OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

CARTAS DE ITALIA

 

 

LA PAZ INTERNA Y EL "FASCISMO"1

 

Teóricamente, ha cesado la contienda civil. El "fascismo" y el socialismo han suscrito un tratado de paz que estipula formalmente la suspensión recíproca de toda beligerancia. Pero la paz no ha sido aún establecida. En varias pro­vincias prosigue sañuda y trágica.

El "fascismo" se resiste al desarme y a la desmovilización. Las huestes no escuchan la voz pacificadora de los jefes. Y en la Romagna y la Toscana los propios "condottieri" regionales desconocen y desobedecen el pacto firmado por los delegados del Comité Central. Benito Mussoli­ni, indignado por estas rebeldías y cansado de combatirlas sin eficacia, ha concluido por re­nunciar a su investidura de líder. Y en su dia­rio Il Popolo d'Italia ha declarado que el "fas­cismo" ha vencido en la guerra, pero ha per­dido en la paz. El Partido Socialista, disciplinado y compacto, ha respetado la palabra de sus jefes, mientras el "fascismo" anarquizado y tur­bulento, se ha amotinado contra los suyos. Esta es —dice Mussolini— una victoria del socia­lismo y una derrota del "fascismo".

Pero la verdad es otra. La verdad es que, terminado el estado de guerra civil, la debacle, la disolución, la liquidación eran inevitables para el "fascismo". El "fascismo" podía vencer en la guerra; no podía vencer en la paz. El "fascismo" no es un partido; es un ejército. Es un ejército contrarrevolucionario, movilizado contra la re­volución proletaria, en un instante de fiebre y de belicosidad, por los diversos grupos y clases conservadores. El "fascismo" es, por consiguien­te, un instrumento de guerra. Su acción no puede ser sino violenta. La paz significa para él la inacción, la desocupación.

Los "fascistas" provienen de los diferentes partidos y sectores burgueses. El "fascismo" no constituye por tanto, un conglomerado homo­géneo. En sus filas hay elementos de filiación y origen netamente reaccionarios y conservadores. En ellas está representada toda la vasta ga­ma social en que se recluta el proselitismo libe­ral, radical, democrático, republicano y nacio­nalista.

Todos estos elementos, de distintas proceden­cias, podían reunirse en una acción violenta con­trarrevolucionaria. Pero, una vez librada esta ac­ción, no pueden seguir conviviendo en un mismo bando. Desmovilizados, vuelven a sus respec­tivos sectores. El "fascismo" no es para ellos un programa sino una acción. Las cosas escritas en el programa general del "fascismo" están es­critas con más precisión en otros programas de la política italiana.

En un futuro partido "fascista" no se congre­garían, pues, sino los elementos dispersos, sin filiación y sin vínculos anteriores, atraídos a su órbita por su retórica nacionalista, sonora y marcial.

El primer síntoma de la imposibilidad de cohesión y homogeneidad del "fascismo" fue pro­vocado, no obstante su mesura, por la primera enunciación programática de. Mussolini; la de que el "fascismo" era tendencialmente "republi­cano". Aunque Mussolini se limitó prudentemen­te a llamar tendencia) su republicanismo, los "fascistas" no pudieron ponerse de acuerdo al respecto y polemizaron vivamente en pro y en contra del vago principio inscrito por Mussolini en su bandera.

Comenzó entonces la insurrección del "fas­cismo" contra su líder que, más tarde, con mo­tivo del tratado de paz, debía originar la crisis actual.

En el campo socialista, —como Mussolini lo señala y elogia—, el tratado de paz ha sido obe­decido, pero no ha encontrado aprobación unáni­me ni mucho menos. Muchos socialistas creen que el partido no ha podido tratar ni mucho menos pactar con el "fascismo". Y acusan a su junta directiva de apocamiento y debilidad. La junta directiva se defiende sosteniendo que el tratado de paz con los "fascistas", aparte de no comprometer los principios de la lucha de cla­ses, era exigido por la necesidad de librar a las organizaciones, cámaras de trabajo y cooperati­vas socialistas de la violencia "fascista". El tratado de tregua. Y la tregua es una necesidad fre­cuente en la lucha de clases. El compromiso que sigue a una huelga, por ejemplo, no significa la renuncia de los obreros a nuevas batallas. No significa, sobre todo, la renuncia a sus aspiracio­nes máximas. El mismo valor, el mismo alcan­ce, tiene el compromiso con el "fascismo". Ade­más, la guerra civil no ha sido querida ni iniciada por los socialistas. Los socialistas se han man­tenido a la ofensiva. Por consiguiente, no podían obstaculizar una pacificación destinada a poner término a una contienda no provocada ni deseada por ellos. Tales son los argumentos que los jefes socialistas oponen a las críticas de las masas.

La paz, de otro lado, no podía ser absoluta ni aun en el caso de que "fascistas" y socialis­tas observasen rigurosamente el pacto. Porque el pacto no ha sido suscrito por los comunistas. El partido comunista no ha aceptado compro­miso alguno con el "fascismo". Los "fascistas" no desarmarán, pues, contra los comunistas. Y, si el partido comunista no estuviera en un pe­ríodo de organización y captación, si su prepara­ción le permitiera ser una inminente amenaza revolucionaria, el "fascismo" no pensaría siquie­ra en la desmovilización y en la paz. Pasaría a una segunda gran ofensiva. Y, consecuentemen­te, no estaría en crisis. Lo veríamos por el con­trario, más aguerrido, solidario y mancomunado que nunca.

 


NOTA:

1 Fechado en Roma, agosto de 1921; publicado en El Tiem­po, Lima, 12 de noviembre de 1921.