OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL II

  

HERBERT HOOVER Y LA CAMPAÑA REPUBLICANA*

 

Mr. Herbert Hoover, candidato del Partido Republicano a la presidencia de los Estados Uni­dos, dirige su campaña electoral con la misma fría y severa estrategia con que dirigía una cam­paña económica desde el Ministerio de Comer­cio o, mejor aún, desde su bufete de businessman. Es, según parece, el mejor candidato que el Partido Republicano podía enfrentar a Al Smith, quien como ya hemos visto es, a su vez, el mejor candidato que el Partido Demócrata podía escoger entre sus directores. Ningún otro candidato permitiría a los demócratas movilizar a sus votantes con tus mismas probabilidades de victoria. Con cualquier otro opositor, el candidato republicano estaría absolutamente seguro de su elección. Los dos grandes partidos con­frontan a sus mejores hombres, como sé dice, un poco deportivamente, en lenguaje anglo-ame­ricano. 

Ya he tenido oportunidad de observar cómo eligiendo a Smith, la democracia norteamerica­na se mantendría más dentro.. de su tradición, —y por ende se mostraría, en cierto sentido, más conservadora—, que si prefiriese a Hoover, por corresponder Smith al tipo específico de admi­nistrador, de gobernante, de estadista, que la re-pública de Washington, Lincoln y Jefferson ha estimado invariablemente como su tipo presiden­cial, aún dentro de la más rigurosa política im­perialista y plutocrática. 

Hoover procede directamente del estado ma­yor de la industria y la finanza. Es, personal e inmediatamente, un capitalista, un hombre de negocios. Tiene la formación espiritual más in­tegral y característica de líder industrial y fi­nanciero del imperio yanqui. No viene de una facultad de humanidades o de derecho. Es un ingeniero, modelado desde su juventud por la disciplina tecnológica del industrialismo. Hizo, apenas salido de la Universidad, su aprendizaje de colonizador en minas de Australia y de la China. En su madurez, como Director de Auxi­lios, amplió y completó en Europa su experiencia de los intereses imperiales de los Estados Unidos. 

Este último es, al mismo tiempo, el cargo del cual arranca su carrera política. Porque, sin haber pasado por el servicio público y haberse acreditado competente en él, es evidente que nin­gún business man norteamericano, aún en una época de extrema afirmación capitalista, estaría en grado de obtener el voto de sus correligiona­rios para la presidencia de la República. 

Por profesar con entusiasmo y énfasis ilimi­tados el más norteamericano individualismo, Hoover pertenece, sin duda, a la estirpe del pio­neer, del colonizador, del capitalista, mucho más que Smith. Su protestantismo hace también de Hoover un hombre de más cabal filiación capi­talista. Hoover reivindica, con intransigencia, la doctrina del Estado liberal, contra las proclivi­dades intervencionistas y humanitarias del de­mócrata Smith. Pero esto, en los tiempos que corren, no importa propiamente fidelidad a la economía liberal clásica. El individualismo de Hoover no es el de la economía de la libre con­currencia, sino el de la economía del monopolis­mo, de la cartelización. Contra las empresas, negocios y restricciones estatales Hoover defien­de a las grandes empresas particulares. Por su boca, no habla el capitalismo liberal del período de libre concurrencia, sino el capitalismo de los trusts y monopolios. 

Hoover es uno de los líderes de la "racionalización de la producción". Como una de sus mayores benemerencias, se recuerda su acción, en el Ministerio de Comercio, para conseguir la máxima economía en la producción industrial, mediante la disminución de los tipos de manufacturas y productos. El más cabal éxito de Hoover, como secretario de Comercio, consiste en haber logrado reducir de 66 a 4 las variedades de adoquines, de 88 a 9 las de grados de asfalto, de 1,351 a 496 las de limas y escofinas, de 78 a 12 las de frazadas, etc. Paradójico destino el del gobernante individualista, en esta edad del capitalismo: trabajar, con todas sus fuerzas, por la estandarización, esto es por un método industrial que reduce al mínimo los tipos de artículos y manufacturas, imponiendo al público y a la vida el mayor ahorro de individualismo. 

Quizá igualmente paradójico sea el destino del capitalista e imperialista absoluto en el orden político. Contribuyendo a que el proceso capitalista se cumpla rigurosamente, sin preocupaciones humanitarias y democráticas, sin concesiones oportunistas a la opinión y a la ideología medias, un gobernante del tipo de Hoover, apresurará probablemente mejor que un gobernante del tipo de Smith, el avance de la revolución y, por tanto, la evolución económica y política de la humanidad. La experiencia democrática demagógica de la Europa occidental, parece confirmar plenamente la concepción soreliana de la guerra de clases en la economía y la política. El capitalismo necesita ser, vigorosa y enérgicamente, capitalista. En la medida en que se inspira en sus propios fines, y en que obedece sus propios principios sirve al progreso humano, mucho más que en la medida en que los olvida, debilitada su voluntad de potencia, disminuido su impulso creador. 

