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N. Moreno


¿Partido mandelista o partido leninista?

(1973)





Programas y consignas: su relación con las necesidades y conciencia presentes del movimiento de masas

Esta serie de sustituciones que vamos descubriendo en Germain -conocimiento científico en lugar de conciencia política, objetivos políticos en lugar de análisis marxistas objetivos; propaganda por agitación; trabajo sobre la vanguardia en lugar de" trabajo sobre las masas, etcétera- son la base "teórica" que fundamenta las "graves" críticas que le hace a Camejo sobre su concepción del partido bolchevique en esta etapa.

Según Germain, mientras que Cannon habla de "revolución proletaria" Camejo la nombra una sola vez, y en relación con el programa:

"El partido busca dirigir a la clase obrera y sus aliados hacia el poder del estado como su objetivo fundamental, pero no trata de sustituir él mismo a las masas . (49)

Nos gustaría preguntarle al camarada Germain si está de acuerdo o no con la definición que hace nuestro Programa de Transición de "revolución proletaria": la toma del poder por la clase obrera ¡y sus aliados. ¿Y el hecho de que dicha "toma del poder" sea para Camejo el "objetivo fundamental" del partido, no le satisface, camarada Germain?

La primera objeción seria que le hace Germain es que Camejo presenta "la relación entre la vanguardia al partido- y la clase trabajadora. . . de una manera unilateral y mecánica. El partido "trata de promover la lucha de masas. . . por medio de movilizar a las masas" en tomo a demandas "relacionadas a su presente nivel de conciencia". (50)

Para demostrar que esto es un error, trata de, apoyarse en Trotsky, trayendo esta cita: "¿Qué puede hacer un partido revolucionario en esta situación? En primer lugar, dar una visión honesta y clara de la situación objetiva, de las tareas históricas que emanan de esta situación, independientemente de que los trabajadores estén o no maduros para esto. Nuestras tareas no dependen de la mentalidad del obrero. . . Nosotros debemos decir la verdad a los trabajadores y entonces ganaremos a los mejores elementos. (51)

Como siempre, Germain ha sacado una cita de su contexto. Estas frases son una respuesta de Trotsky a algunos compañeros norteamericanos que planteaban que el programa de transición, no era adecuado a la mentalidad de los obreros de su país. Esta respuesta es correctísima porque Trotsky está hablando de las "tareas históricas" del programa general histórico para toda la época, es decir, del programa de transición. No se está refiriendo para nada a las tareas concretas que estaban enfrentando los camaradas norteamericanos en ese momento. Y lo que decía Trotsky es que nosotros no ocultamos nuestro programa, sino que, por el contrario, lo propagandizamos con todas nuestras fuerzas, aunque el obrero medio no lo entienda, para ganar a elementos de vanguardia ("los mejores elementos"). Esto no tiene nada que ver con la suposición de Germain de que ésta es una norma rectora de la actividad política del conjunto del partido en cualquier momento concreto.

Germain repite, corregida y aumentada, la confusión que ya antes había hecho entre propaganda y agitación. Camejo nunca dice que haya que tomar en cuenta el grado de conciencia de las masas para formular el programa general, histórico, del partido. Esta sería una posición total y absolutamente reformista y economicista. Lo que dice Camejo es que hay que partir del "presente nivel de conciencia de las masas" para formular las "demandas" que sirvan para "movilizar a las masas". Esto quiere decir que Camejo se refiere a nuestra política concreta, a las consignas que agitamos para la acción del movimiento de masas, no a la propaganda ni al programa. La cita de Trotsky es correcta, justamente porque no se refiere para nada a las consignas sino al programa.

Un programa trotskista que no hable de piquetes armados, soviets, insurrección, gobierno obrero y campesino, dictadura del proletariado, no merece el nombre de tal. Pero la dirección de un partido que levante todas estas consignas, o algunas de ellas, en forma permanente para todas las etapas y momentos de la lucha de clases, merece ser internada en un asilo.

Trotsky, en el programa de transición dice exactamente lo mismo que Camejo, con la única diferencia de que, en lugar de "presente" dice "actual": "es preciso ayudar a las masas, en el proceso de lucha cotidiana, a encontrar el puente entre sus actuales reivindicaciones y el programa de la revolución socialista. Este puente debe consistir en un sistema de reivindicaciones transitorias, que, partiendo de las condiciones actuales y de la actual conciencia de las amplias capas obreras, conduzcan a una -sola y misma conclusión: la conquista del poder por el proletariado."(52) Para España planteaba lo mismo: "La participación de los comunistas en estas luchas, y sobre todo su dirección, exige de ellos, no sólo una comprensión clara del desarrollo de la revolución en su conjunto, sino también la capacidad para lanzar determinadas consignas ardientes y combativas, que no se des. prenden directamente del "programa" sino que son dictadas por" las circunstancias de cada día e impulsan a las masas hacia adelante. "(53)

El objetivo de estas consignas es "dirigir las masas hacia adelante". En la misma conversación de Trotsky que cita Germain, éste plantea: "Toda la cuestión es cómo movilizar a las masas para la lucha. "(54) Exactamente lo mismo que plantea el camarada Camejo: que esas consignas, "relacionadas al presente nivel de conciencia (de las masas)" son las que utiliza el partido para movilizar a las masas

¿Qué es lo que esconde el ataque de Germain a esta definición de Camejo? Una típica posición ultraizquierdista: no darse una política para las necesidades y conciencia presentes de las masas, sino para supuestas necesidades y conciencia futuras: "¿Qué es este "presente nivel de conciencia de las masas"?

¿Es siempre el mismo? ¿Puede cambiar rápidamente? Si es así, ¿el partido de combate debe esperar hasta que éste se haya movido antes de "adaptar" sus demandas? ¿O puede prever" de qué estos cambios y actuar de acuerdo a ellos? ¿En función

factores se pueden prever estos cambios? ¿No puede ser el (presente nivel de conciencia" en sí mismo hasta un cierto grado una función del rol del "partido de combate dentro del movimiento de masas? Pero si uno de los principales objetivos del partido de combate" es levantar el nivel de conciencia de la clase obrera, ¿cómo puede el "presente nivel de conciencia" en sí mismo ser un criterio decisivo para determinar qué género de demandas debe plantear el partido ante las masas?""

Estas preguntas implican sus respectivas respuestas, a saber: Germain opina que el nivel de conciencia no es siempre el mismo; que puede cambiar rápidamente; que el partido de combate no debe esperar hasta que haya cambiado antes de adaptar sus consignas; que el partido puede prever esos cambios y debe actuar de acuerdo a ellos, es decir, debe lanzar sus consignas adecuadas al nivel de conciencia futuro; que el presente nivel de conciencia de las masas es, hasta un cierto grado, una función del papel del partido; que uno de los objetivos principales del partido revolucionario es levantar el nivel de conciencia de clase de la clase obrera y que, por lo tanto, el presente nivel de conciencia no puede ser un criterio decisivo para determinar qué género de consignas debe plantear el partido ante la masas

Aquí está sintetizada una de las diferencias más importantes entre la mayoría y la minoría. Contestaremos a cada una de estas afirmaciones de Germain, pero nos tomaremos la libertad de cambiar el orden de presentación.

Primera afirmación: "el nivel de conciencia de las masas no es siempre el mismo". " Tiene toda la razón. Más aún, dentro de las masas hay un desarrollo desigual de la conciencia, lo que hace que en un mismo momento, haya sectores con distinto nivel de conciencia.

Segunda afirmación: el nivel de conciencia de las masas puede cambiar rápidamente. Nuevamente Germain tiene razón, pero no señala que esto ocurre sólo en algunos períodos, los de gran actividad del movimiento de masas. En los períodos de calma, el movimiento de masas cambia su conciencia muy lentamente.

Tercera afirmación: el nivel de conciencia inmediato ("presente") de las masas es, en cierto grado, función del papel del partido revolucionario. Falso. El nivel presente de conciencias es un factor objetivo para el partido revolucionario, mucho más para nuestros pequeños grupos. Es el factor más. dinámico de la situación objetiva, pero no por ello deja de ser objetivo. Esto significa que es un dato, un hecho de la realidad que podemos ayudar a modificar en el futuro, pero que en el presente es como es, lo opuesto de nuestro partido, que es un factor subjetivo.

Como todo hecho presente, es una consecuencia del pasado, de la historia. Si en esa historia nuestro partido tuvo algo que ver, entonces y sólo entonces, "en un cierto grado", la conciencia presente es "función del partido". Pero si no fuimos ni somos un factor objetivo, es decir no nos siguen ni hemos educado a sectores del movimiento de masas antes de ahora, no tenemos nada que ver eón su presente nivel de conciencia.

Desgraciadamente, ésta es la situación actual. Los obreros argentinos son peronistas y sindicalistas; los franceses stalinistas y socialistas, además de sindicalistas; los ingleses laboristas y los alemanes sindicalistas y socialdemócratas. Ese nivel presente no es en "ningún grado" función nuestra.

Hemos dicho que el presente nivel de conciencia es una consecuencia histórica. Debemos completar ese concepto: es una consecuencia directa de dos factores combinados: los cambios objetivos del régimen y el desarrollo de las luchas de masas. El papel del partido puede ser importante, y a veces decisivo, pero indirecto, como agitador, organizador y director de esas luchas.

