OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

TEMAS DE EDUCACION

  

   

LA CRISIS DE REFORMA EDUCACIONAL EN CHILE1

I

La reacción de las fuerzas conservadoras y burocráticas ha sofocado la obra de la Asociación General de Profesores de Chile, en los instantes en que la Reforma de la Instrucción Pública en ese país, concebida y actuada por los maestros de la Asociación, era más atenta y documentadamente estudiada y estimada en América. La reforma educacional chilena constituía, hasta la reciente represión, de cuyas proporciones sólo ahora se tiene cabales noticias, el acontecimiento más importante de la vida cultural hispano-americana. Los documentos de los reformadores encontraban la más unánime atención en las revistas y núcleos culturales. Gracias a la labor entusiasta y ge­nerosa de sus maestros, Chile atraía la mi-rada de todos los estudiosos.

Las primeras escuetas noticias del cable sobre la dimisión de los jefes de los departamentos de Educación Primaria y Secun­daria, profesores Luis Gómez Catalán y Luis Galdames, y de otros funcionarios del Ministerio de Instrucción esto es de los técnicos de la Reforma, desconcertaron, por esto, a cuantos seguían a distancia, con interés y simpatía, sus esfuerzos por renovar y extender la escuela. No se podía entender que el gobierno de Chile atacase y destruyese una obra que tan irresistiblemente se había impuesto a la atención americana. Hay la idea de que los gobiernos tienen siempre en cuenta, en su política interna, las conveniencias de la reputación nacional en el extranjero. Así debía ser, sin duda, dentro de su propio concepto del prestigio nacional y de sus intereses. Pero, por encima de estas conside­raciones intelectuales y diplomáticas están para todo gobierno como el del general Ibáñez los prejuicios y los intereses de los elementos reaccionarios en que se apoyan.

Esta dependencia de toda dictadura conservadora a las peores fuerzas de la reacción, fue visiblemente subestimada, casi olvidada por los maestros chilenos cuando, solicitados por el gobierno de Ibáñez para la realización de su plan educacional, aceptaron la responsabilidad de este experimento, sin reparar en que la posición entre sus ideales renovadores y las opiniones e intereses anti­rrevolucionarios de la dictadura y de las ca­pas sociales que representa tenía que mani­festarse, inevitablemente, a poco que se avanzara en el camino de una reforma auténtica.

La reforma no podía contar con la adhesión íntima de Ibáñez y su facción, por mucho que, como toda política pequeño-burguesa y fascista, la del gobierno chileno emplease en vasta escala frases y gestos demagógicos. La demagogia es generalmente la enemiga más peligrosa de la revolución. Y bajo apariencias y declaraciones demagógicas se ocultan, en la política mundial contemporánea, las peores intenciones reaccionarias.

Pero el experimento terminado con la destitución de un gran número de maestros y la persecución de la Asociación General de Profesores de Chile, era un experimento ineludible y necesario. No es justo exagerar la responsabilidad de los dirigentes de la Asociación. Aunque hubiesen previsto, exactamente, el fracaso de la colaboración con el Gobierno, no habría estado en sus manos evitarla. La masa de la organización a la que no era razonable por otra parte exigir una orientación política más perspicaz y segu­ra, empujaba a los dirigentes al ensayo, al experimento a que Ibáñez, con astuta ma­niobra, los convidaba. Sin este ensayo, la masa no se habría persuadido de la imposibilidad de realizar sus ideales revolucionarios, en el campo de la enseñanza, bajo un régimen al que sus naturales fuerzas de gravitación colocan y empujan contra esos ideales.

La Asociación General de Profesores de Chile representa el más interesante y considerable movimiento de maestros de toda América. Gabriela Mistral decía que era la única agrupación que sentía viva en Chile. En ningún país de habla castellana, como anota Lorenzo Luzuriaga, existe un movimiento semejante. Se trata de un sindicato que en el momento de su disolución, contaba con seis mil adherentes. Su vanguardia había conseguido conquistar para sus ideales pedagógicos y sociales a esta enorme falanje de profesionales, elevándolos a gran altura sobre los fines puramente corporativos y las fórmulas tímida o convencionalmente progresistas que caracterizan a los sindicatos intelectuales.

