OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

POEMAS A MARIATEGUI

     

JUAN RIOS

(peruano)(1914)

Poeta y dramaturgo limeño.

Obra: Canción de siempre (Lima, 1941); Mals­trom (Lima, 1941); La pintura contemporánea en el Perú (Lima, 1946); Don Qui­jote (Lima, 1948); Medea (Lima, 1951); Ayar Manko (Lima, 1954); y El reino sobre las tumbas (Lima, 1956).

Juan Ríos ha obtenido los siguientes premios: en 1946, Premio Nacional de Teatro por Don Quijote; en 1948, Premio Nacional de Poesía por 5 Poemas a la agonía; en 1950, Premio Nacional de Teatro por Ayar Manko; en 1953, Premio Nacional de Poesía, por 5 Cantos al Destino del Hombre; y en 1954, Premio Nacional de Teatro por El Mar.

El Mar, como El luego, son dramas no publicados. El estreno de las otras obras fue en las siguientes fechas: Don Quijote, el 26 de Octubre de 1948; Medea, el 14 de Diciembre de 1951; .Ayar Manko, el 4 de Junio de 1954; y El reino sobre las tumbas, el 7 de Diciembre de 1956. Todos los estrenos se realizaron en Lima. 

MARIATEGUI

por: Juan Ríos

No todos los héroes mueren de pié y con las armas en la mano. No sólo en los sonoros campos de batalla se hace la historia. También hay quienes, con el pensamiento y la palabra, construyen el futuro de los pueblos. "En el principio era el verbo". Y el verbo es acción y semilla, cuando la vida lo respalda. José Carlos Mariátegui pasó sus últimos años en un sillón de ruedas. El hombre nacido para la salud y la alegría, cayó víctima de la más cruel dolencia. Pero, de la fatalidad, él supo hacer destino. Fue un agonista. en los dos sentidos de la palabra: el de sufrimiento y el de lucha. Fue un cuerpo enfermo sostenido por un espíritu invencible. Más que meter su sangre en sus ideas, como que ría Nietzsche, metió sus ideas en su sangre. Las hizo sangre, y vida de su sangre.

El estoicismo de Mariátegui —si puede calificarse de estoicismo su pasión esperanzada y heroica— se basaba en su confianza en el futuro de los hombres. Su fe en el porvenir humano era la fuerza interior, el eje diamantino, invulnerable, en torno del cual giraban las dolorosas vicisitudes de su vida. Porque él se sentía entrañablemente unido a la existencia de su pueblo.

Rara cosa es ser americano", escribió un poeta de los Estados Unidos. Pero aquí, en el Continente Abisal, más que rara es difícil la tarea, puesto que no se trata de ser de América, sino de hacer América, de luchar por algo que ha de surgir de nuestras cenizas algún día. Aún nuestro presen­te es un vacío entre el pasado y el futuro. A llenar este vacío, a darle sentido y rumbo a nuestro ciego impulso, a "peruanizar el Perú", consagró su voluntad y su inteligencia José Carlos Mariátegui.

"Soy un hombre con una filiación y una fe", declaró en "La escena contemporánea", y lo repitió, orgullosamente, en la revista cuyas páginas son el acta de nacimiento y la profecía del Socialismo en el Perú. Escritos a la luz de la concepción marxista de la historia, sus "Siete Ensayos" representan para nosotros lo que el "Manifiesto Comunista" para el mundo: la base del futuro. Pero José Carlos Mariátegui, fiel al consejo de Engels, no pretendió "adaptar la realidad a los libros", encerrarla en una generalización abstracta y apriorística, sino analizar concretamente la viva y compleja raíz de nuestra patria. La revolución americana era, para él, creación y no parodia.

A partir de los "Siete Ensayos", el problema del Indio dejó de ser un tema sentimental y retórico, para ingresar en el campo de la Sociología. Al identificarlo con el problema de la tierra, José Carlos Mariátegui llegó, por primera vez, al fondo mismo de nuestro drama.

El nacionalismo de Mariátegui excluía toda estéril xeno­fobia. No en vano su lema fue —superando la estrecha divisa maurrasiana—: "Todo lo humano es nuestro". Porque él anhelaba que nuestra incipiente cultura asimilara las fecundas savias de la cultura universal. "Perú del mundo y Perú al pie del orbe", diría después César Vallejo.

Apasionado y lúcido, sociólogo y artista, apóstol sin énfasis, americano universal, héroe civil sobre su acorralado sillón de enfermo, sacando fuerzas espirituales de sus flaquezas físicas, José Carlos Mariátegui es uno de los forjadores de la conciencia nacional. Su mensaje —hoy más que nunca— está vigente. Y lo estará mientras este país —encadenado o libre— exista. González Prada y él son los hitos que señalan el camino de nuestro pueblo hacia la justicia social.

1955.