Trotsky decía lo mismo: "Para nosotros, siendo una pequeña minoría, todo es objetivo, incluso el estado de ánimo de los obreros. "" "La conciencia de clase del proletariado es atrasada, pero la conciencia no es del mismo material que las fábricas, las m mas, los ferrocarriles, sino que es mas variable, y bajo los golpes de la crisis objetiva, de los millones de parados, puede cambiar rápidamente. ""

Hay una concepción muy típica de la intelectualidad pequeño burguesa radicalizada que consiste en atribuirle a las masas los mismos sentimientos que ella tiene. Hay miles de intelectuales pequeñoburgueses que "aman" la lucha, y piensan, un tanto románticamente, que con las masas sucede lo mismo. Desgraciadamente no es así, y cada vez que uno de esos intelectuales va a hablar con los obreros para incitarlos a la lucha por la simple razón emotiva de que "hay que luchar", se lleva una tremenda decepción: los trabajadores no lo entienden; creen que está loco; le dan la espalda. El obrero común, el explotado en general, no siente ningún placer en ir a la lucha. Es un ser humano normal, que no tiene ningún interés en perder una parte de su escaso salario saliendo a la huelga, ni en arriesgar su integridad física yendo a una manifestación, ni en arriesgar su vida tomando la¡ armas contra el capitalismo. Las masas trabajadoras salen a la lucha porque el sistema capitalista las hunde en la miseria, porque no les deja otra salida que luchar para sobrevivir. El obrero no "ama" la huelga, pero se arriesga a perder su salario o su trabajo porque si no lucha se muere de hambre; no "ama" la violencia, pero se ve obligado a utilizarla para defenderse de la violencia, de los capitalistas; no "ama" las armas, pero se ve obligado a usarlas cuando el capitalismo las usa contra él.

Ese es el primer factor que determina el presente nivel de problemas más graves y más sentidos que sufren las masas hasta el punto en que están dispuestas a movilizarse para arrancarle al sistema capitalista una solución.

El segundo factor es el desarrollo de la propia movilización de las masas. No basta con que exista el problema objetivo para que, automáticamente, las masas salgan a la lucha: . Los trabajadores pueden estar sufriendo salarios bajísimos, pero su actitud frente a ese problema depende de cuál sea la situación de sus luchas con la burguesía en ese momento. Si el problema de los salarios se da inmediatamente después de un aplastamiento fascista del movimiento de masas, probablemente no se produzca ninguna movilización. Los trabajadores serán conscientes de que están en una situación desfavorable, con sus dirigentes muertos o encarcelados, con sus organizaciones destruidas, con todo el peso "de la represión sobre sus espaldas, y no se movilizarán hasta haber reorganizado sus fuerzas. Si, en cambio, esta situación se produce en el otro polo del desarrollo de la lucha, con las masas en plena ofensiva, en una situación revolucionaria, éstas son capaces de llegar al borde de la toma del poder, impulsadas por la necesidad de solucionar ese problema objetivo. Esto explica que la consigna de "pan" haya sido una de las que llevaron al poder al proletariado ruso.

Así se combinan estos dos factores objetivos: la infamia de turno del sistema capitalista es la que crea la necesidad de luchar y fija el objetivo inmediato de esa lucha de las masas; el grado de desarrollo del movimiento de masas es el que determina que esa movilización estalle o no, la envergadura que pueda tener, los métodos que utilice, y sus resultados concretos, que pueden ser desde la reorganización de un sindicato hasta casi la toma del poder.

La conciencia inmediata, presente, de las masas esta determinada por esos dos factores es la conciencia de la necesidad que sufren y de las condiciones en que se encuentra para enfrentar a los explotadores.

El partido no tiene nada que ver con esta conciencia inmediata de las masas. Pero Germain, al sostener que el papel del partido es "en cierto grado" (no define cuál es ese grado) un factor determinante de la conciencia inmediata de las masas, cae en un típico error ultraizquierdista: confundir su propio nivel de conciencia, o el del partido, con el de las masas. Es la otra cara, la "racional" de esa intelectualidad romántica de que hablábamos: la que confunde no sus sentimientos, sino su nivel político con el de las masas.

Cuarta afirmación: el partido puede prever los cambios en el nivel de conciencia de las masas. Esto es cierto solamente en un sentido general e histórico

Nosotros sabemos que el sistema capitalista en decadencia, el sistema imperialista, arrojara cada vez más miseria y explotación, sobre las espaldas de los trabajadores; por lo tanto, les creará cada vez más necesidades, con lo cual los 1 hará ser cada vez más conscientes de que sus problemas sólo se pueden solucionar a través de la lucha. Las luchas de las masas se irán desarrollando en forma cada vez más profunda y violenta - Su relación de fuerzas con la burguesía será cada vez más favorable; las hará cada vez más conscientes de sus propias fuerzas estarán cada día más dispuestas a lanzarse a nuevas movilizaciones.

Este proceso las llevará al borde mismo de la política de clase, revolucionaria, de que pueden y del poder. Pero allí se detendrán y luego retrocederan, si no existe un partido revolucionario que las haga totalmente conscientes de esa situación las organice y las guíe para seguir adelante.

Pero esto es en general y para toda la etapa histórica. En un sentido concreto, inmediato, el partido tiene posibilidades muy limitadas de prever los cambios en la conciencia de las masas. No tanto por el factor económico (las necesidades que les crea el sistema capitalista), pues éste no cambia muy velozmente, sino por el desarrollo de las propias luchas. Cada vez que las masas se lanzan al combate, no sabemos si triunfarán o serán derrotadas y esto será decisivo para conocer cuál será el nivel de conciencia del que partirán las luchas posteriores. Supongamos una huelga general, que se mantiene dos o tres días. Puede ocurrir que las masas terminen derrotadas, con sus dirigentes despedidos y sin haber conseguido absolutamente nada. Puede ocurrir que vuelvan al trabajo sin haber logrado todos sus objetivos, pero conquistando importantes triunfos parciales (un aumento de salarios, una reducción de la jornada de trabajo, etcétera). Puede ocurrir finalmente, que la huelga desemboque en una insurrección que las deje con el poder político en sus manos. Evidentemente, su nivel de conciencia al día siguiente de la huelga no será el mismo en los tres casos. Esquematizando, en el primero de ellos, comenzarán a plantearse la necesidad de su reorganización para futuros movimientos. En el último, intentarán organizar la defensa del Estado Obrero e irán planteándose comenzar la construcción del socialismo.

Lo máximo que puede lograr el partido es manejar algunas hipótesis, señalar la más probable, y prepararse teóricamente para enfrentar esa nueva situación. Esto le será relativamente fácil en los períodos de calma de la lucha de clases, y muy difícil en los períodos críticos, donde las luchas, y los consiguientes cambios en la conciencia inmediata de las masas, se suceden día tras día. Tan difícil es la tarea en esta última situación, que las hipótesis del propio partido bolchevique iban quedando rezagadas con respecto a la realidad a medida que se acercaba octubre de 1917.

Pero éste es un trabajo interno del partido, de preparación teórica para enfrentar nuevas situaciones. Nada tiene que ver, como veremos luego, con la política hacia las masas, porque apenas la realidad demuestre que nuestra hipótesis más probable no se da, nos veremos obligados a improvisar una nueva política de acuerdo a la nueva situación. Ya hace mucho que los marxistas decimos que la realidad es más rica que cualquier esquema.

Aclaremos que seguimos hablando de la conciencia inmediata de las masas. El partido es capaz de hacer previsiones generales, basándose en las leyes generales de la lucha de clases descubiertas por el marxismo y para períodos determinados de tiempo. Por ejemplo: ascenso del movimiento de masas = tendencia a gobiernos kerenskistas; crisis económica = división de la burguesía, etcétera. El camarada Germain, que se cree capaz de prever los cambios en la conciencia inmediata de las masas, se ha demostrado totalmente incapaz de realizar este otro tipo de previsiones más sencillas.

Quinta, sexta y séptima afirmaciones: uno de los objetivos principales del partido es elevar el nivel de conciencia de la clase obrera; por lo tanto, no debe esperar a que los cambios en la conciencia inmediata de las masas se produzcan para adaptar a ellos sus consignas, sino que (como es capaz de prever dichos cambios) debe actuar de acuerdo con ellos, no tomando como criterio decisivo para lanzar sus consignas el presente nivel de conciencia de las masas.

Estas afirmaciones se destruyen por si mismas, porque el, partido, como ya lo demostramos, es incapaz de prever los cambios en la conciencia inmediata (presente) de las masas. Pero démosle a Germain esa ventaja. Supongamos que fuera capaz de preverlos. Eliminada esa dificultad, el silogismo de Germain se desarrolla con limpieza. El partido tiene el objetivo de elevar la conciencia de las masas hacia la conciencia política de clase (correcta). Por lo tanto, sus consignas no deben partir del presente nivel de conciencia, sino del que el partido prevé que vendrá en el futuro (falso, mil veces falso).

Si Germain habla de futuros niveles de conciencia y propone que nuestras consignas se sujeten a ellos, nos preguntamos por que no propone que nuestra única consigna sea la toma del poder, la revolución proletaria a nivel mundial

No vemos la diferencia entre plantear una consigna para un futuro nivel de conciencia que se dará dentro de un mes o un año y plantear una consigna para dentro de 10 ó 20 años. ¿Para qué andar con pequeñeces? Levantemos solamente la toma del poder a nivel mundial. Es una consigna para un nivel de conciencia futuro tan buena como cualquier otra. Y si las masas están dispuestas a escuchar y movilizarse tras una consigna nuestra para un futuro cercano, no vemos por qué no estarán dispuestas a hacerlo con una consigna para un futuro lejano. En los términos en que lo plantea Germain, el problema es cuantitativo, no cualitativo. Y un problema cuantitativo (de cantidad de tiempo) no puede definir el carácter de una consigna. Así que, futuro por futuro, nos quedamos con el que más nos gusta: la toma del poder a nivel mundial.

