OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

LA NOVELA Y LA VIDA

 

   

SERPENTINAS1

 

I

Los tres días de neo-carnaval son, en verdad, tres días únicos de educación de­mocrática. Cada pueblo del Perú tiene sus reinas, cada reina sus azafatas, cada, aza­fata sus trovadores. La realeza y sus ca­tegorías anexas se ponen al alcance del Demos. Las usanzas, los fueros y las co­ronas de la aristocracia se democratizan.

Esta familiaridad periódica con la rea­leza, esta profusión anual de monarquías, son, seguramente, saludables y pedagógicas. Hacen de la monarquía un artículo de carnaval.

II

El nuevo estilo del carnaval tiene, sin embargo, una desventaja. Las monarquías se vuelven una cosa festiva; pero los car­navales se vuelven una cosa seria. Lima parece próxima a no tomar en serio la realeza; pero a tomar, en cambio, un po­co en serio el carnaval. El carnaval em­pieza a adquirir la solemnidad de un rito. El humorismo de Lima corre, en este epi­sodio anual, el grave riesgo de ser des­mentido. Vamos a constatar, finalmente, que Lima no es una ciudad humorista, sino sólo una ciudad un poco maliciosa. Que Lima es, tal vez, algo precoz; pero siem­pre muy infantil.

III

El neo-carnaval deberla consternar a nuestros pasadistas. Los disfraces nos en­señan que el pasado no puede resucitar sino carnavalescamente. El Pasado es una guardarropía. No es posible restaurar el Pasado. No es posible reinventarlo. Es posible únicamente parodiarlo. En nuestra retina, el Presente es una instantánea: el Pasado es una caricatura.

IV

La vida no readmite el Pasado sino en el carnaval o en la comedia. Unicamente en el carnaval reaparecen todos los trajes del Pasado. En esta restauración festiva, precaria no suspira ninguna nostalgia: ríe a carcajadas el Presente.

Iconoclastas no son, por ende, los hom­bres; iconoclasta es la vida.

V

En el carnaval conviven la moda del Re­nacimiento y la moda rococó con la moda moderna. El carnaval, en apariencia, anu­la el tiempo; pero, en realidad, lo con­trasta. Un traje de cruzado, que en la Edad Media era un traje dramático, en nuestra época es un traje cómico.

VI

El carnaval ha reforzado su guardarro­pía con los disfraces de Ku-Klux-Klan.2 Es­ta es otra prueba de que el Ku-Klux-Klan pertenece, inequívocamente, al Pasado. El carnaval ha clasificado el traje ku-klux­klan como un traje cómico. Como un traje de baile de máscaras. Indudablemente, el carnaval es revolucionario. Parodia y mimo de un episodio de la Reacción.

VII

La democracia de París se somete de buen grado, en carnaval, al reinado de una dactilógrafa o de una modista. La au­toridad de una midinette3 resulta, en es­tos días, más efectiva y más extensa que la de una princesa orleanista de la cliente de L'Action Francaise.4 El Demos es como aquel personaje de Bernard Shaw —Pigmalión—que gustaba de tratar a una duquesa como si fuera una florista y a una florista como si fuese una duquesa. La Revolución rusa, por ejemplo, de más de una duquesa ha hecho una kellnerin.5 A Clovis6 —reaccionario convicto— y a mí —revolucionario confeso— nos ha servido el café, en un restaurante ruso de Roma, una de estas kellnerin.

Si un traje de la corte de Luis XV es, en nuestro tiempo, un traje de carnaval, una idea de la corte de Luis XV debe ser también una idea de carnaval. ¿Por qué si se admite que han envejecido los trajes de una época, no se admite igualmente que han envejecido sus ideas y sus instituciones? La equivalencia histórica de una enagua de Madame Pompadour y una opinión de Luis XV me parece absoluta. (La influencia de Oswald Spengler es extraña a este juicio).

IX

La monarquía se ha realizado en el Perú, carnavalescamente, un siglo después de la República. Ameno y tardío epílogo del diálogo polémico de los políticos de la revolución de la Independencia.

X

A los nacionalistas a ultranza les tocaría reivindicar los derechos del acuático carnaval criollo. Les tocaría protestar contra este neo-carnaval postizo y extranjero, quieren probablemente adherirse a la tesis de que el nuevo carnaval es "un progreso de nuestra cultura".

XI

Valdelomar olvidó esta constatación en sus diálogos máximos:7 —El ático Momo se llama aquí Ño Carnavalón. Los tres días de carnaval son tres días del Demos. La fiesta de carnaval es una fiesta de la ca­lle. Sin embargo, la figura de la Libertad jacobina, de la Libertad del gorro frigio, no se libra de la burla carnavalesca. Sín­toma de que la Libertad no es ya una figura moderna, sino, más bien, una figu­ra clásica, anciana, inactual, un poco pa­sada de moda. Es indicio de un próximo golpe de estado en el carnaval. Este golpe de estado derrocará a la monarquía y proclamará, en los dominios del carnaval, la república. A partir de entonces no se elegirá una reina sino una presidente de la república del carnaval. Las reinas y sus cortes, con gran desolación de los trovadores románticos, resultarán monótonas y anticuadas. El humorista carnaval enrique­cerá su técnica con las formas democráti­cas y republicanas, envejecidas en la po­lítica. Ese será el último episodio de la decadencia de la democracia. 

 

 


NOTAS:

 

1 Publicado en Mundial: Lima, 27 de febrero de 1925.

2 Secta racista y esotérica norteamericana, ca­racterizada por sus atentados terroristas con­tra la raza negra.

3 Midinette, se llama a la modistilla que sale de su trabajo al mediodía.

4 Ver el ensayo del autor sobre L'Action Fran­caise en El Alma Matinal y otras estaciones del hombre de hoy.

5 Camarera.

6 Pseudónimo del escritor peruano Luis Varela y Orbegoso.

7 Nombre de una sección periodística que escribía Valdelomar en La Prensa (1917). «Los dialogantes: Manlio y Aristipo, eran, en realidad, Abraham Valdelomar y José Carlos Mariátegui, respectivamente». (Luis Fabio Xammar; Valdelomar: Signo). Los diálogos en tono filosófico, se impregnan del fino humorismo de su autor.