Rosa Luxemburgo

Cuestión de táctica

[Sobre Bélgica]

 


Escrito: el 4 de abril 1902
Fuente de esta edicion: Traducción desde marxsists.org en francés,
Traduccion: Carlos Guerrero (2014), con cuyo permiso aparece aquí.
Transcripción/html: Rodrigo Cisterna, Abril de 2014.


 

Hace unos años, cuando la cuestión de las alianzas con los partidos burgueses se había convertido en tema de un debate particularmente animado en nuestras filas, los partidarios de estas alianzas políticas han tenido el cuidado de referirse al ejemplo del Partido obrero de Bélgica. Ellos pretendían que su alianza con los liberales durante la larga lucha por el sufragio universal podría mostrar cómo a veces coaliciones entre la socialdemocracia y la democracia burguesa pueden ser necesarias y políticamente seguras (sin peligro).

Esta demostración ya ha fracasado. Sólo los que no estaban al tanto de los constantes cambios en las actitudes de los liberales y su repetida traición a sus compañeros lucha proletaria no podía ser muy pesimista sobre el apoyo que la democracia burguesa traería a la clase obrera. Los acuerdos de la última conferencia del Partido socialdemócrata belga[1] ahora ofrecemos una contribución muy importante para responder a esta pregunta.

Sabemos que el proletariado belga se encuentra en un momento crucial en su batalla desde hace quince años con tenacidad extrema por el sufragio universal. Él se está preparando para un nuevo asalto contra el dominio de los clericales y sufragio plural[2]. Bajo la presión de la clase obrera resuelta una burguesía liberal en mal estado reúne a sus fuerzas y tiende la mano a la socialdemocracia para una campaña conjunta.

Pero esta vez, la alianza llegó a concluirse, sobre la base del trueque: los liberales renunciaban al voto plural y aceptaban el sufragio universal e igual (un hombre, un voto). A cambio, los socialdemócratas aceptaban la inclusión de la representación proporcional en la constitución y renunciaban a exigir el derecho de las mujeres a votar y a utilizar métodos revolucionarios en la lucha por el derecho al voto. La Federación de Bruselas del Partido obrero había ya aceptado las condiciones impuestas por los liberales sobre estos puntos clave, y la conferencia de Pascua de los socialdemócratas belgas formalizó este compromiso político dando su acuerdo.

Está claro, y este hecho es indiscutible, que el pacto, o más bien el compromiso alcanzado con los liberales por los socialdemócratas llevó al abandono de una de las disposiciones fundamentales de su programa. Por supuesto, los camaradas belgas aseguran que no han dejado de lado la exigencia de los derechos de voto de las mujeres "más que por el momento", y que la reformularan una vez adquirido el sufragio universal para los hombres. Sin embargo, para los socialdemócratas de todos los países, es una novedad considerar su programa como un menú con platillos que solo se pueden disfrutar uno después de otro. Incluso si una situación política en particular puede llevar temporalmente al Partido obrero en cada país para hacer más por ciertos objetivos de su programa que por otros, es más bien la totalidad de nuestro programa quien permanente como fundamento de nuestra lucha política. Entre poner temporalmente en segundo plano uno de los elementos del programa y explícitamente renunciar a él, ni siquiera temporalmente, como precio para alcanzar otra parte del programa, hay una distancia que separa la lucha basada en los principios de la vida de la socialdemocracia de las manipulaciones políticas de los partidos burgueses.

Este es el sacrificio del derecho de las mujeres a votar en Bélgica que tenemos que hacer. Si bien la resolución del Congreso de Bruselas es lacónica: "La revisión constitucional se limitara al derecho de voto de los hombres." Sin embargo, podemos esperar que los clericales introduzcan un proyecto de ley de sufragio femenino en el curso de la revisión, para sembrar la discordia entre los liberales y los socialdemócratas. La Resolución de Bruselas recomienda que en este caso los representantes del Partido Obrero "frustren esta maniobra y mantengan la alianza con los partidarios del sufragio universal." Claramente, esto significa que deberán votar ¡en contra del derecho de las mujeres a votar!

