OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

LA ESCENA CONTEMPORANEA

  

   

MUSSOLINI Y EL FASCISMO

 

 

FASCISMO y Mussolini son dos palabras con­sustanciales y solidarias. Mussolini es el anima­dor, el líder, el duce1 máximo del fascismo. El fascismo es la plataforma, la tribuna y el carro de Mussolini. Para explicarnos una parte de este episodio de la crisis europea, recorramos rápidamente la historia de los fasci2 y de su caudillo.

Mussolini, como es sabido, es un político de procedencia socialista. No tuvo dentro del socialismo una posición centrista ni templada sino una posición extremista e incandescente. Tuvo un rol consonante con su temperamento. Porque Musso­lini es, espiritual y orgánicamente, un extremista. Su puesto está en la extrema izquierda o en la extrema derecha. De 1910 a 1911 fue uno de los líderes de la izquierda socialista. En 1912 dirigió la expulsión del hogar socialista de cuatro di­putados partidarios de la colaboración ministe­rial: Bonomi, Bissolati, Cabrini y Podrecca. Y ocupó entonces la dirección del Avanti3 Vinie­ron 1914 y la Guerra. El socialismo italiano re­clamó la neutralidad de Italia. Mussolini, inva­riablemente inquieto y beligerante, se rebeló contra el pacifismo de sus correligionarios. Pro­pugnó la intervención de Italia en la guerra. Dio, inicialmente, a su intervencionismo un punto de vista revolucionario. Sostuvo que extender y exasperar la guerra era apresurar la revolución europea. Pero, en realidad, en su intervencionismo latía su psicología guerrera que no podía avenirse con una actitud tolstoyana4 y pasiva de neutralidad. En noviembre de 1914. Mussolini abandonó la dirección del Avanti y fundó en Milán Il Popolo d'Italia para preconizar el ata­que a Austria. Italia se unió a la Entente.5 Y Mussolini, propagandista de la intervención, fue también un soldado de la intervención.

Llegaron la victoria, el armisticio, la desmovili­zación. Y, con estas cosas, llegó un período de desocupación para los intervencionistas. D'An­nunzio nostálgico de gesta y de epopeya, aco­metió la aventura de Fiume. Mussolini creó los fasci di combetimento: haces o fajos de com­batientes. Pero en Italia el instante era revolu­cionario y socialista. Para Italia la guerra había sido un mal negocio. La Entente le había asig­nado una magra participación en el botín. Olvi­dadiza de la contribución de las armas italianas a la victoria, le habla regateado tercamente la posesión de Fiume. Italia, en suma, había salido de la guerra con una sensación de descontento y de desencanto. Se realizaron, bajo esta influen­cia, las elecciones. Y los socialistas conquistaron 155 puestos en el parlamento. Mussolini, candi­dato por Milán, fue estruendosamente batido por los votos socialistas.

Pero esos sentimientos de decepción y de de­presión nacionales eran propicios a una violenta reacción nacionalista. Y fueron la raíz del fascis­mo. La clase media es peculiarmente accesible a los más exaltados mitos patrióticos. Y la clase media italiana, además, se sentía distante y adversaria de la clase proletaria socialista. No le perdonaba su neutralismo. No le perdonaba los altos salarios, los subsidios del Estado, las leyes sociales que durante la guerra y después de ella había conseguido del miedo a la revolución. La clase media se dolía y sufría de que el proletariado neutralista y hasta derrotista, resultase usufructuario de una guerra que no había querido. Y cuyos resultados desvalorizaba, empequeñecía y desdeñaba. Estos malos humores de 1a clase media encontraron un hogar en el fascismo. Mussolini atrajo, así la clase media a sus fasci di combatimento.

Algunos disidentes del socialismo y del sindicalismo se enrolaron en los fasci aportándoles su experiencia y su destreza en la organización y captación de masas. No era todavía el fascismo una secta programática y conscientemente reaccionaria y conservadora. El fascismo, antes bien, se creía revolucionario, Su propaganda tenía matices subversivos y demagógicos. El fascismo, por ejemplo, ululaba contra los nuevos ricos. Sus principios tendencialmente republicanos y anticlericales estaban impregnados del confusionismo mental de la clase media que, instintivamente descontenta y disgustada de la burguesía, es vagamente hostil al proletariado. Los socialistas italianos cometieron el error de no usar sagaces armas políticas para modificar la actitud espiritual de la clase media. Más aún. Acentuaron la enemistad entre el proletariado y la piccola borghesia.6 desdeñosamente tratada y motejada por algunos hieráticos teóricos de la ortodoxia revolucionaria.

Italia entró en un período de guerra civil. Asustada por las chances de la revolución, la burguesía armó, abasteció y, estimuló solícitamente al fascismo. Y lo empujó a la persecución truculenta del socialismo, a la destrucción de los sindicatos y cooperativas revolucionarias, al quebrantamiento de huelgas e insurrecciones, El fascismo se convirtió así en una milicia numerosa y aguerrida. Acabó por ser más fuerte que el Estado mismo. Y entonces reclamó el poder. Las brigadas fascistas conquistaron Roma. Mussolini, en "camisa negra",7 ascendió al gobierno, constriñó a la mayoría del parlamento a obe­decerle, inauguró un régimen y una era fascista.

