Marcel Hic

 

Tesis Sobre La Cuestión Nacional

 

 


Escrito: En 1942.  Estas tesis fueron adoptadas por unanimidad en julio de 1942 por la sección belga de la Cuarta Internacional y en diciembre del mismo año por el Parti Ouvrier Internationaliste, por 9 votos contra 1.
Primera publicación: En Quatriéme Internationale, nueva serie, N° 2, Noviembre de 1942.
Traducción al español: Por Emiliano R. Monge, 2015, desde el texto publicado en el libro de Rodolphe Prager, L’Internationale dans la guerre 1940-1946, segundo tomo de Les congrès de la IVe Internationale (Editions La Brêche, 1981).
HTML: Juan Fajardo, 2015.


 

 

 

1. La nación es el marco territorial en el cual el capitalismo se desarrolla. La realización de la unidad nacional es uno de los objetivos esenciales de la revolución burguesa, título indisolublemente ligado a las reivindicaciones agrarias y democráticas. A través de la unidad nacional, la revolución burguesa busca la creación de un mercado único liberado de los particularismos feudales, trampolín hacia un mercado mundial y dominio reservado al capitalismo nacional (proteccionismo). Competidores de las necesidades fundamentales del desarrollo de la sociedad burguesa, los intelectuales pequeñoburgueses tienen forjado todo un edificio ideológico que se caracteriza por el reencuentro de posiciones enfrentadas: por un lado la tendencia del capitalismo a dominar el mercado mundial, cosmopolita, de constitución de una civilización mundial; y por otra parte, un sentimiento nacional, el despertar de culturas nacionales que responden al carácter nacional del ámbito de la producción. Estas dos tendencias, totalmente conciliables mientras los nuevos mercados se abren al capitalismo, se oponen violentamente cuando el capitalismo se apodera de la totalidad del mercado mundial.

 

2. En la época del capitalismo liberal, la circulación de riqueza posee ya un carácter internacional, pero el proceso de la producción se desenvuelve sobre todo en el ámbito nacional. En la época del imperialismo, por el contrario, el capitalismo destruye paso a paso todos los ámbitos de la producción nacional. El mantenimiento y crecimiento del lucro capitalista no puede ser conseguido más que por la conquista de nuevos mercados. La época del imperialismo es aquella de la exportación de capitales y la importación de dividendos; la exportación de capital no significa otra cosa más que la exportación de industrias y bancos.

Así se elaboran las nuevas relaciones internacionales. La nueva organización económico-política del mundo encuentra su expresión condensada en la noción de “Commonwealth” o de “espacio vital”: zona preferencial de exportación de capitales protegidos por una serie de barreras económicas y políticas, al interior de aquellos estados que continúan subsistiendo. La independencia política de estos se encuentra disminuida, porque se encuentran cada vez más reducidos a una situación de avasallamiento económico que hace cada vez más ilusoria su independencia política.

 

3. En el mercado mundial dividido, con sus posibilidades de absorción por regímenes capitalistas debilitados, el mundo dividido en zonas reservadas de exportación de capital, la superproducción relativa y las crisis devienen el modo de existencia más constante de capitalismo, cada imperialismo no tiene otra posibilidad que recurrir a imponer por la fuerza una nueva repartición de zonas de influencia y mercados, a acaparar, a expensas de los capitalismos rivales, los países subordinados económicamente.

De esta manera, la época del imperialismo se caracteriza por la permanencia de guerras brutales, criminales, tanto locales como mundiales, todas teniendo por objetivo una nueva repartición del mundo, la entrada de países que alguna vez fueron independientes a la esfera de las potencias imperialistas. De esta manera, el imperialismo, hace todo para destruir el ámbito de la producción nacional, multiplicando la opresión nacional.

El imperialismo ha hecho quebrar los ámbitos nacionales de la producción: este ha sido un proceso internacional desde su misma esencia. De la misma manera que expropia a miles de capitalistas y concentra la riqueza económica, prepara el paso de la economía a manos del proletariado, al afirmar las bases de una organización internacional de la producción, mediante la cual la supresión de la ganancia capitalista permitirá la supresión de la explotación del hombre por el hombre.

Porque es la encarnación exacerbada de la sed de ganancia capitalista, el imperialismo sirve a la concentración industrial, la economía dirigida y la organización internacional de la producción bajo meros fines reaccionarios. Sólo la revolución proletaria puede destruir el ciclo infernal de crisis y guerras; sólo el socialismo, la organización a escala nacional de la producción, eliminando la riqueza y su circulación, puede suprimir la causa de la guerra; sólo la revolución mundial, contra el yugo imperialista, puede terminar la opresión nacional, por medio de los estados socialistas del mundo. Es por ello que los revolucionarios, levantando las justas reivindicaciones nacionales de los pueblos oprimidos, no olvidan ni por un solo segundo que no hay solución a la cuestión nacional más que la revolución proletaria internacional.

 

4. Por lo tanto, las reivindicaciones nacionales adquieren en la época del imperialismo una nueva significación.

De una parte, en los países rezagados (colonias, semi-colonias), las reivindicaciones anticapitalistas y antiimperialistas se unen a las reivindicaciones agrarias, democráticas y nacionales, con las tareas de la revolución proletaria. Comenzada bajo la dirección de la burguesía, con objetivos nacionales y democráticos, la lucha revolucionaria en los países coloniales no puede tomarse más que a partir de la conclusión lógica que sólo bajo la conducción del partido revolucionario del proletariado, por la democracia soviética, se convierte en un eslabón en la cadena de la revolución proletaria mundial: social e históricamente, la lucha revolucionaria toma un carácter permanente, que liga indisolublemente toda lucha revolucionaria a la lucha revolucionaria por el poder del proletariado de los grandes países capitalistas. Por otra parte, las relaciones particulares de subordinación se crearon a lo largo de los últimos veinte años entre los países exportadores de capital y los países importadores de capital. De un lado, las naciones de Europa central y de América Latina han visto su economía dominada por los grandes trusts internacionales, su pequeña y mediana burguesía empobrecida por los beneficios del capital financiero extranjero, con la ayuda activa e interesada de los bancos de la gran burguesía nacional, como así su vida política reducida a la lucha entre tal o cual imperialismo. Del otro lado, para facilitar su dominación, para entregar las migas a las burguesías coloniales, las grandes potencias, a través de los reordenamientos de fronteras, de los recortes absurdos de los mapas de los continentes, han puesto en manos de impotentes burguesías erigidas en naciones, el cuidado de dominar y oprimir a las naciones más débiles y atrasadas económicamente; incluso, la “cárcel de los pueblos” fue dividida en una serie de calabozos estrechos y oscuros dónde los Checos han intimidado a los Eslovacos, los Polacos, los Ucranianos, los Serbios, los Croatas.

La revolución que aporta a este punto un “nuevo orden” hitleriano, es la elevación de Alemania al rol de rueda de auxilio de los países económicamente más atrasados de Europa, Croacia, Eslovaquia, Hungría, Finlandia, Bulgaria. Pero la promoción de estos países agrarios al rango de potencias, disimula mal la absoluta dominación de los trusts y bancos alemanes, de la misma manera que la retórica sobre la solidaridad interamericana no puede eliminar la explotación que realiza el capitalismo norteamericano, habiendo eliminado uno a uno a sus rivales, sometiendo la mano de obra y las riquezas latinoamericanas.

