Indice del libro

 

José Díaz Ramos

Tres años de lucha

 


Edición impresa: José Díaz, Tres años de lucha, Editions de la Librairie du Globe, París 1970.
Versión digital: Koba, para http://bolchetvo.blogspot.com.
Transcripción/HTML para el MIA: Juan R. Fajardo, nov. 2009.
Formato alternativo: PDF por cortesía de http://bolchetvo.blogspot.com.


 

 

Ante el proximo pleno del Comite Central

Artículo publicado en “Frente Rojo” el 8 de noviembre de 1937

 

 

Principales cuestiones que en él serán planteadas

Nuestro Comité Central va a reunirse dentro de pocos días para examinar la situación presente y acordar las tareas que con respecto a ella debe realizar nuestro partido.

La situación en que se reúne este Pleno acusa, con respecto a los anteriores, una mayor seriedad visible, y por otro lado, progresos evidentes. Es más seria, más grave podemos decir, porque después de la caída del Norte se plantean una serie de problemas cuya resolución debe llevarse a cabo con la mayor energía y rapidez.

La gravedad de la situación no depende sólo de los problemas internos, sino también de la situación internacional. El fascismo alemán e Italiano, apoyado con bastante eficacia por el gobierno conservador británico, y aprovechando las vacilaciones de los gobernantes franceses y la complicidad de los reaccionarios del país vecino, continúa su intervención en gran escala y pretende convertir a toda España en una colonia fascista, como lo ha hecho en la parte del país que vive bajo el dominio del fascismo. En defensa de los derechos del pueblo español y de la independencia de España sólo actúan de una manera consecuente la Unión Soviética y la solidaridad del proletariado internacional.

Pero esta última no ha logrado aún alcanzar toda su eficacia, porque la negativa de algunos jefes socialdemócratas, particularmente de los británicos, ha impedido que se organice la unidad de acción internacional, que es la única fuerza capaz de obligar a los gobiernos de los países democráticos a una política enérgica y de cortar las manos criminales del fascismo.

En este ambiente de vacilaciones, de cobardías y de traiciones, hay quienes piensan en la posibilidad de una mediación. Es una idea que tiende, naturalmente, a impedir que nuestro pueblo aplaste al fin a los invasores del fascismo. Nosotros estamos resueltamente contra ella. En nuestra lucha no puede haber mediación ni pacto alguno. Tenemos que continuar implacablemente la guerra basta el final, hasta el aniquilamiento del enemigo.

Para ello disponemos de recursos y de disponibilidades inmensas. En nuestro propio suelo, en nuestro propio país, contamos con elementos y medios suficientes para ganar la guerra. Es claro que nos hace falta la ayuda de la solidaridad internacional y que debemos hacer lo posible por conseguir que la unidad de acción de las grandes masas trabajadoras del mundo consiga de los gobiernos democráticos un apoyo más eficaz a nuestra causa. Pero la base de nuestra victoria está en nosotros mismos, en la capacidad de resistencia, de organización, de producción y de lucha del pueblo español.

Es evidente que en la situación actual existen algunos progresos con respecto a las anteriores, en las cuales se reunieron los plenos de nuestro partido. Aunque no con el ritmo, y la decisión que son necesarios, se abordan los problemas y se trabaja por resolverlos, lo cual contrasta abiertamente con la política de ineptitud e incapacidad de que dio muestras Largo Caballero como jefe del gobierno, que impidió la organización de la vida del país y que, de continuar, nos hubiera llevado a la catástrofe.

Precisamente, la responsabilidad de la grave situación actual incumbe en gran parte a esta política, puesto que ahora estamos experimentando las consecuencias de aquella política de incomprensión e ineptitud.

En la falta de una política que resolviera a fondo todos estos problemas y por la cual luchó incesantemente nuestro Partido en el período del gobierno Largo Caballero, están las raíces de los errores que han determinado la caída del Norte.

El gobierno actual ha liquidado algunos de los graves errores del anterior. Existe mayor orden y disciplina en la retaguardia. Se trabaja con más normalidad, lo mismo en la industria que en el campo. Ha comenzado a reorganizarse el Estado. Nuestro ejército ha aumentado su eficacia y su capacidad combativa, como consecuencia de la mayor severidad en la organización, del mejor acierto en la designación de los mandos y del mejoramiento general de los servidos auxiliares.

Hoy, aunque el gobierno actual ha hecho mucho en este sentido, es preciso llevar adelante lo conseguido, con un ritmo muy acelerado, para terminar así con los errores pasados y destruir sus consecuencias con la rapidez que las circunstancias nos exigen.

Nuestro pueblo ha obtenido conquistas revolucionarias, que es necesario defender, consolidar y ampliar. Miremos la diferencia que existe entre el régimen de terror, hambre y esclavitud de la zona facciosa y nuestro régimen de democracia, creado sobre la base de la destrucción de los privilegios de casta, de la opresión semifeudal y del dominio de la Iglesia.

