Alberto Flores Galindo


 

Mariátegui frente a Europa


  

 


Fuente del Texto: Alberto Flores Galindo, "Mariátegui frente a Europa", en Inkarri, Revista de San Marcos para el Perú, No. 1/Octubre 1980 (Lima, Perú), págs. 10-12.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, setiembre 2025.


 

 

 

Cuando se piensa en la experiencia europea de Mariátegui dos imagines acuden a la memoria: ese testimonio personal según el cual Mariátegui habría hecho su mejor aprendizaje en Europa y, de una vertiente opuesta, la acusación de "europeísta" esgrimida por Haya do la Torre contra el autor de los 7 Ensayos. El año 1928, cuando una joven generación de intelectuales peruanos intentaba la comprensión del Perú como nación, colocar a un intelectual al remolque de las corrientes europeas no era un reproche marginal como lo sabía bien Haya y desde luego el propio Mariátegui, preocupado reiteradamente por mostrar la falsedad de esa acusación. No se puede negar el carácter decisivo que los años pasados en Europa (1919-1923) tuvieron en la biografía de Mariátegui, pero lo que interesa discutir es qué tipo de experiencia fue la suya, en qué difirió de otros viajeros (como Francisco García Calderón), cuáles fueron los aspectos irreductibles de su vida europea.

En la generación anterior a Mariátegui, en la generación del novecientos, la tradición europea era la única tradición posible para cualquier intelectual que se quiera hacer digno de ese nombre. Belaunde y Riva Agüero nunca habrían podido reprocharse su “europeísmo''. Francisco García Calderón consideraba que la salvación del Perú quedaba supeditada a su asimilación de la cultura latina. Estas apreciaciones encuentran correspondencia en autores que no solo se formaron con la lectura tanto de los clásicos como de las modernas corrientes culturales europeas (por ejemplo, la Sociología), sino que en muchos casos hicieron su aprendizaje en la propia Europa. Francisco García Calderón, al igual que sus hermanos, parte muy joven del Perú para establecerse en París e iniciar un exitoso proceso de incorporación en la cultura europea. A la postre, aun cuando escriba sobre el Perú, lo hará no solo desde Europa sino también en función del público europeo. Fue pensando en lectores franceses —y sólo en segundo lugar en la elite intelectual peruana— que García Calderón publica la Le Pérou Contemporain, escrito originalmente en francos, lengua que podía utilizar tan igual como el español, el inglés o el alemán.

Si tomamos como referencia a Francisco García Calderón, podemos constatar que la actitud de Mariátegui ante Europa difirió completamente de la intelectualidad oligárquica: la cuestión fundamental radica en la manera de encarar la experiencia europea. Mientras que para García Calderón era el inicio de una aventura intelectual y por lo tanto asumía frente a lo europeo la condición subordinada del discípulo, para Mariátegui se trataba de interrogar a Europa, desde una trayectoria intelectual iniciada años antes en el Perú y en función por lo tanto de ciertas preocupaciones peruanas. García Calderón empezó a escribir en Europa; antes de tomar el barco, José Carlos Mariátegui era ya un intelectual reconocido en el Perú, de allí que Mariátegui "observe" y "estudie" a los europeos en un estilo que podría recordar a la perspectiva de un etnólogo occidental frente a un país atrasado, con la diferencia que hace falta invertir la situación porque en este caso el etnólogo provenía del subdesarrollo y del atraso.

La atracción de Occidente entre los intelectuales latinoamericanos es un hecho recurrente. Pero, entre todos los que han pasado por París o Roma, sólo unos pocos han escrito sobre Europa. Fue el caso de Mariátegui y su estudio, por ejemplo, del fenómeno fascista. Esta actitud crea un cierto distanciamiento entre el observador y la cultura occidental. A su vez este distanciamiento hay que comprenderlo al interior de una actitud ambivalente en relación a Europa que se resume en una admiración por esa parte del continente que parece emerger a la revolución (en las fábricas italianas o alemanas, en los consejos obreros, en el III Congreso de la Internacional Comunista) y un rechazo a ese otro lado de la civilización occidental patentizado en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, en la miseria del capitalismo y en otros hechos que parecen confirmar la predicción de Oswald Spengler sobre La Decadencia de Occidente. Este libro acabo teniendo una influencia decisiva tanto en Mariátegui como en otros intelectuales de su generación: sintieron que estaban viviendo los estertores del mundo occidental y que por lo tanto se anunciaba la emergencia de otras culturas. En el mundo andino podía estar su-cediendo lo mismo que en Turquía o en China: una vieja civilización derrotada y oprimida comenzaba a sublevarse contra occidente. Este razonamiento es posible porque Mariátegui desde Italia no sólo "observa" a Europa, sino que emplea, utiliza a Europa como un observatorio del mundo de su época y —ha sido subrayado por Robert Paris—, se interesa igualmente por el Asia.

Pero para entender la actitud de Mariátegui ante Europa es preciso reparar que su formación no está supeditada solo a la lectura de los libros. En otras palabras: tanto como los libros cuentan las experiencias, la observación de la vida cotidiana, para la que ha sido adiestrado desde su formación periodística en el Perú. La Europa de Mariátegui no es s6lo la lectura de Marx y Lenin, el conocimiento de Freund, Spengler, Sorel, Proust o Barbusse, es también la aproximacl6n al naciente Partido Comunista de- Italia, la lectura del Ordine Nuovo, su presencia en el Congreso de Livorno, su interés por los consejos obreros...

1919-1923 son anos, en la historia del socialismo, caracterizados por la eclosión de diversas perspectivas al interior del marxismo: la norma no est3 dada por la rigidez de Bujarin o de Stalin sino por una heterodoxia que se inspira en la revolución soviética y en las tesis de abril de Lenin, de donde partirán caminos tan diversos como los recorridos por Luckacs, Gramsci, Panecoeck, Korsh. . . Así como hay un clima meteorológico, existen también climas culturales y sin caer en el determinismo geográfico, no se puede prescindir de la posible influencia de un ambiente cultural: salvo algunos posibles fragmentos periodísticos de Gramsci, Mariátegui no pudo leer a ninguno de los autores mencionados y tal vez ni siquiera conoció sus nombres, pero la Europa que recorrió Mariátegui fue el mismo continente en el que esos autores se formaron y surgieron, años durante los cuales la lucha de clases abrid posibilidades muy amplias a la creatividad en el marxismo. La heterodoxia de Mariátegui podrá sorprender a Codovilla en 1929, incomodar a algunos de sus lectores en 1980, pero en 1919 6 en 1923 era la norma.

Entonces, para concluir, ¿en qué medida Mariátegui realizo su mejor aprendizaje en Europa? Tal vez el verbo "aprender" no sea el m£$ conveniente, porque no se trató en estricto sentido de adquirir un conocimiento; lo adecuado sería sustituir lo por el verbo “observar”, porque el viaje de Mariátegui realizó el proyecto de examinar detenidamente la experiencia europea en la perspectiva de un intelectual latinoamericano que se sabía desde el inicio diferente a los europeos, que no deseaba asimilarse a ellos y que en esa medida ubicaba a Europa solo como una estación, un momento necesario pero, como ocurre siempre con las estaciones, pasaje-ro.