En fin, a través de las guerras, estas naciones, que fueron potencias imperialistas, se encuentran a su tiempo sometidas a las grandes potencias mundiales. Luego de la guerra mundial de 1914-1918, las grandes potencias mundiales se esforzaron a reducir a un grado de sujeción política y económica a la antigua Austria-Hungría segmentada, Alemania e Italia, por medio de un juego complejo de anexiones, de tratados y deudas de guerra y de grandes empréstitos internacionales. Francia misma, desde una posición de privilegio entre los aliados, se encuentra cada vez más retrasada al rango de potencia secundaria. La nueva guerra imperialista ha acelerado este proceso: ha reducido a Italia al rango de vasallo, ha puesto fin al rol de Francia como potencia de primer plano, eliminado definitivamente a Inglaterra de la dominación del mercado mundial. Y no solamente el proletariado y el pequeño campesinado se encuentran sometidos a la dominación de un pequeño número de monopolios internacionales, también la mediana y pequeñoburguesía se encuentran arruinadas debido al lucro del gran capital extranjero.

 

5. El imperialismo, para destruir la producción nacional en vistas de un camino a una organización internacional de los intercambios y el consumo, multiplica prodigiosamente la opresión nacional. Un número enorme de pequeñas naciones, como también grandes países coloniales, son sometidos a una vasallaje más o menos abierto. Los países que conservan la independencia nacional son sometidos a una dictadura económica despiadada; su agricultura, su industria, su comercio, sus finanzas públicas y privadas, quedan sujetas al control implacable de los bancos y trusts americanos, japoneses o alemanes. Lejos de lanzar una comunidad internacional de los pueblos, el imperialismo exaspera los odios nacionales y el chovinismo, enfrenta a los campesinos con los habitantes de la ciudad, hace brotar a la superficie los prejuicios más monstruosos, los sentimientos más abyectos, enfrenta unos contra otros a los pueblos igualmente oprimidos que esperan encontrar una salida a su propia esclavitud a través de un sometimiento a una fuerza todavía más salvaje.

La pequeñoburguesía de las ciudades y del campo y, con ella, la mediana burguesía arruinada y espoliada por los grandes monopolios internacionales, vedada de las carreras liberales y administrativas por el ascenso de demagogos y aventureros listos a venderse al mejor postor, se elevan para pedir por el retorno de su antiguo esplendor, la liquidación de los monopolios, el mantenimiento de sus privilegios, la lucha contra el capital financiero internacional por la defensa de la nación. Así el renacimiento del nacionalismo está esencialmente ligado al profundo movimiento social que le habla a las pequeñoburguesía contra el orden capitalista, en nombre del capitalismo. Revolucionario, en tanto que apunta al cambio del orden existente, es reaccionario por los objetivos utópicos que se fija. Incapaz socialmente de promover una solución a la crisis capitalista, la pequeñoburguesía debe, o bien ponerse del lado del gran capital contra el proletariado, constituyendo la tropa de choque de la contrarrevolución, o se pone al lado del proletariado en la lucha de los obreros y campesinos por el poder y el socialismo. En sí, el movimiento nacional no es ni progresivo ni reaccionario: devendrá uno u otro en función de la clase social a la que la pequeñobruguesía se alíe; reaccionaria si, al costado del gran capital, se convierte, contra el proletariado, en un instrumento de la conquista y la defensa del imperialismo; progresiva, si ella lucha al lado del proletariado, por la supresión de la explotación capitalista y por el socialismo.

 

6. El imperialismo permite cada vez menos, disimular esta dominación bajo el velo del liberalismo; la fuerza de las armas aparecen cada vez más abiertamente como el instrumento de regularización de las relaciones económicas. En los países imperialistas avasallados, el capital financiero no puede sostener más la lucha para recuperar su lugar en el mercado mundial. Se suscita en las masas un movimiento chovinista exacerbado. Es a la pequeñoburguesía a la que se apela, prometiéndole los despojos del festín imperialista, si acepta gracias a sus sacrificios, restaurar en los campos de batalla la grandeza perdida. Por lo tanto, el fascismo no es solamente una acción preventiva contra el desarrollo del movimiento revolucionario que provoca necesariamente el tutelaje del imperialismo vencedor; debe inscribir en su programa el reagrupamiento bajo la bandera de un imperialismo desencadenado (la gran Alemania, la gran Italia, la más grande Francia) a las clases medias arruinadas y espoliadas por la dominación de los grandes monopolios internacionales, para defender los monopolios nacionales amenazados de ser absorbidos.

Una de las tareas fundamentales del movimiento revolucionario de cara a la reacción autoritaria es el de romper el bloque entre la pequeñoburguesía y la gran burguesía imperialista de su propio país, imponiendo reivindicaciones revolucionarias que enfrenten a la vez al capital financiero extranjero y al gran capital nacional (nacionalización de las industrias claves y los bancos); en los países atrasados, debe ligar a sus reivindicaciones aquellas de la revolución agraria con el fin de romper el bloque entre la pequeñoburguesía de la ciudad y el campo con los grandes terratenientes.

 

7. La exacerbación del sentimiento nacional tiene sus consecuencias extremadamente diversas en el terreno ideológico. Ellas oscilan entre una reacción naturalmente sana contra la supresión de la vida política, contra la mercantilización de la cultura, y un mesianismo racista, destinado a justificar mediante una “pseudo-filosofía” la dominación de aquellas potencias “elegidas”.

Solo el socialismo, avanzando sobre las bases de un nuevo progreso material, podrá preparar un nuevo crecimiento intelectual de la humanidad; solo él asegurará la libre administración de los pueblos en función de sus tradiciones lingüísticas y étnicas, en el marco de una organización general del mundo que no admita ni opresores ni oprimidos; sólo esto permitirá el libre desarrollo de las culturas y de las tradiciones populares en el cuadro de un nuevo progreso intelectual de la humanidad y solicitará de cada pueblo su aporte original al desarrollo de una civilización humana de carácter universal.

 

8. El derecho de los pueblos a la autodeterminación descansa en la fórmula bolchevique sobre la cuestión nacional. Ante el imperialismo alemán y la destrucción de Europa por parte del hitlerismo y del plan Churchillo-Gaullista de dejarle vía libre, los revolucionarios oponemos la fórmula de autodeterminación de los pueblos.

