Pepita Gherra

 

Resúrjam ...

 


Publicado: En La Voz de la Mujer Nº 8, 14 de noviembre de 1896, Buenos Aires.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, febrero 2020.
Fuente de la edición: Pepita Gherra, “Resurjam...”, en La Voz de la Mujer Nº 8, 14 de noviembre de 1896; facsímil en nuestros archivos.
Transcripción y HTML: Por Juan Fajardo, para marxists.org, febrero 2020.


 

 

 

Hemos sido agradablemente sor-prendidas por la lectura de un manifiesto titulado "La esclavitud en Buenos Aires y Montevideo" y sobre el cual no podemos menos de hacer algunas reflexiones.

Hay en el aludido manifiesto párrafos tan expresivos como éstos:

"Donde no pudo alcanzar ninguna autoridad para reprimir la esclavitud de mujeres, muy bien lo pueden unas 150 infelices, que por muchos años vivieron esclavizadas, que fueron explotadas en el modo más bárbaro y echadas a la calle como se echan las cosas inservibles.

"Son 150 ex esclavas que hoy se coaligan para desenmascarar a sus verdugos; para acusarlos ante el Supremo Tribunal de la conciencia pública; para hacerlos aborrecer y maldecir de toda persona que comprenda ser una ignominia sin igual, dejar que se esclavicen tantas criaturas humanas a la fin de un siglo como el actual."

¿Qué tal? ¿qué decís de esto los que os asustáis cuando os decimos que no hace falta gobierno alguno?

Es una bella y sencilla lección. Las autoridades y el gobierno nada pudieron ni se preocuparían de hacer aunque pudieran. Pero lo que ellos no pudieron hacer lo hace la "libre iniciativa" de 150 mujeres, que pudieran ser menos o más según la obra que se propusieran llevar a cabo.

Ya veréis como ahora el gobierno intervendrá ¿sabéis para qué? pues muy sencillo: para cobrar un derecho por poner un letrero o chapa con el nombre de la sociedad. Es decir, para entorpecer y poner cortapisas a la acción de la asociación.

Vamos por partes.

Dice el manifiesto: "La esclavitud de Buenos Aires y Montevideo".

Decimos nosotras: ¿Creen las asociadas y defensoras de esas infelices que solamente aquí y en Montevideo existe esa y otras esclavitudes?

¡Oh, no, no creáis eso, compañeras! Desde allá del ancho Tíber, al turbulento Plata, de allá de las gigantes cumbres del legendario Cáucaso hasta las colosales cimas del Andes aterrador; del uno al otro Polo, por la ancha faz del mundo, dueña y señora de la raza infeliz obrera reina la esclavitud. ¡Esclavitud más negra, más infamante y dura, horrenda esclavitud que nos tortura, que nos desgarra el cuerpo, que nos oprime el alma, la esclavitud degradante del salario!

Noches de duelo, lágrimas de sangre abrasadoras; visión fatal, noches de insomnio, negras, ¡ay! muy negras pusiéronme a las puertas siempre abiertas de esa mansión de lágrimas y duelo, recinto de placer para el potente!

Mi madre, la noble mártir del trabajo, en cama, en el triste lecho del dolor; mi padre, sin ocupación; mis tiernos hermanitos: ¡pan, Pepita, pan! ¿por qué no nos das pan? ¿No ves qué buenos somos? ¡Pan!.. bullente en ira, hermanos míos, ¡pan!.. gritaba yo con ansia loca. ¿En dónde hallarlo? En la panadería, Pepita, sí que hay, si yo lo he visto, ¿quieres que vaya? Sí, verás que vengo pronto, que no tardo, que no me quedo a jugar, ¡no, te lo juro!

Así decían. Y yo, lívido el rostro, la mirada incierta, oprimido el corazón con ansia loca, mis sienes golpeando, salí con un mar de delirios en la frente, la muerte en los ojos y en el alma ¿quién sabe que llevaba yo en el alma?

Tenía quince años, era esbelta, acaso un tanto hermosa ¡caballero, por Dios, una limosna! …

- Hermosa chica a fe, vale la pena.

- ¡Vaya si la vale!...

