Indíce


 

F. ENGELS

CONTRIBUCION AL PROBLEMA DE LA VIVIENDA

 

 

TERCERA PARTE

SUPLEMENTO SOBRE PROUDHON Y EL PROBLEMA DE LA VIVIENDA



IV

He tenido que llenar todas estas paginas para llegar, por fin, a través del cúmulo de escapatorias y rodeos de Mülberger, a la esencia del problema, que aquél, en su respuesta, evita cuidadosamente abordar.

¿Qué hay de positivo en el artículo de Mülberger?

En primer lugar, que «la diferencia entre el coste de producción inicial de una casa, de un solar, etc. y su valor actual» pertenece de derecho a la sociedad. Esta diferencia, en lenguaje económico, se llama renta del suelo. Proudhon quiere igualmente que la sociedad se la apropie, como puede leerse en la "Idea general de la Revolución", edición de 1868, página 219.

En segundo lugar, que la solución del problema de la vivienda consiste en que cada cual se convierta de arrendatario en propietario de su vivienda.

En tercer lugar, que esta solución se realizará mediante una ley que transforme el pago del alquiler en entregas a cuenta del precio de compra de la vivienda. Los puntos segundo y tercero están tomados de Proudhon, como todo el mundo puede ver en la "Idea general de la Revolución", página 199 y siguientes, donde se encuentra también, en la página 203, hasta el proyecto de ley en cuestión ya redactado.

En cuarto lugar, que la productividad del capital es agarrada por los cuernos mediante una ley de transición que rebaja el tipo del interés al uno por ciento provisionalmente, a reserva de una nueva reducción posterior. Esto está igualmente tomado de Proudhon, como puede leerse de manera detallada en la "Idea general", páginas 182 a 186.

En cada uno de estos puntos he citado el pasaje de Proudhon en que se halla el original de la copia de Mülberger, y pregunto ahora si tenía o no derecho a llamar proudhoniano al autor de un artículo saturado de proudhonismo y que no contiene más que concepciones proudhonianas. Y no obstante, ¡de nada se queja Mülberger tan amargamente como de que yo lo haya denominado así, porque «tropecé con algunos giros familiares a Proudho»! Es todo lo contrario. Los «giros» son todos de Mülberger; el contenido es de Proudhon. Y cuando lo completo a su disertación proudhoniana valiéndome de Proudhon. Mülberger protesta diciendo que le atribuyo falsamente las «concepciones monstruosas» de Proudhon.

Así pues, ¿qué he opuesto yo a este plan proudhoniano?

Primero, que la transferencia de la renta del suelo al Estado equivale a la abolición de la propiedad individual del suelo.

Segundo, que el rescate de la vivienda de alquiler y la transferencia de la propiedad de la vivienda al arrendatario que la ha ocupado hasta aquí, no afecta en nada al modo capitalista de producción.

Tercero, que esta proposición, con el desarrollo actual de la gran industria y de las ciudades, es tan absurda como reaccionaria, y que el restablecimiento de la propiedad individual de cada uno sobre su vivienda sería una regresión.

Cuarto, que la rebaja forzosa del tipo del interés no atenta en absoluto contra el modo capitalista de producción, y que es, por el contrario, como demuestran las leyes sobre la usura, tan anticuada como imposible.

Quinto, que la supresión del interés del capital no suprime en modo alguno el pago del alquiler de las casas.

Mülberger conviene ahora en lo que se ha dicho en los puntos segundo y cuarto. Contra los demás no dice palabra. Y son éstos, precisamente, de los que se trata en la polémica. Pero la respuesta de Mülberger no es una refutación; pasa de largo cuidadosamente junto a todos los puntos económicos, que son, no obstante, los puntos decisivos; su respuesta es una queja personal y nada más. Así, se queja cuando yo me anticipo a la solución de las otras cuestiones que anuncia, como, por ejemplo, las deudas del Estado, las deudas privadas, el crédito, y declaro que su solución será en todas partes la misma que la de la cuestión de la vivienda: el interés, abolido; el pago de los intereses, trasformado en entregas a cuenta del importe del capital, y el crédito, gratuito. A pesar de esto, apostaría a que si dichos artículos de Mülberger salieran a la luz del día, su contenido escencial correspondería a la "Idea general" de Proudhon (para el crédito, pág. 182; para las deudas del Estado, pág. 186; para las deudas privadas, pág. 196) lo mismo que los artículos sobre la cuestión de la vivienda correspondían a los pasajes citados del mismo libro.

