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                   1. 
                    EN VISPERAS DE LA REVOLUCION 
                    Las primeras obras del marxismo maduro, "Miseria de la 
                    Filosofía" y el "Manifiesto Comunista", 
                    datan precisamente de la víspera de la revolución 
                    de 1848. Esta circunstancia hace que en estas obras se contenga, 
                    hasta cierto punto, además de una exposición 
                    de los fundamentos generales del marxismo, el reflejo de la 
                    situación 
                    revolucionaria concreta de aquella época; por eso será, 
                    quizás, más conveniente examinar lo que los 
                    autores de esas obras dicen acerca del Estado, inmediatamente 
                    antes de examinar las conclusiones sacadas por ellos de la 
                    experiencia de los anos 1848-1851. 
                    "En el transcurso del desarrollo, la clase obrera -- 
                    escribe Marx en 'Miseria de la Filosofía' -- sustituirá 
                    la antigua sociedad burguesa por una asociación que 
                    excluya a las clases y su antagonismo; y no existirá 
                    ya un Poder político propiamente dicho, pues el Poder 
                    político es precisamente la expresión oficial 
                    del antagonismo de clase dentro de la sociedad burguesa" 
                    (pág. 182 de la edición alemana de 1885). 
                    Es interesante confrontar con esta exposición general 
                    de la idea de la desparición del Estado después 
                    de la supresión de las clases, la exposición 
                    que contiene el "Manifiesto Comunista", escrito 
                    por Marx y Engels algunos meses después, a saber, en 
                    noviembre de 1847: 
                    "Al esbozar las fases más generales del desarrollo 
                    del proletariado, hemos seguido la guerra civil más 
                    o menos latente que existe en el seno de la sociedad vigente, 
                    hasta el momento en que se transforma en una revolución 
                    abierta y el proletariado, derrocando por la violencia a la 
                    burguesía, instaura su dominación. . ." 
                    ". . . Ya dejamos dicho que el primer paso de la revolución 
                    obrera será la transformación [literalmente: 
                    elevación] del proletariado en clase dominante, la 
                    conquista de la democracia". 
                    "El proletariado se valdrá de su dominación 
                    política para ir arrancando gradualmente a la burguesía 
                    todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de 
                    producción en manos del Estado, es decir, del proletariado 
                    organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor 
                    rapidez posible las fuerzas productivas" (págs. 
                    31 y 37 de la 7a edición alemana, de 1906). 
                    Vemos aquí formulada una de las ideas más notables 
                    y más importantes del marxismo en la cuestión 
                    del Estado, a saber: la idea de la "dictadura del proletariado" 
                    (como comenzaron a denominarla Marx y Engels después 
                    de la Comuna de París) y asimismo la definición 
                    del Estado, interesante en el más alto grado, que se 
                    cuenta 
                    también entre las "palabras olvidadas" del 
                    marxismo: "El Estado, es decir, el proletariado organizado 
                    como clase dominante ". 
                    Esta definición del Estado no sólo no se explicaba 
                    nunca en la literatura imperante de propaganda y agitación 
                    de los partidos socialdemócratas oficiales, sino que, 
                    además, se la ha entregado expresamente al olvido, 
                    pues es del todo inconciliable con el reformismo y se da de 
                    bofetadas con los prejuicios oportunistas corrientes y las 
                    ilusiones filisteas con respecto al "desarrollo pacífico 
                    de la democracia". 
                    El proletariado necesita el Estado, repiten todos los oportunistas, 
                    socialchovinistas y kautskianos asegurando que tal es la doctrina 
                    de Marx y "olvidándose " de añadir, 
                    primero, que, según Marx, el proletariado sólo 
                    necesita un Estado que se extinga, es decir, organizado de 
                    tal modo, que comience a extinguirse inmediatamente y que 
                    no pueda por menos de extinguirse; y, segundo, que los trabajadores 
                    necesitan un "Estado", "es decir, el proletariado 
                    organizado como clase dominante". 
