OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL I

   

  

LA BATALLA LIBERAL EN ITALIA*

 

Varias veces me he ocupado de la abdicación del liberalismo y la democracia ante el fascismo. La fortuna política de Mussolini y sus brigadas de "camisas negras" no se explica sino como una consecuencia de esa abdicación. La burguesía armó y financió al fascismo. La prensa demo-liberal le concedió su favor y su ternura. El Estado toleró sus raids y sus expediciones anti-proletarias. Luego, cuando el fascismo, convertido en una prepotente facción armada, reclamó el gobierno, la burguesía italiana casi no vaciló en confiárselo. 

La marcha sobre Roma encontró muy escasa resistencia en los fautores del ideario liberal y democrático. La burguesía puso a disposición del fascismo sus diarios, sus políticos, su dinero, todos o casi todos sus instrumentos de dominio de la opinión pública. Los diputados fascistas no eran sino treintaicinco. A sus votos se sumaban en la cámara los de los nacionalistas, los agrarios y otros elementos de la extrema derecha; pero, aún con estas adiciones, el fascismo y el filo-fascismo constituían en el parlamento una minoría reducida. Cada uno de los partidos de masas, el socialista y el popular o católico, contaba en la cámara con una representación más numerosa que la de todos los grupos de derecha coaligados. Y los grupos liberales conservaban la mayoría absoluta. El liberalismo no quiso, sin embargo, asumir la defensa de la legalidad. Aceptó y sancionó el golpe de estado mussoliniano. Y decidió con su ejemplo a los popu­lares a acordar también su adhesión al nuevo régimen. Pocos liberales se mantuvieron fieles al programa liberal: Nitti, Améndola, Sforza, Albertini. La gran mayoría, con Orlando, Giolitti y De Nicola a la cabeza, capituló ante el fascis­mo. (Salandra y sus liberales de derecha marchaban al flanco de Mussolini desde mucho tiempo antes del golpe de estado). Los liberales y los populares dieron toda su colaboración al pri­mer gabinete de Mussolini. Colonna di Cesaró, uno de los leaders hoy de la oposición del Aven­tino, fue uno de los ministros de ese gabinete. 

Más tarde, el conflicto entre la mentalidad democrática y la mentalidad fascista, que nin­gún compromiso podía sofocar, empezó a ma­nifestarse. Los fascistas anunciaban su intención de sustituir el Estado demo-liberal por un Es­tado fascista. Este Estado fascista no era cla­ramente definido por sus teóricos. Se le asigna­ba, vagamente, un mecanismo sindical. Pero, en todo caso, se le atribuía un carácter esencialmen­te anti-democrático y anti-parlamentario. Sin embargo, larvada, confusa, caótica, la teoría fas­cista no impresionaba demasiado a la enervada democracia italiana, más sensible, sin duda, a la praxis fascista, asaz tundente y categórica. La cachiporra, el hacha del lictor y el aceite de ricino extirpaban, más eficaz y precisamente que cualquier argumento, todo equívoco sobre la fun­ción y el espíritu del fascismo. El grueso del partido popular, conducido e inspirado por Don Sturzo, se pronunció contra el método fascista. Colonna di Cesaró dejó el gobierno. Mas esta secesión maduraba muy lentamente. 

Las elecciones de abril del año pasado encontra­ron aún indecisa o claudicante a la mayoría de las dispersas fuerzas del liberalismo y la demo­cracia. Mussolini obtuvo su adhesión a una lis­ta de candidatos ministeriales. Salandra, Orlando, De Nicola, Sem Benelli, figuraron en esta lista, mezclados y confundidos con los más incandescentes "camisas negras". Giolitti, que encabezó en su circunscripción territorial una lista independiente, cuidó de afirmar su independencia de la oposición mucho más que su independencia del fascismo. Sólo tres grupos demo-liberales, se enfrentaron al fascismo, regional y separadamente, en las elecciones de abril: el de Colonna di Cesaró en Sicilia, el de Bonomi en la Lombardía y el de Améndola en Nápoles Salerno. El resto de los liberales no supo ni quiso diferenciarse del fascismo, no obstante que la incompatibilidad de la idea fascista y la idea liberal resultaba cada vez más evidente. 

