OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

TEMAS DE NUESTRA AMERICA

 

"LOS DE ABAJO" DE MARIANO AZUELA* 

 

México tiene la clavé del porvenir de la América india. Por esta posesión, el pueblo azteca ha pagado, sin cicatería ni parsimonia, el tributo de su sangre. Tuvo don de profecía Vasconcelos, cuando escogió el lema de la Universidad mexi­cana: "Por mi raza hablará el espíritu". En Mé­xico se exaltan y se agrandan prodigiosamente las posibilidades creadoras de nuestra América. El pueblo que primero ha hecho una revolución es el primero que está haciendo un arte, una li­teratura, una escuela. Pueden sonreír los que su­ponen que la literatura es una categoría independiente de la política, del espacio y el tiempo. El poder de creación es uno solo. Una época revo­lucionaria es creadora por excelencia. Es una época de alta tensión en la cual todas las energías y todas las potencias de un pueblo —polí­ticas, económicas, artísticas, religiosas— logran su máximo grado de exaltación.

La pintura, la escultura, la poesía de México son las más vitales del continente. Las de otros pueblos hispano-americanos presentan, en algunos casos, individualidades y movimientos sugestivos y ejemplares; pero las de México tienen la fuerza vital del fenómeno orgánico y colectivo. Las distingue su savia popular, su impronta mexicana.

La Revolución Mexicana ha tenido, en litera­tura, su período de poesía. Período de cantos a la Revolución. (El "estridentismo" es su batalla literaria característica y Maples Arce su poeta representativo). Los de abajo, la novela de Mariano Azuela, parece ser signo de que la revo­lución entra, también, en literatura, en su período de prosa. La novela, el relato, fijarán más duradera y profundamente que el verso el carácter y la emoción de la epopeya revolucionaria.

Los de abajo no es todavía la novela de la Revolución. A esta novela no será posible llegar sino a través de tentativas preparatorias. Azuela nos revela en su libro tan sólo un lado, un contorno de la Revolución. No desfila, delante de nosotros, el ejército de la Revolución, sino una de sus columnas volantes. La Versión de Azuela; robusta, honrada, violenta, se detiene en la gue­rrilla, en la escaramuza, en el episodio.

Los personajes de Los de abajo están reclu­tados entre los franco tiradores o montoneros de la Revolución, no entre sus soldados regulares.

El protagonista Demetrio Macías, que capitanea una banda de montañeses, por ser el más valiente, el más hombre de todos, anda a salto de mata, en armas contra la ley, porque está fuera de la ley como todos sus compañeros. Si sus andanzas lo convierten en general villista es, más que por su instinto de guerrillero, por la astucia del aventurero Luis Cervantes, profiteur** de la guerra civil.

Macías, cuenta así su historia y la de su banda: «Yo soy de Limón, muy cerca de Moyahua, del puro cañón de Juchipila. Tenía mis casas, mis vacas y un pedazo de tierra para sembrar, es decir que nada me faltaba, Pues, señor, nosotros los rancheros, tenemos la costumbre de bajar al lugar cada ocho días. Oye uno su misa, oye el sermón, luego va a la plaza, compra sus cebollas, sus jitomates y todas las encomiendas. Después entra uno con sus amigos a la tienda de Primitivo López a hacer las once. Se toma la copita; a veces, es uno condescendiente y se deja cargar la mano y se le sube el trago, y le da su mucho gusto. Todo está bueno, porque no se ofende a nadie. Pero que comiencen a meterse con usted; que el policía pasa y pasa, arrima la oreja a la puerta; que al comisario o a los auxiliares se les ocurra quitarle a usté su gusto... ¡Claro, hombre! Usté no tiene la sangre de orchata, usté lleva el alma en el cuerpo, a usté le da coraje, usté se levanta y les dice su justo precio. Si entendieron, santo y bueno, a uno lo dejan en paz, y en eso paró todo. Pero hay veces que quieren hablar ronco y golpeado... y uno es machito de por sí... y no le cuadra que nadie le pele los ojos... Y, sí, señor, sale la daga, sale la pistola... ¡Y luego vamos a correr la sierra hasta que se les olvida el difuntito!»