Pero esta fórmula descansa en una banalidad total si su contenido no se precisa de la manera más clara posible. Por eso, no se debe perder de vista las siguientes precisiones:

a) Ninguna libertad puede ser fundada sobre la opresión: “un pueblo que oprime al otro no será jamás libre”. Esto significa, en Hungría, en Bulgaria, el apoyo total a las minorías oprimidas. Esto significa que en Serbia, en los rangos de los Chetniks, los revolucionarios inscriben en su bandera, no la lucha por una Gran Yugoslavia, sino la lucha por una Federación Balcánica. Esto significa que en Francia, Bélgica y Holanda, las luchas por las reivindicaciones nacionales no pueden estar separadas de un apoyo integral a la lucha de los pueblos coloniales contra el imperialismo;

b) La independencia política de los pueblos es una mentira si no descansa sobre la independencia económica; la autodeterminación de los pueblos implica necesariamente la nacionalización de la banca y de los trusts, el monopolio del comercio exterior. Estas medidas implican que el poder real es arrancado a los agentes de los trusts. Implica, entonces, la liquidación total del sistema de explotación capitalista, más allá de la raza o nacionalidad de los explotadores. La independencia política de los pueblos no puede ser asegurada más que por la revolución socialista y la toma del poder por parte del proletariado;

c) La lucha por la independencia económica no significará la lucha por un imposible aislamiento político. El desarrollo de las fuerzas productivas ha hecho de la producción y el intercambio de riquezas, un proceso internacional. La experiencia de los últimos años demuestra fehacientemente que la autarquía es un fenómeno de regresión económica. Mientras más esté un país aislado geográficamente (Austria) menos se desarrolla (países balcánicos), más perderá sentido un nacionalismo económico. Es por ello que la autodeterminación de los pueblos sería un sinsentido si no se lucha por la expropiación internacional de los capitalistas, por la lucha por la revolución proletaria mundial.

 

9. Los revolucionarios marxistas no se olvidan, entonces, de las justificadas reivindicaciones nacionales de las masas, como tampoco éstas son opuestas a un programa internacionalista de la revolución proletaria. La IV internacional inscribe en su bandera las siguientes demandas:

a) Estados Unidos Socialistas del Mundo, organización internacional de la economía liberada del lastre del capitalismo;

b) Federaciones Regionales (Federación Balcánica, Danubiana, Ibérica, India, etc.), creación de grandes unidades políticas y administrativas, uniendo a pueblos diferentes en una comunidad geográfica;

c) Repúblicas y comunidades nacionales, organismos administrativos, reunidos en federaciones por la administración de los bienes materiales.

 

10. El partido revolucionario levanta todas las reivindicaciones nacionales de las masas. Hace suyas todas las demandas que apuntan a traducir concretamente la fórmula de autodeterminación de los pueblos. Derechos al pueblo Checo, Polaco, Holandés, Belga, Serbio, de organizarse en un estado plenamente independiente y soberano, pero también derecho al pueblo de Alsacia-Lorena, del pueblo luxemburgués, croata, ucraniano, transilvano, de elegir, por un plebiscito libremente organizado, el Estado al que quieren pertenecer y autodeterminar su grado de autonomía.

Derecho a todas las comunidades lingüísticas (Bretones, Vascos, Flamencos o Wallones, Ucranianos o Albanos), a administrarse, a hacer justicia, a recibir enseñanza, incluso enseñanza superior, en su propia lengua.

Inmediatamente: la evacuación de todos los territorios ocupados por el ejército italiano, alemán, húngaro y por la Gestapo.

Supresión de la indemnización que pagan los países ocupados, las requisas de productos industriales y de mano de obra.

Derecho de todos los países de Europa a disponer de sus recursos económicos en función de las necesidades de paz del continente. Liberación inmediata de todos los prisioneros de guerra y de todos los deportados políticos.

Supresión de todas las medidas raciales o antisemitas.

A partir del conjunto de estas reivindicaciones, cada pueblo de Europa las opone contra su propia burguesía como contra el imperialismo anglo-americano, tanto así como contra el imperialismo alemán.

Los revolucionarios saben que estas demandas no son en sí ni progresistas, ni reaccionarias. Son reivindicaciones formales que reciben su contenido de la clase social que las emplea. Importa entonces, ligar indisolublemente estas reivindicaciones a las reivindicaciones del proletariado y a la perspectiva de la revolución socialista. Se debe, en lo inmediato, ligar las reivindicaciones democráticas de los obreros, los campesinos y la pequeñoburguesía (lucha por el pan, los salarios, el poder de compra, víveres). Hay que mostrar que sólo la lucha de clase del proletariado, la acción de masas disciplinadas, coronadas por la huelga, puede golpear eficazmente la maquinaria de guerra imperialista. Hay que organizar las masas pequeñoburguesas en torno al proletariado (redes de simpatizantes sobre la base del trabajo, de los pueblos, de los cuarteles; embriones de los comités de masas).

 

11. La lucha por un Estado Nacional independiente y por un gobierno nacional no tiene sentido si no se precisa el contenido de clase del Estado y las bases sociales de ese gobierno. Aquel que es promovido por Radio Londres y por la Internacional Comunista, no tiene otro propósito que hacer retornar a su lugar de origen a los políticos y generales ubicados en Londres.

Es como el retorno a Polonia de los generales antisemitas y antiucranianos. Es el retorno a Checoslovaquia de Benes, gendarme impotente de Europa central, a Bélgica del general Spaak, a Holanda de la reina Guillermina y de la Royal Deutsch, a Noruega del rey Haakon y de los armadores, a Yugoslavia del rey Pierre y de la minas de Bor, a Grecia del rey Jorge y de la banca Hambre. Es el retorno a la Francia de Herriot, de Paul Reynaud y de los generales monárquicos.

Bajo su forma estalinista, esta consigna no significa otra cosa que el Frente Popular agrandado hacia derecha, un gobierno donde los dirigente obreros participan por la defensa de los intereses del gran capital y de los grandes monopolios internacionales contra la clase obrera y las clases medias.

Poner por delante las consignas de independencia, sin explicar su contenido social, es perder de vista que la paz imperialista podrá ser restaurada, tal vez, por la independencia formal de la mayor parte de los países de Europa, pero que éstos serán golpeados por la peor de las explotaciones económicas. La consigna de un gobierno de la burguesía nacional no puede finalizar más que con poner en el poder a una clique al servicio del imperialismo vencedor.

No puede haber un gobierno nacional independiente más que un gobierno de los comités obreros y campesinos en el marco de los Estados Unidos Socialistas de Europa. Si el partido del proletariado defiende hoy el derecho de los pueblos, sabe que, de 1789 a 1918, todos los países europeos han conquistado su revolución nacional; entonces, la tarea no es forjar la nación, sino la de reservar los derechos de la nación en el marco de la organización internacional del mundo. Esta tarea no es otra que la de la revolución proletaria; es por ello que solamente ella puede darle a cada país un gobierno verdaderamente nacional.

 

12. Estas consideraciones no pueden agotar los problemas nacionales de la Europa actual. Ellas no tienen, por el contrario, más valor que definir una perspectiva lejana que escapa totalmente al interés de las masas.

En lo inmediato, son las necesidades de la guerra las que deciden la actitud del imperialismo alemán: es en función de los sacrificios que la guerra implica para las masas que aquellas se ponen en pie a primera vista contra la opresión hitleriana.

Las necesidades de la guerra no han permitido una integración progresiva del aparato económico alemán de los países ocupados con la estructura económica del imperialismo alemán. Ellas han impuesto el pillaje puro y simple, la destrucción de la industria y la agricultura. Las consecuencias son, de una parte, la escasez generalizada, y de otra parte, una desorganización del aparato productivo que entraña la desocupación, el alza de los precios, y de manera general, una disminución de las condiciones de vida de las masas urbanas de la clase obrera y de la pequeñoburguesía.

