OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

LA ESCENA CONTEMPORANEA

  

     

EL SENTIDO HISTORICO DE LAS ELECCIONES INGLESAS DE 1924

 

 

Seria y objetivamente consideradas, las elecciones inglesas de 1924 son un hecho histórico mucho más trascendente, mucho más grave que una mera victoria de los viejos tories.1 Significan la liquidación, definitiva acaso, del secular sistema político de los whigs2 y los tories. Es­te sistema bipartito funcionó, más o menos rítmicamente, hasta la guerra mundial. La postguerra aceleró el engrosamiento del partido la­borista y produjo, provisoriamente, un sistema tripartito. En las elecciones de 1923 ninguno de los tres partidos consiguió mayoría parlamentaria. Llegaron así los laboristas al poder que han ejercido controlados no por una sino por dos oposiciones. Su gobierno ha sido un episodio tran­sitorio dependiente de otro episodio transitorio: el sistema tripartito.

Con las nuevas elecciones no es sólo el gobier­no lo que cambia en Inglaterra. Lo que cambia, sobre todo, íntegramente, es el argumento y el juego de la política británica. Este argumento y ese juego no son ya una dulce beligerancia y un cortés diálogo entre conservadores y liberales. Son ahora un dramático conflicto y una acérrima polémica entre la burguesía y el proletariado. Hasta la guerra, la burguesía británica domina­ba íntegramente la política nacional, desdoblada en dos bandos, en dos facciones. Hasta la guerra, se dio el lujo de tener dos ánimas, dos mentalidades dos cuerpos. Ahora ese lujo, por primera vez en su vida, le resulta inasequible. Estos terribles tiempos de carestía la constriñen a la economía, al ahorro, a la cooperación.

Los que actualmente tienen derecho para son­reír son, por ende, los críticos marxistas. Lan elecciones inglesas confirman las aserciones de la lucha de las clases y del materialismo histórico. Frente a frente no están hoy, como antes, dos partidos sino dos clases.

El vencido no es el socialismo sino el liberalismo. Los liberales y los conservadores han necesitado entenderse y unirse para batir a los laboristas. Pero las consecuencias de este pacto las han pagado los liberales. A expensas de los liberales, los conservadores han obtenido una mayoría parlamentaria que les consiente acaparar solos el gobierno. Los laboristas han perdido diputaciones que los conservadores y liberales no les han disputado, esta vez, separada sino mancomunadamente. El conchabamiento de conservadores y liberales, ha disminuido su poder parlamentario; no su poder electoral. Los liberales, en tanto, han visto descender junto con el número de sus diputados el número de sus electores. Su clásica potencia parlamentaria ha quedado prácticamente anulada. El antiguo partido liberal ha dejado de ser un partido de gobierno. Privado hasta de su líder Asquith, es actualmente una exigua y decapitada patrulla parlamentaria.

Este es, evidentemente, el sino del liberalismo en nuestros tiempos. Donde el capitalismo asume la ofensiva contra la revolución, los liberales son absorbidos por los conservadores. Los liberales británicos han capitulado hoy ante los tories, como los liberales italianos capitularon ayer ante los fascistas. También la era fascista se inauguró con el consenso de la mayoría de la clase burguesa de Italia. La burguesía deserta en todas partes del liberalismo.

La crisis contemporánea es una crisis del Estado demo-liberal. La Reforma protestante y el liberalismo han sido el motor espiritual y político de la sociedad capitalista. Quebrantando el régimen feudal, franquearon el camino a la economía capitalista, a sus instituciones y a sus máquinas. El capitalismo necesitaba para prosperar que los hombres tuvieran libertad de conciencia y libertad individual. Los vínculos feudales estorbaban su crecimiento. La burguesía abrazó, en consecuencia, la doctrina liberal. Armada de esta doctrina, abatió la feudalidad y fundó la democracia. Pero la idea liberal es esencialmente una idea crítica, una idea revolucionaria. El liberalismo puro tiene siempre alguna nueva libertad que conquistar y alguna nueva revolución que proponer. Por esto, la burguesía, después de haberlo usado contra la feudalidad y sus tentativas de restauración, empezó a considerarlo excesivo, peligroso e incómodo. Mas el liberalismo no puede ser impunemente abandonado. Renegando de la idea liberal, la sociedad capitalista reniega de sus propios orígenes. La reacción conduce como en Italia a una restauración anacrónica de métodos medioevales. El poder político, anulada la democracia es ejercido por condottieri y dictado res de estilo medioeval. Se constituye, en suma, una nueva feudalidad. La autoridad prepotente y caprichosa de los condottieri que a veces se sienten cruzados, que son en muchos casos gente de mentalidad rústica, aventurera y marcial no coincide, frecuentemente, con los intereses de la economía capitalista. Una parte de la burguesía, como acontece presentemente en Italia, vuelve con nostalgia los ojos a la libertad y a la democracia.