                    El Estado es una organización especial de la fuerza, 
                    es una organización de la violencia para la represión 
                    de una clase cualquiera. ¿Qué clase es la que 
                    el proletariado 
                    tiene que reprimir? Sólo es, naturalmente, la clase 
                    explotadora, es decir, la burguesía. 
                    Los trabajadores sólo necesitan el Estado para aplastar 
                    la resistencia de los explotadores, y este aplastamiento sólo 
                    puede dirigirlo, sólo puede llevarlo a la práctica 
                    el proletariado, como la única clase consecuentemente 
                    revolucionaria, como la única clase capaz de unir a 
                    todos los trabajadores y explotados en la lucha contra la 
                    burguesía, por la completa eliminación de ésta. 
                    Las clases explotadoras necesitan la dominación política 
                    para mantener la explotación, es decir, en interés 
                    egoísta de una minoría insignificante contra 
                    la mayoría 
                    inmensa del pueblo. Las clases explotadas necesitan la dominación 
                    política para destruir completamente toda explotación, 
                    es decir, en interés de la mayoría inmensa 
                    del pueblo contra la minoría insignificante de los 
                    esclavistas modernos, es decir, los terratenientes y capitalistas. 
                    Los demócratas pequeñoburgueses, estos seudosocialistas 
                    que han sustituido la lucha de clases por sueños sobre 
                    la armonía de las clases, se han imaginado la 
                    transformación socialista también de un modo 
                    soñador, no como el derrocamiento de la dominación 
                    de la clase explotadora, sino como la sumisión pacífica 
                    de la minoría a la mayoría, que habrá 
                    adquirido conciencia de su misión. Esta utopía 
                    pequeñoburguesa, que va inseparablemente unida al reconocimiento 
                    de un Estado situado por encima de las clases, ha conducido 
                    en la práctica a la traición contra los intereses 
                    de las clases trabajadoras, como lo ha demostrado, por ejemplo, 
                    la historia de las revoluciones francesas de 1848 y 1871, 
                    y como lo ha demostrado la experiencia de la participación 
                    "socialista" en ministerios burgueses en Inglaterra, 
                    Francia, Italia y otros países a fines del siglo XIX 
                    y comienzos del XX. 
                    Marx luchó durante toda su vida contra este socialismo 
                    pequeñoburgués, que hoy vuelve a renacer en 
                    Rusia en los partidos socialrevolucionario y menchevique. 
                    Marx 
                    des arrolló consecuentemente la doctrina de la lucha 
                    de clases hasta llegar a establecer la doctrina sobre el Poder 
                    político, sobre el Estado. 
                    El derrocamiento de la dominación de la burguesía 
                    sólo puede llevarlo a cabo el proletariado, como clase 
                    especial cuyas condiciones económicas de existencia 
                    le preparan para ese derrocamiento y le dan la posibilidad 
                    y la fuerza de efectuarlo. 
                    Mientras la burguesía desune y dispersa a los campesinos 
                    y a todas las capas pequeñoburguesas, cohesiona, une 
                    y organiza al proletariado. Sólo el proletariado -- 
                    en virtud de su papel económico en la gran producción 
                    -- es capaz de ser el jefe de todas las masas trabajadoras 
                    y explotadas, a quienes con frecuencia la burguesía 
                     
                    explota, esclaviza y oprime no menos, sino más que 
                    a los proletarios, pero que no son capaces de luchar por su 
                    cuenta para alcanzar su propia liberación. 
                    La doctrina de la lucha de clases, aplicada por Marx a la 
                    cuestión del Estado y de la revolución socialista, 
                    conduce necesariamente al reconocimiento de la dominación 
                    política del proletariado, de su dictadura, es decir, 
                    de un Poder no compartido con nadie y apoyado directamente 
                    en la fuerza armada de las masas. El derrocamiento de 
                    la burguesía sólo puede realizarse mediante 
                    la transformación del proletariado en clase dominante, 
                    capaz de aplastar la resistencia inevitable y desesperada 
                    de la burguesía y de organizar para el nuevo régimen 
                    económico a todas las masas trabajadoras y explotadas. 