- ¡Por Dios, no, querida, pues yo la conozco, ni verla ni hablarle puedo; mas no importa, por ti te la daré, a quien por cierto miro y te confieso que te encuentro bella! ...

Impuro beso soñó ... sentí un zarpazo ... un ¡ay! desgarrador rompió el silencio de la noche umbría, que salió de mi garganta enronquecida... luego una estridente carcajada, pasos después ... y luego nada.

Corrí despavorida, descompuesta la faz, desencajada ...

-No traes pan, me dijo el mayorcito.

-No la había, mi bien, hasta mañana, dije procurando serenarme y en voz alta y luego a su oído. No lo pidas, por Dios, que no hay di... ne ... ro, dije prorrumpiendo en lloro, bañando mi frente con mis lágrimas.

- ¿Te acuerdas, madre amada, y tú, mi gallardo Raúl, te acuerdas? ¿Verdad que sí? ¡Tenías ya diez años!...

Después ... después ... tengo vergüenza en deciros compañeras, cual se baja ... ¡dejad que lo guarde aquí en mi pecho y que llore a ver si eso me calma!

Sigamos recortando:

"Si la policía de Montevideo siguiera el noble ejemplo de la de esta capital, ¡oh!, entonces los Coftens se verían cerradas todas las puertas por donde introducen aquí su mercadería; mas según parece a las autoridades policiales de Montevideo poco les importa que se introduzcan allá mujeres para mercadeadas, pues hasta hoy las solicitudes que enviamos a aquella Jefatura en el sentido de apoyar nuestra misión, han quedado en legra muerta.

"Una vez que las mujeres importadas llegan a desembarcar en Montevideo y pasar en los Depósitos, es sumamente difícil saber de cuál parte llegarán a Buenos Aires, porque para realizar esto, los sitios y los modos son muchos y diferentes.

"Ciérrese a los esclavizadores el puerto de Montevideo, como aquí se les cerró la Dársena y entonces si quieren importar mujeres en la América del Sur no les quedará otro modo que servirse de globos aerostáticos."

¡Llamáis noble al proceder de la policía de Buenos Aires! Si supierais que ella sabía hace mucho lo que pasaba ... Si supierais que ella compartía con los infames "Caftens" la ruin ganancia del comercio de esa carne humana!

¿Olvidáis acaso las libretas y otros cobros impuestos que mi pluma se resiste a escribir? Malhaya la raza ruin de comerciantes de nuestra carne, hermanas ...

En cuanto a la policía de Montevideo, ¿qué le importa a ella? ¿Le daríais vosotros la ganancia que de esas infelices sacan?

La de aquí (no os asombréis) proseguirá sacándola.

¡Cerrar el puerto de Montevideo y las Dársenas de Buenos Aires! ...

Cerrad la miseria, compañeras, y habránse cerrado de doquier las playas.

Pero entretanto, ¡ay de la raza infeliz de obreras! ¡ay de las pobres proletarias! En suma: Una asociación de bravas, pero aún no bien conscientes compa-ñeras que por LIBRE Y ESPONTÁNEA INICIATIVA sale a luchar en defensa de las víctimas de una clase de esclavitud. ¡Ay! ¡existen tantas!

Pero al fin es moverse, es luchar y eso es vida, es tener un pensamiento, un ideal y cuando vemos tantas que viven sin pensar en nada.

Otros párrafos:

"Estamos dispuestas a hacer cualquier sacrificio para seguir resueltas y llenas de entusiasmo en la santa misión que nos impusimos. Ningún obstáculo nos detendrá en nuestro escabroso camino. Si nos harán falta las fuerzas caeremos heroicamente como soldado sobre el campo de batalla, si nos harán falta los recursos después de haber vendido hasta el último trapo, iremos pidiendo limosna en nombre de la humanidad y de la Religión ultrajadas!"

Mucho nos gusta ese ánimo, mucho, pero ya lo veis, tendréis que vender hasta el último trapo, y quién sabe si aún así ganáis.

Vender los trapos, ¡hermanas queridas!

¿Y decís que lucháis en nombre de la Religión ultrajada? Craso error, queridas, en nombre de vuestros corazones generosos sí, pero jamás en el de esa religión que en tanto que vosotras estáis dispuestas a vender vuestras ropas para salvar de la esclavitud, de la prostitución a vuestras compañeras, ella guarda por doquier y en todas partes encerradas, deslumbrantes y espléndidas riquezas, tesoros de valor incalculable, y su jefe, el santo padre trece, ¡once mil habitaciones tiene para sólo su regalo en el palacio en Roma!

