V. I. Lenin

DOS TACTICAS
DE LA SOCIALDEMOCRACIA
EN LA REVOLUCION
DEMOCRATICA
[1]

 


Escrito: En junio-julio de 1905.
Primera edición: Apareció en forma de libro en Ginebra, en julio de 1905.
Digitalización y Edición Electrónica: Ediciones Bandera Roja.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2003.



 
I N D I C E

PROLOGO

I

1.

UNA CUESTION POLITICA URGENTE

1

2.

¿QUE NOS DA LA RESOLUCION DEL III CONGRESO DEL P.O.S.D.R. SOBRE EL GOBIERNO PROVISIONAL REVOLUCIONARIO?


 
5

3.

¿QUE ES LA "VICTORIA DECISIVA DE LA REVOLUCION SOBRE EL ZARISMO"?


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4.

LA LIQUIDACION DEL REGIMEN MONARQUICO Y LA REPUBLICA


24

5.

¿COMO HAY QUE "IMPULSAR LA REVOLUCION HACIA ADELANTE"?


31

6.

¿DE QUE LADO AMENAZA AL PROLETARIADO EL PELIGRO DE VERSE CON LAS MANOS ATADAS EN LA LUCHA CONTRA LA BURGUESIA INCONSECUENTE?


 
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7.

LA TACTICA DE LA "ELIMINACION DE LOS CONSERVADORES DEL GOBIERNO"


54

8.

LA TENDENCIA DE OSVOBOZHDENIE Y EL NEOISKRISMO

60

9.

¿QUE SIGNIFICA SER EL PARTIDO DE LA OPOSICION EXTREMA DURANTE LA REVOLUCION?


71

10.

LAS "COMUNAS REVOLUCIONARIAS" Y LA DICTADURA REVOLUCIONARIO-DEMOCRATICA DEL PROLETARIADO Y DE LOS CAMPESINOS



76

11.

BREVE COMPARACION DE ALGUNAS RESOLUCIONES DEL III CONGRESO DEL P.O.S.D.R. Y DE LA "CONFERENCIA"


90

12.

¿SERA MENOR LA ENVERGADURA DE LA REVOLUCION DEMOCRATICA SI LA BURGUESIA LE VUELVE LA ESPALDA?


96

13.

CONCLUSION. ¿NOS ATREVEREMOS A VENCER?

109


EPILOGO. OTRA VEZ LA TENDENCIA DE OSVOBOZHDENIE, OTRA VEZ EL NEOISKRISMO


124

I.

¿Por que elogian los realistas liberal-burgueses a los "realistas" socialdemócratas?


124

   II.

Nueva "profundización" del problema por el camarada
Martínov


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III.

La vulgar exposición burguesa de la dictadura y el
concepto de Marx sobre ella


144

NOTAS

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P R O L O G O

    En los momentos revolucionarios, es muy difícil llegar a alcanzar los acontecimientos, que suministran una cantidad prodigiosa de nuevo material para apreciar las consignas tácticas de los partidos revolucionarios. Este folleto fue escrito antes de los acontecimientos de Odesa[*]. Hemos indicado ya en Proletari [2] (número 9, "La revolución enseña)[**] que dichos acontecimientos han obligado, incluso a aquellos socialdemócratas que crearon la teoría de la insurrección proceso y negaban la propaganda en favor del gobierno provisional revolucionario, a pasar o empezar a pasar de hecho al lado de sus contrincantes. La revolución enseña, indudablemente, con tal rapidez y tal profundidad, que parecen increíbles en los períodos pacíficos de desarrollo político. Y, lo que es particularmente importante, enseña no sólo a los dirigentes, sino también a las masas.

    No cabe la menor duda de que la revolución enseñará el socialdemocratismo a las masas obreras de Rusia. La revolución confirmará en la práctica el programa y la táctica de la socialdemocracia, mostrando la verdadera naturaleza de las distintas clases sociales, mostrando el carácter burgués de nuestra democracia y las aspiraciones verdaderas de los


    * Se refiere a la sublevación del acorazado "Príncipe Potemkin". (Nota de Lenin para la edición de 1907. N. de la Red.)
    ** Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. IX. (N. de la Red.)

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campesinos, revolucionarios en el sentido democraticoburgués, pero que llevan latente en sí no la idea de la "socialización", sino una nueva lucha de clases entre la burguesía campesina y el proletariado rural. Las viejas ilusiones del viejo populismo, que se transparentan de un modo tan claro, por ejemplo, en el proyecto de programa del "partido de los socialrevolucionarios", en la cuestión del desarrollo del capitalismo en Rusia, en la cuestión de democratismo de nuestra "sociedad", en la cuestión de la significación de la victoria completa de la insurrección campesina, todas estas ilusiones serán disipadas implacable y definitivamente por la revolución. Esta dará por vez primera el bautismo político auténtico a las distintas clases. Estas clases saldrán de la revolución con una fisonomía política definida, mostrándose tal como son no sólo en los programas y en las consignas tácticas de sus ideólogos, sino también en la acción política abierta de las masas.

    Es indudable que la revolución nos aleccionará, que aleccionará a las masas populares. Pero la cuestión, para el partido político en lucha, consiste ahora en saber si sabremos enseñar algo a la revolución, si sabremos aprovecharnos de lo justo de nuestra doctrina socialdemócrata, de nuestra ligazón con el proletariado, la única clase consecuentemente revolucionaria, para imprimir a la revolución un sello proletario, para llevar la revolución hasta la verdadera victoria, decisiva, efectiva, y no verbal, para paralizar la inconsistencia, la ambigüedad y la traición de la burguesía democrática.

    Hacia este fin debemos dirigir todos nuestros esfuerzos. El conseguirlo depende, por una parte, del acierto con que valoremos la situación política, de que sean justas nuestras consignas tácticas, y, por otra parte, de que dichas consignas

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estén sostenidas por la fuerza combativa real de las masas obreras Toda la labor habitual, regular, corriente de todas las organizaciones y grupos de nuestro Partido, la labor de propaganda, agitación y organización está orientada para fortalecer y ensanchar la ligazón con la masa. Esta labor es siempre necesaria, pero en los momentos revolucionarios menos que nunca puede ser considerada como suficiente. En dichos momentos, la clase obrera se siente instintivamente impulsada hacia la acción revolucionaria abierta, y nosotros debemos saber plantear acertadamente las tareas de dicha acción, con el fin de difundirlas después del modo más vasto posible y de hacer que sean comprendidas. No hay que olvidar que el pesimismo corriente sobre nuestro contacto con la masa encubre ahora con una frecuencia particular las ideas burguesas relativas al papel del proletariado en la revolución. Es indudable que tenemos que trabajar todavía muchísimo en la educación y organización de la clase obrera, pero, actualmente, toda la cuestión consiste en saber dónde debe residir el centro de gravedad político principal de dicha educación y de dicha organización: ¿en los sindicatos y en las asociaciones legales o en la insurrección armada, en la obra de creación de un ejército revolucionario y de un gobierno revolucionario? La clase obrera se educa y se organiza tanto en lo uno como en lo otro, Tanto lo uno como lo otro, naturalmente, es necesario. Toda la cuestión ahora, en la revolución actual, se reduce, sin embargo, a saber dónde residirá el centro de gravedad de la educación y de la organización de la clase obrera: si en lo primero o en lo segundo.

    El desenlace de la revolución depende del papel que desempeñe en ella la clase obrera: de que se limite a ser un

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mero auxiliar de la burguesía, aunque sea un auxiliar poderoso por la intensidad de su empuje contra la autocracia, pero políticamente impotente, o de que asuma el papel de dirigente de la revolución popular. Los representantes conscientes de la burguesía se dan perfecta cuenta de ello. Por esto es por lo que Osvobozhdenie [3] ensalza el akimovismo, el "economismo" en la socialdemocracia, el cual coloca actualmente en el primer plano los sindicatos y las asociaciones legales. Por esto es por lo que el señor Struve celebra (número 72 de Osvobozhdenie ) las tendencias de principio del akimovismo en el neoiskrismo, Por esto es por lo que arremete contra la odiada estrechez revolucionaria de las resoluciones del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia.

    Las acertadas consignas tácticas de la socialdemocracia tienen ahora una importancia particular para la dirección de las masas. No hay nada más peligroso que rebajar en las épocas revolucionarias la importancia de las consignas tácticas estrictamente conformes a los principios. Por ejemplo, Iskra [4], en el número 104, se pasa de hecho al lado de sus contrincantes en la socialdemocracia, pero, al mismo tiempo, habla con desdén de la significación de las consignas y resoluciones tácticas que se adelantan a la realidad, que indican el camino por el que avanza el movimiento con una serie de reveses, errores, etc. Por el contrario, la elaboración de resoluciones tácticas acertadas tiene una importancia gigantesca para el partido, que quiere dirigir al proletariado en el espíritu de los firmes principios del marxismo y no únicamente arrastrarse a la cola de los acontecimientos. En las resoluciones del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia y de la Conferencia de los elementos

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disidentes del Partido[*], tenemos la expresión más exacta, más meditada, más completa de las concepciones tácticas, no manifestadas de un modo casual por algunos escritores, sino aprobadas por los representantes responsables del proletariado socialdemócrata. Nuestro Partido marcha al frente de todos los demás, con un programa preciso y aceptado por todos. El Partido debe dar ejemplo a los demás partidos, en lo que se refiere a la severidad de la actitud con respecto a sus resoluciones tácticas, en oposición al oportunismo de la burguesía democrática de Osvobozhdenie y de la fraseología revolucionaria de los socialrevolucionarios, los cuales sólo durante la revolución se han acordado de presentar un "proyecto" de programa y de ocuparse por primera vez de la cuestión de saber si la revolución que se desarrolla ante sus ojos es burguesa.

    He aquí por qué consideramos como la obra más urgente de la socialdemocracia revolucionaria el estudio detenido de las resoluciones tácticas del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia y de la Conferencia, el fijar las desviaciones que se advierten en las mismas de los principios del marxismo, el comprender claramente las tareas concretas del proletariado socialdemócrata en la revolución democrática. A esta labor precisamente está consagrado el presente folleto. La comprobación de nuestra táctica desde el punto de vista de los principios del marxismo y de las


    * En el III Congreso del P.O.S.D.R. (celebrado en Londres, en mayo de 1905), sólo participaron los bolcheviques. En la "Conferencia" (celebrada en Ginebra en el mismo mes), sólo participaron mencheviques, a los que a menudo se les denomina en el presente folleto "neoiskristas", porque, al seguir publicando Iskra, manifestaron por boca de Trotski, su correligionario entonces, que entre la vieja Iskra y la nueva mediaba un abismo. (Nota de Lenin para la edición de 1907. N. de la Red.)

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enseñanzas de la revolución, es necesaria también para todo aquel que quiera preparar realmente la unidad de táctica como base de la futura unificación completa de todo el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia y no limitarse únicamente a decir palabras de exhortación.

N. Lenin  

Julio de 1905.



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1. UNA CUESTION POLITICA URGENTE


    En los momentos revolucionarios por que estamos atravesando, está a la orden del día la cuestión de la convocatoria de una Asamblea Constituyente de todo el pueblo. Las opiniones divergen cuando se trata de determinar cómo hay que resolver dicha cuestión. Se manifiestan tres tendencias políticas El gobierno zarista admite la necesidad de la convocatoria de los representantes populares, pero no desea de ningún modo permitir que esa asamblea sea de todo el pueblo y constituyente. Parece ser que se muestra de acuerdo, si se puede dar crédito a las noticias de la prensa sobre la labor de la Comisión Bulyguin[5], con una Asamblea Consultiva, elegida sin libertad de agitación y de acuerdo con un sistema electoral estrechamente censatario o estrechamente corporativo. El proletariado revolucionario, por cuanto está dirigido por la socialdemocracia, exige el paso completo del Poder a la Asamblea Constituyente, tratando de conseguir con este fin no sólo el sufragio universal y no sólo la completa libertad de agitación, sino, además, el derrocamiento inmediato del gobierno zarista y la sustitución del mismo por un gobierno provisional revolucionario. Finalmente, la burguesía liberal, que expresa sus deseos por boca de los jefes del llamado "partido constitucional demócrata"[6], no exige el derrocamiento del gobierno zarista, no propugna la consigna de gobierno provisional, no insiste en las garantías reales para que las elecciones sean completamente libres y justas, para que la asamblea de los repre-

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sentantes pueda ser efectivamente de todo el pueblo y efectivamente constituyente. En el fondo, la burguesía liberal, la única que constituye el apoyo social serio de la tendencia de Osvobozhdenie, trata de conseguir una transacción, lo más pacífica posible, entre el zar y el pueblo revolucionario, una transacción tal, además, que deje la mayor parte posible del Poder en sus manos, en las de la burguesía, y la parte menos considerable al pueblo revolucionario, al proletariado y a los campesinos.

    Tal es la situación política en el momento actual. Tales son las tres tendencias políticas principales, correspondientes a las tres fuerzas sociales principales de la Rusia presente. Hemos hablado ya más de una vez en Proletari (números 3, 4 y 5)* de cómo los seguidores de Osvobozhdenie cubren con frases seudodemocráticas su política ambigua, es decir, hablando de un modo más directo y simple, de felonía, de traición a la revolución. Veamos ahora cómo conciben los socialdemócratas las tareas del momento Constituyen en este sentido un material excelente las dos resoluciones adoptadas recientemente por el III Congreso del P.O.S.D.R. y por la "Conferencia" de los disidentes del Partido. La cuestión de saber cuál de estas resoluciones tiene en cuenta de un modo más acertado el momento político y define de un modo más acertado la táctica del proletariado revolucionario, tiene una importancia enorme, y todo socialdemócrata que desee cumplir conscientemente sus deberes de propagandista, agitador y organizador, debe orientarse con toda atención en este problema, dando completamente de lado las consideraciones que no atañen a la esencia de la cuestión.


    * Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VIII. (N. de la Red.)

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    Se entiende por táctica del Partido su conducta política, o el carácter, la orientación y los procedimientos de su actuación política. El Congreso del Partido toma resoluciones tácticas para definir de un modo preciso la conducta política del Partido en su conjunto, en relación con las nuevas tareas o en vista de una nueva situación política. Una nueva situación de esta naturaleza ha sido creada por la revolución iniciada en Rusia, es decir, por la divergencia completa, decidida y abierta entre la inmensa mayoría del pueblo y el gobierno zarista. El nuevo problema consiste en saber cuáles son los procedimientos prácticos a emplearse para la convocatoria de una Asamblea realmente popular y realmente constituyente (desde el punto de vista teórico, la cuestión de una tal Asamblea ha sido ya oficialmente resuelta hace mucho tiempo y con anterioridad a todos los demás partidos, por la socialdemocracia, en su programa de partido). Si el pueblo se ha divorciado del gobierno y la masa ha adquirido conciencia de la necesidad de establecer un nuevo orden de cosas, un partido que se ha impuesto como fin derribar al gobierno debe necesariamente pensar con qué gobierno reemplazará al antiguo, al que haya sido derribado. Surge el nuevo problema sobre el gobierno provisional revolucionario. Para resolverlo plenamente el Partido del proletariado consciente debe dilucidar: primero, la significación del gobierno provisional revolucionario en la revolución que se está desarrollando y en toda la lucha del proletariado en general; segundo, su actitud frente al gobierno provisional revolucionario; tercero, las condiciones precisas de la participación de la socialdemocracia en este gobierno; cuarto, las condiciones de la presión sobre dicho gobierno desde abajo, es decir, en el caso de que no participe en el mismo la social-

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democracia. Sólo dilucidando todas estas cuestiones, la conducta política del Partido en este sentido será una actitud de principio, dura y firme.

    Veamos, pues, cómo soluciona estas cuestiones la resolución del III Congreso del P.O.S.D.R. He aquí el texto completo:

    "Resolución sobre el gobierno provisional revolucionario.

    Considerando:

    1) que, tanto los intereses inmediatos del proletariado como los intereses de su lucha por los objetivos finales del socialismo, exigen la libertad política más completa posible, y, por consiguiente, la sustitución de la forma de gobierno autocrática por la república democrática;

    2) que la realización de la república democrática en Rusia es posible únicamente como resultado de la insurrección popular victoriosa, cuyo órgano será el gobierno provisional revolucionario, único capaz de garantizar una libertad completa de agitación electoral y convocar, a base del sufragio universal, igual, directo y secreto, una Asamblea Constituyente que exprese efectivamente la voluntad del pueblo;

    3) que esta revolución democrática en Rusia, dado el régimen social y económico actual, no debilitará, sino que fortalecerá la dominación de la burguesía, la cual intentará inevitablemente, en un momento determinado, sin detenerse ante nada, arrebatar al proletariado de Rusia la mayor parte posible de las conquistas del período revolucionario,

    el III Congreso del P O.S.D.R. acuerda:

    a) es necesario difundir entre la clase obrera una idea concreta sobre la marcha más probable de la revolución y sobre la necesidad de la aparición, en un momento determinado de la misma, de un gobierno provisional revolucio-

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nario, del cual el proletariado exigirá la realización de todas las reivindicaciones políticas y económicas inmediatas de nuestro programa (programa mínimo);

    b) con arreglo a la correlación de fuerzas y a otros factores, que no es posible fijar con precisión de antemano, es admisible la participación de mandatarios de nuestro Partido en el gobierno provisional revolucionario, con el fin de luchar implacablemente frente a todos los intentos contrarrevolucionarios y defender los intereses propios de la clase obrera;

    c) condición necesaria para esta participación es el control riguroso del Partido sobre sus representantes y la salvaguardia constante de la independencia de la socialdemocracia, que aspira a la revolución socialista completa y es, por tanto, irreconciliablemente enemiga de todos los partidos burgueses;

    d) independientemente de que sea o no posible la participación de la socialdemocracia en el gobierno provisional revolucionario, se debe propagar entre las más extensas capas del proletariado la idea de que es necesario que el proletariado armado, dirigido por la socialdemocracia, presione constantemente al gobierno provisional, con el fin de mantener, consolidar y extender las conquistas de la revolución".



2. ¿QUE NOS DA LA RESOLUCION DEL III
CONGRESO DEL P.O.S.D.R SOBRE EL
GOBIERNO PROVISIONAL
REVOLUCIONARIO?


    La resolución del III Congreso del P.O.S.D.R., como se ve por su título, está entera y exclusivamente consagrada a

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la cuestión relacionada con el gobierno provisional revolucionario. Esto quiere decir que la participación de la socialdemocracia en el gobierno provisional revolucionario aparece aquí como una parte de la cuestión. Por otra parte, se trata sólo de un gobierno provisional revolucionario y no de otra cosa; por consiguiente, no entran para nada aquí cuestiones como la de la "conquista del Poder" en general y otras. ¿Ha obrado bien el Congreso eliminando esta última cuestión y otras análogas? Indiscutiblemente ha obrado bien, pues la situación política de Rusia no pone en manera alguna dichas cuestiones a la orden del día. Por el contrario, el problema puesto a la orden del día por todo el pueblo es el derrocamiento de la autocracia y la convocatoria de la Asamblea Constituyente. Los congresos del Partido deben resolver no las cuestiones a que se refiere, oportuna o inoportunamente, este o el otro escritor, sino las que tienen una importancia política seria en virtud de las condiciones del momento y como consecuencia de la marcha objetiva del desarrollo social.

    ¿Qué importancia tiene el gobierno provisional revolucionario en la revolución presente y en la lucha general del proletariado? La resolución del Congreso lo explica, indicando desde el comienzo la necesidad de la "libertad política más completa posible", tanto desde el punto de vista de los intereses inmediatos del proletariado como desde el punto de vista de los "objetivos finales del socialismo". Pero la libertad política completa exige la sustitución de la autocracia zarista por la república democrática, como se reconoce ya en el programa de nuestro Partido. Subrayar la consigna de la república democrática en la resolución de Congreso es necesario desde el punto de vista lógico y de principio, pues el proletariado, como combatiente de vanguardia por

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la democracia, trata de alcanzar precisamente la libertad completa; además, subrayar esto es tanto más útil en el momento actual, cuanto que precisamente ahora se presentan con la bandera del "democratismo" los monárquicos, a saber: el llamado partido constitucional "democrático" o de "Osvobozhdenie". Para la instauración de la república es absolutamente necesaria la asamblea de los representantes populares, asamblea que debe ser necesariamente de todo el pueblo (a base del sufragio universal, igual, directo y secreto) y constituyente. Esto es lo que reconoce más adelante la resolución del Congreso. Pero no se limita a esto. Para establecer un nuevo orden de cosas que "exprese realmente la voluntad del pueblo" no basta con dar a la asamblea representativa la denominación de constituyente. Es preciso que dicha asamblea tenga poder y fuerza para "constituir". Dándose cuenta de ello, la resolución del Congreso no se limita a la consigna formal de "Asamblea Constituyente", sino que añade las condiciones materiales, únicas bajo las cuales será posible a dicha Asamblea el cumplimiento de su misión. Indicar las condiciones en que la Asamblea Constituyente nominal puede convertirse en Asamblea Constituyente efectiva es de una necesidad imperiosa, ya que la burguesía liberal, personificada por el partido constitucional monárquico, falsea deliberadamente, como hemos indicado ya más de una vez, la consigna de Asamblea Constituyente de todo el pueblo, reduciéndola a una frase vacía.

    La resolución del Congreso dice que sólo un gobierno provisional revolucionario, con la particularidad de que sea el órgano de la insurrección popular victoriosa, es capaz de garantizar la libertad completa de la agitación electoral y de convocar una asamblea que exprese realmente la voluntad del pueblo. ¿Es justa esta tesis? Quien piense ponerla

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en tela de juicio debe afirmar que el gobierno zarista puede no tender la mano a la reacción, que es capaz de ser neutral durante las elecciones, que puede preocuparse de la expresión real de la voluntad del pueblo. Semejantes afirmaciones son tan absurdas, que nadie las defenderá abiertamente, pero precisamente nuestras gentes de Osvobozhdenie nos las hacen pasar furtivamente bajo la bandera liberal. La Asamblea Constituyente debe convocarla alguien; las elecciones libres y justas deben ser garantizadas por alguien; alguien debe otorgar enteramente a esta Asamblea la fuerza y el poder; sólo un gobierno revolucionario que sea el órgano de la insurrección puede querer con entera sinceridad esto y tener fuerzas para hacer todo lo necesario con el fin de realizarlo. El gobierno zarista se opondrá inevitablemente a ello. Un gobierno liberal, que hubiera concertado un arreglo con el zar y no se apoyara enteramente en la insurrección popular, no sería capaz de querer sinceramente esto, ni de realizarlo, aun en el caso de desearlo con la mayor sinceridad. Por consiguiente, la resolución del Congreso da la única consigna democrática acertada y del todo consecuente.

    Pero la apreciación de la importancia del gobierno provisional revolucionario sería incompleta e inexacta, si se perdiera de vista el carácter de clase de la revolución democrática. Por eso, la resolución añade que la revolución fortalecerá la dominación burguesa, lo cual es inevitable en el régimen actual, es decir, en el régimen económico-social capitalista. Pero el resultado del fortalecimiento de la dominación de la burguesía sobre un proletariado más o menos libre políticamente, deberá ser inevitablemente una lucha desesperada entre ellos por el Poder, deberán ser unas tentativas desesperadas de la burguesía para "arrebatar al proletariado las conquistas del período revolucionario". Al

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luchar por la democracia a la vanguardia y al frente de todos, el proletariado no debe olvidar por ello, ni un momento, las nuevas contradicciones que encierra en sus entrañas la democracia burguesa, y la nueva lucha.

    La significación del gobierno provisional revolucionario es apreciada, pues, de un modo completo en la parte de la resolución que estamos examinando: tanto en su posición con respecto a la lucha por la libertad y la república, como en su posición con respecto a la Asamblea Constituyente y en su posición con respecto a la revolución democrática, que desbrozará el camino para una nueva lucha de clases.

    Cabe a renglón seguido preguntar: ¿cuál debe ser la posición del proletariado en general con respecto al gobierno provisional revolucionario? La resolución del Congreso contesta a esto, ante todo, con el consejo directo al Partido de difundir entre la clase obrera el convencimiento de la necesidad de constituir un gobierno provisional revolucionario. La clase obrera debe tener conciencia de esta necesidad. Mientras que la burguesía "democrática" deja en la sombra la cuestión del derrocamiento del gobierno zarista, nosotros debemos colocarla en el primer plano e insistir en la necesidad de un gobierno provisional revolucionario. Es más, debemos indicar el programa de acción de dicho gobierno, programa que corresponda a las condiciones objetivas del momento histórico por que estamos atravesando y a las tareas de la democracia proletaria. Dicho programa es todo el programa mínimo de nuestro Partido, el programa de las transformaciones políticas y económicas inmediatas, completamente realizables, por una parte, a base de las relaciones económico-sociales actuales, y necesarias, por otra, para dar el paso siguiente, para realizar el socialismo.

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    Así, pues, la resolución pone completamente en claro el carácter y los fines del gobierno provisional revolucionario. Por su origen y por su carácter fundamental, dicho gobierno debe ser el órgano de la insurrección popular. Por su destino formal, debe ser un instrumento para convocar la Asamblea Constituyente de todo el pueblo. Por el contenido de su actuación, debe realizar el programa mínimo de la democracia proletaria, como único capaz de garantizar los intereses del pueblo insurreccionado contra la autocracia.

    Se puede objetar que el gobierno provisional, por ser provisional, no puede realizar un programa positivo no aprobado aún por todo el pueblo. Semejante objeción no sería más que un sofisma de reaccionarios y "autocratófilos". No realizar ningún programa positivo significa tolerar la existencia del estado de cosas feudal de la autocracia podrida. Tolerar un orden de cosas tal, lo podría hacer sólo un gobierno de traidores a la causa de la revolución y no un gobierno que sea el órgano de la insurrección popular. ¡Sería una burla que alguien propusiese renunciar a la realización práctica de la libertad de reunión, antes de que reconozca dicha libertad la Asamblea Constituyente, so pretexto de que la Asamblea Constituyente puede no reconocer la libertad de reunión! Una burla de este género es la objeción contra la aplicación inmediata del programa mínimo por el gobierno provisional revolucionario.

    Anotemos, en fin, que, al fijar como tarea del gobierno provisional revolucionario la aplicación del programa mínimo, la resolución elimina con ello las absurdas ideas semianarquistas sobre la realización inmediata del programa máximo, sobre la conquista del Poder para llevar a cabo la revolución socialista. El grado de desarrollo económico de Rusia (condición objetiva) y el grado de conciencia y de

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organización de las grandes masas del proletariado (condición subjetiva, indisolublemente ligada a la objetiva) hacen imposible la liberación completa inmediata de la clase obrera. Sólo la gente más ignorante puede desconocer el carácter burgués de la revolución democrática que se está desarrollando; sólo los optimistas más cándidos pueden olvidar cuán poco conoce aún la masa de los obreros los fines del socialismo y los procedimientos para realizarlo. Pero todos nosotros estamos persuadidos de que la emancipación de los obreros puede ser obra sólo de los obreros mismos; sin la conciencia y la organización de las masas, sin su preparación y su educación por medio de la lucha de clases abierta contra toda la burguesía, ni hablar se puede de revolución socialista. Y como contestación a las objeciones anarquistas de que aplazamos la revolución socialista, diremos: no la aplazamos, sino que damos el primer paso hacia la misma por el único procedimiento posible, por la única senda certera, a saber: por la senda de la república democrática. Quien quiera ir al socialismo por otro camino que no sea el del democratismo político, llegará infaliblemente a conclusiones absurdas y reaccionarias, tanto en el sentido económico como en el político. Si en un momento determinado tales o cuales obreros nos preguntan por qué no hemos de realizar nuestro programa máximo, les contestaremos indicándoles cuán ajenas son aún al socialismo las masas del pueblo, impregnadas de un estado de espíritu democrático, cuán poco desarrolladas se hallan aún las contradicciones de clase, cuán inorganizados están aún los proletarios. ¡Organizad a centenares de miles de obreros en toda Rusia, difundid entre millones la simpatía hacia vuestro programa! Probad a hacer esto, no limitándoos a frases anarquistas sonoras, pero huecas, y veréis inmediatamente que llevar a

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cabo esta organización, que la difusión de esta educación socialista depende de la realización más completa posible de las transformaciones democráticas.

    Continuemos. Una vez aclarada la significación del gobierno provisional revolucionario y la actitud del proletariado con respecto al mismo, surge la siguiente pregunta: ¿es admisible, y en qué condiciones, nuestra participación en dicho gobierno (acción desde arriba)? ¿Cuál debe ser nuestra acción desde abajo? La resolución da respuestas exactas a estas dos preguntas: declara decididamente que, en principio, la participación de la socialdemocracia en el gobierno provisional revolucionario (en la época de la revolución democrática, en la época de la lucha por la república) es admisible. Con esta declaración, nos separamos irremisible mente tanto de los anarquistas, que contestan a esta pregunta negativamente en principio, como de los "seguidistas" de la socialdemocracia (tales como Martínov y los neoiskristas), que nos intimidaban con la perspectiva de una situación en la cual dicha participación pudiera resultar in dispensable para nosotros. Con esta declaración, el III Congreso del P.O.S.D.R. ha rechazado irremisiblemente la idea de la nueva Iskra, según la cual la participación de los socialdemócratas en el gobierno provisional revolucionario es una variedad del millerandismo[7] y es inadmisible en principio, por significar una consagración del orden de cosas burgués, etc.

    Pero la cuestión de la admisibilidad en principio no resuelve aún, naturalmente, la cuestión de la conveniencia práctica. ¿En qué condiciones es conveniente esa nueva variedad de lucha, la lucha "desde arriba", aceptada por el Congreso del Partido? De suyo se comprende que ahora no hay la posibilidad de hablar de condiciones concretas,

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tales como la correlación de fuerzas y otras, y la resolución, naturalmente, renuncia a definir previamente dichas condiciones. Ningún hombre razonable se decidirá a pronosticar nada en el momento actual con respecto a la cuestión que nos interesa. Se puede y se debe definir el carácter y los fines de nuestra participación. Es lo que hace la resolución al indicar dos fines de la participación: 1) lucha implacable frente a los intentos contrarrevolucionarios, y 2) defensa de los intereses propios de la clase obrera. En un momento en que los burgueses liberales empiezan a hablar con empeño de la psicología de la reacción (véase la muy edificante "Carta abierta" del señor Struve en el número 71 de Osvobozhdenie ), esforzándose en intimidar al pueblo revolucionario y en incitarle a mostrarse condescendiente con respecto a la autocracia, en un momento tal, es particularmente oportuno que el Partido del proletariado recuerde el objetivo de la guerra que hoy sostenemos contra la contrarrevolución. En último término, las grandes cuestiones de la libertad política y de la lucha de clases las resuelve únicamente la fuerza, y nosotros debemos preocuparnos de la preparación y organización de esta fuerza y de su empleo activo, no sólo defensivo, sino también ofensivo. La prolongada época de reacción política, que reina en Europa casi sin interrupción desde los tiempos de la Comuna de París, nos ha familiarizado demasiado con la idea de la acción sólo "desde abajo", nos ha acostumbrado demasiado a considerar la lucha sólo desde el punto de vista defensivo. Hemos entrado ahora, indudablemente, en una nueva época; se ha iniciado un período de conmociones políticas y revoluciones. En un período como el que está atravesando Rusia, es intolerable limitarse a los viejos clichés. Hay que

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propagar la idea de la acción desde arriba, hay que prepararse para las acciones ofensivas más enérgicas, hay que estudiar las condiciones y las formas de dichas acciones. Dos de estas condiciones coloca en primer plano la resolución del Congreso: una se refiere al aspecto formal de la participación de la socialdemocracia en el gobierno provisional revolucionario (control severo del Partido sobre sus mandatarios), otra, al carácter mismo de dicha participación (no perder de vista ni un instante los fines de la revolución socialista completa).

    Después de haber aclarado, por tanto, en todos los sentidos, la política del Partido en la acción "desde arriba"este nuevo procedimiento de lucha, casi nunca visto hasta ahora --, la resolución también prevé el caso de que no consigamos obrar desde arriba. En todo caso, estamos obligados a presionar desde abajo sobre el gobierno provisional revolucionario. Para ejercer esta presión desde abajo, el proletariado debe estar armado pues en los momentos revolucionarios las cosas llegan con una rapidez particular hasta la guerra civil directa --, y dirigido por la socialdemocracia. El fin de esta presión armada es "mantener, consolidar y extender las conquistas de la revolución", esto es, las conquistas que, desde el punto de vista de los intereses del proletariado, deben consistir en la aplicación de todo nuestro programa mínimo.

    Con esto terminamos nuestro breve examen de la resolución del III Congreso sobre el gobierno provisional revolucionario. Como ve el lector, esta resolución aclara asimismo la significación de la nueva cuestión, así como la posición del Partido del proletariado con respecto a la misma y la política del Partido tanto dentro del gobierno provisional revolucionario como fuera de él.

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    Veamos ahora la resolución correspondiente de la "Conferencia".


 
3. ¿QUE ES LA "VICTORIA DECISIVA DE LA
REVOLUCION SOBRE EL ZARISMO"?


    La resolución de la "Conferencia" está dedicada a la cuestión de la "conquista del Poder y la participación en el gobierno provisional "[*]. Ya en este modo de plantear la cuestión se encierra, como hemos indicado, la confusión. De una parte, la cuestión se plantea de un modo estrecho: se habla sólo de nuestra participación en el gobierno provisional y no en general de las tareas del Partido con respecto al gobierno provisional revolucionario. De otra parte, se confunden dos cuestiones de carácter completamente distinto: nuestra participación en una de las fases de la revolución democrática y la revolución socialista. En efecto, la "conquista del Poder" por la socialdemocracia es precisamente la revolución socialista y no puede ser nada más si se emplean estas palabras en su significación directa y habitual. Pero si se las comprende en el sentido de la conquista del Poder no para la revolución socialista, sino para la revolución democrática, entonces ¿qué sentido tiene hablar no sólo de la participación en el gobierno provisional revolucionario, sino también de la "conquista del Poder" en general? Evidentemente, nuestros "conferencistas" no sabían


    * El texto completo de esta resolución puede ser restablecido por el lector de acuerdo con las citas que figuran en las págs. 400, 403, 407, 431 y 433. (Nota de Lenin para la edición de 1907. [Véase págs. 16, 24, 31, 77, 82 del presente libro.] N. de la Red.)

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ellos mismos muy bien de lo que tenían propiamente que hablar: si de la revolución democrática o de la revolución socialista Quien haya seguido la literatura consagrada a esta cuestión sabe que es el camarada Martínov quien ha dado comienzo a dicha confusión en sus famosas Dos dictaduras : los neoiskristas recuerdan de mala gana el modo como se plantea la cuestión (ya antes del 9 de enero)[*] en esa obra seguidista-modelo, pero la influencia ideológica de la misma sobre la Conferencia no ofrece la menor duda.

    Pero dejemos de lado el título de la resolución. Su contenido nos mostrará errores incomparablemente más profundos y graves. He aquí la primera parte de la misma:

    "La victoria decisiva de la revolución sobre el zarismo puede ser señalada, bien por la constitución de un gobierno provisional, surgido de la insurrección popular victoriosa, bien por la iniciativa revolucionaria de tal o cual institución representativa que decida, bajo la presión revolucionaria directa del pueblo, organizar una Asamblea Constituyente de todo el pueblo".

    Así, pues, se nos dice que la victoria decisiva de la revolución sobre el zarismo puede ser tanto la insurrección triunfante, como. . . ¡la decisión de una institución representativa de organizar una Asamblea Constituyente! ¿Qué significa esto? ¿Cómo es esto? ¿¿La victoria decisiva puede ser señalada por la "decisión" de organizar una Asamblea Constituyente?? ¡¡Y semejante "victoria" se coloca al lado


    * Este día el agente de la policía Pope Gapón organizó en Petersburgo, con fines de provocación, una fila pacífica de obreros para dirigirse al Palacio de Invierno a entregar al zar una petición. El zar mandó a su tropa ametrallar a los obreros sin armas. Esta atrocidad del gobierno zarista suscitó una tempestad de protesta. Los acontecimientos del 9 de enero fueron el comienzo de la revolución de 1905. (N. de la Red.)

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de la constitución de un gobierno provisional "surgido de la insurrección popular victoriosa"!! La Conferencia no se ha dado cuenta de que la insurrección popular victoriosa y la constitución de un gobierno provisional implican la victoria de la revolución de hecho, mientras que la "decisión" de organizar una Asamblea Constituyente implica la victoria sólo verbal de la revolución.