                    El proletariado necesita el Poder del Estado, organización 
                    centralizada de la fuerza, organización de la violencia, 
                    tanto para aplastar la resistencia de los explotadores como 
                    para dirigir a la enorme masa de la población, a los 
                    campesinos, a la pequeña burguesía, a los semiproletarios, 
                    en la obra de "poner en marcha" laeconomía 
                    socialista. 
                    Educando al Partido obrero, el marxismo educa a la vanguardia 
                    del proletariado, vanguardia capaz de tomar el Poder y de 
                    conducir a todo el pueblo al socialismo, de 
                    dirigir y organizar el nuevo régimen, de ser el maestro, 
                    el dirigente, el jefe de todos los trabajadores y explotados 
                    en la obra de construir su propia vida social sin burguesía 
                    y contra la burguesía. Por el contrario, el oportunismo 
                    hoy imperante educa en sus partidos obreros a los representantes 
                    de los obreros mejor pagados, que están apartados de 
                    las masas y se "arreglan" pasablemente bajo el capitalismo, 
                    vendiendo por un plato de lentejas su derecho de primogenitura, 
                    es decir, renunciando al papel de jefes revolucionarios del 
                    pueblo contra la burguesía. 
                    "El Estado, es decir, el proletariado organizado como 
                    clase dominante": esta teoría de Marx se halla 
                    inseparablemente vinculada a toda su doctrina acerca de la 
                    misión 
                    revolucionaria del proletariado en la historia. El coronamiento 
                    de esta su misión es la dictacdura proletaria, la dominación 
                    política del proletariacdo. 
                    Pero si el proletariado necesita el Estado como organización 
                    especial de la violencia contra la burguesía, de aquí 
                    se desprende por sí misma la conclusión de si 
                    es 
                    concebible que pueda crearse una organización semejante 
                    sin destruir previamente, sin aniquilar aquella máquina 
                    estatal creada para sí por la burguesía. A esta 
                    conclusión lleva directamente el "Manifiesto Comunista", 
                    y Marx habla de ella al hacer el balance de la experiencia 
                    de la revolución de 1848-1851. 
                     
                  2. 
                    EL BALANCE DE LA REVOLUCION 
                    En el siguiente pasaje de su obra "El 18 Brumario de 
                    Luis Bonaparte", Marx hace el balance de la revolución 
                    de 1848-1851, respecto a la cuestión del Estado, que 
                    es el 
                    que aquí nos interesa: 
                    "Pero la revolución es radical. Está pasando 
                    todavía por el purgatorio. Cumple su tarea con método. 
                    Hasta el 2 de diciembre de 1851 [día del golpe de Estado 
                    de Luis 
                    Bonaparte] había terminado la mitad de su labor preparatoria; 
                    ahora, termina la otra mitad. Lleva primero a la perfección 
                    el Poder parlamentario, para poder derrotarlo. 
                    Ahora, conseguido ya esto, lleva a la perfección el 
                    Poder ejecutivo, lo reduce a su más pura expresión, 
                    lo aísla, se enfrenta con él, con el único 
                    objeto de concentrar contra él todas las fuerzas de 
                    destrucción [subrayado por nosotros]. Y cuando la revolución 
                    haya llevado a cabo esta segunda parte de su labor preliminar, 
                    Europa se levantará y gritará jubilosa: ¡bien 
                    has osado, viejo topo! 
                    Este Poder ejecutivo, con su inmensa organización burocrática 
                    y militar, con su compleja y artificiosa maquinaria de Estado, 
                    un ejército de funcionarios que suma 
                    medio millón de hombres, junto a un ejército 
                    de otro medio millón de hombres, este espantoso organismo 
                    parasitario que se ciñe como una red al cuerpo de la 
                    sociedad 
                    francesa y la tapona todos los poros, surgió en la 
                    época de la monarquía absoluta, de la decadencia 
                    del régimen feudal, que dicho organismo contribuyó 
                    a acelerar". La 
                    primera revolución francesa desarrolló la centralización, 
                    "pero al mismo tiempo amplió el volumen, las atribuciones 
                    y el número de servidores del Poder del gobierno. 
