Indice del libro

 

José Díaz Ramos

Tres años de lucha

 


Edición impresa: José Díaz, Tres años de lucha, Editions de la Librairie du Globe, París 1970.
Versión digital: Koba, para http://bolchetvo.blogspot.com.
Transcripción/HTML para el MIA: Juan R. Fajardo, nov. 2009.
Formato alternativo: PDF por cortesía de http://bolchetvo.blogspot.com.


 

 

Contra los invasores, unidad del pueblo y Gobierno de Frente Popular

Discurso pronunciado en el Monumental Cinema, de Madrid, el 21 de marzo de 1937

 

 

¡Camaradas; pueblo de Madrid!

En unos momentos como los que vivimos, es obligatorio examinar concisamente ante vosotros las principales cuestiones que tenemos planteadas, con objeto de decidir en nuestro favor el resultado de la guerra. A medida que la lucha va entrando en fases más importantes, necesitamos aún más recoger, agrupar y hacer caminar en la misma dirección a todas las fuerzas antifascistas de España, a todos los que están dispuestos a dar su vida por la independencia de nuestro país.

Hoy más que nunca, unidad contra el enemigo común

Precisamente en estos momentos en que la guerra atraviesa por una de sus fases más graves, apreciamos en la prensa de los diversos partidos y organizaciones antifascistas síntomas de tirantez. Y yo pregunto: ¿cómo es posible que ahora, en lugar de aprovechar la derrota que nuestro glorioso Ejército ha infligido, en Guadalajara al enemigo, derrota que no pudieron esperar nunca ni Franco ni sus compañeros y mucho menos Mussolini; en lugar de aprovechar esta gran derrota como punto de partida para que la guerra se desarrolle día a día en favor nuestro, surja esta tirantez? Esas disensiones deben terminar rápidamente, porque si no el pueblo se levantará contra los fomentadores. (Aplausos.)

El fascismo se sublevó el 18 de julio contra los comunistas, contra los socialistas, contra los republicanos, contra los anarquistas; se sublevó contra un régimen que legalmente había reconquistado el pueblo español. Si el 18 de julio luchamos unidos sin tener en cuenta las diferencias ideológicas, con nuestra patria invadida por el fascismo extranjero, hoy más que entonces debemos seguir unidos y terminar con toda clase de recelos para que en nuestra lucha no haya más que una bandera: la del Frente Popular: ¡Todos los antifascistas contra los invasores, todo el pueblo español contra los extranjeros en la guerra de defensa de nuestra patria!

Contra los invasores, Frente Popular y gobierno de Frente Popular

No son admisibles, en estos momentos críticos, ninguna clase de ensayos que nos hagan retroceder en el camino de la victoria, ensayos que ahora aparecen como tendencias de tipo sindicalista y otros días con otro carácter distinto, sino que, igualmente que nosotros, comunistas, que comprendemos el carácter de la lucha que en España se desarrolla, hay que decir que dentro de la República democrática y sobre la base del gobierno de Frente Popular se pueden alcanzar los objetos que todos perseguimos, que son los de ganar la guerra, primero, y después crear las condiciones económicas y políticas para la reconstrucción del país en beneficio del pueblo que habrá conquistado la victoria.

Dentro de la república democrática de nuevo tipo, nosotros no somos partidarios de ensayos que traigan consigo la ruptura del Frente Popular, de la unidad del pueblo español. Ni en circunstancias como las presentes, ni en otras más favorables, porque si estas tendencias lograsen imperar, podrían hacemos perder la guerra. No hay otra posibilidad -hemos de decirlo en Madrid, en Valencia, y en Cataluña- que la de un gobierno de Frente Popular. ¿Qué sucede que hay quien no puede o no sabe cumplir con su deber? Que deje su puesto a otra persona también del Frente Popular. Por eso repito que hay que terminar con todos los recelos. Debemos unirnos aún más estrechamente que el 18 de julio. Entonces luchábamos contra los sublevados del interior, pero hoy tenemos que combatir a los invasores. ¡Contra ellos, Frente Popular y gobierno de Frente Popular!