    La Conferencia de los mencheviques-neoiskristas ha incurrido en el mismo error en que incurren constantemente los liberales, las gentes de Osvobozhdenie. Estas gentes lanzan frases sobre la Asamblea "Constituyente", cerrando púdicamente los ojos ante la conservación de la fuerza y del Poder en las manos del zar, olvidando que para "constituir" hay que tener la fuerza de constituir. La Conferencia ha olvidado asimismo que de la "decisión" de unos representantes cualesquiera, hasta el cumplimiento de dicha decisión, hay un gran trecho. La Conferencia también ha olvidado que mientras el Poder quede en las manos del zar, cualquier decisión de unos representantes cualesquiera no es más que charlatanismo huero y mezquino, como resultaron serlo las "decisiones" del parlamento de Francfort, famoso en la historia de la revolución alemana de 1848 Marx, representante del proletariado revolucionario, en su Nueva Gaceta del Rin [8], fustigaba precisamente con sarcasmos implacables a los "osvobozhdentsi" liberales de Francfort porque pronunciaban bellos discursos, tomaban toda dase de "decisiones" democráticas, "instituían" toda dase de libertades, pero, en la práctica, dejaban el Poder en manos del rey, no organizaban la lucha armada contra las fuerzas militares de que disponía este último. Y mientras los osvobozhdentsi de Francfort discurseaban, el rey esperó el momento oportuno, afianzó sus fuerzas militares, y la con-

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trarrevolución, apoyándose en la fuerza real, infligió una derrota rotunda a los demócratas con todas sus magníficas "decisiones".

    La Conferencia ha equiparado a la victoria decisiva lo que precisamente carece de la condición decisiva de la victoria. ¿Cómo unos socialdemócratas, que aceptan el programa republicano de nuestro Partido, pudieron incurrir en este error? Para comprender este extraño fenómeno, hay que dirigirse a la resolución del III Congreso sobre los disidentes del Partido*. En dicha resolución se indica la supervivencia en nuestro Partido de distintas tendencias "afines al economismo". Nuestros "conferencistas" (no en vano, es cierto, se hallan bajo la dirección ideológica de Martínov) razonan sobre la revolución absolutamente con el mismo criterio con que los economistas razonaban sobre la lucha política o sobre la jornada de ocho horas Los economistas ponían pronto en circulación la "teoría de las fases": 1) lucha por los derechos, 2) agitación política, 3) lucha política, o 1) jornada de diez horas, 2) jornada de


    * Damos el texto completo de esta resolución:
    "El Congreso hace constar que en el P.O.S.D.R., desde la época de su lucha contra el economismo, se conservan hasta hoy matices que le son afines en distinto grado y en diversos sentidos, matices que se caracterizan por una tendencia general a rebajar la importancia de los elementos de conciencia en la lucha proletaria, supeditando dichos elementos a los de la espontaneidad Los que representan esos matices en el problema de la organización, propugnan en el terreno de la teoría el principio de organización-proceso, principio que no corresponde a la labor del Partido, que se desarrolla en forma sistemática; en la practica emplean en numerosos casos un sistema de evasivas en el cumplimiento de la disciplina del Partido, y en otros casos, dirigiendo a la parte menos consciente del Partido sus prédicas en favor del empleo en gran escala del principio de elección sin tener en cuenta las condiciones objetivas de la realidad rusa, intentan socavar las únicas bases posibles en el presente de los vínculos del Partido. En los problemas de la táctica dan pruebas de la tendencia a reducir el [cont. en pág. 19] alcance de la labor del Partido, manifestándose en contra de la táctica acabadamente independiente del Partido con respecto a los partidos burgueses liberales; en contra de la posibilidad y de lo deseable que sería que nuestro Partido se encargue del papel de organizador en la insurrección popular, y en contra de la participación del Partido, en cuales quiera condiciones, en el gobierno provisional revolucionario-democrático.
    El Congreso propone a todos los miembros del Partido que desarrollen en todas partes una enérgica lucha ideológica contra semejantes desviaciones parciales de los principios de la socialdemocracia revolucionaria; pero a la vez considera que la participación en las organizaciones del Partido de gentes que, en uno u otro grado, se adhieren a semejantes ideas es admisible con la condición indispensable de que, reconociendo los Congresos del Partido y los estatutos del mismo, se sometan enteramente a la disciplina del Partido (Nota de Lenin para la edición de 1907. N. de la Red.)

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nueve horas, 3) jornada de ocho horas. Todo el mundo conoce suficientemente cuáles fueron los resultados obtenidos con esta "táctica-proceso". Ahora nos proponen asimismo dividir, bien meticulosamente, por anticipado la revolución en fases: 1) el zar convoca una institución representativa, 2) esta institución representativa "decide", bajo la presión del "pueblo", organizar la Asamblea Constituyente, 3) . . . sobre la tercera fase, los mencheviques no se han puesto todavía de acuerdo; han olvidado que la presión revolucionaria del pueblo tropezará con la presión contrarrevolucionaria del zarismo y que, por esto, o bien la "decisión" queda inaplicada, o bien el asunto lo decide no otra cosa que la victoria o la derrota de la insurrección popular. La resolución de la Conferencia es exactamente parecida al siguiente razonamiento de los economistas: la victoria decisiva de los obreros puede ser señalada, bien por la implantación de la jornada de ocho horas por vía revolucionaria, bien por la concesión de la jornada de diez horas y la "decisión" de pasar a la de nueve. . . Exactamente lo mismo.

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    Se nos puede objetar, quizás, que los autores de la resolución no se proponían equiparar la victoria de la insurrección a la "decisión" de la institución representativa convocada por el zar, que querían únicamente prever la táctica del Partido en uno u otro caso. Contestaremos a esto: 1) El texto de la resolución califica de un modo directo e inequívoco de "victoria decisiva de la revolución sobre el zarismo" la decisión de la institución representativa. Es posible que esto sea el resultado de una redacción desaliñada, es posible que se la pueda enmendar basándose en las actas, pero mientras no haya sido enmendada, el sentido de dicha redacción no puede ser más que uno, y dicho sentido está de lleno dentro del espíritu de Osvobozhdenie. 2) El curso de ideas propio de "Osvobozhdenie " en que han caído los autores de la resolución aparece con un relieve todavía incomparablemente mayor en otros escritos de los neoiskristas. Por ejemplo, en el órgano del Comité de Tiflís Sotsial-Demokrat [9] (publicado en georgiano y ensalzado por Iskra en su número loo) en el artículo "El Zemski Sobor* y nuestra táctica", se llega incluso a decir que la "táctica" consistente en "elegir como centro de nuestra actividad el Zemski Sobor" (¡sobre la convocatoria del cual, añadiremos por cuenta nuestra, no sabemos aún nada de un modo preciso!) "es más ventajosa para nosotros " que la "táctica" de la insurrección armada y de la constitución de un gobierno provisional revolucionario. Más abajo volveremos aún a ocuparnos de este artículo. 3) No se puede oponer nada al examen previo de la táctica del Partido para el caso de la victoria de la revolución y para el de su derrota, así


    * Asamblea de representantes por estamentos en Rusia. Se convocaba en los siglos XVI y XVII para deliberar con el soberano (N. de la Red.)

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como para el caso de éxito de la insurrección y para el caso de que la insurrección no pueda convertirse en una fuerza seria. Es posible que el gobierno zarista consiga convocar una asamblea representativa con el fin de hacer componendas con la burguesía liberal; la resolución del III Congreso, previniéndolo, habla directamente de la "política hipócrita", del "seudo-democratismo", de las "formas caricaturescas de representación popular, tales como el llamado Zemski Sobor"* Pero de lo que se trata es de que esto no se dice en la resolución sobre el gobierno provisional revolucionario, pues esto no tiene nada que ver con el gobierno provisional revolucionario. Este caso relega el problema de la insurrección y de la constitución del gobierno provisional revolucionario, lo modifica, etc. Ahora no se trata de que sean posibles toda clase de combinaciones, de que sean posibles la victoria y la derrota, los caminos de-


    * He aquí el texto de esta resolución sobre la actitud respecto a la táctica del gobierno en vísperas de la revolución:
    "Teniendo en cuenta que, con el fin de mantenerse, el gobierno, al recrudecer, en el período revolucionario que atravesamos, las represiones habituales; encaminadas con preferencia contra los elementos conscientes del proletariado, a la vez 1) trata de corromper políticamente a la clase obrera mediante concesiones y promesas de reformas, para distraerla así de la lucha revolucionaria; 2) con el mismo fin reviste su política hipócrita de concesiones con el ropaje de formas seudodemocráticas, comenzando por invitar a los obreros a elegir sus representantes para las comisiones y asambleas y terminando con la creación de formas caricaturescas de representación popular, tales como el llamado Zemski Sobor; 3) organiza las llamadas "centurias negras" y alza contra la revolución a todos los elementos del pueblo reaccionarios, inconscientes o enceguecidos por el odio de raza o de religión en general.
    El III Congreso del P.O.S.D.R. acuerda proponer a todas las organizaciones del Partido:
    a) al desenmascarar los fines reaccionarios de las concesiones del gobierno, subrayar en la propaganda y agitación su carácter forzado, por [cont. en pág. 22] una parte, y, por otra, la absoluta imposibilidad para la autocracia de conceder reformas al proletariado;
    b) aprovechando la campaña electoral, explicar a los obreros el verdadero sentido de semejantes medidas adoptadas por el gobierno y demostrar que el proletariado debe convocar por vía revolucionaria la Asamblea Constituyente sobre la base del sufragio universal, igual, directo y secreto;
    c) organizar al proletariado para la implantación inmediata por la vía revolucionaria, de la jornada de 8 horas y de otras reivindicaciones inmediatas de la clase obrera;
    d) organizar la resistencia armada a las intentonas de las "centurias negras" y de todos los elementos reaccionarios en general, que son dirigidos por el gobierno". (Nota de Lenin para la edición de 1907. N. de la Red.)

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rechos y los caminos de rodeo; de lo que se trata es de que es inadmisible para un socialdemócrata llevar la confusión a las ideas de los obreros sobre el camino verdaderamente revolucionario, de que es inadmisible que, a la manera de los de Osvobozhdenie, se llame victoria decisiva a aquello que carece de la condición fundamental de la victoria. Es posible que aun la jornada de ocho horas no la obtengamos de golpe, sino únicamente recorriendo un largo camino de rodeo; pero ¿qué diréis del hombre que califica de victoria de los obreros una impotencia, una debilidad tal del proletariado, que éste no tenga fuerza para impedir los aplazamientos, las demoras, el regateo, la traición y la reacción? Es posible que la revolución rusa termine con un "aborto constitucional", como en cierta ocasión dijo Vperiod *, ¿pero acaso esto puede justificar al socialdemócrata que, en víspe-


    * El periódico Vperiod (Adelante ) empezó a publicarse en Ginebra, en enero de 1905, como órgano de la fracción bolchevique del Partido. De enero a mayo aparecieron 18 números. A partir del mes de mayo, comenzó a publicarse Proletari, en lugar de Vperiod, como órgano central del P.O.S.D.R., de acuerdo con la resolución del III Congreso del P.O.S.D.R. (dicho Congreso se celebró en Londres, en el mes de mayo; los mencheviques no concurrieron y organizaron su propia "conferencia" en Ginebra). (Nota de Lenin para la edición de 1907. N. de la Red.)

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ras de la lucha decisiva, se pusiera a calificar dicho aborto de "victoria decisiva sobre el zarismo"? Es posible, si las cosas van mal, que no sólo no conquistemos la república, sino que incluso la constitución que obtengamos sea ilusoria, a lo "Shípov"[10], pero ¿acaso se podría perdonar a un socialdemócrata que escamoteara nuestra consigna republicana?

    Naturalmente, los neoiskristas no han llegado todavía a ese escamoteo. ¡Pero por el hecho de que en su resolución se hayan precisamente olvidado de hablar de la república, se ve con particular evidencia hasta qué punto se ha evaporado en ellos el espíritu revolucionario, hasta qué punto la afición a los razonamientos muertos les ha ocultado las tareas de combate del momento! Es inverosímil, pero es un hecho. Todas las consignas de la socialdemocracia se ratifican, se repiten, se aclaran, se detallan en distintas resoluciones de la Conferencia, no se olvida ni tan siquiera la elección por los obreros, en las empresas, de "starostas" y delegados; únicamente no se ha hallado la ocasión de recordar la república en la resolución sobre el gobierno provisional revolucionario. Hablar de la "victoria" de la insurrección popular, de la constitución de un gobierno provisional y no indicar la relación de dichos "pasos" y actos con la conquista de la república, significa escribir una resolución no para dirigir la lucha del proletariado, sino para arrastrarse a la cola del movimiento proletario.

    Resumamos. La primera parte de la resolución: 1) no ha aclarado en lo más mínimo la significación del gobierno provisional revolucionario desde el punto de vista de la lucha por la república y de la garantía de una Asamblea realmente popular y realmente constituyente; 2) ha introducido directamente la confusión en la conciencia democrática del proletariado, equiparando a la victoria decisiva de la

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revolución sobre el zarismo un estado te cosas tal, en el que precisamente falta todavía la condición fundamental para la verdadera victoria.


 
4. LA LIQUIDACION DEL REGIMEN
MONARQUICO Y LA REPUBLICA


    Pasemos a la parte siguiente de la resolución:

    ". . . Tanto en uno como en otro caso, esa victoria será el principio de una nueva fase de la época revolucionaria. La tarea planteada espontáneamente por las condiciones objetivas del desarrollo social a esa nueva fase es la liquidación definitiva de todo el régimen de casta y monárquico en el proceso de la lucha recíproca entre los elementos de la sociedad burguesa, políticamente emancipada, por la realización de sus intereses sociales y por la posesión directa del Poder.

    Por eso, el gobierno provisional que tomara sobre sí la realización de las tareas de esa revolución burguesa por su carácter histórico, debería, al regular la lucha recíproca entre las clases antagónicas de la nación emancipada, no sólo impulsar el desarrollo revolucionario, sino también luchar contra los factores del mismo que amenacen las bases del régimen capitalista".

    Detengámonos en esta parte, que representa en sí un apartado independiente de la resolución. La idea fundamental de los razonamientos que reproducimos coincide con la expuesta en el tercer punto de la resolución del Congreso. Pero si se comparan las dos resoluciones en esta parte, salta inmediatamente a la vista la siguiente diferencia radical entre ellas: la resolución del Congreso, después de carac-

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terizar en dos palabras la base económico-social de la revolución, dirige toda su atención a la lucha de clases netamente definida por conquistas determinadas, y coloca en primer plano las tareas de combate del proletariado. La resolución de la Conferencia, después de describir de un modo extenso, nebuloso y confuso la base económico-social de la revolución, habla de un modo muy poco claro de la lucha por conquistas determinadas y deja absolutamente en la penumbra las tareas de combate del proletariado. La resolución de la Conferencia habla de la liquidación del antiguo régimen en el proceso de una lucha recíproca de los elementos de la sociedad. La resolución del Congreso dice que nosotros, Partido del proletariado, debemos efectuar esta liquidación, que sólo la instauración de la república democrática constituye la liquidación verdadera, que esta república debemos conquistarla, que lucharemos por ella y por la libertad completa no sólo contra la autocracia, sino también contra la burguesía cuando ésta intente (y lo hará sin falta) arrebatarnos nuestras conquistas. La resolución del Congreso llama a la lucha a una clase determinada, por un objetivo inmediato, definido de un modo preciso. La resolución de la Conferencia razona sobre la lucha recíproca de las distintas fuerzas. Una resolución expresa la psicología de la lucha activa, otra la de la contemplación pasiva; una está impregnada de llamamientos a la acción viva, la otra de razonamientos muertos. Ambas resoluciones declaran que la revolución que se está desarrollando es, para nosotros, sólo un primer paso, al cual seguirá el segundo, pero una de las resoluciones extrae de aquí la conclusión de que hay que efectuar con tanta mayor rapidez este primer paso, liquidarlo con tanta mayor rapidez, conquistar la república, aplastar implacablemente la contrarrevolución y crear el terreno

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para el segundo paso; en cambio, la otra resolución rebosa, por decirlo así, de descripciones prolijas de este primer paso y (perdonad lo vulgar de la expresión) chupa sus ideas al respecto. La resolución del Congreso toma las viejas y eternamente nuevas ideas del marxismo (sobre el carácter burgués de la revolución democrática) como prólogo o primera premisa para sacar conclusiones sobre las tareas de vanguardia de la clase de vanguardia, que lucha tanto por la revolución democrática como por la revolución socialista. La resolución de la Conferencia sólo se queda en el prólogo, rumiándolo y sutilizando sobre el mismo.

    Esta diferencia es precisamente la que desde hace mucho tiempo divide a los marxistas rusos en dos alas: ala razonadora y ala combativa, en los tiempos pasados del marxismo legal; ala económica y ala política, en la época del movimiento de masas que se está iniciando. De la premisa cierta del marxismo sobre las profundas raíces económicas de la lucha de clases en general y de la lucha política en particular, los economistas sacaban la conclusión singular de que había que volverse de espaldas a la lucha política y contener su desarrollo, reducir su alcance, rebajar sus tareas. Los políticos, a la inversa, extraían de las mismas premisas otra conclusión, a saber: que cuanto más profundas sean ahora las raíces de nuestra lucha, de un modo más vasto, más valeroso, más decidido, con más iniciativa debemos sostener dicha lucha. En la actualidad, en otras circunstancias, en una forma modificada, nos hallamos en presencia del mismo debate. De las premisas de que la revolución democrática no es aún, ni mucho menos, la revolución socialista, de que "interesa" no sólo y exclusivamente a los desposeídos; de que sus raíces profundísimas se hallan en las necesidades y en los requisitos ineluctables de toda la

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sociedad burguesa en su conjunto; de estas premisas sacamos la conclusión de que la clase avanzada debe plantear tanto más audazmente sus tareas democráticas, con tanta mayor precisión debe formularlas hasta el fin, propugnar la consigna directa de la república, propagar la idea de la necesidad del gobierno provisional revolucionario y de aplastar implacablemente la contrarrevolución. Mientras que nuestros contrincantes, los neoiskristas, deducen de estas mismas premisas la conclusión de que no hay que formular hasta el fin los postulados democráticos, de que entre las consignas prácticas se puede prescindir de la república, de que es permitido no propagar la idea de la necesidad del gobierno provisional revolucionario, de que se puede calificar de victoria decisiva incluso la resolución de convocar la Asamblea Constituyente, de que se puede no propugnar la tarea de la lucha frente a la contrarrevolución como nuestra tarea activa, sino ahogarla en una alusión nebulosa (y formulada erróneamente, como veremos en seguida) al "proceso de lucha recíproca". ¡No es éste un lenguaje propio de hombres políticos, sino de ratas de archivo!

    Y cuanto más atentamente examinéis las distintas fórmulas de la resolución de los neoiskristas, con tanta mayor evidencia aparecen ante vosotros las particularidades fundamentales de la misma que ya hemos indicado. Se nos habla, por ejemplo, del "proceso de la lucha recíproca entre los elementos de la sociedad burguesa, políticamente emancipada". Recordando el tema sobre el cual la resolución escribía (gobierno provisional revolucionario), preguntamos perplejos: si se habla del proceso de lucha reciproca, ¿cómo se puede guardar silencio sobre los elementos que políticamente esclavizan a la sociedad burguesa? ¿Se imaginan los conferencistas que porque hayan supuesto la victoria de la

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revolución, dichos elementos han desaparecido ya? Esta idea sería un absurdo en general y la mayor ingenuidad política, una miopía política en particular. Después de la victoria de la revolución sobre la contrarrevolución, ésta no desaparecerá, sino que, al contrario, empezará inevitablemente una nueva lucha todavía más desesperada. Al consagrar su resolución al examen de las tareas que nos asignaría la victoria de la revolución, tenemos el deber de dedicar una gran atención a las tareas destinadas a rechazar la acometida de la contrarrevolución (como se hace en la resolución del Congreso) y no ahogar estas tareas políticas inmediatas, esenciales, candentes del partido combativo, en razonamientos generales a propósito de lo que habrá después de la época revolucionaria actual, de lo que habrá cuando nos hallemos ya en presencia de la "sociedad políticamente emancipada". Del mismo modo que los economistas cubrían su incomprensión de las tareas políticas candentes con alusiones a las verdades generales sobre la subordinación de la política a la economía, los neoiskristas, al remitirse a las verdades generales sobre la lucha en el interior de la sociedad políticamente emancipada, cubren su incomprensión de las tareas revolucionarias candentes de la emancipación política de dicha sociedad.

    Tomad la expresión "liquidación definitiva de todo el régimen de casta y monárquico" En ruso, la liquidación definitiva del régimen monárquico se llama instauración de la república democrática. Pero al buenazo de Martínov y a sus admiradores esta expresión les parece demasiado sencilla y clara. Ellos quieren sin falta "ahondar" y decir cosas "más sabias". Así resultan, de una parte, esfuerzos ridículos por demostrar profundidad de pensamientos, y de otra, en vez de una consigna resulta una descripción, en vez

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de un llamamiento alentador a ir adelante, resulta una especie de mirada melancólica hacia atrás. Nos hallamos exactamente en presencia no de gente viva que quiera luchar ahora mismo, sin más tardanza, por la república, sino de una especie de momias petrificadas que sub specie aeternitatis examinan la cuestión desde el punto de vista plus-quamperfeaum.

    Prosigamos: ". . . El gobierno provisional. . . tomaría sobre sí la realización de las tareas de esa. . . revolución burguesa. . ." En este punto, se ve en seguida que nuestros conferencistas han descuidado una cuestión concreta que se alza ante los dirigentes políticos del proletariado. La cuestión concreta del gobierno provisional revolucionario ha desaparecido de su campo visual ante la cuestión de la futura serie de gobiernos que realizarán las tareas de la revolución burguesa en general. Si deseáis examinar la cuestión "históricamente", el ejemplo de cualquier país europeo os mostrará que precisamente una serie de gobiernos, que en modo alguno eran "provisionales", realizaron las tareas históricas de la revolución burguesa, que incluso gobiernos que habían vencido a la revolución se vieron, a pesar de ello, obligados a realizar las tareas históricas de esa revolución vencida. Pero lo que se llama "gobierno provisional revolucionario" no es, en manera alguna, ése del que habláis: se llama así al gobierno de la época revolucionaria que reemplaza directamente al gobierno derribado y que se apoya en la insurrección popular y no en unas instituciones representativas surgidas del pueblo. El gobierno provisional revolucionario es el órgano de la lucha por la victoria inmediata de la revolución, de la lucha por la represión inmediata de los intentos contrarrevolucionarios, y no, en modo alguno, un órgano de realización de las tareas históricas de la revo-

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lución burguesa en general. Reseñemos, señores, a los futuros historiadores de la futura Rússkaia Stariná [11] determinar qué tareas de la revolución burguesa habrán sido las realizadas por nosotros o por tal o cual gobierno; esto se podrá hacer aunque sea dentro de treinta años, pero lo que ahora necesitamos es dar consignas e indicaciones prácticas para la lucha por la república y para la participación más enérgica del proletariado en esta lucha.

    Por las causas indicadas, tampoco son satisfactorias las últimas tesis de la parte de la resolución reproducida por nosotros. Es extraordinariamente desacertada, o, por lo menos, inhábil, la expresión de que el gobierno provisional debería "regular" la lucha recíproca de las clases antagónicas: los marxistas no deberían emplear una fórmula liberal, de Osvobozhdenie, como ésta, que da motivo a pensar que es posible un gobierno que sirva no de órgano de la lucha de clases, sino de "regulador" de la misma. . . El gobierno debería "no sólo impulsar la revolución hacia adelante, sino luchar también contra los factores del mismo que amenacen las bases del régimen capitalista". ¡Este "factor" es precisamente ese mismo proletariado en nombre del cual habla la resolución! En vez de indicar cómo el proletariado precisamente debe, en un momento tal, "impulsar el desarrollo revolucionario" (empujarlo más allá de lo que quisiera la burguesía constitucionalista), en vez de aconsejar prepararse de un modo determinado para la lucha contra la burguesía, cuando ésta se vuelva contra las conquistas de la revolución; en vez de esto se nos da una descripción general del proceso, que nada dice sobre las tareas concretas de nuestra actuación. El procedimiento de la exposición de sus ideas por los neoiskristas recuerda la opinión de Marx (en su famosa "tesis" sobre Feuerbach) acerca del viejo materialismo, extraño a la

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idea de la dialéctica. Los filósofos sólo han interpretado el mundo de distintos modos -- decía Marx --, pero de lo que se trata es de transformarlo[12]. Del mismo modo, los neoiskristas pueden describir no del todo mal y explicar el proceso de la lucha que se desarrolla a sus ojos, pero son absolutamente incapaces de dar una consigna justa en esta lucha. Marchando celosamente, pero dirigiendo mal, rebajan la interpretación materialista de la historia por su desconocimiento del papel activo, dirigente y orientador que pueden y deben desempeñar en la historia los partidos que tengan conciencia de las condiciones materiales de la revolución y que se pongan al frente de las clases avanzadas.


5. ¿COMO HAY QUE "IMPULSAR LA
REVOLUCION HACIA ADELANTE"?


    He aquí otro pasaje de la resolución:

    "En tales condiciones, la socialdemocracia debe esforzarse por conservar durante todo el transcurso de la revolución una posición tal, que le garantice del modo mejor la posibilidad de impulsar la revolución hacia adelante, no le ate las manos en la lucha contra la política inconsecuente e interesada de los partidos burgueses y la preserve de ser diluida en la democracia burguesa.

    Por eso, la socialdemocracia no debe asignarse como fin conquistar o compartir el Poder en el gobierno provisional, sino que debe seguir siendo el partido de la oposición revolucionaria extrema".

    El consejo de ocupar una posición que garantice del mejor modo la posibilidad de impulsar la revolución hacia adelante, nos gusta sobremanera. Lo único que desearíamos es

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que, además de este buen consejo, hubiera indicaciones directas de cómo precisamente ahora, en la situación política presente, en la época de disquisiciones, suposiciones, habladurías y proyectos de convocatoria de los representantes populares, la socialdemocracia tiene que impulsar la revolución hacia adelante. ¿Puede actualmente impulsar la revolución hacia adelante el que no comprenda el peligro de la teoría del "acuerdo" del pueblo con el zar, sostenida por los elementos de Osvobozhdenie, el que califica de victoria la sola "decisión" de convocar la Asamblea Constituyente, el que no se asigna como tarea la propaganda activa de la idea de la necesidad del gobierno provisional revolucionario, el que deja en la penumbra la consigna de república democrática? Esa gente, en realidad, impulsa la revolución hacia atrás, porque en el sentido político-práctico se ha detenido al nivel de la posición de los elementos de Osvobozhdenie. ¿Qué valor puede tener su aceptación del programa que exige la sustitución de la autocracia por la república, cuando en la resolución táctica que define las tareas actuales y próximas del Partido en el momento revolucionario falta la consigna de la lucha por la república? ¡Pero si justamente la posición de los elementos de Osvobozhdenie, la posición de la burguesía constitucionalista, se halla en la actualidad caracterizada realmente por el hecho de que la decisión de convocar la Asamblea Constituyente del pueblo entero es considerada como una victoria decisiva, y sobre el gobierno provisional revolucionario y sobre la república se guarda prudentemente silencio! Para impulsar la revolución hacia adelante, esto es, más allá del límite hasta el cual la empuja la burguesía monárquica, hay que preconizar activamente, subrayar y colocar en primer plano consignas que excluyan la "inconsecuencia" de la democracia burguesa.

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Estas consignas en el momento actual son sólo dos : 1) gobierno provisional revolucionario, y 2) república, porque la consigna de Asamblea Constituyente de todo el pueblo ha sido aceptada por la burguesía monárquica (véase el programa de Soiús Osvobozhdenia [Unión de Emancipación]) y ha sido aceptada precisamente para escamotear la revolución, para no permitir la victoria completa de la revolución, para servir los intereses de una transacción mercantil entre la gran burguesía y el zarismo. Y vemos que la Conferencia, de estas dos consignas, las únicas capaces de impulsar la revolución hacia adelante, la consigna de la república la ha olvidado completamente y la consigna del gobierno provisional revolucionario la ha equiparado directamente a la consigna de la Asamblea Constituyente popular, propugnada por Osvobozhdenie, ¡¡calificando de "victoria decisiva de la revolución" lo uno y lo otro!!

    Sí, tal es el hecho indudable que, estamos persuadidos de ello, servirá de jalón para el futuro historiador de la socialdemocracia de Rusia La Conferencia de los socialdemócratas, celebrada en mayo de 1905, adopta una resolución que contiene buenas palabras sobre la necesidad de impulsar la revolución democrática hacia adelante y que, de hecho, la empuje hacia atrás, que de hecho no va más allá de las consignas democráticas de la burguesía monárquica.

    A los neoiskristas les gusta reprocharnos que desconocemos el peligro de dilución del proletariado en la democracia burguesa. Quisiéramos ver quién se atrevería a demostrar este reproche fundándose en el texto de las resoluciones aprobadas por el III Congreso del P.O.S.D.R. Contestamos a nuestros contrincantes: la socialdemocracia, que actúa en el terreno de la sociedad burguesa, no puede participar en la política sin marchar, en tal o cual caso aislado, al lado de

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la democracia burguesa. La diferencia entre nosotros y vosotros, en este punto, consiste en que nosotros vamos al lado de la burguesía revolucionaria y republicana sin fundirnos con ella, mientras que vosotros vais al lado de la burguesía liberal y monárquica sin fundiros tampoco con ella. Así es como están las cosas.

    Vuestras consignas tácticas, dadas en nombre de la Conferencia, coinciden con las consignas del partido "constitucional democrático", esto es, con las del partido de la burguesía monárquica, con la particularidad de que esta coincidencia no la habéis advertido, no os habéis dado cuenta de ella, yendo a parar de este modo, de hecho, a la cola de las gentes de Osvobozhdenie.

    Nuestras consignas tácticas, dadas en nombre del III Congreso del P.O.S.D.R., coinciden con las consignas de la burguesía democrático-revolucionaria y republicana. Esta burguesía y pequeña burguesía no han formado todavía un gran partido popular en Rusia*. Pero sólo puede dudar de la existencia de los elementos del mismo el que no tenga idea alguna de lo que sucede actualmente en Rusia. Nos proponemos dirigir (en caso de que la gran revolución rusa se desenvuelva con éxito) no sólo al proletariado, organizado por el Partido Socialdemócrata, sino también a esa pequeña burguesía capaz de ir a nuestro lado.

    La Conferencia, en su resolución, desciende inconsciente mente hasta el nivel de la burguesía liberal y monárquica. El Congreso del Partido con su resolución, eleva consciente-


    * Los "socialrevolucionarios" son más bien un grupo terrorista de intelectuales, que el embrión de dicho partido, aunque la significación objetiva de la actividad de dicho grupo se reduce, precisamente, a la realización de las tareas de la burguesía revolucionaria y republicana.

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mente hasta su nivel a los elementos de la democracia revolucionaria capaces de lucha y no de malas maniobras.

    Dichos elementos se encuentran sobre todo entre los campesinos. Sin cometer un gran error, al clasificar los grandes grupos sociales por sus tendencias políticas, podemos identificar a la democracia revolucionaria y republicana con la masa campesina, naturalmente, en el mismo sentido y con las mismas reservas y las sobreentendidas condiciones con las cuales se puede identificar a la clase obrera con la socialdemocracia. Podemos, en otros términos, formular nuestras conclusiones asimismo del modo siguiente: la Conferencia, con sus consignas políticas de interés para toda la nación * en el momento revolucionario, desciende inconscientemente hasta el nivel de la masa de los terratenientes. El Congreso del Partido, con sus consignas políticas de interés para toda la nación, eleva a la masa campesina hasta el nivel revolucionario. Al que nos acuse, a causa de esta conclusión, de afición a las paradojas le hacemos el siguiente reto: que refute la tesis de que si no nos hallamos con fuerzas para llevar la revolución hasta el fin, si la revolución termina, como lo quieren los elementos de Osvobohzdenie, con una "victoria decisiva" en forma únicamente de una asamblea representativa convocada por el zar, a la cual sólo en tono de burla se podría calificar de constituyente, entonces eso será una revolución con el predominio de los elementos terratenientes y de la gran burguesía. Por el contrario, si estamos destinados a pasar efectivamente por una gran revolución, si esta vez la historia no permite un "aborto", si nos hallamos con fuerzas para llevar la revolución hasta el


    * No hablamos de las consignas campesinas especiales a las cuales están dedicadas resoluciones particulares.

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fin, hasta la victoria decisiva, no en el sentido que dan a esta palabra las gentes de Osvobozhdenie y los neoiskristas, entonces eso será una revolución con el predominio del elemento campesino y proletario.

    Puede ser que algunos vean, en el hecho de admitir la idea de tal predominio, una renuncia a nuestra convicción del carácter burgués de la revolución próxima. Esto es muy posible, si se tiene en cuenta el abuso que se hace de esta noción en Iskra. Por esto no será superfluo, ni mucho menos, detenerse en esta cuestión.


6. ¿DE QUE LADO AMENAZA AL
PROLETARIADO EL PELIGRO DE VERSE CON
LAS MANOS ATADAS EN LA LUCHA CONTRA
LA BURGUESIA INCONSECUENTE?


    Los marxistas están absolutamente convencidos del carácter burgués de la revolución rusa. ¿Qué significa esto? Esto significa que las transformaciones democráticas en el régimen político y las transformaciones económico-sociales, que se han convertido en una necesidad para Rusia, no sólo no implican de por sí el socavamiento del capitalismo, el socavamiento de la dominación de la burguesía, sino que, por el contrario, desbrozarán por primera vez el terreno como es debido para un desarrollo vasto y rápido, europeo y no asiático, del capitalismo; por primera vez harán posible la dominación de la burguesía como clase. Los socialrevolucionarios no pueden comprender esta idea porque desconocen el abecé de las leyes de desarrollo de la producción mercantil y capitalista, no ven que aun el éxito completo de la insurrección campesina, aun la redistribución de toda

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la tierra en interés de los campesinos y de acuerdo con sus deseos ("reparto negro" o algo en este sentido) no destruiría ni en un ápice al capitalismo, sino que, al contrario, daría un impulso a su desenvolvimiento y aceleraría la diferenciación de clase de los campesinos mismos. La incomprensión de esta verdad convierte a los socialrevolucionarios en ideólogos inconscientes de la pequeña burguesía. Insistir sobre esta verdad tiene para la socialdemocracia una importancia inmensa, no sólo en teoría, sino también en política práctica, pues de aquí se desprende el carácter obligatorio de la independencia completa de clase del Partido del proletariado en el presente movimiento "democrático general".

    Pero de esto no se desprende, ni mucho menos, que la revolución democrática (burguesa por su contenido económico-social) no represente un interés enorme para el proletariado. De esto no se desprende, ni mucho menos, que la revolución democrática no se pueda producir, tanto en forma ventajosa sobre todo para el gran capitalista, para el magnate financiero, para el terrateniente "ilustrado", como en forma ventajosa para el campesino y para el obrero.

    Los neoiskristas interpretan de un modo radicalmente erróneo el sentido y la significación de la categoría: revolución burguesa. En sus razonamientos se desliza constantemente la idea de que la revolución burguesa es una revolución que puede dar únicamente lo que beneficia a la burguesía. Y, sin embargo, no hay nada más erróneo que esta idea, La revolución burguesa es una revolución que no va más allá del marco del régimen económico-social burgués, esto es, capitalista. La revolución burguesa expresa las necesidades del desarrollo del capitalismo no sólo no destruyendo sus bases, sino, al contrario, ensanchándolas y profundizándolas. Esta revolución expresa, por tanto, no sólo

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los intereses de la clase obrera, sino también los de toda la burguesía. Por cuanto la dominación de la burguesía sobre la clase obrera es inevitable bajo el capitalismo, se puede decir con pleno derecho que la revolución burguesa e~presa los intereses no tanto del proletariado como de la burguesía. Pero es completamente absurda la idea de que la revolución burguesa no expresa en lo más mínimo los intereses del proletariado. Esta idea absurda se reduce bien a la ancestral teoría populista de que la revolución burguesa se halla en pugna con los intereses del proletariado, de que no tenemos necesidad, por este motivo, de libertad política burguesa, o bien esta idea se reduce al anarquismo, el cual niega toda participación del proletariado en la política burguesa, en la revolución burguesa, en el parlamentarismo burgués. Teóricamente, esta idea representa en sí un olvido de las tesis elementales del marxismo, relativas a la inevitabilidad del desarrollo del capitalismo sobre el terreno de la producción mercantil. El marxismo enseña que una sociedad fundada en la producción mercantil y que tiene establecido el cambio con las naciones capitalistas civilizadas, al llegar a un cierto grado de desarrollo, se coloca inevitablemente ella misma en la senda del capitalismo. El marxismo ha roto irremisiblemente con los desvaríos de los populistas y anarquistas, según las cuales, Rusia, por ejemplo, podría evitar el desarrollo capitalista, saltar del capitalismo o por encima de él por algún medio que no fuese el de la lucha de clases sobre el terreno y en los límites de ese mismo capitalismo.