Ciertamente, no es bueno solo tener los principios fundamentales, y no podemos imaginar que se exija al Partido Obrero renunciar a avances concretos inminente en el nombre de un esquema programático abstracto. Pero, como siempre, los principios se sacrifican aquí por ilusiones, y no para un progreso concreto, real. Si se mira de cerca, parecería que, como siempre, es pura fantasía sugerir que la defensa de nuestros principios políticos nos habría privado de logros concretos.

Se ha dicho en efecto que si los socialdemócratas belgas habían insistido sobre el derecho de la mujer al voto, los liberales habrían roto y toda la campaña se habría puesto en peligro. Pero no podemos juzgar el caso de que el Partido obrero de la coalición federal con los liberales y sus condiciones de cómo él aceptó un tercer encogimiento de estas condiciones, el abandono de los métodos revolucionarios. Es obvio que la socialdemocracia belga no puede de ninguna manera dejar sus manos atadas en cuanto a la elección de los métodos de lucha. Por tanto, ella ha dejado atrás su única convicción: que la fuerza que puede lanzar a la batalla, la sólida garantía de la victoria no está en el apoyo que puede dar a los temerosos alcaldes y senadores liberales, sino en la capacidad de movilizar a las masas proletarias, y no en el parlamento, sino en la calle.

Sería bastante extraño que el Partido Obrero de Bélgica alimente la menor duda sobre este punto, después de haber logrado sus victorias anteriores, tales como la eliminación parcial de voto plural, gracias a una huelga de masas memorable y la amenaza de protestas en las calles de la clase obrera. Al igual que antes, el movimiento de proletariado belga obrara como un rayo sobre la burguesía "liberal" y puede predecir la rapidez con estos "aliados" de los socialdemócratas se precipitaran hacia sus agujeros cual ratas parlamentarias con el fin de traicionar a su compromisos y dejar el sufragio universal en las manos de los obreros. Incluso esta hermosa perspectiva es nada menos que un misterio para el Partido Obrero de Bélgica.

A pesar de todo, si decide poner discretamente en secreto la tercera condición del pacto con los liberales y se prepara para cualquier eventualidad, se demuestra la importancia que concede al "apoyo liberal" como él de una compañía circunstancial, transitoria, por un trecho del camino en la misma ruta, aceptamos marchar, pero con los que no desviamos ni un paso del camino que se ha trazado.

Esto demuestra lógicamente que los "avances concretos", que suponen el sacrificio del derecho de las mujeres a votar no son más que chapucerías. Y cada vez que presentamos proyectos imprudentes de compromisos a costa de nuestros principios fundamentales, lo se ha observado tanto en casa como en el extranjero, lo que está siempre en juego no son los supuestos "avances concretos" sino el abandono de nuestro programa. En cuanto a nuestros "políticos realistas", no son básicamente más que Hécubas[3], es decir un revoltijo formalista que ha surgido y se repetido con tanta frecuencia que ya no tienen ninguna importancia práctica.

No sólo el derecho de la mujer al voto ha sido continua y universalmente reconocido por la socialdemocracia belga, sino los representantes de los trabajadores en el Parlamento también han votado por él por unanimidad en 1895. Es cierto que hasta el momento esta demanda no tenía ninguna posibilidad de ser conocido en Bélgica y en otros países europeos. Ahora, por primera vez podría ser un debate político, y de repente parece que no hay unanimidad sobre el viejo requerimiento programático en las filas del Partido obrero. Mejor, de acuerdo con la declaración hecha por Dewinne[4] en el Congreso de Bruselas, "!todo el partido ha adoptado una actitud negativa sobre la cuestión del sufragio de las mujeres!"

