Nikolai Krilenko

Terror rojo y terror blanco

  

 


Historial de publicación: No nos consta con exactitud su publicación en ruso. Tenemos conociemiento de una edición en inglés realizada por el Partido Comunista de Gran Bretaña en 1928.
Versión castellana: N. Krilenco, Terror rojo y terror blanco, série "Documentos Politicos",  año I, núm. 8 (Madrid). El folleto no lleva fecha, pero por datos internos deducimos que se publicó no antes de 1928 y no posteriormente a 1931.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, agosto de 2012.


  

 

En una comunicación oficial del 10 de junio, el Gobierno de los soviets informó a los trabajadores de la U. R. S. S. y del mundo entero que por decisión de la Dirección general de Política (GUÉPÉU), órgano encargado de defender la seguridad del Estado obrero y campesino contra sus enemigos de clase, habían sido ejecutados 20 espías contrarevolucionarios que se habían introducido en territorio de la U. R. S. S. para preparar atentados terroristas contra los jefes de la revolución proletaria, volar diferentes edificios y espiar para beneficio del imperialismo inglés.

De confomidad con esta decisión, han sido fusilados: Paul Dmitrievitch Dolgoroukov, antiguo príncipe, gran propietario, jefe del joven partido burgués-liberal, que se había refugiado en Constantinopla con los restos del ejército de Wrangel. De allí se había trasladado a París, donde organizó un Comité nacional de guardias blancos. Más tarde, en 1926, se introdujo en territorio de la República de Ucrania para allí organizar un grupo de espionaje monárquico contrarrevolucionario.

Jorge Evguenievitch Elvengren, antiguo capitán del regimiento de Coraceros de la Guardia, que en 1918-19 dirigió la insurrección de Carelia, participó, en 1921, en la organizaicón contrarrevolucionaria Tagansev, de Leningrado; tomó parte en el motín de Cronstadt y había sido uno de los príncipales oficiales de Savinkov en la organización de guardias blancos, llamada Unión de Defensa de la Patria y de la Libertad; había ayudado a ese mismo Savinkov, conjuntamente con el oficial-aviador de contraespionaje inglés, George Sidney Rally, a organizar atentados terroristas contra los jefes de las Repúblicas Soviéticas ; había, igualmente, organizado el asesinato del camarada Vorovsky ; había preparado un atentado contra Tchitcherine en Francia, y se había introducido ilegalmente en el territorio de la U. R. S. S. en 1926, para allí formar una gran organización de grupos contrarrevolucionarios y terroristas.

Malevitch-Malevsky, antiguo noble y oficial de la guardia al servicio del Intelligence Office inglés, que le había enviado, en 1927, a Rusia para allí dedicarse al espionaje.

Y otros 17 agentes de la contrarrevolución, traidores y maleantes averiados.

* * *

Después del registro hecho en los locales de la representación comercial soviética en Londres y la ruptura de relaciones diplomaticas y comerciales entre Inglaterra y la U. R. S. S.; después del asesinato del embajador ruso, el camarada Voïkov, muerto en Varsovia por el guardia blanco Kowerda; después del acto terrorista llevado a cabo en Leningrado contra miembros del Cuerpo de profesores, reunidos en un club comunista, de los cuales 30 fueron heridos por dos bombas lanzadas en el local (hay que tener en cuenta que la tercera parte de estos no pertenecian a ningún partido); después del descubrimiento de atentados, preparados para ser puestos en práctica contra los camaradas Boukharine, Staline, Rykov, Petrovsky y una serie de otros; después del descubrimiento de un atentado, que consistía en volar la casa situada al lado de los locales de la Guépéu, sobre la Loubianka, y que se llegó a prevenir a tiempo; después de todo esto, decimos, la ejecución ordenada por la Guépéu, no ha sido sino un acto de defensa por parte del Estado proletario y trabajador contra sus enemigos declarados, que no solamente no ocultaron sus actos, sino que, en sus declaraciones, reconocieron neta y abiertamente que el objeto de su estancia en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas era el de promover la lucha terrorista contra la Unión Soviética, espiar para el capital extranjero y causar el mayor daño posible a la Unión de Repúblicas Socialistas.

* * *

En estas condiciones, la ejecución, como ya hemos dicho, no ha sido sino un acto de defensa, y todo obrero, todo campesino, que no haya perdido la facultad de razonar y de llamar las cosas por su nombre, no puede juzgar este acto de otro modo. Todo obrero, todo trabajador y hasta todo ciudadano honrado consigo mismo, no podra por menos de reconocer que, en tales condiciones, el Gobierno soviético no podía actuar de otro modo, que el poder proletario sólo ha hecho lo que debía hacer.

* * *

Ante la amenaza de guerra, ante las conferencias y conciliábulos de los directores del mundo capitalista, es imposible actuar de otro modo. Además, todos los obreros y campesinos de toda la U. R. S. S., y no sólo los de Moscú y Petrogrado, han aprobado la manera vigorosa empleada por el Gobierno con respecto a los espías y contrarrevolucionarios. Sín embargo, después de esta ejecución de guardias blancos, la Prensa burguesa del mundo entero, y no sólo la Prensa burguesa, sino también los periódicos de individuos que todavía tienen la audacia de llamarse socialistas, han lanzado gritos de indignación hipócrita, acusando al Gobierno soviético de volver al terrorismo, de fusilar sin proceso, de proceder a bárbaras ejecuciones sumarias.

Al mismo tiempo que la burguesía, los mencheviques rusos pertenecientes a la II Internacional lanzan igualmente gritos de indignación hipócritas, organizan protestas amañadas y encuestas entre los centros liberales de Europa, exigen a la Unión Soviética que renuncie a las ejecuciones y que cese de perseguir a los partidos políticos que siguen en la U. R. S. S. una acción traidora y preparan el derrocamiento del Gobierno soviético.

Nosotros no creemos que los obreros y trabajadores no reconocen al Gobierno proletario de la U. R. S. S. el derecho de recurrir a estos actos de defensa y a estas medidas de represión contra guardias blancos, espías y traidores, como los citados enemigos de Rusia, que fueron fusilados.

Pero como los socialdemocratas, los mencheviques y los socialrevolucionarios tratan de aprovechar la ocasión para aumentar su crédito político, como se esfuerzan por excitar a las masas trabajadoras de Europa contra la U. R. S. S., a fin de arrancar del poder soviético a los traidores que este tiene en sus manos, como quieren conquistar el derecho y la posibilidad de trabajar sin obstáculos en terreno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas para allí derrocar el poder soviético, nos vemos forzados a detenernos para argumentar sobre estos individuos.

Juzgamos que es necesario examinar atentamente sus argumentos, oponer hechos a los hechos para deshacer toda la farsa e hipocresía de los clamores y vociferaciones, lanzadas por los socialdemócratas, y mostrar a todos los trabajadores la verdadera fisionomía de estos traidores.

¿A que se reducen los gritos de indignación, las quejas y las reivindicaciones de los mencheviques, de los socialrevolucionarios y otros campeones de la II Internacional respecto de las medidas que el poder soviético aplica contra ellos cuando se vuelven contra este poder en el territorio de la U. R. S. S.?

Nos acusan de emplear el terror, acusan a la Unión Soviética de re-currir al terror rojo contra sus enemigos, lo mismo que la burguesía recurre al terror blanco; nos reprochan que luchamos resueltamente, inexorablemente, no sólo con los contrarrevolucionarios, parecidos a esos de los cuales hemos hablado, sino también con ellos, con los menche-viques y socialrevolucionarios. Nos acusan de que les encarcelamos, les deportamos, de que no les permitimos propagar libremente sus deseos y sus ideas.

Nos ponen como ejemplo a los Gobiernos burgueses, que conceden amnistía a los comunistas, mientras que nosotros no se la concedemos a ellos, los mencheviques. Luego llega su hipocresía y su imprudencia hasta indignarse cuando nosotros les proponemos canjear los comunistas, encerrados en las cárceles capitalistas por su acción revolucionaria contra el régimen capitalista en la Europa occidental, por sus correligionarios encarcelados en nuestras prisiones y que nosotros consentiremos en ponerlos fuera de nuestras fronteras, dandoles así plena libertad para hacer lo que gusten en el extranjero, pero no en la U. R. S. S.

Su indignación alcanza el colmo de la impudicia cuando se atreven a exigir de nosotros la libertad de propaganda para el derrocamiento del poder soviético, porque, según ellos, nosotros también exigimos a los Gobiernos burgueses la libertad de propaganda para los comunistas que predican el derrocamiento del régimen capitalista en la Europa occidental.

* * *

Al mismo tiempo declaran, para su justificación:

1.° Que ellos nunca han tratado, ni tratarán ya de organizar insurrecciones contra el Poder soviético;

2.° Que, más bien, ellos han ayudado al Poder soviético a luchar contra la intervención de Estados extranjeros, contra los ejércitos de Denikin y Wrangel ;

3.° Que, a pesar de esto, se les tiene encerrados en prisiones porque se teme a la propaganda legal de sus ideas.

Por fin, protestan contra el hecho de que se les tiene en prisiones, se les deporta «sin juzgarlos» y que, en nuestras prisiones, se les «ultraja» y se les «tortura».

Por otra parte, declaran que :

1.° Ellos nunca estuvieron en combinación con el Gobierno conservador inglés ;

2.° Que jamás se aprovecharon del apoyo de los imperialistas franceses.

3.° Que no están vinculados en nínguna forma con el Estado Mayor de Pilsudski.

Todo esto lo califican de absurdo, de calumnias infames contra su partido, y exigen pruebas públicas de las acusaciones lanzadas contra ellos.