                    Napoleón perfeccionó esta máquina del 
                    Estado". La monarquía legítima y la monarquía 
                    de julio "no añadieron nada más que una 
                    mayor división del trabajo. . ." 
                    ". . . Finalmente, la república parlamentaria, 
                    en su lucha contra la revolución, vióse obligada 
                    a fortalecer, junto con las medidas represivas, los medios 
                    y la centralización 
                    del Poder del gobierno. Todas las revoluciones perfeccionaban 
                    esta máquina, en vez de destrozarla [subrayado por 
                    nosotros]. Los partidos que luchaban alternativamente por 
                    la dominación, consideraban la toma de posesión 
                    de este inmenso edificio del Estado como el botín principal 
                    del vencedor" ("El 18 Brumario de Luis Bonaparte", 
                    págs. 98-99, 4a ed., Hamburgo, 1907). 
                    En este notable pasaje, el marxismo avanza un trecho enorme 
                    en comparación con el "Manifiesto Comunista". 
                    Allí, la cuestión del Estado planteábase 
                    todavía de un modo extremadamente abstracto, operando 
                    con las nociones y las expresiones más generales. Aquí, 
                    la cuestión se plantea ya de un modo concreto, y la 
                    conclusión a que se llega es extraordinariamente precisa, 
                    definida, prácticamente tangible: todas las revoluciones 
                    anteriores perfeccionaron la máquina del Estado, y 
                    lo que hace falta es romperla, destruirla. 
                    Esta conclusión es lo principal, lo fundamental, en 
                    la doctrina del marxismo sobre el Estado Y precisamente esto, 
                    que es lo fundamental, es lo que no sólo ha sido olvidado 
                    completamente por los partidos socialdemócratas oficiales 
                    imperantes, sino lo que ha sido evidentemente tergiversado 
                    (como veremos más abajo) por el más destacado 
                    teórico de la II Internacional, C. Kautsky. 
                    En el "Manifiesto Comunista" se resumen los resultados 
                    generales de la historia, que nos obligan a ver en el Estado 
                    un órgano de dominación de clase y nos llevan 
                    a la 
                    conclusión necesaria de que el proletariado no puede 
                    derrocar a la burguesía si no empieza por conquistar 
                    el Poder político, si no logra la dominación 
                    política, si no 
                    transforma el Estado en el "proletariado organizado como 
                    clase dominante", y de que este Estado proletario comienza 
                    a extinguirse inmediatamente después de su triunfo, 
                    pues en una sociedad sin contradicciones de clase el Estado 
                    es innecesario e imposible. 
                    Pero aquí no se plantea la cuestión de cómo 
                    deberá realizarse -- desde el punto de vista del desarrollo 
                    histórico -- esta sustitución del Estado burgués 
                    por el Estado 
                    proletario. 
                    Esta cuestión es precisamente la que Marx plantea y 
                    resuelve en 1852. Fiel a su filosofía del materialismo 
                    dialéctico, Marx toma como base la experiencia histórica 
                    de 
                    los grandes años de la revolución, de los años 
                    1848-1851. Aquí, como siempre, la doctrina de Marx 
                    es un resumen de la experiencia, iluminado por una profunda 
                    concepción filosófica del mundo y por un rico 
                    conocimiento de la historia. 
                    La cuestión del Estado se plantea de un modo concreto: 
                    ¿cómo ha surgido históricamente el Estado 
                    burgués, la máquina del Estado que necesita 
                    para su dominación la burguesía? ¿Cuáles 
                    han sido sus cambios, cuál su evolución en el 
                    transcurso de las revoluciones burguesas y ante las acciones 
                    independientes de las clases oprimidas? ¿Cuáles 
                    son las tareas del proletariado en lo tocante a esta máquina 
                    del Estado? 
