OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

TEMAS DE EDUCACION

 

  

LA CONVENCION INTERNACIONAL DE MAESTROS DE BUENOS AIRES1

 

Los vigías del confuso y extenso panora­ma indo-americano registran un hecho de trascendencia para el destino del continente: la Convención Internacional de Maestros de Buenos Aires. Las agencias telegráficas, de­masiado ocupadas por los viajes de Lindberg, no han dedicado casi ninguna aten­ción a este suceso. Pero he aquí, precisamente, una razón para destacarlo y enjui­ciarlo. Muy raro es encontrar reflejado en la información cablegráfica cotidiana uno de los acontecimientos que están dibujando la nueva fisonomía espiritual de nuestra América.

La convocatoria de este congreso de maestros data de principios del año último. Partió de la Asociación General de Profesores de Chile, una de las corporaciones de maestros de América más señaladas por su ideario y sus campañas renovadoras. El golpe de Estado del coronel Ibáñez malogró el propósito de los maestros chilenos de reu­nir la Convención en Santiago. Algunos de los miembros dirigentes de la Asociación General de Profesores andaban perseguidos.

Y, en general, bajo un régimen estrechamen­te militarista y chauvinista faltaba una at­mósfera espiritual adecuada para las labo­res de un congreso donde se debía discurrir sobre la realización de ideales ecuménicos —americanos— de fraternidad y civilidad. Los iniciadores del congreso encargaron en­tonces su organización a un calificado gru­po de profesores argentinos. En la Argenti­na, alcanzó su más vigorosa afirmación el movimiento de reforma universitaria latino-americana, nacido en una universidad ar­gentina de Córdoba. La nueva sede de la Con­vención reunía, por ende, las mejores ga­rantías morales de trabajo fecundo.

Los votos aprobados por el congreso testimonian el espíritu sincero y profundamente renovador que lo ha inspirado. Un aguerrido, dinámico y autorizado grupo de educadores argentinos, —en el cual sobresa­len las figuras de Alfredo Palacios, Carlos Sánchez Viamonte, Julio R. Barcos, Juan Mantovani, Gabriel del Mazo y otros— ha orientado y dirigido las labores del congre­so, imprimiéndole su concepto moderno y humano de la enseñanza. En estas labores, al lado de representantes del Uruguay, México, Centro América, Chile, Bolivia y demás países latinoamericanos, han tomado parte Manuel A. Seoane y Oscar Herrera, compatriotas nuestros.

El Congreso ha enfocado, con generosa visión, los grandes problemas de la enseñan­za, pronunciándose abiertamente por una amplia acción social de los maestros. Una de sus declaraciones al respecto, propugna lo siguiente: "1°—Orientar la enseñanza ha­cia el principio de la fraternidad humana, basado en una más justa distribución de la riqueza entre los hombres de todas las la­titudes de la tierra; 2°—Propiciar en la enseñanza, la modificación del criterio histó­rico actual, despojándolo de su carácter guerrero, dando primacía a la historia civil y a la interpretación social de la civiliza­ción". Otras declaraciones reivindican para el magisterio el derecho a la dirección téc­nica de la educación: afirman la alianza de los maestros con los trabajadores manuales que luchan por un programa de justicia so­cial y económica; y reclaman la democrati­zación efectiva de la enseñanza a cuyos gra­dos superiores sólo deben tener acceso los más aptos. Las conclusiones sancionadas por la Convención sobre este punto tradu­cen el nuevo ideario educativo. "La educa­ción privada y pública —dice una de estas conclusiones— cuando signifique prepara­ción de élites y creación de futuras situa­ciones de dominación, atenta contra la vida moral de la humanidad. Las élites no deben hacerse: surgirán solas en el cultivo igual de todos los jóvenes espíritus. Las pseudo éli­tes, formadas por el privilegio educativo, no reposan en condiciones naturales, recu­rren a la fuerza, a la intriga y a la tiranía para sostenerse minando los verdaderos valores sociales de la persistencia y mejoramiento progresivo de la especie humana". La socialización de la cultura supone: "a) el gobierno democrático de la educación por padres, maestros y profesores elegidos li­bremente por éstos; b) la autonomía econó­mica, administrativa y técnica de los conse­jos escolares; c) la escuela unificada, desde el Kindergarten a la Universidad, fundada en el trabajo espiritual y manual fusionados en la labor educativa y que supone el derecho de todo individuo a ser educado hasta el límite que marquen sus capacida­des". La Convención ha hecho justicia a las obras más significativas y considerables de renovación de la enseñanza en América, des­tacando como tales "la acción innovadora de la revolución mexicana en materia edu­cacional; el moderno código de educación de Costa Rica, inspirado en las ideas más recientes, y el magnífico plan de reconstruc­ción educacional elaborado por la Asocia­ción General de Profesores de Chile".

En este Congreso de Maestros, —que ha recibido la adhesión de pedagogos e instituciones de gran autoridad de Europa—, se ha expuesto y comentado todos los ensayos y movimientos educacionales contem­poráneos. El espíritu de la Convención ha sido, en todas sus conclusiones, un espíritu de reforma y vanguardia. Pero, en la médu­la de sus deliberaciones, se reconoce una concepción más liberal que socialista de la educación. A una reivindicación excesiva de la autonomía de la enseñanza, se junta una insistente aserción del carácter antidog­mático de ésta. Dos conceptos que acusan la persistencia de los viejos mirajes de la "escuela laica" y la "libertad de enseñanza", como realidades absolutas y superiores a la "escuela religiosa" a la "enseñanza del Estado". El amigo Barco —cuyos méritos de educador soy el primero en proclamar—, movido por su liberalismo, considera el nue­vo programa de educación de Chile supe­rior al de Rusia, por ser éste dogmático y el primero no. Por mi parte, no creo en una cultura sin dogmas ni en un Estado agnós­tico. Y aún me siento tentado de declarar que, —partiendo de puntos de vista inconciliablemente opuestos—, coincido con Hen­ri Massis en que sólo el dogma es fecundo. Hay dogmas y dogmas, y hasta el de repu­diarlos todos es, a la postre, uno más. Pero ya éste es un tópico aparte cuyo esclareci­miento no cabe dentro de una sumaria reseña de las labores de la Convención Inter­nacional de Maestros de Buenos Aires, aunque éstas lo pongan en discusión.

 

 


NOTA:

1 Publicado en Variedades, Lima, 10 de marzo de 1928.