Veamos, pues, dónde está la verdad y quien miente a los obreros y a los trabajadores de la Europa occidental, quien les engaña a sabiendas con falsas acusaciones, quien les oculta la verdad y que fin político persiguen los que tratan de confundirlos.

* **

Sí, nosotros reconocemos que, en período de dictadura del proletariado, es necesario y racional para la clase obrera que construyó la sociedad comunista el vengarse cruelmente, despiadadamente, de los que traten de entorpecer la obra de edificación comunista. Mientras estemos rodeados de Estados burgueses, armados de pies y manos, esforzandose por todos los medios de destruir el Estado soviético, consideraremos que este proceder es un atributo indispensable de la dictadura de la clase obrera. Es más, estimamos que este es el unico medio de mamiener obedientes a los antiguos explotadores, grandes propietarios, terratenientes y capitalistas; de inspirar temor a la burguesía para que no obstaculice, y por esto, renunciar a este proceder sería un crimen ante la clase obrera y la campesina.

Mientras la clase obrera de la Europa occidental no se hay a sublevado; mientras los Gobiernos burgueses, armados de pies y manos, subsistan; mientras estemos amenazados por el exterior de intervenciones militares y por el interior de insurrecciones organizadas con dinero de los Gobiernos imperialistas, que buscan un pretexto para intervenir por la fuerza contra los bolcheviques; mientras no llegue ese momento, decimos, debemos usar y usaremos el terror.

En fin, estimamos que este es el único modo de actuar, la única manera que adoptará inevitablemente el proletariado de todo país cuando llegue a crear, a consolidar su propio poder y a organizar en su país la producción socialista.

Esta es la primera respuesta que damos a los senores mencheviques.

* * *

Al mismo tiempo, sin ir más lejos, pondremos una segunda cuestión: ¿Para qué se esfuerzan, con qué objeto trabajan esos señores socialdemócratas rusos, socialrevolucionarios mencheviques y otros adeptos de la II International, cuando se indignan hipócritamente de que no les permitimos predicar libremente sus opiniones en Rusia, actuar libremente para derrocar el Estado soviético, de que les tenemos encarcelados y les deportamos ?

No hace mucho tiempo, el órgano central del partido obrero socialdemócrata alemán, el Worwaerts, cuya ideología habrán de compartirla cualquier socialdemócrata ruso o extranjero, publicó un artículo de Karl Kautsky, líder indiscutido de la socialdemocracia alemana, ex revolucionario y, ahora, renegado desvergonzado y traidor a la revolución social.

En este artículo, dedicado a la ruptura del Gobierno conservador inglés con los Soviets, y titulado «El conflicto anglo-ruso y la liberación del Caucaso», Kautsky comienza por comunicar que la ruptura anglo-Soviética ha provocado «entre los caucasianos» (esto es, entre los men-cheviques caucasianos) una gran efervescencia y que se discute animadamente si conviene aprovechar la situación y, si es así, de que manera. Los «revolucionarios armenios» han preguntado a Kautsky «cuál era su opinión sobre la participación de los revolucionarios caucasianos en una eventual intervención de Inglaterra contra la Rusia bolchevique». Algunos de ellos, declara Kautsky, abrigan grandes esperanzas sobre una participación de esta clase.

¿Qué quiere decir esto? Para el lector inteligente está claro que se trata de la organización de una, intervención armada por la espalda del Gobierno soviético en el momento de un conflicto eventual entre éste mismo e Inglaterra. En otras palabras, se trata de una intervención organizada y concertada de los «socialistas», los mencheviques del Caucaso combinados con el Gobierno conservador inglés contra la Unión Soviética. Se trata de una intervención armada en unión de los imperialistas y nada más.

¿Que consejo da Kautsky en tal ocasión?

«Contrariamente a muchos de nuestros camaradas del partido —dice—, yo considero como muy probable que esta dictadura (la dictadura bolchevique), como todo régimen más o menos dictatorial que la Historia ha conocido hasta el presente, no podrá ser eliminada sino mediante la insurrección.

»Yo juzgo erroneo y peligroso el condenar de antemano toda insurrección probable, tachandola de contrarrevolucionaria y el invitar a la socialdemocracia, a levantarse contra tales intervenciones en defensa del bolchevismo.»

Esta es la primera contestación de Kautsky. Y no se puede interpretar esta respuesta de otro modo que como un asentimiento a la insu-rrección en ciertas condiciones, y hasta como una declaración de que la insurrectión es el único medio que permite llegar a la liquidación del poder bolchevique.

* * *

A la segunda pregunta que le hicieron los «revolucionarios armenios»: ¿Se puede levantar una insurrección en alianza con el Gobierno conservador inglés? Kautsky, es cierto, da una respuesta negativa; pero no por considerar, en principio, inadmisible una alianza de esta clase, sino simplemente porque juzga desventajoso el momento.

«En el momento actual—dice Kautsky—vemos cómo se «desusa» un fuerte Gobierno reaccionario y se fortifica una democracia proletaria. Mañana, esta última puede llegar al Poder en Inglaterra. Por esto sería una locura manifiesta atarse las manos uniendose a un Gobierno proximo a caer, como el Gobierno de Baldwin.»

El consejo de Kautsky es, pues, este: Esperad que el Gobierno Baldwin, que puede caer mañana, caiga; esperad a que un Gobierno menos «usado» suba al Poder.

Por esto, dice Kautsky al final : «Debemos dejar abiertos todos los caminos que, compatibles con nuestros principios, nos lleven a ese fin.» Y repite, una vez más : «Sería prematuro condenar la insurrección de antemano.»

He aquí lo que escribió Kautsky.

Nada tenemos que anadir a estas palabras. ¿Qué queda, después de esto, de la afirmación de los socialdemócratas que declaran que los mencheviques nunca han pensado, nunca se han esforzado, ni siquiera han hablado de organizar una insurrección armada? Más adelante veremos si, efectivarnente, nunca han hablado de esta cuestión; pero ahora, el hecho es que hablan de ella, pues todo el mundo sabe el papel que los mencheviques desempeñan en el Caucaso, particularmente en Georgia; todo el mundo conoce el papel que desempeñan en la migración de la Europa occidental Noé Jordania, Noé Ramichvili, Guéguétchkori y los otros jefes del menchevismo; sólo un embustero desvergonzado o un ignorante puede negar su estrecha unión con Kautsky. Además, Kautsky declara que ahora, en estos últimos meses, algunos «caucasianos» le han pedido consejo sobre la actitud que deben observar en el momento presente y que él les ha aconsejado.

Se nos podría decir que Kautsky es, posiblemente, el único que opina así; que los otros socialdemócratas, incluídos los mencheviques rusos, piensan de otra manera; que esta es la opinión individual de Kautsky. ¿Es así?

El Worwaerts acompaña éste artículo de Kautsky con la siguiente nota de la redacción: Indicando su divergencia de parecer con muchos miembros del partido socialdemocrático en lo que concierne a la apreciación del problema ruso; Kautsky manifiestamente tiene en cuenta la posición del Worwaerts. Para evitar toda mala interpretación, debemos declarar que nos solidarizamos con la tendencia expresada en el artículo de Kautsky, que, en suma, pone en guardia a los revolucionarios caucasianos contra las tentativas de insurrección. En cuanto a los medios propios para lograr la sustitución de un régimen democrático por el régimen existente en Rusia, nos basta con comprender que la insurrección no está en el orden del día durante el próximo período.

¿A qué se reduce esta declaración equívoca, hipócrita, de Worwaerts? Este diario aprueba la tendencia de Kautsky de «poner en guardia contra las tentativas de insurrección» ; pero no dice si, en principio, aprueba o no esta manera de plantear la cuestión de la admisibilidad de la insurrección. A esta última cuestión responde, con igual falsedad, que no le interesa, porque la insurrección no está en el orden del día durante el próximo período. ¿Pero y si entra en el orden del día? El Worwaerts se calla.

Pero no es él sólo quien se calla. La delegación del partido socialdemócrata ruso en el extranjero se calla igualmente. Después de esto, que los mencheviques declaren todo lo que quieran, que su partido nunca ha sido partidario de la lucha contra la U. R, S. S.; que afirmen, dandose golpes de pecho, que «por razones de principio y de táctica... su partido se niega a liquidar el litigio entre el socialismo y el comunismo en Rusia, usando de la fuerza armadan; a nosotros nos basta la afirmación de los mencheviques, que declaran que el objeto esencial de su accion político, es el derrocamiento del Poder bolchevique, para no creer en todas esas seguridades, para que las consideremos sin valor alguno y para que basemos nuestra actitud únicamente en los hechos. Y he aquí los hechos :

¿Qué pasó en Georgia en el otoño de 1924? Una insurrección armada. ¿Quién organizó aquella insurreccion? Los mencheviques. ¿Quién estaba a la cabeza del Comité partidario dirigiendo la insurrección? Los mencheviques. ¿Quién envío, antes del levantamiento, cartas conteniendo ordenes de su organización? Noé Jordania, el jefe de los mencheviques. ¿Y quién, antes y después de la insurrección, ha hecho antecámara para ser recibido por los gobernantes de Europa occidental, incluso del Gobierno burgués francés, para presentar informes sobre la infortunada situación de Georgia y para pedir una intervención? Los mismos mencheviques.