Al mismo tiempo, las necesidades económicas imponen un control absoluto de la vida política de los países ocupados. Una represión implacable deviene la única forma de gobierno posible de cara a una población que encuentra muy difícil satisfacer sus necesidades materiales diarias.

Bien que esta opresión se destina a tomar las formas más directas en el caso de una victoria hitleriana, no por ello es un fenómeno menos real. Esto es sentido por las masas que ven un anticipo de los que será la “Europa Hitleriana”.

Delante del ascenso del descontento de las masas, el aparato de Estado de los diferentes países de Europa, profundamente disminuido por las derrotas militares, no puede más que sentir impotencia; en definitiva es a las bayonetas alemanas que las diferentes burguesías europeas fueron a demandar protección contra la revolución. El aparato de represión hitleriano deviene así la pieza maestra del orden burgués de Europa. Mismo que aquel de los capitalistas que, en virtud de sus intereses económicos precisos, aspiran a la victoria anglo-sajona, comprenden que éste no podrá intervenir sin un período de caos que permitirá la irrupción de las masas en la escena política, por lo que deberán orientarse hacia Hitler en el caso de una tal eventualidad.

Inversamente, los diferentes aparatos del Estado burgués de Europa central aparecen como los garantes de la continuidad de la explotación capitalista, como los sustentadores del orden imperialista, listos a entregar el poder a alguna de las grandes potencias y jugando el rol de gendarme, también hace mucho que la decisión militar no hará más que designar al patrón al que se debe devolver el derecho de explotar a su pueblo.

También, la tarea de los revolucionarios en Europa es la de ligar indisolublemente, en cada país, la lucha por la reversión del aparato de Estado burgués nacional y la expropiación de la propia burguesía y por la reversión del aparato de represión Hitleriano, siendo la llave de la bóveda de la opresión imperialista en Europa.

 

13. En toda Europa, se asiste a una ofensiva económica del capital financiero alemán (importación de capital, fusión de empresas, primas de participación, etc.). Este avasallamiento económico no significa en ningún caso la expropiación del capital nacional, la destrucción del sistema capitalista y de los imperialismos secundarios. El imperialismo alemán intenta fundir a las empresas de los diferentes países en beneficio de las empresas alemanas, a ahogar las participaciones locales con respecto a las alemanas, a absorber financieramente a los trusts, los carteles y los bancos nacionales. Apuntan a destruir la hegemonía de los distintos capitalismos en su propio sector, pero sin prestar atención a los derechos del capital. Todos los países de Europa tienen una dependencia cada vez más importante con el capital financiero internacional y la preocupación de mantener y aumentar las inversiones coloniales (Transahariano, Níger por Francia, la Compañía del Este por parte de Holanda).

En Francia, a pesar de toda la demagogia en dónde se ubican hoy los partidos burgueses, la dependencia del capital financiero internacional resulta incontestable: Beaudoin, Pucheut o Gribat, hombres que representan los grandes intereses económicos, se suceden en el poder. El banco Worms, después de echar, el 13 de diciembre, a Laval del poder, se apresura a preparar un sucesor. De la confesión del mariscal Pétain, surge que son los trusts quienes dominan los comités de organización industriales y que componen instrumentos de lucha contra los pequeños y medianos patrones. Son aquellos los que controlan el aparato de abastecimiento que sirve como una cobertura para la organización del mercado clandestino.

En el mismo tiempo, el capital anglosajón procede a las inversiones en todas las empresas (Siria, África, por parte de Francia) que están más cercanas, recomprando las acciones, y demostrando la misma avidez por la explotación de los árabes y los negros, que la que muestran los alemanes en la explotación de Europa. Y, a pesar de la lucha que se libra entre las diferentes fracciones de la burguesía, es unánime en todos la voluntad de preservar y de restaurar en su esplendor pasado la explotación de las masas europeas y africanas.

 

14. Preocupadas sobre todo por su suerte inmediata, las masas apenas se ligan al contenido imperialista fundamental del programa de los diferentes clanes burgueses. Ellas tendrán incluso que hacer propias las preocupaciones imperialistas en la medida que la importación de productos básicos coloniales les parece susceptible de aportar una solución al problema del abastecimiento. Pero, los hechos de cada día demuestran que el problema de las relaciones económicas con Africa y Asia es, sobre todo, un problema político y que no existe otra solución que el establecimiento, entre Europa y los otros continentes, de relaciones fundadas sobre la igualdad económica.

África y Asia no pueden verdaderamente aportar una contribución al abastecimiento de Europa si no son liberados de la opresión imperialista y reciban un aporte desinteresado por parte de los países económicamente más avanzados, pudiendo poner sus riquezas naturales y territorios al servicio del desarrollo de la humanidad entera, y no al servicio de los barones de la banca. Es por ello que la independencia de los países coloniales y el apoyo de su lucha contra el imperialismo son necesidades absolutas para el proletariado francés, belga, holandés, y de toda Europa.

De una manera general, la tarea de los revolucionarios es mostrar que la opresión nacional no es un hecho de la brutalidad racial o en una perversión doctrinaria sino que es la esencia misma del capitalismo en su fase imperialista. Hay que poner en paralelo la opresión hitleriana en Europa y la opresión colonialista en las colonias francesas, belgas, holandesas, inglesas, americanas. Hay que recordar cómo la burguesía polaca, checa, serbia, ha destruido y explotado a los campesinos ucranianos, eslovacos, croatas. Hay que mostrar asimismo como los capitalistas de diferentes países, proclamando sus sentimientos nacionales, se benefician de las migajas que deja el imperialismo alemán, y viven y subsisten política y económicamente gracias a la guerra imperialista.

 

15. En los diferentes países ocupados, la burguesía busca sobre todo los caminos que le permitan mantener y aumentar su parte de las ganancias y restaurar la grandeza imperialista en toda su gloria pasada. Todas las corrientes y todas las fracciones buscan el mismo objetivo por medios diferentes. En cada país, las diferentes fracciones de la burguesía nacional cubren pudorosamente su política bajo el velo del interés nacional: en realidad, ellas no buscan más que asegurar la parte más grande posible del plusvalor producido por “su” proletariado. Sólo, por lo tanto, la fracción de la burguesía reunida en torno al gobierno fantasma de Londres, que parece mantener una lucha muy vigorosa contra el imperialismo alemán, por medio de la lucha militar, consigue un eco entre las masas pequeñoburguesas y obreras. El contenido real del gobierno de Londres es exprimir por lazos profundos que unen un gran número de empresas belgas, francesas, polacas, noruegas y los trusts y bancos británicos. Hay que denunciar de manera implacable el contenido real del nacionalismo de Radio-Londres; hay que utilizar cada hecho preciso, cada declaración, para dar una polémica implacable contra los agentes del capitalismo británico. Las masas no se forman, a decir verdad, ninguna ilusión sobre lo que representa el nacionalismo de Radio Londres. En realidad, en ausencia de partidos proletarios que tomen en cada país la voluntad de desarrollar la lucha en el sentido de la lucha de clases independiente, ellas tienden a ver en las democracias un instrumento de su liberación: se inclinan, por eso mismo, a cerrar sus ojos sobre el carácter imperialista de guerra de Londres y de Washington. Por eso mismo hay que denunciar incansablemente el carácter real de la guerra llevada adelante por los anglosajones.