En la España leal, las masas populares participan activamente en la vida y en la política del país. Se han desarrollado los sindicatos, las organizaciones juveniles y femeninas, todas las organizaciones obreras y populares. Han muerto los viejos partidos de la burguesía y desaparecido los caciques. Se ha reorganizado la actividad del Comité Nacional del Frente Popular; hay, en fin, una práctica bastante extensa de la democracia.

Tenemos, pues, que defender y fortalecer nuestra democracia para asegurar así la más amplia participación activa del pueblo en la dirección de la guerra y en la gobernación del país, con la idea fundamental de que es éste y no uno, ni dos, ni diez hombres, quien debe resolver los grandes problemas planteados.

La base del desarrollo de nuestra democracia, es el fortalecimiento de la unidad del pueblo en el Frente Popular, para movilizar y unificar a todas las capas populares, a fin de que colaboren con el gobierno y sean su más firme y decidido apoyo. El Frente Popular no es una coalición de partidos ni un conjunto de hombres, sino una política, una plataforma de realizaciones democráticas que abarca el conjunto de todos los problemas de la lucha contra el fascismo y la consolidación y desarrollo de todas las conquistas revolucionarias de las masas populares. En este momento grave de la guerra contra el fascismo y los invasores, el Frente Popular tiene que ser el colaborador más eficaz y activo del gobierno para resolver los problemas planteados.

Y lo que más puede contribuir hoy al fortalecimiento del Frente Popular es la creación rápida del partido único del proletariado, que debe ser el eje del Frente popular, en cuya consecución hemos dado algunos avances mediante nuestra relación y trabajo común con los compañeros socialistas en los comités de enlace y en todos los terrenos, que hacen madurar las condiciones necesarias para la fusión.

Pero, al mismo tiempo, tenemos que estrechar más nuestras relaciones con la CNT. La unidad de acción de la CNT y la UGT debe acelerarse para crear así, sobre la base de un programa de realizaciones prácticas, la unidad sindical, que servirá para resolver, mediante la colaboración estrecha de los sindicatos con el gobierno, los grandes problemas planteados hoy, especialmente el desarrollo de la industria de guerra y la organización económica del país, así como el problema del abastecimiento eficiente de nuestras poblaciones y de los frentes, defectuoso todavía por falta de aquella organización.

Para conseguir la victoria definitiva tenemos un Ejército regular potente, que ha demostrado ya su capacidad combativa. Hace falta fortalecerle más todavía, aumentando sus reservas y dotándole de todos los medios necesarios para que pueda resistir y atacar con eficacia. Construir una sólida red de fortificaciones en todos nuestros frentes, en nuestras costas y en nuestras ciudades e intensificar la instrucción militar para que los reclutas que vayan a los frentes tengan la suficiente preparación; llevar a fondo la depuración de los mandos. Estas medidas, normales en todo momento de la guerra, son particularmente necesarias y urgentes en una situación de gravedad como la actual. Todos nuestros frentes tienen que seguir hoy el ejemplo de Madrid en noviembre del año pasado. No se puede ceder al enemigo ni un solo milímetro de terreno ni dar un solo paso atrás.

Ligado al problema del Ejército está el problema de la industria de guerra. El gobierno actual ha hecho algo por su creación. Pero urge ir mas adelante: nacionalizar las industrias básicas, coordinar toda la producción técnica nacional y estimular el esfuerzo y el entusiasmo de los obreros, con recompensas especiales y mejores salarios a los que produzcan más y mejor. Los trabajadores, los obreros, el pueblo íntegro, conscientes de las necesidades de la grave situación actual, piden que se nacionalicen las fábricas y se cree una potente industria de guerra. Los sindicatos y los obreros están dispuestos a colaborar con el gobierno. ¿Qué falta, pues, para conseguirlo? Nada más que dar los pasos decisivos.

Todas las energías y los entusiasmos del pueblo en general tienen que movilizarse para conseguir que se intensifique la producción industrial y agraria. Una severa moral de guerra debe implantarse en nuestra retaguardia. Los sacrificios que la situación nos impone son duros, y hay que afrontarlos con serenidad y decisión.

Nuestro Partido debe ser el campeón de esta política. Hoy tenemos un Partido grande y poderoso. Pero es preciso no perder la cabeza. La guerra no la pueden ganar ni un hombre ni un partido. La guerra tiene que ganarla todo el pueblo unido. Por eso, nosotros sostenemos y defendemos los procedimientos democráticos de la participación de las masas populares en todas las cuestiones de la guerra y de la política en general.

Los comunistas tenemos que trabajar en este sentido con la serenidad y la confianza que hemos tenido siempre en nuestro Partido, en nuestra política.

En todas las situaciones graves, nuestro Partido ha tenido una visión clara de los problemas y ha sabido señalar la manera de resolverlos. La serenidad ante las dificultades es la primera virtud de los comunistas. Hoy, como siempre, deben trabajar y luchar disciplinadamente, seguros de que nuestro Comité Central les señalará en todo momento la línea justa.