* * *

Noé Khomeriki, Valiko Djougheli, Benia Tchikvichvili, miembros del Comité central de la socialdemocracia georgiana y de una serie de otras, han trabajado en la organización del levantamiento georgiano. Sobre estos individuos, el Mensajero Socialista, órgano central de los mencheviques rusos, publicó, después de su ejecución, en su número de septiembre de 1924, un artículo, rodeado de un filete negro, titulado : «Vosotros habéis caído víctimas...», y en el cual se protesta contra la ejecución de los que organizaron el levantamiento, provocaron efusiones de sangre y, por medio de la insurrección, se esforzaron por derrocar el Poder soviético.

«Estos jefes obreros—escribió el Mensajero Socialista—entrarán en la historia de su país como héroes nacionales. Pero los obreros de toda Rusia también se inclinarán respetuosamente ante su humilde tumba, pues allí hallaron el último reposo los campeones de la causa obrera, que han sabido entregarse íntegramente al servicio del gran ideal de la liberación de la humanidad.»

Así caracteriza el órgano central de los mencheviques a los organizadores de la insurrección, y, después de esto, los mencheviques se atreven a decir que ellos nunca han pensado en la insurrección, que siempre han estado en contra de ella y que jamás la han organizado.

Cuando se apagó la insurreccion, el presidente del Gobierno georgiano caído en 1921, ese mismo Jordania, que se había refugiado en el extranjero, se dirigió a la Sociedad de Naciones, reunida en Berlín, y, particularmente, a MacDonald, entonces jefe del Gobierno inglés, y a Herriot, jefe del Gobierno francés, para pedirles que «propusieran al Gobierno de Moscú que cesara la efusión de sangre y resolviera el conflicto ruso-georgiano mediante un Tribunal arbitral internacional.»

Jordania se dirigió a la Sociedad de Naciones, a ese órgano creado por el capital internacional para la consolidación del orden capitalista, para organizar un frente burgués, antisoviético internacional; a esta liga de Estados burgueses, para pedir su intervención y para someter el litigio entre el Gobierno soviético y los insurrectos a la decisión de un Tribunal de arbitraje. ¡Como si no se supiera de antemano la decisión que tomaría un Tribunal de arbitraje, compuesto de Estados burgueses, sobre la cuestión de saber quién tiene razón de entre los que queren derrocar el régimen soviético y los que quieren afirmarlo! Y después de esto, los mencheviques vienen a decirnos que ellos no han visitado las antesalas de los Gobiernos de Europa occidental, que no han estado en combinación con los directivos capitalistas y burgueses.

Después de estos hechos de notoriedad pública, que nadie podrá refutar, ¿quién puede creer a Abramovitch?

Veamos lo que estos mismos, Noé Jordania y Noé Ramichvili, jefe de los mencheviques georgianos, escriben (abril de 1927) sobre los deberes que se han asignado, en una carta dirigida a uno de sus correligionarios de Georgia, enviado allí para ejercer la acción ilegal:

«Un cambio de régimen político en Rusia (lease: el derrocamiento del poder de los bolcheviques), escribió Noé Jordania, puede efectuarse en las tres direcciones siguientes (cada una en particular o a las tres a la vez) :

1.° Política interior;

2.° Cuestión nacional interior;

3.° Guerra exterior.

En el caso de un golpe de Estado ocurrido en Rusia como consecuencia de causas interiores:

E1 partido socialdernocrático de Georgia—escribió Noé Jordania—, tiene el deber de sostener las fuerzas opuestas a Moscú y a su bonapartismo y de ayudar a empujar el movimiento hasta su fin lógico: la separación de Georgia y de todo el Caucaso de Moscú y el establecimiento de una administración local soberana siguiendo el ejemplo de la que hicimos después del golpe de Estado de octubre. En dicho caso, sera necesario coordinar nuestras fuerzas con las masas y las unidades de las fuerzas sublevadas... Y nos apoyaremos en la Sociedad de Naciones, en la que el nuevo Gobierno entrará indudablemente».

Esto se escribió en 1927, en el mismo momento en que Abramovitch escribía que los mencheviques no eran partidarios, ni lo habían sido nunca, de una solución violenta del litigio entre el Gobierno soviético y los mencheviques.

***

La segunda «dirección» es sobre la cuestión nacional interior:

«E1 desmembramiento de la U. R. S. S. en unidades nacionales—escribía Jordania—puede efectuarse de una manera más organizada si Ucrania se encarga de ello. En estas condiciones nuestro partido desempeña el papel de director del movimiento nacional y proclama la lucha abierta a todos los elementos imperialistas de Moscú... y todas las fuerzas conjuradas proceden al aislamiento de la Gran Rusia».

La tercera «direccion» es el derrocamiento del Poder soviético como Gonsecuencia de operaciones militares, o de una guerra exterior, esto es, precisamente en el caso previsto por Kautsky. ¿Qué opina sobre este punto el jefe de los mencheviques?

«En esta eventual colisión imperialista—dice-—la posición de Geor-gia es clara. Georgia, como todos los pueblos rusos, desea la derrota de Moscú; pero no tomará parte en la colisión misma; se mantendrá neutra mientras el resultado no se dibuje claramente... No intervendrá activamente hasta que Moscú sea definitivamente vencido 3^ hayamos recibido la garantia a la independencia.»

Y más abajo :

«Si durante el curso de la guerra se hace necesario nuestro levantamiento, la autorización para este levantamiento deberá darla el Gobierno cuyo presidente (es decir, Noé Jordania) dará su firma formal... Hay una cosa clara: que nosotros no debemos intervenir solos aislándonos.»

***

He aquí, pues, el programa de Noé Jordania para hoy. Es el mismo programa del que hablaba Kautsky. Se trata manifiestamente de los mismos «revolucionarios caucasianos» de que habla el renegado de la revolución, y es imposible comprender las cosas de otra manera de como están escritas.

He aquí como completa esta carta Noé Ramichvili, otro jefe de los mencheviques georgianos :

«Si la caída del bolchevismo es causada por una crisis interior, nosotros debemos inmediatarnente hacernos cargo del Poder del Estado, arrestar a los bolcheviques y restaurar la República independiente de Georgia.»

¡Y esos socialbribones todavía se atreven a protestar contra el hecho de que les metamos en la cárcel!

«A este efecto continúa Ramichvili—, desde hoy debemos establecer una unión, extremamente secreta, con el alto mando del ejército georgiano, para poder, en el momento necesario, apoyarnos en él para arrestar a los comandantes y oficiales bolcheviques que se encuentren en el ejército y completar nuestras tropas con la movilización.»

¿Acaso son estos señores mejores o peores que los guardias blancos Dolgoroukov y Elvengren, que se ocupaban exactamente en la misma cosa: en preparar una insurrección armada, crear organizaciones de conspiración en el ejército y traicionar el Poder soviético?

Entretanto, los jefes de la socialdemocracia que se preparan a arrestar a los bolcheviques, lanzan clamores contra estos últimos por que les arrestan y amenazan con dar a conocer al universo entero «las represiones y el terror, los nombres de los arrestados y las razones de su arresto; decir quienes son los encarcelados y la razón de su prisión; comunicar los nombres de los torturados por la «Tcheka», las clases de torturas a que son sometidos y los motivos de estas torturas», y todo esto para seguir mintiendo a los obreros de Europa sobre las crueldades ejercidas contra sus hermanos arrestados para volver la opinión pública contra la U. R. S. S., que persigue a los «inocentes» y que no quieren hacer daño a nadie, no sueñan con ninguna insurrección y sólo piensan en la «propaganda legal de sus ideas».

Después de este documento, que proviene de los mismos mencheviques, es evidentemente imposible decir que ellos nunca han organizado insurrecciones o que nunca se han esforzado en ventilar el litigio entre el menchevismo y el comunismo (es decir, entre los lacayos de la burguesía y el comunismo) utilizando lucha armada.

* * *

Ahora, veamos el pasado.

Los socialdemocratas escriben que los mencheviques nunca han planteado así la cuestión; es más, que en 1919 y 1920 hasta llegaron a tomar toda clase de medidas para ayudar al Poder soviético en la lucha contra la intervención, contra el capital extranjero, contra los generales contrarrevolucionarios Denikin y Wrangel, y que a este efecto movilizaron, en dos ocasiones, sus miembros para entrar en el Ejército rojo y defender los frentes soviéticos contra los guardias blancos. Nosotros nos acordamos perfectamente de aquellos años y sabemos muy bien como ocurrieron las cosas. No podemos olvidar aquellos años; están profundamente grabados en nuestra memoria, porque les costaron muy caros a las masas trabajadoras de la U. R. S. S., porque costaron mucha sangre, mucho sufrimiento a la población, entonces asaltada por el frío y el hambre. En su avance, del Sur al centro del Estado proletario, las tropas contrarrevolucionarias de Wrangel y Denikin dejaban tras de ellas millares de cadáveres. Youzovka, la cuenca del Donetz, Iekaterinoslav, Kharkov, Odessa y Kiev, sin hablar de Siberia ni de la región del Volga, se acuerdan demasiado de aquel avance. La suerte de la Rusia Soviética estaba en juego, los enemigos estaban casi a las puertas de Moscú. ¿Quienes eran sus enemigos? Eran aquellos con quienes los mencheviques y socialrevolucionarios habían trabajado en 1918 y hasta el segundo semestre de 1919, mano en mano, para derrocar el Poder soviético.