Hay que denunciar las expectativas sobre una posible expansión inglesa a expensas de los países aliados neutrales. Hay que recordar la carrera sangrante de opresión inglesa en África e India. Hay que darle, en nuestra propaganda, un lugar muy importante a la lucha del pueblo hindú por su liberación. Así también recordar los métodos de corrupción y de chantaje por los cuáles por los cuáles el imperialismo inglés se esfuerza en mantener la opresión sobre los pueblos de Europa, enfrentando unos contra otros.

De la misma manera hay que acumular hechos para demostrar cómo la “gran democracia” norteamericana procede a la invasión financiera de América del Sur y del imperio británico. Hay que demostrar cómo, en América Latina, esta penetración se acompaña de una liquidación progresiva de las instituciones democráticas.

Hay que explicar incansablemente que los aliados verdaderos de los pueblos de Europa, son los huelguistas ingleses y americanos, también los pueblos de India y China, luchando por su libertad, son todos aquellos que dirigen en el mundo la lucha de clases para revertir el imperialismo inglés y norteamericano; como son también los obreros y los campesinos de la URSS que combaten por la defensa del primer estado obrero.

 

16. Pero los lazos materiales que unen a las diferentes burguesías europeas y el imperialismo no agotan el contenido de las cliques nacionalistas refugiadas en Londres. Ellas se dividen en muchas corrientes y tendencias que se enfrentan en luchas extremadamente violentas. No solamente las diferencias entre país y país que subsisten desde el tratado de Versalles, sino también las oposiciones políticas y de perspectivas que toman, en su círculo más restringido, un carácter muy violento: de una parte la emigración englobada por las personas que vienen de todos los horizontes políticos, después la extrema derecha fascista y bonapartista, hasta el socialismo de izquierda, pasando por el nacionalismo que se oponen a los imperativos del imperialismo británico, hasta aquellos que se oponen a los del imperialismo yanqui.

Hay que comprender que estas divisiones constituyen una de las debilidades más importantes del nacionalismo de Londres. De la misma manera, en caso de una victoria del imperialismo aliado, las diferentes burguesías serán incapaces por un largo período de presentar a las masas un programa interior y exterior coherente y de reunir las fuerzas de la pequeñoburguesía contra la clase obrera en torno a un programa imperialista.

Sólo una descomposición total del proletariado revolucionario podrá permitir a las diferentes burguesías de utilizar al movimiento nacional de masas para instaurar un Estado autoritario.

Pero el Estado autoritario no tiene más sentido que como instrumento de la lucha de la burguesía por la dominación del mercado imperialista; en la medida en que una solución imperialista a la guerra no significa más que la repartición del mundo por las potencias privilegiadas, la liquidación de los imperialismos secundarios y, por una fuerte razón, el avasallamiento total de las pequeñas naciones, todo el desarrollo nacional en un sentido autoritario y contrarrevolucionario será abatida por la misma impotencia que abate actualmente a los movimientos surgidos en Europa a imagen del nacional-socialismo.

 

17. El movimiento nacional tiene, en Europa, un carácter fundamentalmente diferente de aquel nacionalismo reaccionario e imperialista de Londres; es una de las fuerzas fundamentales que preparan y abrigan en Europa una crisis revolucionaria. En el estado actual, la rabia de la pequeño y mediana burguesía se vuelca contra la dominación del capital financiero alemán y de la Gestapo. El movimiento nacional de las masas, lejos de tener raíces estrictamente nacionalistas, se sumerge en una de las contradicciones más decisivas del sistema capitalista en la época imperialista; es sobre todo la manifestación, bajo la forma del nacionalismo, de la radicalización de la pequeñoburguesía, una nueva expresión de la revuelta de las clases medias contra el capital financiero.

De otra parte, en ausencia de un partido revolucionario enraizado en las masas hay que organizar un primer eje de reagrupamiento de la clase obrera, política y organizacionalmente dislocada por el hundimiento del aparato de Estado al que las burocracias sindicales y políticas han ligado la suerte del proletariado. El proletariado ha visto a sus organizaciones barridas, a sus representantes perseguidos; la victoria del hitlerismo la ha encontrado políticamente desorganizada y desorientada. También la pequeñobuguesía se encuentra precipitada al primer rango de la lucha contra el imperialismo alemán. El desarrollo del movimiento nacional se ha constituido a través de Europa en la primera ola que anuncia el futuro ascenso revolucionario –primera ola detrás de la cual se organizan las fuerzas de una nueva ola proletaria. El movimiento obrero es puesto de nuevo en marcha y, bien que sus primero pasos son dados bajo la bandera perimida del nacionalismo, esta nueva partida obrera constituye en sí un hecho enteramente progresivo.

De una manera general, a pesar del carácter reaccionario de las reivindicaciones, el movimiento nacional puede jugar un rol progresivo en la crisis revolucionaria que se prepara, en tanto que lanzará a las masas profundas de la población a la arena política, armándolas prácticamente contra la dominación del imperialismo. La característica de las grandes crisis históricas es, en efecto, la de lanzar a la lucha contra el orden existente a los mismos que participan en la explotación y aquellos que luchan contra el régimen existente, constituyendo los efectivos de la primera ola de la revolución.

La característica de las grandes crisis históricas es que, de hecho, precisamente, ponen en marcha en la lucha en contra del orden existente a los mismos que, recién llegados a la lucha contra el régimen, proporcionan los efectivos de la primera ola de la revolución.

Si, contra el proletariado, a través del movimiento nacional, se pierde la conciencia clara de sus objetivos históricos propios, constituirá un paso atrás, una terrible amenaza para la revolución; falto de un proletariado consciente, la crisis se va a desatar, una vez más, de una manera contrarrevolucionaria; pero es importante tener siempre presente en el espíritu y explicar que sólo la clase obrera es capaz de proporcionar, a través de la toma del poder y la dictadura del proletariado, una solución progresiva de la crisis a la que el capitalismo precipita a la humanidad; también se debe comprender que el movimiento nacional de las masas es, en el período actual, uno de los más eficaces palancas para derrocar el capitalismo.

 

18. Precisamente porque es, social y políticamente, una escena pequeñoburguesa, el movimiento nacional puede abrir un camino el camino a la revolución proletaria o a la contrarrevolución imperialista y autoritaria. Depende sobre todo de una táctica justa de la clase obrera para que las clases medias se unan a la bandera del socialismo o las de la reacción capitalista. El fracaso de la vanguardia obrera sería especialmente menos perdonable ya que el equilibrio de fuerzas entre la burguesía, las clases medias y el proletariado, después de tres años de guerra imperialista, evoluciona totalmente a favor del proletariado. Si bien es cierto de un país a otro, dependiendo de su estructura económica y situación geográfica: Bélgica, Holanda, Noruega y más aún Francia, debido a su proximidad del frente anglosajón, de su dependencia económica con el respeto de los fideicomisos y bancos ingleses, el peso social de su burguesía y el carácter imperialista de su estructura económica, representan el ala derecha reaccionaria del movimiento nacional, dónde las posibilidades del triunfo del imperialismo son serias.