Un ejército con fuertes reservas

Estos días, el Ejército Popular de Madrid ha llenado de admiración al mundo con sus heroicas acciones en el frente de Guadalajara. Es legítima la alegría que estos hechos victoriosos han producido. Pero es mi deber indicar que hay demasiada satisfacción por ello. Satisfacción desmedida que nos podría hacer olvidar la necesidad de utilizar todos los recursos materiales de que disponemos, las reservas de hombres y de armamento para continuar asestando al enemigo golpes como el que acabamos de infringirle. Todavía estamos en disposición de Ejército que se defiende. Nuestro Ejército, educado en la defensa de Madrid, va adquiriendo ya fuerza y capacidad para pasar a la contraofensiva. Es un Ejército potente, que tiene a su frente a jefes que se han forjado en las trincheras, que gozan de la confianza de los combatientes. Jefes como el teniente coronel Ortega, aquí presente (Grandes aplausos y vivas al teniente coronel Ortega); como el comandante Márquez, como Líster, como el “Campesino” y como muchos más.

Pero hemos de velar porque este gran Ejército que estamos creando a costa de grandes sacrificios no se malogre. Y para ello, precisamos contar con medios para proporcionarles descanso a los heroicos soldados que escriben páginas de gloria estos días en Guadalajara. Necesitamos crear fuertes reservas, y así, si se presentan casos como el actual, podremos realizar grandes avances tanto en los frentes de Madrid como en los demás sectores de España donde se combate. Es de mucha importancia crear las reservas. Es una condición indispensable para el triunfo. Si no la realizamos, no podremos seguir avanzando, porque nuestros hombres son de carne y hueso, y la resistencia física tiene un límite, Por el contrario, si cumplimos esta necesidad, lograremos avanzar mucho más deprisa que el enemigo avanzó cuando nosotros estábamos desorganizados y desarmados.

Es preciso crear una reserva de ciento veinticinco o ciento cincuenta mil hombres. Pero esto con una rapidez extraordinaria, porque Mussolini no se resignará a hacer volver a Italia a los soldados que ha traído a nuestro país. Ante la derrota sufrida, el fascismo mandará más unidades, más armamento; pero si contamos con un gran Ejército, con una gran reserva en hombres instruidos, bien preparados militarmente, ¡que vengan alemanes y que vengan italianos! Estoy seguro de que se estrellarán contra la bravura y el heroísmo de nuestros soldados. (Aplausos.)

Una potente industria de guerra

No, debemos alimentar excesiva alegría, porque, ante la aplicación del control, en las condiciones en que se va a llevar a la práctica contra nosotros, el enemigo va a tener la posibilidad de seguir recibiendo hombres y material de guerra sin que sea posible impedirlo. Nuestro pueblo, pleno de heroísmo, debe tener rápidamente, no sólo las reservas necesarias para nuestro ejército, sino también una industria potente capaz de servir todos los recursos que nuestras unidades militares precisen. Todo el material de guerra que se fabrique en Cataluña, en Euzkadi o en cualquier otro punto de España debe ser puesto a disposición del Estado Mayor central. Ha de evitarse que cualquier organización pueda quedarse con una parte del material construido. ¿No es bastante la experiencia de ocho meses de guerra? ¿Es que no puede impedir el Gobierno que se den estos casos y declarar facciosos a quienes los realicen? No comprendemos cómo, a los ocho meses de guerra, no contamos ya con esta industria de guerra, cuestión con la cual están de acuerdo todos los partidos y organizaciones antifascistas. Lo que ocurre es que el Gobierno no ha tenido la suficiente energía para imponer su autoridad. (Aplausos.)

Mandos leales

Consideramos que hay excesiva alegría, que no se puede pensar que nos encontramos al final de la guerra, porque ésta será todavía larga y dura; de nosotros depende hacerla más corta y hacer que sean menores los sacrificios que se nos impongan, si cumplimos rápidamente estas condiciones.