En realidad el problema (consignas para el presente o consignas para el futuro) es cualitativo. Estamos a muerte a favor de usar todas las consignas que partan del nivel de conciencia y las necesidades de cada momento (presentes) del movimiento de masas; y estamos a muerte en contra de usar ninguna consigna que parta de un supuesto (o previsto) nivel de conciencia y necesidad futura del movimiento de masas.

Se nos podrá argumentar que cuando planteamos por primera vez en Estados Unidos, ¡Fuera las tropas de Vietnam, ahora!, el movimiento de masas no tenía conciencia inmediata de la necesidad de esa consigna, no la sentía suya.

Esto ocurre porque entre la necesidad inmediata y la conciencia inmediata de las masas se da la misma contradicción y dialéctica que existe entre lo objetivo y lo subjetivo: el hecho de que exista una necesidad objetiva, no determina mecánicamente

que las masas tengan conciencia de esa necesidad. Más aún la conciencia inmediata va siempre con retraso respecto de la necesidad inmediata. Justamente por eso nuestras consignas agitativas deben ser un puente entre esos dos factores desigualmente desarrollados . De estos dos elementos el decisivo como siempre es el objetivo: la necesidad presente . esto es lo que Germain ni se plantea ya que para el factor determinante de nuestras consignas no es esa necesidad objetiva inmediata, sino la probable conciencia futura.

Si nosotros logramos tender ese puente, elaborar esa consigna justa, que sintetice la necesidad inmediata de las masas con su conciencia inmediata, ¿habremos logrado convertirnos "en un- cierto grado" en un factor determinante de su nivel de conciencia? Eso depende de si las masas o algún sector de ellas toman nuestra consigna. Porque, aun cuando nuestra consigna es. té científicamente elaborada y sea perfecta, hay multitud de razones históricas y objetivas inmediatas que pueden impedir a las masas transitar por ese puente que nosotros tendemos, que es lo mismo que movilizarse por nuestra consigna. Eso no depende de nosotros, más que en el sentido de que demos la con. signa justa. El resto, y lo verdaderamente determinante, como siempre, es el factor objetivo. Si las masas toman nuestra consigna y se movilizan por ella, efectivamente habremos sido, en un cierto grado, factor determinante de su conciencia. Si no es así, no lo seremos.

Trotsky no razonaba como Germain, sino como lo hacemos nosotros. El veía que, por la desocupación, la necesidad inmediata de la clase obrera norteamericana después de la gran crisis era la de conseguir trabajo. "Teóricamente", la consigna que correspondía debía, ser "escala móvil de horas de trabajo". Pero Trotsky no aplicó esta consigna. El tomó en cuenta, además de la necesidad inmediata, la conciencia inmediata de la clase obrera norteamericana, que confiaba en Roosevelt y planteó: " . . . exigimos que Mr. Roosevelt, con su grupo de expertos, presente un programa tal de obras públicas que todo aquél que pueda trabajar pueda hacerlo con salarios decentes. "(58)

Con la consigna de pedirle a Roosevelt, hemos tendido un puente entre la necesidad inmediata (desocupación) y la conciencia inmediata (los obreros creen en Roosevelt), para lograr la movilización de la clase obrera. Si Trotsky hubiera tomado únicamente la necesidad inmediata ("desocupación") para formular su política, ésta no habría sido la apropiada para movilizar a la clase obrera, pues no tomaba en cuenta cuál era su conciencia inmediata (que los obreros confiaban en Roosevelt).

A partir de la escalada yanqui en Vietnam quedó planteada como necesidad inmediata la retirada de las tropas, independientemente de que esto fuera o no lo adecuado al nivel de conciencia de ese momento. El puente que teníamos que tender no podía rebajar esa necesidad para adecuarse a la conciencia inmediata más que en la forma o el lenguaje, nunca hasta el grado de ignorar la necesidad que originaba nuestra consigna. Todo intento de basar nuestras consignas solamente en el nivel de conciencia de cada momento, que no tome como elemento decisivo la necesidad inmediata del movimiento de masas y de que se movilice para superarla, es aventurerismo, ya que nuestra política es total, abarca un análisis, un programa (necesidad y conciencia histórica), la propaganda, la agitación (necesidades y conciencia inmediata) y tiene como objetivo la movilización permanente de las masas hasta la toma del poder por la clase obrera. Es decir, todo está íntimamente relacionado y los factores dependen unos de otros, siendo las consignas para la movilización de las masas el factor decisivo.

Trotsky, criticando esta costumbre de darse tareas en base a predicciones, nos decía hace más de treinta años: "Pero nuestra tarea no consiste en hacer predicciones mirando el calendario sino en movilizar a los obreros alrededor de las consignas que surgen de la situación política. Nuestra estrategia es de acción revolucionaria, no de especulación abstracta". (59)

Todo intento de lanzar para una etapa inmediata de la lucha de clases, consignas y demandas para un nivel de conciencia que no es el de esa etapa, es un error ultraizquierdista. Más aún cuando además de consignas y demandas se elabora toda una estrategia, como ocurrió con el entrismo "su¡ generis". Mientras el stalinismo tenía una política ultraoportunista y se dedicaba a levantar firmas por la paz, Germain y los camaradas de la mayoría sostenían que habría guerra, que el stalinismo cambiaría su política y mentalidad obligado por las circunstancias. De allí sacaron la estrategia de entrar al stalinismo a la espera de que se dieran esos cambios (que nunca se dieron).

Lo mismo ocurre con nuestras consignas. No podemos elaborarlas para una etapa futura de la lucha de clases, ni para la conciencia y necesidades que van a tener las masas en un futuro incierto. No podemos, en primer lugar, porque no la conocemos. Pero aun cuando fuéramos capaces de adivinar el futuro ("prever" diría Germain) no podemos utilizar esas consignas por otro motivo mucho más importante: porque las consignas tienen un solo objetivo, que es movilizar a los trabajadores. Y si las consignas reflejan necesidades y nivel de conciencia futuros, serán incomprensibles para las masas. Un ejemplo: si en lugar de la consigna de paz, el Partido Bolchevique, debido a la guerra imperialista, hubiera levantado la de cederles a los alemanes, como en Brest-Livstovsk, no hubiera hecho la Revolución Rusa.

Que el partido tenga como objetivo elevar la conciencia de las masas hacia la conciencia política de clase no quiere decir que sea capaz de hacerlo por sí mismo. El camarada Germain es el primero en insistir en que las masas sólo aprenden a través de sus acciones. Nuestro objetivo es, pues, movilizar a las masas para que, a través de esa movilización, adquieran conciencia política de clase. Hasta aquí estamos todos de acuerdo. En lo que no estamos de acuerdo es cómo hacemos para movilizarlas. Germain dice que movilizamos a las masas agitando consignas para el nivel de conciencia que éstas tendrán más adelante. Nosotros decimos qué movilizamos a las masas levantando consignas para las necesidades y el nivel de conciencia que tienen en el presente.



Germain y nosotros en una huelga general

Supongamos que hay conflictos por salarios, en forma aislada en el 30 6 400/o de las empresas industriales. ¿Cuál es la necesidad que tienen las masas en ese momento? La de unificar todos esos conflictos en una huelga general. ¿Cuál debe ser nuestra consigna? ¡Huelga general por aumento general de salarios! ¿Cuál sería la consigna que plantearía Germain? El razonaría de la siguiente manera: como la huelga general planteará el problema del poder, nuestra consigna debe ser ¡Huelga general para tomar el poder! Pero eso sería un error catastrófico. Las masas tienen la necesidad de hacer una huelga general para conseguir más salarios, y son conscientes de ello o deben llegar a serio, pero no son conscientes de que necesitan tomar el poder. Nuestra consigna de ¡Huelga general por más salarios! caería en terreno fértil, prendería a lo largo y ancho del movimiento de masas, la huelga general sería un hecho. La consigna de Germain caería en el vacío; sólo sería seguida por algún pequeño sector de vanguardia; liquidaría la posibilidad de una huelga general masiva.

Sin embargo, nosotros somos conscientes al igual que Germain de que la huelga general plantea el problema del poder. Pero lo plantea cuándo la huelga ya es un hecho. Para poder plantear la toma del poder, primero tenemos que conseguir que la huelga general se haga. Si conseguimos que las masas salgan a la huelga general, que paralicen al país que desesperen a la burguesía, que ésta vea peligrar todo su sistema, que comience a organizar la represión, sólo entonces las masas estarán en condiciones de ver claramente que la única salida de la huelga general es la toma del poder. Esa será la necesidad más inmediata de las masas, esa será su única salida. En ese momento, si el partido sigue manteniendo la consigna de huelga general por más salarios, comete un crimen y una traición. ¡Ha llegado el momento de cambiar la consigna! La movilización de las masas ha llegado al punto de que éstas puedan comprender la necesidad de tomar el poder. La consigna para esa etapa debe corresponder a la necesidad. ¡Todo el poder al soviet (o al comité que dirige la huelga)! es la consigna del momento.

Si no conseguimos que las masas salgan a la huelga general, porque le hemos planteado a esa huelga un objetivo distinto al que las masas sienten y quieren (el poder en lugar de salarios), nos podemos pasar siglos gritando, ¡Huelga general por la toma del poder!, pero no conseguiremos nada. Puede ocurrir que la huelga general se dé pese a nosotros, pero lo seguro es que las masas no tomarán el poder.

