacer” a todos los niveles. Por lo tanto no puedes ser una líder si estás únicamente atada a la vida interna del partido. Es una cuestión de cómo la organización se relaciona con aquellos que no son miembros de la misma. Es una prueba de liderazgo.

Muchas veces he discutido con camaradas y han estado en contra de lo que decía, pero después media hora más tarde podía escuchar a las mismas camaradas repitiendo mis argumentos. Esto muestra tanto la fricción como el acuerdo que se necesita para liderar en una situación práctica. El liderazgo es un diálogo y no hay diálogo con la gente con la que estás de acuerdo al 100%. El liderazgo es debatir con gente con la que estás un 50% de acuerdo y a través del debate ser capaz de aumentar el nivel a un 60% o más.

[El periódico] Socialist Worker jugó un rol crucial en este crecimiento. En septiembre de 1968 se convirtió en un periódico semanal. Tenía cuatro páginas y tenía una apariencia muy descuidada. Lo vendían principalmente estudiantes en las puertas de las fábricas. Poco a poco el periódico fue mejorando. Llegó a tener 16 páginas semanales en el 1972, y las ventas crecieron de 8.000 semanales en 1969 a 31.000 en 1974.