    Todas estas tesis del marxismo han sido demostradas y repetidas con todo detalle, tanto en general como especialmente con respecto a Rusia. Y de estas tesis se deduce que es una idea reaccionaria buscar la salvación de la clase

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obrera en algo que no sea el desarrollo ulterior del capitalismo. En países tales como Rusia, la clase obrera sufre no tanto del capitalismo como de la insuficiencia de desarrollo del capitalismo. Por eso, la clase obrera está absolutamente interesada en el desarrollo más vasto, más libre, más rápido del capitalismo. Es absolutamente beneficiosa para la clase obrera la eliminación de todas las reminiscencias del pasado que entorpecen el desarrollo amplio, libre y rápido del capitalismo. La revolución burguesa es, precisamente, la revolución que de un modo más decidido barre los restos de lo antiguo, las reminiscencias del feudalismo (a las cuales pertenecen no sólo la autocracia, sino también la monarquía) y que de un modo más completo garantiza el desarrollo más amplio, más libre y más rápido del capitalismo.

    Por eso, la revolución burguesa es extremadamente beneficiosa para el proletariado. La revolución burguesa es absolutamente necesaria para los intereses del proletariado. Cuanto más completa y decidida, cuanto más consecuente sea la revolución burguesa, tanto más garantizada se hallará la lucha del proletariado contra la burguesía por el socialismo. Esta conclusión puede parecer nueva o extraña, paradójica, únicamente a los que ignoren el abecé del socialismo científico. Y de esta conclusión, dicho sea de paso, se desprende asimismo la tesis de que, en cierto sentido, la revolución burguesa es más beneficiosa para el proletariado que para la burguesía. He aquí, justamente, en qué sentido es indiscutible esta tesis: a la burguesía le conviene apoyarse en algunas de las supervivencias del pasado contra el proletariado, por ejemplo, en la monarquía, en el ejército permanente, etc. A la burguesía le conviene que la revolución burguesa no barra demasiado resueltamente todas las supervivencias del pasado, sino que deje en pie algunas de

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ellas; es decir, que esta revolución no sea del todo consecuente, no se lleve hasta el final, no sea decidida e implacable. Los socialdemócratas expresan a menudo esta idea de un modo un poco distinto, diciendo que la burguesía se traiciona a sí misma, que la burguesía traiciona la causa de la libertad, que la burguesía es incapaz de un democratismo consecuente. A la burguesía le conviene más que los cambios necesarios en un sentido democraticoburgués se produzcan más lentamente, más gradualmente, más cautelosamente, de un modo menos resuelto, por medio de reformas y no por medio de la revolución, que estos cambios sean lo más prudentes posible con respecto a las "honorables" instituciones de la época del feudalismo (tales como la monarquía), que estos cambios desarrollen lo menos posible la acción independiente, la iniciativa y la energía revolucionarias del pueblo sencillo, es decir, de los campesinos y particularmente de los obreros, pues de otro modo a estos últimos les será tanto más fácil "cambiar de hombro el fusil", como dicen los franceses, es decir, dirigir contra la propia burguesía el arma que ponga en sus manos la revolución burguesa, la libertad que ésta les dé, las instituciones democráticas que broten en el terreno desbrozado de feudalismo.

    Por el contrario, a la clase obrera le conviene más que los cambios necesarios en un sentido democraticoburgués se introduzcan no por medio de reformas, sino por la vía revolucionaria, pues el camino reformista es el camino de las dilaciones, de los aplazamientos, de la agonía dolorosa y lenta de los miembros podridos del organismo popular, y los que más y primordialmente sufren con este proceso de agonía lenta son d proletariado y los campesinos. El camino revolucionario, es el camino que consiste en la opera-

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ción más rápida y menos dolorosa para el proletariado, en la eliminación directa de los miembros podridos, el camino de mínimas concesiones y cautelas con respecto a la monarquía y a sus instituciones repelentes, ignominiosas y podridas, que envenenan la atmósfera con su descomposición.

    He aquí por qué nuestra prensa liberal burguesa, no sólo por consideraciones dictadas por la censura, no sólo por miedo a las autoridades, deplora a lo Judas la posibilidad de un camino revolucionario, teme a la revolución, asusta al zar con la revolución, se preocupa de evitar la revolución, se humilla y se prosterna servil en aras de reformas mezquinas como base del camino reformista. Se mantienen en este punto de vista no sólo Rússkie Viédomosti, Sin Otéchestva, Nasha Zhisn, Nashi Dni [Información Rusa, El Hijo de la Patria, Nuestra Vida, Nuestros Días ], sino también la ilegal y libre Osvobozhdenie. La situación misma de la burguesía, como clase en la sociedad capitalista, engendra inevitablemente su inconsecuencia en la revolución democrática. La situación misma del proletariado, como clase, le obliga a ser demócrata consecuente. La burguesía, temiendo el progreso democrático, que amenaza con el fortalecimiento del proletariado, vuelve la vista hacia atrás. El proletariado no tiene nada que perder, excepto sus cadenas, y adquiere, con ayuda del democratismo, todo un mundo. Por eso, cuanto más consecuente es la revolución burguesa en sus transformaciones democráticas, menos se limita a lo que beneficia exclusivamente a la burguesía. Cuanto más consecuente es la revolución burguesa, tanto más garantiza las ventajas del proletariado y de los campesinos en la revolución democrática.

    El marxismo no enseña al proletariado a quedarse al margen de la revolución burguesa, a no participar en ella,

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a entregar su dirección a la burguesía, sino que le enseña, por el contrario, que debe participar en ella del modo más enérgico y luchar con la mayor decisión por el democratismo proletario consecuente, por llevar hasta su término la revolución. No podemos saltar del marco democraticoburgués de la revolución rusa, pero podemos ensanchar en proporciones colosales dicho marco, podemos y debemos, en los límites del mismo, luchar por los intereses del proletariado, por la satisfacción de sus necesidades inmediatas y por las condiciones de preparación de sus fuerzas para la victoria completa futura. Hay democracia burguesa y democracia burguesa. El monárquico de los zemstvos partidario de una Cámara alta, que "reclama" el sufragio universal, y secretamente llega a un compromiso con el zarismo para obtener una Constitución mutilada, es un demócrata burgués. El campesino que con las armas en la mano se alza contra los terratenientes y funcionarios, y por "republicanismo ingenuo" propone "echar al zar"*, es también un demócrata burgués. Hay regímenes democraticoburgueses tales como el de Alemania y tales como el de Inglaterra; tales como el de Austria y tales como el de América o el de Suiza. Bueno sería el marxista que en la época de la revolución democrática se dejara escapar esta diferencia entre los grados de democratismo y entre el diferente carácter de tal o cual forma del mismo y se limitara a "discurrir con gran ingenio" a propósito de que, a pesar de todo, esto es una "revolución burguesa", fruto de una "revolución burguesa".

    Pues bien, nuestros neoiskristas son precisamente unos sabihondos de este jaez, que se vanaglorian de su miopía. Los neoiskristas se limitan precisamente a razonar sobre el ca-


    * Véase Osvobozhdenie, núm. 71, pág. 337, nota 2.

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rácter burgués de la revolución, cuando lo que se precisa es saber establecer una diferencia entre la democracia burguesa republicano-revolucionaria y la monárquico-liberal, sin hablar ya de la diferencia entre el democratismo burgués inconsecuente y el democratismo proletario consecuente. Se contentan -- exactamente como si se hubieran convertido verdaderamente en "hombres enfundados" -- con disquisiciones melancólicas sobre el "proceso de lucha recíproca de las clases antagónicas", cuando de lo que se trata es de dar una dirección democrática a la revolución actual, de subrayar las consignas democráticas de vanguardia para diferenciarlas de las consignas de traición del señor Struve y Cía., de indicar de un modo directo y tajante las tareas inmediatas de la lucha verdaderamente revolucionaria del proletariado y de los campesinos, a diferencia de malas maniobras liberales de los terratenientes y fabricantes. En esto consiste ahora, señores, el fondo de la cuestión, que os habéis dejado escapar: ¡en que nuestra revolución se vea coronada por una verdadera y grandiosa victoria o tan sólo por una transacción mezquina; en que llegue hasta la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos o que "pierda sus fuerzas" en una Constitución liberal a lo Shípov!

    A primera vista, puede parecer que al plantear esta cuestión nos apartamos completamente de nuestro tema. Pero esto puede parecer así sólo a primera vista. En realidad, es precisamente en esta cuestión donde reside la raíz de la divergencia de principio que se ha dibujado ya ahora de un modo completo entre la táctica socialdemócrata del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia y la táctica fijada en la Conferencia de los neoiskristas. Estos últimos han dado ya ahora no dos, sino tres pasos atrás,

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resucitando los errores del economismo al resolver las cuestiones incomparablemente más complejas, más importantes y más vitales para el partido obrero, de su táctica en el momento de la revolución. He aquí por qué es necesario detenernos con toda atención en el examen del problema planteado.

    En la parte de la resolución de los neoiskristas reproducida por nosotros se indica el peligro de que la socialdemocracia se encuentre con las manos atadas en la lucha contra la política inconsecuente de la burguesía, de que se diluya en la democracia burguesa. La idea de este peligro constituye el "leitmotiv" de toda la literatura específicamente neoiskrista, esta idea es el verdadero eje de toda la posición de principio en la escisión de nuestro Partido (desde que los elementos de baja querella en esta escisión han quedado completamente relegados a último término ante los elementos de viraje hacia el economismo). Reconocemos, asimismo, sin ambages que este peligro existe realmente, que precisamente ahora, en el apogeo de la revolución rusa, este peligro ha tomado un carácter particularmente serio. A todos nosotros, los teóricos, o, por lo que a mi se refiere, preferiría decir los publicistas de la socialdemocracia, incumbe la tarea inaplazable y extraordinariamente responsable de analizar desde qué lado, en realidad, amenaza este peligro. Pues el origen de nuestra divergencia se halla, no en el debate a propósito te si existe o no dicho peligro, sino en el de saber si lo engendra el llamado seguidismo de la "minoría" o el llamado revolucionarismo de la "mayoría".

    Para eliminar interpretaciones torcidas y malentendidos, consignemos, ante todo, que el peligro de que hablamos reside no en el aspecto subjetivo de la cuestión, sino en el objetivo, no en la posición formal que la socialdemocracia

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ocupe en la lucha, sino en el desenlace material de toda la lucha revolucionaria presente, La cuestión no consiste en saber si tales o cuales grupos socialdemócratas quieren diluirse en la democracia burguesa, de si se dan cuenta de que se diluyen; de esto ni siquiera se trata. No sospechamos que existe semejante deseo en ninguno de los socialdemócratas; por lo demás, no se trata aquí de deseos, ni mucho menos. La cuestión no consiste tampoco en saber si tales o cuales grupos socialdemócratas conservarán su autonomía formal, su fisonomía propia, su independencia con respecto a la democracia burguesa en todo el transcurso de la revolución. No sólo pueden dichos grupos proclamar dicha "independencia", sino también mantenerla formalmente, y, sin embargo, las cosas pueden pasar de tal modo, que se vean con las manos atadas en la lucha contra la inconsecuencia de la burguesía. El resultado político definitivo de la revolución puede ser que, a pesar de la "independencia" formal, a pesar de que la socialdemocracia conserve plenamente su fisonomía propia como organización, como partido, de hecho no sea independiente, no se halle con fuerzas para imprimir a la marcha de los acontecimientos el sello de su independencia proletaria, se vea tan débil, que, en el conjunto, en fin de cuentas, en el balance definitivo, su "dilución" en la democracia burguesa sea, no obstante, un hecho histórico.

    He aquí en lo que consiste el peligro real. Y ahora veamos de qué lado nos amenaza: ¿del de la desviación de la socialdemocracia hacia la derecha, personificada por la nueva Iskra, como creemos nosotros, o del de la desviación de la misma hacia la izquierda, personificada por la "mayoría", por Vperiod, etc., como creen los neoiskristas?

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    La solución de este problema, como hemos indicado, se halla determinada por la combinación objetiva de la acción de las distintas fuerzas sociales. El carácter de estas fuerzas se halla teóricamente determinado por el análisis marxista de la realidad rusa, y en el presente es determinado prácticamente por las acciones abiertas de los grupos y de las clases en la marcha de la revolución. Ahora bien, todo el análisis teórico efectuado por los marxistas mucho antes de la época por que estamos atravesando, y todas las observaciones prácticas sobre el desarrollo de los acontecimientos revolucionarios nos muestran que son posibles, desde el punto de vista de las condiciones objetivas, dos cursos y dos desenlaces de la revolución en Rusia. La transformación del régimen económico y político en Rusia en el sentido democrático-burgués es inevitable e ineluctable. No hay fuerza en el mundo capaz de impedir esta transformación. Pero de la combinación de la acción de las fuerzas en presencia, creadoras de esta transformación, pueden resultar dos desenlaces o dos formas de dicha transformación. Una de dos: 1) o las cosas terminarán con la "victoria decisiva de la revolución sobre el zarismo", o 2) no habrá fuerza suficiente para la victoria decisiva y las cosas terminarán con un arreglo entre el zarismo y los elementos más "inconsecuentes" y "egoístas" de la burguesía. Toda la variedad infinita de detalles y combinaciones, que nadie puede prever, se reducen, en suma, justamente a uno u a otro de estos dos desenlaces.

    Analicemos ahora estos desenlaces: primero, desde el punto de vista de su significación social, y, después, desde el punto de vista de la situación de la socialdemocracia (de su "dilución" o de que se vea con las "manos atadas") en uno y en otro caso.

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    ¿Qué es la "victoria decisiva de la revolución sobre el zarismo"? Hemos visto ya que, al emplear esta expresión, los neoiskristas no la comprenden ni aun en su sentido político inmediato. Menos todavía se advierte en ellos la comprensión del contenido de dase de este concepto. Pues nosotros, marxistas, no debemos en ningún caso dejarnos seducir por las palabras "revolución" o "gran revolución rusa", como ahora se dejan seducir por ellas muchos demócratas revolucionarios (por el estilo de Gapón). Debemos darnos cuenta de un modo exacto de las fuerzas sociales reales que se enfrentan con el "zarismo" (una fuerza completamente real y comprensible para todos) y que son capaces de obtener la "victoria decisiva" sobre el mismo. Esta fuerza no puede ser la gran burguesía, los terratenientes, los fabricantes, la "sociedad" que sigue a las gentes de Osvobozhdenie. Vemos que ellos ni siquiera desean una victoria decisiva. Sabemos que son incapaces, por su situación de clase, de una lucha decisiva contra el zarismo: para ir a la lucha decisiva, la propiedad privada, el capital, la tierra, son un lastre demasiado pesado. Tienen demasiada necesidad del zarismo, con sus fuerzas policiaco-burocráticas y militares, contra el proletariado y los campesinos, para que puedan aspirar a la destrucción del zarismo. No, la fuerza capaz de obtener la "victoria decisiva sobre el zarismo" no puede ser más que el pueblo, es decir, el proletariado y los campesinos, si se toman las grandes fuerzas fundamentales, distribuyendo la pequeña burguesía rural y urbana (asimismo "pueblo") entre el uno y los otros. "La victoria decisiva de la revolución sobre el zarismo" es la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos. Nuestros neoiskristas no podrán escapar de esta conclusión

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indicada hace ya tiempo por Vperiod. No hay nadie más que pueda obtener la victoria decisiva sobre el zarismo.

    Y esta victoria será, precisamente, una dictadura, es decir, deberá apoyarse inevitablemente en la fuerza de las armas, en las masas armadas, en la insurrección, y no en estas o en las otras instituciones creadas "por la vía legal", "por la vía pacífica". Sólo puede ser una dictadura, porque la implantación de los cambios inmediata y absolutamente necesarios para el proletariado y los campesinos provocará una resistencia desesperada por parte de los terratenientes, de la gran burguesía y del zarismo Sin dictadura, será imposible aplastar esta resistencia, rechazar los intentos contrarrevolucionarios. Pero no será, naturalmente, una dictadura socialista, sino una dictadura democrática. Esta dictadura no podrá tocar (sin pasar por toda una serie de grados intermedios de desarrollo revolucionario) las bases del capitalismo. Podrá, en el mejor de los casos, llevar a una redistribución radical de la propiedad de la tierra a favor de los campesinos, implantar un democratismo consecuente y completo, hasta llegar a la república, desarraigar no sólo de la vida del campo, sino también del régimen de la fábrica, todos los rasgos asiáticos de servidumbre, iniciar un mejoramiento serio en la situación de los obreros y elevar su nivel de vida, y finalmente last but not least *, hacer que la hoguera revolucionaria prenda en Europa. Semejante victoria no convertirá aún, ni mucho menos, nuestra revolución burguesa en socialista; la revolución democrática no se saldrá inmediatamente del marco de las relaciones económico sociales burguesas; pero, no obstante esto, tendrá una importancia gigantesca para el desarrollo futuro de Rusia y del


    * El último en orden, más no en importancia.

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mundo entero. Nada elevará a tal altura la energía revolucionaria del proletariado mundial, nada acortará tan considerablemente el camino que conduce a su victoria total, como esta victoria decisiva de la revolución que se ha iniciado ya en Rusia.

    Hasta qué punto es probable esta victoria es ya otra cuestión. No somos en modo alguno propensos al optimismo irrazonable a este propósito; no olvidamos, ni mucho menos, las enormes dificultades de esta tarea, pero, al ir a la lucha, debemos desear la victoria y saber indicar el verdadero camino que conduce a ella. Las tendencias capaces de conducir a esta victoria existen indiscutiblemente. Es verdad que nuestra influencia, la de los socialdemócratas, sobre la masa del proletariado, es aún insuficiente en sumo grado; el influjo revolucionario sobre la masa campesina es muy insignificante; la dispersión, la falta de desarrollo, la ignorancia del proletariado y sobre todo de los campesinos, son aún terriblemente grandes. Pero la revolución cohesiona con rapidez e instruye con rapidez. Cada paso en el desarrollo de la misma despierta a la masa y la atrae con una fuerza irresistible precisamente hacia el programa revolucionario, como el único que expresa de un modo consecuente y completo sus verdaderos intereses, sus intereses vitales.

    La ley de la mecánica establece que la acción es igual a la reacción. En la historia, la fuerza destructora de la revolución depende también, y no poco, de la fuerza y la duración con que han sido aplastadas las aspiraciones de libertad, y de la profundidad que alcancen las contradicciones entre la "superestructura" antediluviana y las fuerzas vivas de la época actual. Y la situación política internacional, en muchos sentidos, va siendo la más ventajosa para la revolución rusa. La insurrección de los obreros y campe-

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sinos ha empezado ya, se halla dispersa, es espontánea, débil, pero demuestra de un modo indiscutible y absoluto la existencia de fuerzas capaces de ir a la lucha decisiva y que marchan hacia una victoria decisiva.

    Si estas fuerzas resultan insuficientes, el zarismo podrá entonces estipular un arreglo, que están preparando ya, de una parte, los señores Bulyguin, y de otra, los señores Struve. Entonces, las cosas terminarán con una Constitución mutilada o incluso, en el peor de los casos, con una parodia de la misma. Esto será también una "revolución burguesa", pero abortada, híbrida, un monstruoso engendro. La socialdemocracia no se hace ilusiones, conoce la naturaleza traicionera de la burguesía, no se desalienta y no abandona su labor tenaz, paciente y firme, para la educación de clase del proletariado, incluso en los días más grises de bienandanza burguesa-constitucional a lo "Shípov". Este desenlace se parecería más o menos al de casi todas las revoluciones democráticas de Europa en el transcurso del siglo XIX, y en tal caso el desarrollo de nuestro Partido seguiría una senda difícil, dura, larga, pero conocida y trillada.

    Cabe ahora preguntar: ¿en cuál de estos dos desenlaces posibles la socialdemocracia se vería de hecho con las manos atadas frente a la burguesía inconsecuente y egoísta? ¿Resultará de hecho "diluida" o casi diluida en la democracia burguesa?

    Basta con formular te un modo claro esta pregunta para contestarla inmediatamente sin dificultad.

    Si la burguesía consigue hacer fracasar la revolución rusa por medio de un compromiso con el zarismo, entonces la socialdemocracia se verá de hecho precisamente con las manos atadas frente a la burguesía inconsecuente, entonces la socialdemocracia se verá "diluida" en la democracia bur-

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guesa en el sentido de que el proletariado no conseguirá imprimir su sello claro a la revolución, no conseguirá ajustar las cuentas al zarismo a la manera proletaria, o, como decía en su tiempo Marx, "a la manera plebeya".

    Si se consigue la victoria decisiva de la revolución, entonces ajustaremos las cuentas al zarismo a la manera jacobina, o, si queréis, plebeya. "Todo el terrorismo francés -- escribía Marx en 1848, en la famosa Nueva Gaceta del Rin -- no fue sino un procedimiento plebeyo para ajustar las cuentas a los enemigos de la burguesía: al absolutismo, al feudalismo y al filisteísmo" (Véase Marx, Nachlass, edición de Mehring, t. III, pág. 211)[13]. ¿Han pensado alguna vez en la significación de estas palabras de Marx los que intimidan a los obreros socialdemócratas rusos con el espantajo del "jacobinismo" en la época de la revolución democrática?

    Los girondinos de la socialdemocracia rusa actual, los neoiskristas, no se funden con los elementos de Osvobozhdenie, pero de hecho, como consecuencia del carácter de sus consignas, marchan a la cola de los mismos. Y los elementos de Osvobozhdenie, esto es, los representantes de la burguesía liberal, quieren deshacerse de la autocracia suavemente, a la manera reformista, haciendo concesiones, sin ofender a la aristocracia, a la nobleza, a la corte, cautelosamente, sin romper nada, amablemente y cortésmente, de un modo señorial, poniéndose guantes blancos (como los que se puso, sacados de manos de un bachibuzuk, el señor Petrunkévich en la recepción de los "representantes del pueblo" (?) por Nicolás el Sanguinario. Véase Proletari, núm. 5*.)

    Los jacobinos de la socialdemocracia moderna -- bolcheviques, partidarios de Vperiod, congresistas o partidarios de


    * Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VIII. (N. de la Red.)

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Proletari no sé ya cómo decirlo -- quieren elevar con sus consignas a la pequeña burguesía revolucionaria y republicana y, sobre todo, a los campesinos hasta el nivel del democratismo consecuente del proletariado, el cual conserva sus rasgos especiales de dase completos. Quieren que el pueblo, es decir, el proletariado y los campesinos, ajuste las cuentas a la monarquía y a la aristocracia "a lo plebeyo", aniquilando implacablemente a los enemigos de la libertad, aplastando por la fuerza su resistencia, no haciendo ninguna concesión a la herencia maldita del feudalismo, del asiatismo, del escarnio para el hombre.

    Esto no significa, en modo alguno, que queramos sin falta imitar a los jacobinos de 1793, adoptar sus concepciones, su programa, sus consignas, sus métodos de acción. Nada de esto. Tenemos no un programa viejo, sino nuevo: el programa mínimo del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Tenemos una consigna nueva: la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos. Tendremos también, si vivimos hasta la victoria auténtica de la revolución, nuevos métodos de acción, que corresponderán al carácter y a los fines del Partido de la clase obrera, partido que aspira a la revolución socialista completa. Con nuestra comparación, queremos únicamente aclarar que los representantes de la clase avanzada del siglo XX, del proletariado, esto es, los socialdemócratas, se dividen asimismo en las dos alas (oportunista y revolucionaria) en que se dividían también los representantes de la clase avanzada del siglo XVIII, la burguesía, esto es, girondinos y jacobinos.

    Sólo en el caso de victoria completa de la revolución democrática, el proletariado no se encontrará con las manos atadas en la lucha contra la burguesía inconsecuente; sólo en este caso no "se diluirá" en la democracia burguesa, sino

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que imprimirá a toda la revolución su sello proletario, o, para decirlo más exactamente, el sello proletario-campesino.

    En una palabra: para no verse con las manos atadas en la lucha contra la democracia burguesa inconsecuente, el proletariado debe ser lo suficientemente consciente y fuerte para elevar hasta la conciencia revolucionaria a los campesinos, para dirigir la acometida de éstos, para realizar así de un modo independiente el democratismo consecuentemente proletario.

    He ahí cómo está planteada la cuestión, con tan poca fortuna resuelta por los neoiskristas, sobre el peligro de encontrarse con las manos atadas en la lucha contra la burguesía inconsecuente. La burguesía será siempre inconsecuente. No hay nada más cándido y estéril que los intentos de trazar las condiciones o puntos* bajo cuya ejecución se podría considerar a la democracia burguesa como a un amigo sincero del pueblo. Sólo el proletariado puede ser un luchador consecuente por el democratismo. Pero sólo puede luchar victoriosamente por el democratismo a condición de que las masas campesinas se unan a su lucha revolucionaria. Si al proletariado no le alcanzaran las fuerzas para ello, la burguesía se pondría al frente de la revolución democrática y daría a la misma un carácter inconsecuente e interesado. No hay otro medio de impedirlo más que la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos.

    Así, pues, llegamos a la conclusión indudable de que es precisamente la táctica neoiskrista la que, por su significa-


    * Como lo ha intentado hacer Starovier en su resolución[14], anulada por el III Congreso, y como lo intenta la Conferencia en una resolución no menos desacertada.

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ción objetiva, hace el juego de la democracia burguesa. La predicación de la difusión orgánica, que llega hasta plebiscitos, hasta el principio de acuerdos, a separar del Partido la literatura de partido; el rebajar las tareas de la insurrección armada; el confundir las consignas políticas populares del proletariado revolucionario con las de la burguesía monárquica; el adulterar las condiciones de la "victoria decisiva de la revolución sobre el zarismo": todo esto, tomado en conjunto, da precisamente como resultado la política del seguidismo en los momentos revolucionarios, que desorienta al proletariado, lo desorganiza y lleva la confusión a su conciencia, rebaja la táctica de la socialdemocracia, en vez de indicar el único camino de la victoria y agrupar en torno a la consigna del proletariado a todos los elementos revolucionarios y republicanos del pueblo.


    Para confirmar esta conclusión, a la que hemos llegado a base de un análisis de la resolución, abordaremos esta misma cuestión desde otros aspectos. Veamos, en primer lugar, de qué manera un menchevique cándido y abierto ilustra la táctica neoiskrista en el periódico georgiano Sotsial-Demokrat. En segundo lugar, veamos quién se aprovecha, de hecho, en la actual situación política, de las consignas de la nueva Iskra.


7. LA TACTICA DE LA "ELIMINACION DE LOS
CONSERVADORES DEL GOBIERNO"


    El artículo arriba mencionado, publicado en el órgano del "Comité" menchevique de Tiflís (Sotsial-Demokrat, núm. 1) se titula "El Zemski Sobor y nuestra táctica". Su autor

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no ha olvidado aún por completo nuestro programa; lanza la consigna de la república, pero razona sobre la táctica de la siguiente manera:

    "Para la consecución de este objetivo (la república) se pueden indicar dos caminos: o no prestar ninguna atención al Zemski Sobor convocado por el gobierno y derrotar al gobierno con las armas en la mano, formar un gobierno revolucionario y convocar la Asamblea Constituyente, o declarar al Zemski Sobor como centro de nuestra acción, presionando con las armas en la mano sobre sus componentes, sobre su actividad, y obligarle por la fuerza a declararse Asamblea Constituyente o a convocar la Asamblea Constituyente por su conducto. Estas dos tácticas se diferencian muy netamente la una de la otra. Veamos, pues, cuál de las dos es más ventajosa para nosotros".

    He aquí cómo los neoiskristas rusos exponen las ideas encarnadas ulteriormente en la resolución examinada por nosotros. Observad que esto fue escrito antes de Tsu-sima, cuando el "proyecto" de Bulyguin no había salido aún a la luz. Hasta los liberales perdieron la paciencia y expresaron su desconfianza en las columnas de la prensa legal, en tanto que un socialdemócrata neoiskrista resultaba ser más confiado que los liberales, El declara que el Zemski Sobor "está en vías de ser convocado" y cree en el zar hasta tal punto, que propone hacer de este Zemski Sobor (o puede ser de una "Duma de Estado" o de un "Sobor legislativo y consultivo") inexistente aún, el centro de nuestra acción. Más franco y más rectilíneo que los autores de la resolución adoptada en la Conferencia, nuestro ciudadano de Tiflís no considera como equivalentes las dos "tácticas" (expuestas por él con un candor inimitable), sino que declara que la segunda es más "ventajosa". Escuchad:

    "Táctica primera. Como vosotros sabéis, la revolución inminente es una revolución burguesa, es decir, esta dirigida a un cambio del régimen actual en el cual (cambio) está interesado no sólo d proletariado, sino también

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toda la sociedad burguesa. Todas las clases estan en oposición contra el gobierno, incluso los mismos capitalistas. El proletariado que lucha y la burguesía que lucha, van, en un cierto sentido juntos y atacan juntos al absolutismo desde diversos lados. El gobierno está completamente aislado y privado de la simpatía de la sociedad. Por eso, es muy fácil destruirlo. Todo el proletariado de Rusia no es aún consciente ni está organizado como para poder realizar él solo la revolución. Y si pudiera hacerlo, no realizaría una revolución burguesa, sino proletaria (socialista). Por tanto, nos interesa que el gobierno se quede sin aliados, que no pueda desunir a la oposición, que no se atraiga a la burguesía, ni deje aislado al proletariado". . .

    ¡De manera que va en interés del proletariado que el gobierno zarista no pueda separar a la burguesía del proletariado! ¿No es por error por lo que el órgano georgiano se llama Sotsial-Demokrat en vez de llamarse Osvobozhdenie? ¡Mirad qué inimitable filosofía de la revolución democrática! ¿No vemos nosotros aquí, con nuestros propios ojos, al pobre ciudadano de Tiflís, desorientado totalmente por la interpretación casuística y seguidista del concepto "revolución burguesa"? El examina la cuestión del posible aislamiento del proletariado en la revolución democrática y se olvida. . . , se olvida de una minucia. . . , ¡de los campesinos! Entre los posibles aliados del proletariado, él conoce y encuentra de su agrado a los terratenientes de los zemstvos, pero no conoce a los campesinos. ¡Y esto en el Cáucaso! Pues bien, ¿no llevábamos nosotros razón cuando decíamos que la nueva Iskra con sus razonamientos desciende hasta la burguesía monárquica, en vez de levantar hacia sí, como aliados, a los campesinos revolucionarios?

    ". . . En caso contrario, la derrota del proletariado y la victoria del gobierno son inevitables. Y precisamente es a esto a lo que tiende la autocracia. Esta, no cabe duda, en su Zemski Sobor atraerá a su lado a los representantes de la nobleza, de los zemstvos, de las ciudades, de las universidades y demás instituciones burguesas. Se esforzará en

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halagarlos con pequeñas concesiones, y de esta manera, conciliarlos con ella. Reforzado de este modo, dirigirá todos sus golpes contra el pueblo obrero, que quedará aislado. Es nuestro deber impedir desenlace tan desdichado. Pero ¿acaso se puede hacer esto por el primer camino? Supongamos que no hemos prestado ninguna atención al Zemski Sobor, sino que hemos empezado a prepararnos, nosotros mismos, para la insurrección y un buen día hemos salido armados a la calle, a la lucha. Y he aquí que en lugar de encontrarnos con un solo enemigo, nos encontramos con dos: el gobierno y el Zemski Sobor. Mientras que nosotros nos preparábamos, ellos han tenido tiempo de entenderse, de llegar a un acuerdo, de elaborar una Constitución ventajosa para ellos y se han repartido el Poder. Esta es una táctica directamente beneficiosa para el gobierno, y nosotros debemos renunciar a ella de la manera más enérgica". . .

    ¡Eso es hablar con franqueza! ¡Hay que renunciar resueltamente a la "táctica" de preparar la insurrección, porque "mientras tanto" el gobierno llegará a una componenda con la burguesía! ¿Sería posible encontrar en la vieja literatura del más inveterado "economismo" algo parecido a este modo de deshonrar a la socialdemocracia revolucionaria? Las insurrecciones y las revueltas obreras y campesinas, que tienen lugar aquí y allá, son hechos. El Zemski Sobor es una promesa de Bulyguin. Y el Sotsial-Demokrat de la ciudad de Tiflís decide: renunciar a la táctica de preparar la insurrección y esperar el "centro de acción", el Zemski Sobor. . .

    ". . . La segunda táctica, por el contrario, consiste en colocar al Zemski Sobor bajo nuestra vigilancia, no darle posibilidad de actuar según su voluntad y de llegar a un acuerdo con el gobierno*.
    Nosotros sostendremos al Zemski Sobor en tanto en que luche contra la autocracia y lucharemos contra él en aquellos casos en que se concilie con la autocracia. Por una intervención enérgica y por la fuerza, des-


    * ¿Qué medios hay para privar de hacer su voluntad a los miembros de los zemstvos? ¿No será esto un papel de tornasol particular?

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uniremos a los diputados[*], atraeremos hacia nosotros a los radicales, eliminaremos del gobierno a los conservadores y, de esta manera, colocaremos a todo el Zemski Sobor en el camino revolucionario. Gracias a esta táctica, el gobierno quedará aislado permanentemente, la oposición será fuerte y con esto será facilitada la implantación de un régimen democrático".

    ¡Sí! ¡Sí! Que nos digan ahora que nosotros exageramos el viraje de los neoiskristas hacia la variedad más vulgar del economismo. Esto es ya exactamente igual que los famosos polvos contra las moscas: se coge la mosca, se la espolvorea y muere. Desunir por la fuerza a los diputados del Zemski Sobor, "eliminar del gobierno a los conservadores", y todo el Zemski Sobor adoptará el camino revolucionario. . . Todo eso, sin ninguna clase de insurrección armada "jacobina", muy noblemente, casi a la manera parlamentaria, "influenciando" sobre los miembros del Zemski Sobor.

    ¡Pobre Rusia! Se ha dicho de ella que lleva siempre los sombreros pasados de moda y desechados en Europa. Nosotros no tenemos parlamento aún, ni siquiera lo ha prometido Bulyguin, pero cretinismo parlamentario[15] hay todo el que se quiera.

    ". . . ¿Cómo debe producirse esta intervención? Ante todo, nosotros exigiremos que el Zemski Sobor sea convocado mediante el sufragio universal, igual, directo y secreto. Junto con la publicación** de este régimen electoral, debe ser consagrada por la ley*** la completa libertad de agitación electoral, es decir, la libertad de reunión, de palabra, de prensa, la inmunidad de los electores y elegidos y la liberación de todos los delincuentes políticos. La fecha de las elecciones debe ser fijada lo más tarde posible con el fin de que tengamos tiempo suficiente para


    * ¡Vaya por Dios! ¡He aquí una táctica "profundizada"! No hay fuerzas para luchar en la calle, pero se puede "desunir a los diputados por la fuerza". Escuche, camarada de Tiflís, se puede mentir, pero hay que saber en qué medida. . .
    ** ¿En la Iskra?
    *** ¿Por Nicolás?

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informar y preparar al pueblo. Y puesto que la elaboración del reglamento de convocatoria del Sobor ha sido encargada a una comisión presidida por el ministro del Interior, Bulyguin, debemos presionar sobre esta comisión y sobre sus miembros[*]. Si la Comisión Bulyguin se niega a satisfacer nuestras reivindicaciones[**] y concede el derecho a elegir diputados sólo a los pudientes, debemos intervenir en estas elecciones y obligar por la vía revolucionaria a los electores a elegir candidatos avanzados y exigir en el Zemski Sobor la Asamblea Constituyente. En fin, por todos los medios: manifestaciones, huelgas, y si es necesario, la insurrección, obligar al Zemski Sobor a convocar la Asamblea Constituyente o a proclamarse Asamblea Constituyente. El proletariado en armas debe ser el defensor de la Asamblea Constituyente y ambos[***] juntos marcharán hacia la república democrática.
    Esta es la táctica socialdemócrata y únicamente ella nos asegurará la victoria".