Aquí Germain nos podría contestar con el siguiente razonamiento: si nosotros antes de la huelga general ya venimos planteando que su única salida es la toma del poder, en el momento en que las masas enfrenten esa situación sabrán reconocerlo y nos considerarán una buena dirección que supo prever los acontecimientos. Este es un razonamiento intelectual, falso. Así se mueve la vanguardia, pero no las masas. A la vanguardia, efectivamente, tenemos que explicar pacientemente, en vísperas de una huelga general que ésta planteará el problema del poder y que tiene que prepararse para tomarlo. Toda nuestra propaganda sobre la vanguardia debe tener ese solo y único eje. Y la vanguardia sabrá reconocer que nuestra previsión fue correcta y entrará masivamente al partido.

Si las masas se comportaran de esta manera, hacer la revolución sería muy sencillo: nos pasamos cinco, diez o veinte años agitando la consigna de la toma del poder. Cuando se dé la crisis revolucionaria (la huelga general, por ejemplo) que se puede dar aunque nosotros no existamos porque es un momento inevitable de la lucha de clases, las masas recordarán nuestra agitación de tantos años, nos reconocerán como su dirección y tomarán el poder. Pero las masas no se mueven de esta manera: ellas reconocen como dirección a quien supo movilizarlas dando la consigna precisa para cada una de las luchas que emprendieron. Y al que dio una consigna que nada tenía que ver con sus necesidades ni con su conciencia, no sólo lo desconocerán como dirección, sino que además lo considerarán un elemento ajeno al movimiento de masas.

Son entonces dos los motivos por los cuales el partido debe agitar ante las masas la consigna que responda a su nivel de conciencia y a sus necesidades presentes. El primer motivo es que es la única manera de movilizar a las masas, y la movilización de las masas es la única manera de que éstas eleven su nivel de conciencia. Es decir, lo importante es lograr la huelga general, porque sólo durante la huelga general las masas estarán en condiciones de elevar su conciencia hasta entender que hay que tomar el poder. El segundo motivo para agitar estas consignas es que es la única manera de ser reconocido como dirección y ganar prestigio, influencia y confianza entre las masas. Lo que las masas recuerdan, y para eso tienen buena memoria, es quién fue el que les dijo que había que hacer un frente único contra el fascismo cuando ellas necesitaban hacerlo, quién les planteó que lucharan por salarios cuando ellas necesitaban luchar por salarios, quién les planteó (¿por qué no?) retroceder, cuando necesitaron retroceder para no ser aplastadas.

Sólo así, agitando esas consignas, un partido puede ganarse el derecho a ser dirección. Sólo así será reconocido como dirección antes de la crisis revolucionaria. Porque si esto no ocurre, en el momento de la crisis revolucionaria no habrá nadie con autoridad, que sea escuchado por las masas, para plantear la única consigna, la única tarea, de la cual el movimiento de masas nunca puede llegar a ser plenamente consciente por sus propios medios: la consigna y la tarea de la toma del poder.

Esto no es una novedad. Trotsky llevó una larga lucha contra el ultraizquierdismo con este mismo eje. En contra de lanzar la consigna de soviets en Alemania, de armamento en España, de control obrero en Alemania, cuando las condiciones y el nivel de conciencia del movimiento de masas o lo planteaban.

Todo el secreto de la política trotskista consiste precisamente en medir. al milímetro las necesidades y el nivel de conciencia las masas en cada momento y descubrir las consignas adecuadas, a ellos. La política trotskista es concreta, presente, a nivel de sus consignas; histórica a nivel de su programa. Esto no es más que la expresión de la vieja contradicción entre lo inmediato y lo mediato, entre lo concreto " y lo abstracto que, a este nivel, se manifiesta en la contradicción entre las consignas y el programa, entre la agitación y la propaganda.

Esto explica por qué el Partido Bolchevique fue cambiando de consignas en el breve lapso de unos pocos meses: ¡Todo el poder a los soviets! ¡Fuera los ministros burgueses! ¡Todos contra Kornilov! ¡Asamblea Constituyente!, nuevamente ¡Todo el poder a los soviets!

Todo el arte y la ciencia de nuestros partidos y direcciones

pasa por saber detectar los cambios en las necesidades y el nivel de conciencia del movimiento de masas. Pero para detectar esos cambios en la conciencia de las masas nos vemos obligados a utilizar dos herramientas. La primera son las consignas agitativas: "Para el partido, la agitación es también un medio dé escuchar a las masas, de sondear su estado de ánimo y sus pensamientos y, según los resultados, de tomar tal o cual decisión práctica. ""

La segunda herramienta es la que nos permite evaluar "el resultado" de nuestra agitación y "tomar así una u otra decisión". Esa herramienta es nuestro método de análisis y nuestro programa histórico, que resumen, a su vez, la lucha histórica y de clase del movimiento obrero y la historia toda de la lucha de clases,

Esta dialéctica entre lo mediato y lo inmediato, lo histórico y lo presente, lo abstracto y lo concreto, se sintetizase unifica, cuando el partido revolucionario logra llegar a dirigir al movimiento obrero hacia la conquista del poder. Pero para lograr esa superación de la contradicción, hay que pasar por distintas etapas de la lucha de clases; etapas que siempre son concretas, inmediatas y presentes, hasta que se transforman en históricas, es decir, hasta que la lucha inmediata del movimiento de masas sea la toma del poder, la gran tarea histórica.

Lo inmediato, las luchas concretas del movimiento obrero, se transforman en una tarea histórica gracias al partido. Esta síntesis se manifiesta cuando se produce la unidad entre nuestro partido y su programa, expresiones ambos de los intereses históricos del proletariado, con la clase obrera, y de ésta con las grandes masas. Allí se sintetizan las contradicciones entre partido y movimiento de masas, entre programa y consignas, entre propaganda y agitación, entre tareas del partido y tareas del movimiento de masas. En la insurrección, las masas, la clase obrera y el partido tienen una sola y única tarea, una sola y única consigna, un solo y único programa, y realizan una sola y única acción, inmediata e histórica al mismo tiempo: tomar el poder.


¿"Iniciativas revolucionarias" del partido?

La tercera crítica del camarada Germain a los seis puntos de Camejo es la siguiente: "Tercero: otra dimensión esencial del concepto leninista de partido revolucionario está ausente en la "esencia" del camarada Camejo: la iniciativa revolucionaria". "Una cosa es "promover" las luchas de las masas por diferentes medios, empezando por ser buenos sindicalistas y teniendo cuadros que son aceptados por los trabajadores en los locales. Tomar la iniciativa de organizar y de ser capaz de dirigir las luchas anticapitalistas de masas como un partido revolucionario, es algo bastante diferente. " "Y una de las características esenciales del centrismo clásico de la escuela Kautsky-Bauer era precisamente esta inhabilidad para percibir la necesidad de una iniciativa revolucionaria del partido, haciendo que la "relación de fuerzas" las "condiciones objetivas", el "estado de ánimo de las masas", siempre decidiese todo de un modo fatalmente determinado. El leninismo se separa de este tipo de centrismo precisamente por su capacidad de comprender cómo la iniciativa revolucionaria puede modificar la relación de fuerzas."(61)

El desastre de la guerrilla (una "iniciativa revolucionaria del partido" por excelencia) en América Latina, hace que el camarada

Germain sea muy cauteloso y escurridizo en su definición de "iniciativa revolucionaria". Primero nos dice que hay una diferencia entre hacer sindicalismo y "tomar la iniciativa de ser capaz de organizar y dirigir las luchas anticapitalistas de masas". Nadie puede oponerse a esta afirmación: es evidente que el partido debe tomar la iniciativa, con toda audacia, para tratar de "organizar y dirigir las luchas anticapitalistas de masas", y no limitarse a hacer sindicalismo. Por otro lado, no vemos a qué viene esta digresión de Germain, a menos que él opine que hay alguna sección de nuestra Internacional que se plantea hacer (o hace) exclusivamente sindicalismo. Si opina esto, debería darle más importancia al problema porque sería una gravísima desviación.

Pero luego empieza a aclarar un poco más el panorama. El dice que el centrismo Kautsky-Bauer plantea que todo está fatalmente determinado por la "relación de fuerzas", las "condiciones objetivas", el "estado de ánimo de las masas"; que el leninismo en cambio, se diferencia de él porque plantea que la "iniciativa revolucionaria (del partido) puede modificar la relación de fuerzas".

La relación de fuerzas mide, como la expresión lo indica, la fuerza relativa en cada momento, de los dos antagonistas principales en la lucha permanente de clases. Cuando decimos que estamos más fuertes, queremos decir, por lo tanto, más fuertes que la burguesía. En un momento dado el movimiento de masas puede estar a la ofensiva (en ascenso) y la burguesía a la defensiva; puede ser a la inversa e, inclusive, pueden existir períodos de relativa estabilidad. Pero, en líneas generales, podemos decir que a un aflojamiento por parte del movimiento de masas corresponde un avance de la burguesía. Esa relación de fuerzas entre las clases, como ya vimos, da lugar, según Trotsky, a cuatro situaciones generales, cuatro regímenes: contrarrevolucionario, no revolucionario, prerrevolucionario y revolucionario.

Y si retornamos la afirmación de Germain de que "la iniciativa revolucionaria del partido" puede "modificar la relación de fuerzas", esto quiere decir que la iniciativa del partido puede transformar un régimen contrarrevolucionario en uno no revolucionario, a éste en un prerrevolucionario y a éste en uno revolucionario. Contrastando con su manifiesta tendencia a abrumarnos con citas y ejemplos históricos, Germain no ofrece ni uno solo para ilustrar esta afirmación. No es casual: no existe ninguno.

