OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

TEMAS DE EDUCACION

  

   

ESTUDIANTES Y MAESTROS1

 

Los catedráticos inseguros de su sol­vencia intelectual, tienen un tema predilecto: el de la disciplina. Recuerdan el movi­miento de reforma de 1919 como un motín. Ese movimiento no fue para ellos una protesta contra la vigencia de métodos arcaicos ni una denuncia del atraso científico e ideológico de la enseñanza universitaria, sino una violenta ruptura de la obediencia y acatamiento debidos por el alumnado a sus maestros. En todas las agitaciones estudian­tiles sucesivas, estos catedráticos encuentran el rastro del espíritu de asonada y tur­bulencia de 1919. La Universidad, —según su muy subjetivo criterio—, no se puede reformar sin disciplina.

Pero el concepto de disciplina es un concepto que entienden y definen a su modo. El verdadero maestro no se preocupa casi de la disciplina. Los estudiantes lo respetan y lo escuchan, sin que su autoridad necesite jamás acogerse al reglamento ni ejercerse desde lo alto de un estrado. En la biblioteca, en el claustro, en el patio de la Universidad, rodeado familiarmente de sus alumnos, es siempre el maestro. Su autoridad es un hecho moral. Sólo los catedráticos mediocres, —y en particular los que no tienen sino un título convencional o hereditario—, se inquietan tanto por la disciplina, suponiéndola una relación rigurosa y automática que establece inapelablemente la jerarquía material o escrita.

No quiero hacer la defensa de la juven­tud universitaria —respecto de la cual, con­tra lo que pudiera creerse, me siento poco parcial y blando—; pero puedo aportar libremente a esa defensa mi testimonio, en lo que concierne a la cuestión de la disciplina, declarando que nunca he oído a los estudiantes juicios irrespetuosos sobre un profesor respetable de veras. (Las excepciones o discrepancias individuales no cuentan. Hablo de un juicio más o menos colectivo). Me consta también que cuando formularon en 1919 la lista de catedráticos repudiados, —a pesar de que el ambiente exaltado y tumultuario de las asambleas no era el más a propósito para valoraciones mesuradas—, los estudiantes cuidaron de no excederse en sus condenas. Las tachas tuvieron siempre el consenso mínimo de un 90 por ciento de los alumnados de la clase respectiva. En la mayoría de los casos, fueron votadas por unanimidad y aclamación. Los líderes de la Reforma se distinguían todos por una pon­deración escrupulosa. No se proponían pur­gar a la Universidad de los mediocres, sino únicamente de los pésimos. La sanción que encontraron en el gobierno y en el congre­so todas las tachas de entonces, evidencia que no eran contestables ni discutibles.

El tópico de la disciplina es, pues, un tópico barato y equívoco.

Y del mismo género son las críticas que, fácil e interesadamente, se pronuncian sobre la influencia que tienen en la crisis univer­sitaria Otros relajamientos o deficiencias del espíritu estudiantil.

Contra todo lo que capciosamente se insinúe o sostenga, la crisis de maestros ocu­pa jerárquicamente el primer plano. Sin maestros auténticos, sin rumbos austeros, sin direcciones altas, la juventud no puede andar bien encaminada. El estudiante de mentalidad y espíritu cortos y mediocres, mira en el profesor su dechado o su figu­rín; con un profesor desprovisto de desinterés y de idealismo, el estudiante no puede aprender ni estimar una ni otra cosa. Antes bien, se acostumbra a desdeñarlas prematuramente como superfluas, inútiles y em­barazantes. Un maestro —o, mejor, un ca­tedrático— en quien sus discípulos descubren una magra corteza de cultura profesio­nal, y nada más, carece de autoridad y de aptitud para inculcarles y enseñarles extensión ni hondura en el estudio. Su ejemplo, por el contrario, persuade al discípulo negligente de la conveniencia de limitar sus esfuerzos, primero a la adquisición rutinaria del grado y después a la posesión de un automóvil, al allegamiento de una fortuna, y —si es posible de paso— a la conquista de una cátedra —membrete de lujo, timbre de academia—. La vida y la personalidad egoístas, burocráticas, apocadas, del profesor decorativo y afortunado, influyen inevitablemente en la ambición, el horizonte y el programa del estudiante de tipo medio. Profe­sores estériles tienen que producir discípulos estériles.

Sé bien que esto no inmuniza del todo a la juventud contra críticas ni reproches. La universidad no es, obligada y exclusivamente, su único ambiente moral y mental. Todas las inteligencias investigadoras, todos los espíritus curiosos, pueden, —si lo quieren—, ser fecundos por el pensamiento mundial, por la ciencia extranjera. Una de las características fisonómicas de nuestra época es, justamente, la circulación univer­sal, veloz y fluida de las ideas. La inteligen­cia trabaja, en esta época, sin limitaciones de frontera ni de distancia. No nos faltan, en fin, maestros latinoamericanos a quienes podamos útilmente dirigir nuestra atención. La juventud —sus propios movimientos lo comprueban y declaran— no vive falta de estímulos intelectuales ni de auspicios ideo-lógicos. Nada la aísla de las grandes inquietudes humanas. ¿No han sido extra-universitarias las mayores figuras de la cultura peruana?

Los estudiantes, después de las honro­sas jornadas de la reforma, parecen haber recaído en el conformismo. Si alguna críti­ca remece, no es por cierto la que mascu­llan, regañones e incomodados, los profesores que reclaman el establecimiento de una disciplina singular, fundada en el gregarismo y la obediencia pasivos.

 

 


NOTA:

1 Publicado en Mundial, Lima, 9 de marzo de 1928.