OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

FIGURAS Y ASPECTOS DE LA VIDA MUNDIAL III

 

       

EL TRAMONTO DE PRIMO DE RIVERA*

 

 

Con escepticismo de viejo mundano, no exento aún del habitual alarde fanfarrón, el Marqués de Estella prepara su partida del poder. El año 1930 señalará la liquidación de la dictadura militar, inaugurada con hueca retórica fascista hace seis años.

Estos seis años de administración castrense debían haber servido según el programa de Primo de Rivera, para una completa transformación del régimen político y constitucional de España. Pero ésta es, precisamente, la promesa que no ha podido cumplir. Después de seis años de vacaciones, no muy alegres ni provechosas, la monarquía española regresa prudentemente a la vieja legalidad. El proyecto de reforma constitucional, boycoteado por los partidos, ha sido abandonado. Primo de Rivera no ha podido persuadir al rey de que debe correr hasta el final esta juerga. El rey prefiere restaurar, con gesto arrepentido, la antigua constitución y los antiguos partidos. A este mísero resultado llega una jactanciosa aventura que se propuso nada menos que el entierro de la vieja política.

Unamuno puede reír del tragicómico acto final de esta triste farsa con legítimo gozo de profeta. Los que encuentran siempre razones para vivir al minuto, pensando que "lo real es racional", declararon exagerada y hasta ridícula la campaña de Unamuno en Hendaya. El filósofo de Salamanca, según ellos, debía comportarse con más diplomática reserva. Sus coléricas requisitorias no les parecían de buen tono. Ahora quien da "zapatetas en el aire" no es el gran desterra­do de Hendaya. Es el efímero e ineficaz dicta­dor de España que, en el poder todavía, hace el balance de su gobierno frustrado. Sirvió hace seis años a su rey para una escapatoria de mo­narca calavera. Y ahora su rey lo licencia, para volver a la constitucionalidad.

La dictadura flamenca del Marqués de Este­lla no ha cumplido siquiera el propósito de jubi­lar definitivamente a los viejos políticos. Los más acatarrados liberales y conservadores se aprestan a reanudar el rutinario trabajo inte­rrumpido en 1923. Primo de Rivera es un jugador que ha perdido la partida. No jugaba por cuenta suya, sino por la del rey. Y Alfonso XIII no le ha dejado al menos terminar su juego.

 


 

NOTA:

 

* Publicado en Mundial. Lima, 11 de Enero de 1930, en la sección "Lo que el cable no dice".