Para los marxistas serios, las superestructuras (y el partido revolucionario es una de ellas), están determinadas por las estructuras (las clases) y no a la inversa. Es absolutamente imposible que una superestructura modifique, por su propia "iniciativa", las relaciones entre las clases. Existe en esto también una dialéctica: las superestructuras cobran peso colosal en los momentos de gran inestabilidad y crisis de la estructura, por ejemplo en una situación revolucionaria, y sólo en esos momentos. Pero que se llegue a esa situación de crisis no depende para nada de las superestructuras, sino de las leyes que rigen la lucha entre las clases.

Lo que posibilita que el enfrentamiento entre las clases llegue al punto de la crisis total y absoluta de la estructura (crisis revolucionaria) es que la existencia del capitalismo está regida por una ley según la cual tendrá crisis económicas cada vez más profundas y que el movimiento de masas reaccionará siempre frente a las penurias que esas crisis le provocan. Cuando llega la crisis" revolucionaria, y sólo en ese momento, las superestructuras definen la salida de la crisis: el estado burgués y los partidos burgueses o pequeñoburgueses con influencia en el movimiento de masas, empujan hacia una salida reaccionaria, burguesa, de la crisis; el partido revolucionario empuja hacia la salida revolucionaria, obrera. De cuál de estos dos bandos gane la dirección del movimiento de masas, depende cuál será la salida de la crisis. Es decir, si el partido revolucionario logra ganar a la clase trabajadora, ésta toma firmemente la dirección del movimiento de masas, y la amplia mayoría de las masas pequeñoburguesas apoyan o permanecen neutrales en la lucha, la crisis se define hacia la revolución proletaria. Si no lo logra, y las superestructuras burguesas arrastran a la pequeña burguesía y logran confundir a amplios sectores del movimiento de masas y la clase obrera, la salida de la crisis será la salida burguesa, contrarrevolucionaria.

Pero aun en este caso, el papel de las superestructuras no es determinante en forma directa. La superestructura "partido revolucionario" no toma "la iniciativa" de tomar el poder: trata de ganar al "movimiento de masas para que éste tome la "iniciativa revolucionaria" de tomar las riendas del estado. Y este "ganar al movimiento de masas para la iniciativa revolucionaria" es, simplemente, una tarea política del partido.

En los períodos de estabilidad de la estructura, esta dialéctica entre el partido y la relación de fuerzas entre las clases se da en una forma cualitativamente inferior. Cuanto menor es el impulso de las luchas de masas, tanto menor es la influencia del partido. Cuando ellas crecen, también crece su influencia. El partido sólo puede acelerar (y dentro de límites bien precisos) el desarrollo del movimiento de masas, pero nunca provocar un cambio en la relación de fuerzas por su propia iniciativa. No surge la misma relación de fuerzas entre las clases si una huelga triunfa que si es derrotada.

El partido puede jugar un papel en esta situación, siempre y cuando sea la dirección de la huelga, o logre serlo en algún momento de su desarrollo. Si el partido conduce la huelga al triunfo, esto acelera el desarrollo dei movimiento de masas; cambia la relación de fuerzas a favor del movimiento obrero. Si la huelga era muy importante, inclusive puede significar un cambio de régimen; por ejemplo, pasar de una situación no revolucionaria a una prerrevolucionaria. Pero, nuevamente, quien produce el cambio en la relación de fuerzas no es directamente el partido, sino ese triunfo del movimiento de masas. El partido, dirigiendo correctamente al movimiento de masas en esa huelga, ha acelerado el cambio de un régimen a otro, ha ayudado al movimiento masas a cambiar su relación de fuerzas con la burguesía; pero de ninguna manera ha cambiado dicha relación de fuerzas por su propia iniciativa. Si las masas no hubieran estado dispuestas a salir a la huelga, o si ésta se hubiera perdido (y esto puede ocurrir por factores objetivos, aún con nuestra dirección), el partido nada habría podido hacer.

Esto es el ABC del marxismo y es lo que nos muestra la realidad histórica y actual. Por eso no es casual que Germain no haya podido avalar con ninguna cita sus famosas "iniciativas revolucionarias", que son capaces de "modificar la relación de fuerzas"?, ni aportar ejemplos al respecto.

¿O no es así? ¿Existe alguna iniciativa revolucionaria del partido que haya servido para cambiar la relación de fuerzas entre las clases? ¿Podría mencionar alguna el camarada Germain? ¿Podría ser la guerrilla del Inti Peredo en Bolivia? ¿O quizás los largos años de "preparación para la lucha armada" del POR(C)? ¿Serán quizás las acciones de los Tupamaros en Uruguay? ¿O las del PRT(C)-ERP en la Argentina? Ninguno de estos ejemplos apoya la concepción germainista. En todos esos países lo único que ha cambiado la relación de fuerzas fueron las movilizaciones de las masas: la huelga general contra el golpe de Miranda en Bolivia, las grandes huelgas generales, como las de los bancarios y los obreros de la carne en Uruguay, el "cordobazo" en la Argentina, etcétera. Y en estos hechos de la lucha de clases que realmente cambiaron la relación de fuerzas, ni el POR(C), ni el Inti Peredo, ni los Tupamaros, ni el PRT(C)-ERP, tuvieron nada que ver. En lo único que tuvieron que ver fue en las excusas que dieron al régimen para un aumento de la represión que pagó muy caro el movimiento obrero.


Con las "iniciativas revolucionarias" o con el movimiento de masas

Como toda cuestión teórica, ésta no se agota en la teoría, sino que se manifiesta, con mucha más claridad, en la política práctica. Hasta ahora habíamos polemizado con Germain acerca de si las consignas que utilizamos deben responder o no a las necesidades y conciencia inmediatas de las masas; acerca de si dicha agitación debía hacerse sobre el movimiento de masas o sobre la vanguardia.

Parecería que estamos de acuerdo en el hecho de que las consignas (o demandas) son la herramienta fundamental para desarrollar nuestra política. Pero ahora el desacuerdo tiende a ensancharse.

Para Germain, las "iniciativas revolucionarias" son una "dimensión esencial del concepto leninista de partido revolucionario", lo que equivale a decir que, para ser leninista, el partido debe tener como tarea central tomar "iniciativas revolucionarias", por su propia cuenta y riesgo. El papel de estas iniciativas revolucionarias del partido no está muy claro en el párrafo donde Germain hace la crítica a Camejo, pero de toda su concepción y de la política que han aplicado algunas secciones orientadas por la mayoría, se desprende claramente que estas iniciativas tienen como función darle el ejemplo a las masas y marcarles el camino por el cual deben movilizarse. Ejemplos: el POR(C) toma la "iniciativa" de la lucha armada (o de la preparación para ella) para que las masas bolivianas lo sigan, lanzándose a la lucha armada (o preparándose para ella)- la Liga Comunista toma la iniciativa de luchar físicamente contra el fascismo y rompe un acto de Ordre Nouveau para que las masas francesas sigan su ejemplo y destrocen al fascismo en toda Francia, etcétera, etcétera. Si nuestros partidos no toman tales iniciativas, son indignos, según Germain, del nombre de partidos leninistas o trotskistas.

¿Cómo calificaría Germain al Partido Bolchevique ruso? ¡No queremos ni imaginarlo! Pensemos solamente que semanas antes de la Revolución de Octubre, Lenin y Trotsky discutían si había que tomar el poder en nombre de los soviets o del partido. ¡Ni el propio Partido Bolchevique en el momento culminante de su influencia en el movimiento de masas podía aventurarse a tomar "la iniciativa revolucionaria" de tomar el poder! Evidentemente este partido carecía de esa "dimensión esencial" que tanto preocupa a Germain.

Nosotros no estamos en contra de que el partido tome cualquier tipo de iniciativas, pero nos oponemos a aquéllas con las cuales pretende sustituir al movimiento de masas en las tareas que le son propias. Es decir, cuando pretende enfrentar por su cuenta al régimen burgués, o a algún sector de clase enemiga del proletariado, o a alguna organización que responda a ese sector de clase (como es el caso de las organizaciones fascistas). Estamos a favor de que el partido enfrente políticamente a todas las clases, sectores u organizaciones enemigas del movimiento de masas, que las denuncie en su propaganda, que agite consignas en el movimiento de masas para tratar de movilizarlo contra ellas, pero no que las enfrente físicamente por su propia cuenta y riesgo, sin el apoyo activo del movimiento de masas o de un sector de él.

Esto no quiere decir que debamos cruzarnos de brazos y esperar a convencer a la mayor parte del movimiento de masas y sus organizaciones para lanzar nuestras consignas e intentar movilizar a los sectores que ya están enfrentados, objetivamente a la necesidad de hacerlo Allí es donde debemos desplegar nuestras mayores iniciativas; pero estas tienen este sólo y único objetivo: crear o descubrir las consignas que lleven a la movilización y a la organización revolucionaria al movimiento de masas. o a algún sector de él. Curiosamente, quienes son partidarios de que el partido debe tomar iniciativas por su propia cuenta son particularmente poco imaginativos y audaces en la tarea de realizar estas verdaderas iniciativas revolucionarias del partido. Así fue como el POR(C) en Bolivia desplegó toda su imaginación para inventar un Ejército Revolucionario, pero careció de la iniciativa y audacia suficientes como para plantear las consignas que llevaban efectivamente al armamento de las masas bolivianas: el armamento de las organizaciones de masas para enfrentar a los golpes de estado reaccionarios. Y en Europa no han tenido ninguna iniciativa para apoyar y defender las guerrillas de las colonias portuguesas.