¡En nombre de una religión que os dice, no os acariciéis, oh jóvenes que amáis, sin antes casaros, ni os casaré si no pagáis!

¡En nombre de una religión que desprecia a la mujer caída, y que en Roma, la ciudad de sus afanes, comerciaba también con vuestros cuerpos, pues cua-trocientos prostíbulos oficiales, de los cuales el reUgioso padre santo sacaba un beneficio líquido de trescientas mil liras anuales!

¡Oh, no digáis tal, que tiembla el labio, late el corazón apresurado y trémula la mano se levanta, buscando un santo rostro en que descargar la desbordante ira de nuestros corazones!

Para terminar, copiamos la carta que una vez enteradas del manifiesto aludido enviamos, dice:

 

Buenos Aires, noviembre 1896.

A la Sociedad Deutscher Frauen Verein ¡Salud y libertad!

Queridas hermanas:

Hemos sido agradablemente sorprendidas por vuestro Boletín Nº 1, es decir sorprendidas por la iniciativa que habéis tomado, porque en cuanto a la esclavitud ya sabíamos que existía.

Como quiera que nosotras también luchamos por la libertad, no sólo de nuestras defendidas, sino de toda la clase obrera, no sólo en defensa de las que como carne de matadero son traídas a estas playas por una clase de explotadores, sino en defensa de nosotras mismas y de todos los esclavos y en lucha contra toda clase de opresores, hemos recibido con simpatía vuestra idea.

El fin que os proponéis es noble, a no dudarlo, mas cada cual según sus necesidades; nosotras miramos más lejos, no nos concretamos a combatir a una sola clase de esclavitud; estamos contra todas.

Consideramos que los efectos tienen sus causas y que es a estas últimas a quien hay que atacar cuando los efectos son malos.

¿Cuál es la causa de que nuestras infelices protegidas lleguen a estas playas para ser sumidas en e! horrendo recinto de! prostíbulo?

¿Por qué abandonarán sus hogares, sus padres, sus amigas, sus hermanas y su amor acaso? Por la miseria, sin duda, pues si tuvieran lo suficiente para vivir en su país natal es indudable que no lo abandona-rían para venir a estas apartadas regiones en demanda de pan ¡Triste pitanza!

Luego, pues, la miseria es causa de su desgracia.

Veamos ahora cuál es la causa de la miseria, no de ellas sólo, sino de todos los obreros del mundo entero.

¿Queréis que se lo preguntemos a los que poseyendo miles de millones tienen a bien traficar con el hambre, el trabajo y la sangre del obrero?

Tened en cuenta, hermanas, que los agobiantes impuestos y la despiadada sed de oro de los acaparadores de la tierra y los comerciantes en general, tanto el que por vivir él cómodamente os aumenta e! precio de la casa u os vende más caro e! pan, mermando de tal modo los productos y e! salario del trabajador, que obliga a éstos a permitir que sus jóvenes y hermosas hijas abandonen sus paternos lares y vengan o vayan al prostíbulo. Luego tenemos causa de la prostitución: la miseria; causa de la miseria, la explotación, y esto no sólo sucede en la secular Europa, en todas partes pasa.

Aquí en la culta Buenos Aires, como la llamáis vosotras, sucumben miles de jóvenes, unas en el taller, otras en su hogar, por exceso de trabajo y falta de alimento, y otras en los prostíbulos, y en los hospitales miles.

Y esto sucede con proletarias nacidas en la misma culta Buenos Aires, porque habéis de saber que para el obrero no hay más patria ni más gloria ni más nada que el taller, el prostíbulo o la cárcel.

Cuando una persona está obligada a vender sus fuerzas o su cuerpo a un patrón, no es libre en modo alguno, no ser libre es ser esclavo; por libramos de toda clase de esclavitud lucharemos.

Vosotras lo hacéis sólo por una.

Mas no importa, os aplaudimos.

 

Eso decía la carta y que os desea emancipación y cariño dice

PEPITA GHERRA