¿Lo van a negar ahora Abramovitch y consortes? Les nombraremos también los miembros del Gobierno de Samara, que dirigió la lucha contra el Poder soviético en 1918: Avxentiev, Vedeniapine, Zenzinov, Rakov, Bourevoi, Volsky y otros. He aquí, ahora, los socialrevolucionarios miembros del Comité de la Asamblea constituyente en el Sur, Comité que preparó la insurrección en Rostov, Iekaterinoslav y en otras ciudades: Babine-Korel, Schreider, Pochoutinsky, Ratner, Bere-zovsky y otros. He aquí los nombres de los socialrevolucionarios que organizaron la insurrección y trabajaron en Arkhangelsk: Likharch, Dedoussenko, Tchaikowsky, miembros del Gobierno operante en el territorio ocupado por los ingleses. Durante los años 1918-19 pusieron todo su empeño por ganar la lucha armada contra el Poder soviético; primero con el general Boldzrev, después con Koltchak en el Este y con Denikin en el Sur.

Tampoco se atreverá nadie a negar la lucha terrorista que los aliados de los mencheviques, los socialrevolucionarios, condujeron en el mismo período. El proceso de los socialrevolucionarios, en 1922, ha demostrado suficientemente la participación de los miembros del Comité central del partido socialista revolucionario: Gotz, Ivanova, Donskoï, Timoféev, Agapov y otros, en la organización del atentado dirigido contra Lenin; en el asesinato de Volodarsky y Ouritsky. En fin, todo el mundo conoce el trabajo efectuado en 1918 por los mencheviques por detrás desde que la guerra civil impuso el Poder soviético.

* * *

En 1918, tuvo lugar un Congreso obrero convocado por los mencheviques. El Comité de organización para la convocatoria de este Congreso tenía a la cabeza al ciudadano Abramovitch, el mismo individuo que ahora declara que el partido menchevique nunca ha pensado en luchar con mano armada contra el Poder soviético. Veamos lo que escribió en un documento oficial con motivo de la convocatoria de este Congreso. «De nuevo ha llegado el momento para que la clase obrera mueva sus fuerzas a fin de defender sus organizaciones, a fin de salvar y reconstruir su patria, a fin de restituir los aprovisionamientos robados al país. No hay que tardar. No es que nos amenace la ruina, es que ya está aquí. La patria, torturada, está en las convulsiones de la agonía. La clase obrera está nuevamente en las garras de la esclavitud, engañados por verdugos y brutos...»

Esta proclama demuestra, suficientemente en qué situación y con qué objeto debía a trabajar aquel Congreso obrero. Sin embargo, según su costumbre, los mencheviques se guardaron muy bien de llamar las cosas por su nombre, porque sabían que los obreros no responderían a un llamamiento en que se les invitase directamente a derrocar el Poder soviético y a reemplazarlo por el régimen burgués. Por esto se limitaron en aquella proclama a un llamamiento general por la «unión» de los obreros.

Más francos eran los mencheviques que operaban en Petrogrado, de donde partió la idea de convocar aquel Congreso obrero, en el que ellos participaron. He aquí lo que escribió, en sus instrucciones a los obreros de Moscú, la delegación de los mencheviques de Petrogrado, que se ocultaba bajo el seudónimo de «Asamblea extraordinaria de delegados de fábricas y talleres de Petrogrado» : «Nosotros, obreros de Petrogrado, encargamos a nuestros delegados de deciros lo siguiente :

En estas horas penosas, mortales, os decimos a vosotros, proletarios de toda Rusia :

Bajo nuestro nombre se ha disimulado un Poder que nos es hostíl, un Poder antipopular, un Poder que sólo nos proporciona sufrimientos y deshonor.

¡Que se vaya!

Nos ha prometido el socialismo, y con sus insensatas inexperiencias, ha arruinado toda la economía nacional. ¿Qué socialismo podrá instaurar en un país agrícola atrasado, donde los obreros sólo son una ínfima minoría mal organizada; en un país sin técnica, sin cultura, agotado por la guerra ?

... La desdichada idea de transformar a los obreros en patronos ha hecho de ellos esclavos...»

Esto es lo que escribían los señores socialdemócratas en los momentos más penosos para el Poder soviético. Y continuaban así :

«Vamos a tener que ir a una lucha por la independencia de nuestro país. Solos no podemos luchar. Es necesario un acuerdo militar con los pueblos aliados (es decir, con los imperialistas, Francia e Inglaterra.)»

Así escribían los mencheviques en 1918. Y luego, en 1927, declaran enfáticamente que ellos nunca han querido derrocar el Poder soviético, nunca han sido partidarios de la intervención armada y nunca han pensado en un acuerdo con los Gobiernos francés e inglés.

Eres un mentiroso, ciudadano Abramovitch. Mientes abiertamente a los obreros de Europa diciendoles que el partido menchevique, incluyendote a tí, nunca hizo nada por combatir el Poder soviético. Eres un mentiroso, porque tú fuiste el organizador de aquel Congreso.

¿Cual era la situación en las regiones de la periferia, donde las tropas de los guardias blancos hacían ley?

Ya hemos hablado de Samara; pero aquí hay datos sobre la composición del Comité de la Asamblea constituyente en el Sur de Rusia, en Rostov y en Kiev. A este Comité pertenecieron los socialrevolucionarios Babine-Korel, Schreider y otros. Pero, podrán decirme, esos son socialrevolucionarios y no mencheviques. Si, pero los mencheviques también reclaman la libertad de acción para estos «socialistas». En fin, si se nos dice que los mencheviques no tomaron parte en aquella lucha mientras eran mencheviques, contestaremos con otros hechos.

He aquí una resolución firmada por la Asamblea de miembros de la organización de Samara del partido socialdemócrata obrero ruso (men-chevique) el 11 de julio de 1918, en el momento en que en aquella ciudad se formaba un Comité socialista revolucionario de la Asamblea constituyente :

«Considerando que el ejército debe estar constituído sobre la base del armamento general, juzgando indispensable, sobre todo después de la situación creada por la paz de Brest, el proceder inmediatamente a la instrucción militar, preparatoria y al armamento general del pueblo, la organización de Samara del P. S. D. O. R. estima, vistas las condiciones extraordinarias en que se encuentra Samara, aislada hasta de las ciudades más próximas, que no se debe retrasar ni un día la creación de un ejército fuerte y poderoso, y que, por consecuencia, es necesario invitar a los obreros de toda la población democrática de la ciudad y del Gobierno de Samara a que entren en las filas del ejército voluntario.

Para preservar Samara y su población de la ruina y la exterminación completa con que sueñan las bandas furiosas de los bolcheviques, sedientos de venganza; para salvaguardar la democracia, el Poder popular de la Asamblea constituyente que lo personifica; para impedir que, después de la caída cierta del Poder soviético, se instaure un Gobierno de los generales Krasnov y Skoropadsky; para asegurar los intereses del mismo ejército voluntario, que debe estar compuesto de demócratas, los obreros y las otras capas democráticas de la población deben entrar en el ejército, ocuparse en el ejército

¡Y, a pesar de todo esto, los mencheviques se atreven a afirmar que se oponen a la intervenciín, a la insurrección ! ¿Quieren más hechos?

Helos aquí:

La organización contrarrevolucionaria, denominada Unión del Renacimiento, que funcionaba en 1918 en Moscú y en Petrogrado, englobaba, no solamente a los socialrevolucionarios, sino a los mencheviques también. El menchevique Rozanov, con Melgounov, pertenecía a la dirección táctica de esta organización, cuya dirección política contrarrevolucionaria en Petrogrado comprendía, además de a Gotz e Ignatief, líderes socialrevolucionarios, a los siguientes: Petressov, que recientemente publicó un libro odioso sobre la U. R. S. S., y Rozanov. Estos hechos los han confirmado personas que entonces trabajaban con ellos y que todavía viven. Son hechos imposibles de negar. Véase lo que dice el socialrevolucionario Ignatief, miembro de la Unión del Renacimiento, sobre el dinero enviado a aquella Unión por los Gobiernos burgueses de Francia e Inglaterra, que organizaban entonces la intervención armada:

«Estimo que la honradez política exige una confesión franca por par-te de todos los que han participado en el trabajo de aquella epoca: Sí, consideramos necesaria la ayuda extranjera en dinero y en fuerzas militares; al principio recibimos dinero y lo gastamos, después recibimos ayuda en mercancias. En tres ocasiones me transmitieron fondos por mi intermediario: la primera vez recibí varias decenas de miles de rublos de la Unión del Renacimiento de Moscú; no conozco exactamente de donde salió aquella suma, pero todo me induce a creer que viene de los aliados; La segunda suma, entregada por el general Souvorov, la habían facilitado los aliados. La tercera suma (200 a 300 mil rublos) había sido transmitida directamente, según el general Souvorov, por el representante de la Misión militar francesa a Bolgrev y Moïsseenko, miembros de la organización militar de la Unión del Renacimiento de Moscú. Moïsseenko, utilizando sus relaciones con los socialrevolucionarios, envió este dinero a Petrogrado para la organización militar de la Unión del Renacimiento. Yo sólo recibí una partida de esta cantidad, y cuando fuí a Moscú pregunté a Gotz qué había sido del resto, y tuve una explicación con el miembro del Comité central, Ivanov, sobre los fondos que no nos habían llegado».

¿Y la insurrección organizada por los socialrevolucionarios y los mencheviques en Iaroslavl, en 1918, durante el curso de la cual el general Perkhourov y el menchevique Schleif intentaron restablecer el Poder burgués y que dió por resultado la destrucción de gran parte de la ciudad? Todos los obreros de Iaroslavl se acuerdan bien de esta insurrección. Entretanto, se ha establecido suficientemente con documentos que la insurrección se efectuó con el consentimiento y bajo las ordenes del embajador Noulens y que la subsidiaron los Estados capitalistas de Francia e Inglaterra. Esto lo reconocen igualmente los mismos autores de la insurrección.

