OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

LA ESCENA CONTEMPORANEA

  

    

LES ENCHAINEMENTS1

 

 

¿Les Enchainements, el nuevo libro de Henri Barbusse, es una novela o un poema? He ahí una cuestión que preocupa a la crítica. La crítica necesita, ordinariamente, antes de juzgar una obra, entenderse sobre su género. Pero, en este caso, la averiguación me parece un poco banal. Les Enchainements no se deja encerrar en ninguna de las casillas de la técnica literaria. Barbusse nos advierte en el prefacio de su obra de la dificultad de clasificarla. Como un Dante de su época, el poeta de Le Feu ha descendido al abismó del dolor universal. Ha penetrado en la realidad profunda de la historia. Ha interrogado a las muchedumbres de todas las edades. Y luego, ha reconstruido, encadenando sus episodios, la unidad de la tragedia humana para escribir este poema o esta novela, ha tenido que "aventurarse en un plan nuevo". "Cuando he ensayado condensar la evocación múltiple —escribe— me ha parecido tocar a tiendas formas de arte diversas: la novela, el poema, el drama y aun la gran.perspectiva cinematográfica y la eterna tentación del fresco".

Se encuentra realmente, en Les Enchainements, elementos de todos estos medios de expresión artística. El nuevo libro de Barbusse no se ajusta a ninguna receta. Paul Souday lo anexa al género del Fausto de Goethe y de Las Tentaciones de San Antonio de Flaubert. Su sagacidad crítica esquiva los riesgos de una clasificación más específica.

En Les Enchainements la novela es un pretexto. El protagonista es un pretexto también. El poeta Serafín Tranchel no vive casi su vida actual. Revive su vida de otros siglos. Es un caso de individuo en quien se despierta la memoria ancestral, Barbusse aplica en su novela una teoría científica. La teoría de que "todas las impresiones sin excepción no solamente quedan inscritas, en potencia y en estado latente, en el cerebro, sino que se trasmiten integralmente de individuo a individuo". Y aquí surge, seguramente, para algunos, otra cuestión de procedimiento estético. ¿Se debe hacer intervenir a la ciencia en una obra de imaginación? El debate sería superfluo. La cuestión resulta impertinente, extraña, desplazada. Una obra de estas proporciones tenía que llevar el sello de la época y de la civilización a que pertenece. Tenía que representar la sensibilidad y cultura de un hombre de Occidente. Criatura de su siglo, Barbusse no podía explicarse sino científicamente las reminiscencias, los recuerdos ancestrales de su personaje. De otra suerte habría flotado en la atmósfera de la novela algo de esotérico, algo de sobrenatural que habría deforman do sus líneas. Ninguno de los ingredientes del laboratorio de Maeterlinck podía servir a Barbusse. La convención empleada simplifica, además, extremamente la arquitectura de Les Enchainements. Las visiones, las evocaciones de Serafín Tranchel se suceden, nítidas, lúcidas, plásticas, sin ningún nexo artificioso. Barbusse nos conduce parsimoniosamente por el Infierno, el Cielo y el Purgatorio. Su técnica suprime el viaje. De una edad nos hace pasar a otra edad. En cada episodio, en cada cuadro, el mismo drama reaparece, dentro de un decorado distinto. No hay transiciones, no hay intervalos extraños a ese drama. Esto es lo que Les Enchainements tienen de cinematográfico, en la acepción noble de este adjetivo. Pero cada episodio, cada cuadro no es una titilante y fugitiva visión cinematográfica. Es un gran fresco. Las figuras no son escultóricas como las de los frescos de Miguel Angel. Tienen más bien esa especie de vaguedad de los frescos de Puvis de Chavannes. Esa especie de vaguedad que tienen casi siempre los protagonistas barbussianos.

La técnica toda de Les Enchainements, si se ahonda en su génesis, es esencial y típicamente barbussiana. Barbusse emplea en esta obra el método de sus obras anteriores. Le Feu no es tampoco una novela. Es una crónica de las trincheras. Es un relato del horror bélico. El procedimiento de Les Enchainements está, si se quiere, bosquejado en L'Enfer. El personaje, más qué como un actor, se comporta como un espectador del drama humano que, por ser el drama de todos, es también su propio drama. Pero no hay en él solamente un espectador, sino, sobre todo, un iluminado, un vidente. Bajo las apariencias falaces de la vida, sus ojos aprehenden una eterna verdad trágica. En todos los hechos que contempla late una emoción idéntica.

Nuestra época aparecía, literariamente, como una época de decadencia del género épico. Barbusse sin embargo, ha escrito una obra épica. Epica porque se inspira en un sentimiento multitudinario. Epica porque tiene el acento de una canción de gesta. Nada importa que, al mismo tiempo, sea lírica como un evangelio. La preceptiva ha deformado demasiado el sentido de le épico y de lo lírico, con sus rígidas y escuetas definiciones. La épica renace. Pero no es ya la misma épica de la civilización capitalista. Es la épica larvada, e informe todavía, de la civilización proletaria. El literato del mundo que tramonta no logra casi asir sino lo individual. Su literatura se recrea en la descripción sutil de un estado de alma, en la degustación voluptuosa de un pecado o de un goce, en un juego mórbido de la fantasía. Literatura psicológica. Literatura psicoanalítica que elige sus sujetos en la costra enferma del planeta. Para el literato de la revolución existen otras categorías humanas y otros valores universales. Su mirada no descubre sólo los seres de excepción de la superficie. Vuela hacia otros ámbitos. Explora otros horizontes. El artista de la revolución siente la necesidad de interpretar el sueño oscuro de la masa, la ruda gesta de la muchedumbre. No le interesa, exclusiva y enfermizamente, el caso: le interesa, panorámica y totalmente, la vida. La vieja épica, era la exaltación del héroe; la nueva épica será la exaltación de la multitud. En sus cantos, los hombres dejarán de ser el coro anónimo e ignorado del hombre.