                    El Poder estatal centralizado, característico de la 
                    sociedad burguesa, surgió en la época de la 
                    caída del absolutismo. Dos son las instituciones más 
                    características de esta máquina del Estado: 
                    la burocracia y el ejército permanente. En las obras 
                    de Marx y Engels se habla reiteradas veces de los miles de 
                    hilos que vinculan a estas 
                    instituciones precisamente con la burguesía. La experiencia 
                    de todo obrero revela estos vínculos de un modo extraordinariamente 
                    evidente y sugeridor. La clase obrera 
                    aprende en su propia carne a comprender estos vínculos, 
                    por eso, capta tan fácilmente y se asimila tan bien 
                    la ciencia del carácter inevitable de estos vínculos, 
                    ciencia que los demócratas pequeñoburgueses 
                    niegan por ignorancia y por frivolidad, o reconocen, todavía 
                    de un modo más frívolo, "en términos 
                    generales", olvidándose de sacar las conclusiones 
                    prácticas correspondientes. 
                    La burocracia y el ejército permanente son un "parásito" 
                    adherido al cuerpo de la sociedad burguesa, un parásito 
                    engendrado por las contradicciones internas que 
                    dividen a esta sociedad, pero, precisamente, un parásito 
                    que "tapona" los poros vitales. El oportunismo kautskiano 
                    imperante hoy en la socialdemocracia oficial considera patrimonio 
                    especial y exclusivo del anarquismo la idea del Estado como 
                    un organismo parasitario. Se comprende que esta tergiversación 
                    del marxismo sea extraordinariamente ventajosa para esos filisteos 
                    que han llevado el socialismo a la ignominia inaudita de justificar 
                    y embellecer la guerra imperialista mediante la aplicación 
                    a ésta del concepto de la "defensa de la patria", 
                    pero es, a pesar de todo, una tergiversación indiscutible. 
                    A través de todas las revoluciones burguesas vividas 
                    en gran número por Europa desde los tiempos de la caída 
                    del feudalismo, este aparato burocrático y militar 
                    va 
                    desarrollándose, perfeccionándose y afianzándose. 
                    En particular, es precisamente la pequeña burguesía 
                    la que se pasa al lado de la gran burguesía y se somete 
                    a ella en una medida considerable por medio de este aparato, 
                    que suministra a las capas altas de los campesinos, pequeños 
                    artesanos, comerciantes, etc., puestecitos relativamente cómodos, 
                    tranquilos y honorables, que colocan a sus poseedores por 
                    encima del pueblo. Fijaos en lo ocurrido en Rusia en el medio 
                    año transcurrido desde el 27 de febrero de 1917: los 
                    cargos burocráticos, que antes se adjudicaban preferentemente 
                    a los miembros de las centurias negras, se han convertido 
                    en botín de kadetes, mencheviques y socialrevolucionarios. 
                    En el fondo, no se pensaba en ninguna reforma seria, esforzándose 
                    por aplazadas "hasta la Asamblea Constituyente", 
                    y aplazando poco a poco la Asamblea Constituyente ¡hasta 
                    el final de la guerra! ¡Pero para el reparto del botín, 
                    para la ocupación de los puestecitos de ministros, 
                    subsecretarios, gobernadores generales, etc., etc., no se 
                    dio largas ni se esperó a ninguna Asamblea Constituyente! 
                    El juego en torno a combinaciones para formar gobierno no 
                    era, en el fondo, más que la expresión de este 
                    reparto y reajuste del "botín", que se hacía 
                    arriba y abajo, por todo el país, en toda la administración, 
                    central y local. El balance, un balance objetivo, del medio 
                    año que va desde el 27 de febrero al 27 de agosto de 
                    1917 es indiscutible: las reformas se aplazaron, se efectuó 
                    el reparto de los puestecitos burocráticos, y los "errores" 
                    del reparto se corrigieron mediante algunos reajustes. 