Veamos ahora lo que hay de esa movilización de 1919 y 1920, de que tanto hablan los mencheviques y socialrevolucionarios. Cuando Koltchak, en Siberia, y Denikin, en el Sur castigaron despiadadamente a los conciliadores; cuando echaron de los gobiernos regionales a los mencheviques y establecieron su propia autocracia; cuando a los socialrevolucionarios no les quedaba otro camino, según su propia declaración, que huir para escapar de las manos de los generales blancos, ¿dónde se salvaron? En la Rusia Soviética. Entonces vinieron a arrepentirse ante el Poder soviético, declarando que habían comprendido a qué molino hacían correr el agua, a quién prestarían su apoyo, para quién tiraban las castanas de fuego. Quién mejor ha contado esto ha sido el famoso socialrevolucionario Avxentiev, miembro del Gobierno de Samara y presidente del Directorio, que hizo su confesión en el extranjero, donde tuvo que refugiarse escapando a las persecuciones de Koltchak.

«E1 poder verdadero—escribe Avxentiev—estuvo en manos de los checos y, después, en manos de los generales rusos. No es una casualidad que la democracia revolucionaria, con el partido socialrevolucionario a la cabeza, no se encontrara en condiciones de impedir la evolución fatal de Samara la Roja hacia la dominación de la clique militarista desencadenada. No fue por casualidad el que el acuerdo, entonces puramente práctico, ultimado con las organizaciones burguesas, se transformara pronto, en Oufa, en acuerdo formal y, más tarde, en la dictadura de Koltchak».

Veamos lo que escribió, para completar a Avxentiev, otro líder socialista revolucionario, Vedeniapine, miembro del Comité central, que describe la acción seguida por los socialrevolucionarios con los intervencionistas contra la Rusia Soviética :

«No es difícil sublevar las masas; es posible, igualmente, extender este movimiento como un gran rayo, pero en seguida se adherirían todos los grupos de derecha, y en el mejor de los casos, tendríamos una reedición de la historia del Volga, porque la Entente, con su política, se disimularía necesariamente detrás de las derechas.»

Esta confesión es la evidencia trágica que da un hombre que ha presenciado en qué terminó la alianza con la burguesía en 1918.

Después de haber recibido esta lección, después de que los generales blancos les echaron del Gobierno, mencheviques y socialrevolucionarios vinieron a expresar su arrepentimiento al Poder soviético e hicieron una declaración renunciando a la lucha armada contra este Poder.

El Gobierno soviético dijo entonces sobre este asunto :

«Aunque continuamos combatiendo todos los grupos que directa o indirectamente sostengan la contrarrevolución interior o exterior, el Consejo Federal Ejecutivo Panruso juzga que es su deber ofrecer a los partidos de la pequeña burguesía la posibilidad de probar efectivamente en la lucha abierta, su deseo de sostener al proletariado y a los campesinos que combaten la contrarrevolución interior y exterior.»

Pero los partidos «socialistas» no tardaron en violar su solemne promesa. En cuanto cesó la amenaza de que las tropas blancas entraran en Moscú, ellos recomenzaron su propaganda para derrocar el Poder soviético, y volvieron a luchar contra este último.

* * *

Los hechos citados demuestran que los mencheviques mentían al declarar que ellos nunca habían reconocido la insurrección armada como medio de lucha contra el Poder bolchevique y que nunca habían recurrido a esta lucha para ayudar a los Gobiernos burgueses. Si se nos viene a decir que hace mucho tiempo que los partidos socialistas cometieron esta falta, que después se han arrepentido y la han reparado, contestaremos que hemos citado hechos referentes a un período reciente; hechos que demuestran que los mencheviques y socialrevolucionarios no se han arrepentido en absolute, ni han aprendido nada.

En 1920, ya los socialrevolucionarios organizaron el movimiento de Antonov en el Gobierno de Tambov. Este movimiento debía ser, en el espíritu de los socialrevolucionarios, una revolución de campesinos contra el Poder soviético, pero pronto degeneró en operaciones aisladas de bandas de bandidos que se dedicaban al saqueo, al asesinato y a excesos de toda clase. Esto lo dirigía el socialrevolucionario Podbielsky y sus complices.

Hemos citado hechos que ocurrieron en 1918, 19 y 20; ahora vamos a hablar de otros que se produjeron en 1924 y que demostrarán que varios años después de la guerra civil, los partidos «socialistas» practican la misma táctica, la mismaa política de organización de insurrecciones y de lucha armada contra la U. R. S. S.

Tenemos delante la copia de las declaraciones hechas el 10 de mayo de 1924 por Nikandre Alexandrovitch Preobrajensky, que, de 1917 a 1923, perteneció al partido menchevique. He aquí lo que escribió:

«Yo partí para el Norte (en 1923) en calidad de agente de la Cooperación económica equipada por el Centrosoyouz de Siberia... a la ciudad de Sourgout. En el mismo Sourgout y antes de llegar, oí hablar de los disturbios que ocurrían en los alrededores de Tobolsk (Siberia)... A fines de enero, se confirmaron los rumores de la insurrección y en la ciudad se proclamó el estado de guerra... Hacia el 10 de febrero, las autoridades Soviéticas y la pequeña guarnición evacuaron la ciudad a toda prisa... Algún tiempo después, Sourgout fue ocupado por el pequeño destacamento de adeptos que Tretiakov había reclutado entre los campesinos de los alrededores. Los insurrectos lanzaban frases tan absurdas como estas : «¡Viva el Poder soviético sin los comunistas!» «¡Viva la Asamblea constituyente!» Entre los que yo vi había monárquicos y habia gentes que no sabían lo que querían... Yo no había tomado parte alguna en aquel asunto cuando, de pronto, el Comité recibió, de una manera completamente inesperada para él y para mí, un telegrama que, en resumen, decía lo siguiente: «Preobrajensky ha sido nombrado delegado del Estado Mayor del ejército popular. Un comandante del destacamento llevará las instrucciones necesarias. Firmado, Azarkevitch». Azarkevitch se decía socialista revolucionario, pero yo no conocía sus actividades políticas; en cuanto a su situación, yo sabía que era miembro del Colegio del bureau de Centrosoyouz, en Tobolsk... Diez días más tarde recibí una carta de Goriounov, un menchevique miembro de nuestra expedición, que me exhortó con insistencia a que me uniera a la insurrección, pintándomelo todo con los más radiantes colores. En marzo tuve que asumir la dirección del Estado Mayor elegido por los rebeldes, pues no tenían ningún organizador y la insurrección revestía cada día un caracter más metódico... El trabajo del Estado Mayor (cuyo nombre oficial era «Estado Mayor militar de Sourgout para la lucha contra el comunismo») consistía: Primero, en abastecer el frente de hombres y viveres y asegurar la dirección militar general; segundo, en establecer las comunicaciones entre el frente y Tobolsk; tercero, en abastecer a la población; cuarto, en organizar la retaguardia desde el punto de vista militar, cazando a los comunistas que se hubieren quedado atrás, y formar nuevos destacamentos de adeptos, abastecerlos y mandarlos a los lugares necesarios, y quinto, en hacer propaganda.

A principios de la primera quincena de abril las cosas marchaban tán mal que yo me trasladé al frente, donde traté de parar la desmoralización y las deserciones, que ya habían comenzado... Cinco días más tarde cogí el tifus... Cuando salí del hospital, todo había acabado ya. Todos retrocedimos. Nuestra comunicación con Tobolsk ya no existía, y todos, rojos e insurrectos, nos quedamos allí esperando el deshielo... Una ayuda en forma de ametralladoras vino, pero contra nosotros... Partimos para la taïga (maleza), donde el Estado Mayor había preparado las reservas necesarias. A fines de agosto llegué a Tobolsk, después de haber recorrido, ayudado por una brújula, unas 1.500 verstas de taïga

Si esto no fue una insurrección, ¿qué fué, pues ? ¿Y no mienten los mencheviques cuando declaran que nunca han organizado insurrecciones?

Veamos lo que sigue contando Preobrajensky: «Llegué a Moscú con la firme intención de, costara lo que costara, derrocar el Poder soviético. Encontré una línea que precisamente coincidía con la mía en el grupo de derecha, llamado «Grupo moscovita de socialdemócratas», al que me adherí, y pronto fuí nombrado miembro de la Directiva... La ideología del grupo... era esta: República democrática sobre la base de la Asamblea constituyente. Capitalismo: todavía no ha llegado el tiempo para la dictadura del proletariado... Táctica: propaganda entre los obreros con vistas a una insurreccción. Si se plantea la cuestión del derrocamiento del Poder soviético es necesario ser franco y declarar claramente que el único medio es la intervención, no sólo de aquellos que sinceramente quieren ayudarnos, sino de bribones como Desgouttes, Poincaré y otros «amigos de Rusia» que codician los bienes de nuestro país.»

Esto es lo que escribe el menchevique Preobrajensky, organizador activo del levantamiento y miembro de la organización ilegal de los mencheviques en Moscú. Estos hechos, me parece, son más que suficientes.

* * *

Si el menchevique Preobrajensky declara que la lógica le obligó a llegar a la idea de la necesidad de recurrir a la intervención, es decir, a la ayuda de los Gobiernos burgueses de Francia e Inglaterra, idea que le hizo retroceder y abandonar a los mencheviques, otros, por el contrario, se mostraron menos escrupulosos y se lanzaron por este camino.

Aportaremos hechos que desmienten a Abramovitch cuando dice que los mencheviques nunca estuvieron en relación con el Estado Mayor polaco ni con el Gobierno francés. Ya hemos dicho, cuando hablabamos de la insurrección georgiana de 1924, como los mencheviques coqueteaban entonces con MacDonald y con Herriot. Ahora vamos a ver lo que hacían en 1925 y 1926.