    No piense el lector que todo este increíble absurdo es un simple devaneo de la pluma de cualquier neoiskrista irresponsable y sin influencia. No, esto se dice en el órgano de todo un comité de neoiskristas, el de Tiflís. Es más, este absurdo es aprobado directamente por Iskra en su número 100, en el cual leemos estas líneas a propósito de Sotsial-Demokrat.

    "El número 1 está redactado vivamente y con talento. Se nota la mano experta y hábil de un redactor que es a la vez un escritor. . . Se puede decir con seguridad que el periódico cumplirá brillantemente la tarea que ante sí tiene planteada ".

    ¡Sí! Si esta tarea consiste en demostrar palmariamente a todos y cada uno la plena descomposición ideológica del


    * He ahí lo que significa la táctica de ¡"eliminar a los conservadores del gobierno"!
    ** ¡Esto no puede suceder si nosotros usamos una táctica tan acertada y tan profundamente meditada de nuestra parte!
    *** ¿El proletariado en armas y los conservadores "eliminados del gobierno"?

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neoiskrismo, la ha cumplido efectivamente de un modo "brillante". Nadie habría sabido expresar más "vivamente, con mayor talento y habilidad" el descenso de los neoiskristas hasta el oportunismo liberal-burgués.


8. LA TENDENCIA DE OSVOBOZHDENIE Y
EL NEOISKRISMO


    Ahora pasamos a otra confirmación patente de la significación política del neoiskrismo.

    En un artículo excelente, magnifico, muy instructivo, titulado "Cómo encontrarse a si mismo" (Osvobozhdenie, núm. 71), el señor Struve hace la guerra al "revolucionismo programático" de nuestros partidos extremos. El señor Struve se muestra sobre todo descontento de mi*. Por lo


    * "En comparación con el revolucionismo de los señores Lenin y sus compañeros, el revolucionismo de la socialdemocracia de Europa occidental, de Bebel y hasta de Kautsky, es oportunismo, pero también las bases de este revolucionismo, ya suavizado, han sido minadas y destruidas por la historia". El ataque es muy serio. Pero hace mal el señor Struve en pensar que se pueden amontonar cosas sobre mí como sobre un muerto. A mí me basta con hacer un reto al señor Struve, que él nunca será capaz de aceptar. ¿Dónde y cuándo he dicho yo que el revolucionismo de Bebel y de Kautsky sea "oportunismo"? ¿Dónde y cuándo he pretendido yo crear en la socialdemocracia internacional una tendencia particular, no idéntica a la tendencia de Bebel y de Kautsky? ¿Dónde y cuándo han salido a la luz discrepancias, entre Bebel y Kautsky por una parte, y yo, por otra, discrepancias que se aproximen por su seriedad, aunque sea un poco, a las surgidas entre Bebel y Kautsky, en Breslau, por ejemplo, en la cuestión agraria?[16] Que pruebe el señor Struve a contestar a estas tres preguntas.
    Y a los lectores les decimos: la burguesía liberal, en todas partes y siempre, pone en juego el procedimiento que consiste en hacer creer a sus adeptos en un país determinado que los socialdemócratas de dicho [cont. en p. 61] país son la gente más insensata, mientras que sus compañeros del país vecino son "buenos chicos". La burguesía alemana ha puesto cientos de veces como ejemplo ante Bebel y Kautsky a los "buenos chicos" socialistas franceses. La burguesía francesa, no hace mucho, puso como ejemplo ante los socialistas franceses al "buen chico" Bebel. ¡Es un procedimiento viejo, señor Struve! En esa trampa sólo podrá usted coger a los niños y a los ignorantes. La solidaridad completa de la socialdemocracia revolucionaria internacional en todas las grandes cuestiones del programa y de la táctica es un hecho incontrovertible.

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que se refiere a mi, estoy tan contento con el señor Struve, que no es posible pedir más: mejor aliado en la lucha contra el economismo renaciente de los neoiskristas y contra la falta absoluta de principios de los "socialrevolucionarios", yo no podria desear. Ya hablaremos alguna otra vez de cómo el señor Struve y Osvobozhdenie han demostrado en la práctica todo el reaccionarismo de las "enmiendas" al marxismo hechas en el proyecto de programa de los socialrevolucionarios. De cómo el señor Struve me ha prestado un servicio leal, honrado y verdadero cada vez que aprobaba en principio a los neoiskristas, ya hemos hablado reiteradamente* y hablaremos ahora otra vez.


    * Recordamos al lector que al artículo "¿Qué es lo que no hay que hacer?" (Iskra, núm. 52) fue saludado a bombo y platillo por Osvobozhdenie como un "significativo viraje" hacia concesiones respecto a 108 oportunistas. Las tendencias de principio del neoiskrismo, Osvobozhdenie las ha aprobado particularmente en una nota sobre la escisión entre los socialdemócratas rusos. Respecto al folleto de Trotski "Nuestras tareas políticas", Osvobozhdenie ha indicado la analogía de las ideas de este autor con las que escribieron y expresaron en un tiempo los colaboradores de Rabócheie Dielo (La Causa Obrera ) Krichevski, Martínov, Akímov (ved la hoja titulada "Un liberal servicial" editada por Vperiod ). El folleto de Martínov Dos dictaduras, ha sido saludado por Osvobozhdenie (ved la nota de Vperiod, núm. 9). En fin, las quejas tardías de Starovier respecto a la vieja consigna de la vieja Iskra : "primero deslindar los campos y después unirse", han encontrado la simpatía especial de Osvobozhdenie.

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    En el artículo del señor Struve hay toda una serie de declaraciones interesantísimas, que aquí podemos señalar únicamente de paso. El abriga el propósito de "crear una democracia rusa, apoyándose, no en la lucha, sino en la colaboración de clases", con la particularidad de que la "intelectualidad socialmente privilegiada" (como la "nobleza culta", ante la cual el señor Struve hace reverencias con la gracia de un. . . lacayo auténticamente mundano) aportará el "peso de su situación social" (el peso del saco de oro) a este partido, "que no será de clase". El señor Struve expresa el deseo de dar a conocer a la juventud la falsedad de ese "lugar común radical según el cual la burguesía se ha asustado y ha traicionado al proletariado y a la causa de la libertad". (Saludamos de todo corazón este deseo Nada confirmará la razón de ese "lugar común" marxista, como el hecho de que el señor Struve le haga la guerra. ¡Hágalo, señor Struve, no retarde usted la ejecución de su excelente plan, metiéndolo en el fondo de un cajón!)

    Nos interesa señalar, para tratar nuestro tema, contra qué consignas prácticas combate en la actualidad un representante de la burguesía rusa dotado de un instinto político tan fino y tan sensible a la más pequeña variación del tiempo. En primer lugar, contra la consigna del republicanismo. El señor Struve está firmemente convencido de que esta consigna es "incomprensible y ajena a las masas populares". (El se olvida de añadir: ¡Es comprensible, pero no conviene a la burguesía!) ¡Nosotros desearíamos ver qué respuesta recibiría el señor Struve de los obreros en nuestros círculos y en nuestras reuniones de masas! ¿O es que los obreros no son el pueblo? ¿Y los campesinos? Suelen profesar, según el señor Struve, "un republicanismo ingenuo" ("echar al zar"), pero la burguesía liberal cree que el republicanismo

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ingenuo será reemplazado ¡no por un republicanismo consciente, sino por un monarquismo consciente! Ça dépend, señor Struve, esto depende aún de las circunstancias. Tanto el zarismo como la burguesía no pueden dejar de oponerse a un mejoramiento radical de la situación de los campesinos a costa de la tierra de los terratenientes, y la clase obrera no puede dejar de cooperar en ello con los campesinos.

    En segundo lugar, el señor Struve afirma que "en la guerra civil, la razón nunca está de parte del atacante". Esta idea se acerca mucho a las tendencias del neoiskrismo, expuestas más arriba. No diremos, naturalmente, que en la guerra civil siempre es ventajoso atacar; no, a veces la táctica defensiva es obligatoria durante cierto tiempo, Pero exponer una tesis como la del señor Struve y aplicarla a la Rusia de 1905 es, precisamente, mostrar un fragmento del "lugar común radical" ("la burguesía se asusta y traiciona la causa de la libertad") Quien no quiere atacar ahora a la autocracia, a la reacción, quien no se prepare para este ataque, quien no lo propugne, no puede llamarse partidario de la revolución.

    El señor Struve condena las consignas: "conspiración" y "motín" (que son una "insurrección en miniatura"). ¡El señor Struve desprecia lo uno y lo otro desde el punto de vista "del acceso a las masas"! Nosotros preguntaríamos al señor Struve si él puede indicarnos que se predique el motín en una obra, por ejemplo, de un revolucionarista tan extremo, a su modo de ver, como ¿Qué hacer?. Y, en cuanto a la "conspiración", ¿es tan grande la diferencia, por ejemplo, entre nosotros y el señor Struve? ¿No trabajamos ambos en periódicos "ilegales", introducidos "conspirativamente" en Rusia y que sirven a los grupos "clandestinos" del Soiús Osvobozhdenia o del P.O.S.D.R.? Nuestras

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reuniones obreras de masas son en muchos casos "conspirativas"; se comete este pecado. ¿Y las asambleas de los señores de Osvobozhdenie ? Señor Struve, ¿de qué puede usted presumir ante los despreciables partidarios de la despreciable conspiración?

    Para proveer de armas a los obreros se necesita, es cierto, la conspiración más estricta. Aquí, el señor Struve habla ya con más franqueza. Escuchad: "Por lo que se refiere a la insurrección armada, o a la revolución, en el sentido técnico, sólo una propaganda de masas del programa democrático puede crear las condiciones psicológicas y sociales de la insurrección armada general. Así, pues, aun desde el punto de vista, no compartido por mí, que considera la insurrección armada como el coronamiento inevitable de la actual lucha por la emancipación, el inculcar en las masas las ideas de transformación democrática es la obra más fundamental y más necesaria".

    El señor Struve trata de esquivar la cuestión. Habla de la inevitabilidad de la insurrección, en vez de hablar de su necesidad para la victoria de la revolución. Una insurrección, no preparada, espontánea, dispersa, ha empezado ya. Nadie podrá garantizar absolutamente que llegará hasta la insurrección popular armada integral y total, puesto que esto depende tanto del estado de las fuerzas revolucionarias (que no se puede medir más que en la propia lucha), como de la conducta del gobierno y de la burguesía y de una serie de otras circunstancias que no se pueden prever con exactitud. No se puede hablar de inevitabilidad en el sentido de esta seguridad absoluta en un acontecimiento concreto hacia la que se orienta la argumentación del señor Struve. Si se quiere ser partidario de la revolución, hay que hablar de si es necesaria la insurrección para la victoria de

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la revolución, de si es necesario o no preconizarla activamente, propagarla, prepararla inmediata y enérgicamente. El señor Struve no puede no comprender esta diferencia: por ejemplo, él no vela la cuestión, indiscutible para un demócrata, de la necesidad del sufragio universal con la cuestión, discutible y subalterna para todo hombre político, de la inevitabilidad de su consecución en el curso de la presente revolución. Al esquivar la cuestión de la necesidad de la insurrección, el señor Struve expresa el fondo más oculto de la posición política de la burguesía liberal La burguesía, en primer lugar, prefiere entenderse con la autocracia en vez de aplastarla; en todo caso, la burguesía deja la lucha armada para los obreros (esto en segundo lugar). He aquí la significación real que tienen las evasivas del señor Struve He aquí por qué recula ante la cuestión de la necesidad de la insurrección y se desvía hacia la cuestión de sus condiciones "psicológicas y sociales" y de la "propaganda" preliminar. Exactamente lo mismo que los charlatanes burgueses en el parlamento de Francfort en 1848 se ocupaban de componer resoluciones, declaraciones, decisiones, de la "propaganda de masas" y de la preparación de las "condiciones psicológicas y sociales", cuando de lo que se trataba era de resistir a la fuerza armada del gobierno, cuando el movimiento "había conducido a la necesidad" de la lucha armada, cuando la sola acción verbal (cien veces necesaria en el período de preparación) se había convertido en una vil inacción y cobardía burguesas, exactamente lo mismo el señor Struve dude la cuestión de la insurrección cubriéndose con frases. El señor Struve nos demuestra palmariamente lo que se empeñan en no ver muchos socialdemócratas, a saber: que los períodos revolucionarios se diferencian de los ordinarios y cotidianos, de los períodos históricos de

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preparación, en que el estado de espíritu, la excitación, la convicción de las masas deben traducirse, y se traducen, en hechos.

    El revolucionarismo vulgar no comprende que la palabra es también un acto. Esta es una tesis incontestable, aplicada a la historia en general o a épocas de la historia en las que no hay acción política abierta de las masas, y esta acción no puede ser reemplazada ni creada artificialmente por ningún putch. El seguidismo de los revolucionarios no comprende que cuando ha comenzado el momento revolucionario, cuando la vieja "superestructura" se resquebraja en todas sus junturas, cuando la acción política abierta de las clases y de las masas, que crean para sí una nueva superestructura, se ha convertido en un hecho, cuando la guerra civil ha comenzado, limitarse entonces, como anteriormente, "a las palabras", no dando la consigna directa de pasar a los "hechos", zafarse entonces de la acción, invocando las "condiciones psicológicas", y la "propaganda" en general, significa falta de vitalidad, es un peso muerto, un verbalismo razonador, o entregar a la revolución y traicionarla. Los charlatanes de la burguesía democrática de Francfort son el ejemplo histórico inolvidable de una tal traición o de una tal estupidez casuística.

    ¿Queréis que os aclaremos esta diferencia entre el revolucionarismo vulgar y el seguidismo de los revolucionarios con ejemplos de la historia del movimiento socialdemócrata en Rusia? Os daremos esta explicación. Recordad los años 1901-1902, que están aún tan cerca y que nos parece ya ahora que pertenecen a un pasado muy lejano. Empezaron las manifestaciones. El revolucionarismo vulgar lanzó el grito de "al asalto" (Rabócheie Dielo [17]), fueron publicadas las "octavillas sangrientas" (de procedencia berlinesa, si la

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memoria no me engaña); fueron duramente atacados (Nadiezhdin)[18] el "mal literario" y el carácter de gabinete de la idea de hacer propaganda en toda Rusia por medio de un periódico. El seguidismo de los revolucionarios interino entonces, al contrario, con las prédicas de que "la lucha económica es el mejor medio para la agitación política". ¿Qué posición fue la de la socialdemocracia revolucionaria? Ella atacó a estas dos tendencias. Condenó el "putchismo" y los gritos de "al asalto", pues todos veían o debían ver claro que la acción abierta de las masas era cosa del mañana. Condenó el seguidismo y planteó directamente la consigna incluso de la insurrección armada de todo el pueblo, no en el sentido de un llamamiento directo (llamamiento al "motín" no encontraría en aquel tiempo entre nosotros el señor Struve), sino en el sentido de una conclusión necesaria, en el sentido de la "propaganda" (de la que el señor Struve no se ha acordado hasta ahora; nuestro respetable señor Struve se retrasa siempre en unos cuantos años), en el sentido de la preparación justamente de estas mismas "condiciones psicológicas y sociales" de las cuales nos hablan hoy, "melancólicamente y a despropósito", los representantes de la regateadora burguesía. Entonces, la propaganda y la agitación, la agitación y la propaganda, eran realmente colocadas en primer plano por el estado objetivo de las cosas. Entonces, como piedra de toque del trabajo para la preparación de la insurrección podía plantearse (y se planteaba en ¿Qué hacer? ) la labor de crear un periódico político para toda Rusia, cuya salida semanal nos parecía un ideal. Entonces, las consignas: agitación de masas en lugar de acciones arma das directas y preparación de las condiciones psicológicas y sociales de la insurrección en lugar de putchs, eran las únicas consignas justas de la socialdemocracia revolucionaria.

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¡Ahora, esas consignas han sido sobrepasadas por los acontecimientos, el movimiento se ha adelantado, no son más que frases, trastos viejos que no sirven más que para ocultar la hipocresía de la tendencia de Osvobozhdenie y el seguidismo neoiskrista!

    ¿O quizá yo me equivoco? ¿Es que la revolución no ha empezado aún? ¿No ha llegado aún el momento de acción política abierta de las clases? ¿Es que la guerra civil no ha comenzado aún y, por tanto, no ha llegado el momento de que la crítica por las armas sea el heredero necesario y obligatorio, el sucesor, el ejecutor testamentario, el colofón del arma de la crítica?

    Mirad a vuestro alrededor, asomaos de vuestro gabinete a la calle para contestar a estas preguntas. ¿Acaso no ha sido el gobierno mismo el que ha comenzado ya la guerra civil asesinando en masa en todas partes a ciudadanos pacíficos e inermes? ¿Acaso no actúan las "centurias negras" armadas, como "argumento" del absolutismo? ¿Acaso la burguesía (hasta la burguesía) no ha reconocido la necesidad de una milicia cívica? ¿Acaso el mismo señor Struve, este mismo señor Struve tan idealmente moderado y puntual, no dice (¡Ah!, ¡lo dice para salir del paso!) que "el carácter abierto de las acciones revolucionarias [¡mirad cómo hablamos nosotros ahora!] es actualmente una de las condiciones más importantes de la influencia educativa sobre las masas populares"?

    El que tenga ojos para ver, no puede dudar de qué manera debe ser planteada ahora por los partidarios de la revolución la cuestión de la insurrección armada. Pues bien, observad los tres modos de plantear esta cuestión, publicados en los órganos de prensa libre capaces de influir algo en las masas.

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    Primer planteamiento: Resolución del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia*. Se reconoce y se declara públicamente que el movimiento general democrático revolucionario ha conducido ya a la necesidad de la insurrección armada. La organización del proletariado para


    * He aquí su texto completo.
    Considerando:
    1) que el proletariado, que es por su situación la clase más avanzada y la única consecuentemente revolucionaria, por este mismo hecho está llamado a desempeñar d papel dirigente en el movimiento general democrático revolucionario de Rusia;
    2) que este movimiento, en el momento actual, ya ha conducido a la necesidad de la insurrección armada;
    3) que el proletariado jugará un muy enérgico e inevitable rol en esta insurrección, y ello determinará la suerte de la revolución en Rusia;
    4) que el proletariado puede desempeñar el papel dirigente en esta revolución solamente estando agrupado en una fuerza política independiente y unida bajo la bandera del Partido Obrero Socialdemócrata, que dirige, no sólo ideológica, sino también prácticamente su lucha;
    5) que sólo el cumplimiento de este papel puede asegurar al proletariado las condiciones más ventajosas para la lucha por el socialismo contra las clases poseedoras de la Rusia democrático-burguesa.
    El III Congreso del P.O.S.D.R. reconoce que la tarea de organizar al proletariado para la lucha directa contra la autocracia por medio de la insurrección armada es una de las tareas principales e inaplazables del Partido en el momento revolucionario actual.
    Por eso, el Congreso encarga a todas las organizaciones del Partido:
    a) aclarar al proletariado por medio de la propaganda y de la agitación no sólo la significación política, sino el aspecto práctico y organizativo de la próxima insurrección armada,
    b) aclarar en esa propaganda y agitación el papel de las huelgas políticas de masas, que pueden tener una gran importancia al principio y en la marcha misma de la insurrección,
    c) tomar las medidas más enérgicas para armar al proletariado, y también para la elaboración del plan de la insurrección armada y de su dirección inmediata, creando para ello, en la medida que sea necesario, grupos apedales de entre los militantes del Partido. (Nota de Lenin para la edición de 1907. N. de la Red.)

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la insurrección está planteada a la orden del día como una de las tareas esenciales, primordiales y necesarias del Partido. Ha encargado tomar las medidas más enérgicas para armar al proletariado y para asegurarle la posibilidad de la dirección inmediata de la insurrección.

    Segundo planteamiento: El artículo de un carácter de principios en Osvobozhdenie, del "jefe de los constitucionalistas rusos" (así ha llamado no hace mucho al señor Struve un órgano tan influyente de la burguesía europea como la Gaceta de Francfort ), o del jefe de la burguesía progresiva rusa. El no comparte la opinión acerca de la inevitabilidad de la insurrección. La conspiración y el motín son procedimientos específicos de un revolucionarismo insensato. El republicanismo, un método de aturdimiento. La insurrección armada, de hecho, es una cuestión solamente técnica, mientras que "lo más fundamental y lo más necesario" es la propaganda de masas y la preparación de las condiciones psíquico-sociales.

    Tercer planteamiento: La resolución de la Conferencia neoiskrista. Nuestra tarea es preparar la insurrección. La posibilidad de una insurrección según un plan está excluida. Las condiciones favorables para la insurrección se crearán por la desorganización gubernamental, por nuestra agitación, por nuestra organización. Solamente entonces "pueden adquirir una importancia más o menos seria los preparativos técnicos de combate".

    ¿Eso es todo? Eso es todo. Si la insurrección se ha hecho necesaria o no, eso los dirigentes neoiskristas del proletariado no lo saben aún. Si es inaplazable o no la tarea de organizar al proletariado para la lucha inmediata, no está claro aún para ellos. No es necesario llamar a la adopción de las medidas más enérgicas; es mucho más importante

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(en 1905 y no en 1902) aclarar, en líneas generales, en qué condiciones "pueden" estas medidas adquirir una importancia "más o menos seria". . .

    ¿Veis ahora, camaradas neoiskristas, a dónde os ha llevado vuestro viraje hacia el Martínovismo? ¿Comprendéis que vuestra filosofía política ha resultado ser una reedición de la filosofía de los elementos de Osvobozhdenie, que os habéis colocado (contra vuestra voluntad y al margen de vuestra conciencia) a la cola de la burguesía monárquica? ¿No está claro ahora para vosotros que insistiendo en los viejos estribillos y perfeccionándoos en el verbalismo razonador, habéis perdido de vista la circunstancia de que -- hablando con las inolvidables palabras del inolvidable artículo de Piotr Struve -- "el carácter abierto de las acciones revolucionarias es actualmente una de las condiciones más importantes de la influencia educativa sobre las masas populares"?


9. ¿QUE SIGNIFICA SER EL PARTIDO DE LA
OPOSICION EXTREMA DURANTE LA
REVOLUCION?


    Volvamos a la resolución sobre el gobierno provisional. Hemos señalado que la táctica de los neoiskristas impulsa la revolución no hacia delante -- cuya posibilidad querrían garantizar con su resolución --, sino hacia atrás. Hemos señalado que es precisamente esta táctica la que ata las manos de la socialdemocracia en la lucha contra la burguesía inconsecuente y que no la preserva de la dilución en la democracia burguesa. Se comprende que de las premisas falsas de la resolución resulta una consecuencia falsa: "Por esto

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la socialdemocracia no se debe proponer como fin tomar o compartir el Poder en el gobierno provisional, sino que debe seguir siendo el partido de la oposición revolucionaria extrema". Fijaos en la primera mitad de esta conclusión, que se refiere al planteamiento de los fines. ¿Asignan como fin los neoiskristas a la actividad socialdemócrata la victoria decisiva de la revolución sobre el zarismo? Sí, la asignan. No saben formular acertadamente las condiciones de la victoria decisiva, desviándose hacia la formulación de Osvobozhdenie, pero el fin indicado lo plantean. Prosigamos. ¿Relacionan el gobierno provisional con la insurrección? Sí, lo relacionan de un modo directo al decir que el gobierno provisional "surgirá de la insurrección popular victoriosa". Finalmente, ¿se asignan el fin de dirigir la insurrección? Sí, esquivan, como el señor Struve, reconocer que la insurrección es necesaria y urgente, pero, al mismo tiempo, dicen, a diferencia del señor Struve, que la "socialdemocracia aspira a subordinarla (la insurrección) a su influencia y dirección y a utilizarla en interés de la clase obrera".

    Qué coherente resulta todo esto, ¿verdad? Nos asignamos como fin subordinar la insurrección de las masas proletarias y no proletarias a nuestra influencia, a nuestra dirección, utilizarla en nuestro interés. Por consiguiente, nos asignamos como fin dirigir, durante la insurrección, al proletariado, a la burguesía revolucionaria y a la pequeña burguesía ("grupos no proletarios"), es decir, que la dirección de la insurrección la "compartan " la socialdemocracia y la burguesía revolucionaria. Nos asignamos como fin la victoria de la insurrección, la cual debe conducir a la instauración de un gobierno provisional ("surgido de la insurrección popular victoriosa"). ¡¡Por esto. . . por esto no debemos asignarnos como fin adueñarnos del Poder o

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compartir el mismo en el gobierno provisional revolucionario!!

    Nuestros amigos no pueden, de ningún modo, atar cabos. Oscilan entre el punto de vista del señor Struve, que se aparta de la insurrección, y el punto de vista de la socialdemocracia revolucionaria, la cual incita a realizar esta tarea inaplazable. Oscilan entre el anarquismo, que condena desde el punto de vista de los principios, como una traición al proletariado, toda participación en el gobierno provisional revolucionario, y el marxismo, que exige dicha participación a condición de que la socialdemocracia ejerza una influencia dirigente en la insurrección*. No tienen ninguna posición independiente: ni la posición del señor Struve, que desea llegar a un compromiso con el zarismo y que, por este motivo, debe zafarse y andar con rodeos en la cuestión de la insurrección, ni la posición de los anarquistas, que condenan toda acción "desde arriba"y toda participación en la revolución burguesa. Los neoiskristas confunden el arreglo con el zarismo con la victoria sobre él. Quieren participar en la revolución burguesa. Han ido un poco más allá que Dos dictaduras de Martínov. Se hallan incluso conformes con dirigir la insurrección del pueblo, con tal de renunciar a dicha dirección inmediatamente después de la victoria (¿o acaso inmediatamente antes de la victoria?), esto es, con tal de no aprovecharse de los frutos de la victoria y ceder todos los frutos enteramente a la burguesía. Y a esto lo llaman "utilizar la insurrección en interés de la clase obrera". . .


    * Véase Proletari, núm. 3, "Sobre el gobierno provisional revolucionario", artículo segundo. (V. I. Lenin, Obras Completas, t. VIII. N. de la Red.)

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    No hay necesidad de seguir deteniéndonos en este embrollo. Será más útil examinar el origen de dicho embrollo en la formulación de éste, que reza así: "Seguir siendo el partido de la oposición revolucionaria extrema".

    Nos hallamos en presencia de una de las conocidas tesis de la socialdemocracia revolucionaria internacional. Esta tesis es completamente acertada. Se ha convertido en un lugar común para todos los adversarios del revisionismo o del oportunismo en los países parlamentarios. Ha adquirido derecho de ciudadanía como respuesta legítima y necesaria contra el "cretinismo parlamentario", el millerandismo, el bernsteinianismo, el reformismo italiano a lo Turati. Nuestros buenos neoiskristas se han aprendido esta buena tesis y la aplican celosamente. . . de un modo completamente inoportuno. Las categorías de la lucha parlamentaria se incluyen en resoluciones escritas para condiciones en las cuales no existe parlamento alguno. El concepto de "oposición", que es el reflejo y la expresión de una situación política en la que nadie habla seriamente de insurrección, se traslada absurdamente a una situación en la que la insurrección ha empezado y en la que piensan en la dirección de la misma y hablan de ella todos los partidarios de la revolución. El deseo de "seguir " en la misma situación que antes, esto es, obrando sólo "desde abajo", se expresa de un modo pomposo y rimbombante precisamente cuando la revolución ha planteado la cuestión de la necesidad, en caso de victoria de la insurrección, de obrar desde arriba.

    ¡No, decididamente nuestros neoiskristas no tienen suerte! Incluso cuando formulan una tesis socialdemócrata acertada, no saben aplicarla acertadamente. No han pensado cómo se transforman y se convierten en su antítesis las nociones y los términos de la lucha parlamentaria en la época en

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que se ha iniciado la revolución, cuando no hay parlamento, cuando existe la guerra civil, cuando se producen explosiones de la insurrección. No han pensado que, en las circunstancias de que se trata, las enmiendas se proponen por medio de las manifestaciones en las calles, las interpelaciones se hacen mediante las acciones ofensivas de los ciudadanos armados y la oposición al gobierno se efectúa mediante el derrumbamiento violento del mismo.

    Del mismo modo que el famoso héroe de nuestra épica popular repetía los buenos consejos precisamente cuando eran inoportunos, también nuestros admiradores de Martínov repiten las lecciones del parlamentarismo pacífico precisamente cuando ellos mismos comprueban el comienzo de las operaciones militares directas. ¡No hay nada tan curioso como esta manera de formular con aire de importancia la consigna de "oposición extrema" en una resolución que empieza aludiendo a la "victoria decisiva de la revolución", a la "insurrección popular"! Reflexionad bien, señores: ¿qué significa representar el papel de "oposición extrema" en la época de la insurrección? ¿Significa esto desenmascarar el gobierno o derribarlo? ¿Significa esto votar contra el gobierno o infligir una derrota a sus fuerzas armadas en un combate abierto? ¿Significa esto negarse a llenar la caja del gobierno o significa esto apoderarse por vía revolucionaria de dicha caja para destinarla a satisfacer las necesidades de la insurrección, al armamento de los obreros y campesinos, a la convocatoria de la Asamblea Constituyente? ¿No empiezan ustedes a comprender, señores, que el concepto de "oposición extrema" no expresa más que una acción negativa: denunciar, votar contra, denegar? ¿Por qué es así? Porque esta noción se refiere sólo a la lucha parlamentaria, y esto en una época en la que nadie se asigna como fin

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inmediato de la lucha la "victoria decisiva". ¿No empiezan ustedes a comprender que las cosas varían de un modo cardinal en este sentido a partir del momento en que se empieza una resuelta ofensiva en toda la línea, del pueblo políticamente oprimido, para la lucha desesperada por la victoria?

    Los obreros nos preguntan: ¿hay que emprender enérgicamente la obra inaplazable de la insurrección? ¿Qué hacer para que la insurrección empezada resulte victoriosa? ¿Cómo aprovecharse de la victoria? ¿Qué programa se puede y se debe realizar en este caso? Los neoiskristas, que están profundizando el marxismo, contestan: seguir siendo el partido de la oposición revolucionaria extrema. . . Ahora bien, ¿acaso no teníamos razón cuando calificábamos a esos caballeros de virtuosos del filisteísmo?


10. LAS "COMUNAS REVOLUCIONARIAS" Y
LA DICTADURA REVOLUCIONARIO
DEMOCRATICA DEL PROLETARIADO Y
DE LOS CAMPESINOS


    La Conferencia de los neoiskristas no se ha sostenido en la posición anarquista a la cual había llegado la nueva Iskra (sólo "desde abajo" y no "desde abajo y desde arriba"). Lo absurdo de admitir la insurrección y no admitir la victoria y la participación en el gobierno provisional revolucionario, saltaba demasiado a la vista. Por eso, la resolución ha introducido reservas y limitaciones en la solución dada a la cuestión por Martínov y Mártov. Examinemos estas reservas, expuestas en la siguiente parte de la resolución:

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    "Esta táctica ("seguir siendo el partido de la oposición revolucionaria extrema"), naturalmente, no excluye en lo más mínimo la conveniencia de la toma parcial, episódica del Poder y de la formación de comunas revolucionarias en tal o cual ciudad, en tal o cual región, con el interés exclusivo de contribuir a la extensión de la insurrección y a la desorganización del gobierno".

    Si es así, quiere decir que en principio se acepta la acción no sólo desde abajo, sino también desde arriba. Quiere decir, que la tesis sostenida en el conocido folletón de L. Mártov en Iskra (núm. 93) se recha~a, y se reconoce como justa la táctica del periódico Vperiod : no sólo "desde abajo", sino también "desde arriba".

    Además, la toma del Poder (aunque sea parcial, episódica, etc.) presupone, evidentemente, la participación no sólo de la socialdemocracia y no sólo del proletariado. Esta se debe a que no es sólo el proletariado el que está interesado en la revolución democrática y el que participa activamente en la misma. Esto se debe a que la insurrección es "popular", como se dice en el principio de la resolución examinada, que en ella participan asimismo "grupos no proletarios" (expresión de la resolución de los conferencistas sobre la insurrección), es decir, también la burguesía. Por consiguiente, ha sido arrojado por la borda por la Conferencia, como lo procuraba Vperiod, el principio según el cual toda participación de los socialistas, junto con la pequeña burguesía, en el gobierno provisional revolucionario, es una traición a la clase obrera. La "traición" no deja de ser traición por el hecho de que la acción que la determina sea parcial, episódica, regional, etc. Por lo tanto, el equiparar la participación en el gobierno provisional revolucionario al jauresismo vulgar ha sido arrojado por la borda por la Con-

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ferencia, como lo procuraba Vperiod [19]. El gobierno no deja de ser gobierno por el hecho de que su poder se extienda no a muchas ciudades, sino a una ciudad, no a muchas regiones, sino a una región; como tampoco por el nombre que lleve dicho gobierno. Así, pues, la conferencia ha desechado ese planteamiento de la cuestión que la nueva Iskra intentó hacer desde el punto de vista de los principios.

    Veamos ahora si son razonables las limitaciones que impone la Conferencia a la constitución, aceptada ahora en principio, de gobiernos revolucionarios, y a la participación en los mismos. No sabemos en qué se diferencia el concepto de "episódico" del concepto de "provisional". Tememos que, en este caso, una palabra extranjera y "nueva" no sirve aquí más que para ocultar la ausencia de una idea clara. Esto parece "más profundo", cuando, en realidad, sólo es más oscuro y confuso. ¿En qué se diferencia la "conveniencia" de la "toma" parcial "del Poder" en una ciudad o región, de la participación en el gobierno provisional revolucionario de todo un Estado? ¿Acaso entre las "ciudades" no las hay tales como Petersburgo, donde tuvo lugar el g de enero? ¿Acaso entre las regiones no está el Cáucaso, el cual es mayor que muchos Estados? ¿Acaso las tareas (que inquietaban en un tiempo a la nueva Iskra ) de la intervención en todo lo referente a las cárceles, a la policía, al Tesoro, etc. no se plantean también ante nosotros con la "toma del Poder" incluso en una ciudad, sin hablar ya de una región? Nadie negará, naturalmente, si las fuerzas son insuficientes, si el triunfo de la insurrección no es completo si la victoria no e6 decisiva, la posibilidad de gobiernos provisionales revolucionarios parciales, de ciudades y otros. Pero ¿a qué viene esto, señores? ¿¿No son ustedes mismos los que hablan, en el principio de la resolución, de la "vic-

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toria decisiva de la revolución", de la "insurrección popular victoriosa"?? ¿Desde cuándo los socialdemócratas toman sobre sí la obra de los anarquistas: dispersar la atención y los fines del proletariado, orientarlo hacia lo "particular" y no hacia lo general, único, integral y completo? Al presuponer la "toma del Poder" en una ciudad, vosotros mismos habláis de la "extensión de la insurrección" a otra ciudad -- ¿nos atreveremos a pensarlo? -- , a todas las ciudades -- ¿será permitido esperarlo? --. Vuestras conclusiones, señores, son tan vacilantes y casuales, contradictorias y confusas, como vuestras premisas. El III Congreso del P.O.S.D.R. ha dado una respuesta completa y clara a la cuestión del gobierno provisional revolucionario en general. Esta respuesta se extiende asimismo a todos los gobiernos provisionales parciales. En cambio, la respuesta de la Conferencia, separando de un modo artificial y arbitrario una parte de la cuestión, no trata más que de esquivar (pero sin éxito) la cuestión en su conjunto y siembra la confusión.

    ¿Qué significa eso de las "comunas revolucionarias"? ¿Se distingue esta noción de la del "gobierno provisional revolucionario", y en caso afirmativo, en qué? Los mismos señores conferencistas lo ignoran. El confusionismo en la concepción revolucionaria les conduce, como sucede habitualmente, a la frase revolucionaria. Sí, el empleo del término "comuna revolucionaria" en la resolución de los representantes de la socialdemocracia es una frase revolucionaria, y nada más. Marx condenó más de una vez semejante frase, en la que se ocultan tras un término "sugestivo" de un pasado caduco las tareas del porvenir El carácter sugestivo de un término que ha desempeñado un papel en la historia se convierte en casos semejantes en un oropel inútil y nocivo, en un sonajero, Nosotros necesitamos dar a los obreros y

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a todo el pueblo una noción clara e inequívoca de por qué queremos la constitución de un gobierno provisional revolucionario, de cuáles son precisamente las transformaciones que realizaremos si mañana ejercemos una influencia decisiva sobre el Poder, en caso de que la insurrección popular ya iniciada tenga un desenlace victorioso. He aquí las cuestiones planteadas ante los dirigentes políticos.

