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V. I. Lenin

¿Qué hacer?

(1902)



Conclusión


La historia de la socialdemocracia rusa se divide manifiestamente en tres períodos.

El primer período comprende cerca de un decenio, de 1884 a 1894 poco más o menos. Fue el período en que brotaron y se afianzaron la teoría y el programa de la socialdemocracia. El número de adeptos de la nueva tendencia en Rusia se podía contar con los dedos de las manos. La socialdemocracia existía sin movimiento obrero y pasaba, como partido político por el proceso de desarrollo intrauterino.

El segundo período abarca tres o cuatro años, de 1894 a 1898. La socialdemocracia aparece como movimiento social, como impulso de las masas populares, como partido político. Fue el período de infancia y adolescencia. Con la rapidez de una epidemia, se propaga el apasionamiento general de los intelectuales por la lucha contra el pupulismo y por la corriente de ir hacia los obreros, el apasionamiento general de los obreros por las huelgas. El movimiento hace grandes progresos. La mayoría de los dirigentes eran hombres muy jóvenes que estaban lejos de haber alcanzado la "edad de treinta y cinco años", que el señor N. Mijailovski tenía por algo así como frontera natural. Por su juventud, no estaban preparados par ala labor práctica y desaparecían de la escena con asombrosa rapidez. Pero la magnitud de su trabajo, en la mayoría de los casos, era muy grande. Muchos de ellos comenzaron a pensar de un modo revolucionario como adeptos del grupo Libertad del Pueblo. Casi todos rendían en sus mocedades pleitesía los héroes del terrorismo, y les costó mucho trabajo sustraerse a la impresión seductora de esta tradición heroica; hubo que romper con personas que a toda costa querían seguir siendo fieles a Libertad del Pueblo y gozaban de gran respeto entre los jóvenes socialdemócratas. la lucha obligaba a estudiar, a leer obras ilegales de todas las tendencias, a ocuparse intensamente de los problemas del populismo legal. Formados en esta lucha, los socialdemócratas acudían al movimiento obrero sin olvidar "un instante" ni la teoría del marxismo que les alumbró con luz meridiana ni la tarea de derrocar a la autocracia. La formación del partido, en la primavera de 1898, fue el acto de mayor relieve, y último a la vez, de los socialdemócratas de aquel período.

El tercer período despunta, como acabamos de ver, en 1897 y viene a sustituir definitivamente al segundo en 1898 (1898-¿). es el período de dispersión, de disgregación,, de vacilación. Igual que mudan la voz los adolescentes, la socialdemocracia rusa de aquel período también la mudó y empezó a dar notas falsas, por una parte, en las obras d elos señores Struve, Prokopóvich, Bulgákov y Berdiáiev, y, por otra, en las de V. I.-n, R.M., B. Krichevski y Martínov. Pero iban cada uno por su lado y retrocedían los dirigentes nada más: el propio movimiento seguía creciendo y haciendo progresos gigantescos. La lucha proletaria englobaba nuevos sectores de obreros y se propagaba por toda Rusia, contribuyendo a la vez indirectamente a avivar el espíritu democrático entre los estudiantes y entre los otros sectores de la población. Pero la conciencia de los dirigentes cedió ante la magnitud y el vigor del crecimiento espontáneo. Entre los socialdemócratas predominaba ya otra clase de gente: los militantes formados casi exclusivamente en el espíritu de la literatura marxista "legal", cosa tanto más insuficiente cuanto más alto era el nivel de conciencia que reclamaba de ellos la espontaneidad de las masas. Los dirigentes no sólo quedaban rezagados tanto en el sentido teórico ("libertad de crítica") como en el terreno práctico ("métodos primitivos de trabajo"), sino que intentaban defender su atraso recurriendo a toda clase de argumentos rimbombantes. El movimiento socialdemócrata era rebajado al nivel del tradeunionismo tanto por los brentanistas de la literatura legal como por los seguidistas de la ilegal. El programa del Credo comienza a llevarse a la práctica, sobre todo, cuando los "métodos primitivos de trabajo" de los socialdemócratas, reavivan las tendencias revolucionarias no socialdemócratas.

Y si el lector me reprocha que me haya explayado con exceso de pormenores en un periódico como Rabócheie Dielo, le contestaré: R. Dielo ha adquirido una importancia "histórica" por haber reflejado con el mayor relieve el "espíritu" de este tercer período*. No era el consecuente R. M., sino precisamente los Krichevski y Martínov, que cambian de dirección como las veletas a los cuatro vientos, quienes podían expresar de verdad la dispersión, las vacilaciones y la disposición a hacer concesiones a la "crítica", al "economismo" y al terrorismo. Lo que caracteriza a este período no es el desprecio olímpico de algún admirador de "lo absoluto" por la labor práctica, sino precisamente la unión de un practicismo mezquino con la más completa despreocupación por la teoría. Más que negar abiertamente las "grandes palabras", lo que hacían los héroes de este período era envilecerlas:. El socialismo científico dejó de ser una teoría revolucionaria integral, convirtiéndose en una mezcolanza a la que se añadían "libremente" líquidos procedentes de cualquier manual alemán nuevo; la consigna de "lucha de clases" no impulsaba a una actividad cada vez más amplia, cada vez más enérgica, sino que servía de amortiguador, ya que "la lucha económica está íntimamente ligada a la lucha política"; la idea del partido no exhortaba a crear una organización combativa de revolucionarios, sino que justificaba una especie de "burocracia revolucionaria" y el juego infantil a formas "democráticas".

Ignoramos cuándo acabará el tercer período y empezará el cuarto (en todo caso anunciado ya por muchos síntomas). Del campo de la historia pasamos aquí al terreno de lo presente y, en parte, de lo futuro. Pero creemos con firmeza que el cuarto período ha de conducir al afianzamiento del marxismo militante, que la socialdemocracia rusa saldrá fortalecida y arreciada de la crisis, que la retaguardia oportunista será "relevada" por un verdadero destacamento de vanguardia de la clase más revolucionaria.

A guisa de exhortación a este "relevo", y resumiendo lo que acabamos de exponer, podemos dar esta escueta respuesta a la pregunta: ¿qué hacer?:

Acabar con el tercer período.






* Podría contestar también con un refrán alemán: "Den Sack schlägt man, den Esel meint man", lo cual quiere decir: quien a uno castiga, a ciento hostiga. No sólo Rab. Dielo, sino la gran masa de los militantes dedicados al trabajo práctico y de los teóricos sentían entusiasmo por la "crítica" de moda, se armaban un lío con la espontaneidad, se desviaban de la concepción socialdemócrata de nuestras tareas política y orgánicas hacia la concepción tradeunionista.



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