Hilferding, el ministro de la social-democracia alemana, —más estimable sin duda como teórico del Finanzkapital— decía no hace mucho que, puesto que el capitalismo seguía adelante, no era posible dudar de que se avanzaba hacia la revolución, porque nada es más revolucionario que el capitalismo. El juicio de Hilferding, como conviene a la posición de un reformista algo escéptico, acusa un determinismo demasiado mecanista, incompatible con un verdadero espíritu socialista y revolucionario. Pero, es útil y oportuna su cita en este caso, como elemento de investigación del sino de la candidatura Hoover. Los que en la política norteamericana operan en una dirección revolucionaria, pueden admitir íntimamente que la victoria de Hoover, dentro de un orden de circunstancias que es el más probable en un período de temporal estabilización capitalista, convendría a la transformación final del régimen económico y social del mundo, más que la victoria del demócrata Smith. Pero no les es dado o lícito pensar esto, sino a condición de oponerse con toda su energía, a esa misma victoria de Hoover, aún a trueque de ir al encuentro de la victoria de Smith. Porque la historia quiere que cada cual cumpla, con máxima acción, su propio rol. Y que no haya triunfo sino para los que son capaces de ganarlo con sus propias fuerzas, en inexorable combate.

 


NOTA: 

* Publicado en Variedades, Lima, 3 de Noviembre de 1928.

Producida la elección de Herbert Hoover, éste efectuó una visita a América Latina. Así comentó la revista Amauta (Nº 19, noviembre-diciembre de 1928), en la sección "Notas" de "Panorama Móvil" la gira de Hoover y su paso por Lima:

"LA VISITA DEL SEÑOR HOOVER" 

",Qué clase de mensaje ha traido a la América Latina el señor Herbert Hoover, presidente electo de los Estados Unidos? El señor Hoover es, ante todo, un hombre de ne­gocios y ha dicho pocas y sobrias palabras. En Lima, ha ha­blado de la excelencia de la aviación comercial como medio de acercar a los pueblos de América. Su viaje, según propia definición, es un viaje de buena voluntad. El ingeniero y el puritano, el capitalista y el explorador, aparecen siempre en sus gestos y en su lenguaje. 

"El señor Hoover ha trabajado en minas de Australia y la China, en finanzas de Europa, en la industria y la ad­ministración de Estados Unidos. Le faltaba este viaje a la América Latina para redondear su experiencia personal del mundo. Antes de ocupar la presidencia de Estados Unidos, ha querido concluir su aprendizaje imperialista. 

"Porque el señor Hoover, en la presidencia de los Es­tados Unidos, representa al mismo tiempo que el capitalismo puro, una concepción plenamente imperialista de la política yanqui. El capitalismo, con esta elección, prescinde de intermediarios, en la más típica de sus democracias: no busca ya su jefe de gobierno entre tipos de magistrados, estadis­tas o profesores, sino directamente entre tipos de industriales y financistas de versación mundial, con servicios en los 5 Continentes. Llegamos a la etapa en que el hombre de Estado se identifica absolutamente con el hombre de ne­gocios. 

"El mensaje del señor Hoover no es, por ende, el de sus millones de electores. —que al elegirlo han votado unos por el protestantismo, otros por el prohibicionismo, otros por el más cuáquero y norteamericano de los candidatos—, ni es siquiera el mensaje del Partido Republicano, que fue el del gran leñador Lincoln y hoy se contenta con ser el de la plutocracia de Wall Street; es el mensaje de la diploma­cia del dólar, la misma cuando habla por boca del señor Coolidge que cuando habla por boca del señor Borah. Cues­tión de roles. 

"La crónica, si es exacta, registrará que el señor Hoover encontró en Lima, como es lógico, cortesía oficial, atencio­nes protocolarias; pero que el pueblo, en todas sus capas, presenció su llegada con la más absoluta y compacta indi­ferencia. No tenía por qué mostrar otro gesto. Con prisa norteamericana, con velocidad de recordman, el señor Hoo­ver quiere llevarse una impresión cinematográfica de la América Latina. Esta impresión debe ser lo más superficial y física que resulte posible". (N. de los E.).