En esta ocasión Mülberger me enseña que las cuestiones concernientes a los impuestos, las deudas del Estado, las deudas privadas, el crédito, a lo cual se añade ahora la autonomía de los municipios, son de la mayor importancia para los campesinos y para la propaganda en el campo. De acuerdo en gran parte, pero 1) hasta ahora no se ha tratado para nada de los campesinos y 2) las «soluciones» proudhonianas de todos estos problemas son, desde el punto de vista económico, tan absurdas y tan esencialmente burguesas como su solución del problema de la vivienda. Contra la alusión de Mülberger, pretendiendo que no reconozco la necesidad de incorporar a los campesinos al movimiento, no necesito defenderme en lo que a mí se refiere. Pero considero, efectivamente, una estupidez recomendar a los campesinos, con este fin, la medicina milagrera de Proudhon. En Alemania existen todavía muchos latifundios. Según la teoría de Proudhon, deberían ser repartidos todos ellos en pequeñas haciendas campesinas, cosa que —dado el estado actual de las ciencias agrícolas y después de las experiencias de propiedades parcelarias llevadas a cabo en Francia y en el Oeste de Alemania—  sería una medida totalmente reaccionaria. La gran propiedad territorial todavía existente nos ofrecerá, por el contrario, una feliz oportunidad para trabajar la tierra en grande por los trabajadores asociados, única manera de poder utilizar todos los recursos modernos, las máquinas, etc., y mostrar así claramente a los pequeños campesinos las ventajas de la gran empresa, por medio de la asociación. Los socialistas daneses, que en este aspecto se han adelantado a los demás, hace ya tiempo que lo han comprendido.

No necesito defenderme, igualmente, del reproche de que considero la infame situación actual de las viviendas obreras como un «detalle insignificante». He sido, si no estoy equivocado, el primero en describir en lengua alemana esta situación en su forma desarrollada clásica, tal como se ofrece en Inglaterra; y no, como cree Mülberger, porque «hiera mi sentimiento del derecho» —quien quisiera traducir en libros todos los hechos que hieren su sentimiento del derecho tendría mucho trabajo—, sino más bien, como puede leerse en el prefacio de mi libro[*], para dar al socialismo alemán —que nacía en aquel momento y se llenaba la boca de frases vacías—, una base real al describir la situación social creada por la gran industria moderna. Pero nunca se me ha ocurrido querer resolver lo que llamamos la cuestión de la vivienda, como no se me ocurre tampoco ocuparme de los detalles de la solución del problema de la comida, todavía más importante. Me doy por satisfecho si puedo demostrar que la producción de nuestra sociedad moderna es suficiente para dar de comer a todos sus miembros y que hay casas bastantes para ofrecer a las masas obreras habitación espaciosa y sana. ¿Cómo regulará la sociedad futura el reparto de la alimentación y de las viviendas? El especular sobre este tema conduce directamente a la utopía. Podemos, todo lo más, partiendo del estudio de las condiciones fundamentales de los modos de producción hasta ahora conocidos, establecer que con el hundimiento de la producción capitalista, se harán imposibles ciertas formas de apropiación de la vieja sociedad. Las propias medidas de transición habrán de adaptarse en todas partes a las relaciones existentes en tal momento. Serán esencialmente diferentes en los países de pequeña propiedad y en los de gran propiedad territorial, etc. A qué se llega cuando se buscan soluciones aisladas para las cuestiones llamadas prácticas, como la de la vivienda, etc., nada nos lo muestra mejor que el propio Mülberger, quien comienza por explicar a lo largo de 28 páginas cómo «todo el contenido de la solución del problema de la  vivienda se contiene en una palabra: el rescate», para declarar a continuación, balbuceando perplejo desde el momento en que se le aprieta de cerca, que de hecho aún es muy dudoso si en la apropiación efectiva de las casas «la población laboriosa se inclinará por el rescate» o por cualquier otra forma de expropiación.