Inglaterra es la sede principal de la civilización capitalista. Todos los elementos de este orden social han encontrado allí el clima más conveniente a su crecimiento. En la historia de Inglaterra se conciertan y combinan, como en la historia de ningún otro pueblo, los tres fenómenos solidarios o consanguíneos: capitalismo, protestantismo y liberalismo. Inglaterra es el único país donde la democracia burguesa ha llegado a su plenitud y donde la idea liberal y sus consecuencias, económicas y administrativas, han alcanzado todo su desarrollo. Más aún. Mientras el liberalismo sirvió de combustible del progreso capitalista, los ingleses eran casi unánimemente liberales. Poco a poco, la misma lucha entre conservadores y liberales perdió su antiguo sentido. La dialéctica de la historia había vuelto a los conservadores algo liberales y a los liberales algo conservadores. Ambas facciones continuaban chocando y polemizando, entre otras cosas, por que la política no es concecible de otro modo. La política, como dice Mussolini, no es un monólogo. El gobierno y la oposición son dos fuerzas y dos términos idénticamente necesarios. Sobre todo, el Partido Liberal alojaba en sus rangos a elementos de la clase media y de la clase proletaria, espontáneamente antitéticos de los elementos de la clase capitalista, reunidos en el Partido Conservador. En tanto que el Partido Liberal conservó este contenido social, mantuvo su personalidad histórica. Una vez que los obreros se independizaron, una vez que el Labour Party entró en su mayor edad, concluyó la función histórica del Partido Liberal. El espíritu crítico y revolucionario del liberalismo trasmigró del Partido Liberal al partido obrero. La facción, escindida primero, soldada después, de Asquith y Lloyd George, dejó de ser el vaso o el cuerpo de la esencia inquieta y volátil del liberalismo. El liberalismo, como fuerza crítica, como ideal renovador se desplazó gradualmente de un organismo envejecido a un organismo joven y ágil. Ramsay Mac Donald, Sydney Webb, Phillipp Snowden, tres hombres sustantivos del ministerio laborista derrotado en la votación, proceden espiritual e ideológicamente de la matriz liberal. Son los nuevos depositarios de la potencialidad revolucionaría del liberalismo. Prácticamente los liberales y los conservadores no se diferencian en nada. La palabra liberal, en su acepción y en sus usos burgueses, es una palabra vacía. La función de la burguesía no es ya liberal sino conservadora. Y, justamente, por esta razón, los liberales ingleses no han sentido ninguna repugnancia para conchabarse con los conservadores. Liberales y conservadores no se confunden y uniforman al azar, sino porque entre unos y otros han desaparecido los antiguos motivos de oposición y de contraste.

El antiguo liberalismo ha cumplido su trayectoria histórica. Su crisis se manifiesta con tanta evidencia y tanta intensidad en Inglaterra, precisamente porque en Inglaterra el liberalismo ha armado a su más avanzado estadio de plenitud. No obstante esta crisis, no obstante su gobierno conservador, Inglaterra es todavía la nación más liberal del mundo. Inglaterra es aún el país del libre cambio. Inglaterra es, en fin, el país donde las corrientes subversivas prosperan menos que en ninguna parte y donde, por esto, es menor su persecución. Los más incandescentes oradores comunistas ululan contra la burguesía en Trafalgar Square y en Hyde Park, en la entraña de Londres. La reacción en una nación de este grado de democracia no puede vestirse como la reacción italiana, ni puede pugnar por la vuelta de la feudalidad con cachiporra y camisa negra. En el caso británico, la reacción es tal, no tanto por el progreso adquirido, que anula, como por el progreso naciente, que frustra o retarda.

El experimento laborista, en suma, no ha sido inútil, no ha sido estéril. Lo será, acaso, para los beocios que creen que una era socialista se puede inaugurar con un decreto. Para los hombres de pensamiento no. El fugaz gobierno de Mac Donald ha servido para obligar a los liberales y a los conservadores a coaligarse y para liquidar, por ende, la fuerza equívoca de los liberales. Los obreros ingleses, al mismo tiempo, se han curado un poco de sus ilusiones democráticas y parlamentarias. Han constatado que el poder gubernamental no basta para gobernar al país. La prensa es, por ejemplo, otro de los poderes de que hay que disponer. Y, como lo observaba hace pocos años Caillaux, la prensa rotativa es una industria reservada a los grandes capitales. Los laboristas, durante varios meses, han estado en el gobierno; pero no han gobernado. Su posición parlamentaria no les ha consentido actuar, sino en algunos propósitos preliminares de la política de reconstrucción europea, compartidos o admitidos por los liberales.

Los resultados administrativos del experimento han sido escasos; pero los resultados políticos han sido muy vastos. La disolución del Partido Liberal predice, categóricamente, la suerte de los partidos intermedios, de los grupos centristas. El duelo, el conflicto entre la idea conservadora y la idea revolucionaria, ignora y rechaza un tercer término. La política, como todas las cosas, tiene únicamente dos polos. Las fuerzas que están haciendo la historia contemporánea son, también solamente dos.


NOTAS:

 

1 Nombre que se da al Partido Conservador inglés.

2 Nombre que se da al Partido Liberal inglés.