Derechos 2005 Aleida March, Centro de Estudios Che Guevara y Ocean Press. Reproducido con su permiso. Este material no se debe reproducir sin el permiso de Ocean Press. Para mayor información contactar a Ocean Press a: info@oceanbooks.com.au o a través de su sitio web en www.oceanbooks.com.au

 

 

 

pródromos

 

Fue una mañana de octubre. Yo había ido a Córdoba aprovechando las vacaciones del 17. Bajo la parra de la casa de Alberto Granado tomábamos mate dulce y comentábamos todas las últimas incidencias de “la perra vida”, mientras nos dedicábamos a la tarea de acondicionar la Poderosa II. Él se lamentaba de haber tenido que abandonar su puesto en el leprosorio de San Francisco de Chañar y del trabajo tan mal remunerado del hospital español. Yo también había tenido que abandonar mi puesto, pero a diferencia de él, estaba muy contento de haberlo dejado ; sin embargo, también tenía algunas desazones, debidas, más que nada, a mi espíritu soñador; estaba harto de Facultad de Medicina, de hospitales y de exámenes.

Por los caminos del ensueño llegamos a remotos países, navegamos por los mares tropicales y visitamos toda el Asia. Y de pronto, deslizada al pasar como una parte de nuestros sueños surgió la pregunta: “¿Y si nos vamos a Norteamérica?”

¿A Norteamérica? ¿Cómo?

Con la Poderosa, hombre.

Así quedó decidido el viaje que en todo momento fue seguido de acuerdo con los lineamientos generales con que fue trazado: improvisación. Los hermanos de Alberto se unieron y con una vuelta de mate quedó sellado el compromiso ineludible de cada uno de no aflojar hasta ver cumplidos nuestros deseos. Lo demás fue un monótono ajetreo en busca de permisos, certificados, documentos, es decir, saltar toda la gama de barreras que las naciones modernas oponen al que quiere viajar. Para no comprometer nuestro prestigio quedamos en anunciar un viaje a Chile; mi misión más importante era aprobar el mayor número posible de materias antes de salir, la de Alberto, acondicionar la moto para el largo recorrido y estudiar la ruta. Todo lo trascendente de nuestra empresa se nos escapaba en ese momento, sólo veíamos el polvo del camino y nosotros sobre la moto devorando kilómetros en la fuga hacia el norte.

 


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