«Bueno, ¿qué pasó con don Mónico? ¡Faceto!, muchísimo menos que con los otros; ¡ni siquiera vio correr el gallo!... Una escupida en las barbas por entrometido y pare usté de contar... Pues con eso ha habido para que me eche encima a la Federación. Usté ha de saber del chisme ese de México, donde mataron al señor Madero y a otro, a un tal Félix o Felipe Díaz, ¡qué sé yo! Bueno, pues el mismo don Mónico fue en persona a Zacatecas a traer escolta para que me agarraran. Que diz que yo era maderista y que me iba a levantar. Pero como no faltan amigos, hubo quien me lo avisara a tiempo, y cuando los federales vinieron a Limón, yo ya me había pelado. Después vino mi compadre Anastasio, que hizo tina muerte y, luego, Pantracio, la Codorniz y muchos amigos y conocidos. Después se nos han ido juntando más, y ya vé; hacemos la lucha como podemos».

La guerrilla de Demetrio Macías sucumbe en una emboscada, en la misma sierra donde tiempo atrás deshizo a una columna de federales. La acción de la novela constituye un capítulo del episodio villista. Su naturaleza de episodio es patente hasta por el desenlace. El episodio necesita terminar; la historia es siempre una continuación y un comienzo. La revolución está hecha de muchos episodios como el de Los de abajo: pero está hecha también y sobre todo, de un gran caudal de anhelos y de impulsos populares y, después de mucho estrellarse y desbordarse, se abrió el hondo cauce por el cual corre ahora. La guerrilla es un arroyo que baja de la sierra, para perderse a veces; la revolución, un gran río que confuso en sus orígenes, se ensancha y precisa en su amplio curso.

Pero Los de abajo, los montoneros de Mariano Azuela, pertenecen siempre a la revolución. La revolución no puede renegarlos. El montonero, ese hombre listo y bravo que merodeaba por la sierra fuera de la ley, sirvió para medir la miseria y la esclavitud del peón, del campesino, oprimido por la ley. La revolución que, desde antes de serlo, sembró de esperanzas y de anhelos el país, tenía el don de imponer su verbo y de prestar su fe a sus combatientes. El propio profileur Luis Cervantes, el bachiller arribista que escapa a Estados Unidos con el botín de los saqueos, después de entregar a Macias a la mujer que lo quiere y lo sigue, obedece inconscientemente a una fuerza superior a él. A pesar de su desvergüenza y de su fuga, es un servidor de la revolución. El aprovecha a la revolución pero la revolución lo aprovecha también a él. ¿No es él quien descubre a Macías que su aventura puede insertarse en su gran movimiento y consagrarse a-una gran causa? («Mentira que usté ande aquí por don Mónaco el cacique; usté anda aquí por don Motra, el caciquismo que asola toda la nación. Somos elementos de un movimiento social que tiene que concluir por el engrandecimiento de nuestra patria. Somos instrumentos del destino para la reivindicación de los sagrados derechos del pueblo. No peleamos por derrocar a un asesino miserable, sino contra la tiranía misma. Eso es lo que se llama luchar por principios, tener ideales. Por ellos luchan Villa, Natera, Carranza; por ellos estamos luchando nosotros...»). La revolución necesitaba estos tinterillos, estos bachilleres, aunque luego la desertasen y traicionasen. Si era posible un Luis Cervantes, era posible también un Atilio Montañés, el obscuro maestro elemental que dictó el programa agrarista a Emiliano Zapata, expresando la más vigorosa reivindicación de las masas mexicanas.

Nada de esto disminuye, por cierto, el mérito de la obra de Mariano Azuela, gran precursor de la novela americana.

Los de abajo, no le debe artísticamente nada a ninguna literatura. Azuela la ha creado íntegramente con materiales mexicanos. Para algo la revolución de su patria es tan rica en materia y en espíritu.

Pero si se quiere buscarle una equivalencia a esta sobria y fuerte novela, en otra literatura revolucionaria, se podría tal vez encontrarla en cierto grado, en los Cuentos de la Caballería Roja de Babel y, en otro sentido, en Los Tejones de Leonov. Equivalencia he escrito y no parecido ni afinidad.

 

 


 

NOTAS:

 

* Publicado en: Variedades el 21 de Enero de 1928. Y reproducido en Amauta Nº 12: Lima, Febrero de 1928.

** Aprovechador.