    El III Congreso del P.O.S.D.R. contesta a estas cuestiones con la más completa claridad, dando un programa completo de dichas transformaciones: el programa mínimo de nuestro Partido. Mientras que la palabra "comuna" no da respuesta alguna y no hace más que llenar la cabeza con conceptos difusos. . . o con frases vacías Cuanto más cara es para nosotros, por ejemplo, la Comuna de París de 1871, tanto menos tolerable es que salgamos del paso aludiendo a la misma sin examinar sus errores y sus condiciones peculiares. Hacer esto significaría reproducir el absurdo ejemplo de los blanquistas, ridiculizados por Engels, los cuales se prosternaban (en 1874, en su "Manifiesto") ante todo acto de la Comuna[20]. ¿Qué dirá el "conferencista" al obrero cuando éste le interrogue sobre esta "comuna revolucionaria" de que se habla en la resolución? Le podrá decir únicamente que en la historia se entiende por dicho nombre un gobierno obrero que no sabía y no podía en aquel entonces distinguir los elementos de la revolución democrática y socialista, que confundía las tareas de la lucha por la república con las tareas de la lucha por el socialismo, que no supo solucionar las tareas de una ofensiva militar enérgica contra Versalles, que cometió el error de no apoderarse del Banco de Francia, etc. En una palabra, tanto si os referís en vuestra respuesta a la Comuna de París como a otra cualquiera, vuestra res-

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puesta será: éste fue un gobierno al cual el nuestro no se debe parecer. ¡Buena respuesta, ni que decir tiene! ¿No atestigua esto el verbalismo razonador huero del exegeta y la impotencia de un revolucionario, cuando se guarda silencio sobre el programa práctico del Partido y se empieza inoportunamente a dar en la resolución una lección de historia? ¿No demuestra esto precisamente la existencia del error que querían en vano imputarnos a nosotros: la confusión de la revolución democrática y de la socialista, entre las cuales ninguna "comuna" ha establecido distinción?

    Se presenta como fin "exclusivo" del gobierno provisional (tan inoportunamente calificado de comuna) la extensión de la insurrección y la desorganización del gobierno Este término "exclusivo" elimina, en el sentido literal de la palabra, cualquier otra tarea, siendo una reincidencia en la absurda teoría de "sólo desde abajo" Una eliminación semejante de otras tareas es, una vez más, prueba de miopía e irreflexión La "comuna revolucionaria", esto es, el Poder revolucionario aunque no sea más que en una ciudad, deberá ocuparse inevitablemente (aunque sea temporal, "parcial, episódicamente") de todos los asuntos del Estado, y, en este caso, es el colmo de lo irrazonable ocultar la cabeza bajo el ala. Dicho Poder deberá legalizar la jornada de ocho horas, instituir la inspección obrera de las fábricas, organizar la instrucción general gratuita, implantar la elegibilidad de los jueces y constituir Comités campesinos, etc.; en una palabra, deberá llevar a cabo, sin falta, una serie de reformas. Incluir dichas reformas en la noción de "contribuir a la extensión de la insurrección" significaría jugar con las palabras y aumentar deliberadamente la oscuridad allí donde hace falta una claridad completa.


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    La parte final de la resolución neoiskrista no suministra nuevos materiales para la crítica de las tendencias de principio del "economismo" resucitado en nuestro Partido, pero ilustra en otro aspecto un poco diferente lo dicho más arriba.

    He aquí dicha parte:

    "Sólo en un caso la socialdemocracia debería por su iniciativa encaminar sus esfuerzos en el sentido de adueñarse del Poder, retenerlo el mayor espacio posible de tiempo en sus manos; a saber: en el caso de que la revolución se extendiera a los países avanzados de la Europa occidental, en los cuales han alcanzado ya una cierta [?] madurez las condiciones para la realización del socialismo. En este caso, los limitados marcos históricos de la revolución rusa se podrían ensanchar considerablemente y aparecería la posibilidad de entrar en la senda de las transformaciones socialistas.

    Basando su táctica en el propósito de conservar para el Partido Socialdemócrata, en el transcurso de todo el período revolucionario, la situación de oposición revolucionaria extrema con respecto a todos los gobiernos que se sucedan en el Poder durante la revolución, la socialdemocracia podrá prepararse del modo mejor también para la utilización del Poder gubernamental, si éste cae [??] en sus manos".

    Aquí, la idea fundamental es la misma que ha formulado reiteradamente Vperiod, al decir que no debemos temer (como la teme Martínov) la victoria completa de la socialdemocracia en la revolución democrática, esto es, la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos, pues una victoria tal nos dará la posibilidad de levantar a Europa; y el proletariado socialista europeo, sacudiéndose el yugo de la burguesía, nos ayudará, a su vez, a realizar la revolución socialista. Pero ved hasta qué

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punto aparece empeorada esta idea en la exposición de los neoiskristas. No nos detendremos en detalles, tales como el absurdo de que el Poder puede "caer" en las manos de un partido consciente, que considere como nociva la táctica de la toma del Poder; que en Europa las condiciones para el socialismo han alcanzado no una cierta madurez, sino madurez en general; que nuestro programa de partido no conoce ninguna transformación socialista, sino solamente la revolución socialista. Tomemos lo principal y fundamental que distingue las ideas de Vperiod de las de la resolución. Vperiod indicaba al proletariado revolucionario de Rusia una misión activa: triunfar en la lucha por la democracia y aprovecharse de esta victoria para trasladar la revolución a Europa. La resolución no comprende esta conexión existente entre nuestra "victoria decisiva" (no en el sentido neoiskrista) y la revolución en Europa, y, por esto, no habla de los fines del proletariado, ni de las perspectivas de su victoria, sino de una de las posibilidades en general: "Si la revolución se extendiera. . ." Vperiod indicaba de un modo directo y definido -- y estas indicaciones entraron en la resolución del III Congreso del P.O.S.D.R. -- cómo precisamente se puede y se debe "utilizar el Poder gubernamental" en interés del proletariado, teniendo en cuenta lo que se puede realizar inmediatamente, en el grado actual del desarrollo social, y lo que es necesario realizar primero como premisa democrática de la lucha por el socialismo. También en este sentido la resolución se arrastra sin remedio a la cola, al decir: "Podrá prepararse para la utilización", sin saber decir cómo es que puede prepararse, cómo ha de hacerlo y en qué sentido ha de utilizar esta preparación. No dudamos, por ejemplo, de que los neoiskristas "pueden prepararse para la utilización" de la situación directiva en

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el Partido, pero lo que hay es que hasta ahora su experiencia de dicha utilización, su preparación no infunden ninguna esperanza respecto a la transformación de la posibilidad en realidad. . .

    Vperiod decía con exactitud en qué consiste precisamente la "posibilidad" real "de mantener el Poder en nuestras manos": en la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos, en su fuerza de masa conjunta, capaz de superar todas las fuerzas de la contrarrevolución, en su coincidencia inevitable de intereses en relación con las transformaciones democráticas. La resolución de la Conferencia tampoco da nada positivo en este sentido, limitándose sólo a soslayar la cuestión. Pues la posibilidad de sostener el Poder en Rusia debe estar condicionada por la composición de las fuerzas sociales de Rusia misma, por las condiciones de la revolución democrática que actualmente se está desarrollando en nuestro país. Pues la victoria del proletariado en Europa (y de la extensión de la revolución a Europa hasta la victoria del proletariado hay aún una cierta distancia) provocará una lucha contrarrevolucionaria desesperada de la burguesía rusa; y la resolución de los neoiskristas no dice ni una palabra sobre esta fuerza contrarrevolucionaria, cuya importancia es evaluada en la resolución del III Congreso del P.O.S.D.R. Si en la lucha por la república y la democracia no pudiéramos apoyarnos en los campesinos, además del proletariado, el "mantener el Poder" sería entonces una causa perdida. Si no es una causa perdida, si la "victoria decisiva de la revolución sobre el zarismo" abre una posibilidad tal, debemos entonces indicarla, incitar activamente a su transformación en realidad, dar consignas prácticas, no sólo para el caso de que la revolución pase a Europa, sino también para que dicha

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extensión se lleve a cabo. ¡Los seguidistas de la socialdemocracia, al referirse a los "limitados marcos históricos de la revolución rusa", no hacen más que encubrir la concepción limitada que tienen de las tareas de esta revolución democrática y del papel avanzado del proletariado en esta revolución!

    Una de las objeciones contra la consigna de "dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos" consiste en que la dictadura presupone la "unidad de voluntad" (Iskra, núm. 95), y la unidad de voluntad entre el proletariado y la pequeña burguesía es imposible. Esta objeción es inconsistente, porque se halla fundada en la interpretación abstracta, "metafísica", de la noción "unidad de voluntad". La voluntad puede estar unida en un sentido y no unida en otro. La ausencia de unidad en las cuestiones del socialismo y en la lucha por el socialismo no excluye la unidad de voluntad en las cuestiones del democratismo y en la lucha por la república. Olvidar esto significaría olvidar la diferencia lógica e histórica entre la revolución democrática y la revolución socialista. Olvidar esto significaría olvidar el carácter popular general de la revolución democrática: si es "popular", esto significa que hay "unidad de voluntad" precisamente en tanto en cuanto esa revolución satisface las necesidades y las exigencias del pueblo en general. Más allá de los límites del democratismo, ni siquiera se puede hablar de unidad de voluntad entre el proletariado y la burguesía campesina. La lucha de clases entre ellos es inevitable, pero en el terreno de la república democrática esta lucha será la lucha popular más profunda y más vasta por el socialismo. La dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos tiene, como todo en el mundo, su pasado y su porvenir. Su pasado

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es la autocracia, el régimen de la servidumbre de la gleba, la monarquía, los privilegios. En la lucha contra este pasado en la lucha frente a la contrarrevolución, es posible la "unidad de voluntad" del proletariado y de los campesinos, pues hay unidad de intereses.

    Su porvenir es la lucha contra la propiedad privada, la lucha del obrero asalariado contra el patrono, la lucha por el socialismo. Aquí la unidad de voluntad es imposible[*]. Aquí nos hallamos en presencia no del camino que va de la autocracia a la república, sino del camino que conduce de la república democrática pequeño-burguesa al socialismo.

    Naturalmente, en la situación histórica concreta se entrelazan los elementos del pasado y del porvenir, se confunden uno y otro camino. El trabajo asalariado y su lucha contra la propiedad privada existe también bajo la autocracia, nace incluso bajo el régimen feudal. Pero esto no nos impide en lo más mínimo distinguir lógica e históricamente las grandes fases del desarrollo. Pues todos nosotros contraponemos la revolución burguesa y la socialista, todos nosotros insistimos incondicionalmente en la necesidad de establecer una distinción rigurosa entre las mismas, pero ¿se puede negar que en la historia elementos aislados, particulares de una y otra revolución se entrelazan? ¿Acaso la época de las revoluciones democráticas en Europa no registra una serie de movimientos socialistas y de tentativas socialistas? ¿Y acaso la futura revolución socialista en Europa no tendrá todavía mucho que hacer en el sentido del democratismo?


    * El desarrollo del capitalismo, todavía más vasto y rápido bajo la libertad, inevitablemente pondrá rápido fin a la unidad de voluntad tanto más rápido cuanto con mayor rapidez sea aplastada la contrarrevolución y la reacción.

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    El socialdemócrata no debe olvidar nunca, ni por un instante, la inevitabilidad de la lucha de clase del proletariado por el socialismo, contra la burguesía y la pequeña burguesía más democráticas y republicanas. Esto es indiscutible. De esto se desprende la necesidad absoluta de un partido separado e independiente y rigurosamente clasista de la socialdemocracia. De aquí se desprende el carácter temporal de nuestra consigna de "batir junto" con la burguesía, el deber de vigilar rigurosamente "al aliado como si se tratara de un enemigo", etc., etc. Todo esto no ofrece tampoco la menor duda. Pero sería ridículo y reaccionario olvidar, desconocer o menospreciar, a causa de ello, las tareas esenciales del momento, aunque sean transitorias y temporales. La lucha contra la autocracia es una tarea temporal y transitoria de los socialistas, pero todo desconocimiento o menosprecio de esa tarea equivale a traicionar al socialismo y servir a la reacción. La dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos, es indiscutiblemente sólo una tarea transitoria y temporal de los socialistas, pero desentenderse de esta tarea en la época de la revolución democrática es directamente reaccionario.

    Las tareas políticas concretas hay que plantearlas en la situación concreta. Todo es relativo, todo fluye, todo se modifica. La socialdemocracia alemana no incluye en el programa la reivindicación de la república. En dicho país, la situación es tal, que esta cuestión se puede difícilmente separar en la práctica de la cuestión del socialismo (¡si bien con respecto a Alemania, Engels, en sus observaciones sobre el proyecto de programa de Erfurt, en 1891, ponía en guardia contra la tendencia a menospreciar la importancia de la república y de la lucha por la misma![21]). En la socialdemocracia de Rusia ni siquiera ha surgido la cuestión de suprimir

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la reivindicación de la república del programa y de la agitación, pues en nuestro país no se puede ni siquiera hablar de que exista un lazo indisoluble entre la cuestión de la república y la cuestión del socialismo. Un socialdemócrata alemán de 1898, que no colocara en primer término la cuestión especial de la república, era un fenómeno natural que no provocaba ni sorpresa ni censura. Un socialdemócrata alemán, que en 1848 dejara en la sombra la cuestión de la república, hubiera sido sencillamente un traidor a la revolución. No existe la verdad abstracta. La verdad es siempre concreta.

    Llegará un tiempo -- cuando haya terminado la lucha contra la autocracia rusa, cuando haya pasado para Rusia la época de la revolución democrática -- en el que será ridículo incluso hablar de la "unidad de voluntad" del proletariado y de los campesinos, de la dictadura democrática, etc. Entonces pensaremos de un modo inmediato en la dictadura socialista del proletariado y hablaremos de ella de un modo más detallado. Pero en la actualidad, el Partido de la clase de vanguardia no puede dejar de aspirar del modo más enérgico a la victoria decisiva de la revolución democrática sobre el zarismo. Y la victoria decisiva no es otra cosa que la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos.

O b s e r v a c i ó n [22].
    1. Recordamos al lector que en la polémica de Iskra con Vperiod, la primera aludía, entre otras cosas, a la carta de Engels a Turati en la que Engels ponía en guardia al jefe (futuro) de los reformistas italianos para que no confundiese la revolución democrática y la revolución socialista[23]. La revolución que se avecina en Italia -- escribía Engels a

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propósito de la situación política de Italia en 1894 --, será pequeñoburguesa, democrática y no socialista. Iskra reprochaba a Vperiod el haberse apartado del principio establecido por Engels. Este reproche es injusto, pues Vperiod (núm. 14)[*] reconocía plenamente en general la justeza de la teoría de Marx sobre las diferencias de las tres fuerzas principales de las revoluciones del siglo XIX. Según esta teoría, actúan contra el viejo régimen, contra la autocracia, el feudalismo y la servidumbre 1) la gran burguesía liberal; 2) la pequeña burguesía radical; 3) el proletariado. La primera no lucha más que por una monarquía constitucional; la segunda, por una república democrática, y el tercero por una revolución socialista. La confusión de la lucha pequeñoburguesa a favor de la revolución democrática completa con la lucha proletaria a favor de la revolución socialista amenaza a un socialista con el hundimiento político. Esta advertencia de Marx es completamente justa. Pero precisamente por esta razón es errónea la consigna de "comunas revolucionarias", pues las comunas que se conocen en la historia confundían la revolución democrática y la revolución socialista. Por el contrario, nuestra consigna de dictadura democrática revolucionaria del proletariado y de los campesinos nos preserva por completo de ese error. Nuestra consigna reconoce incondicionalmente el carácter burgués de la revolución, que no es capaz de rebasar de un modo inmediato el marco de una revolución solamente democrática; al propio tiempo, nuestra consigna impulsa adelante esta revolución concreta, trata de darle las formas más convenientes para el proletariado, trata, por lo tanto, de aprovechar al máximo la revolución democrática para que la lucha


    * Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VIII. (N. de le Red.)

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que ha de seguir el proletariado por el socialismo tenga el mayor éxito.


11. BREVE COMPARACION DE ALGUNAS
RESOLUCIONES DEL III CONGRESO DEL
P.O.S.D.R. Y DE LA "CONFERENCIA"


    La cuestión del gobierno provisional revolucionario es el punto central de los problemas tácticos de la socialdemocracia en el momento actual. No hay ni posibilidad ni necesidad de detenerse tan en detalle en el resto de las resoluciones de la Conferencia. Nos limitaremos a indicar brevemente algunos puntos que confirman la diferencia de principios, analizada por nosotros más arriba, en cuanto a la orientación táctica, entre las resoluciones del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia y las resoluciones de la Conferencia.

    Tomad la cuestión de la actitud hacia la táctica del gobierno en vísperas de la revolución. Encontraréis de nuevo una respuesta completa a esta cuestión en la resolución del III Congreso del P.O.S.D.R. Esta resolución tiene en cuenta todas las diversas condiciones y tareas del momento peculiar: el desenmascaramiento de la hipocresía de las concesiones del gobierno, la utilización de las "formas caricaturescas de la representación popular", la realización revolucionaria de las reivindicaciones imperiosas de la clase obrera (en primer lugar, la jornada de ocho horas) y en fin, la resistencia a las centurias negras. En las resoluciones de la Conferencia, la cuestión está desperdigada en diversas secciones: "resistir a las fuerzas negras de la reacción" se menciona sólo en la exposición de motivos de

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la resolución acerca de las relaciones con otros partidos. La participación en las elecciones a las instituciones representativas es examinada separadamente de los "compromisos" del zarismo con la burguesía. En vez de exhortar a la implantación por vía revolucionaria de la jornada de ocho horas, una resolución especial titulada pomposamente "sobre la lucha económica" no hace más que repetir (después de palabras sonoras y muy poco inteligentes acerca del "lugar central que ocupa la cuestión obrera en la vida social rusa") la vieja consigna de hacer agitación por el "establecimiento legal de la jornada de ocho horas". La insuficiencia y el retraso de esta consigna en el momento presente son demasiado claros para que haya que detenerse en demostrarlos.

    La cuestión de la acción política abierta. El III Congreso tiene en cuenta un próximo cambio radical de nuestra actividad. No se debe abandonar de ninguna manera la actividad conspirativa y el desarrollo del aparato conspirativo: esto sería hacer el juego a la policía y conveniente hasta más no poder para el gobierno. Pero ahora ya no se puede dejar de pensar tampoco en la acción abierta. Hace falta preparar en seguida las formas convenientes de esta acción y, por consiguiente, aparatos especiales -- menos conspirativos -- a este fin. Hace falta aprovechar las sociedades legales y semilegales, para convertirlas, en lo que sea posible, en puntos de apoyo del futuro Partido Obrero Socialdemócrata legal de Rusia.

    También en esto la Conferencia fragmenta la cuestión sin dar ninguna consigna completa. Resalta especialmente el ridículo encargo dado a la Comisión de Organización, de ocuparse de la "colocación" de los literatos legales. Es completamente absurda la decisión de "someter a su in-

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fluencia aquellos periódicos democráticos que se proponen como fin prestar colaboración al movimiento obrero". Este fin se lo plantean todos nuestros periódicos liberales legales, que siguen casi totalmente la orientación de Osvobozhdenie. ¿Por qué la redacción de Iskra no comienza ella misma por cumplir su consejo y no nos da el ejemplo de cómo hay que someter a Osvobozhdenie a la influencia socialdemócrata? En vez de la consigna de aprovechar las asociaciones legales para la creación de puntos de apoyo del Partido, nos dan, en primer lugar, un consejo particular únicamente sobre los "sindicatos" (participación obligatoria de los miembros del Partido en ellos) y, en segundo lugar, el consejo de dirigir "las organizaciones revolucionarias de los obreros", es decir, "las organizaciones no reglamentadas", o sea, "los clubs revolucionarios de los obreros". Cómo estos "clubs" han venido a parar entre las organizaciones no reglamentadas, qué clase de "clubs" son éstos, Alá lo sabe. En vez de directivas exactas y claras del organismo supremo del Partido, tenemos ante nosotros una especie de esbozo de pensamientos y un borrador de notas de literato. No aparece por ninguna parte el cuadro completo del comienzo del paso del Partido a una base totalmente diferente de todo su trabajo.

    La "cuestión campesina" es planteada de manera totalmente distinta por el Congreso del Partido y por la Conferencia. El Congreso ha elaborado una resolución sobre "la actitud hacia el movimiento campesino". La Conferencia, otra sobre "el trabajo entre los campesinos". En el primer caso, son colocadas en primer plano las tareas de dirigir, en interés de la lucha general nacional contra el zarismo, todo el amplio movimiento revolucionario democrático. En el segundo, la cosa se reduce al "trabajo" entre una capa

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social determinada. En el primer caso, se plantea, como consigna central práctica de la agitación, la creación inmediata de comités revolucionarios campesinos para implantar todas las transformaciones democráticas. En el segundo, la "reivindicación de la organización de los comités" debe ser presentada a la Asamblea Constituyente. ¿Por qué debemos esperar necesariamente a esta Asamblea Constituyente? ¿Será, efectivamente, constituyente? ¿Será sólida sin la constitución previa y simultánea de los comités campesinos revolucionarios? Todas estas cuestiones han sido omitidas por la Conferencia. En todas sus resoluciones se refleja, en efecto, la idea general observada por nosotros de que en la revolución burguesa debemos limitarnos a nuestro trabajo especial únicamente, no planteándonos el objetivo de dirigir todo el movimiento democrático y de asumir la dirección nosotros mismos. Así como los economistas insistían permanentemente en que la lucha económica era para los socialdemócratas y la lucha política para los liberales, así también los neoiskristas insisten, en todo el proceso de sus razonamientos, en que nosotros ocupemos un modesto rincón a un lado de la revolución burguesa y que la burguesía la realice activamente.

    Por último, no se puede menos de señalar la resolución sobre la actitud hacia los demás partidos. La resolución del III Congreso del P.O.S.D.R. habla de desenmascarar toda limitación e insuficiencia del movimiento burgués de liberación sin entregarse a la idea ingenua de enumerar de congreso en congreso todos los posibles casos de esta limitación y trazar una línea de demarcación entre los burgueses buenos y los burgueses malos. La Conferencia, repitiendo el error de Starovier, busca tenazmente este límite y desarrolla la famosa teoría del "papel de tornasol". Starovier partía de

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una idea muy buena: imponer a la burguesía condiciones más severas. Pero sólo olvidaba que todo intento de separar de antemano los demócratas burgueses que merecen aprobación, que merecen que se llegue a un acuerdo con ellos, etc. y los que no lo merecen, conduce a una "fórmula" que el desarrollo de los acontecimientos lanza en seguida por la borda y que lleva la confusión a la conciencia de clase del proletariado. El centro de gravedad se traslada de la unidad real en la lucha a declaraciones, promesas, consignas. Starovier consideraba que esta consigna radical era "el sufragio universal, igual, directo y secreto". No pasaron dos años cuando el "papel de tornasol" demostró su ineficacia; de la consigna del sufragio universal se apropiaron los elementos de Osvobozbdenie, más no sólo no aproximándose por esto a la socialdemocracia, sino, por el contrario, precisamente por medio de esta consigna intentando llevar al equívoco a los obreros y apartarlos del socialismo.

    Ahora, los neoiskristas presentan "condiciones" aún más "severas", "exigen" de los enemigos del zarismo "apoyar de una manera enérgica e inequívoca (!?) toda acción decisiva del proletariado organizado", etc., e incluso hasta "una participación activa en la causa de armar al pueblo". La línea de demarcación ha sido llevada mucho más allá, y, a pesar de todo, ya ha quedado anticuada otra vez, ha demostrado inmediatamente ser inservible. ¿Por qué, por ejemplo, falta la consigna de la república? ¿Cómo es que, en interés de la "guerra revolucionaria implacable contra todos los fundamentos del régimen monárquico y de casta", los socialdemócratas "exigen" de los demócratas burgueses todo lo que queráis, menos la lucha por la república?

    Que esto no son ganas de enredar, que el error de los neoiskristas tiene la importancia política más vital, lo de-

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muestra la Unión de Emancipación de Rusia (véase el núm. 4 de Proletari )[*]. Estos "enemigos del zarismo" cabrán completamente dentro de las "reivindicaciones" de los neoiskristas. Pero nosotros hemos demostrado que el espíritu de Osvobozhdenie reina en el programa (o en la falta de programa) de esta Unión de Emancipación de Rusia y que las gentes de Osvobozhdenie pueden llevarla a remolque con facilidad. Sin embargo, la Conferencia declara al final de la resolución que "la socialdemocracia seguirá actuando como contra falsos amigos del pueblo contra todos aquellos partidos políticos que, enarbolando la bandera liberal y democrática, se niegan a ayudar efectivamente a la lucha revolucionaria del proletariado". La Unión de Emancipación de Rusia no sólo no rechaza, sino que ofrece con celo esta ayuda. ¿Es esto una garantía de que sus jefes no sean "falsos amigos del pueblo" aunque pertenezcan a Osvobozhdenie?

    Ya lo veis: presentando de antemano "condiciones" y planteando "reivindicaciones", cómicas por su temible impotencia, los neoiskristas se colocan en el acto en situación ridícula Sus condiciones y reivindicaciones se demuestran inmediatamente como insuficientes para apreciar la realidad


    * En el núm. 4 de Proletari, aparecido el 4 de junio de 1905, ha sido publicado un extenso artículo titulado "Nueva Unión Obrera Revolucionaria" (Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VIII. -- N. de la Red.). En el artículo se da a conocer el contenido del llamamiento de esta Unión que ha tomado el nombre de Unión de Emancipación de Rusia y que se plantea como objetivo convocar, con ayuda de la insurrección armada, la Asamblea Constituyente. Más adelante, en el artículo se define la actitud de la socialdemocracia hacia estas asociaciones sin partido. No sabemos en absoluto en qué medida fue real dicha Unión y cuál fue su suerte en la revolución. (Nota de Lenin para la edición de 1907. N. de la Red.)

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viva. Su afán por las fórmulas es vano, ya que ninguna fórmula es capaz de captar todas y cada una de las manifestaciones de la hipocresía, la inconsecuencia y la mezquindad de la democracia burguesa. La cuestión no consiste en el "papel de tornasol", ni en formas, ni en reivindicaciones escritas e impresas, ni en distinguir de antemano los falsos y verdaderos "amigos del pueblo", sino en la unidad real de la lucha, en la crítica persistente, por parte de los socialdemócratas, de todo paso "vacilante" de la democracia burguesa. Para la "cohesión auténtica de todas las fuerzas sociales interesadas en la reorganización democrática" no hacen falta los "puntos" sobre los cuales ha trabajado la Conferencia con tanto tesón y tan inútilmente, sino el saber lanzar consignas verdaderamente revolucionarias. Para esto son necesarias consignas que eleven hasta el nivel del proletariado a la burguesía revolucionaria y republicana, y no que rebajen las tareas del proletariado hasta el nivel de la burguesía monárquica. Para esto es necesaria la participación más enérgica en la insurrección y no oponer reservas basadas en verbalismo razonador a la tarea inaplazable de la insurrección armada.


12. ¿SERA MENOR LA ENVERGADURA
DE LA REVOLUCION DEMOCRATICA SI LA
BURGUESIA LE VUELVE LA ESPALDA?


    Estaban ya escritas las líneas precedentes, cuando hemos recibido las resoluciones de la Conferencia caucasiana de los neoiskristas publicadas en Iskra. Pour la bonne bouche (para postre), no podíamos imaginar una mejor documentación.

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    La redacción de Iskra observa con razón: "En la cuestión fundamental de la táctica, la Conferencia caucasiana ha adoptado asimismo una decisión análoga [¡es verdad!] a la tomada por la Conferencia de toda Rusia" [es decir, la neoiskrista]. "La cuestión de la actitud de la socialdemocracia con respecto al gobierno provisional revolucionario ha sido resuelta por los camaradas caucasianos en el sentido de la actitud más negativa ante el nuevo método preconizado por el grupo Vperiod y por los delegados al llamado Congreso que se adhirieron a dicho grupo". "Hay que reconocer como muy afortunada la formulación que la Conferencia ha dado de la táctica del Partido proletario en la revolución burguesa".

    Lo que es verdad, es verdad Nadie hubiera podido dar una formulación más "afortunada" del error capital de los neoiskristas. Vamos a citar esta formulación completa, destacando primeramente entre paréntesis las flores y luego los frutos presentados al final.

    Resolución de la Conferencia caucasiana de los neoiskristas sobre el gobierno provisional:

    "Considerando que nuestra tarea consiste en utilizar el momento revolucionario para profundizar [¡si, naturalmente, sólo que habría que agregar: a la manera de Martínov!] la conciencia socialdemócrata del proletariado [¿únicamente para profundizar la conciencia y no para conquistar la re pública? ¡Qué "profunda" comprensión de la revolución!], la Conferencia, con el fin de garantizar al Partido la más completa libertad de crítica con relación al régimen estatal burgués naciente [¡nuestra misión no es garantizar la república! Nuestra misión es únicamente garantizar la libertad de crítica. Las ideas anarquistas engendran el lenguaje anarquista: ¡el régimen "estatal burgués"!], se declara contra

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la formación de un gobierno provisional socialdemócrata y contra la entrada en el mismo [acordaos de la resolución de los bakuninistas que cita Engels adoptada diez meses antes de la revolución española; véase: Proletari, núm. 3[24]] y juzga que lo más conveniente es ejercer desde fuera [desde abajo y no desde arriba] una presión sobre el gobierno provisional burgués para democratizar tanto como sea posible [?!] el régimen estatal La Conferencia estima que la formación de un gobierno provisional por los socialdemócratas, o su entrada en este gobierno, de un lado, alejaría del Partido Socialdemócrata a las grandes masas del proletariado, a las que el Partido habría decepcionado, pues la socialdemocracia, a pesar de la toma del Poder, no podría satisfacer las necesidades vitales de la clase obrera, comprendida la realización del socialismo [¡la república no es una necesidad vital! ¡Los autores no advierten, en su inocencia, que emplean un lenguaje puramente anarquista, como si se negasen a tomar parte en las revoluciones burguesas!] y, de otro lado, o b l i g a r í a  a  l a s  c l a s e s  b u r g u e s a s  a  d a r  l a  e s p a l d a  a  l a  r e v o l u c i ó n  y  c o n  e l l o d i s m i n u i r í a  s u  a l c a n c e ".

    He aquí el nudo de la cuestión. He aquí donde las ideas anarquistas se entretejen (como les ocurre continuamente también a los bernsteinianos de Europa occidental) con el más puro oportunismo. Solamente figuraos: ¡no entrar en el gobierno provisional porque esto obligaría a la burguesía a volver la espalda a la revolución y disminuiría así el alcance de la revolución! Tenemos ya, pues, aquí ante nosotros, por entero, en su aspecto puro y consecuente, esa filosofía neoiskrista según la cual, puesto que la revolución es burguesa, debemos inclinarnos ante la vulgaridad burguesa y cederle la acera. Si nos dejamos guiar, siquiera parcial-

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mente, siquiera un minuto, por esta consideración de que nuestra participación puede obligar a la burguesía a dar la espalda a la revolución, cedemos, a consecuencia de ello, totalmente la hegemonía en la revolución a las clases burguesas. Entregamos así enteramente el proletariado a la tutela de la burguesía (¡¡reservándonos la plena "libertad de crítica"!!), obligando al proletariado a ser moderado y dulce para evitar que la burguesía vuelva la espalda. Castramos las necesidades más vitales del proletariado, precisamente sus necesidades políticas, que nunca han comprendido bien los economistas y sus epígonos, las castramos para que la burguesía no vuelva la espalda. Pasamos totalmente del terreno de la lucha revolucionaria por la realización del democratismo en los límites necesarios al proletariado, al terreno del regateo con la burguesía, comprando, mediante nuestra traición a los principios, mediante la traición a la revolución, el consentimiento benévolo de la burguesía ("para que no vuelva la espalda").

    En dos breves líneas, los neoiskristas del Cáucaso han sabido expresar toda la esencia de su táctica de traición a la revolución, de conversión del proletariado en un miserable apéndice de las clases burguesas. Lo que hemos deducido más arriba de los errores de los neoiskristas como una tendencia se erige ahora ante nosotros en un principio claro y determinado: ¡a la cola de la burguesía monárquica! Puesto que la realización de la república obligaría (y obliga ya: ejemplo, el señor Struve) a la burguesía a volver la espalda a la revolución, pues bien, ¡abajo la lucha por la república! Puesto que toda reivindicación democrática del proletariado sostenida enérgicamente y llevada hasta el fin obliga siempre y en todas partes del mundo a la burguesía a volver la espalda, pues bien, ¡escondeos en vuestros agu-

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jeros, camaradas obreros, obrad solamente desde fuera, no penséis en utilizar para la revolución las armas y los procedimientos del régimen "estatal burgués" y conservad vuestra "libertad de crítica"!

    Aquí se manifiesta el error fundamental en la comprensión misma del término "revolución burguesa". La "comprensión" Martínoviana o neoiskrista del mismo lleva directamente a traicionar la causa del proletariado a favor de la burguesía.

    Quien haya olvidado el antiguo economismo, quien no lo estudie y no se acuerde de él, difícilmente podrá comprender tampoco la actual reincidencia en el economismo. Recordad el "Credo"[25] bernsteiniano. De los puntos de vista y de los programas "puramente proletarios", esas gentes han deducido la conclusión siguiente: para nosotros, socialdemócratas, la economía, la verdadera acción obrera, la libertad de criticar toda politiquería, la verdadera profundización de la labor socialdemócrata; para ellos, para los liberales, la política. Dios nos libre de caer en el "revolucionismo"; esto obligaría a la burguesía a volver la espalda. Quien relea por entero el "Credo", o bien el suplemento especial al número 9 de Rabóchaia Misl [26] (septiembre de 1899), verá todo el curso de este razonamiento.

    ¡Ahora ocurre lo mismo, pero en gran escala, aplicado al enjuiciamiento de toda la "gran" revolución rusa, envilecida ¡ay! de antemano y rebajada al nivel de su caricatura por los teóricos del filisteísmo ortodoxo! Para nosotros, socialdemócratas, la libertad de crítica, el profundizamiento de la conciencia, la acción desde fuera. Para ellos, para las clases burguesas, la libertad de acción, el campo libre para su dirección revolucionaria (leed: liberal), la libertad de realización de "reformas" desde arriba.

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    Estos vulgarizadores del marxismo no han meditado jamás las palabras de Marx sobre la necesidad de reemplazar las armas de la crítica por la crítica de las armas[27]. Invocando en vano el nombre de Marx, de hecho elaboran resoluciones tácticas absolutamente en el espíritu de los charlatanes burgueses de Francfort que criticaban libremente el absolutismo, profundizaban la conciencia democrática y no comprendían que el tiempo de la revolución es el tiempo de la acción, de la acción tanto desde arriba como desde abajo. Al convertir el marxismo en verbalismo razonador, han hecho de la ideología de la clase de vanguardia, de la clase revolucionaria más decidida y enérgica una ideologia de los sectores menos desarrollados de esta clase, los cuales esquivan las difíciles tareas democrático-revolucionarias y confían estas tareas democráticas a los señores Struve.

    Si a consecuencia de la entrada de la socialdemocracia en el gobierno revolucionario, las clases burguesas vuelven la espalda a la causa de la revolución, "disminuirán con ello su alcance".

    ¿Lo oís, obreros rusos? El alcance de la revolución será mayor si la hacen -- a menos que los socialdemócratas no les hagan volver la espalda -- los señores Struve, que quieren no obtener la victoria sobre el zarismo, sino pactar con él ¡El alcance de la revolución será mayor si, de los dos desenlaces posibles señalados más arriba por nosotros, es el primero el que se realiza, es decir, si la burguesía monárquica llega a entenderse con la autocracia sobre la base de una "constitución" a lo Shípov!

    Los socialdemócratas, que en resoluciones destinadas a servir de directiva para todo el Partido, escriben cosas tan vergonzosas, o que aprueban esas "afortunadas" resoluciones, están hasta tal punto obcecados por el verbalismo ra-

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zonador que ha despojado de toda vida al marxismo, que no ven cómo esas resoluciones convierten en frases vacías todas sus otras palabras excelentes. Tomad cualquier artículo de Iskra, tomad incluso el famoso folleto de nuestro ilustre Martínov y encontraréis en ellos divagaciones sobre la insurrección popular, sobre la necesidad de llevar la revolución hasta el fin, sobre la aspiración a apoyarse en las capas profundas del pueblo en la lucha contra la burguesía inconsecuente. Pero todas estas cosas buenas se convierten en frases miserables desde el momento en que adoptáis o aprobáis la idea de que el "alcance de la revolución disminuirá" si la burguesía se desentiende de ella. Una de dos, señores: o bien debemos aspirar a hacer la revolución con el pueblo y obtener una victoria completa sobre el zarismo, a pesar de la burguesía inconsecuente, egoísta y cobarde, o bien no admitimos este "a pesar", tememos que la burguesía "vuelva la espalda" y entonces entregamos al proletariado y al pueblo en manos de esta misma burguesía inconsecuente, egoísta y cobarde.