Acerca de Mussolini se ha hecho mucha no­vela y poca historia. A causa de su beligerancia politice, casi no es posible una definición obje­tiva y nítida de su personalidad y su figura. Unas definiciones son ditirámbicas y cortesanas; otras definiciones son rencorosas y panfletarias. A Mussolini se le conoce, episódicamente, a tra­vés de anécdotas e instantáneas. Se dice, por ejemplo, que Mussolini es el artífice del fascismo. Se cree que Mussolini ha "hecho" el fascismo. Ahora bien, Mussolini es un agitador avezado, un organizador experto, un tipo vertiginosamen­te activo. Su actividad, su dinamismo, su tensión, influyeron vastamente en el fenómeno fascista. Mussolini, durante la campaña fascista, hablaba un mismo día en tres o cuatro ciudades. Usaba el aeroplano para saltar de Roma a Pisa, de Pisa a Bolonia, de Bolonia a Milán. Mussolini es un tipo volitivo, dinámico, verboso, italianisimo, sin­gularmente dotado para agitar masas y excitar muchedumbres. Y fue el organizador, el anima­dor, el condottiere8 del fascismo. Pero no fue su creador, no fue su artífice. Extrajo de un estado de ánimo un movimiento político; pero no modeló este movimiento a su imagen y semejanza. Mussolini no dio un espíritu, un programa, al fascismo. Al contrario, el fascismo dio su espíritu a Mussolini. Su consustanciación, su identificación ideológica con los fascistas, obligó a Mussolini a exonerarse, a purgarse de sus últimos re­siduos socialistas. Mussolini necesitó asimilar, ab­sorber el antisocialismo, el chauvinismo de la clase media para encuadrar y organizar a ésta en las filas de los fasci di combattimento. Y tuvo que definir su política como una política reaccionaria, anti-socialista, anti-revolucionaria. El caso de Mussolini se distingue en esto del caso de Bonomi, de Briand y otros ex-socialistas.9 Bonomi, Briand, no se han visto nunca forzados a romper explícitamente con su origen socialista. Se han atribuido, antes bien, un socialismo mínimo, un socialismo homeopático. Mussolini, en cambio, ha llegado a decir que se ruboriza de su pasado socialista como se ruboriza un hombre maduro de sus cartas de amor de adolescente. Y ha saltado del socialismo más extremo al conservatismo más extremo. No ha atenuado, no ha reducido su socialismo; lo ha abandonado total e integralmente. Sus rumbos económicos, por ejemplo, son adversos a una política de intervencionismo, de estadismo, de fiscalismo. No aceptan el tipo transaccional de Estado capitalista y empresario: tienden a restaurar el tipo clásico de Estado recaudador y gendarme. Sus puntos de vista de hoy son diametralmente opuestos a sus puntos de vista de ayer. Mussolini era un convencido ayer como es un convencido hoy. ¿Cuál ha sido el mecanismo a proceso de su conversión de una doctrina a otra? No se trata de un fenómeno cerebral; se trata de un fenómeno irracional. El motor de este cambio de actitud ideológica no ha sido la idea; ha sido el sentimiento. Mussolini no se ha desembarazado de su socialismo, intelectual ni conceptualmente. El socialismo no era en él un concepto sino una emoción, del mismo modo que el fascismo tampoco es en él un concepto sino también una emoción. Observemos un dato psicológico y fisonómico: Mussolini no ha sido nunca un cerebral, sino más bien un sentimental, En la política, en la prensa, no ha sido un teórico ni un filósofo sino un retórico y un conductor. Su lenguaje no ha sido programática, principista, ni científico, sino pasional, sentimental. Los más flacos discursos de Mussolini han sido aquéllos en que ha intentado definir la filiación, la ideología del fascismo. El programa del fascismo es confuso, contradictorio, heterogéneo: contiene, mezclados péle-méle,10 conceptos liberales y conceptos sindicalistas. Mejor dicho, Mussolini no le ha dictado al fascismo un verdadero programa; le ha dictado un plan de acción.

Mussolini ha pasado del socialismo al fascismo, de la revolución a la reacción, por una vía sentimental, no por una vía conceptual. Todas las apostasías históricas han sido, probablemente, un fenómeno espiritual. Mussolini, extremista de la revolución, ayer, extremista de la reacción hoy, no recuerda a Juliano. Como este Emperador, personaje del Ibsen y de Merezkovskij, Mussolini es un Ser inquieto, teatral, alucinado, supersticioso y misterioso que se ha sentido elegido por el Destino para decretar la persecución del dios nuevo y reponer en su retablo los moribundos dioses antiguos.  


NOTAS:

1 Duce, voz italiana de origen latino, de dux, Jefe en la República medieval de Venecia. Este nombre se arrogó Mussolini para significar su pretensión de conductor del fascismo.

2 Fasci, del latin fax, haz. Se refiere aquí a la agrupa­ción política.

3 Avanti, nombre del diario socialista italiano.

4 Referencia al novelista ruso León Nikolayevich, Conde de Tostoy, quien predicaba un tipo de cristianismo de no resistencia al mal y aceptación del dolor del hombre.

5 La Entente es el nombre que adoptó la alianza de Inglaterra, Francia y Rusia zarista contra Alemania.

6 Piccola burghesia, estrato social que comprende a los individuos situados entre el proletariado y la burguesía: pequeña burguesia.

7 La camisa negra era el uniforme fascista.

8 En italiano moderno condottiero, caudillo.

9 colaboracionistas con los ministerios burgueses. Briand representó, en Francia, esta tendencia.

10 Confusamente.