Por el contrario, Checoslovaquia, Polonia, Serbia representan el ala izquierda; la debilidad relativa de la burguesía en esos países, la importancia de la cuestión agraria, la proximidad de la URSS, son tanto factores que acentúan el carácter revolucionario del movimiento nacional de esos países. Pero no se debe separar el movimiento nacional de los países del Oeste y del Este europeo; el trazo esencial de movimiento nacional en Europa, es que está dirigido contra un solo y mismo enemigo, que constituye un todo indisoluble, que la lucha del pueblo checo o polaco por metas revolucionarias será un factor potente de radicalización de la pequeñoburguesía en Francia o en Bélgica. De la misma manera, no se puede separar la lucha de las masas de Francia o de Bélgica de la de las masas del Medio Oriente o de la india, de aquellas de los pueblos coloniales en general. La tarea de los revolucionarios, es precisamente, mostrar la solidaridad que existe entre todos los pueblos explotados, soldar enteramente el movimiento nacional de los pueblos coloniales con aquel de los países capitalistas y dar así a la resistencia nacional un contenido verdaderamente antiimperialista y anticapitalista.

 

19. El imperialismo anglo-americano se esfuerza por explota para su beneficio el movimiento nacional de las masas oprimidas de Europa, pero la capacidad efectiva a utilizar depende sobre todo de los desarrollos de las relaciones de fuerzas militar, económicas y morales en los dos campos imperialistas en presencia. O, precisamente, de la línea fundamental de la situación internacional, lo que puede reportarse como un éxito de uno u otro bando, la impotencia de uno u otro de los beligerantes para aniquilar a su adversario, el agotamiento del aparato militar, de aparato de transporte y producción, el lento decaimiento de la moral de las tropas y de la retaguardia. Para el imperialismo anglo-sajón, la consecuencia más inmediata de su impotencia es la incapacidad de crear en lo inmediato un segundo frente que sólo podría constituirse como una palanca para la realización efectiva de la unión sagrada de las masas europeas con l imperialismo anglo-americano.

Mismo caso donde, finalmente, el imperialismo anglo-sajón conseguirá tomar la ofensiva y reportarse la victoria, no podrá lograrlo salvo luego de agotar sus posibilidades de producción y de transporte, que le será difícil, durante un largo período, aportar una solución concreta a las aspiraciones de las masas y de aquellos que, una vez puestos en movimiento, se volverán contra su dominación.

En definitiva, mientras más se prolongue la guerra, más se acortarán las posibilidades progresivas del imperialismo, más tomará el movimiento de masas un contenido revolucionario y, por consecuencia, las relaciones de fuerza al interior del movimiento nacional evolucionarán en favor del proletariado.

Por otra parte, la escasez creciente de reservas alimentarias prepara explosiones de cólera popular, revueltas de pobres y de hambrientos, no solamente contra las requisas hechas por el ejercito hitleriano, pero, por sobre todo, contra los acaparadores, los especuladores, los delincuentes; también tiende a introducir en el movimiento nacional una primera diferenciación social. El alza continua de los precios industriales, la escasez de productos manufacturados, tiende a soldar las masas urbanas con las masas profundas de los pequeños campesinos. La reducción de salarios, la duración cada vez más horrible de las condiciones de trabajo, tienden a desplazar la lucha al lugar de trabajo. La transferencia de mano de obra nacional a las fábricas alemanas tiende a probar que sólo los métodos de la lucha del proletariado contra la opresión nacional pueden ser eficaces porque siempre pueden, en toda circunstancia y lugar, librar un combate al imperialismo en el terreno que éste ha elegido. Tiende, entonces, a desplazar el eje de la lucha contra Alemania; al vincularse a la revolución alemana, el movimiento nacional perderá así su contenido reaccionario para cargarse de un contenido revolucionario profundo.

Por todas estas razones, la relación de fuerzas entre las clases medias, la burguesía y el proletariado en el seno del movimiento nacional tiene una tendencia a modificarse en favor de proletariado. De esta manera, poniendo al frente las reivindicaciones nacionales de las masas, participando en el primer lugar de lucha para defender estas reivindicaciones, la vanguardia debe saber ligar esta lucha a la lucha por las reivindicaciones económicas. Ella debe saber profundizar sin cesar el contenido de la lucha, poner en primer lugar de la lucha nacional la fraternización con los obreros, los campesinos y los soldados alemanes. Ella debe explicar implacablemente que solo la revolución proletaria puede aportar efectivamente a las masas el pan, la paz y la libertad.

 

20. En ausencia de partidos proletarios profundamente estructurados en las masas, el rol de las diferentes burguesías europeas tienen por consecuencia, no el triunfo de la revolución sino el de la contrarrevolución fascista. Desorganizado y desorientado, duramente golpeado por la miseria y el hambre, el proletariado no tiene dónde reagruparse salvo detrás del movimiento nacional y la pequeñoburguesía. Las propias tentativas legales e ilegales de reagruparse son también efectuadas en función de las preocupaciones nacionales. Pero, muy rápidamente, el movimiento obrero debe recuperar, a través de toda Europa, su propia fisonomía; mientras que el nacionalismo y el antifascismo son sus características fundamentales, se reorienta rápidamente por el camino de la acción autónoma de clase, dirigida por los métodos propios de la clase obrera. Las huelgas de Oslo, Amsterdam, Borinage, Sudetes, del norte de Francia, son tantos de los indicios de la recuperación de la lucha obrera. Pero la represión brutal ha dejado a las masas a la espera. Confusamente, las masas estiman que el momento del ascenso conjunto contra el hitlerismo no podrá venir más que como consecuencia de reveses militares decisivos del ejército alemán y de su descomposición. Es una apreciación enteramente justa, pero ella significa, en primer lugar, que la revolución europea no puede salir de una lucha sin clemencia del proletariado europeo y alemán, en particular, por la derrota del imperialismo alemán; como la revolución en los países democráticos no puede salir más que de una lucha implacable contra la opresión imperialista de Londres y Washington. Las masas de los países oprimidos por el hitlerismo deben contribuir a la defensa del imperialismo alemán, al hundimiento del ejército y a sus bayonetas, que son los máximos garantes de la dominación burguesa en distintos países de Europa.

