OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

TEMAS DE EDUCACION

  

 

UN TEMA DE EDUCACION ARTISTICA1

 

Organizando y realizando un ciclo de conciertos populares, el doctor Carlos Roe, Alcalde del Callao, ha planteado en el Perú la cuestión de la educación artística. Para la casi totalidad de las personas que en el país se suponen clase "ilustrada y dirigente" esta cuestión no existe. Lo que quiere decir que estas personas, además de carecer ellas mismas de educación artística, no sienten absolutamente su necesidad.

Lima se considera casi deshonrada el año en que no puede regalarse con una bue­na temporada de toros y de carreras. Pero en cambio no le preocupa absolutamente la falta de una modesta temporada de concier­tos. Las ralas audiciones de la Filarmónica son para una pequeña clientela familiar. Lo mismo se debe decir de las audiciones del Conservatorio Stea. La ciudad no tiene una orquesta. No se puede dar este nombre a la que anualmente recluta la Filarmónica para cumplir su número en el programa de fies­tas patrias. Orquestas de restaurantes, de cafés o de cinemas son las únicas que oímos consuetudinariamente. Las retretas no res­ponden a ningún propósito de educación musical del pueblo. Corren a cargo de unas bandas incipientes y jaraneras cuya capacidad interpretativa se detiene en una maca­rrónica ejecución de la marcha de "Carmen".

La música no es entendida ni estimada en Lima sino por unos cuantos iniciados a quienes, si de vez en vez les es dado oír un pianista, un violinista o un cuarteto, les es­tá en cambio vedado gozar de una orquesta. El que apetece, con una apetencia que la privación estimula, un poco de música sinfóni­ca tiene que contentarse con la versión de tina victróla.

Se pretende que no se realizan tempora­das de conciertos porque no se cuenta con público suficiente para pagarlas. Esta es una excusa cómoda para eludir toda responsabi­lidad y todo remordimiento por nuestra ca­rencia musical. El público es mucho menos culpable de lo que generalmente se supone. El del Callao, por ejemplo, se ha dejado per­suadir fácilmente por su alcalde. Ha acep­tado su programa de música con la misma docilidad con que habría aceptado un programa de regatas. El concejo chalaco votó cien libras para cubrir el posible déficit del ciclo musical. Pero no hubo déficit ningu­no, no obstante de que se distribuyeron gra­tuitamente a los obreros los boletos de "ca­zuela". Los conciertos se pagaron con su propia entrada. Encantado y orgulloso de la experiencia, el alcalde del Callao se dispone a proseguir en la labor de educación musi­cal que el último ciclo de conciertos ha inaugurado.

¿Trascenderá útilmente fuera de la co­muna de Roe el éxito de esta experiencia? Esto depende de que se repita en el Perú, con más frecuencia, el caso de un alcalde que, sin despreocuparse del pavimento y de las alcantarillas, se interese por la música. En todo caso, ha quedado destruido el pre­texto de que el público no asiste a los conciertos. Si lo invita una empresa o una ar­tista, es posible que así ocurra. Pero si lo invita el Estado o un Municipio, alguien con autoridad para hacerle entender que se tra­ta de su educación en uno de los goces más nobles del espíritu, el público seguramente mostrará mejor voluntad para la buena música.

Los que proclaman la incapacidad del público de estimar la música, proclaman só­lo su propia incapacidad de tal esfuerzo. ¿Qué gusto musical se puede exigir de un público condenado a las retretas de la Guar­dia Republicana o a las melodías de las or­questinas de sedicentes damas vienesas? El gusto es el resultado de un largo proceso de educación. En Lima son muy pocas las per­sonas que pueden apreciar una orquesta por la sencilla razón de que son también muy pocas las que han oído orquestas dignas de de este nombre. Yo recuerdo muy bien que el primer concierto sinfónico que escuché en el extranjero, fue para mí una revelación, un descubrimiento.

Lima presume de ser en Hispano América una de las capitales del gusto y del es­píritu. Pero su buen gusto se contenta en verdad de cosas muy modestas y muy frívo­las. Como artista, le basta casi un modista, En la geografía musical de Sudamérica, Lima no tiene ninguna importancia. Punta Arenas, Concepción, Córdoba, ciudades de provincia la dejan muy atrás en una estadística de conciertos y de artistas. Los ra­ros músicos peruanos parecen inexorablemente obligados a la emigración. Hasta las temporadas de ópera, en esta ciudad amante de las serenatas de gala, son mediocres, exiguas y eventuales.

Sin embargo nunca ha faltado la decla­mación de idealistas de parada, dispuestos a oponer nuestro presunto estetismo de me­ridionales al prosaísmo materialista de los septentrionales, con lamentable olvido de que en Lima el mayor índice de cultura metropolitana, lo dan aún el asfalto, el concre­to y los automóviles norteamericanos.

 


NOTA:

1 Publicado en Mundial, Lima, 20 de agosto de 1926.