El asesinato de Matteotti mudó la situación El fascismo, a medida que su responsabilidad se precisaba, perdía a sus aliados de la primera y de la segunda hora. La actitud de la oposición liberal tuvo, además, que acentuarse. Junto con los socialistas y los comunistas abandonaron la cámara los republicanos, los populares, los demócratas-sociales de Colonna di Cesaró los demócratas constitucionales de Améndola. Quedó constituido el bloque del Aventino. "Il Corriere della Sera" del senador Albertini, antes oposicionista tibio, abrió contra el fascismo una acre campaña. "Il Giornale d'Italia", órgano que refleja marcadamente la opinión de la burguesía de la Italia meridional, rompió con el fascismo. Varios otros periódicos cambiaron, igualmente, de rumbo. El gobierno fascista empezó, además, a perder su antigua influencia sobre las asociaciones de combatientes y mutilados de guerra. Ricciotti y Peppino Garibaldi se plegaron a la oposición. Sem Benelli fundó la Liga Itálica específicamente adversa a la violencia fascista. Dos diputados fascistas, condecorados con la "medalla de oro", Viola y Ponzio di San Sebastiano, se separaron del fascismo. Dentro de la cámara, en torno de Giolitti y Orlando, pasados definitivamente a la oposición se formó una nueva minoría. A este bloque parlamentario se ha adherido últimamente Salandra, liberal de derecha, que hasta hace muy poco mantuvo cordialísimas relaciones con Mussolini y los "camisas negras".

El proceso Matteotti ha creado, según el bloque del Aventino, una cuestión moral. Améndola, uno de los leaders del Aventino, la define así: "Una cuestión moral, la cual envuelve todo el "régimen", domina la misma cuestión política. Todos entienden el sentido de estas palabras. Nosotros afirmamos que pertenece a la responsabilidad del régimen el haber practicado el delito, el haber cultivado el delito; nosotros rechazamos la justificación revolucionaria (desmentida por la verdad histórica y que el propio Mussolini dejó caer, en un cuarto de oro, ante el cadáver lacerado de Matteotti); nosotros afirmamos la incompatibilidad entre el gobierno del Estado y los hombres que de las responsabilidades criminosas del régimen están más o menos directamente acusados o que de ellas deben responder políticamente. Nosotros afirmamos, además, que el curso de la justicia, que persigue la indagación sobre el delito, es obstaculizado y obstruido por la presencia de tales hombres en el gobierno". Estas palabras han sido pronunciadas en la asamblea celebrada hace mes y medio en Milán por la oposición del Aventino. Precisando y completando más aún su sentido, ha dicho Améndola en este mismo discurso: "Sobre el terreno político es posible avanzar o retroceder; sobre el terreno moral es necesario batirse hasta el extremo". 

El programa de la oposición del Aventino se concreta en una sola palabra: Libertad. Cuando se plantea el programa de la libertad política, de la libertad civil, —dicen los grupos del Aventino para explicar su eventual coalición—, todos los demás problemas pasan a segundo término. No es el caso, sin embargo, de hablar de un renacimiento del liberalismo en Italia. Ya hemos visto cómo para el bloque del Aventino la campaña contra el gobierno fascista se funda en una cuestión moral más que en una cuestión po- lítica. Se cree inhabilitado y descalificado al fascismo para seguir ejerciendo el poder, no tanto por su método dictatorial y despótico como por la responsabilidad que sobre sus hombres arroja el asesinato de Matteotti. Si Matteotti no hubiese sido asesinado por una notoria cuadrilla de "camisas negras", el liberalismo no habría reaccionado tan resueltamente contra el fascismo. Lo que enemista a los fascistas y a los liberales más que la teoría y la praxis del fascismo son sus consecuencias y, sobre todo, sus responsabilidades. El fascismo de la marcha sobre Roma no era diferente del fascismo del proceso Matteotti. Sin embargo, el liberalismo, que casi no sintió ninguna necesidad de combatir al primero, siente una urgencia vivísima de combatir el segundo. La mayoría de los liberales y los demócratas, por tanto, no reacciona contra el fascismo; reacciona, más bien, contra su fracaso. Es imposible ver en su actual oposición al fascismo un verdadero renacimiento de la idea liberal y democrática. 