Este espectáculo sorprendente nos revela los argumentos socialdemócratas belgas contra el derecho de las mujeres a votar. Son exactamente el mismo que el utilizado por el zarismo ruso, incluso invocada por la doctrina alemana del derecho divino para justificar la injusticia política: "El público no es lo suficientemente maduro para ejercer el derecho al voto" Como si no hubiese otra escuela de madurez política para que el público sólo tuviera que utilizarla bien! Como si la clase obrera masculina no hubiera aprendido a utilizar la boleta electoral para defender sus intereses de clase y debiera siempre estar aprendiendo!

Al contrario, todo el mundo clarividente, debe esperar más pronto o más tarde, el fuerte impulso que imprimirá al del movimiento obrero la inclusión de las mujeres proletarias en la política. Esta perspectiva no se abre más que un vasto campo de acción de agitación para socialdemocracia. La emancipación político de las mujeres también hará soplar un viento fresco, vigorizante, sobre la política y la vida social, un viento que disipe su vida confinada al ambiente familiar filisteo que contamina incluso a miembros de nuestro partido, sean esto trabajadores o dirigentes.

Es cierto que al principio, las consecuencias políticas del derecho de votos para las mujeres podrían ser muy desagradables, como el refuerzo en Bélgica de la autoridad de los clericales. A lo largo de todo el trabajo y agitación del Partido obrero debe ser revisado por completo. En definitiva, la igualdad política de las mujeres es una experiencia política valiente y de gran amplitud.

Sin embargo, extrañamente, todos aquellos que tienen una gran admiración por la "experiencia" del genero Millerand[5] y no tienen palabras suficientes para elogiar su intrépida experiencia, hoy no encuentran nada que decir a los camaradas belgas que retrocede ante el derecho de la mujer a votar. Sí, incluso Anseele [6], el dirigente belga que fue tan rápido en el momento, siendo él primero en enviar sus felicitaciones al "camarada" Millerand por su "valiente", experiencia ministerial, es ahora uno de aquellos que más fuertemente se han opuesto a los esfuerzos para garantizar que las mujeres tengan derecho a votar en el país. Una vez más, tenemos la demostración entre otras cosas, del género de "coraje" para cuales "los políticos realistas" nos instan regularmente. Obviamente, es sólo el coraje de participar en experiencias oportunistas a expensas de los principios socialdemócratas. Pero cuando se trata de establecer el trabajo valiente de nuestros requerimientos programáticos, estos mismos políticos no buscan en absoluto impresionarnos con su coraje, y empiezan a buscar más excusas para abandonar tal o cual exigencia, "temporalmente" y "con dolor". 

 

 


Notas

[1] En la Conferencia celebrada en Bruselas los días 30 y 31 de marzo de 1902, el Partido obrero de Bélgica ha solicitado la inclusión en la Constitución del principio "un hombre, un voto" y el de la representación proporcional. Rechazó la extensión del derecho de voto a las mujeres.

[2] En el sistema vigente en Bélgica desde 1894 hasta 1918, algunos votantes tenían uno o dos votos suplementarios si ellos eran diplomados (graduados) de la enseñanza secundaria o si se cumplen ciertas condiciones de ingresos o de riqueza.

[3] Hécuba, la esposa del rey Príamo de Troya, fue hecha prisionera después de la toma de la ciudad por los griegos y, al igual que otros troyanos, ella es otorgada a los vencedores.

[4] August Dewinne, un reformista socialdemócrata.

[5] En Francia, en 1899, Alexandre Millerand, un líder reformista, fue el primer socialista en aceptar un puesto ministerial en un gobierno burgués. Rosa Luxemburgo escribió un artículo contra Millerand en julio 1899 con el mismo título de este artículo (en la traducción francesa: Rosa Luxemburgo, el socialismo en Francia, Belfond, 1971, páginas 63-66.).

[6] Edward Anseele; diputado socialista belga.