    No tratéis de interpretar mis palabras a vuestra manera. No gritéis que se os acusa de traición consciente. No; habéis tendido siempre a hundiros, y estáis ahora hundidos en la charca, con la misma inconsciencia con que los antiguos economistas resbalaban irresistible e irremediablemente por la pendiente del "profundizamiento" del marxismo hasta el "raciocinio" antirrevolucionario, sin alma y sin vida.

    ¿De qué fuerzas sociales reales depende el "alcance de la revolución"? ¿Habéis pensado en ello, señores? Dejemos de lado las fuerzas de la política exterior y de las combinaciones internacionales, que se vuelven ahora completamente en nuestro favor, pero de las cuales todos nosotros hacemos caso omiso en nuestro examen, y lo hacemos con

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toda razón, puesto que de lo que se trata es de las fuerzas interiores de Rusia. Examinad estas fuerzas sociales interiores. Contra la revolución se alzan la autocracia, la corte, la policía, los funcionarios, el ejército y el pequeño grupito de la alta aristocracia. Cuanto más profunda es la indignación en el pueblo, menos seguro es el ejército, más aumenta la vacilación entre los funcionarios. Por otra parte, la burguesía, en su conjunto, está ahora por la revolución, y prueba su celo pronunciando discursos sobre la libertad, hablando cada vez con mayor frecuencia en nombre del pueblo e incluso en nombre de la revolución[*]. Pero todos nosotros, marxistas, sabemos por la teoría y observamos cada día y a cada hora, en el ejemplo de nuestros liberales, de las gentes de los "zemstvos" y de Osvobozhdenie, que la burguesía está por la revolución de una manera inconsecuente, egoísta y cobarde. La burguesía en su inmensa mayoría se volverá inevitablemente del lado de la contrarrevolución, del lado de la autocracia contra la revolución, contra el pueblo, en cuanto sean satisfechos sus intereses estrechos y egoístas, en cuanto "dé la espalda" al democratismo consecuente (¡y ya ahora le da la espalda! ). Queda "el pueblo", es decir, el proletariado y los campesinos: sólo el proletariado es capaz de ir seguro hasta el fin, pues va mucho más allá de la revolución democrática. Por eso, el proletariado lucha en vanguardia por la república, rechazando con desprecio los consejos necios e indignos de él de quienes le dicen que tenga cuidado de no asustar a la burguesía. Entre los campesinos hay, al lado de los elementos


    * En este sentido, es interesante la carta abierta del señor Struve a Jaurès, publicada recientemente por este último en L'Humanité [28] y por el señor Struve en Osvobozhdenie, núm. 72.

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pequeñoburgueses, una masa de elementos semiproletarios. Esto les hace ser también inestables, obligando al proletariado a fundirse en un partido rigurosamente de clase. Pero la inestabilidad de los campesinos es radicalmente distinta de la inestabilidad de la burguesía; pues, en este momento concreto, los campesinos se hallan menos interesados en que se mantenga indemne la propiedad privada que en arrebatar a los terratenientes sus tierras, que son una de las principales formas de aquella propiedad. Sin convertirse por ello en socialistas ni dejar de ser pequeños burgueses, los campesinos son susceptibles de actuar como los más perfectos y radicales partidarios de la revolución democrática. Los campesinos procederán invariablemente así, siempre y cuando la marcha de los acontecimientos revolucionarios que los alecciona no se interrumpa demasiado pronto por la traición de la burguesía y la derrota del proletariado. Los campesinos se convertirán invariablemente, bajo dichas condiciones, en un baluarte de la revolución y de la república, ya que sólo una revolución plenamente victoriosa puede darle al campesino, en materia de reforma agraria, todo cuanto el campesino quiere, con lo que sueña y lo que necesita realmente (no para destruir el capitalismo, como se figuran los "socialrevolucionarios", sino) para salir de la abyección de la semiservidumbre, de las tinieblas del embrutecimiento y del servilismo, para mejorar sus condiciones de existencia, en la medida en que esto es posible en el marco de la economía mercantil.

    Hay más aún. Los campesinos se hallan vinculados a la revolución no solamente por la transformación agraria radical, sino, además, por todos sus intereses generales y permanentes. Incluso en la lucha contra el proletariado, el campesino tiene necesidad de la democracia, pues sólo el

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régimen democrático es capaz de expresar exactamente sus intereses y de darle la preponderancia como masa, como mayoría. Cuanto más instruido sea el campesino (y después de la guerra con el Japón se instruye con una rapidez que muchos ni siquiera sospechan, habituados como están a medir la instrucción únicamente con el rasero escolar), de un modo tanto más consecuente y decidido estará a favor de la revolución democrática completa, porque no tiene miedo, como la burguesía, a la soberanía del pueblo; por el contrario, ve en ella una ventaja. La república democrática se convertirá en su ideal en cuanto comience a librarse de su monaquismo ingenuo, pues el monaquismo consciente de la burguesía traficante (con su Cámara alta, etc.) promete al campesino la misma ausencia de derechos, el mismo embrutecimiento, la misma ignorancia, ligeramente teñidos de un barniz constitucional a la europea.

    He aquí por qué la burguesía, como clase, tiende natural e inevitablemente a esconderse bajo el ala del partido liberal monárquico, y los campesinos, como masa, tienden a colocarse bajo la dirección del partido revolucionario y republicano. He aquí por qué la burguesía no es capaz de llevar la revolución democrática hasta el fin, mientras que los campesinos son capaces de llevar la revolución hasta el fin, y nosotros debemos ayudarles en esto con todas nuestras fuerzas.

    Se me objetará: no hay necesidad de probar esto; es el abecé; todos los socialdemócratas lo comprenden perfectamente No; eso no lo comprenden los que son capaces de hablar de la "disminución del alcance" de la revolución en el caso de que la burguesía se aparte de ella. Esas gentes repiten frases de nuestro programa agrario, aprendidas de memoria, pero sin comprender su sentido; pues, de otro

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modo, no tendrían miedo a la idea de la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos, que se desprende necesariamente de toda la concepción marxista y de nuestro programa; de otro modo, no limitarían el alcance de la gran revolución rusa al alcance que pretende darle la burguesía. Esas gentes aplastan sus frases marxistas revolucionarias abstractas con el peso de sus resoluciones concretas, antimarxistas y antirrevolucionarias.

    Quien comprende verdaderamente cuál es el papel de los campesinos en la revolución rusa victoriosa, será incapaz de decir que el alcance de la revolución se reduce si la burguesía le vuelve la espalda, pues, en realidad, la revolución rusa no comenzará a adquirir su verdadero alcance, no comenzará a adquirir realmente la mayor envergadura posible en la época de la revolución democrático-burguesa, hasta que la burguesía no le vuelva la espalda y el elemento revolucionario activo sea la masa campesina, en unión con el proletariado. Para ser llevada consecuentemente hasta su término, nuestra revolución democrática debe apoyarse en fuerzas capaces de contrarrestar la inevitable inconsecuencia de la burguesía (es decir, capaces precisamente de "obligarla a volver la espalda", lo que temen, en su simplicidad, los partidarios caucasianos de Iskra ).

    El proletariado debe llevar a término la revolución democrática, atrayéndose a la masa de los campesinos, para aplastar por la fuerza la resistencia de la autocracia y paralizar la inestabilidad de la burguesía. El proletariado debe llevar a cabo la revolución socialista, atrayéndose a la masa de los elementos semiproletarios de la población, para des trozar por la fuerza la resistencia de la burguesía y paralizar la inestabilidad de los campesinos y de la pequeña burguesía. Tales son las tareas del proletariado, que los par-

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tidarios de nueva Iskra conciben de un modo tan estrecho en todos sus razonamientos y resoluciones sobre la amplitud de la revolución.

    Sólo que no hay que olvidar una circunstancia que se pierde frecuentemente de vista cuando se discurre sobre esta "envergadura". No hay que olvidar que no hablamos aquí de las dificultades del problema, sino de la vía en la cual hay que buscar y procurar su solución. No se trata de que sea fácil o difícil hacer que el alcance de la revolución sea potente e invencible, sino de cómo hay que proceder para que su alcance sea mayor. El desacuerdo se refiere precisamente al carácter fundamental de la actividad, de su misma orientación. Lo subrayamos, porque gentes negligentes o poco escrupulosas confunden con harta frecuencia dos cuestiones diferentes: la cuestión del camino a seguir, es decir, de la elección entre dos caminos diferentes, y la cuestión de la facilidad o de la proximidad del fin a alcanzar por el camino emprendido.

    No nos hemos referido a esta última cuestión en la exposición precedente, porque dicha cuestión no ha suscitado desacuerdos y divergencias en el seno de nuestro Partido. Pero, naturalmente, la cuestión es en sí sumamente importante y digna de la mayor atención por parte de todos los socialdemócratas. Sería de un optimismo imperdonable olvidar las dificultades que supone el incorporar al movimiento no sólo a la masa de la clase obrera, sino también a la masa campesina. Contra estas dificultades precisamente se han estrellado más de una vez los esfuerzos realizados para llevar hasta el fin la revolución democrática, con la particularidad de que ha triunfado lo más frecuentemente la burguesía más inconsecuente y más egoísta, que "obtenía capital" de la defensa que la monarquía le aseguraba contra

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el pueblo y, al mismo tiempo, "conservaba la inocencia" del liberalismo. . . o de la tendencia de Osvobozhdenie. Pero dificultad no es imposibilidad de realización. Lo que importa es estar seguros de haber elegido el buen camino, y esta seguridad centuplica la energía revolucionaria y el entusiasmo revolucionario, que son capaces de realizar milagros.

    El grado de profundidad del desacuerdo existente entre los socialdemócratas de nuestros días, a propósito de la elección del camino a seguir, aparece en seguida con evidencia cuando se compara la resolución de los neoiskristas caucasianos con la del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. La resolución del Congreso declara: la burguesía es inconsecuente, tratará sin falta de arrancarnos las conquistas de la revolución. Por lo tanto, preparaos más enérgicamente a la lucha, camaradas obreros, armaos, atraed a vuestro lado a los campesinos. No cederemos sin combate a la burguesía egoísta nuestras conquistas revolucionarias. La resolución de los neoiskristas caucasianos dice: la burguesía es inconsecuente, puede volver la espalda a la revolución. Por eso, camaradas obreros: ¡no penséis, por favor, en participar en el gobierno provisional; pues, en este caso, la burguesía volverá seguramente la espalda, y el alcance de la revolución, por tanto, será menor!

    Los unos dicen: impulsad la revolución hacia adelante, hasta el fin, a pesar de la resistencia o de la pasividad de la burguesía inconsecuente.

    Los otros dicen: no penséis en llevar la revolución hasta el fin de una manera independiente; pues, entonces, la burguesía inconsecuente le volverá la espalda.

    ¿Es que no nos hallamos en presencia de dos rutas diametralmente opuestas? ¿No es evidente que una táctica

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excluye absolutamente la otra y que la primera es la única táctica acertada de la socialdemocracia revolucionaria, mientras que la segunda es, en el fondo, una táctica puramente en el espíritu de Osvobozhdenie?


13. CONCLUSION. ¿NOS ATREVEREMOS
A VENCER?


    Los que conocen superficialmente el estado de cosas de la socialdemocracia de Rusia o lo juzgan desde fuera y desconocen la historia de toda nuestra lucha interior del Partido desde la época del economismo, muy a menudo se desentienden también de las divergencias tácticas que se han definido ahora, sobre todo después del III Congreso, aludiendo simplemente a dos tendencias naturales, inevitables, completamente conciliables, de todo movimiento socialdemócrata. Por una parte, según ellos, se subraya vivamente la labor corriente, cotidiana, habitual, la necesidad de desarrollar la propaganda y la agitación, de preparar las fuerzas, de profundizar el movimiento, etc. Por otra parte, se subrayan las tareas de combate, las tareas políticas de orden general y las tareas revolucionarias del movimiento, se indica la necesidad de la insurrección armada y se lanzan las consignas de dictadura revolucionario-democrática y gobierno provisional revolucionario. No se debe exagerar ni una parte ni otra; ni allí ni aquí (como, en general, en ninguna parte del mundo) los extremos son buenos, etc., etc.

    Las verdades baratas de prudencia práctica (y "política" entre comillas) que hay indudablemente en semejantes razonamientos, encubren, sin embargo, con demasiada frecuencia la incomprensión de las necesidades vitales, canden-

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tes, del Partido. Fijaos en las divergencias tácticas actuales entre los socialdemócratas rusos. Naturalmente, el hecho de que en los razonamientos neoiskristas sobre la táctica se subraye de un modo acentuado el aspecto cotidiano, habitual, del trabajo, no podría representar de por sí todavía ningún peligro y no podría provocar divergencia alguna en las consignas tácticas. Pero basta comparar las resoluciones del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia con las resoluciones de la Conferencia, para que dicha divergencia salte a la vista.

    ¿De qué se trata? Se trata, primero, de que no basta una simple indicación general, abstracta de las dos corrientes existentes en el movimiento y del carácter nocivo de los extremos. Hay que saber concretamente cuál es el mal que aqueja al movimiento en el momento presente, en qué consiste ahora el peligro político real para el Partido. Segundo, hay que saber a qué fuerzas políticas reales hacen el juego estas o las otras consignas tácticas o tal vez tal o cual ausencia de consignas. Si escucháis a los neoiskristas, llegaréis a la conclusión de que el Partido de la socialdemocracia se ve amenazado del peligro de arrojar por la borda la propaganda y la agitación, la lucha económica y la política de la democracia burguesa, de dejarse seducir desmesuradamente por la preparación militar, por los ataques armados, por la toma del Poder, etc. Pero, en realidad, el peligro real que amenaza al Partido proviene de otro lado completamente distinto. El que conozca siquiera sea un poco de cerca la situación del movimiento, el que lo siga de un modo atento y reflexivo, no puede menos de ver lo que tienen de ridículo los temores neoiskristas. Toda la labor del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia se ha moldeado ya enteramente en límites consistentes e invariables, que garantizan

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de un modo incondicional la concentración del centro de gravedad en la propaganda y la agitación, en los mítines relámpago y reuniones de masas, en la difusión de octavillas y folletos, en la contribución a la lucha económica y el apoyo de sus consignas. No hay ni un solo comité de partido, ni un solo comité regional, ni una sola reunión central, ni un solo grupo de fábrica, en el cual las noventa y nueve partes de atención, fuerzas y tiempo no se dediquen siempre y de un modo constante a todas estas funciones, establecidas ya desde la segunda mitad de la década del 90. Esto lo ignoran únicamente los que no conocen en nada el movimiento. Sólo gente muy ingenua o poco informada puede tomar en serio la repetición neoiskrista de los viejos estribillos cuando esto se hace con un tono particular de suficiencia.

    El hecho es que no sólo entre nosotros la gente no se deja llevar de un modo desmesurado por las tareas de la insurrección, por las consignas políticas generales, por la dirección de toda la revolución popular, sino que, al contrario, el atraso, precisamente en este sentido, salta a la vista, es el lado más vulnerable, representa un peligro real para el movimiento, el cual puede degenerar, y degenera en algunos sitios, de revolucionario de hecho en revolucionario de palabra. De los muchos centenares de organizaciones, grupos y círculos que realizan la labor del Partido, no encontraréis ni uno solo en el cual no se haya llevado a cabo desde su nacimiento esa labor cotidiana, de la que hablan los sabios de la nueva Iskra, dándose el tono de gentes que han descubierto una nueva verdad Y, por el contrario, encontraréis un tanto por ciento insignificante de grupos y círculos que tengan conciencia de las tareas de la insurrección armada, que hayan emprendido la realización de las mismas, que se den cuenta de la necesidad de dirigir toda la revolución popular contra el zarismo, de la

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necesidad de propugnar para ellos precisamente éstas y no otras consignas de vanguardia.

    Nos hallamos en un atraso increíble con respecto a las tareas de vanguardia y efectivamente revolucionarias, no hemos adquirido todavía conciencia de las mismas en infinidad de casos, hemos dejado que aquí y allí se fortaleciese la democracia burguesa revolucionaria a cuenta de nuestro atraso en este sentido. Y los escritores de la nueva Iskra, volviéndose de espaldas a la marcha de los acontecimientos y a las exigencias del momento, repiten tercamente: ¡no olvidéis lo viejo! ¡No os dejéis llevar por lo nuevo! Es éste el motivo fundamental e invariable de todas las resoluciones sustanciales de la Conferencia, mientras que en las resoluciones del Congreso podréis leer también invariablemente lo siguiente: al mismo tiempo que confirmamos lo viejo (y sin detenernos a rumiarlo, precisamente porque es algo viejo, ya decidido y consagrado en las publicaciones, en las resoluciones y en la experiencia), propugnamos una nueva tarea, llamamos la atención sobre la misma, planteamos una nueva consigna, exigimos de los socialdemócratas realmente revolucionarios una labor inmediata para que sea llevada a la práctica.

    He aquí cómo está, en realidad, planteada la cuestión de las dos tendencias en la táctica de la socialdemocracia. La época revolucionaria ha destacado nuevas tareas que sólo gentes completamente ciegas no ven. Y estas tareas unos socialdemócratas las aceptan decididamente y las ponen a la orden del día: la insurrección armada es inaplazable, preparaos para la misma inmediata y enérgicamente, acordaos de que es necesaria para la victoria decisiva, plantead las consignas de república, de gobierno provisional, de dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los cam-

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pesinos. Otros socialdemócratas, en cambio, reculan, no se mueven del sitio, en vez de dar consignas escriben prólogos; en lugar de indicar lo nuevo paralelamente a la confirmación de lo viejo, rumian incansable y aburridamente lo viejo, haciendo reservas sobre lo nuevo, no sabiendo definir las condiciones de la victoria decisiva, no sabiendo presentar las únicas consignas que corresponden a la aspiración de conseguir la victoria completa.

    El resultado político de este seguidismo salta a la vista. La fábula relativa al acercamiento de la "mayoría" del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia a la democracia burguesa revolucionaria no pasa de ser una fábula, no confirmada ni por un solo hecho político, ni por una sola resolución importante de los "bolcheviques", ni por un solo acto del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Por el contrario, la burguesía oportunista, monárquica, personificada por Osvobozhdenie, celebra desde hace tiempo las tendencias "de principio" del neoiskrismo y ahora sencillamente hace ya mover su molino con el agua de los mismos, se asimila sus términos e "ideuchas" contra la "conspiración" y el "motín", contra las exageraciones del aspecto "técnico" de la revolución, contra la presentación directa de la consigna de la insurrección armada, contra el "revolucionismo" de las reivindicaciones extremas, etc., etc. La resolución de toda una conferencia de los socialdemócratas "mencheviques" del Cáucaso y la aprobación de dicha resolución por la redacción de la nueva Iskra hace un resumen político inequívoco de todo esto: ¡lo esencial es que la burguesía no vuelva la espalda en caso de participación del proletariado en la dictadura revolucionario-democrática! Con esto está dicho todo. Con esto se consagra definitivamente la transformación del proletariado en apéndice de la burguesía monárquica. Con esto queda

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demostrada en la práctica, no por la declaración casual de una persona, sino por una resolución especialmente aprobada por toda una tendencia, la significación política del seguidismo neoiskrista.

    El que reflexione sobre estos hechos comprenderá la verdadera significación de las indicaciones corrientes respecto a los dos aspectos y a las dos tendencias del movimiento socialdemócrata. Tomad el bernsteinianismo para estudiar dichas tendencias en gran escala. Los bernsteinianos afirmaban y afirman, exactamente igual, que son precisamente ellos los que comprenden las verdaderas necesidades del proletariado, las tareas que traen aparejadas el crecimiento de sus fuerzas, el ahondamiento de todo el trabajo, la preparación de los elementos de la nueva sociedad, la propaganda y la agitación ¡Exigimos el reconocimiento abierto de lo que es! -- dice Bernstein, consagrando con esto el "movimiento" sin "meta final", consagrando sólo la táctica defensiva, predicando la táctica del miedo "a que la burguesía vuelva la espalda". También los bernsteinianos gritaban a propósito del "jacobinismo" de los socialdemócratas revolucionarios, de los "literatos", que no comprenden la "iniciativa obrera", etc., etc. En realidad, como todo el mundo sabe, los socialdemócratas revolucionarios no habían pensado jamás en abandonar la labor cotidiana, la labor pequeña, la preparación de fuerzas, etc., etc. Lo único que exigían era la conciencia clara del objetivo final, el planteamiento claro de las tareas revolucionarias, querían elevar a los sectores semiproletarios y semipequeñoburgueses hasta el revolucionarismo proletario y no rebajar este último hasta las consideraciones oportunistas a propósito de que "la burguesía no vuelva la espalda". Acaso la expresión más elocuente de esta disensión entre el ala intelectual-oportunista y el ala proletario-revolu-

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cionaria del Partido era la pregunta: dürfen wir siegen?, "¿nos atreveremos a vencer?", ¿nos está permitido vencer, no es peligroso vencer, conviene que venzamos? Por extraño que parezca a primera vista, esta pregunta fue, sin embargo, formulada, y debía serlo, pues los oportunistas temían la victoria, intimidaban al proletariado con la perspectiva de la misma, pronosticaban toda clase de calamidades como consecuencia de ella, ridiculizaban las consignas que incitaban directamente a obtenerla.

    Esta misma división fundamental en tendencia intelectual oportunista y proletario-revolucionaria, existe también entre nosotros, con la sola diferencia, muy sustancial, de que se trata no de la revolución socialista, sino de la revolución democrática. Entre nosotros ha sido también formulada la pregunta, absurda a primera vista: "¿nos atreveremos a vencer?". Esta pregunta ha sido formulada por Martínov en sus Dos dictaduras, que profetizaban toda clase de calamidades si preparamos bien y llevamos a cabo con pleno éxito la insurrección. Ha sido formulada por toda la literatura de los neoiskristas consagrada a la cuestión del gobierno provisional revolucionario, con la particularidad de que constantemente han intentado con celo, pero sin éxito, confundir la participación de Millerand en el gobierno burgués-oportunista, con la participación de Varlin[29] en el gobierno revolucionario-pequeñoburgués. La cuestión ha quedado fijada por la resolución al hablar del miedo a que "la burguesía vuelva la espalda". Y si bien Kautsky, por ejemplo, intenta ahora ironizar, diciendo que nuestras discusiones sobre el gobierno provisional revolucionario se parecen al reparto de la piel del oso antes de haberlo matado, esta ironía no demuestra otra cosa sino que incluso socialdemócratas inteligentes y revolucionarios se descarrían cuando hablan de lo

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que conocen sólo de oídas. La socialdemocracia alemana no se encuentra aún muy cerca del momento en que pueda matar el oso (realizar la revolución socialista), pero la discusión a propósito de saber si nos "atreveremos" a matarlo ha tenido una inmensa importancia desde el punto de vista de los principios y desde el punto de vista político-práctico. Los socialdemócratas rusos no se encuentran todavía muy cerca de tener las fuerzas suficientes para "matar a su oso" (realizar la revolución democrática), pero la cuestión de saber si nos "atreveremos" a matarlo tiene una importancia extremadamente seria para todo el porvenir de Rusia y para el porvenir de la socialdemocracia rusa. No se puede hablar de un reclutamiento enérgico y eficaz de un ejército, de la dirección del mismo, sin estar seguros de que nos "atreveremos" a vencer.

    Fijaos en nuestros viejos economistas. Estos gritaban también que sus adversarios eran unos conspiradores, unos jacobinos (véase Rabócheie Dielo, sobre todo el número 10, y el discurso de Martínov en los debates del II Congreso sobre el programa), que absorbidos por la política, se separan de las masas, que olvidan las bases del movimiento obrero, que no tienen en cuenta la iniciativa obrera, etc., etc. Pero, en realidad, esos partidarios de la "iniciativa obrera" eran unos intelectuales oportunistas, que imponían a los obreros su concepción estrecha y filistea de las tareas del proletariado. En realidad, los adversarios del economismo, como puede verlo cada uno por la vieja Iskra, no abandonaban ni relegaban al último término ni uno solo de los aspectos de la labor socialdemócrata, no olvidaban en lo más mínimo la lucha económica, sabiendo al mismo tiempo plantear con toda amplitud las tareas políticas urgentes y de turno, oponiéndose a la transformación del Partido obrero en un apéndice "económico" de la burguesía liberal.

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    Los economistas habían aprendido de memoria que la base de la política es la economía, y "entendían" esto de tal modo, como si fuera necesario rebajar la lucha política hasta la lucha económica. Los neoiskristas han aprendido de memoria que la revolución democrática tiene en su base económica la revolución burguesa, y han "entendido" esto de tal modo, como si fuera necesario rebajar las tareas democráticas del proletariado hasta el nivel de la moderación burguesa, hasta el límite más allá del cual "la burguesía volverá la espalda". Los economistas, con el pretexto de profundizar el trabajo, con el pretexto de la iniciativa obrera y de la política puramente de clase, entregaban, en realidad, la clase obrera en manos de los políticos burgueses liberales, es decir, conducían al Partido por un camino cuya significación objetiva era precisamente ésta. Los neoiskristas, con los mismos pretextos, traicionan, en realidad, a favor de la burguesía, los intereses del proletariado en la revolución democrática, es decir, conducen al Partido por el camino cuya significación objetiva es precisamente ésta. A los economistas les parecía que la hegemonía en la lucha política no era cosa de los socialdemócratas, sino propiamente cosa de los liberales. A los neoiskristas les parece que la realización activa de la revolución democrática no es cosa de los socialdemócratas, sino propiamente cosa de la burguesía democrática, pues la dirección y la participación preeminente del proletariado "disminuiría el alcance" de la revolución.

    En una palabra, los neoiskristas son unos epígonos del economismo, no sólo por su origen en el II Congreso del Partido, sino también por su modo actual de plantear las tareas tácticas del proletariado en la revolución democrática. Son también un ala intelectual-oportunista del Partido. En materia de organización, comenzó con el individualismo anar-

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quista, propio de los intelectuales, y ha terminado con la "desorganización-proceso", consagrando, en los "estatutos"[30] aprobados por la Conferencia, la falta de ligazón de las publicaciones con respecto a la organización del Partido, las elecciones no directas, sino casi de cuarto grado, el sistema de los plebiscitos bonapartistas en vez de la representación democrática, y, finalmente, el principio del "acuerdo" entre la parte y el todo. En la táctica del Partido, se han deslizado por la misma pendiente. En el "plan de campaña de los zemstvos" declararon como "tipo superior de manifestación" los discursos ante los elementos de los zemstvos, no viendo en la escena política más que dos fuerzas activas (¡esto en vísperas del 9 de enero!): el gobierno y la democracia burguesa. La tarea urgente de armarse la "profundizaron", sustituyendo la consigna práctica directa por un llamamiento a armar al pueblo del deseo ardiente de armarse. Las tareas de la insurrección armada, del gobierno provisional, de la dictadura revolucionario-democrática han sido ahora deformadas y disimuladas en sus resoluciones oficiales. "Que la burguesía no vuelva la espalda", este acorde final de la última de sus resoluciones arroja una viva luz sobre la cuestión de saber a dónde conduce al Partido su camino.

    La revolución democrática en Rusia es una revolución burguesa por su esencia social y económica. No basta con repetir sencillamente esta tesis marxista justa. Hay que saber comprenderla y saber aplicarla a las consignas políticas. Toda la libertad política en general, sobre la base de las relaciones de producción actuales, esto es, capitalistas, es una libertad burguesa. La reivindicación de la libertad expresa ante todo los intereses de la burguesía. Sus representantes fueron los primeros en presentar esta reivindicación. Sus partidarios han dispuesto por todas partes como amos de la libertad

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obtenida, reduciéndola a una medida burguesa moderada y precisa, combinándola con el aplastamiento del proletariado revolucionario, represión la más refinada en tiempo de paz y ferozmente cruel durante las tormentas.

    Pero sólo los populistas "levantiscos", los anarquistas y los "economistas" podían deducir de esto la negación o el menoscabo de la lucha por la libertad. Se ha conseguido imponer al proletariado estas doctrinas intelectual-filisteas únicamente de un modo temporal, sólo a pesar de su resistencia. El proletariado se ha dado cuenta, por instinto, de que la libertad política le es necesaria, le es necesaria a él más que a nadie, a pesar de que ésta refuerce y organice directamente a la burguesía. El proletariado espera su salvación no de la renuncia a la lucha de clases, sino de su desarrollo, de su ensanchamiento, de la conciencia, de la organización, de la decisión. El que menoscabe las tareas de la lucha política convierte al socialdemócrata, de tribuno popular, en secretario de tradeunión El que menoscabe las tareas proletarias en la revolución democrático-burguesa, convierte al socialdemócrata, jefe de la revolución popular, en líder de sindicato obrero libre.

    Sí, de la revolución popular. La socialdemocracia ha luchado y lucha con pleno derecho contra el abuso democrático-burgués de la palabra "pueblo". Exige que con esta palabra no se encubra la incomprensión de los antagonismos de clase en el seno del pueblo. Insiste incondicionalmente en la necesidad de una completa independencia de clase del Partido del proletariado. Pero divide al "pueblo" en "clases", no para que la clase de vanguardia se encierre en sí misma, se limite con una medida mezquina, castre su actividad con consideraciones como la de que no vuelvan la espalda los amos de la economía del mundo, sino para que la clase de vanguar-

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dia, que no adolece de la ambigüedad, de la inconsistencia, de la indecisión de las clases intermedias, luche con tanta mayor energía, con tanto mayor entusiasmo por la causa de todo el pueblo, al frente de todo el pueblo.

    ¡He aquí lo que tan a menudo no comprenden los neoiskristas actuales que sustituyen la presentación de consignas políticas activas en la revolución democrática por la repetición casuística de las palabras "de clase" en todos los géneros y declinaciones!

    La revolución democrática es burguesa. La consigna del "reparto negro" o de "tierra y libertad" -- esta consigna difundidísima entre la masa campesina, ignorante y oprimida, pero que busca apasionadamente la luz y la felicidad -- es burguesa. Pero nosotros, marxistas, debemos saber que no hay y no puede haber otro camino hacia la libertad verdadera del proletariado y de los campesinos, que el camino de la libertad burguesa y del progreso burgués. No debemos olvidar que en estos momentos no hay ni puede haber otro medio de acercar el socialismo que la libertad política completa, la república democrática, la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos. Como representantes de la clase revolucionaria de vanguardia, de la única clase revolucionaria sin reservas, sin dudas, sin volver la vista atrás, debemos plantear ante todo el pueblo, del modo más amplio, más audaz y con la mayor iniciativa posible, las tareas de la revolución democrática. El menoscabo de dichas tareas es teóricamente una caricatura del marxismo y una adulteración filistea del mismo, y desde el punto de vista político-práctico significa entregar la causa de la revolución en manos de la burguesía, la cual se apartará inevitablemente de la realización consecuente de la revolución. Las dificultades que se alzan en el camino hacia la victoria completa de

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la revolución, son muy grandes. Nadie podrá condenar a los representantes del proletariado si hacen todos los esfuerzos posibles y éstos se estrellan ante la resistencia de la reacción, la traición de la burguesía y la ignorancia de las masas. Pero todos y cada uno -- y sobre todo el proletariado consciente -- condenarán a la socialdemocracia si ésta cercena la energía revolucionaria de la revolución democrática, si cercena el entusiasmo revolucionario con el miedo a vencer, con consideraciones a propósito del peligro de que la burguesía vuelva la espalda.

    Las revoluciones son las locomotoras de la historia, decía Marx[31]. Las revoluciones son la fiesta de los oprimidos y explotados. Nunca la masa del pueblo es capaz de obrar como creador tan activo de nuevos regímenes sociales, como durante la revolución. En tales períodos, el pueblo es capaz de hacer milagros, desde el punto de vista de la vara estrecha y pequeñoburguesa del progreso gradual. Pero es necesario que también los dirigentes de los partidos revolucionarios planteen sus tareas de un modo más amplio y audaz en tales períodos, que sus consignas se adelanten siempre a la iniciativa revolucionaria de las masas, sirviendo de faro a las mismas, mostrando en toda su grandeza y en toda su magnificencia nuestro ideal democrático y socialista, indicando el camino más corto y más directo hacia la victoria completa, incondicional y decisiva. Reservamos a los oportunistas de la burguesía de Osvobozhdenie imaginar, por miedo a la revolución y por miedo al camino directo, sendas indirectas, de rodeo, de compromiso. Si se nos obliga por la fuerza a arrastrarnos por dichos caminos, sabremos cumplir con nuestro deber aun en la pequeña labor cotidiana. Pero que sea la lucha implacable la que primero decida la elección del

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camino. Seremos unos felones y traidores a la revolución si no aprovechamos esta energía de las masas en fiesta y su entusiasmo revolucionario para la lucha implacable y abnegada por el camino directo y decisivo. Que los oportunistas de la burguesía piensen cobardemente en la reacción futura. A los obreros no les asusta la idea de que la reacción se dispone a ser terrible ni de que la burguesía se dispone a volver la espalda. Los obreros no esperan componendas, no solicitan dádivas; aspiran a aplastar implacablemente las fuerzas reaccionarias, es decir, aspiran a la dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos.

    Ni que decir tiene que en los períodos tempestuosos la nave de nuestro Partido se ve amenazada por mayores peligros que durante la "navegación" tranquila del progreso liberal, que significa una dolorosa y lenta succión de los jugos de la clase obrera por sus explotadores. Ni que decir tiene que las tareas de la dictadura revolucionario-democrática son mil veces más difíciles y complejas que las tareas de la "oposición extrema" y de la lucha parlamentaria exclusiva. Pero aquel que en el momento revolucionario actual es capaz conscientemente de preferir la navegación tranquila y el camino de la "oposición" sin peligros es mejor que se aparte temporalmente de la labor socialdemócrata, que espere el fin de la revolución, que espere a que termine la fiesta y empiece la labor cotidiana y su habitual vara estrecha no represente una disonancia tan repugnante y una deformación tan monstruosa de las tareas de la clase de vanguardia.

    ¡A la cabeza de todo el pueblo y, en particular, de los campesinos, por la libertad total, por la revolución democrática consecuente, por la república! ¡A la cabeza de todos los trabajadores y explotados, por el socialismo! Tal debe ser,

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en la práctica, la política del proletariado revolucionario, ésta es la consigna de clase que debe informar y determinar la solución de todos los problemas tácticos, de todos los pasos prácticos del Partido obrero, durante la revolución.



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E P I L O G O


OTRA VEZ LA TENDENCIA
DE OSVOBOZHDENIE, OTRA VEZ
EL NEOISKRISMO

   

Los números 71-72 de Osvobozhdenie y 102-103 de Iskra nos aportan un nuevo material extraordinariamente rico, relativo a la cuestión a que dedicamos el capítulo 8 de nuestro folleto. No teniendo posibilidad alguna de utilizar aquí todo este rico material, nos detendremos solamente en lo más esencial. Primeramente, sobre la cuestión de saber qué género de "realismo" de la socialdemocracia es elogiado por Osvobozhdenie y por qué debe elogiarlo; en segundo lugar, en la correlación de los conceptos: revolución y dictadura.