En junio de 1925 el menchevique Andjaparidzé, expulsado de Georgia en 1922 y marchado a Europa occidental, recibió de Kandelaki, miembro de la oficina de los mencheviques georgianos en el extranjero, una carta enviada desde París y en la que el remitente le hacía saber que el, Andjaparidzé, era llamado a París por dicha oficina. Andjaparidzé se trasladó a París, donde se enteró de que Noé Jordania, que estaba a la cabeza del Comité paritario georgiano, le llamaba para encargarle un trabajo clandestino en Georgia. Después de varias entrevistas con Noé Jordania, Andjaparidzé consintió en trasladarse a Georgia Soviética para allí dedicarse a la acción ilegal. Jordania le comunicó que el bureau del partido menchevique en el extranjero ya no estaba en comunicación con el Comité central georgiano y que él, Andjaparidzé, debía restablecer esta comunicación, para lo cual debía ir a Georgia por Polonia. Koté Imnadzé le ayudaría a atravesar la frontera polacosoviética.

* * *

Las instrucciones recibidas por Andjaparidzé le obligaban, pri-meramente, a restablecer en Georgia el frente único con los partidos georgianos ilegales de los socialistas federalistas y de los socialistas revolucionarios; segundo, a hacer elegir un nuevo Comité central y obtener por todos los medios posibles la legalización del partido menchevique en Georgia.

Andjaparidzé salió para Varsovia en compañía del antiguo jefe del gran Estado Mayor georgiano en el Gobierno de Noé Jordania, el general Zakariadze, actualmente empleado en la Academia del gran Estado Mayor polaco. En Varsovia se unió Andjaparidzé a un tal Kostia (Penkov-Podlojny) y otros dos personajes vestidos de civiles que le ayudarían a pasar la frontera. Estos dos personajes eran oficiales del Estado Mayor polaco, y gracias a ellos Andjaparidzé pudo atravesar la frontera. En cuanto a Kostia, este estaba empleado al servicio del espionaje polaco, para el que trabajaba en territorio de la República de Ucrania.

He aquí hechos suficientes para desmentir las aserciones de los mencheviques cuando declaran que nunca han estado en relación con el Estado Mayor polaco.

Después de haber ayudado a pasar la frontera a Andjaparidzé, Penkov-Podlojny le envió a casa de una conocida suya llamada Jelezny para pasar allí la noche. Luego le llevó con el doctor Goglitchidzé, cuya dirección la había recibido Andjaparidzé de Jordania. Después de esto Andjaparidzé emprendió un trabajo ilegal en territorio de Kiev, que debía servir de punto de transmisión entre París y Georgia.

En julio de 1925 Andjaparidzé y Penkov se trasladaron al Cáucaso, a Tiflis, donde continuaron su trabajo. Andjaparidzé confiaba a Penkov-Podlojny los materiales para enviarlos al bureau extranjero. Andjaparidzé y Penkov fueron arrestados juntos en la estación de Kamenetz-Podolsk, el 22 de agosto de 1925, cuando se disponían a tomar el tren para Polonia.

* * *

Pero no acabaron allí las relaciones de la organización menchevique ilegal georgiana con el gran Estado Mayor polaco. Los otros miembros de la organización de Kiev, también mencheviques, Arechidzé-Gogorechvili y Tcharkviani, atravesaron la frontera por Volotchisk y fueron arrestados por un gendarme polaco. Habiendo demostrado que pertenecían a la organización georgiana ilegal, se les envió a Lvov, y allí, en los locales de espionaje polaco, se encontraron con ese mismo Koti Imnadze, que les pidió detalles sobre su arresto e hizo que les pusieran en libertad.

¿Sabía Andjaparidzé quién era Penkov-Podlojny? Lo sabía. Él mismo comunicó a su complice Mamin que sabía que Penkov-Podlojny era el correo del gran Estado Mayor polaco y que para poder atravesar la frontera él, Andjaparidzé, había utilizado a este Estado Mayor.

El mismo Penkov declaró que era agente de la quinta subsección del Estado Mayor polaco, el cual le había encargado de pasar a Andjaparidzé por la frontera Soviética, cosa que hizo así.

He aquí cómo los hechos prueban las mentiras de los mencheviques, que declaran no haber estado jamás en relación con el gran Estado Mayor polaco ni con los Gobiernos burgueses de Polonia y Francia,

Si el Gobierno de la U. R. S. S. tuviera necesidad de justificarse, estos hechos bastarían para demostrar la necesidad de tomar medidas de lucha contra las organizaciones contrarrevolucionarias ilegales, de arrestar a los dirigentes, detenerles en las prisiones, deportarles y expulsarles.

Los mencheviques del extranjero no se limitan a protestar contra el hecho de que les encarcelamos cuando ellos están preparando levantamientos armados para tratar de derrocar el Poder soviético: nos reprochan sobre todo que les tengamos detenidos en nuestras prisiones sólo porque pertenecen al partido menchevique o porque propagan abiertamente sus ideas. Se indignan porque no les permitimos publicar libremente sus diarios, hablar libremente, tener organizaciones legales; se quejan de que les obliguemos a la acción clandestina, puesto que les arrestaríamos y les encerraríamos.

* * *

Pero, ¿qué significa la propaganda legal de los mencheviques? ¿Qué es eso de un partido menchevique legal? ¿Qué es eso de permitir a los mencheviques que actúen libremente? Eso sería permitirles que declaren por todas partes, en sus diarios, en la Prensa, en las asambleas públicas, que es necesario derrotar el régimen soviético, que es neceario sustituirlo por un régimen como en la Europa occidental: el régimen de la democracia burguesa, es decir, el poder del capital. Sería, ante todo, darles permiso para decir por todas partes, en reuniones obreras y de otras clases, que los obreros y campesinos rusos libran una lucha sin esperanza contra el imperialismo de la Europa occidental, que no edificarán el socialismo, pues no tienen fuerza ni medios ni sabiduría para ello, y que, por tanto, es insensato y vano combatir las fuerzas del capitalismo y que es necesario un terreno de acuerdo con la burguesía, con los capitalistas.

Ya hemos visto cuál ha sido el resultado de esta propaganda de los mencheviques y socialrevolucionarios donde los generales y los grandes propietarios contrarrevolucionarios han llevado ventaja en el curso de la guerra civil. Los generales que se amparaban en el Poder vendían la tierra a los propietarios feudales, las fábricas y talleres a los capitalistas; llenaban de cadaveres los caminos por donde pasaban, fusilaban sin piedad a los trabajadores, pegaban, torturaban y quemaban vivos y condenaban al frio y al hambre a millones de obreros, y luego lanzaban por la borda a los mencheviques y socialrevolucionarios.

¿Podemos nosotros contribuir a una tal revolución ?

¿Podemos permitir nosotros, puede permitir el Estado proletario esta clase de propaganda ? ¿Por qué ha de permitir el Poder soviético en su territorio la propaganda del escepticismo y del pánico que por todas partes siembran los mencheviques?

He aquí lo que escribió, por ejemplo, un indiscutido jefe menchevique, Dan, en el número 4 del Mensajero Socialista (27 de febrero de 1926):

«E1 fracaso, inevitable en las condiciones rusas, de la «experiencia» bolchevique de la construcción del socialismo, «no les llevará (a los obre-ros de la Europa occidental) a la conclusión de que no se puede pasar sin capitalistas, que el proletariado está condenado a llevar perpetuamente las cadenas de la explotación capitalista?»

Y mas adelante :

«E1 fracaso inevitable de la «experiencia» bolchevique será evidente... En la Rusia actual no se trata de edificar el socialismo, sino de saber en qué condiciones será colocada la clase obrera en la sociedad capitalista en construcción.»

Dan concluye así:

«La lucha por los derechos políticos, por la libertad, por la liquidación de la dictadura, por la democratización del régimen estatal de Rusia, es la obra más urgente de la clase obrera rusa.»

Consecuentemente, el socialismo est condenado al fracaso. El adve-|nimiento del capitalismo es inevitable.

¿Qué quiere decir entonces eso de «la lucha por la democratización del régimen estatal» ? ¿Con qué orden quieren sustituir el señor Dan y sus acólitos a la dictadura de la clase obrera? Quieren—y esto lo han dicho en su programa de 1924—establecer en Rusia, en lugar del Poder bolchevique, un régimen democrático burgués análogo al de los países burgueses de Europa. Para esto exigen que nuestros obreros les concedan todos los derechos políticos a los terratenientes, a los capitalistas, a los comerciantes, a todos los parasitos que nosotros hemos expulsado y privado de aquellos derechos ; proponen a la clase obrera que abandone espontáneamente el Poder y lo ponga en las manos de esos «demócratas»; es decir, predican la capitulación de la clase obrera, la restauración del antiguo régimen, abriendo así el camino a la más sombria reacción zarista. Esto es lo que quieren, aquí es donde están. ¿Y debemos tolerar nosotros esto? ¿Podemos nosotros autorizar tal propaganda? ¿No se nos tomaría por unos niños ingenuos? Se trata, en efecto, de la vida de centenas de millares de obreros y campesinos. ¿Hay alguien, salvo los traidores empedernidos de la clase obrera, que pueda consentir tales reivindicaciones o simplemente estimularlas ?

La mejor respuesta a estos sembradores de pánico, a estos apóstoles del escepticismo, de la impotencia, a estos protagonistas de la capitulación completa ante el enemigo, ha sido dada por Lenin en 1922, cuando el establecimiento de la Nep y el retorno a los métodos de gestión propios del mundo capitalista provocaron en algunos de nuestros más impresionables camaradas clamores y lamentaciones sobre nuestro «retroceso» .