Por otra parte, en la oposición del Aventino se confunden burgueses y proletarios. Mussolini la llama la "variopinta oposición" Y el término no es, en verdad, inexacto. Variopinto, pluricolor, heterogéneo, el bloque del Aventino lo es realmente. Contiene grupos y programas diversos y hasta antitéticos: liberales de varios matices ligados por una común adhesión a la monarquía constitucional; republicanos de ideología mazziniana que trabajan por obtener de la presente crisis un acrecentamiento del proselitismo de la republica; populares o católicos a quienes su gran animador Don Sturzo ha dado un programa social-cristiano; socialistas unita­rios o reformistas prontos a colaborar en el go­bierno; socialistas maximalistas que oscilan entre la táctica colaboracionista y la táctica intransi­gente. Cada uno de estos grupos afirma, dentro del bloque del Aventino, la independencia de su propio programa. 

Pero la batalla política que se libra presen­temente en Italia contra el fascismo, no obstan­te todo esto, es siempre una batalla liberal. Los grupos que combaten a Mussolini formulan este desiderátum común: la normalización. La nor­malización quiere decir la vuelta a la legalidad. Claro que existen matices y grados en este anhe­lo. Para unos la legalidad es, sobre todo, un ré­gimen de orden. Para otros la legalidad es, por encima de todas las cosas, un régimen de liber­tad. Mas para unos y para otros significa la res­tauración del Estado demo-liberal. El bloque de la cámara y el bloque del Aventino propugnan, simplemente, una restauración. Por la revolu­ción luchan sólo los comunistas. El partido co­munista ha intentado empujar a los grupos del Aventino por una vía revolucionaria. Los ha in­vitado a funcionar como parlamento del pueblo en oposición al parlamento del fascismo. El blo­que del Aventino se ha guardado mucho de es­cuchar esta invitación. A los intereses que repre­sentan Améndola, Colonna Di Cesaró, el senador Albertini y el conde Sforza les interesa mucho que caigan Mussolini y el fascismo; pero les in­teresa mucho más todavía que su caída no com­prometa la suerte de la burguesía. La burgue­sía torna a la idea liberal porque el experimen­to fascista la ha persuadido de que las institu­ciones y las leyes liberales son consustanciales con el desarrollo del capitalismo. El método fascista o reaccionario resucita truncamente la Edad Media con sus condottieri, sus jerarquías y sus corporaciones. Resucita un ambiente his­tórico que estorba el libre juego de los intereses y las fuerzas de la economía capitalista. Estimu­la y exaspera en las masas la tendencia revo­lucionaria. El fascismo, en suma, resulta un arma de dos filos. Al Medio Evo no se puede volver sin grandes peligros y molestias para la burguesía. Preferible es para la burguesía el orden democrático. El orden democrático que, según muchos augures, parece destinado, o me­jor dicho condenado, a ceder el paso a un orden nuevo. 

Este no es sólo el drama de la burguesía ita­liana. Es el drama de toda la burguesía europea. Imposibilidad de tornar al pasado. Imposibili­dad de aceptar el porvenir.

 


 

NOTA:

 

* Publicado en Variedades, Lima, 24 de Enero de 1925.