Tampoco estamos planteando que sólo cuando el conjunto o la mayoría del movimiento de masas tome nuestras consignas habrá llegado el momento de pasar a la acción. Justamente nosotros polemizamos con Germain porque éste considera a la vanguardia como un sector formado por individuos del movimiento de masas; y nosotros consideramos que existe en el movimiento de masas un desarrollo desigual que hace que en cada momento de la lucha de clases haya un determinado sector que este a la vanguardia respecto de otros. Como regla general, tenemos que concentrar nuestro trabajo sobre aquellos sectores que insinúan la posibilidad de una movilización. El régimen capitalista promueve o exige permanentemente que distintas capas de la clase obrera y los explotados se movilicen para defenderse de los ataques de los explotadores. Nosotros debemos intervenir de lleno en esos procesos objetivos para adelantar las consignas que movilicen y organicen a esos sectores en forma permanente. Cada movilización y triunfo de esos sectores del movimiento de masas servirá como acicate para movilizar y poner en pie de lucha a los otros.

No será como cree Germain que lograremos desbordar a la burocracia o dar un ejemplo permanente al movimiento de masas por medio de la actual vanguardia o del partido Solamente lo lograremos por medio de sectores del movimiento de masas que impactarán con sus luchas a otros sectores Toda la ciencia de nuestros partidos consiste, justamente, en saber precisar cuáles son los sectores del movimiento de masas que por su situación objetiva y su nivel actual de conciencia son más proclives a la movilización . Todo el secreto de una política bolchevique radica en esta dialéctica. Hubiera sido un crimen no tomar como eje a la juventud norteamericana, con una consigna que expresaba su necesidad más inmediata y su nivel de conciencia ¡que vuelvan las tropas de Vietnam, ahora!"), a la espera de que todo el movimiento de masas norteamericano estuviera en condiciones de movilizarse. ¡Y ésta fue, verdaderamente, una excelente y ejemplar "iniciativa" del SWP! Pero no tiene nada que ver con las "iniciativas revolucionarias".

Todo nos obliga, en Francia por ejemplo, a concentrarnos en los obreros inmigrantes con sus dos problemas específicos, el nacional y el de formar parte del sector más explotado de la clase "obrera. Debemos tratar de movilizarlos frente al ataque de los brotes fascistas y del capitalismo francés que quiere mantenerlos en la condición de obreros y ciudadanos de segunda categoría. Pero nuestra obligación surge del hecho de que este sector está dando indicios de que está dispuesto a movilizarse, de que es un sector desigualmente desarrollado del movimiento de masas que puede estar, por un período, a la vanguardia de la clase obrera y las masas francesas. Ese es el motivo por el cual una de nuestras tareas más urgentes en Francia es buscar las consignas capaces de movilizar a los obreros inmigrantes, pero de ninguna manera realizar nosotros, , nuestro partido, la "iniciativa revolucionaria" de luchar contra el fascismo por nuestra propia cuenta, sin que los obreros inmigrantes participen en esa lucha.

Esta cuestión de las iniciativas revolucionarias por parte del partido es peligrosa por varias razones. La primera de ellas es que educa mal al movimiento de masas y retrasa el desarrollo de sus movilizaciones y su conciencia. Los camaradas de la mayoría, por ejemplo, felicitaron al PRT(C)-ERP por el secuestro de Sylvester, cónsul inglés en la ciudad de Rosario, a cambio de cuya liberación exigieron (y obtuvieron) una serie de mejoras para los trabajadores del frigorífico Swift. ¿Educó esta "iniciativa revolucionaria" a los trabajadores del Swift? Según los camaradas de la mayoría, sí; dio el ejemplo de que a través de la lucha armada se podían conseguir las mejoras que necesitaban. Según nosotros, no, porque les demostró que la mera acción de un grupo de gente bienintencionada y audaz podía reemplazar a su movilización activa para defender sus propios intereses y derechos. La dura realidad de la lucha de clases desmintió a la mayoría: poco tiempo después, las acciones gremiales fueron ganadas nuevamente por la burocracia peronista y las condiciones de trabajo volvieron a, ser tan malas o peores que antes de la "iniciativa revolucionaria" del ERP.

Otro tanto podríamos decir de la acción de la Liga Comunista contra Ordre Nouveau. Y aquí podemos demostrar algo más: que cuanto más éxito relativo tengan estas "iniciativas" tanto más perjudican el desarrollo del movimiento de masas. Si seguimos realizando acciones contra los brotes fascistas, y seguimos teniendo éxitos técnicos, ¿con qué argumento 1 vamos a tratar de movilizar a los obreros inmigrantes? Cuando tratemos de hacerlo, ellos nos responderán: "¿Para qué nos vamos a movilizar si están esos buenos tipos de la Liga Comunista que ya se van a encargar de liquidar a los fascistas?". Pero en la medida en que los obreros inmigrantes y el movimiento de masas francés no se movilice contra los brotes fascistas, estos cobrarán cada vez mayor envergadura (porque éste es un problema de relación de fuerzas entre las clases), y llegará el momento en que sólo el movimiento de masas podrá derrotarlos. En ese momento nuestras iniciativas revolucionarias" mostrarán su cara negativa: por confiar hasta entonces en que el problema del fascismo puede ser resuelto por la Liga Comunista, no habrá ningún sector del movimiento de masas políticamente preparado para movilizarse contra él.

Las consecuencias no pueden menos que ser nefastas. Por suerte no hay mayor peligro de que esto ocurra, porque apenas crezca el fascismo nuestra sección, y con ella sus "iniciativas revolucionarias" de enfrentarlo por su propia cuenta, serán arrastradas por el movimiento de masas.

El segundo peligro de estas "iniciativas revolucionarias" del partido es que nos lleven al olvido o la ignorancia de las iniciativas revolucionarias de las propias masas y a la obligación que tiene el partido y sus cuadros de intervenir en ellas. Nosotros creemos que el proceso en el que ha entrado Europa, como antes nuestro continente, se caracterizará por miles y miles de movilizaciones de todo tipo que efectuarán las masas. Frente a esas miles y miles de movilizaciones de las masas, nuestros partidos tienen pocos cuadros para atenderlas, para darles una orientación política y organizativa adecuada. Nos falta tiempo, militantes y capacidad dirigente para ello.

Por lo tanto, es un crimen sacar cuadros de las movilizaciones que hacen las masas para apartarlos hacia la realización de acciones independientes, propias, alejadas de las que hacen las masas.

El planteamiento de que la dimensión esencial del partido en esta etapa es su propia iniciativa revolucionaria tiende a alejarnos de la solución de la contradicción más grave que enfrentan nuestras secciones: su tremenda debilidad frente a las iniciativas o movilizaciones del movimiento de masas. Esta contradicción amenaza con irse agravando 0, al menos, con ser una contradicción aguda durante toda una extensa etapa, ya que nuestro crecimiento y elevación de nivel político irá acompañado de mayores iniciativas revolucionarias del movimiento de masas en ambos continentes, por no decir en todo el mundo.

Desgraciadamente, no hemos tenido la oportunidad de conversar con los camaradas de la mayoría europea. Pero sí lo hemos hecho con la nueva vanguardia latinoamericana y con los representantes de la mayoría en nuestro continente. También hace tiempo que dialogamos con los camaradas de la dirección del Swift. En estas conversaciones siempre nos llamó la atención una profunda diferencia entre el lenguaje de los compañeros latinoamericanos de la mayoría, por un lado, y el de los camaradas norteamericanos y el nuestro, por el otro. Los primeros tienen manía por los términos "crear" e "iniciativa revolucionaria". Nosotros, por "descubrir oportunidades" y "desarrollar con toda audacia una política para esas oportunidades". Creemos poder decir, muy esquemáticamente, que en esa diferencia de lenguaje se expresa actualmente una de las diferencias de fondo entre la mayoría y la minoría. Para la mayoría, hay que "crear", por medio de la "iniciativa revolucionaria", enseñanzas, ejemplos para el movimiento de masas. Para la minoría, el movimiento de masas no necesita ninguna clase de ejemplos, ni ninguna "iniciativa revolucionaria" de nuestra parte, sino que nosotros tenemos que saber "descubrir las movilizaciones que las propias masas hacen o las que pueden hacer, llevadas por sus necesidades y conciencia inmediatas". A esas movilizaciones presentes o para un inmediato futuro, las llamamos oportunidades , y toda nuestra política debe orientarse a utilizarlas por medio de nuestras consignas, para evitar que se detengan y para lograr ganarlas para nuestra dirección.

Como ya dijimos, además de teórica, ésta es una cuestión práctica. ¿Para qué rompernos la cabeza pensando cómo atacamos a Ordre Nouveau? Si de verdad Ordre Nouveau ha empezado a atacar a los argelinos y a otras nacionalidades oprimidas por el imperialismo francés, debemos comenzar ya mismo un trabajo agitativo profundo sobre las nacionalidades que sufren preferentemente los ataques de estos imberbes fascistas. Sólo este trabajo nos permitirá conocer su mentalidad, sus reacciones, y saber si están dispuestas o no a defenderse de esos ataques. Si nuestras consignas no prenden, ello indicará que el partido deberá abandonar, momentáneamente, esa tarea. Si ocurre lo contrario, si" nuestras consignas son bien recibidas por los obreros inmigrantes, si tenemos éxito en organizarlos, entonces y sólo entonces, íntimamente ligados a los barrios argelinos atacados por los de Ordre Nouveau, daremos un escarmiento ejemplar a estos fascistas. Las condiciones para esta tarea, como para toda política verdaderamente revolucionaria es, entonces, que responda a una necesidad imperiosa del movimiento de masas (defenderse de los ataques fascistas que se suceden sin solución de continuidad) y a la iniciativa del propio movimiento (que éste se movilice contra dicho peligro).