Tenemos ya hechas muchas cosas en el Ejército; pero todavía quedan otras por hacer. Hemos conseguido algo desde que planteamos por primera vez la necesidad de depurar los mandos, y ya se están viendo los resultados de aquella medida; pero queremos más, mucho más, para que no se pueda dar el caso que aún se ha dado con las declaraciones de los primeros soldados italianos que hicimos prisioneros. Estos declaraban conocer exactamente el número y la situación de nuestras fuerzas. Es claro que si el enemigo estaba enterado de esto, es que en nuestro campo había quien se lo decía al enemigo. (Aplausos.) Nosotros queremos que en los Estados Mayores y en el mando de los sectores de combate los jefes militares tengan el sentimiento de la República. Los mandos que no tengan ese sentido político de lealtad al régimen deben ser sustituidos inmediatamente por los valores que la guerra ha dado ya, que garanticen nuestro triunfo en la guerra, valores representados por hombres como los que ya hemos mencionado. (Aplausos.) Nuestras críticas no las dirigimos a nadie personalmente. De manera general, queremos limpiar todo lo que sea perjudicial para nuestra causa, y esta campaña la continuaremos hasta que podamos decir: Todos los mandos que hay en el Ejército son leales, saben lo que defienden y por qué luchan. (Aplausos.)

Mando único

Hay otra condición fundamental qué la situación exige que sea realizada: el mando único. Si tuviéramos un mando único, ante una situación como la de Madrid, el Estado Mayor único podría combinar las operaciones en los distintos frentes para sacar el máximo partido a la derrota del enemigo; pero es incomprensible que en Aragón, por ejemplo, el Estado Mayor dependa de Cataluña, mientras que en Madrid depende del Estado Mayor central. El Gobierno debe subsanar esto y hacer que todas las operaciones dependan del Estado Mayor único.

Transporte para abastecer a Madrid

Existe también el problema del transporte. Cuando se dice que en tal estación o en tal pueblo hay víveres para Madrid, se quiere justificar el que no estén aquí por la falta de medios de transporte. Cuando Madrid necesite víveres, ni un camión ha de quedar en Madrid que no transporte esos víveres a la ciudad. Ya se han hecho bastantes reuniones para remediar el problema del transporte. Hace falta solucionarlo rápidamente y declarar faccioso a quien tenga camiones inactivos, mientras el pueblo de Madrid pasa hambre.

En toda España se hacen todos los esfuerzos para que a Madrid no le falte nada: hombres, armamento, víveres; en relación con el abastecimiento, hay otra cuestión planteada y que debe ser resuelta en breve plazo. El ayuntamiento de Madrid ha jugado un papel importantísimo en toda la vida de España. Llevamos mucho tiempo sin constituirlo, a pesar de que es muy preciso. Se han celebrado muchas reuniones con los compañeros republicanos, socialistas y anarquistas, sin que se haya podido llegar a un acuerdo. Bastantes dificultades tienen su origen en el hecho de no existir un ayuntamiento, ya que cada organización tiene que realizar el aprovisionamiento por su cuenta. Yo pido al Comité provincial que reúna nuevamente a los representantes de las organizaciones que han de constituir el municipio, que discutan con alteza de miras, que se establezca una proporcionalidad honrosa en el número de puestos, pero que se constituya el ayuntamiento en seguida para atender las necesidades de la población civil de Madrid y eliminar todo lo que sean comités y obstáculos para abastecer a la capital de la República. No creo que haya nadie que quiera tener trece representantes en tanto a otras organizaciones sólo le dan dos puestos.

La campaña del “proselitismo”

Antón y “Pasionaria” han hablado ya sobre el trabajo “proselitista” del partido. No quiero entrar en polémicas ni quiero que esto sirva de motivo de discusión para la prensa. Nosotros quisiéramos que el Partido Comunista, el Partido Socialista, las organizaciones sindicales y antifascistas crecieran mucho, porque esto es una demostración de que el pueblo se compenetra cada día más con todos los partidos populares. Y para probar que por nuestra parte no hay trabajo proselitista, sino una política de Frente Popular que consideramos justa, hacemos la proposición de acabar con todos los recelos y las incomprensiones que puedan existir entre socialistas y comunistas por medio de la creación de las condiciones que nos conduzcan a que en España no haya más que un solo partido del proletariado. (Grandes aplausos.)

