OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL II

  

LA DECADENCIA DE INGLATERRA*

 

La decadencia más cierta y más visible de esta hora —aunque no la haya advertido todavía la crítica elegante de D. José Ortega y Gasset— es la decadencia de Inglaterra. El famoso Untergang des Abendlandes, de Spengler, se reduce, quizá políticamente, al Declin of England de León Trotsky. La tesis del profesor alemán, les parece sin duda a los intelectuales burgue­ses, más controlable y verificable que la tesis del revolucionario ruso. Pero la razón de esto es que la tesis de Spengler, representa una filo­sofía de la historia, mientras la tesis de Trotsky traduce la dialéctica de la revolución. 

Del tramonto de Inglaterra tenemos mil pruebas concretas. Las dos últimas más irrecu­sables y fehacientes son: Primera, la pérdida de la concesión de Han Kow, ocupada militarmen­te por los revolucionarios chinos con grave ofen­sa para la majestad británica. Segunda, el alla­namiento de las oficinas de la Arcos Company y de la delegación comercial soviética en Lon­dres. El primer hecho señala, una gran derrota material y moral del imperio colonial británico en Asia. El segundo denuncia la quiebra de la corrección y del faire play en la conducta ofi­cial británica en Europa. Los dos hechos cons­tituyen dos síntomas diferentes, interno el uno, externo el otro, de la decadencia de la Gran Bre­taña. El procedimiento de invadir una oficina amparada usualmente por la inmunidad diplo­mática, secuestrar sus papeles, violar sus cajas fuertes, registrar a sus empleados, hombres y mujeres, tiene todas las apariencias de un procedimiento bolchevique y revolucionario. Y es de un gran alcance su incorporación en la técnica de la policía de Inglaterra, porque indica la ruptura de un resorte capital de la conducta británica. 

Pero éstos son sólo los signos más evidentes y materiales de que Inglaterra declina. En su historia contemporánea encontramos signos más profundos de este fenómeno. Aparentemente, o más bien, materialmente, Inglaterra alcanzó el máximo de su potencia y de su expansión cuando se suscribieron los tratados de paz que pusieron término a la gran guerra. Mas, en realidad, las bases de la grandeza británica empezaron a mostrarse seriamente minadas desde antes. La decadencia de la Gran Bretaña comenzó en el instante en que entraron en crisis el liberalismo, el parlamentarismo y el evolucionismo, más o menos ortodoxamente adoptados por la humanidad bajo la hegemonía británica. Y económica y técnicamente, la Gran Bretaña perdió la primacía, desde que la electricidad y el petróleo, revolucionaron la industria y los transportes. La industria británica y, por ende, el Imperio Británico, reposaban sobre el carbón. Por consiguiente a medida que el petróleo y la electricidad han reemplazado al carbón en la industria y los transportes, la omnipotencia británica ha quedado socavada. La lucha por el petróleo entre la Gran Bretaña y los Estados Unidos, se presenta así como la más importante competencia entre los dos grandes países industriales y capitalistas. 

La revisión de las más características ideas del siglo XIX, no es en verdad sino una revisión de ideas inglesas. La Gran Bretaña ha sido, en los tiempos de su absoluto predominio, la proveedora de ideas y de cosas fundamentales de La humanidad. Los principios de la Antropología, la sociología  y otras ciencias sustantivas han tenido origen e impronta británicos. Y han servido espiritual e intelectualmente a reforzar y extender el imperio político de la gran Bretaña. El darwinismo, por ejemplo, que ha dominado por tanto por tanto tiempo el pensamiento científico del mundo, y que ya otra vez he calificado como un producto  típico del genio y la mentalidad británicos, ha alimentado y sostenido un evolucionismo integral que entre otras cosas tiende, a justificar el triunfo y el imperio del pue­blo inglés sobre los demás pueblos. El monoge­nismo de la escuela sociológica inglesa que atri­buye a todas las sociedades el mismo proceso, tiene también los rasgos de una teoría destinada a confirmar la superioridad inglesa. 

La Gran Bretaña ha conservado una casi ex­clusiva de las ideas directrices en las ciencias de mayor importancia política. En las otras ciencias no ha mostrado igual empeño de pre­dominio. Las ha abandonado en no pocos casos a otros pueblos occidentales. Y lo mismo ha procedido en el campo industrial. Se ha reser­vado la función de proveedora de las mercade­rías sustantivas. No le ha importado ceder a Francia la hegemonía de la moda femenina, pero ha acaparado la técnica y los materiales de la moda masculina. Ninguna convicción está tan difundida y arraigada en el mundo como aque­lla de la superioridad de los casimires ingleses. El Imperio de la Gran Bretaña ha sido, ante to­do, el imperio del carbón y del casimir. Ingla­terra ha cardado e hilado durante mucho tiem­po la lana del mundo para tejer la malla de su imperio. Y el hombre de tipo occidental y "ci­vilizado", ha sido en este tiempo el hombre que se ha vestido y ha pensado a la inglesa. 

Ahora todo este colosal andamiaje se de­rrumba. El evolucionismo, en todos sus aspectos, sufre una revisión despiadada. La idea inglesa —peculiar del imperialismo sajón— de la superioridad absoluta e incontestable del blanco caduca irremediablemente. El parlamento no mantiene ya su autoridad ni en la propia Inglaterra donde la lucha de clases atrofia poco a poco su función clásica. Los principios cardinales y los productos mayores de la Gran Bretaña tienen que afrontar una concurrencia creciente, en condiciones cada vez más desventajosas. 

Bernard Shaw es probablemente uno de los ingleses que más lúcidamente se dan cuenta de la crisis británica. Pero el mismo Shaw no consigue liberarse plenamente de todas las supersticiones inglesas. Su socialismo en el fondo, es siempre un socialismo fabiano. Vale decir un socialismo de trama liberal.

 


NOTA: 

* Publicado en Variedades, Lima, 21 de Mayo de 1927.