OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

CARTAS DE ITALIA

 

 

ASPECTOS DE LA CRISIS MINISTERIAL1

 

Después de un áspero año de gobierno ha caído Giolitti. Ha caído víctima de la Cámara de Diputados proveniente de las elecciones con­vocadas por él para gobernar sin fastidios ni zancadillas parlamentarias.

La Cámara se ha declarado en desacuerdo con su política internacional. La moción respec­tiva del líder socialista Turati no ha obtenido numéricamente la mayoría. Antes bien, los vo­tos del gobierno han superado en treinta y cua­tro a los votos de la oposición. Pero uno de los grupos monárquicos más numerosos —la Demo­cracia Social— ha estado al lado del gobierno solamente por fórmula. Ha votado en contra de la moción socialista, pero con muchas reservas y reticencias. Además, como los votos ministe­riales comprenden los veintisiete votos de los ministros diputados —aquí los ministros partici­pan en la votación— resulta que el gabinete no ha contado con treinta y cuatro votos de mayoría sino con siete únicamente.

Giolitti se ha sentido batido. Y ha presentado en seguida su dimisión. Con la colaboración vacilante y condicional de los democráticos so­ciales no le era posible proseguir en el gobierno.

La prensa ministerial pretende que, en reali­dad, la Cámara no ha retirado su confianza a Giolitti, sino a Sforza, el Ministro de Relacio­nes Exteriores. Pero este distingo es demasiado artificioso y casuístico. La política internacional, especialmente ahora, es una cosa sustantiva en el programa de un gabinete europeo. Es la po­lítica, de los partidos que gobiernan, la política del Presidente del Consejo; no la política per­sonal del Ministro de Relaciones Exteriores. Gio­litti es, por consiguiente, solidario con Sforza. La política de Sforza ha sido la política de su gobierno. Así lo ha reconocido leal y categóri­camente el viejo político piamontés en su exposición a la Cámara.

La crisis estaba prevista. Es una consecuen­cia fatal del resultado de las elecciones. Las elec­ciones fueron convocadas porque se creía que la Cámara anterior correspondía a un estado de ánimo extinguido ya. Se esperaba que en una nueva Cámara los grupos constitucionales recu­perasen su antiguo prevalecimiento. Contrariamente a esta suposición, los populares han me­jorado su posición parlamentaria y los socialis­tas, no obstante su cisma reciente, han conser­vado aproximadamente la suya. Los grupos cons­titucionales han vuelto a la Cámara en el mis­mo número importante para gobernar sin la cooperación de los populares o de los socialis­tas. Las elecciones han sido un error del minis­terio Giolitti. Un error que inevitablemente te­nía que pagar con su caída.

Se sabía, por lo tanto, que el ministerio estaba irremisiblemente condenado a caer. Pero no se sabía, en cambio, la oportunidad en que caería. Porque era fácil que la mayoría de la Cámara se acordase para batir al gabinete; pero, en cambio, difícil que se acordase para ase­gurar a un gabinete una existencia vital y du­radera.

En el interés de Giolitti, hábil, veterano y redomado parlamentario, ha estado, por esto, precipitar la crisis, anticiparse a la coordinación de los grupos de la Cámara. Marchándose del gobierno, antes de que esta coordinación lo tra­jese ruidosamente abajo, ha conseguido que su caída sea mucho menos violenta y sonora. Que casi no parezca una caída sino un "aterrizaje". Y que, en vez de sucederle un gabinete madu­rado con tiempo, lo suceda un gabinete impro­visado y, por ende, precario. Un gabinete que pueda preparar la vuelta al gobierno del mismo Giolitti, en el caso de que éste consiga crearse nuevas bases parlamentarias.

Durante el debate que ha seguido al discurso de la corona y que precedió a la votación cau­sante de la crisis, se han definido y concretado las diferentes tendencias constitucionales de la Cámara.

El grupo del renovamiento se ha fusionado con el grupo radical, constituyendo la "democra­cia social". La democracia social ha tratado de atraer a su órbita a los socialistas reformistas. Pero, si bien éstos han preferido subsistir co­mo grupo autónomo, no se han negado a man­tener cordiales relaciones de vecindad y paren­tesco con los democráticos sociales. La demo­cracia social y el reformismo son así considerados como un solo sector parlamentario. En él se concentran noventa votos aproximadamente.

Al lado de este grupo se halla el grupo de­mocrático liberal compuesto de ochenta diputados. Este grupo tiende a la colaboración con la democracia social y forma con ella un blo­que de ciento setenta diputados, base de toda combinación ministerial, mientras no se decidan a participar en el gobierno los socialistas ofi­ciales.

El "fascismo", malgrado su etiqueta republi­cana y renovadora, se ha situado en la extrema derecha. Y, congruentemente con esta ubicación parlamentaria, Mussolini, el líder fascista, ha pronunciado un discurso-programa definido por él mismo como un discurso antisocialista y reac­cionario.

La derecha resulta compuesta, en consecuen­cia, por los "fascistas", los nacionalistas y los liberales salandrinos. Un total de setenta votos, más o menos.

Los otros sectores de la Cámara: centro po­pular y extrema izquierda socialista —ciento nue­ve y treintaicinco votos, respectivamente— con­servan el rol que tuvieron en la Cámara ante­rior: de colaboración indispensable el primero, de oposición intransigente el segundo.

En suma, la composición de la Cámara es menos propicia aún que antes a la organización de una mayoría homogénea y sólida. Un gabine­te popular socialista —que sería seguramente apoyado por el grueso de la izquierda constitu­cional— podría disponer de una numerosa y leal mayoría. Pero los socialistas oficiales persisten en su anticolaboracionismo.

Se trabaja por un gabinete de transición: un gabinete del centro popular y de la izquierda constitucional, encabezado por De Nicola que, como presidente de la Cámara, ha revelado con­diciones de político ponderado y sagaz. Pero De Nicola no encuentra de su gusto presidir un go­bierno anodino. Desea reservar su candidatura para octubre, fecha en que los socialistas ha­brán resuelto en un congreso nacional del par­tido, el punto de su asunción al poder en cola­boración con la burguesía.

Vendrá, pues, un misterioso Bonomi. Bonomi es el líder de los socialistas reformistas, gru­po de escasa clientela popular, amalgamado desde hace algunos años con la izquierda monár­quica. El ministerio que formará será un minis­terio de corta vida.

Se dice que Bonomi está encargado de guar­dar el puesto a Giolitti. Y que Giolitti parte del palacio de gobierno con boleto de ida y vuelta.

 


NOTA:

1 Fechado en Roma. 28 de junio de 1921; publicado en El Tiempo, Lima. 26 de setiembre de 1921.