I. ¿Por qué elogian los realistas liberal-burgueses
a los "realistas" socialdemócratas?

    Los artículos "La escisión en la socialdemocracia rusa" y "El triunfo del buen sentido" (Osvobozhdenie, núm. 72) representan un juicio sobre la socialdemocracia, extraordinariamente valioso para los proletarios conscientes, hecho por los representantes de la burguesía liberal. Nunca se recomendará demasiado el conocimiento de estos artículos a cada socialdemócrata, conocerlos en su totalidad y meditar sobre cada

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una de sus frases. Reproduciremos, antes que nada, las principales tesis de ambos artículos:

    "Al observador de fuera -- dice Osvobozhdenie -- le es bastante difícil captar el sentido político real de la discrepancia que ha dividido al Partido Socialdemócrata en dos fracciones. Calificar la fracción de la 'mayoría' como la más radical y rectilínea a diferencia de la 'minoría', que admite, en beneficio de la causa, algunos compromisos, no es totalmente exacto, y, en todo caso, no es una característica concluyente. Por lo menos, los dogmas tradicionales de la ortodoxia marxista son observados, puede ser que con más celo aún por la fracción de la minoría que por la fracción de Lenin. Nos parece que es más exacta la siguiente característica. El fundamental estado de espíritu político de la 'mayoría' es un revolucionismo abstracto, un espíritu de revuelta, un afán de provocar por todos los medios una insurrección de la masa popular y, en su nombre, tomar el Poder inmediatamente; esto, en cierto grado, aproxima los 'leninistas' a los socialrevolucionarios y reemplaza en su conciencia la idea de la lucha de clases por la idea de una revolución popular rusa; desechando en la práctica muchas de las estrecheces de la doctrina socialdemócrata, los 'leninistas', de otra parte, están profundamente penetrados por la estrechez de un revolucionismo que renuncia a todo otro trabajo práctico que no sea la preparación de la insurrección inmediata, y desconocen en principio todas las formas de la agitación legal y semilegal y toda clase de compromisos prácticos y útiles con otras tendencias de oposición. Por el contrario, la minoría, fuertemente aferrada a los dogmas del marxismo, conserva a la vez los elementos realistas de la concepción marxista del mundo. La idea fundamental de esta fracción es la contraposición de los intereses del 'proletariado' a los intereses de la burguesía. Pero, de otra parte, la lucha del proletariado se concibe -- naturalmente, dentro de ciertos límites dictados por los dogmas inmutables de la socialdemocracia -- con una lucidez realista, con una conciencia clara de todas las condiciones concretas y de las tareas de esta lucha. Ambas fracciones aplican su punto de vista fundamental de un modo no del todo consecuente, pues ellas están ligadas en su obra creadora ideológica y política por las fórmulas severas del catecismo socialdemócrata, que impiden a los 'leninistas' convertirse en amotinados rectilíneos, por lo menos a la manera de algunos socialrevolucionarios, y a los 'iskristas' convertirse en los dirigentes prácticos del movimiento político real de la clase obrera".
    Y, resumiendo más adelante el contenido de las principales resoluciones, el escritor de Osvobozhdenie aclara sus "pensamientos" generales con algunas observaciones concretas respecto a ellas. En comparación con el

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III Congreso, dice él, "la Conferencia de la minoría observa una actitud completamente diferente respecto a la insurrección armada". "En relación con la actitud hacia la insurrección armada" aparece la diferencia de las resoluciones sobre el gobierno provisional. "La misma divergencia se manifiesta en la actitud respecto a los sindicatos obreros. Los 'leninistas' en sus resoluciones, no han dicho una sola palabra sobre este importantisimo punto de partida de la educación política y de la organización de la clase obrera. Por el contrario, la minoría ha elaborado una resolución muy seria". En cuanto a la actitud ante los liberales, ambas fracciones están según dicho escritor, de acuerdo, pero el III Congreso "repite casi palabra por palabra la resolución de Plejánov sobre las relaciones con los liberales adoptada en el II Congreso, y rechaza la resolución de Starovier, más favorable a los liberales, adoptada en el mismo Congreso". Siendo en general análogas las resoluciones del Congreso y de la Conferencia acerca del movimiento campesino, la "'mayoría' subraya con más fuerza la idea de la confiscación revolucionaria de las tierras de los terratenientes, etc., mientras que la 'minoría' quiere hacer de la reivindicación de reformas democráticas de Estado y administrativas la base de su agitación".
    Finalmente, Osvobozhdenie cita una resolución menchevique, publicada en el núm. 100 de Iskra, cuyo punto principal dice: "Puesto que actualmente el trabajo ilegal por sí solo no asegura a la masa una participación suficiente en la vida del Partido, y lleva, en parte, a oponer la masa como tal al Partido como organización ilegal, este último necesita tomar en sus manos la conducción de la lucha sindical de los obreros en el terreno legal, coordinando estrechamente esta lucha con las tareas socialdemócratas". Respecto a esta resolución, Osvobozhdenie exclama: "Nosotros saludamos calurosamente esta resolución como el triunfo del buen sentido, como un momento de lucidez de una parte del Partido Socialdemócrata en materia de táctica".

    Ahora el lector tiene ante si todas las apreciaciones esenciales de Osvobozhdenie. Sería un grandísimo error, naturalmente, considerar acertadas estas apreciaciones en el sentido de su concordancia con la verdad objetiva. Todo socialdemócrata descubrirá fácilmente errores en ellas a cada paso. Sería una ingenuidad olvidar que todas estas apreciaciones están penetradas profundamente por los intereses y por el punto de vista de la burguesía liberal, y que son en extremo parciales y tendenciosas en este sentido. Ellas reflejan las ideas de la

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socialdemocracia igual que un espejo cóncavo o convexo refleja los objetos. Pero sería un error mayor todavía olvidar que estos juicios deformados a gusto de la burguesía reflejan, en fin de cuentas, los intereses reales de la burguesía, la cual, como clase, comprende sin ninguna duda qué tendencias de la socialdemocracia le son convenientes, próximas, queridas, simpáticas, y cuáles le son dañosas, ajenas, extrañas, antipáticas. Un filósofo burgués o un publicista burgués no comprenderá jamás de un modo acertado a la socialdemocracia, ni a la menchevique ni a la bolchevique. Pero si éste es un publicista algo inteligente no le engañará su instinto de clase y siempre captará en el fondo con justeza la significación que para la burguesía tenga tal o cual tendencia dentro de la socialdemocracia, aunque la deforme al exponerla. El instinto de clase de nuestro enemigo, su apreciación de clase, siempre merecen por esto la atención más seria de todo proletario consciente.

    ¿Qué es lo que nos dice, por boca de los elementos de Osvobozhdenie, el instinto de clase de la burguesía de Rusia?

    Expresa de una manera absolutamente precisa la satisfacción que le produce la tendencia del neoiskrismo, alabándolo por su realismo, por su lucidez, por el triunfo del buen sentido, por la seriedad de las resoluciones, por su clara visión táctica, por su practicismo, etc., y expresa su descontento por la tendencia del III Congreso, censurándolo por la estrechez, el revolucionarismo, el espíritu de revuelta, la negación de los compromisos prácticos y útiles, etc. El instinto de clase de la burguesía le sugiere a la burguesía precisamente lo que ha sido demostrado reiteradamente en nuestra literatura con los datos más exactos, a saber: que los neoiskristas representan el ala oportunista en la actual socialdemocracia rusa,

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y sus adversarios, el ala revolucionaria. Los liberales no pueden dejar de tener simpatías por las tendencias de la primera de dichas alas, no pueden dejar de censurar las tendencias de la segunda. Los liberales, como ideólogos de la burguesía, comprenden perfectamente que a la burguesía le conviene "el practicismo, la lucidez, la seriedad" de la clase obrera, es decir, la limitación de hecho del campo de su actividad a los marcos del capitalismo, de las reformas, de la lucha sindical, etc. Para la burguesía, es peligrosa y temible "la estrechez revolucionaria" del proletariado y su aspiración de conseguir, en nombre de sus tareas de clase, un papel dirigente en la revolución popular rusa.

    De que éste es, efectivamente, el sentido de la palabra "realismo" en la interpretación de Osvobozhdenie se puede ver, entre otras cosas, en el empleo que de ella han hecho con anterioridad Osvobozhdenie y el señor Struve. La misma Iskra no ha podido dejar de reconocer una tal significación del "realismo" de Osvobozhdenie. Recordad, por ejemplo, el artículo titulado "¡Ya es hora!", publicado en el suplemento al núm. 73-74 de Iskra. El autor del artículo (representante consecuente de las concepciones de la "charca" en el II Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia) ha expresado francamente su opinión de que "Akímov ha jugado en el Congreso más bien el papel de espectro del oportunismo que el papel de su verdadero representante". Y la redacción de Iskra se ha visto obligada inmediatamente a rectificar al autor del artículo "¡Ya es hora!", declarando en una nota:

    "No cabe estar de acuerdo con esta opinión. Los puntos de vista programáticos del camarada Akímov llevan claramente marcado el sello del oportunismo, cosa que reconoce también el critico de Osvobozhdenie en uno de sus últimos números, señalando que el camarada Akímov pertenece a la tendencia 'realista' -- leed, revisionista --".

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    Así, pues, la Iskra misma sabe perfectamente que el "realismo" de Osvobozhdenie es justamente oportunismo, y no otra cosa. Si ahora, al atacar el "realismo liberal" (núm. 102 de Iskra ), Iskra calla cómo los liberales la alabaron por su realismo, este silencio se explica por el hecho de que tales alabanzas son más amargas que cualquier censura. Tales alabanzas (que no son casuales y que no han sido expresadas por primera vez por Osvobozhdenie ) demuestran, de hecho, el parentesco del realismo liberal y de estas tendencias del "realismo" socialdemócrata (leed, oportunismo) que se transparentan en cada resolución de los neoiskristas debido a la falsedad de toda su posición táctica.

    En efecto, la burguesía de Rusia ha manifestado ya plenamente su inconsecuencia y su egoísmo en la revolución "de todo el pueblo", lo ha manifestado tanto por las reflexiones del señor Struve, como por todo el tono y por el contenido de gran número de periódicos liberales, por el carácter de las intervenciones políticas de gran número de miembros de los zemstvos, de gran número de intelectuales, en general, de todo género de partidarios de los señores Trubetskói, Petrunkévich, Rodíchev y Cía. Desde luego, la burguesía no siempre comprende con plena claridad, pero en general se da cuenta perfectamente por intuición de clase de que, de una parte, el proletariado y el "pueblo" son útiles para su revolución, como carne de cañón, como ariete contra el absolutismo, pero que, de otra parte, el proletariado y los campesinos revolucionarios son terriblemente peligrosos para ella en el caso de que éstos consigan la "victoria decisiva sobre el zarismo" y lleven hasta el fin la revolución democrática. Por eso, la burguesía trata por todos los medios de que el proletariado se conforme con desempeñar un papel "modesto" en la revolución, que sea más moderado, más práctico, más

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realista, que su actividad esté basada en el principio: "que la burguesía no vuelva la espalda".

    Los burgueses inteligentes saben perfectamente que ellos no podrán matar el movimiento obrero. Por eso, no intervienen en modo alguno contra el movimiento obrero, contra la lucha de clase del proletariado; no, ellos incluso hacen toda clase de reverencias ante la libertad de huelga, ante la lucha de clases civilizada, comprendiendo el movimiento obrero y la lucha de clases a la manera de Brentano o de Hirsch-Duncker. Dicho de otra manera, ellos están totalmente dispuestos a "conceder" a los obreros la libertad de huelga y de asociación (de hecho ya casi conquistada por los mismos obreros), con tal de que los obreros renuncien al "espíritu de revuelta", al "revolucionismo estrecho", a la hostilidad hacia los "compromisos prácticos y útiles", a la pretensión y al deseo de imprimir "a la revolución popular rusa" el sello de su lucha de clase, el sello de la consecuencia proletaria, de la decisión proletaria, del "jacobinismo plebeyo". Los burgueses inteligentes de toda Rusia tratan por eso con todas sus fuerzas, por mil medios y caminos -- libros*, conferencias, discursos, charlas, etc., etc. --, de inculcar a los obreros las ideas de la moderación (burguesa), del practicismo (liberal), del realismo (oportunista), de la lucha de clases (a la manera de Brentano), de los sindicatos (a la manera de Hirsch-Duncker)[32], etc. Las dos últimas consignas son particularmente cómodas para los burgueses del partido "constitucional-demócrata" o de Osvobozhdenie, ya que en apariencia coinciden con las consignas marxistas; ya que, silenciando algunas cosas y con una pequeña tergiversación de las mismas, es muy fácil confundirlas con las consignas socialdemócratas y a veces incluso


    * Cf. -- Prokopóvich, La cuestión obrera en Rusia.

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presentarlas como socialdemócratas. Así, por ejemplo, el periódico legal liberal Rassviet [El Alba ] (sobre el cual trataremos de hablar con los lectores de Proletari algo más detalladamente) dice a menudo cosas tan "atrevidas" sobre la lucha de clases, sobre la posibilidad de que la burguesía engañe al proletariado, sobre el movimiento obrero, sobre la iniciativa del proletariado, etc., etc., que el lector poco atento y el obrero poco desarrollado aceptarán fácilmente su "socialdemocratismo" como moneda valedera. Pero, de hecho, esto es una falsificación burguesa del socialdemocratismo, una deformación y una tergiversación oportunista del concepto de la lucha de clases.

    En la base de esta gigantesca falsificación burguesa (gigantesca por la amplitud de su acción sobre las masas) reside la tendencia de reducir el movimiento obrero a un movimiento eminentemente sindical, a mantenerlo lo más alejado posible de una política independiente (es decir, revolucionaria, orientada hacia la dictadura democrática), a "eclipsar en la conciencia de los obreros la idea de la revolución popular rusa con la idea de la lucha de clases".

    Como ve el lector, hemos dado vuelta de pies arriba a la formulación de Osvobozhdenie. Excelente formulación, que expresa perfectamente dos puntos de vista sobre el papel del proletariado en la revolución democrática, el punto de vista burgués y el punto de vista socialdemócrata. La burguesía quiere reducir al proletariado al solo movimiento sindical y, de esta manera, "velar en su conciencia la idea de la revolución popular rusa con la idea de la lucha de clases" (a la manera de Brentano ), exactamente igual que los autores bernsteinianos del "Credo", los cuales eclipsaban en la conciencia de los obreros la idea de la lucha política con la idea del movimiento "puramente obrero". La socialdemocracia quiere,

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por el contrario, desarrollar la lucha de clase del proletariado hasta hacerle asumir en la revolución popular rusa un papel dirigente, es decir, llevar esta revolución hasta la dictadura democrática del proletariado y de los campesinos.

    Nuestra revolución es una revolución de todo el pueblo, dice la burguesía al proletariado. Por eso, tú, como clase especial, debes limitarte a tu lucha de clase; debes, en nombre del "buen sentido", dirigir tu atención principal a los sindicatos y a su legalización; debes considerar precisamente estos sindicatos "como la base de partida más importante para tu educación política y para tu organización"; debes elaborar, en los momentos revolucionarios, principalmente, resoluciones "serias" parecidas a la de los neoiskristas; debes tratar con solicitud las resoluciones "más favorables a los liberales"; debes preferir aquellos dirigentes que tienen la tendencia a convertirse en "dirigentes prácticos del movimiento político real de la clase obrera"; debes "conservar los elementos realistas de la concepción marxista del mundo" (si, por desgracia, ya te has contagiado de las "fórmulas severas" de este catecismo "no científico").

    Nuestra revolución es una revolución de todo el pueblo, dice la socialdemocracia al proletariado. Por eso, tú debes, como la clase más avanzada y como la única clase revolucionaria hasta el fin, aspirar no sólo a participar de la manera más enérgica, sino a desempeñar en ella un papel dirigente. Por eso, tú no debes encerrarte en el marco de la lucha de clases estrechamente concebido, sobre todo en el sentido del movimiento sindical, sino, por el contrario, aspirar a ampliar el marco y el contenido de tu lucha de clase, hasta abarcar en este marco no sólo todas las tareas de la actual revolución democrática popular rusa, sino también las tareas de la futura revolución socialista. Por eso, sin desconocer el movimiento

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sindical, sin renunciar a utilizar el más pequeño resquicio de legalidad, tú debes, en la época de la revolución, llevar a primer plano las tareas de la insurrección armada, de la formación de un ejército revolucionario y de un gobierno revolucionario, como únicos caminos hacia la victoria completa del pueblo sobre el zarismo, hacia la conquista de la república democrática y de la verdadera libertad política.

    Sería superfluo decir qué actitud equívoca, inconsecuente, y, naturalmente, simpática a la burguesía, han adoptado en esta cuestión las resoluciones neoiskristas, gracias a su "línea" errónea.


II. Nueva "profundización" del problema
por el camarada Martínov

    Pasemos a los artículos de Martínov en los números 102 y 103 de Iskra. De suyo se entiende que no contestaremos a los intentos de Martínov de demostrar la falsedad de nuestra interpretación de una serie de citas de Engels y Marx y la justeza de la suya. Estas tentativas son tan poco serias, los subterfugios de Martínov son tan evidentes, la cuestión es tan clara, que no sería interesante detenerse en ellos una vez más Cualquier lector que piense, discernirá fácilmente los ardides ingenuos de Martínov en su retirada en toda la línea, sobre todo cuando sean publicadas las traducciones completas de los folletos Los bakuninistas en acción de Engels y Llamamiento del Consejo de la Liga de los Comunistas -- marzo de 1850 -- de Marx[33], preparados por un grupo de colaboradores de Proletari. Bastará una sola cita del artículo de Martínov para hacer evidente al lector su retirada.

    Iskra "reconoce -- dice Martínov en el núm. 103 -- la formación de un gobierno provisional, como uno de los

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caminos posibles y convenientes para el desarrollo de la revolución, y niega la conveniencia de la participación de los socialdemócratas en un gobierno provisional burgués, precisamente en interés de la plena conquista ulterior de la máquina del Estado para la revolución socialista". Dicho en otras palabras: Iskra ha reconocido ahora la absurdidad de todos los temores que le inspiraban la responsabilidad del gobierno revolucionario por el Tesoro y los Bancos, el peligro y la imposibilidad de tomar en sus manos las "cárceles", etc. Pero Iskra continúa embrollando las cosas, como antes, al confundir la dictadura democrática y la dictadura socialista. Confusión inevitable para cubrir la retirada.

    Pero entre los confusionistas de la nueva Iskra, Martínov se destaca como confusionista de primera clase, como un confusionista de talento, si se puede permitir la expresión. Embrollando la cuestión en sus esfuerzos por "profundizarla", llega casi siempre a "forjarse" nuevas formulaciones, que revelan maravillosamente toda la falsedad de la posición ocupada por él. Recordad cómo en la época del economismo, él "profundizaba" a Plejánov y creaba con inspiración la fórmula "lucha económica contra los patronos y el gobierno". Sería difícil encontrar en toda la literatura de los economistas una expresión más feliz de toda la falsedad de esta tendencia. Y lo mismo es hoy. Martínov sirve con tesón a la nueva Iskra y casi siempre que toma la palabra nos da un nuevo y excelente material para apreciar la falsa posición neoiskrista. En el núm. 102 dice que Lenin "ha sustituido de una manera imperceptible los conceptos revolución y dictadura" (pág. 3, col. 2).

    A esta acusación se reducen, en esencia, todas las acusaciones de los neoiskristas contra nosotros. ¡Cuán agradecido le estamos a Martínov por esta acusación! ¡Qué servicio

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inapreciable nos presta en la causa de la lucha contra el neoiskrismo, formulando la acusación de esa manera! Decididamente, vamos a tener que pedir a la redacción de Iskra que lance más a menudo a Martínov contra nosotros, encargándole "ahondar" los ataques a Proletari y formularlos "desde el punto de vista de los puros principios". Pues cuanto más se esfuerza Martínov por fundamentar sus argumentos en los principios, peor lo hace y más palpablemente demuestra las fallas del neoiskrismo, con más éxito realiza sobre sí mismo y sobre sus amigos la útil operación pedagógica de reductio ad absurdum (de la reducción al absurdo de los principios de la nueva Iskra ).

    Vperiod y Proletari "sustituyen" el concepto de revolución por el de dictadura. A Iskra no le gusta esta "sustitución". ¡Precisamente es eso, honorabilísimo camarada Martínov! Usted ha dicho, sin habérselo propuesto, una gran verdad. Usted ha confirmado con una nueva formulación nuestra afirmación de que Iskra va a la cola de la revolución, se desvía hacia una formulación de las tareas de la revolución a lo Osvobozhdenie, mientras que Vperiod y Proletari dan consignas que llevan adelante la revolución democrática.

    ¿Usted no comprende esto, camarada Martínov? En vista de la importancia de la cuestión, nos esforzaremos en darle una explicación detallada.

    El carácter burgués de la revolución democrática se refleja, entre otras cosas, en el hecho de que toda una serie de clases sociales, grupos y capas, que se mantienen por completo sobre la base del reconocimiento de la propiedad privada y de la economía mercantil, incapaces de salir de estos marcos, llegan, por la fuerza de las cosas, a reconocer que la autocracia y todo el régimen feudal en general son inservibles, y se ad hieren a la reclamación de la libertad. Cabe señalar que el

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carácter burgués de esta libertad, exigida por la "sociedad", defendida por un torrente de palabras (¡solamente de palabras!) de los terratenientes y capitalistas, aparece cada vez más claro. Juntamente con esto, resulta cada vez más evidente la diferencia radical entre la lucha obrera por la libertad y la lucha burguesa, la diferencia entre el democratismo proletario y el democratismo liberal. La clase obrera y sus representantes conscientes van hacia adelante e impulsan hacia adelante esta lucha, no sólo sin temor a llevarla hasta el fin, sino tratando de ir mucho más allá de los límites más extremos de la revolución democrática. La burguesía es inconsecuente y egoísta, no aceptando las consignas de libertad más que de un modo incompleto e hipócrita. Todo intento de determinar con una línea especial, con "puntos" elaborados especialmente (como los puntos de la resolución de Starovier o de la de los conferencistas), los límites tras de los cuales comienza esta hipocresía de los amigos burgueses de la libertad, o, si se quiere, esta traición a la libertad por sus amigos burgueses, está infaliblemente condenado al fracaso, pues la burguesía, colocada entre dos fuegos (la autocracia y el proletariado), es capaz, por mil caminos y medios, de cambiar su posición y sus consignas, adaptándose un poco a la derecha y otro poco a la izquierda, traficando y recurriendo a malas tretas permanentemente. La tarea del democratismo proletario consiste, no en inventar estos "puntos" muertos, sino en una crítica incansable de la situación política en vía de desarrollo, en desenmascarar las inconsecuencias y las traiciones de la burguesía, siempre nuevas e imposibles de prever de antemano.

    Recordad la historia de las manifestaciones políticas del señor Struve en la literatura ilegal, la historia de la guerra de la socialdemocracia contra él, y veréis con toda evidencia

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cómo la socialdemocracia, campeón del democratismo proletario, cumplía estas tareas. El señor Struve comenzó por formular una consigna, puramente a lo Shípov: "derechos y zemstvos investidos de poder" (ved mi artículo en Sariá [La Aurora ]: "Los perseguidores de los zemstvos y los Aníbales del liberalismo"[*]). La socialdemocracia lo desenmascaraba y lo empujaba hacia un programa netamente constitucionalista. Cuando estos "empujones" surtieron efecto, gracias a la .marcha particularmente rápida de los acontecimientos revolucionarios, la lucha se orientó hacia la siguiente cuestión del democratismo: no sólo una Constitución en general, sino sin falta sufragio universal igual, directo y secreto. Cuando "ocupamos" al "adversario" esta nueva posición (la aprobación del sufragio universal por la Unión de Emancipación), seguimos presionando, demostrando la hipocresía y la falsedad del sistema de dos cámaras, que el reconocimiento del sufragio universal por los elementos de Osvobozhdenie era incompleto, señalando en su monarquismo el carácter mercantilista de su democratismo, o, dicho en otras palabras, el comercio con pérdidas ejercido con los intereses de la gran revolución rusa por los elementos de Osvobozhdenie, estos héroes de la bolsa de oro.

    En fin, la salvaje terquedad de la autocracia, los progresos gigantescos de la guerra civil, la situación sin salida a que habían llevado a Rusia los monárquicos, empezaron a accionar hasta sobre los cerebros más rutinarios. La revolución se convertía en un hecho. Para reconocer la revolución no hacía falta ya ser un revolucionario. El gobierno autocrático se descomponía de hecho y sigue descomponiéndose a la vista de todos. Como ha señalado con razón un liberal


    * Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V. (N. de la Red.)

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(el señor Gredeskul) en la prensa legal, se ha creado de hecho un estado de insubordinación frente al gobierno existente. A pesar de toda su aparente fortaleza, la autocracia ha resultado ser impotente, los acontecimientos de la revolución en desarrollo han empezado simplemente a apartar a un lado este organismo parasitario que se descompone en vida. Obligados a basar su actividad (o, más exactamente, sus trapicheos políticos) sobre determinadas relaciones que se están estableciendo de hecho, los burgueses liberales han empezado a llegar a la necesidad de reconocer la revolución. Hacen esto, no porque sean revolucionarios, sino a pesar de que no son revolucionarios. Lo hacen por necesidad y contra su voluntad, viendo con cólera los éxitos de la revolución, acusando de revolucionarismo a la autocracia, que no quiere transacciones, sino la lucha a vida o muerte. Negociantes por naturaleza, odian la lucha y la revolución, pero las circunstancias les obligan a colocarse en el terreno de la revolución, puesto que no hay otro terreno bajo sus pies.

    Nosotros asistimos a un espectáculo altamente edificante y altamente cómico. Las prostitutas del liberalismo burgués intentan cubrirse con la toga del revolucionarismo. ¡Los elementos de Osvobozhdenie -- risum teneatis, amicil* -- ¡los elementos de Osvobozhdenie empiezan a hablar en nombre de la revolución! ¡¡¡ Los elementos de Osvobozhdenie empiezan a asegurar que ellos "no temen la revolución" (el señor Struve, en el número 72 de Osvobozhdenie )!!! ¡¡¡Los elementos de Osvobozhdenie expresan la pretensión de "ponerse a la cabeza de la revolución"!!!

    Este es un fenómeno extraordinariamente significativo, que caracteriza no sólo el progreso del liberalismo burgués,


    * ¡Contened la risa, amigos!

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sino, aún más, el progreso de los éxitos reales del movimiento revolucionario, que obliga a que lo reconozcan. Hasta la burguesía comienza a sentir que es más conveniente colocarse en el terreno de la revolución -- hasta tal punto se tambalea la autocracia --. Pero, de otra parte, este fenómeno, que testimonia el ascenso de todo el movimiento a una fase nueva, superior, plantea ante nosotros tareas también nuevas, también de orden superior. El reconocimiento de la revolución por la burguesía no puede ser sincero, independientemente de la honestidad personal de este o del otro ideólogo de la burguesía. La burguesía no puede dejar de aportar también a esta fase superior del movimiento su egoísmo y su inconsecuencia, su mercantilismo y sus mezquinas estratagemas reaccionarias. Nosotros debemos ahora formular de otra manera las tareas concretas inmediatas de la revolución en nombre de nuestro programa y para el desarrollo de nuestro programa. Lo que ayer era bastante, hoy es insuficiente. Es posible que ayer fuera bastante, como consigna democrática de vanguardia, exigir el reconocimiento de la revolución. Ahora, esto es poco. La revolución ha obligado hasta al señor Struve a reconocerla. Ahora, de la clase de vanguardia se exige determinar exactamente el contenido mismo de las tareas inmediatas e imperiosas de esta revolución. Los señores Struve, al reconocer la revolución, enseñan una vez más la punta de sus orejas de burro, entonando de nuevo la vieja cantinela de la posibilidad de un desenlace pacifico, de que Nicolás llame al Poder a los señores de Osvobozhdenie, etc., etc. Los señores de Osvobozhdenie reconocen la revolución con el fin de escamotearla, de traicionarla con menos riesgo. Nos incumbe ahora indicar al proletariado y al pueblo entero la insuficiencia de la consigna "revolución", mostrar la necesidad de una definición clara y sin equívocos, consecuente

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y decidida del contenido mismo de la revolución. Y esta definición constituye la única consigna capaz de expresar justamente la "victoria decisiva" de la revolución, la consigna: dictadura revolucionaria democrática del proletariado y de los campesinos[34].

    El abuso de las palabras es el fenómeno más corriente en política. Por ejemplo, en más de una ocasión se llamaron "socialistas" los partidarios del liberalismo burgués inglés ("ahora todos somos socialistas" -- "We all are socialists now" --, dijo Harcourt), los partidarios de Bismarck y los amigos del Papa León XIII. La palabra "revolución" también sirve perfectamente para que se abuse de ella y en determinada fase del desarrollo del movimiento ese abuso es inevitable. Cuando el señor Struve se puso a hablar en nombre de la revolución nos acudió a la memoria Thiers. Pocos días antes de la revolución de febrero, aquel enano monstruoso, intérprete ideal de la venalidad política de la burguesía, barruntaba la cercanía de la tempestad popular. Y declaró desde la tribuna parlamentaria que él ¡pertenecía al partido de la revolución! (Véase La guerra civil en Francia, de Marx[35]) La significación política del paso de Osvobozhdenie al partido de la revolución es absolutamente idéntica a este "paso" de Thiers. Cuando los Thiers rusos se ponen a hablar de su pertenencia al partido de la revolución eso quiere decir que la consigna de revolución se ha hecho insuficiente, que no dice nada, que no fija ninguna tarea, pues la revolución es un hecho y acuden a su lado los elementos más heterogéneos.

    En efecto, ¿qué es la revolución desde el punto de vista del marxismo? La ruptura violenta de la superestructura política anticuada, cuyo antagonismo con las nuevas relaciones de producción ha provocado en determinado momento su hundi-

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miento. El antagonismo entre la autocracia y todo el régimen de la Rusia capitalista, y todas las demandas de su desarrollo democrático-burgués, provoca ahora un hundimiento tanto más fuerte cuanto más tiempo se vaya manteniendo artificiosamente ese antagonismo. La superestructura se desgarra por todas sus costuras, cede a la presión, se debilita. El pueblo se ve en la precisión de crear él mismo, por medio de los representantes de las más distintas clases y grupos, una nueva superestructura. En un momento determinado del desarrollo, la inutilidad de la vieja superestructura se hace evidente para todos. Todos reconocen la revolución. La tarea consiste ahora en determinar qué clases precisamente y cómo precisamente deben construir la nueva superestructura. ¡Sin esa definición, la consigna de revolución en el momento presente es una consigna vacía y sin sentido, pues la debilidad de la autocracia hace "revolucionarios" incluso a los príncipes y a Moskovskie Védomost [36]! Sin esa definición no se puede ni hablar de las tareas democráticas avanzadas de la clase de vanguardia. Y esa definición es concretamente la consigna de dictadura democrática del proletariado y de los campesinos. Esta consigna define, tanto a las clases en las cuales pueden y deben apoyarse los nuevos "constructores" de la nueva superestructura como su carácter (dictadura "democrática" a diferencia de la socialista) y el método de construir (dictadura, esto es, aplastamiento por la violencia de la resistencia violenta, armamento de las clases revolucionarias del pueblo), Quien no reconozca ahora esta consigna de dictadura democrática revolucionaria, la consigna de ejército revolucionario, de gobierno revolucionario, de comités campesinos revolucionarios, no comprende en absoluto las tareas de la revolución, no sabe determinar sus nuevas y supremas tareas planteadas

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por el momento actual, o bien engaña al pueblo, traiciona la revolución, abusa de la consigna de "revolución".

    El primer caso es el del camarada Martínov y sus amigos. El segundo caso es el del señor Struve y todo el partido "demócrata constitucionalista" de los zemstvos.

    ¡El camarada Martínov ha sido tan sagaz e ingenioso que ha lanzado la acusación de que "se sustituyen" los conceptos revolución y dictadura precisamente cuando el desarrollo de la revolución exige que se definan sus tareas con la consigna de dictadura! En realidad, el camarada Martínov ha tenido otra vez la desgracia de quedarse a la cola, de atascarse en el penúltimo peldaño, de situarse al nivel de la tendencia de Osvobozhdenie, pues el reconocimiento (de palabra) de la "revolución" y la negativa a reconocer la dictadura democrática del proletariado y de los campesinos (es decir, la revolución en la práctica) concuerdan ahora precisamente con la posición política de Osvobozhdenie, esto es, con los intereses de la burguesía monárquica liberal. La burguesía liberal dice ahora, por boca del señor Struve, que está por la revolución. El proletariado consciente exige, por boca de los socialdemócratas revolucionarios, la dictadura del proletariado y de los campesinos. Y aquí tercia en la polémica el sabihondo de la nueva Iskra gritando: ¡no oséis "sustituir" los conceptos revolución y dictadura! Pues bien, ¿acaso no es verdad que la falsedad de la posición de los neoiskristas les condena a arrastrarse constantemente a la cola de la tendencia de Osvobozhdenie?

    Hemos demostrado que los elementos de Osvobozhdenie suben uno a uno (no sin la influencia de los empujones estimulantes de la socialdemocracia) los escalones que conducen hacia el reconocimiento del democratismo. Al principio, la cuestión objeto de nuestra discusión con ellos era: ¿táctica a lo Shípov

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(derechos y zemstvos investidos de Poder) o constitucionalismo? Después: ¿sufragio restringido o sufragio universal? Después: ¿reconocimiento de la revolución o componenda mercantil con la autocracia? Por fin, ahora: ¿reconocimiento de la revolución sin dictadura del proletariado y de los campesinos o reconocimiento de la reivindicación de la dictadura de estas clases en la revolución democrática? Es posible y probable que también los elementos de Osvobozhdenie (estos de ahora o sus sucesores en el ala izquierda de la burguesía democrática, es igual) asciendan un escalón más, es decir, admitan también con el tiempo (tal vez cuando el camarada Martínov suba otro escalón) la consigna de la dictadura. Y esto será incluso inevitable si la revolución rusa marcha adelante con éxito y llega hasta la victoria decisiva. ¿Cuál será entonces la posición de la socialdemocracia? La victoria completa de la revolución actual será el fin de la revolución democrática y el comienzo de la lucha decisiva por la revolución socialista. La satisfacción de las reivindicaciones de los campesinos de nuestros días, el aplastamiento completo de la reacción, la conquista de la república democrática marcarán el fin completo del revolucionismo de la burguesía e incluso de la pequeña burguesía, será el comienzo de la verdadera lucha del proletariado por el socialismo. Cuanto más completa sea la revolución democrática, tanto más rápida y ampliamente, más neta y resueltamente se desplegará esta nueva lucha. La consigna de dictadura "democrática" expresa precisamente el carácter histórico limitado de la actual revolución y la necesidad de una nueva lucha sobre la base de un nuevo orden de cosas, por la liberación total de la clase obrera de todo yugo y de toda explotación. Dicho de otra manera, cuando la burguesía democrática o la pequeña burguesía ascienda un escalón más, cuando sea un hecho no sólo

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la revolución, sino la victoria completa de la revolución, entonces "sustituiremos" (quizá en medio de los gritos de horror de los futuros nuevos Martínov) la consigna de la dictadura democrática por la consigna de la dictadura socialista del proletariado, es decir, de la revolución socialista completa.


III. La vulgar exposición burguesa de la dictadura
y el concepto de Marx sobre ella

    Mehring[37] relata en las notas dedicadas a la edición -- publicada por él -- de los artículos de Marx insertados en la Nueva Gaceta del Rin en 1848, que la literatura burguesa hacía a dicho periódico el reproche de que la Nueva Gaceta del Rin exigía, al parecer, "la instauración inmediata de la dictadura como único medio de realización de la democracia" (Marx, Nachlass, t. III, pág. 53). Desde el vulgar punto de vista burgués, el concepto dictadura y el concepto democracia se excluyen el uno al otro. No comprendiendo la teoría de la lucha de clases, acostumbrado a ver en la arena política únicamente los pequeños enredos de los diversos círculos y circulillos de la burguesía, el burgués entiende por dictadura la anulación de todas las libertades y garantías democráticas, entiende por dictadura toda arbitrariedad, todo abuso de poder en interés personal del dictador. En el fondo, precisamente este vulgar punto de vista burgués se trasluce también en nuestro Martínov, que, como conclusión de su "nueva campaña" en la nueva Iskra, explica el apasionamiento de Vperiod y de Proletari por la consigna de la dictadura diciendo que Lenin "desea apasionadamente probar suerte" (Iskra, núm. 103, pág. 3, col. 2). Para aclarar a Martínov el concepto de dictadura de clase, a diferencia de la dictadura

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de un individuo, y la diferencia entre las tareas de la dictadura democrática y la dictadura socialista, no será inútil el que nos detengamos a examinar las ideas de la Nueva Gaceta del Rin.

    "Toda estructura provisional del Estado -- escribía la Nueva Gaceta del Rin el 14 de septiembre de 1848 -- después de la revolución, exige una dictadura, y una dictadura enérgica. Nosotros hemos reprochado desde el principio a Kamphausen (Presidente del Consejo de Ministros después del 18 de marzo de 1848) el no haber obrado dictatorialmente, el no haber destruido y eliminado en seguida los restos de las viejas instituciones. Y mientras el señor Kamphausen se entregaba a sus ilusiones constitucionales, el partido vencido (es decir, el partido de la reacción) consolidaba sus posiciones en la burocracia y en el ejército y hasta comenzaba a atreverse en distintos lugares a la lucha abierta"[38].