Tuvo su origen este sindicato beligerante y activo en la convención nacional de maestros celebrada en Santiago en diciembre de 1922 para deliberar sobre la organización del magisterio, la reforma de la enseñanza y la acción social del profesorado. Eran los años de la Reforma Universitaria, en que una ráfaga de inquietud social pasó por las universidades. En Chile esta inquietud se propagó, sobre todo, entre los maestros. Por estar más próximos al pueblo y a su miseria, los maestros sentían mejor, y más fecundamente, la emoción social. En sus luchas sindicales, libradas con el espíritu y el método de las reivindicaciones obreras, la Asociación General de Profesores se robusteció y desarrolló. En la tercera convención nacional de maestros, efectuada en Valparaíso en enero de 1925, y a la que asistieron más de 200 delegados, se aprobó un proyecto de reforma educacional y se acordó convocar la Convención Latino-Americana que a principios del año último se realizó en Buenos Aires.2 Nuevos Rumbos, un periódico valiente y combativo, que en toda Hispano-América era conocido y apreciado, llevaban a todas las secciones de la Asociación la admiración constante de sus dirigentes. Pero todo este trabajo, no importaba ni se proponía la elaboración de un ideario político, ni era este tampoco el objeto de las deliberaciones de los maestros, contagiados por otra parte, en cierto grado de la tendencia anarco-sindical que hasta poco antes había dominado en las organizaciones obreras chilenas, como en casi todas las organizaciones clasistas de la América Latina.

La formación de este movimiento, que no estaba ligado a una organización sindi­cal general del país, ni a un partido de cla­se, aparte del inevitable confusionismo ideológico dominante en la mayoría de sus adhe­rentes, consentía, y acaso propiciaba, la tentativa de la colaboración con el gobierno en una labor de reforma. La situación política, caracterizada por la dispersión y represión de las fuerzas políticas y sindicales de la clase obrera y por el afianzamiento de una dictadura militar, de base pequeño-burguesa, que obtenía uno de sus mayores provechos de la declamación demagógica presionaba a la masa de la Asociación, a aceptar la invitación de Ibáñez, dispuesto en apariencia en reformar la educación en Chile, de acuerdo con los principios sancionados por los maes­tros en sus convenciones nacionales.

Explicados sus orígenes, en un próximo artículo expondré y comentaré el desarro­llo y resultados del experimento que tan mal concluye para los maestros y su causa.

II

La ofensiva contra las fuerzas políticas y sindicales adversas a sus intentos que llenó la primera fase de la dictadura de Ibáñez, comprendió naturalmente a la Asociación General de Profesores, llamada después, a colaborar con el Gobierno en la actuación de una reforma basada en su propio programa educacional. Los miembros dirigentes de la Asociación se vieron perseguidos; algunos condenados al destierro o al confinamiento, otros exonerados de sus funciones en el servicio escolar.

¿Cómo se produjo la conversión del gobierno de Ibáñez a las ideas educacionales de la Asociación General de Profesores o, más bien, su cambio de táctica frente a los maestros revolucionarios? Ya he dicho que este régimen, que descansa en el ejército y en la pequeña burguesía, emplea en vasta escala, como el régimen fascista, un lenguaje y un método demagógicos, atribuyéndose, con el objeto de sembrar la desorientación y el confusionismo en las masas, una misión revolucionaria. Su equilibrio depende, de un lado, del apoyo del capital financiero, cuyos intereses son solícitamente servidos, y de otro lado, de la adhesión o la neutralidad benévola de la pequeña burguesía y de los sectores oportunistas o retardados de la clase obrera. La explotación de la reforma educacional, con actos y palabras obsecuentes a ideas arraigadas en las masas por la campaña de los maestros, era un arma política que, al parecer, se podía usar sin peligro.