Nuestro papel es trabajar dentro de esas movilizaciones ya dadas o" potenciales, levantar las consignas correctas que reflejen las necesidades y la conciencia de ese sector del movimiento de masas, organizarlas, postularnos como dirección de alternativa si están a su frente direcciones oportunistas, y dirigirlas si no tenemos rivales. (Esto último puede ocurrir si trabajamos sobre los sectores más explotados de la clase obrera y del movimiento de masas). No se trata, entonces, de "crear", sino de "descubrir" dentro del propio movimiento de masas, dónde se nos abren posibilidades de imponer nuestras consignas de transición.

El tercer peligro de estas "iniciativas revolucionarias" es que transforma las relaciones de partido con el movimiento de masas, de objetivas en subjetivas. Para los camaradas de la mayoría, las iniciativas sirven si despiertan simpatías en el movimiento de masas. Maitán ha ponderado las acciones del ERP por esta razón; lo mismo ha hecho Frank.

Nuestra relación con el movimiento de masas tiene que ser esencialmente orgánica y política, no emotiva y basada en la propaganda. Nosotros queremos grupos del partido en los organismos y en las luchas concretas, objetivas, del movimiento de masas. Nosotros queremos que esos grupos partidarios y sus militantes disputen la dirección de los organismos de masas y de las luchas en nombre del partido. Es una relación precisa y objetiva: luchas y organismos del movimiento obrero y dé masas por un lado; organismos partidarios dentro de ellas, disputando la dirección de esos organismos y luchas, por otro.

Los camaradas de la mayoría, no son consecuentes en su política "de "iniciativas revolucionarias". En la Argentina, por ejemplo, no ha habido gran diferencia entre las "iniciativas" del PRT(C) y las de los grupos armados peronistas. , Ambas fueron hechas al margen del movimiento de masas, ambas configuraban acciones "ejemplarizadoras" de una vanguardia, ambas se caracterizaron por intentar resolver por la propia iniciativa las tareas que sólo pueden resolver las movilizaciones masivas. Sin embargo, quienes captaron la mayor cuota de "simpatía" fueron las organizaciones armadas peronistas y no el PRT(C). Esto se demostró en todas las movilizaciones callejeras posteriores a la asunción del gobierno peronista de Cámpora; las columnas de FAR y Montoneros (organizaciones armadas peronistas) llegaron a movilizar hasta a 40.000 jóvenes, las del ERP nunca pasaron de los 500, las de nuestro partido llegaron a un máximo de 4.000. ¿Quién captó más "simpatías"? Indudablemente, en primer lugar, la izquierda peronista, en base a una claudicación política permanente a la confianza que las masas aún tienen en Perón (es decir, en base a una "claudicación armada" al peronismo). En segundo lugar, nuestro partido, pero no en base a ninguna "iniciativa revolucionaria", sino a estar presente en todas y cada una de las luchas del movimiento de masas y a diferenciarse con toda claridad de la política peronista. Finalmente, el PRT(C), quien también se diferenció del peronismo, pero estuvo ausente de las movilizaciones porque estaba muy ocupado en meditar, organizar y realizar sus "iniciativas revolucionarias".

Las conclusiones son obvias. Los camaradas de la mayoría no deben quedarse a mitad de camino: o están con las "iniciativas revolucionarias" (y, consecuentemente, abandonan el trabajo político sobre el movimiento de masas) o están con la política trotskista. Y Europa no será una excepción: en la medida en que la crisis económica se profundice, surgirán sectores de la pequeña burguesía desesperados con "iniciativas revolucionarias" infinitamente superiores a las de nuestras secciones. En ese momento, nuestras secciones habrán hecho muy bien si ya han definido su actitud. Pueden claudicar políticamente, y obtener los éxitos y las "simpatías" momentáneas que en su momento obtuvieron las organizaciones armadas peronistas de la Argentina- o pueden abandonar estas famosas "iniciativas revolucionarias" y obtener los éxitos Y simpatías, mucho más modestos pero mucho más importantes, de nuestro partido. Lo que sería lamentable es que cumplieran el mismo triste papel del PRT(C).


Una concepción superestructural y subjetiva del frente único.

Esta polémica que acabamos de ver sobre la "iniciativa revolucionaria" se expresa en otra, en cierta forma tácita, que existe entre la mayoría y la minoría alrededor de¡ frente único obrero. Gracias a la gentil visita de dos miembros de la sección francesa a nuestro partido, tuvimos la oportunidad de escuchar la exposición más clara de su concepción: "Pensamos que no tenemos la fuerza para imponer, como organización política, solos, el frente único a los partidos reformistas; podemos hacer la polémica, y la hacemos, pero no es suficiente. Trotsky planteó el problema muy bien, cuando dijo que la correlación de fuerzas era entre una tercera parte y una séptima parte de las fuerzas obreras. Cuando no se tiene ni siquiera una séptima parte de las fuerzas obreras, la táctica del frente único no es suficiente, no se puede aplicar. Cuando se tiene más de la tercera parte, el partido revolucionario puede asumir sus responsabilidades. " 112 Germain, sin tanta claridad, sostiene la misma concepción. Discrepamos con esta forma de encarar el frente único; es una desviación subjetiva, al igual que las restantes desviaciones de la mayoría. Esta interpretación es, por su contenido, superestructural y subjetiva, aventurera y sectaria. Considera que el frente único es esencialmente una cuestión de relación entre partidos.

Para nuestra sección francesa, la posibilidad de plantear un frente único a los partidos reformistas depende de qué relación numérica tenemos con ellos dentro del movimiento obrero: si tenemos menos de un séptimo, no podemos plantearlo; si tenemos entre un séptimo y un tercio, sí podemos; y si tenemos más de un tercio no necesitamos hacerlo porque nos bastamos solos.


El frente único es una táctica

Los camaradas de la Liga Comunista están equivocados. En primer lugar, el frente único no es un principio, ni una estrategia de nuestro partido, sino táctica política para situaciones específicas de la lucha de clases. En segundo lugar, como cualquier otra política nuestra, debe responder a necesidades profundas de una etapa del movimiento de masas, y no a las relaciones internas entre los diferentes sectores del movimiento. Dicho de otra manera: el frente único es una táctica que nosotros aplicamos cuando la situación de la lucha de clases le exige objetivamente al movimiento obrero, unificar todas sus fuerzas para enfrentar a la burguesía; depende de las relaciones entre el movimiento de masas y los explotadores, no de las relaciones entre los diferentes partidos del movimiento de masas. Vale decir, lo que determina nuestra política de frente único es el factor estructural (relaciones entre las clases) y no el superestructuras (relaciones entre los partidos obreros).

Sin embargo, esta política tiene un aspecto superestructuras muy importante, que es la forma de plantear el frente único.

Contra la política oportunista, que plantea el frente único solamente a las direcciones y no lo plantea a las bases para no tener roces con aquéllas; contra la política ultraizquierdista, que lo plantea sólo a las bases e ignora a las direcciones; la política trotskista consiste en plantear el frente único a las bases y a las direcciones, con tres objetivos: primero, no romper con las bases de los partidos reformistas ignorando a las direcciones que ellas reconocen; segundo, promover la presión de las bases sobre las direcciones para obligar a éstas a aceptar el frente único; tercero, agotar la experiencia de las bases con las direcciones reformistas, desenmascarando a éstas por sus vacilaciones y traiciones frente a las tareas del frente único, y postularse como dirección revolucionaria de alternativa.

Pero este aspecto superestructuras, esta forma de plantear el frente único, sin la cual no existe una verdadera política de frente único, no es más que eso: una forma, un aspecto superestructuras pero no el determinante. Lo decisivo es que haya necesidades muy apremiantes para el conjunto del movimiento obrero que nos obliguen a plantear esa política.

Justamente porque el frente único obrero responde a una necesidad objetiva del movimiento de masas en una etapa precisa de la lucha de clases, generalmente es defensivo. Si durante años no estuvo planteado el frente único en Europa, no fue por razones numéricas, sino por una profunda razón objetiva: no hubo una brutal ofensiva de los explotadores que planteara la necesidad de una política defensiva de conjunto de los explotados. La pobreza relativa (o riqueza absoluta) de los trabajadores europeos es lo que explica que el frente único no estuviera planteado en forma inmediata, agitativa. No podía estarlo, no lo podrá estar, mientras objetivamente toda la clase obrera no enfrente, no sienta, un grave peligro que la afecta en forma inmediata: fascismo, reacción, carestía de la vida, desocupación, racismo, etc.

¿Cómo instrumentamos la política del frente único? Este es un problema muy delicado: cómo distribuimos nuestros militantes, sobre que sectores del movimiento de masas golpeamos preferentemente "y con qué consignas lo hacemos es algo que se resolverá correctamente según la habilidad de nuestras direcciones y partidos para evaluar la situación objetiva y nuestras propias fuerzas, y su capacidad para distribuirlas y armarlas con consignas correctas. No existe una respuesta general a este problema, porque todas las situaciones son concretas. Lo máximo que podemos decir es que habrá que golpear sobre los sectores del movimiento de masas en los cuales los problemas objetivos se presenten en forma más aguda (si se trata de problemas económicos o democráticos parciales, como los problemas nacionales) o sobre aquellos que hayan demostrado una mayor sensibilidad y disposición para la movilización si se trata de problemas políticos generales (peligro de golpe reaccionario, por ejemplo); que a esos sectores debemos volcar la mayor parte y lo mejor de nuestras fuerzas; y que debemos buscar la consigna específica que refleje en su seno el problema general que está enfrentando el movimiento de masas en su conjunto. Como cualquier otra política nuestra, su posibilidad de éxito depende del proceso objetivo de la lucha de clases y, secundariamente, de nuestra relación numérica con los demás partidos obreros.