    En estas palabras -- dice con razón Mehring -- esta re sumida en unas cuantas tesis la idea expuesta detalladamente, en largos artículos de la Nueva Gaceta del Rin, sobre el ministerio Kamphausen. ¿Y qué nos dicen estas palabras de Marx? Nos dicen que el gobierno provisional revolucionario debe actuar dictatorialmente (tesis que Iskra no ha podido comprender de ninguna manera en su temor a la consigna de la dictadura); que es una tarea de esta dictadura la destrucción de los restos de las viejas instituciones (que es precisamente lo que se indica con claridad en las resoluciones del III Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia sobre la lucha frente a la contrarrevolución, y que se omite en las resoluciones de la Conferencia, como hemos señalado más arriba). Por último, en tercer lugar, de estas palabras se desprende que Marx fustigaba a los demócratas burgueses por sus "ilusiones constitucionales" en una época de revolu-

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ción y de franca guerra civil. El sentido de estas palabras es particularmente claro en el artículo de la Nueva Gaceta del Rin del 6 de junio de 1848. "La Asamblea Constituyente Popular -- escribía Marx -- debe ser, ante todo, una asamblea activa, revolucionariamente activa. Pero la Asamblea de Francfort se entrega a ejercicios escolares sobre el parlamentarismo y deja hacer al gobierno. Admitamos que este sabio concilio llegue, tras de madura reflexión, a elaborar el mejor orden del día y la mejor de las constituciones. ¿Para qué servirá el mejor orden del día y la mejor de las constituciones si, mientras tanto, los gobiernos alemanes han colocado ya las bayonetas a la orden del día?"[39]

    He aquí el sentido de la consigna de la dictadura. De ello se desprende cuál sería la actitud de Marx ante unas resoluciones que a la "decisión de organizar la Asamblea Constituyente" le llaman victoria decisiva o que invitan ¡"a continuar siendo el partido de extrema oposición revolucionaria"!

    Los grandes problemas en la vida de los pueblos se resuelven solamente por la fuerza. Las propias clases reaccionarias son generalmente las primeras en recurrir a la violencia, a la guerra civil, "colocan las bayonetas a la orden del día", como lo ha hecho la autocracia rusa y continúa haciéndolo, sistemática y constantemente por todas partes, a partir del g de enero. Y una vez creada esta situación, una vez que las bayonetas encabezan realmente el orden del día político, una vez que la insurrección se ha revelado como imprescindible e inaplazable, las ilusiones constitucionales y los ejercicios escolares sobre el parlamentarismo no sirven más que para encubrir la traición de la burguesía a la revolución, para encubrir el hecho de que la burguesía "da la espalda" a la revolución. La clase verdaderamente revolucionaria debe en este caso lanzar la consigna de la dictadura.

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    Respecto a las tareas de la dictadura, Marx escribía ya en la Nueva Gaceta del Rin : "La Asamblea Nacional debía haber actuado dictatorialmente contra las intentonas reaccionarias de los gobiernos caducos, y hubiera adquirido tal fuerza en la opinión popular que, contra ella, todas las bayonetas se habrían roto. . . Y esta Asamblea fatiga al pueblo alemán con discursos aburridos, en lugar de atraerlo o de ser atraída por él"[40]. La Asamblea Nacional debía, según la opinión de Marx, "haber eliminado del orden real existente en Alemania cuanto se opusiera al principio de la soberanía del pueblo"; después "consolidar la base revolucionaria sobre la cual se hallaba y asegurar, contra todos los ataques, la soberanía del pueblo conquistada por la revolución"[41].

    Así, pues, las tareas que Marx asignaba en 1848 al gobierno revolucionario o a la dictadura se reducían ante todo, por su contenido, a la revolución democrática : defensa frente a la contrarrevolución, y eliminación efectiva de todo aquello que estuviera en pugna con la soberanía del pueblo. Esto no es otra cosa que la dictadura revolucionario-democrática.

    Veamos ahora qué clases podían y debían, a juicio de Marx, realizar esta tarea (aplicar en la práctica hasta el fin el principio de la soberanía del pueblo y rechazar los ataques de la contrarrevolución). Marx habla del "pueblo". Pero nosotros sabemos que él luchó siempre sin piedad contra la ilusión pequeñoburguesa de la unidad del "pueblo", de la ausencia de lucha de clases en el seno del pueblo. Al emplear la palabra "pueblo", Marx no ocultaba bajo esta palabra la diferencia de clases, sino que unificaba determinados elementos capaces de llevar la revolución hasta su término.

    Después del triunfo del proletariado de Berlín, el 18 de marzo -- escribía la Nueva Gaceta del Rin --, los resultados

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de la revolución son de dos clases: "Por una parte, el armamento del pueblo, el derecho de asociación, la soberanía del pueblo, conquistada de hecho; por otra parte, el mantenimiento de la monarquía y el ministerio Kamphausen-Hansemann, es decir, un gobierno de representantes de la gran burguesía. De esta manera, la revolución ha tenido dos resultados distintos que debían, inevitablemente, producir la ruptura. El pueblo ha vencido; ha conquistado libertades de carácter decididamente democrático, pero el Poder inmediato no ha pasado a sus manos, sino a manos de la gran burguesía. En una palabra, la revolución no ha sido llevada hasta el fin. El pueblo ha permitido a los representantes de la gran burguesía crear un ministerio, y estos representantes de la gran burguesía han demostrado inmediatamente sus aspiraciones, proponiendo una alianza a la vieja nobleza prusiana y a la burocracia. Arnim, Kanitz y Schwerin han entrado en el ministerio.

    La gran burguesía, antirrevolucionaria desde el comienzo mismo, ha concertado una alianza defensiva y ofensiva con la reacción por miedo al pueblo, es decir, a los obreros y a la burguesía democrática " (Subrayado por nosotros)[42].

    Así que no sólo la "decisión de organizar la Asamblea Constituyente" no basta aún para el triunfo decisivo de la revolución, sino que ¡la propia convocatoria es insuficiente! Incluso después del triunfo parcial en la lucha armada (triunfo de los obreros berlineses sobre las tropas, el 18 de marzo de 1848), es posible una revolución "inacabada", "no llevada hasta el fin". ¿De qué depende, pues, el llevar la revolución hasta el fin? Depende de las manos a las que pase el Poder inmediato: de que pase a los Petrunkévich y a los Rodíchev, es decir, a los Kamphausen y Hansemann o a manos del pueblo, es decir, de los obreros y de la burguesía

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democrática. En el primero de los casos, la burguesía tendrá el Poder y el proletariado la "libertad de crítica", libertad para "continuar siendo el partido de extrema oposición revolucionaria". La burguesía, inmediatamente después del triunfo, concertará una alianza con la reacción (esto también ocurriría inevitablemente en Rusia si los obreros petersburgueses, por ejemplo, consiguieran un triunfo, aunque sólo fuese parcial, en combate de calle contra las tropas y dejaran formar gobierno a los señores Petrunkévich y Cía.). En el segundo de los casos, sería posible la dictadura revolucionario-democrática, es decir, el triunfo completo de la revolución.

    Queda por determinar con mayor exactitud qué es, precisamente, lo que entendía Marx por "burguesía democrática" (demokratische Bürgerschaft ), a la cual, junto con los obreros, él llamaba pueblo, en contraposición a la gran burguesía.

    El siguiente pasaje de un artículo de la Nueva Gaceta del Rin, publicado el 29 de julio de 1848, da una respuesta clara: ". . . La revolución alemana de 1848 no es sino una parodia de la revolución francesa de 1789.

    El 4 de agosto de 1789, tres semanas después de la toma de la Bastilla, el pueblo francés, en un solo día, venció todas las cargas tributarias feudales.

    El 11 de julio de 1848, cuatro meses después de las barricadas de marzo, las cargas tributarias feudales vencieron al pueblo alemán. Teste Gierke cum Hansemanno *.

    La burguesía francesa de 1789 no abandonó ni un minuto a sus aliados, los campesinos. Ella sabía que su dominación


    * "Testigos: el señor Gierke y el señor Hansemann". Hansemann era el ministro del partido de la gran burguesía (en ruso, Trubetskói o Ródichev, etc.). Gierke, ministro de Agricultura del gabinete Hansemann, elaboró un proyecto, un proyecto "audaz", de una pretendida "abolición sin indemnización de las cargas tributarias feudales" y, de [cont. en pág. 150] hecho, abolición de las pequeñas y sin importancia, pero conservación de las cargas tributarias más esenciales o rescate mediante pago. El señor Gierke es algo así como en Rusia los Kablukov, Manuílov, Guertzenstein y otros burgueses liberales por el estilo, amigos del mujik, que quieren una "ampliación de la propiedad territorial campesina", pero no lesionar a los terratenientes.

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se basaba en la liquidación del feudalismo en el campo, en la creación de una clase de campesinos propietarios libres (grundbesitzenden ).

    La burguesía alemana de 1848 traiciona sin ningún escrúpulo a los campesinos, sus aliados más naturales, que representan la carne de su carne y sin los cuales es impotente contra la nobleza.

    El mantenimiento de los derechos feudales, sancionado bajo la apariencia (ilusoria) del rescate: he aquí el resultado de la revolución alemana de 1848. La montaña ha parido un ratón"[43].

    Es éste un pasaje muy aleccionador, que nos ofrece cuatro tesis importantes: 1) La revolución alemana no acabada se diferencia de la francesa, llevada a su fin, en que la burguesía traicionó, no sólo al democratismo en general, sino a los campesinos en particular. 2) La base de la realización completa de la revolución democrática es la creación de una clase de campesinos libres. 3) La creación de una clase tal es la destrucción de las cargas tributarias feudales, la liquidación del feudalismo, pero no es todavía, de ninguna manera, la revolución socialista. 4) Los campesinos son los aliados "más naturales" de la burguesía, precisamente de la burguesía democrática, sin los cuales esta última es "impotente" frente a la reacción.

    Todas estas tesis, modificadas de acuerdo con las particularidades nacionales concretas, poniendo en lugar de

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feudalismo, régimen de servidumbre, pueden ser también aplicadas, en su totalidad, a la Rusia de 1905. No cabe duda de que, deduciendo las enseñanzas de la experiencia de Alemania, explicada por Marx, no podemos llegar a otra consigna, para el triunfo decisivo de la revolución, que a la siguiente: dictadura revolucionario-democrática del proletariado y de los campesinos. Es indudable que el proletariado y los campesinos son las principales partes integrantes de ese "pueblo" que Marx contraponía en 1848 a la reacción que resistía y a la burguesía que traicionaba. Es indudable que también en Rusia la burguesía liberal y los señores de Osvobozhdenie traicionan y traicionarán a los campesinos, o sea, saldrán del paso con una pseudo-reforma y se colocarán al lado de los terratenientes en la lucha decisiva entre éstos y los campesinos. Unicamente el proletariado es capaz de apoyar a los campesinos, hasta el final, en esta lucha. Es indudable, por último, que también en Rusia el éxito de la lucha campesina, es decir, el paso de todas las tierras a poder de los campesinos, significará una revolución democrática completa, siendo la base social de la revolución llevada hasta el fin, pero no equivaldrá de ninguna manera a una revolución socialista ni a la "socialización" de que hablan los ideólogos de la pequeña burguesía, los socialrevolucionarios. El éxito de la insurrección campesina, la victoria de la revolución democrática, no hará sino desbrozar el camino para una lucha decidida y verdadera por el socialismo, sobre la base de la república democrática. Los campesinos, como clase poseedora de tierras, desempeñarán en esta lucha el mismo papel de traición, de inconsecuencia, que ahora desempeña la burguesía en la lucha por la democracia. Olvidar esto es olvidar el socialismo, engañarse a sí mismo y a los demás respecto a los verdaderos intereses y tareas del proletariado.

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    Para no dejar ninguna laguna en la exposición de las ideas de Marx en 1848, es necesario destacar una diferencia esencial entre la socialdemocracia alemana de entonces (o Partido Comunista del proletariado, hablando con el lenguaje de entonces) y la actual socialdemocracia rusa. Concedamos la palabra a Mehring:

    "La Nueva Gaceta del Rin apareció en la arena política como 'órgano de la democracia'. No es posible dejar de ver el hilo que engarza todos sus artículos. Pero, de modo directo, defendía más los intereses de la revolución burguesa frente al absolutismo y el feudalismo que los intereses del proletariado frente a los de la burguesía. Pocos materiales encontraréis en sus columnas sobre el movimiento especifico obrero durante la revolución, aunque no se debe olvidar que, al mismo tiempo, se publicaba dos veces por semana, bajo la redacción de Moll y Schapper, el órgano especial de la Unión Obrera de Colonia[44]. De todos modos el escaso interés que la Nueva Gaceta del Rin dedicaba al movimiento obrero alemán de entonces, salta a la vista del lector contemporáneo, a pesar de que su militante más capaz, Stephan Born, había sido discípulo de Marx y de Engels en París y Bruselas y, en 1848, corresponsal de su periódico en Berlín. Born cuenta en sus 'Memorias' que Marx y Engels nunca le dijeron una sola palabra de desaprobación por su agitación obrera. Pero las declaraciones posteriores de Engels permiten suponer que ellos estaban descontentos, por lo menos con los métodos de esta agitación. Este descontento era fundado, por cuanto Born se veía obligado a hacer muchas concesiones a la conciencia de clase del proletariado, conciencia incipiente aún en la mayor parte de Alemania, concesiones que no resistían a la crítica desde el punto de vista del 'Manifiesto Comunista'. Su descontento no era fundado, por cuanto,

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a pesar de todo, Born supo mantener la agitación, dirigida por él, a un nivel relativamente alto. . . Sin duda alguna, Marx y Engels tenían razón histórica y políticamente, cuando veían el interés fundamental de la clase obrera, ante todo, en la mayor impulsión posible de la revolución burguesa. . . Sin embargo, una prueba notable de cómo el instinto elemental del movimiento obrero sabe corregir las concepciones de los pensadores más geniales, es el hecho de que éstos se pronunciaran, en abril de 1849, por una organización específicamente obrera y decidieran participar en el Congreso obrero, preparado principalmente por el proletariado del este del Elba (Prusia Oriental)".

    De modo que ¡sólo en abril de 1849, casi un año después de la aparición del periódico revolucionario (la Nueva Gaceta del Rin empezó a salir el 1° de junio de 1848), Marx y Engels se pronunciaron por una organización obrera independiente! ¡Hasta entonces, dirigían simplemente un "órgano de la democracia" no ligado por ningún lazo orgánico a un partido obrero independiente! Este hecho monstruoso y hasta increíble desde nuestro punto de vista actual, nos demuestra claramente qué diferencia tan enorme hay entre la socialdemocracia alemana de entonces y el actual Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Este hecho nos muestra cuánto más débiles eran los rasgos proletarios del movimiento, su corriente proletaria, en la revolución democrática alemana (debido al atraso de Alemania en 1848, tanto en el sentido económico como en el político, a su fraccionamiento estatal). Esto no se debe olvidar al apreciar las numerosas declaraciones de Marx, de esta y otra época un poco posterior, sobre la necesidad de la organización independiente del Partido del proletariado. Marx, al cabo de casi un año, únicamente de la experiencia de la revolución democrática, prácticamente

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sacó esta conclusión: hasta tal punto era entonces filisteo, pequeñoburgués todo el ambiente en Alemania. Para nosotros, esta conclusión es ya una adquisición vieja y sólida de la experiencia de medio siglo de la socialdemocracia internacional, adquisición con la cual hemos comenzado la organización del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. Entre nosotros, por ejemplo, no puede darse el caso de que los periódicos revolucionarios del proletariado estén al margen del Partido socialdemócrata del proletariado o de que actúen ni un solo minuto como simples "órganos de la democracia".

    Pero el contraste, que no hacia más que insinuarse, entre Marx y Stephan Born, existe en nuestro país, tanto más desarrollado, cuanto más potente es la corriente proletaria en el torrente democrático de nuestra revolución. Refiriéndose al probable descontento de Marx y Engels por la agitación de Stephan Born, Mehring se expresa de una forma demasiado suave y evasiva. He aquí lo que escribía Engels sobre Born en 1885 (prólogo a Enthüllungen uber den Kommunistenprocess zu Köln [Revelaciones sobre el proceso de los comunistas de Colonia ], Zurich, 1885):

    Los miembros de la Liga de los Comunistas[45] estaban en todas partes a la cabeza del movimiento democrático más extremo, demostrando con esto que la Liga era una excelente escuela de actividad revolucionaria. "El tipógrafo Stephan Born, militante activo de la Liga en Bruselas y París, fundó en Berlín una 'Hermandad Obrera' (Arbeiterverbrüderung ), que adquirió considerable extensión y se mantuvo hasta 1850. Born, joven de talento, se apresuró, sin embargo demasiado, a actuar como político. Con tal de reunir gente a su alrededor, 'fraternizaba' con un montón de elementos de los más dispares (Kreti und Plethi ). No era, ni mucho menos, una de esas personas capaces de introducir la unidad en tenden-

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cias contradictorias, la luz en el caos. Por este motivo, en las publicaciones oficiales de su hermandad se confundían y embrollaban habitualmente los puntos de vista del 'Manifiesto Comunista', con reminiscencias y aspiraciones corporativas, con fragmentos de las ideas de Luis Blanc y de Proudhon, con la defensa del proteccionismo, etc.; en una palabra, esta gente quería contentar a todo el mundo (Allen alles sein ). Se ocupaban particularmente de organizar huelgas, sindicatos, cooperativas de producción, olvidando que la tarea consistía ante todo en conquistar, por medio de la victoria política, primeramente el terreno, sobre el cual se podrían realizar, sólida y firmemente, cosas como éstas (subrayado por nosotros). Y cuando el triunfo de la reacción obligó a los lideres de esta hermandad a sentir la necesidad de participar directamente en la lucha revolucionaria, naturalmente, la masa atrasada que estaba agrupada a su alrededor los abandonó. Born tomó parte en la insurrección de Dresde, en mayo de 1849, y se salvó por una feliz casualidad. La hermandad obrera se mantuvo al margen del gran movimiento político del proletariado como una asociación aislada, que, en su mayor parte, existía sólo sobre el papel, representando una fuerza tan secundaria, que la reacción sólo consideró necesario suprimirla en 1850 y sus secciones filiales no fueron disueltas hasta muchos años después. Born, que debía haberse llamado Buttermilch*, no consiguió ser un hombre político y terminó


    * Al traducir a Engels yo cometí un error en este punto en la primera edición, tomando la palabra "Buttermilch" no como un nombre propio, sino como un apodo. Este error ha proporcionado, naturalmente, gran satisfacción a los mencheviques. Koltzov ha escrito que yo "profundizaba a Engels" (publicado en la recopilación titulada Dos años ), Plejánov, incluso ahora, recuerda este error en Tovarisch [46]; en una palabra, se ha encontrado un excelente pretexto para ahogar la [cont. en pág. 156] cuestión de las dos tendencias en el movimiento obrero del 48 en Alemania: la tendencia de Born (afín a nuestros economistas) y la tendencia marxista. Aprovechar los errores del adversario, aunque sólo sea en lo del nombre de Born, es más que natural. Pero ahogar con enmiendas a la traducción la esencia de la cuestión de las dos tácticas es tanto como rehuir el fondo de la discusión. (Nota de Lenin para la edición de 1907. N. de la Red.)

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siendo un pequeño profesor suizo que, en vez de traducir a Marx al idioma corporativo, traduce en un lenguaje alemán dulzón al bonachón de Renán"[47].

    ¡He aquí cómo apreciaba Engels las dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática!

    Nuestros neoiskristas tienden también hacia el "economismo" con tal celo y tan fuera de razón que merecen las alabanzas de la burguesía monárquica por su "lucidez". Ellos también reúnen a su alrededor los elementos más dispares, adulando a los "economistas", seduciendo demagógicamente a la masa atrasada con las consignas de "iniciativa", "democratismo", "autonomía", etc., etc. Sus asociaciones obreras existen también, muy a menudo, solamente en las páginas de la nueva Iskra a lo Jlestakov. Sus consignas y resoluciones ponen de manifiesto la misma incomprensión de las tareas del "gran movimiento político del proletariado".

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NOTAS

  [1] Lenin escribió el libro Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática en junio-julio de 1905, en Ginebra. A fines de julio de 1905, el libro vio la luz en Ginebra, editado por el Comité Central del P.O.S.D.R. El mismo año se hicieron otras dos ediciones en Rusia: una del Comité Central del P.O.S.D.R. y otra, con 10.000 ejemplares, publicada aparte por el Comité de Moscú del P.O.S.D.R.
    El libro de Lenin Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática fue difundido clandestinamente por todo el país: en Petersburgo, Moscú, Kazán, Tiflís, Bakú y otras ciudades. En muchas ocasiones la policía descubrió en sus operaciones de detención y registro altos hasta de unos diez ejemplares. El 19 de febrero de 1907 el Comité para Asuntos de la Prensa, de Petersburgo, prohibió el libro; el 22 de diciembre del mismo año, la Cámara Judicial de Petersburgo dispuso su destrucción.
    En 1907, Lenin publicó Dos tácticas en la recopilación Doce años, añadiéndole varias notas nuevas al pie de página. Los materiales previos escritos por Lenin para el libro Dos tácticas -- planes, resúmenes y notas -- fueron publicados en la Recopilación de Lenin, V págs. 315-320, y XVI, págs. 151-156.
    La teoría de revolución y los principios de táctica de Lenin, ambos expuestos en su libro de significación histórica Dos tácticas de la social democracia en la revolución democrática fueron defendidos y desarrollados constantemente por Stalin en: La insurrección armada y nuestra táctica, El gobierno provisional revolucionario y la socialdemocracia (1905), Dos batallas, El momento actual y el Congreso de Unificación del Partido Obrero (1906), "Prólogo a la edición georgiana del folleto de C. Kautsky Fuerzas motrices y perspectivas de la revolución Rusa y otros.
    Acerca de la significación histórica de Dos tácticas véase el Compendio de historia del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS.    [pág. tít.]

  [2] Proletari (El Proletario) semanario bolchevique clandestino, órgano central del P.O.S.D.R. fundado por acuerdo del III Congreso del Partido. Por decisión del pleno del Comité Central del Partido del 27

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de abril (10 de mayo) de 1905, V. I. Lenin fue nombrado redactor jefe del órgano central.
    Ptoletari se publicó en Ginebra del 14 (27) de mayo al 12 (25) de noviembre de 1905. Aparecieron 26 números. Participaron de un modo permanente en la labor de la redacción V. V. Vorovski, A. V. Lunacharski y M. S. Olminski. Proletari continuó la línea de la vieja Iskra leninista y fue el sucesor directo del periódico bolchevique Vperiod. Lenin escribió en el semanario más de so artículos y sueltos. Los artículos de Lenin aparecidos en Proletari eran reproducidos en los órganos locales de la prensa bolchevique y también se editaban en forma de separata.
    En noviembre de 1905, poco después de regresar Lenin a Rusia, dejó de publicarse el semanario. Los dos últimos números (25-26) salieron bajo la redacción de V. V. Vorovski.    [pág. I]

  [3] Osvobozbdenie (Liberación ) revista quincenal de los burgueses liberales que se editó en el extranjero en los años 1902-1905 bajo la dirección de P. B. Struve. En enero de 1904 pasó a ser el órgano de la "Liga de liberación" monárquica liberal. Más tarde los adeptos de Osvobozhdenie formaron el núcleo del partido constitucional demócrata.    [pág. IV]

  [4] Se alude a la nueva Iskra, a la Iskra menchevique. Después del II Congreso del P.O.S.D.R. Los mencheviques, con el concurso de Plejánov, se apoderaron de Iskra. Desde noviembre de 1903, a partir del número 52, Iskra se convirtió en órgano menchevique y continuó apareciendo hasta octubre de 1905.    [pág. IV]

  [5] La Comisión Bulyguin fue instituida por decreto del zar en febrero de 1905, bajo la presidencia del ministro del interior A. G. Bulyguin. La comisión redactó un proyecto de ley sobre la constitución de la Duma de Estado consultiva y el reglamento de las elecciones a la Duma, que fueron publicados junto con el manifiesto del zar el 6 (19) de agosto de 1905. Los bolcheviques declararon un boicot activo contra la Duma de Bulyguin. El gobierno no logró convocar la Duma, que fue barrida por la fuerza de la revolución. Sobre el boicot a la Duma de Bulyguin véase el artículo "La insurrección y el boicot a la Duma de Bulyguin". (V. I. Lenin, Obras Completas, t. IX.)    [pág. 1]

  [6] "Partido constitucional demócrata ", principal partido burgués de Rusia; partido de la burguesía monárquica liberal, se constituyó en octubre de 1905. Encubriéndose con falsas apariencias democráticas y denominándose partido "de la libertad del pueblo", los demócratas constitucionalistas se esforzaban por atraer a su lado a los campesinos.

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Aspiraban a conservar el zarismo como una monarquía constitucional. Más tarde, el partido constitucional demócrata se volvió un partido burgués del imperialismo. Después de la victoria de la Revolución Socialista de Octubre, los demócratas constitucionalistas organizaron complots y sublevaciones contrarrevolucionarias para derrocar la República Soviética.    [pág. 1]

  [7] Millerandismo tendencia oportunista que debe su nombre al socialista reformista francés Millerand, que en 1899 entró en un gobierno burgués reaccionario y colaboró en su seno con el general Gallifet, uno de los verdugos de la Comuna de París.    [pág. 12]

  [8] La Nueva Gaceta del Rin (Neue Rheinische Zeitung ), se publicó en Colonia del 1.ƒ de junio de 1848 al 19 de mayo de 1849. Los dirigentes del periódico eran C. Marx y F. Engels; Marx era el redactor jefe. Después de la aparición del número 301 el periódico, bajo los golpes de la reacción, dejó de publicarse. Sobre la Nueva Gaceta del Rin véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXI.    [pág. 17]

  [9] Sotsial-Demokrat (El Socialdemócrata ) periódico menchevique que se editó en georgiano en Tiflís de abril a noviembre de 1905.

    El artículo "El Zemski Sobor y nuestra táctica" fue escrito por N. Zhordania, líder de los mencheviques del Cáucaso. Lenin hace una detallada crítica de ese artículo en el séptimo capítulo del libro Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática. (Véase la presente edición, págs. 54-60.)    [pág. 20]

  [10] Lenin se refiere a la plataforma "constitucional" de D. N. Shípov, uno de los líderes del movimiento liberal de los zemstvos de la última década del siglo pasado y la primera del actual. La plataforma se reducía a la conservación del régimen de la autocracia zarista, ligeramente limitado por una Constitución "regalada por el zar".    [pág. 23]

  [11] Rússkaia Stariná (Antigüedad Rusa ), revista mensual de historia; se editó en Petersburgo de 1870 a 1918.    [pág. 30]

  [12] Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. III.    [pág. 31]

  [13] Lenin se refiere al libro Aus dem literarishen Nachlass von Karl Marx Friedrich Engels und Ferdinand Lassalle Herausgegeben von Franz Mehring, Band III, Stuttgart, 1902, S. 211 (De la herencia literaria de Carlos Marx Federico Engels y Fernando Lasalle bajo la redacción de Franz Mehring, t. III, pág. 211, Stuttgart, 1902.) Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. VI.    [pág. 51]

  [14] Se alude a la resolución de Starovier (pseudónimo del menchevique A. N. Potrésov) sobre la actitud con los liberales, adoptada en el

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II Congreso del P.O.S.D.R. También Lenin criticó esa resolución en el artículo "Democracia obrera y burguesa". (Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VIII.)    [pág. 53]

  [15] Lenin llamaba "cretinismo parlamentario" a la fe de los oportunistas en que el sistema parlamentario de gobierno es omnipotente y la parlamentaria la única y principal forma de lucha política en todas las circunstancias.    [pág. 58]

  [16] Se alude a las discrepancias surgidas durante la discusión del proyecto de programa agrario en el Congreso del Partido Socialdemócrata alemán, celebrado en Breslau, el año 1895.    [pág. 60]

  [17] Rabócheie Dielo (La Causa Obrera ), revista de los "economistas", órgano no periódico de la Unión de Socialdemócratas Rusos en el Extranjero; se publicó en Ginebra en los años 1899-1902. Véase la crítica de los puntos de vista de los adeptos de Rabócheie Dielo en el libro de Lenin ¿Qué hacer?.    [pág. 66]

  [18] Se refiere a una intervención periodística de Nadiezhdin (pseudónimo de E. O. Zelenski) contra el plan de la Iskra leninista. Ya Lenin criticó esta intervención en 1902 en su libro ¿Qué hacer?. (Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. V.)    [pág. 67]

  [19] Se alude a los artículos de Lenin "La socialdemocracia y el gobierno provisional revolucionario" y "La dictadura revolucionaria democrática del proletariado y el campesinado", publicados en los números 13 y 14 del periódico bolchevique Vperiod. (Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VIII.)    [pág. 78]

  [20] Lenin se refiere al programa hecho público en 1874 por un grupo de blanquistas de Londres, ex miembros de la Comuna de París. (Véase el artículo de F. Engels "Literatura de la emigración. II. El programa de los emigrados blanquistas de la Comuna". C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XVIII.)
    Los blanquistas son los partidarios del revolucionario francés Luis Augusto Blanqui (1805-1881). Los clásicos del marxismo-leninismo consideraban a Blanqui como un revolucionario eminente y adepto del socialismo, criticándole al mismo tiempo por su sectarismo y por sus métodos conspiradores de acción. El blanquismo negaba la lucha de clases y esperaba que la humanidad se emancipara de la esclavitud asalariada no mediante la lucha de clase del proletariado, sino por medio del complot de una pequeña minoría de intelectuales.    [pág. 80]

  [21] El programa de Erfurt de la socialdemocracia alemana fue aprobado en el Congreso de Erfurt, de octubre de 1891. Véase la crítica del pro-

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grama en el trabajo de Engels "Contribución a la crítica del proyecto de programa socialdemócrata de 1891" (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXII.) y en el libro de Lenin El Estado y la revolución.    [pág. 87]

  [22] Lenin escribió esta nota en julio de 1905 para el capítulo décimo del libro Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática. Esta nota no apareció en la primera edición del libro y fue publicada por primera vez en 1926 en la Recopilación de Lenin, V.    [pág. 88]

  [23] Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXII.    [pág. 88]

  [24] Lenin se refiere a su artículo "Sobre el gobierno provisional revolucionario" (véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VIII) y también al artículo de Engels "Los bakuninistas en acción. Memoria sobre el levantamiento en España en el verano de 1873" en el que Engels critica la resolución de los bakuninistas que menciona Lenin. (Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XVIII.)    [pág. 98]

  [25] Credo significa símbolo de creencia, programa y exposición de la concepción del mundo. Con este nombre se hizo famoso el manifiesto que lanzó en 1899 un grupo de "economistas" (S. N. Prokopóvich, E. D. Kuskova y otros que más tarde se hicieron demócratas constitucionalistas). Este manifiesto expresó con la mayor diafanidad el oportunismo del "economismo" ruso. Lenin escribió una protesta enérgica y desenmascaradora contra los puntos de vista de los "economistas": la "Protesta de los socialdemócratas de Rusia". (Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. IV.)    [pág. 100]

  [26] Rabóchaia Misl (El Pensamiento Obrero ), periódico de los "economistas", apareció en los años 1897-1902. Lenin criticó en varias de sus obras, especialmente en artículos publicados en Iskra y en el libro ¿Qué hacer? los puntos de vista del Rabóchaia Misl como una variedad rusa del oportunismo internacional.    [pág. 100]

  [27] Se refiere a una manifestación de Marx en su trabajo Contribución a la crítica de la filosofía del Derecho, de Hegel. (Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. I.)    [pág. 101]

  [28] L'Humanité (La Humanidad ), periódico fundado por J. Jaurès en 1904 como órgano del Partido Socialista Francés. Poco después de la escisión del Partido Socialista, en el Congreso de diciembre de 1920, y de la fundación del Partido Comunista de Francia, el periódico pasó a ser órgano de este último.    [pág. 103]

pág. 162

  [29] Luis Eugenio Varlin (1839-1871), obrero francés, destacada figura política de la I Internacional, fue miembro del Comité Central de la Guardia Nacional y miembro de la Comuna de París de 1871.    [pág. 115]

  [30] Lenin criticó los "estatutos de organización " aprobados por la conferencia menchevique de 1905, en el artículo "El tercer paso atrás" (véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. VIII) y en el "Prólogo para el folleto Los obreros opinan sobre la escisión en el Partido ". (Véase V. I. Lenin, Obras Completas, t. IX.)    [pág. 118]

  [31] Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. VII.    [pág. 121]

  [32] Los sindicatos de Hirsch y Duncker fueron fundados en 1868 en Alemania por estos dos burgueses liberales que, lo mismo que el economista burgués Brentano, predicaban la "armonía de los intereses de clase", desviaban a los obreros de la lucha de clase revolucionaria contra la burguesía y limitaban las tareas del movimiento sindical al marco de las cajas de ayuda mutua y de las organizaciones culturales y de ilustración.    [pág. 130]

  [33] El artículo de Engels "Los bakuninistas en acción. Memoria sobre el levantamiento en España en el verano de 1873" fue traducido al ruso bajo la redacción de V. I. Lenin, y publicado por el C.C. del P.O.S.D.R. en folleto aparte, que apareció en Ginebra en 1905. En 1906 el folleto fue reeditado en Petersburgo. (Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XVIII.)
    El "Llamamiento del Comité Central a la Liga de los Comunistas" de marzo de 18so fue publicado en ruso en 1906 como suplemento al folleto de C. Marx Revelaciones sobre d proceso de los comunistas de Colonia, por la editorial Molot de Petersburgo. (Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. VII.)    [pág. 133]

  [34] Todo el texto siguiente hasta las palabras "Hemos demostrado que los elementos de Osvobozhdenie. . . " (véase las págs. 140-142 de la presente edición) fue omitido en la primera edición del presente libro. Este texto se publicó por primera vez en el periódico Pravda núm. 112, del 22 de abril de 1940.    [pág. 140]

  [35] Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XVII.    [pág. 140]

  [36] Moskovskie Védomosti (Las Noticias de Moscú ), periódico que se publicó desde 1756; a partir de la década del 60 del siglo pasado interpretaba los puntos de vista de los sectores monárquicos más reaccionarios de los terratenientes y el clero; desde 1905 he uno de los principales órganos de la ultra reacción extrema; fue suspendido poco después de la Revolución de Octubre de 1917.    [pág. 141]

pág. 163

  [37] Franz Mehring (1846-1919), líder destacado del ala izquierda de la socialdemocracia alemana, historiador y publicista, fue uno de los organizadores de la unión revolucionaria "Espartaco"; más tarde ingresó en las filas del Partido Comunista de Alemania.    [pág. 144]

  [38] Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. V.    [pág. 145]

  [39] Ibíd.    [pág. 146]

  [40] Ibíd.    [pág. 147]

  [41] Ibíd.    [pág. 147]

  [42] Ibíd.    [pág. 148]

  [43] Ibíd.    [pág. 150]

  [44] El órgano de la Unión Obrera de Colonia se titulaba al principio Zeitung des Arbeiter-Vereins zu Köln (Gaceta de la Unión Obrera de Colonia ), con el subtítulo de "Freiheit, Bruderlichkeit, Arbeit" ("Libertad, Fraternidad, Trabajo"); se publicaba redactado por I. Moll y K. Schapper, miembros de la Liga de los Comunistas. De abril a octubre de 1848 aparecieron 40 números. Más tarde se puso el subtítulo como nombre del periódico, publicándose con ese nombre otros 23 números de octubre de 1848 a junio de 1849.    [pág. 152]

  [45] Liga de los Comunistas, primera organización internacional del proletariado revolucionario, fundada en el verano de 1847 en Londres, en el Congreso de delegados de las organizaciones proletarias revolucionarias. Los organizadores y dirigentes de la Liga de los Comunistas fueron C. Marx y F. Engels, que escribieron por encargo de esta organización el "Manifiesto del Partido Comunista". La Liga de los Comunistas existió hasta 1812. Los líderes más destacados de la Liga de los Comunistas desempeñaron posteriormente el papel dirigente en la I Internacional. Véase el artículo de F. Engels "Contribución a la historia de la Liga de los Comunistas" (C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXI).    [pág. 154]

  [46] Tovarisch (El Camarada ), diario que apareció en Petersburgo de marzo de 1906 a enero de 1908; formalmente no era órgano de ningún partido, pero de hecho era el órgano de los demócratas constitucionalistas de izquierda. En el periódico también colaboraron los mencheviques.    [pág. 155]

  [47] Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXI.    [pág. 156]