El doctor José Santos Salas, candidato de las clases media y proletaria en 1925, mi­nistro de Ibáñez a poco de la inauguración de su gobierno, mentor de su política social, fue el inspirador e iniciador de esta maniobra. En un reciente artículo, el escritor y educador argentino Julio R. Barcos, afirma que llegado Salas al ministerio, se apresuró a "convencer al dictador de que, en vez de perseguir a los maestros, era preferible legalizar la aspiración del pueblo que ellos encarnaban con su plan de reconstrucción de la enseñanza y no dejarse arrebatar la gloria de la Reforma Escolar que éstos habían elaborado". De su campaña de candidato de los asalariados, Salas conservaba seguramente relaciones que consentían su contacto personal con la Asociación General de Profesores. Pero estas mismas circunstancias lo hacían sospechoso para el entourage de Ibáñez. La publicación precipitada del decreto de reforma, condujo a Salas a un choque con el Ministro de Hacienda Pablo Ramírez, mentor principal del régimen, y a la dimi­sión de su cargo. Caído en desgracia, Salas pasó del ministerio al destierro.

Pero el gobierno de Ibáñez estaba ya embarcado en la aventura y, además, la con­sideraba necesaria al desarrollo de su política. Hacía falta para el cargo de ministro, en reemplazo de Salas, un intelectual de nombre, que no ofreciese los peligros de un político diestro y ambicioso, y que contribuyese a hacer pasar la reforma como una obra de cultura, de fines puramente intelectuales. Se encontró el nuevo ministro en el director de la Biblioteca Nacional y eminente literato Eduardo Barrios, a quien sus amigos de izquierda acababan de reprochar un acto de fe en el régimen de Ibáñez. Barrios, rodeado y asesorado por los técnicos de la Asociación General de Profesores, asumió la misión de presidir la labor de reforma educacional más vasta y avanzada que se ha intentado, en los últimos tiempos, en Sudamérica.

La Asociación General de Profesores discutió mucho su resolución. ¿Se debía o no aceptar la invitación del gobierno, que se ofrecía a poner en ejecución su propio plan de reforma? Si la Asociación General de Profesores hubiese formado parte de una orga­nización sindical, con un criterio político definido, es evidente que no habría habido problema. Sólo el partido o la organización política a que hubiese estado adherida, habría podido aceptar la responsabilidad de la reforma. Pero éste no era absolutamente el caso de la Asociación General de Profesores. Su participación en la labor de reforma no comprometía a un partido y ni siquiera una ideología. El Gobierno les brindaba nada menos que la oportunidad de trabajar desde el gobierno por la realización de sus ideas. No pocas opiniones se manifestaron contrarias a esta colaboración que reforzaría políticamente a un régimen repudiado por los maestros como reaccionario. Mas la mayoría se pronunció a favor de ella, cediendo a la impresión de que excusarse. era evitar una responsabilidad que más valiente y audaz resultaba afrontar con decisión y entusiasmo.

La labor de reforma demostró la aptitud de los maestros para transformar, desde sus bases, la educación pública. Los elemen­tos dirigentes de la Asociación comprendieron que para una obra efectiva era necesario un ejército de verdaderos maestros. Pusieron, por esto, su mayor empeño en la preparación del personal educador. Se organizaron numerosos círculos de estudios en todo el país. La Asociación efectuó en menos de un año una grandiosa movilización de sus fuerzas espirituales y técnica. La Revista de Instrucción Primaria publicada bajo la dirección de Gómez Catalá y Díaz Casanueva, distribuida en todo Chile, hasta la crisis última, era un magnífico mensaje de su labor renovadora. No se había publicado aún en Sud-América, una revista oficial tan viviente,  tan nueva, tan juvenil. Y del mismo estilo eran innumerables actos y documen­tos de la Reforma.

Esta movilización, por su espíritu, por sus objetivos, tenía que asustar inevitablemente a los espíritus conservadores, a los intereses reaccionarios. Iba contra el sentimiento de los factores más decisivos de la estabilidad y consolidación del régimen. Chocaba a la rutina, al conservantismo de los viejos maestros, de la antigua burocracia, que al darse cuenta del ambiente pasaban de la resistencia pasiva, del pesimismo regañón, al sabotaje y a la hostilidad franca. La obra de los maestros se encontró, en poco tiempo, flanqueada. El gobierno de Ibáñez, que nunca había sentido solidaridad espiritual e intelectual con ella, que la había usado como un instrumento de consolidación política, era empujado por los intereses y sentimientos que representaba, a desembarazarse de tan incómodos y comprometedores funcionarios. Los resultados inmediatos del golpe demagógico estaban ya conseguidos y aprovechados.