«Lo más peligroso en la retirada — escribía Lenin — es el pánico. Cuando todo el ejército se bate en retirada, el estado de espíritu no puede ser, evidentemente, el mismo que cuando todo el mundo se bate avanzando.»

Y más adelante :

«Cuando todo el ejército retrocede no puede ver claramente donde debe detenerse: no ve sino el retroceso. Algunas veces basta que algunos siembren el pánico para que todo el mundo emprenda la fuga, y entonces el peligro es inmenso.»

¿Cómo proponía

a Lenin que nos comportásemos con los sembradores de pánico? He aquí lo que él escribía :

«Si alguien, aunque sea guiado por las mejores intenciones, introduce el pánico en el momento que nosotros emprendemos una retirada sumamente penosa y cuando más necesario es mantener el orden, debe procederse rudamente, cruelmente, despiadadamente, a la más leve violación de la disciplina, no sólo en lo que concierne a las cuestiones interiores del partido, sino con respecto a los mencheviques y a todos esos señores de la Internacional Segunda y media.»

«En estos días —escribe Lenin más adelante— he leído el artículo del camarada Rakosi sobre el nuevo opúscule de Otto Bauer, a cuya escuela todos hemos pertenecido en otro época, pero quien, después de la guerra, se ha convertido, como Kautsky, en un lamentable pequeño burgués. “Helos aquí, que se baten ahora en retirada hacia el capitalismo —escribe— ; nosotros lo hemos dicho siempre: esta revolución es una revolución burguesa.»

«Los mencheviques y socialrevolucionarios que predican estas cosas se asombran cuando nosotros decimos que les fusilaremos por ello. Se quedan estupefactos. Sin embargo, la cosa es bastante simple: cuando un ejército se bate en retirada hace falta una disciplina cien veces más fuerte que cuando se bate en ofensiva, porque en la ofensiva todo e1 mundo quiere ir hacia adelante. Pero si ahora todo el mundo marcha hacia atrás sería el desastre inevitable e inmediato.»

«Y cuando el menchevique viene a decirnos: “Vosotros os batís ahora en retirada, yo he opinado siempre por la retirada, estamos de acuerdo. Yo soy vuestro hombre, retirémonos juntos”, nosotros le responderemos: “Nuestras tropas deben fusilar a todo el que haga manifestación pública de menchevismo, porque de otro modo no sería justicia bolchevique, sino Dios sabe qué.»

Pero los mencheviques no llegan a comprender esto, y dicen : «¿Qué procedimientos dictatoriales tienen esas gentes?»

«Los dirigentes de la Segunda Internacional y de la Internacional Segunda y media, así como los mencheviques y los socialrevolucionarios, dicen : “La revolución ha ido demasiado lejos. Lo que tú dices ahora lo hemos dicho nosotros siempre. Permitidnos repetirlo una vez más.” Y nosotros respondemos : “Permitidnos llevaros por ello al patíbulo. O vosotros os abstenéis de manifestar vuestros puntos de vista políticos, o bien, si los manifestáis en la situación actual, en que las condiciones son mucho más duras para nosotros que cuando la ofensiva directa de los blancos, nosotros os trataremos, perdonadnos, como los peores elementos, como los más nocivos guardias blancos.»

Esto es lo que escribía Lenin. Si Lenin tenía razón de escribir así en el momento en que se planteaba una tregua después de la guerra civil, en el primer periodo de la Nep, ¿podemos nosotros, ahora que hemos terminado esa retirada, que progresamos en nuestra construcción socialista, pero que al mismo tiempo vemos a todos los Estados capitalistas aliarse contra nosotros y los socialdemócratas alemanes y rusos, con Kautsky y los emigrados monárquicos, se lanzan contra nosotros y preparan una intervención armada en la U. R. S. S., podemos nosotros en tal momento adoptar con esos «socialistas» una actitud distinta de aquella que recomendaba Lenin en 1922? Esta es la pregunta que nosotros hacemos a cada obrero y a cada campesino consciente.

En nuestro concepto, esta pregunta no puede tener sino una respuesta: nosotros no hemos permitido ni permitiremos sembrar el pánico en nuestras filas ni desorganizar nuestra obra de edificación socialista. No lo hemos permitido, no lo permitiremos, y creemos que tenemos razón en proceder así.

Por esto no podemos concederles a los partidos «socialistas» ni la libertad de acción ni la libertad de organización, que sería en realidad la libertad de minar la obra de construcción de los obreros y campesinos. Nosotros debemos poner a los mencheviques y socialrevolucionarios en condiciones de hacerlos impotentes para molestarnos, lo que no quiere decir, naturalmente, que debemos meterles en prisión. Hasta los socialrevolucionarios condenados por el Tribunal Supremo del Consejo Central Ejecutivo Panruso de 1922, después de haber sido demostrada su participación en la campaña terrorista y su participación en la organización del atentado contra Lenin, no están detenidos: están sencillamente sometidos a una vigilancia especial en distintas localidades de Siberia. (El mismo Gotz se encuentra en una provincia cercana al centro del país, en Simbirsk.) Lo que nosotros no les permitimos es continuar su trabajo contrarrevolucionario.

Cuando, por asegurar nuestra seguridad contra sus maniobras, les proponemos marchar al extranjero y canjearles por comunistas que sufren en las cárceles capitalistas se niegan terminantemente al canje, porque no quieren, dicen ellos, servir de «mercadería viva».

* * *

Pasemos ahora a la cuestión de los ultrajes y las injurias. Es insensato y absurdo afirmar que nosotros nos hemos propuesto ultrajar y torturar sistemáticamente a los detenidos. Quienquiera que sean los huéspedes de nuestras prisiones, aunque se trate de reincidentes en el asesinato y el bandidismo, nosotros no empleamos con ellos ninguna medida ilegal y procedemos enérgicamente cada vez que nos encontramos en presencia de procedimientos ilegales. Es cierto que conocemos muchas cosas contrarias al buen orden que se ban producido en nuestras prisiones, por ejemplo, en Iaroslavl y en Solovietsky. Pero inmediatamente se realizó una investigación sobre el lugar de los sucesos para probar que la responsabilidad de esos lamentables acontecimientos no recae siempre sobre el personal de prisiones y que los detenidos se habían permitido injuriar a sus vigilantes, los soldados rojos que habían soportado la prueba de la guerra civil y que veían en los detenidos a los responsables de sus sufrimientos y los consideraban como contrarrevolucionarios.

En suma, todas esas lamentaciones, todos esos clamores, no son sino medios de agitación y de engaño político, de los que se valen para desacreditar al Gobierno proletario ante los obreros de occidente.

Es así, y nosotros lo probaremos con hechos y documentos provenientes de los mismos mencheviques.

Como primer documento veamos que dicen sobre las condiciones de su prisión los mencheviques detenidos en el campamento de Souzdal. (Souzdal es una cabeza de partido a 35 verstas de Vladimir, centro de una provincia industrial a 180 verstas de Moscú. El campamento está establecido en el edificio de un antiguo monasterio.)

He aquí el extracto de una carta del obrero Karp Bielovodsky, menchevique miembro del Comité de Rostov del partido socialdemocrata obrero ruso :

«E1 martes llegué al campamento, donde me encuentro instalado en una buena habitación, muy limpia, bastante confortable, y yo os ruego de no inquietaros por mi suerte y de no creer que me encuentro mal en estas condiciones. Os doy mi palabra de honor que os digo la verdad. Por otra parte, mo tengo la intención de ocultar nada. Desde el punto de vista material, vivo aquí como en mi casa, y la alimentación es la misma que en mi casa, de suerte que no creo que coja la tuberculosis durante mis tres años, si no la he cogido yá cuando estaba libre y trabajando como oficial de fundición. Os ruego de no inquietaros por mi suerte y de pensar solamente en vosotros. Aquí, si se puede decir, hay orden, la gestión es buena, hay un jardín bello, casi todos los árboles son frutales : cerezos, manzanos, etc. La alimentación es la siguiente: por la mañana, té; al mediodía, sopa con carne, puré de patatas, y, por la tarde, carne y pan. El pan lo dan en cantidad suficiente. Nos dan también pan blanco, una cacharra de leche, té y azúcar. Se puede fumar, aunque yo no tengo el propósito de hacerme fumador. Podemos pasearnos dos veces por día, una hora cada vez, en el huerto.»

Veamos ahora una pasaje de una carta de Dorojkov, miembro de la organización de Tchita del partido socialrevohicionario:

«Esta vez soportaré más fácilmente mi detención. La detención es por ella misma leve. Mi celda es grande, sorprendentemente limpia. Todo está pintado de blanco: la mesa, las sillas, el lavabo, las paredes. Delante de mi ventana hay un gran jardín, que no contiene sino manzanos. ¡Ah, si mis sobrinos estuvieran aqui, L,olka, Youchka, y mis sobrinas, Raisa, Choura, Maroussia, y los pequeños Chourka, Loupan y el Gnomo, se cogerían todas las manzanas! El patio donde nos paseamos está cubierto de hierba y de flores. Todo es verde, el tiempo es magnífico. El aire es como un perfume, no se deja de respirarlo. La alimentación es excelente, y hasta muy excelente. Nos la sirven en platos y fuentes relucientes. La comida y la cena se componen de dos platos. Y, mi palabra de honor, yo os aseguro que no hago ironías, las condiciones de la prisión son buenas. Leo cuantos libros me caben en la cabeza, y tengo la intención de llenarla seriamente. No hay nada que hacer. Ningún trabajo. Estamos tres en una habitación, y yo leo día y noche.»