Mülberger nos pide que nos hagamos prácticos. Deberíamos «en presencia de verdaderas relaciones prácticas», no sólo «aportar fórmulas muertas, abstractas»; deberíamos «salir del socialismo abstracto y abordar las relaciones determinadas y concretas de la sociedad». Si Mülberger lo hubiera hecho, tal vez habría merecido bien del movimiento. El primer paso para abordar las relaciones concretas determinadas de la sociedad consiste, sin embargo, en enterarse de ellas, en analizar sus verdaderas conexiones económicas. Pero, ¿qué encontramos en Mülberger? En total, dos tesis:

1) «El inquilino es para el propietario lo que el asalariado es para el capitalista».

He mostrado en la página 6[**] de la edición aparte que esto es absolutamente falso, y Mülberger no ha tenido nada que objetar.

2) «Pero el toro que» (en reforma social) «hay que agarrar por los cuernos es la productividad del capital, como le llama la escuela liberal de la Economía política, y que no existe en realidad, pero sirve en su existencia aparente para encubrir todas las desigualdades que gravitan sobre la sociedad actual».

Así, el toro que hay que agarrar por los cuernos, «no existe en realidad», y por lo tanto no tiene «cuernos». El mal no reside en él, sino en su existencia aparente. A pesar de esto, «la llamada productividad (del capital) se halla en situación de hacer aparecer como por encanto las casas y las ciudades», cuya existencia es todo lo que se quiera menos «aparente» (pág. 12).

¿Y es una persona para quien "El Capital" de Marx «le es igualmente conocido» y que, sin embargo, balbucea de manera impotente y confusa sobre las relaciones entre el capital y el trabajo, quien pretende mostrar a los obreros alemanes un camino nuevo y mejor, y se presenta como el «arquitecto» que «ve claramente al menos las grandes líneas de la estructura arquitectónica de la sociedad futura»?

Nadie se halla más cerca «de las relaciones concretas determinadas de la sociedad» que Marx en "El Capital". Dedicó veinticinco años a estudiarlas desde todos los ángulos, y los resultados de su crítica contienen siempre los gérmenes de las llamadas soluciones, en cuanto sean en general posibles hoy. Pero esto [396] no basta al amigo Mülberger. Todo esto es socialismo abstracto, fórmulas muertas y abstractas. En lugar de estudiar las «relaciones concretas determinadas de la sociedad», el amigo Mülberger se contenta con la lectura de algunos tomos de Proudhon, que si bien no le proporcionan nada sobre las relaciones concretas determinadas de la sociedad, le ofrecen, en cambio, recetas milagrosas muy concretas y muy determinadas para todos los males sociales. ¡Y este plan de salvación social, tan acabadito, este sistema proudhoniano, lo ofrece a los obreros alemanes con el pretexto de que él quiere «despedirse de los sistemas», en tanto que yo, según afirma, «escojo el camino opuesto»! Para comprender esto necesito admitir que soy ciego y que Mülberger es sordo, de tal suerte que todo entendimiento entre nosotros es simplemente imposible.

Pero basta ya. Si esta polémica no ha de servir para otra cosa, tiene de bueno, por lo menos, el haber proporcionado la demostración de lo que vale la práctica de estos socialistas que se llaman «prácticos». Estas proposiciones prácticas para acabar con todos los males sociales, estas panaceas sociales, fueron siempre y en todas partes producto de fundadores de sectas que aparecieron en el momento en que el movimiento proletario estaba todavía en la infancia. Proudhon es también de éstos. El desarrollo del proletariado le ha desembarazado rápidamente de estos pañales y ha enseñado a la clase obrera misma que no hay nada menos práctico que estas cavilosas «soluciones prácticas» inventadas de antemano y aplicables a todos los casos, y que, por el contrario, el socialismo práctico reside en el conocimiento exacto del modo capitalista de producción en sus diversos aspectos. Una clase obrera preparada en este orden de cosas, no tendrá jamás dificultades para saber, en cada caso dado, de qué modo y contra qué instituciones sociales debe dirigir sus principales ataques.

 

 

 

NOTAS

[*] F. Engels. "La situación de la clase obrera en Inglaterra". (N. de la Edit.)

[**] Véase el presente tomo, pág. 327. (N. de la Edit.)