III

Para completar las notas críticas sobre la crisis de la Reforma Educacional en Chile aparecidas en los dos últimos números de Mundial, y que no tienen por supuesto las pretensiones de un estudio concluyente de su proceso, debo exponer hoy, sumariamente, las medidas tomadas por el gobierno chileno revisando y derogando los actos más importantes de su política de instrucción pública. Porque sin conocer las proporciones de la persecución de la Asociación General de Profesores, órgano esencial de la Reforma que le debía desde su plan hasta sus técnicos, no es posible darse cuenta de la medida en que esta obra se encuentra en crisis, ni en que el gobierno de Ibáñez ha abandonado su postizo programa en materia educacional.

La persecución de los maestros comenzó en setiembre, durante una gira de inspección de las escuelas del norte del país por Eduardo Barrios, Ministro de Instrucción hasta entonces. En su ausencia ocupó interinamente el ministerio, el general Blanche, Ministro de Guerra, quien usó su poder en modo que no deja lugar a dudas acerca de su antipatía previa contra los esfuerzos e ideales de los maestros. Su primer acto, en el ministerio, fue la clausura de las Escuelas de Profesores Primarios de Chillán y Angol, decretada el día mismo en que asumió provisoriamente el manejo de la instrucción pública. Su ojeriza encontró muchas otras oportunidades de manifestarse mientras conservó estas funciones, antes de cesar en las cuales dirigió una circular a los intendentes y gobernadores recomendándoles la fiscalización de los maestros en sus labores. Los términos de la circular eran precisos. El objeto de esta insólita facultad de control de la enseñanza por las autoridades políticas —o policiales, más exactamente—, era la eliminación de todos los maestros de ideas revolucionarias. Barrios, de regreso de su viaje, cediendo visiblemente a las instancias del general Ibáñez, canceló a la Asociación General y a la Sociedad Nacional de Profesores su personería jurídica y exigió su dimisión a los jefes de los departamentos de Educación Primaria y Secundaria Gómez Catalá y Galdames. Siguió a estas actas la destitución de varias maestras de Iquique, Santiago, Talca y otras ciudades. Una circular del Ministerio, prohibía al mismo tiempo a los maestros participar en trabajos de propaganda social, política o religiosa. Estas medidas, precursoras de una persecución mayor aún, provocaron la protesta de la internacional del Magisterio Ame­ricano, nacida de la convención internacional; éstas, a iniciativa, precisamente de los maestros chilenos, se reunió en Buenos Aires a principios de 1928, Barrios, que indudablemente había concedido ya demasiado al criterio del general Ibáñez y su entourage militar, renunció su cargo.

El Ministerio de Instrucción fue confia­do entonces al Ministro de Hacienda Pablo Ramírez, el más hábil asesor del general Ibáñez, que desde su conflicto con Salas, el antecesor de Barrios, en esa cartera, se había perfilado ya como adversario de la política educacional basada en el concurso y las ideas de los maestros. Su actuación en el Ministerio de Instrucción estaba destinada a confirmarlo como la bonne a tout faire del gobierno del general Ibáñez. Uno de los primeros decretos de Pablo Ramírez destituía a veinticuatro funcionarios de educación pública. Entre otros jefes de sección del ministerio, este decreto licenciaba ruidosamente a Humberto Diaz Casanueva, el director de la Revista de Educación Pri­maria, la notable publicación a que ya me he referido con el elogio y aprecio que merece. Antes de una semana, otro decreto de Ramirez ponía en la calle a otros veintidós maestros. La ofensiva contra el preceptorado renovador no se contentaba con estas destituciones en masa. No le bastaba con "seleccionar" —¡oh clamorosa selección a la inversa!— a los maestros en ejercicio; necesitaba "seleccionar" en lo posible a los maes­tros futuros. Con este fin, la Escuela Normal "José Abelardo Núñez" fue reorganizada manera que quedasen excluidos los alumnos que más enérgica y noblemente habían expresado su solidaridad con la Asociación General de Profesores.