Previendo la lucha por la derrota del imperialismo alemán, el partido revolucionario no deja de subrayar:

a) la táctica del derrotismo revolucionario significa, sobre todo, la continuación de la lucha de clase del proletariado, sin tener en cuenta las consecuencias militares de esta lucha. Toda acción derrotista que pretende apelar a otros medios (espera del “desembarco”, putsch, sabotaje erigido como fin en sí mismo), toda acción derrotista cuyos objetivos de clase no son claramente definidos, no pueden conducir más que al triunfo dela reacción, como se ha visto en junio de 1940;

b) El derrotismo revolucionario no busca la victoria de uno de los campos sobre el otro sino la derrota del imperialismo mundial; no tiene sentido salvo como táctica internacional. El derrotismo de las masas oprimidas de Europa debe constantemente llamar al derrotismo de las masas obreras anglosajonas, pero este llamado no puede ser entendido más que si la lucha de los pueblos oprimidos de Europa es dirigida no sólo contra el imperialismo alemán, que Churchill y Roosevelt también pretenden combatir, sino también por cada pueblo de Europa contra su propia burguesía. Hacer la unión sagrada con la propia burguesía, reforzando la unión sagrada de las democracias imperialistas, es trabajar por reemplazar la explotación imperialista alemana por la explotación imperialista anglo-americana.

 

21. El nacionalismo pequeñoburgués no podrá sobrevivir a los reveses militares sucesivos de las potencias anglosajonas y serán arrancadas por el primer ascenso de las fuerzas obreras, a pesar del freno represivo, si el estalinismo no se entromete, con toda la potencia de sus medios y del prestigio de Octubre, de rehabilitar el nacionalismo en la misma clase obrera. Al mismo momento en que la lógica del desarrollo económico crea sobre la conciencia de la pequeñoburguesía la idea de una organización internacional de la sociedad, el estalinismo, por defender los intereses más inmediatos de la burocracia rusa, se esfuerza por repartir en el proletariado europeo el veneno del nacionalismo más burdo, del chovinismo más abyecto.

Es el deber de toda organización revolucionaria mantener una lucha ideológica implacable para extirpar los prejuicios nacionalistas en las filas obreras, el deseo de revancha, el odio al “boche”, y toda la ideología nacionalista y reaccionaria que el estalinismo se esmera por acreditar.

El nacionalismo de los diferentes partidos comunistas europeos no es más que una coartada ideológica para justificar el abandono de toda la acción proletaria y de recurrir a métodos de lucha puramente militares; con el nacionalismo confundido en el arsenal político de la pequeñoburguesía, el terror individual, el sabotaje esporádico, la acción de francotiradores aislados.

Por cierto, la acción de clase del proletariado puede, en la última fase de la lucha por el poder, tomar una forma militar e insurreccional y entonces, la del sabotaje, del terror, de la acción partisana. Ciertamente, es el deber del proletariado europeo ayudar, por todos los medios, que incluyen los militares, a la defensa de la URSS. Pero el proletariado no debe perder de vista ni por un instante que la lucha más eficaz, para salvar las conquistas de la revolución de Octubre, es la lucha por la transformación del poder burgués y por la revolución socialista. Toda acción militar que compromete la lucha del proletariado por sus propios objetivos, que la desvía bajo la bandera de una facción cualquiera de la burguesía mundial, en lugar de contribuir a la emancipación del proletariado, no puede más que reforzar el imperialismo y ser una amenaza mortal para la Unión Soviética. Por otra parte, el recurso a las formas de lucha militar aisladas no son admisibles salvo que puedan, por un breve lapso, impulsar la relación de fuerzas en favor el proletariado, en caso que las masas sean movilizadas y estén listas a aumentar las acciones de los partisanos, cuando la burguesía esté en retirada y el proletariado aglutinado en un bloque decidido a vencer, cuando el aparato de represión de la burguesía tiene grandes fisuras y se intenta profundizarlas. En caso contrario, estas formas de lucha no pueden servir más que para debilitar la vanguardia obrera, que para vincular en la arena de combate a las amplias masas de obreros y campesinos, justificando la represión y haciéndole el juego al enemigo.

Cuando, en los Balcanes, el estalinismo pone en manos militares burguesas (Mihailovic) la dirección de la lucha de masas y les priva de todo objetivo revolucionario, se condena a ese movimiento a no tener otro significado que aquel de un frente local, y sacrifica a las masas campesinas de los Balcanes por los objetivos de la guerra imperialista de Londres; cuando, en los países del oeste, se aplica a realizar atentados aislados contra soldados alemanes, no hace más que aglutinar las filas del ejército alemán en torno de su alto comando, las filas del proletariado alemán en torno de su régimen, y devolverle al ejército alemán la cohesión que estaba perdiendo, que justifica el nacionalismo por un chovinismo nuevo, por un “racismo” al revés que quiere hacer de la raza alemana la nueva “raza judía” de Europa; cuando incita al sabotaje de la producción y cosechas, concebida únicamente desde el punto de vista de la técnica militar y no como una acción colectiva de clase a través de la cual se puede movilizar al proletariado y a los campesinos pobres contra el Estado burgués.

La política del estalinismo no apunta, en definitiva, más que a llevar a su máximo las reacciones nacionalistas de las masas y a ignorar su acción de clase, a crear grupos de franco-tiradores (franc-tireurs) destinados a cooperar con los ejércitos aliados por la creación del segundo frente europeo, y, si los aliados continúan negándose, a su substitución con el fin de aligerar al frente ruso. Este cálculo es falso de la primera a la última letra.

No solamente olvida que las democracias no crearán el segundo frente requerido por Stalin, salvo únicamente su propio segundo frente, para lo cual exigirán el paso a su control de todos los grupos armados y la aceptación de su disciplina y de sus metas, pero por sobre todo querrán sistemáticamente ignorar que sólo la revolución proletaria mundial y la acción internacional de la clase obrera por ese objetivo puede asumir una defensa efectiva de la Unión Soviética contra el imperialismo mundial. El único segundo frente que puede hacer abandonar las armas del imperialismo alemán, es el frente interior, es el frente de la revolución alemana. Pero la revolución alemana no es posible salvo que los pueblos vejados y explotados de Europa se unan ellos mismos en la senda revolucionaria por el poder. El terrorismo, el chovinismo no pueden, por el contrario, en su forma actual, más que soldar las filas del proletariado en torno al régimen. En ningún caso el objetivo militar inmediato puede ser colocado por delante del objetivo revolucionario fundamental; esto es así porque la tarea de unir y de organizar a la clase obrera, de encontrar las formas de acción de masas apropiadas al período presente es la tarea fundamental; todo aquello que desvíe a la vanguardia obrera de este camino para ligarla al camino sin salida de la acción militar individual es un crimen contra la revolución mundial y la defensa real de la URSS.

 

22. El nacionalismo de masas, la influencia que conserva el estalinismo entre ellas, a pesar de la táctica criminal que borra cualquier duda entre los más entusiastas, a pesar de todo lo peligroso de esa actitud, es la demostración más clara de la voluntad revolucionaria de las masas. La gran mayoría de los obreros y de los campesinos se alinean con la política estalinista, demandan al PC de llevar a cabo la revolución socialista en su país, de seguir el camino de Lenin, aquel que ha permitido que hoy sólo los ejércitos soviéticos resistan a Hitler. En ausencia de un partido revolucionario estructurado en las masas, los partidos comunistas aparecen a las masas como los únicos capaces de organizar eficazmente una acción obrera independiente capaz de superar el estado de impotencia nacional y de traer la lucha sobre el plano continental.

