OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

PERUANICEMOS AL PERÚ

 

HACIA EL ESTUDIO DE LOS PROBLEMAS
PERUANOS*

 

 

En el haber de nuestra generación se puede y se debe ya anotar una virtud y un mérito: su creciente interés por el conocimiento de las cosas peruanas. El peruano de hoy se muestra más atento ala propia gen te y a la propia historia que el peruano de ayer. Pero esto no es una consecuencia de que su espíritu se clausure o se confine más dentro de las fronteras. Es, precisamente, lo contrario. El Perú contemporáneo tiene mayor contacto con las ideas y las emociones mundiales. La voluntad de renovación que posee a la humanidad se ha apoderado poco a poco, de sus hombres nuevos. Y de esta voluntad de renovación nace una urgen te y difusa aspiración a entender la realidad peruana.

Las generaciones pasadas no se caracterizaron únicamente por una escasa comprensión de nuestros problemas sino también por una débil comunicación con su época histórica. Apuntemos, en su descargo, un hecho: la época era diferente. Después de una larga epopeya revolucionaria, se estabilizaba y desarrollaba en el Occidente un régimen y un orden que entonces parecían más o menos definitivos. Él mundo, por otra parte, no se hallaba tan articulado como ahora. El Perú no aparecía tan incorpora­do como hoy en la historia o en la órbita de la civilización occidental.

Los intelectuales, en su mayor parte, componían una sumisa clientela de los he­rederos o los descendientes de la feudalidad colonial. Los intereses de esta casta les im­pedían descender de su desdeñoso y frívo­lo parnaso a la realidad profunda del Perú. Y quienes se rebelaban, instintiva o cons­cientemente, contra estos intereses de clase, no hundían tampoco la mirada en la rea­lidad social y económica. Su ideología —o su fraseología— se alimentaba de las abs­tracciones de la literatura de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

El radicalismo, por ejemplo, se agotó en un verbalismo panfletario, no "exento de benemerencia, pero condenado a la esterili­dad. El pierolismo, que arribó al poder, apoyado en las masas, se mostró más gaseoso aún en su doctrina. Piérola, de otro lado, hizo una administración civilista en sus cua­tro años de presidente constitucional. Su partido, a causa de este compromiso, se se­paró espiritualmente de la clase que, en sus primeras jornadas, pareció representar.

Le Pérou Contemporain de Francisco García Calderón estudió el Perú con un cri­terio más realista que el de las anteriores generaciones intelectuales. Pero García Cal­derón esquivó en Le Pérou Contemporain to­da investigación audaz, todo examen atrevido. Su libro se limitó a constatar, con un optimismo civilista, la existencia en el Perú de fuerzas de progreso. Las conclusiones de este estudio no tuvieron en atenta lo que yo mismo insisto en llamar la realidad profunda del Perú. García Calderón se contentaba, en 1906, con recetarnos el gobierno de una oligarquía ilustrada y práctica. Y con proponernos que nos preparásemos a acomodar muestra vida a las ventajas de un ferrocarril pan-americano que su previsión juzgaba entonces próximo a conectar de norte a sur, el continente y que, veinte años después, aparece todavía coma una perspectiva lejana. La historia ha querido qué, antes que, el ferrocarril pan-americano, atraviesen la historia del Perú otras avalanchas.

Víctor Andrés Belaúnde, en su juventud, reaccionando un poco contra la mediocridad universitaria, reclamó una orientación más realista y más peruana en la enseñanza superior. Pero Belaúnde no perseveró en este camino, Después de algunas escaramuzas, desistió de esta actitud beligerante. Hoy el Mercurio Peruano no dice ninguna de las cosas que Belaúnde dijo, en su juventud; sobre la vieja Universidad. Más aún, se siente obligado a decir al margen de un artículo mío, que no se le suponga solidario con una frase de ese artículo acerca de San Marcos. (Declaración, de otro lado, superflua, puesto que al público no se le ocurrirá nunca sospechar en el Mercurio Peruano concomitancia o solidaridad con mis ideas. El público sabe bien que la responsabilidad de mis ideas es totalmente mía. Que esta responsabilidad no compromete, en ninguna forma, a las revistas que muy cortés y muy gentilmente me cuentan entre sus colaboradores).

Pertenece a nuestra época la tendencia a penetrar, con mayor élan, en las cosas y los problemas peruanos. Este movimiento se esbozó, primero, en la literatura. Valdelomar, no obstante su elitismo y su aristocratismo literarios, extrajo sus temas y sus emociones más delicadas de la humilde y rústica tierra natal. No ignoró, en su literatura, como los melindrosos literatos de antaño, las cosas y los tipos plebeyos. Por el contrario, los buscó y los amó, a pesar de su inspiración decadente y un tanto d'anunnziana.

La Plaza del Mercado fue un día el tema de su humorismo y de su literatura. Posteriormente, César Falcón en su Plantel de Inválidos, reunió varios preciosos retazos de vida peruana. Y, como Valdelomar, supo manifestar un alegre desdén por los temas "distinguidos". La literatura se ha teñido, así, cada vez más de indigenismo. Los libros de López Albújar, de Luis E. Valcárcel y de Augusto Aguirre Morales, sobre los cuales me propongo escribir próximamente, son otros tantos documentos de este interesante fenómeno.

En la investigación científica, en la especulación teórica, se nota la misma tendencia. César Ugarte se ocupa, con sagacidad e inteligencia, del problema agrario, Julio Tello estudia, con penetración, la raza. Honorio Delgado, según mis noticias, tiene el propósito de emprender, metódicamente, un extenso e intenso estudio de la psicología indígena. Jorge Basadre y Luis Alberto Sánchez, en sus ensayos históricos, abandonan la rutina de la anécdota y de la crónica. Les preocupa la interpretación de los hechos; no su agnóstico relato. Jorge Basadre es autor de un estudio sobre la conscripción vial que señala un camino y un método a sus compañeros de la vanguardia universitaria. Y, recientemente, ha inaugurado en la Universidad Popular un curso de Historia Social del Perú. Un curso original, un curso nuevo, en el cual pondrá a prueba su aptitud para la investigación y la interpretación. A propósito de la Universidad Popular, no se debe olvidar que Haya de la Torre, uno de nuestros hombres nuevos, ha prestado, oreando ese centro de cultura, el mejor servicio al estudio de la "realidad profunda del Perú". El internacionalista siente, mejor que muchos nacionalistas, lo indígena, lo peruano. Lo indígena, lo peruano, que no es el esprit del jirón de La Unión ni de las tertulias limeñas, sino una cosa mucho más honda y mucho más trascendente.

 

 


 

NOTA:

 

* Publicado en Mundial, Lima, 10 de julio de 1925