No es el caso de seguir adelante en la Reforma, prescindiendo de la Asociación. Como ya hemos visto, el plan de la Reforma pertenece absolutamente a los maestros a quienes hoy se persigue rabiosamente. Todos sus méritos correspondían a la Asocia­ción General de Profesores así como todas las limitaciones a su adecuación a las posibilidades administrativas. La actuación de una reforma educacional tan profunda y técnica es, por otra parte, sustantivamente, una cuestión de personal. Para la que el plan chileno se proponía, la Asociación sabía que sus efectivos eran insuficientes. Era grande en sus filas el número de los que suplían la preparación con el entusiasmo. Por esto, se consagró tanta energía a la organi­zación de círculos de estudios. El porcentaje de maestros antiguos, reacios a toda renovación, más aún, a todo esfuerzo, estorbaba a la realización de la empresa. Había que luchar contra el peso muerto, si no contra el sabotaje, de esta burocracia, incapaz de contagiarse de la corriente de entusiasmo que animaba a los rangos de la Asocia­ción. ¿Se puede suponer con esta gente inerte por principio y por hábito, una nueva diversa tentativa? Hasta ahora sólo dos me­didas se han mostrado al alcance del gobierno: la votación de una gruesa partida para locales escolares y la autorización para invertir hasta cinco millones de pesos en el aumento de los haberes del personal de educación primaria. La segunda medida tiende, como es claro, a quebrantar la resistencia de los maestros, a calmar la protesta contra los ataques a la Asociación y a sus dirigentes. Una y otra son medidas de carácter económico, administrativo, del resorte del Ministro del Tesoro más que del Ministro de Instrucción.

El balance de la infortunada experien­cia, se resume, ante todo, en estas dos com­probaciones: Primera.— Que una renovación radical de la enseñanza no es una cuestión exclusivamente técnica, ajena a la suerte de la reconstrucción social y política. Segunda.— Que un gobierno de función reaccionaria, enfeudado a intereses y sentimientos conservadores, es por naturaleza inepto para cumplir, en el terreno de la enseñanza, una acción revolucionaria, aunque transitoriamente adopte al respecto, por estrategia demagógica, principios más o menos avanzados. Los maestros de Chile han adquirido esta experiencia a duro precio. Como ya he dicho, objetivamente hay que reconocer que no les cabía más que afrontar la prueba. Nada de esto debe disminuir la simpatía y la solidaridad con que los acompaña hoy la "inteligencia", —particularmente los maestros de vanguardia—, en los pueblos hispano-americanos.

 

 


NOTAS:

1 Con el título "La crisis de la reforma educacional en Chile" J.C.M. publicó en Mundial, Lima, 4, 11 y 18 de enero de 1929, esta serie de tres artículos.

2 Amauta (Nº 26, setiembre-octubre de 1929) anunció, en la sección "Debates" de "Panorama Móvil", la realización de esta Convención de Maestros en la forma que sigue: LA 2da. CONVENCION DEL MAGISTERIO AMERICANO

"En la ciudad de Montevideo se celebrará en enero del próximo año la segunda Convención del Magisterio ame­ricano.

"Como se recordará, la Primera Convención se celebró en Buenos Aires debido a la iniciativa de la Asociación General de Profesores de Chile. De esta primera reunión nació la In­ternacional del Magisterio Americano (I.M.A.) cuya Secreta-ría General está en Buenos Aires y que ahora tiene a su car­go la preparación del segundo torneo que se realizará en Montevideo.

"Sabemos que entre los asuntos de tabla de esta Conven­ción figura la Experiencia de Reforma Educacional en Chile. "En una de nuestras próximas informaciones daremos más detalles de este Congreso de Montevideo al cual asistirán delegaciones de casi todos los países de América.

"A pesar de habérseles devuelto la libertad, los maestros de la Asociación General de Profesores de Chile, tienen cerradas todas las puertas del oficialismo y de la prensa.

"El profesor belga M. León Jeunehomme que ha sido contratado por el Gobierno de La Moneda para que sirva de ase-sor a los nuevos reformadores de la educación chilena (los mismos que fracasaron en el régimen anterior al implantado por el Decreto 7500) y que ninguna cosa nueva ni extraordi­naria ha traído, se ha largado en una campaña de despresti­gio de los maestros de la Asociación de Profesores. Estos no pueden ni tienen tribuna donde responder a los injustos ata­ques de este raro ejemplar de educador, cuya actitud se comprende por la enorme suma que le pagan para decir que "la escuela chilena debe ser chilena" y que los maestros de la Asociación son "iconoclastas". M. Jeunehomme gana más que el Presidente de Francia...".