Sólo la experiencia concreta demostrará a las masas que la Internacional Comunista no puede ni quiere organizar la revolución en Europa y que trabaja, por el contrario, por consolidar la dominación del imperialismo. Es por ello que solamente participando en la lucha de las masas, esforzándose por exprimir claramente los objetivos reales por los cuales quieren luchar, combatiendo implacablemente a todos aquellos, estalinistas y burgueses, que quieren desviarlos de sus objetivos reales, tanto en la lucha de hoy como de mañana, poniendo en primer lugar la perspectiva revolucionaria, es que el partido revolucionario puede estructurarse en las masas.

El partido revolucionario, en particular, participa de toda acción de carácter insurreccional de masas independientemente de la ocasión, cualesquiera que sean los líderes y las consignas, cualesquiera sean las perspectivas, cualesquiera que sean las chances de victoria, siempre y cuando esto permita poner a las masas en movimiento. La tarea de los revolucionarios en el cuadro de un movimiento así es la de mantener una lucha implacable contra toda tentativa de preponderancia imperialista y destacar las soluciones proletarias que convienen sólo a las aspiraciones profundas de las masas; oponer la consigna de las milicias obreras y del armamento de las masas a aquella de la reconstrucción del ejército burgués y de la acción de grupos de combate aislados, enfocar el movimiento sobre el proletariado de las fábricas y de los países pobres, confiscar los stocks del ejército y de los grandes comerciantes en beneficio de la población civil. En las ciudades y pueblos, arrebatar el poder de las administraciones reaccionarias civiles y militares, dándole el poder a los comités de obreros, de campesinos y de soldados, haciendo una gran propaganda por la fraternización, colocándose siempre en guardia contra las ilusiones militaristas y trazando a cada fase una caracterización verídica de la situación, exponiendo el verdadero carácter de la democracia burguesa, abriendo las más grandes perspectivas de la revolución, más allá de las derrotas militares momentáneas.

En el estado actual, es inevitable que el imperialismo intente utilizar en su propio beneficio toda tentativa de insurrección de las masas. Eso tendrá éxito si el proletariado renuncia a tomar la dirección del movimiento, si el partido revolucionario renuncia a dotar a las masas de la conciencia en sus propias fuerzas. El partido proletario nunca debe separar la crítica implacable del imperialismo de la acción positiva que busca orientar la acción de las masas por el camino de su propia lógica, la de la revolución.

Dependerá, en cada caso concreto, de la amplitud del movimiento real de las masas, de la proximidad y de la potencia real de intervención del imperialismo, del contenido social de los movimientos, de conocer la medida en que los partidos deberán combinar dos actividades esenciales: oposición política al imperialismo, participación en el movimiento de masas bajo la bandera del internacionalismo proletario. En ningún caso se podrá separar una de la otra.

Incluso donde las condiciones sean desfavorables para la victoria de un movimiento tal –y con mayor razón en su evolución en un sentido proletario–, sólo la participación de la vanguardia puede hacer útil la experiencia hacia la evolución socialista de las masas proletarias y pequeñoburguesas. Incluso, si la vanguardia es débil, no puede quedarse afuera de ese movimiento: su abstención la descalificaría; por el contrario, debe esforzarse por forjar sus cuadros en el fuego de la lucha y desarrollar a través de ésta su influencia en la clase obrera.

 

Tesis

En resumen, las tareas de la IV Internacional de cara al movimiento nacional de masas en Europa son las siguientes:

a) dirigir una política implacable contra todas las manifestaciones de chovinismo reaccionario en los rangos de la pequeñoburguesía y la clase obrera, denunciar los objetivos imperialistas que se esconden detrás de la propaganda nacional de Londres y de sus laderos estalinistas. A la idea de una hegemonía alemana, inglesa, americana o francesa en Europa, a toda idea de revancha como a los programas de sometimiento hitleriano, oponer el programa de los Estados Unidos Socialistas de Europa, que pueden realizar efectivamente el derecho de los pueblos a la autodeterminación en el cuadro de la eliminación de la explotación capitalista;

b) dirigir una propaganda incansable en favor de la confraternización. En particular, organizar sistemáticamente la confraternización entre las tropas de ocupación y la población de los países ocupados, así como entre los obreros alemanes y los obreros extranjeros que trabajan en Alemania;

c) dirigir una agitación y una acción constante por todas las reivindicaciones nacionales inmediatas de las masas y ligarlas a las reivindicaciones económicas y a las reivindicaciones democráticas; abrir bajo la consigna de control obrero la perspectiva de la revolución socialista;

d) ligar rigurosamente la lucha contra la opresión nacional en las metrópolis a la lucha de las colonias para escapar del yugo colonial francés, belga u holandés, como así la lucha de las minorías oprimidas (Alsacia-Lorena, Macedonia, etc.);

e) rechazar toda adhesión a los organismos gubernamentales y burgueses, y a los organismos de la misma naturaleza montados por los estalinistas para servir a los planes del imperialismo (Frente de los franceses, Frente de la independencia) y denunciar el programa imperialista de esos organismos;

f) con las organizaciones nacionales pequeñoburguesas –en cualquier lado en que ellas existan– y con los partidos comunistas, organizar acciones comunes por objetivos concretos y determinados: movimientos de protesta contra la represión, contra la deportación de los trabajadores, contra las medidas antisemitas, contra el cierre de universidades y la persecución contra los intelectuales, por la organización de la solidaridad. En vista de tales acciones, el partido revolucionario tomará, cada vez que sea necesaria, contactos con esas organizaciones.

Pero en ningún caso el partido revolucionario renunciará a su fisonomía propia. Intervendrá con su figura y su programa, se esforzará por darle a la lucha un contenido social cada vez más profundo, de ligar las luchas nacionales a la lucha obrera, sin minimizar la combatividad obrera a cada paso;

g) En cualquier lugar dónde se encuentre, manifiestamente, impulsar a la clase obrera y a la pequeñoburguesía cualesquiera sean las consignas inmediatas de la lucha y la ideología de sus dirigentes del momento. En todos los lugares la organización obrera debe poner por delante las consignas propias y orientar al movimiento por el camino de clase y por las formas de organización proletarias. Pero no debe olvidarse jamás que es a través de la acción misma y por lo tanto de las preocupaciones inmediatas de las masas, que puede estructurarse entre ellas.

h) participar en todo levantamiento nacional con las consignas de la IV internacional, para desviarlo del camino imperialista y orientarlo hacia el camino proletario.

i) la organización revolucionaria debe entender que su tarea es doble: de una parte desarrollar una lucha ideológica a contracorriente, desarrollar una lucha incesante contra las tendencias encarnadas en las corrientes pequeñoburguesas (y en la retaguardia de la clase obrera) por los canales fangosos del chovinismo; de otra parte, participar a fondo en el movimiento que adopta la pequeñoburguesía –y con más razón las masas obreras– contra el gran capital, esforzándose por tomar la dirección con el fin de desviar una nueva alianza con el imperialismo y dirigirla a través de la acción de cada por el camino de la revolución proletaria internacional;

j) tal objetivo no puede ser conseguido sin que la clase obrera tome de sus propias fuerzas y de sus tareas históricas, organizándose de manera autónoma y bajo un programa de clase. Este es el objetivo esencial del Partido mundial de la revolución socialista (la IV internacional).