Extracto de una carta dirigida por el socialista revolucionario Tchaikine a su amigo:

«No se está mal del todo. Estamos dos en una gran habitación, cuyas dos ventanas dan al patio verde del monasterio. Nos paseamos tres horas diarias, en grupos de diez y hasta en compañia femenina. La pitanza es suficiente (se conceden 43 copeques diarios para la alimentación, más lo que nosotros agregamos). Hay bastantes libros, bebemos mucho té, y esto tres veces al día. Mañana comeremos chachlyk (cordero a la broche, plato favorite de los caucasianos).»

Extracto de una carta dirigida por el menchevique Daniline a sus padres :

«Por fin, he llegado al lugar que me han señalado y puedo escribiros algo sobre mi vida. Debo reconocer sinceramente que la vida aquí no es del todo mala. La celda (o, más bien, la habitación) donde me han instalado es bastante grande (seis por seis), clara y con dos ventanas; tiene una buena mesa, una cama, un gran colchón, una manta, una almohada y dos taburetes. Delante de las ventanas hay muchos árboles. Nos paseamos dos veces diarias, una hora cada vez. La alimentación hasta el presente es buena. La comida y la cena son de dos platos. Nos dan azúcar, té, cigarrillos y cerillas. En una palabra, hasta ahora me siento bien.»

Extracto de una carta dirigida por el menchevique Svietitsky desde el campamento de Souzdal a sus padres :

«Os aseguro que nunca en mi vida me he alimentado tan bien como ahora. Frecuentemente me aflige la idea de que vosotros, mis queridos padres, no podéis permitiros la quinta parte de los que yo tengo, aunque vosotros tendréis posiblemente mayor necesidad de ello. Os aseguro que me siento bien y que me alimento tan bien únicamente porque todo el mundo aquí se alimenta lo mismo. Como ya os lo he dicho en carta anterior, soy completamente libre todo el día. Paso el tiempo con los otros, paseandonos, charlando, leyendo, etc.»

Este es el régimen en el campamento de Souzdal, lo que no impide a los mencheviques estar descontentos. Quieren y exigen que les concedamos el régimen de Solovietsky. Estos individuos que han clamado a la faz del mundo que estaban en las condiciones más horribles y que sufrían atrozmente en el campamento de Solovietsky, están descon-tentos en el campamento de Souzdal y quieren que les concedamos en este campamento el mismo régimen que en... Solovietsky. Es lo que ellos mismos dicen. He aquí a un amigo que se encontraba en Solovietsky el menchevique Blodh cuando fué transferido a Souzdal:

“Aquí, es verdad, no hay esa apariencia de libertad, diré de libertad de desplazamiento en el campamento, que allá. El campamento de Souzdal tiene el carácter de una prisión, pero todo esto está compensado con un clima incomparablemente mejor, con una alimentación conveniente, compuesta con productos frescos y con el hecho de que no estamos separados del mundo. Régimen: dos veces por día, llamada; dos paseos de una hora cada uno; comida y cena, dos platos; tres veces agua hervida y una libra de pan negro por día; además dos libras de azúcar refinada, un cuarto de libra de té, cuatrocientos cigarrillos y cuatro cajas de cerillas por més. A los que necesitan una alimentatión más abundante les dan de suplemento, por dictamen del médico, una libra de pan blanco, una botella de leche, dos huevos y un octavo de libra de mantequilla por día. Se puede uno hacer traer por intermedio de la administración cuantos periódicos, revistas y productos desee; seis cartas por mes a los parientes; entrevistas con los parientes que vienen de lejos, tres días seguidos al més, una hora diaria.”

Bloch no es el único que piensa así, como lo prueban otros documentos. Veamos lo que escribe el menchevique Vassieliev, trasladado a Souzdal:

“Creo que nuestro objeto debe ser conseguir aquí el régimen de Solovietsky... Así, la lucha es inevitable, pero al emprenderla es necesario darse cuenta de los resultados que se pueden obtener. Nuestra palabra de orden general es clara: el régimen de Solovietsky en Souzdal.

* * *

Vamos a ver ahora lo que escribe a propósito del régimen del campamento un grupo de mencheviques georgianos en respuesta a la información abierta por los mencheviques detenidos. Se recordará que Jordania escribió a sus agentes para que recogieron toda suerte de informaciones sobre “el régimen en vigor en las prisiones” y sobre las “torturas” a las cuáles sometemos a los mencheviques encarcelados. Veamos cuáles son las torturas descritas por los mencheviques detenidos en el campamento. Se trata de saber qué medidas deben adoptarse para conseguir el suavizamiento del régimen al cual se encuentran sometidos los prisioneros: es necesario declarar la huelga de hambre general o suicidarse colectivamente para demostrarle al mundo las condiciones intolerables en que se encuentran los mencheviques en nuestras prisiones. A este respecto los mencheviques de Georgia responden:

“Se puede recurrir a este medio, es decir, al suicidio momentáneo o prolongado (huelga de hambre) para fines políticos más restringidos y particularmente para obtener una modificación en el régimen de la, prisión. Pero nos parece que, si se lucha por este medio extremo por fines de este género y tales palabras de orden, es necesario, para justificar esta lucha ante la opinión pública, que el régimen de la detención sea hasta un cierto punto indignante. Pero, convenid, camaradas, que el régimen de aquí no es tal que en su conjunto sea preciso, sin, necesidad especial, recurrir a la huelga de hambre. En otra época, en otra situación política y dentro de otra correlación de fuerzas, las huelgas de hambre pueden ser admisibles y racionales aunque sean declaradas por bagatelas, como era el caso en otra época. Pero, en conjunto, lo repetimos, el régimen no puede parecerle a nadie tan indignante. Si en respuesta a nuestra huelga de hambre, se autoriza a la comisión más antisoviética posible, aunque sea compuesta de socialistas europeos, a venir e investigar nuestro régimen, esta comisión dirá seguramente que el régimen soviético y su justicia son malos pero que en la prisión de Souzdal el régimen es completamente satisfactorio.”

Después de estas declaraciones tan francas de los propios mencheviques, se puede, creemos nosotros, considerar enteramente refutadas por estos mismos las mentiras y calumnias desparrarnadas por sus delegados en el extranjero sobre el régimen en vigor en nuestras prisiones.

Esto es lo que queda de la última cuestión.

* * *

Hagamos ahora el balance de nuestro análisis. Este balance puede establecerse así:

1.° La U. R. S. S. está expuesta ahora a un extremo peligro proveniente del exterior. Los Estados burgueses se alían contra ella y se aprestan a hacerle la guerra. Los Gobiernos capitalistas sueñan con la destrucción del Poder soviético y con el restablecimiento del régimen capitalista, con la reintegración de los capitalistas y de los terratenientes y con el triunfo de la sombria reacción ;

2.° En estas condiciones, el Estado proletario debe, por todos los medios, comprendidos los más rudos y los más implacables, combatir a aquellos cuya política tiende a destruir el Poder soviético, a aquellos que por medio de actos terroristas, complots de espionaje, etc., nos debilitan nuestra retaguardia y ayudan a los Gobiernos burgueses que se preparan para la guerra;

3.° En la medida que atribuyen a su acción práctica el mismo objeto (derrocamiento del Poder soviético), sea preparando secretamente una in-surrección, sea tratando directamente con los Gobiernos burgueses contrarrevolucionarios, sea haciendo propaganda legal o ilegal de sus ideas sobre la necesidad de derrocar al Poder soviético, los partidos mencheviques y socialista revolucionario, que se intitulan socialistas, son para nosotros enemigos contra los cuales nosotros estamos obligados ante los trabajadores de la U. R. S. S. a aplicarles las medidas más rigurosas sin permitirles jamás minar la fuerza interior del Poder soviético y su obra de edificación;

4.° Los detenidos no son objeto de ninguna crueldad especial y, si se produce algun caso aislado de violencia, sus autores son perseguidos y castigados. Cuando es posible evitar una represión severa, reemplazarla por medidas más suaves, comprendiendo la expatriación al extranjero o el cambio con comunistas emprisionados en la Europa occidental, jamás nos negamos a ello. Solo los locos, los mentirosos y los hipócritas, pueden considerar desleales las medidas que, arrancando a la vindicta capitalista a los obreros revolucionarios, proporciona al mismo tiempo a los mencheviques y a los socialistas revolucionarios la posibilidad de obtener la libertad y de residir en el extranjero en lugar de permanecer en las prisiones soviéticas. Y si los mencheviques y los socialistas revolucionarios no consienten estas medidas es porque tienen para ello otras razones que procuran disimular;

5.° Los últimos actos de la actividad de los mencheviques, en particular el artículo de Kautsky y la carta de Jordania, demuestran que en el momento en que las relaciones internacionales adquirían una tensión extrema, cuando la U. R. S. S. estaba amenazada de guerra y de la intervención extranjera, los mencheviques continuaban en su empeño de marchar contra la U. R. S. R., lado a lado de los intervencionistas y de los rapaces capitalistas burgueses.

Esto es lo que consideramos necesario decir francamente a los obreros y trabajadores de Occidente, y estamos convencidos que las masas trabajadoras de Occidente, que soportan todo el peso del régimen burgués y gimen en la opresión del capital, estarán con nosotros y no con los mencheviques y socialistas revolucionarios, que nos ayudarán a defender nuestro país y a luchar por el triunfo de la revolución comunista y la destrucción del yugo del capital en el mundo entero.