El partido único podemos crearlo. Nuestra unidad es posible inmediatamente, sobre la base de tres o cuatro puntos fundamentales para ganar la guerra. Con ello, el proletariado nacional e internacional se llenaría de entusiasmo, al ver que en España no existía más que un partido de la clase obrera, que habría de ser garantía de la victoria.

No tenemos interés en lograr afiliados del Partido Socialista, pero necesitamos que se comprenda que tampoco podemos rechazados, si vienen a nuestro partido.

La unidad sindical

También parece que se recela de nuestra actitud respecto a la unidad sindical. Los compañeros anarquistas dicen que nosotros estamos contra la unidad sindical; es decir, contra la alianza entre la UGT y la CNT. Eso es falso. Lo mismo quesería un gran paso para ganar la guerra la creación del partido único del proletariado, consideramos igualmente muy importante la creación de una central sindical única. Es claro que la situación está más madura para realizar la unidad entre el Partido Comunista y el Partido Socialista; pero nada nos impide que se hayan estableciendo relaciones cada vez más amistosas entre las dos centrales sindicales, para que en breve plazo puedan constituir una base importantísima del bloque del Frente Popular en defensa de la República democrática.

Queremos que se llegue a esa alianza y a esa compenetración para cumplir las funciones propias del sindicato; pero no para sustituir a los partidos políticos. Lo decimos con claridad; estamos contra la orientación hacia un gobierno sindical; defendemos la alianza entre la UGT y la CNT, y los comunistas, que la mayor parte somos miembros de la Unión General de Trabajadores, no seríamos ningún obstáculo para ella, como no lo hemos sido nunca para las buenas relaciones con los compañeros anarquistas, como Partido y como aliados a la UGT. Estamos por la alianza sindical y somos partidarios de una sola central sindical, porque consideramos que es una de las condiciones para abreviar la victoria sobre el enemigo. (Aplausos.)

Lo que no queremos es que se crea que estas relaciones han de servir para oponerse a las fuerzas republicanas; queremos que, en la medida en que se establezca la inteligencia entre las fuerzas obreras, tengamos mejores relaciones aún con los partidos republicanos, con todos los que se hayan encuadrado en el Frente Popular. El proletariado ha de jugar el papel principal en el Frente Popular, sin deducir de esto que haya de debilitársele, sino al contrario, reforzarle, porque es condición indispensable de nuestra victoria.

No podemos dar de lado a nuestros aliados

Que a nadie se le ocurra, en un momento de alegría, de desarrollo favorable para nosotros de la guerra, pretender dar de lado a nuestros aliados: bien a los republicanos, bien a los campesinos, o a la pequeña burguesía. Esta alianza debe ser reforzada durante la guerra y después de la victoria. El enemigo se levantó contra todos los antifascistas y todos unidos hemos de ganar la guerra, y después todos unidos hemos de reconstruir nuestra patria y disfrutar la victoria del pueblo sobre sus enemigos. (Grandes aplausos.)

Más que nunca, necesitamos la unidad para vencer; los aliados nos son indispensables para alcanzar la victoria. Quienes traten de romper esta unidad, tendrán la condenación, no de un partido determinado, sino de todo el pueblo, de los trabajadores de la retaguardia y de todas las fuerzas de los frentes. Por tanto, una sola consigna, en la hora actual: reforzar las fuerzas antifascistas e impedir su debilitamiento. Unidos, venceremos; desunidos, vencerá el enemigo. El Partido Comunista no consentirá que nadie rompa la unidad. (Gran ovación y vivas al Partido Comunista, al Frente Popular, al Comité Central y al camarada Díaz.)