                    Pero cuanto más se procede a estos "reajustes" 
                    del aparato burocrático entre los distintos partidos 
                    burgueses y pequeñoburgueses (entre los kadetes, socialrevolucionarios 
                    y mencheviques, si nos atenemos al ejemplo ruso), con tanta 
                    mayor claridad ven las clases oprimidas, y a la cabeza de 
                    ellas el proletariado, su hostilidad irreconciliable contra 
                    toda la sociedad burguesa. De aquí la necesidad, para 
                    todos los partidos burgueses, incluyendo a los más 
                    democráticos y revolucionariodemocráticos", 
                    de reforzar la represión contra el proletariado revolucionario, 
                    de fortalecer el aparato de represión, es decir, la 
                    misma máquina del Estado. Esta marcha de los acontecimientos 
                    obliga a la revolución "a concentrar todas las 
                    fuerzas de destrucción " contra el Poder estatal, 
                    la obliga a proponerse como objetivo, no el perfeccionar la 
                    máquina del Estado, sino el destruirla, el aplastarla. 
                    No fue la deducción lógica, sino el desarrollo 
                    real de los acontecimientos, la experiencia viva de los años 
                    1848-1851, lo que condujo a esta manera de plantear la 
                    cuestión. Hasta qué punto se atiene Marx rigurosamente 
                    a la base efectiva de la experiencia histórica, se 
                    ve teniendo en cuenta que en 1852 Marx no plantea todavía 
                    el 
                    problema concreto de saber con qué se va a sustituir 
                    esta máquina del Estado que ha de ser destruida. La 
                    experiencia no suministraba todavía entonces los materiales 
                    para esta cuestión, que la historia puso al orden del 
                    día más tarde, en 1871. En 1852, con la precisión 
                    del observador que investiga la historia natural, sólo 
                    podía registrarse una cosa: que la revolución 
                    proletaria había de abordar la tarea de "concentrar 
                    todas las fuerzas de destrucción" contra el Poder 
                    estatal, la tarea de "romper" la máquina 
                    del Estado. 
                    Aquí puede surgir esta pregunta: ¿Es justo generalizar 
                    la experiencia, las observaciones y las conclusiones de Marx, 
                    aplicándolas a zonas más amplias que la historia 
                    de Francia en los tres años que van de 1848 a 1851? 
                    Para examinar esta pregunta, comenzaremos recordando una observación 
                    de Engels y pasaremos luego a los hechos. 
                    "Francia -- escribía Engels en el prólogo 
                    a la tercera edición del '18 Brumario' -- es el país 
                    en el que las luchas históricas de clases se han llevado 
                    cada vez a su término 
                    decisivo más que en ningún otro sitio y donde, 
                    por tanto, las formas políticas variables dentro de 
                    las que se han movido estas luchas cde clases y en las que 
                    han encontrado su expresión los resultados de las mismas, 
                    y en las que se condensan sus resultados, adquieren también 
                    los contornos más acusados. Centro del feudalismo en 
                    la Edad Media y país modelo de la monarquía 
                    unitaria corporativa desde el Renacimiento, Francia pulverizó 
                    el feudalismo en la gran revolución e instauró 
                    la dominación pura de la burguesía bajo una 
                    forma clásica como ningún otro país de 
                    Europa. También la lucha del proletariado que se alza 
                    contra la burguesía dominante reviste aquí una 
                    forma violenta, desconocida en otros países" (pág. 
                    4, ed. de 1907) 
                    La última observación está anticuada, 
                    ya que a partir de 1871 se ha operado una interrupción 
                    en la lucha revolucionaria del proletariado francés, 
                    si bien esta interrupción, por mucho que dure, no excluye, 
                    en modo alguno, la posibilidad de que, en la próxima 
                    revolución proletaria, Francia se revele como el país 
                    clásico de la lucha de clases hasta su final decisivo. 
