OBRAS COMPLETAS DE JOSE CARLOS MARIATEGUI

TEMAS DE NUESTRA AMERICA

 

LA PERSPECTIVA DE LA POLITICA CHILENA* 

 

En una época como la nuestra, en que el mundo entero se encuentra más o menos sacudido y agitado, la inquietud revolucionaria que fermenta en Chile no constituye, por cierto, un fenómeno solitario y excepcional. Nuestra América no puede aislarse de la corriente histórica contemporánea. Los pueblos de Europa, Asia y Africa están casi únicamente estremecidos. Y por América pasa, desde hace algunos años, una onda revolucionaria que, en algunos pueblos; se vuelve marejada. Con diferencia de intensidad, que corresponden a diferencias del clima social y político, la misma crisis histórica madura en todas las naciones. Crisis que parece ser crisis de crecimiento en unos pueblos y crisis de decadencia en otros; pero que en todos tiene, seguramente, raíces y funciones solidarias. La crisis chilena, por ejemplo, es, como otras, sólo un segmento de la crisis mundial.

En la América indo-española se cumple, gradualmente, un proceso de liquidación de ese régimen oligárquico y feudal que ha frustrado, durante tantos años, el funcionamiento de la democracia formalmente inaugurada por los legisladores de la revolución de la independencia. Los reflejos de los acontecimientos europeos han acelerado, en los últimos años, ese proceso. En la Argentina, verbigracia, la ascensión al poder del Partido Radical canceló el dominio de las viejas oligarquías plutocráticas. En México, la revolución arrojó del gobierno a los latifundistas y a su burocracia. En Chile, la elección de Alessandri, hace cinco años, tuvo también un sentido revolucionario. 

II 

Alessandri usó, en su campaña electoral, una vigorosa predicación antioligárquica. En sus arengas a la "querida chusma", Alessandri se sentía y se decía el candidato de la muchedumbre. El pueblo chileno, fatigado del dominio de la plutocracia "pelucona", estaba en un estado de ánimo propicio para marchar al asalto de sus posiciones. El proletariado urbano, más o menos permeado de socialismo y sindicalismo, representaba un vasto núcleo de opinión adoctrinada. Los efectos de la crisis económica y financiera de Chile, que amenazaban pesar exclusivamente sobre las masas populares, si el poder continuaba acaparado por la oligarquía conservadora, excitaban a las masas a la lucha. Todas estas circunstancias concurrieron a suscitar una extensa y apasionada movilización de: las fuerzas populares contra el bloque conservador. El bloque de izquierdas, acaudillado por Alessandri, obtuvo así una tumultuosa victoria electoral. Pero esta victoria de demócratas y radicales chilenos, por sus condiciones y modalidades históricas, no resolvía la cuestión política chilena. En primer lugar, la solución de esta cuestión política no podía ser, lisa y beatamente, una solución electoral. Luego, la adquisición de la presidencia de la república, no confería al bloque alessandrista todos los poderes del gobierno. Los grupos conservadores, numerosamente representados en el parlamento, se preparaban a torpedear sistemáticamente toda tentativa de reforma contraria a sus intereses de clase. Armados de una prensa poderosa, conservaban intactas casi todas las posiciones de un prolongado monopolio que el gobierno les había consentido conquistar. Y, de otro lado, movilizadas demagógicamente durante las elecciones, las masas populares no estaban dispuestas a olvidar sus reivindicaciones. Antes bien, tendían a precisarlas y extremarlas con ánimo cada vez más beligerante y programa cada vez más clasista.

La ascensión de Alessandri a la presidencia de la república, por todas estas razones, no marcaba el fin sino el comienzo de una batalla. Tenía el valor de. un episodio. La batalla seguía más exasperada y más violenta.

Alessandri se veía en la imposibilidad de realizar, parlamentariamente, su plan de reformas sociales y económicas. Lo paralizaba la resistencia activa del bloque conservador y la resistencia pasiva de los elementos indecisos o apocados de su propio bloque liberal, conglomerado heteróclito,** dentro del cual se constataba la existencia de intereses e ideas encontradas y con tradictorias. Y Alessandri, prisionero de sus prin­cipios democráticos, carecía de temperamento y de impulso revolucionarios para actuar dictato­rialmente su programa. 

III 

Los hechos se encargaron de demostrar a los radicales chilenos que los cauces legales no pueden contener una acción revolucionaria. El método democrático de Alessandri, mientras por una parte resultaba impotente para constreñir a los conservadores a mantenerse en una actitud estrictamente constitucional; por la otra, abría las válvulas de las legítimas aspiraciones de la izquierda. Amenazada en sus intereses, la pluto­cracia se aprestaba a conquistar el poder mediante un golpe de mano.

Vino el movimiento militar. La historia íntima de este movimiento no está aún perfectamente esclarecida. Pero, a través de sus anécdotas, se percibe que el espíritu de la juventud militar no sólo repudiaba la idea de una vuelta del anti­guo régimen, sino que reclamaba la ejecución del programa radical combatido por la coalición conservadora y saboteado por una parte de la mis­ma gente que rodeaba a Alessandri. La juventud militar insurgió en defensa de este programa. Fueron los almirantes y generales, coludidos con los conservadores, quienes reformaron prácticamente las reivindicaciones del ejército. Los conservadores habían empujado al ejército a la insurrección a fin de recoger de sus manos, después de un intermezzo militar, la perdida presi­dencia de la república. Contaban, para el éxito de esta maniobra, con la colaboración de Altamirano y de la capa superior del ejército, profundamente saturada de una ideología conservadora. Confiaban, además, en la posibilidad de que la caída de Alessandri quebrantase el bloque de izquierda, cuyas figuras espirituales e ideológi­cas aparecían evidentes a todos los ojos.

Mas, contrariamente a estas previsiones, el es­píritu revolucionario estaba vivo y vigilante. Las izquierdas, en vez de disgregarse, se reconcentraron rápidamente. El pueblo respondió a su llamamiento. La junta de gobierno del Generar Altamirano, ramplona copia del directorio español, descubrió su burdo juego. Su concomitancia con la plutocracia chilena quedó claramente establecida. Y la juventud militar se decidió a liquidar el engaño. Un golpe de mano fue rectificado o anulado con otro golpe de mano. (Rudos golpes ambos para los pávidos e ilusos asertores de la legalidad a ultranza). 

IV 

Ahora, la vuelta de Alessandri al poder, plantea aparentemente la cuestión política en los mismos términos que antes. Pero la realidad es otra. No se sale en vano de la legalidad, sea en el nombre de un interés reaccionario, sea en el nombre de un interés revolucionario. Y una revolución no termina hasta que no crea una legalidad nueva. Hacia ese fin se mueven los revolucionarios chilenos. Por eso, se habla de convocatoria a una asamblea constituyente. Los liberales moderados trabajarán por convertir esta asamblea en una academia de retórica política que revise prudente e inocuamente la Constitución; pero los elementos de vanguardia tratarán de empujar a la asamblea a un voto y a una actitud revolucionarias.

El problema económico de Chile no admite equívocos compromisos entre las derechas y las izquierdas. Una solución conservadora echaría sobre las espaldas de las clases pobres todo el peso de la normalización de la hacienda chilena. Y las clases populares agitadas por las actuales corrientes ideológicas, no se resignan a aceptar esa solución. Sostienen, por esto, a los partidos de la alianza liberal.

Y, por el momento, han ganado la batalla.

 

 


NOTAS:

 

* Publicado en Mundial: Lima, 13 de Febrero de 1925.

** Irregular. caprichoso.