Vivimos todavía demasiado presos, dentro de los confines de una literatura decadente y moribunda, para presentir o concebir los contornos y los colores de un arte nuevo, en embrión, en potencia apenas. El propio. Barbusse procede, por ejemplo, de una escuela decadente de cuya influencia no puede hasta ahora liberarse del todo. Mas Les Enchainements no es un fenómeno solitario en la historia contemporánea. Aparecen desde hace tiempo signos precursores de un arte que, como las catedrales góticas, reposará sobre una fe multitudinaria. En algunos poemas de Alejandro Blok —enfant du siécle como Barbusse— en Los Escitas, verbigracia, se siente ya el rumor caudaloso de un pueblo en marcha. Vladimir Mayaskowski, el poeta de la revolución rusa, preludia, más tarde, en su poema 150'000.000 una canción de gesta. Los animadores del nuevo teatro ruso ensayan en Moscú representaciones en que intervienen millares de personas y que Bertrand Russell comparó con los Misterios2 de la Edad Media poza su carácter imponente y religioso. El siglo del Cuarto Estado, el siglo de la revolución social, prepara los materiales de su épica y de Sus epopeyas ¿La misma guerra mundial no ha reclamado acaso el máximo homenaje para un símbolo de la masa: el soldado desconocido?

Ningún literato de Occidente manifiesta en su arte, la misma ternura por él hombre, la misma pasión por la muchedumbre que Henri Barbusse. El autor de L'Enfer, no se muestra atraído por el personaje. Se muestra atraído por los hombres. El argumento de todas las páginas es el drama humano. Drama uno y múltiple. Drama de todas las edades. Barbusse reivindica, con .infinito amor, con vigorosa energía, la gloria humilde de la muchedumbre: «Es la cariátide —escribes— que ha cargado sobre su cuello toda la historia dorada de los otros».

En Les Enchainements este sentimiento aflora a cada instante. "Busca la aventura prodigiosa del número... Las multitudes que hacen la guerra... Las multitudes que hacen las cosas... El número ha cambiado la faz de la naturaleza. El número ha producido las ciudades. Las masas oscuras son la base de las montañas, el mundo se ensombrece gradualmente como una tempestad. Las líneas convergentes de las rutas, los tráficos y las expediciones se hunden en los bajos fondos, de los cuales se extrae la fuerza, la vida y la alteza misma de los reyes. Yo veo, semihundida en la tierra, semiahogada en el aire, a la cariátide".

Este sentimiento constituye el fondo del nuevo libro de Barbusse. Les Enchainements es el drama de la cariátide. Es la novela de este Atlas que porta el mundo sobre sus espaldas curvadas y sangrantes. Y este sentimiento distingue la épica de Barbusse de la épica antigua, de la épica clásica. Barbusse ve en la Historia lo que los demás tan fácilmente ignoran. Ve el dolor, ve el sufrimiento, ve la tragedia. Ve la trama oscura y gruesa sobre la cual, olvidándola y negándola, bordan algunos hombres sus aventuras y su fama. La historia es una colección de biografías ilustres. Barbusse escruta sus dessous.3 En su libro todas las grandes ilusiones, todos los grandes mitos de la humanidad dejan caer su máscara. La revelación divina, la palabra rebelde, no han perdurado nunca puras. Han sido, por un instante, una esperanza. Han parecido renovar y redimir al mundo. Pero, poco a poco, han envejecido. Se han petrificado en una fórmula. Se han desvanecido en un rito. "La verdad no ha prevalecido contra el error sino a fuerza de parecérsele".

El ritmo del libro es doloroso. Sus visiones, como las de L'Enfer, son acerbamente dramáticas. Pero, libro pesimista como todos los de los profetas, como todos los de las religiones, Les Enchainements encierra una iluminada y suprema promesa. La verdad no ha triunfado antes porque no ha sabido ser la verdad de los pobres. Ahora se acerca, finalmente, el reino de los pobres, de los miserables, de los esclavos. Ahora la verdad viene en los brazos rudos de Espartaco. "El pueblo que del hombre no tenía sino el olor y que el hombre forzaba a no pensar sino con su carne; el número, anónimo como la tierra y como el agua, el gran muerto ha adquirido conciencia de sí mismo". Barbusse escucha la música furiosamente dulce de la Revolución. "He aquí —exclama— que vibra sonora esta cosa, este espectáculo: Debout les damnés de la terrel".4 El libro se cierra con una invocación a todos los hombres: Par sagesse, par pitié, revol­tes vous.5

¿Ha escrito Barbusse una obra maestra, su obra maestra? Otra pregunta impertinente. Les En­chainements es un libro de excepción que no es posible medir con las medidas comunes. Su pues­to en la historia de la literatura no depende de su contingente mérito artístico que es, por su­puesto, altísimo. Depende de, que, llegue o no a ser un evangelio de la Revolución, una profecía del porvenir. Y de que consiga encender en mu­chas almas la llama de una fe y crispar mudaos puños en un gesto de rebeldía.


NOTAS:

 

1 Los Encadenamientos. (Traducción literal).

2 Representaciones teatrales de tipo religioso.

3 Debajo. Aquí debe entenderse como interioridades.

4 De píe, los malditos del mundo.

5 Por prudencia, por piedad, insurreccionaos.