                    Pero echemos una ojeada general a la historia de los países 
                    adelantados a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Veremos 
                    que, de un modo más lento, más variado, y en 
                    un campo de acción mucho más extenso, se desarrolla 
                    el mismo proceso: de una parte, la formación del "Poder 
                    parlamentario", lo mismo en los países republicanos 
                    (Francia, Norteamérica, Suiza) que en los monárquicos 
                    (Inglaterra, Alemania hasta cierto punto, Italia, los Países 
                    Escandinavos, etc.); de otra parte, la lucha por el Poder 
                    entre los distintos partidos burgueses y pequeñoburgueses, 
                    que se reparten y se vuelven a repartir el "botín" 
                    de los puestos burocráticos, dejando intangibles las 
                    bases 
                    del régimen burgués; y finalmente, el perfeccionamiento 
                    y fortalecimiento del "Poder ejecutivo", de su aparato 
                    burocrático y militar. 
                    No cabe la menor duda de que éstos son los rasgos generales 
                    que caracterizan toda la evolución moderna de los Estados 
                    capitalistas en general. En el transcurso de tres años, 
                    de 1848 a 1851, Francia reveló, en una forma rápida, 
                    tajante, concentrada, los mismos procesos de desarrollo característicos 
                    de todo el mundo capitalista. 
                    Y en particular el imperialismo, la época del capital 
                    bancario, la época de los gigantescos monopolios capitalistas, 
                    la época de transformación del capitalismo monopolista 
                    en capitalismo monopolista de Estado, revela un extraordinario 
                    fortalecimiento de la "máquina del Estado", 
                    un desarrollo inaudito de su aparato burocrático y 
                    militar, en relación con el aumento de la represión 
                    contra el proletariado, así en los países monárquicos 
                    como en los países republicanos más libres. 
                    Indudablemente, en la actualidad, la historia del mundo conduce, 
                    en proporciones incomparablemente más amplias que en 
                    1852, a la "concentración de todas las fuerzas" 
                    de la revolución proletaria para la "destrucción" 
                    de la máquina del Estado. 
                    ¿Con qué ha de sustituir el proletariado esta 
                    máquina? La Comuna de París nos suministra los 
                    materiales más instructivos a este respecto. 
                     
                  3. 
                    COMO PLANTEABA MARX LA CUESTION EN 1852 
                    En 1907, publicó Mehring en la revista "Neue Zeit" 
                    (XXV, 2, pág. 164) extractos de una carta de Marx a 
                    Weydemeyer, del 5 de marzo de 1852. Esta carta contiene, entre 
                    otros, el siguiente notable pasaje: 
                    "Por lo que a mí se refiere, no me caben ni el 
                    mérito de haber descubierto la existencia de las clases 
                    en la so ciedad moderna, ni el de haber descubierto la lucha 
                    entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses 
                    habían expuesto el desarrollo histórico de esta 
                    lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía 
                    económica de las clases. Lo que yo aporté de 
                    nuevo fue demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo 
                    va unida a determinadas fases históricas de desarrollo 
                    de la producción (historische Entwicklungsphasen der 
                    Produktion ); 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, 
                    a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura 
                    no es de por sí más que el tránsito hacia 
                    la abolición de todas las clases y hacia una sociedad 
                    sin clases". 
                    En estas palabras, Marx consiguió expresar de un modo 
                    asombrosamente claro dos cosas: primero, la diferencia fundamental 
                    y cardinal entre su doctrina y las doctrinas 
                    de los pensadores avanzados y más profundos de la burguesía, 
                    y segundo, la esencia de su teoría del Estado. 
                    Lo fundamental en la doctrina de Marx es la lucha de clases. 
                    Así se dice y se escribe con mucha frecuencia. Pero 
                    esto no es exacto. De esta inexactitud se deriva con gran 
                    frecuencia la tergiversación oportunista del marxismo, 
                    su falseamiento en un sentido aceptable para la burguesía. 
                    En efecto, la doctrina de la lucha de clases no fue creada 
                    por Marx, sino por la burguesía, antes de Marx, y es, 
                    en términos generales, aceptable para la burguesía. 
                    Quien reconoce solamente la lucha de clases no es aún 
                    marxista, puede mantenerse todavía dentro del marco 
                    del pensamiento burgués y de la política burguesa. 
                    Circunscribir el marxismo a la doctrina de la lucha de clases 
                    es limitar el marxismo, bastardearlo, reducirlo a algo que 
                    la burguesía puede aceptar. Marxista sólo es 
                    el que hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases 
                    al reconocimiento de la dictadura del proletariado. En esto 
                    es en lo que estriba la más profunda diferencia entre 
                    un marxista y un pequeño (o un gran) burgués 
                    adocenado. En esta piedra de toque es en la que hay que contrastar 
                    la comprensión y el reconocimiento real del marxismo. 
                    Y no tiene nada de sorprendente que cuando la historia de 
                    Europa ha colocado prácticamente a la clase obrera 
                    ante esta cuestión, no sólo todos los oportunistas 
                    y reformistas, sino también todos los "kautskianos" 
                    (gentes que vacilan entre el reformismo y el marxismo) hayan 
                    resultado ser miserables filisteos y demócratas pequeñoburgueses, 
                    que niegan la dictadura del proletariado. El folleto de Kautsky 
                    "La dictadura del proletariado", publicado en agosto 
                    de 1918, es decir, mucho después de aparecer la primera 
                    edición del presente libro, es un modelo de tergiversación 
                    filistea del marxismo, del que de hecho se reniega ignominiosamente, 
                    aunque se le acate hipócritamente de palabra. (Véase 
                    mi folleto "La revolución 
                    proletaria y el renegado Kautsky", Petrogrado y Moscú, 
                    1918.) 
                    El oportunismo de nuestros días, personificado por 
                    su principal representante, el exmarxista C. Kautsky, cae 
                    de lleno dentro de la característica de la posición 
                    burguesa 
                    que traza Marx y que hemos citado, pues este oportunismo circunscribe 
                    el terreno del reconocimiento de la lucha de clases al terreno 
                    de las relaciones burguesas. (¡Y dentro de este terreno, 
                    dentro de este marco, ningún liberal culto se negaría 
                    a reconocer, "en principio", la lucha de clases!) 
                    El oportunismo no extiende el reconocimiento de la lucha de 
                    clases precisamente a lo más fundamental, al período 
                    de transición del capitalismo al comunismo, al período 
                    de derrocamiento de la burguesía y de completa destrucción 
                    de ésta. En realidad, este período es inevitablemente 
                    un período de lucha de clases de un encarnizamiento 
                    sin precedentes, en que ésta reviste formas agudas 
                    nunca vistas, y, por consiguiente, el Estado de este período 
                    debe ser inevitablemente un Estado democrático de una 
                    manera nueva (para los proletarios y los desposeídos 
                    en general) y dictatorial de una manera nueva (contra la burguesía). 
                    Además, la esencia de la teoría de Marx sobre 
                    el Estado sólo la ha asimilado quien haya comprendido 
                    que la dictadura de una clase es necesaria, no sólo 
                    para toda 
                    sociedad de clases en general, no sólo para el proletariado 
                    después de derrocar a la burguesía, sino también 
                    para todo el período histórico que separa al 
                    capitalismo de la "sociedad sin clases", del comunismo. 
                    Las formas de los Estados burgueses son extraordinariamente 
                    diversas, pero su esencia es la misma: todos esos Estados 
                    son, bajo una forma o bajo otra, pero, en último resultado, 
                    necesariamente, una dictadura de la burguesía. La transición 
                    del capitalismo al comunismo no puede, naturalmente, por menos 
                    de proporcionar una enorme abundancia y diversidad de formas 
                    políticas, pero la esencia de todas ellas será, 
                    necesariamente, una: la dictadura del proletariado. 
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