El frente único en Francia

Por ejemplo, si nosotros levantamos hoy un programa y una, consigna por la defensa del nivel de vida y de trabajo del conjunto del movimiento obrero francés, y llamamos a la unidad de las dos o tres centrales sindicales con ese eje, es muy posible que tengamos un éxito parcial o total al cabo de un cierto tiempo si las condiciones objetivas ayudan y supimos instrumentar correctamente nuestra política. Si la ofensiva patronal contra ese nivel de vida se acentúa cada vez más, si esa estrategia de defensa del nivel de vida y de trabajo la sabemos aplicar tácticamente en los diferentes gremios, concentrándonos en aquellos donde hay mayores posibilidades de que se dé una lucha unitaria a corto plazo, habrá posibilidades de que esas luchas parciales, unitarias, de frente único, tengan éxito. Si alguna de estas luchas triunfa, impactará al conjunto del movimiento obrero francés, y lo llevará a una lucha de conjunto para frenar la ofensiva patronal. Entonces, nuestra política de frente único habrá triunfado.

En Francia ya tenemos una experiencia. de lo que significa una concepción incorrecta, subjetiva y superestructuras del frente único. El 21 de junio de 1973, la organización fascista francesa Ordre Nouveau realizó una manifestación contra los inmigrantes argelinos. Nuestra sección, la Liga Comunista, había llamado a la realización de una contra-manifestación de la izquierda. Al no encontrar eco, la realizó por sí sola, y se produjo un violento enfrentamiento con los fascistas. El gobierno francés aprovechó este suceso para ¡legalizar a la Liga y encarcelar a Alain Krivine y Pierre Rousset, dos de sus voceros más destacados. Algunos días más tarde, el Comité por las Libertades, organización del Partido Socialista, llamó a un mitin donde asistió el conjunto de la izquierda y unas 15. 000 personas. Se había formado un frente único de hecho de todos los partidos de izquierda, incluido el PC, contra el gobierno y a favor de las libertades democráticas. Pero, aunque el motivo del acto era exigir la revocación del decreto de ¡legalización de la Liga, nuestros compañeros no pudieron hablar.

Otra hubiera sido la situación si hubieran llevado a la práctica correcta y consecuentemente una política de frente único, Si la Liga Comunista hubiera transformado su campaña contra los brotes fascistas y las tendencias reaccionarias del gobierno en una campaña permanente de frente único dirigida al PC y al PS y mantenida sistemáticamente desde hace un año, el acto habría sido un éxito espectacular de nuestra política de frente único. Todos los concurrentes habrían dicho o pensado: "La Liga tenía razón: había que hacer un frente único, y éste ya empezó a estructurarse".

Quizás los camaradas de la Liga no habrían podido hablar de todos modos, pero ante las maniobras de la dirección del PC para tratar de impedírselo, las bases del acto se habrían preguntado: ¿por qué no los aceptan si son los únicos que hace más de un año vienen insistiendo en la necesidad de una acción concreta, no sólo un acto, contra el curso reaccionario del gobierno y los brotes fascistas?" Y este solo hecho hubiera permitido que la base del PC comenzara a presionar sobre su dirección e inclusive a cuestionarla.

Pero lo más importante hubiera sido plantear el frente único entre los obreros inmigrantes. Estamos aún a tiempo para hacerlo. Junto a nuestro trabajo paciente sobre esas nacionalidades, la política de frente único de todas las tendencias para defenderlas de los ataques racistas se abriría paso, tarde o temprano, si los ataques continúan.

Pero si los camaradas de la Liga Comunista siguen esperando a que se dé una proporción numérica determinada para tomar la política de frente único como la táctica central del partido para las tareas defensivas, volverá a ocurrir lo que ya ocurrió en el acto de defensa de la Liga y en la Asamblea Popular boliviana: el frente único se dio en los hechos y ni la Liga Comunista ni el POR(C) respectivamente, pudieron ostentar ante las masas el galardón proletario y revolucionario de haber sido sus máximos agitadores y organizadores. Quien se llevó el prestigio de haberlo hecho fue el stalinismo en un caso y la burocracia de Lechín en el otro. También puede ocurrir que el frente único no se dé y, por lo tanto, la derrota del movimiento de masas sea inevitable. Esta derrota tendrá como origen teórico la concepción superestructuralista y subjetiva del frente único y como responsables políticos a los camaradas que no hayan tomado como tarea central la agitación de la consigna de frente único en el movimiento de masas, además de las direcciones oportunistas.


Dos olvidos: los militantes profesionales y el centralismo democrático

Es notable que el furibundo ataque del camarada Germain a Camejo acerca de su concepción de partido no se vea complementado con otro a Mandel, que olvidó dos de los pilares de la concepción leninista del partido bolchevique: los militantes profesionales y el centralismo democrático. Estos dos olvidos de Mandel tienen una explicación. Ya hemos visto que para él la superación de la conciencia de los obreros avanzados se produce por una vía intelectual y efectuada por intelectuales: es un proceso subjetivo de aprendizaje de la filosofía, la sociología, la economía y la historia marxistas. Es decir, del "marxismo como ciencia". Este proceso, que sólo puede cumplirse individualmente, tiene sus ejecutores siempre siguiendo a Mandel en los intelectuales, cuyo papel, como sector de clase, es llevar . . . hacia los estratos despertados y críticos de la clase obrera lo que por ellos mismos no pueden llevar a cabo, debido al estado fragmentado de su conciencia: el conocimiento científico y la conciencia que les posibilitará reconocer la verdadera faz de la escandalosamente velada explotación y de la opresión disfrazada a que son sometidos. "(64)

¿Sobre qué bases objetivas se realiza este aprendizaje de los "sectores despertados y críticos de la clase obrera", es decir de la vanguardia obrera? 0 dicho, de otra manera, ¿cómo tiene que organizar su vida el obrero de vanguardia para convertirse en militante revolucionario? Mandel nos responde, en otro de sus trabajos, diciendo que uno de los privilegios políticos de los militantes revolucionarios" es el de. . . ". dedicar a la actividad social una fracción de su vida mucho más grande que la de los otros trabajadores. "

Aquí el camarada Mandel nos está diciendo (por lo que no dice) que el obrero de vanguardia debe seguir en la misma situación objetiva que antes, sólo que sacrificándose mucho más. Es decir, que debe organizar su vida de la siguiente manera: cumple su horario de todos los días en la fábrica, después recibe en su casa a un intelectual que le explica y le hace estudiar el socialismo marxista y trotskista, y después tiene que ir a visitar a otros obreros, o al sindicato donde luchará por sus compañeros y por el partido. En síntesis: en la transformación de un obrero de vanguardia en militante revolucionario, el partido no tiene nada que ver; la tarea de educación en el marxismo la cumplen los intelectuales; la tarea de arreglárselas para poder vivir la cumple el propio obrero continuando con su trabajo en la fábrica; y si los intelectuales cumplen con su tarea y el obrero con la suya, éste habrá logrado el "conocimiento científico" y, por lo tanto, la "conciencia". Esto no es ni marxismo ni teoría leninista de la organización.


Los militantes profesionales

El marxismo es materialista, Lenin también lo era. Para Lenin, la superación de ¡a conciencia fragmentada del obrero avanzado era esencialmente un proceso material, y no intelectual: era darle tiempo libre al obrero para que éste se capacitara en todos los aspectos (tanto teóricos como prácticos) como revolucionario profesional. No era una penosa y terrible obligación que se sumaba a las ya penosas y terribles obligaciones que tenía el obrero por el sólo hecho de ser obrero. Era una tarea que empezaba por darle tiempo libre al obrero avanzado para que dejara de ser obrero fragmentado en la vida real y comenzara a ser revolucionario en la vida también real.

Porque Lenin era materialista y dialéctico no podía concebir que se pudiera superar una conciencia derivada de una situación material (la alienación del trabajo parcelario durante 8, 11 6 14 horas diarias) por, medio de cursos. Es decir, mientras el obrero dedicara tantas horas de su vida a hacer un trabajo que le era in. diferente, dentro de una cadena de producción cuyo mecanismo desconocía, para elaborar un producto cuyo destino final no le importaba, su conciencia debía reflejar estas características de su actividad, debía ser una conciencia fragmentada, parcializada. los cursos que le podía ofrecer el partido (¡y no los intelectuales como sector social, camarada Mandel!) podían aliviar el problema, pero no lo podían solucionar. La única forma de solucionarlo era partiendo de la modificación de sus condiciones de vida materiales.

La solución marxista hasta los tuétanos que ofrece Lenin a este problema es su teoría, de los revolucionarios profesionales. Esta teoría es para él casi una obsesión: "Y nosotros no debemos preocuparnos sólo de que la masa "plantee" reivindicaciones concretas, sino también de que la masa de obreros "destaque", en un número cada vez más grande, estos revolucionarios profesionales. Así pues hemos llegado al problema de las relaciones entre la organización de revolucionarios profesionales y el movimiento puramente obrero". "Todo agitador obrero que tenga algún talento, que "prometa", no debe trabajar once horas en su fábrica. Debemos arreglárnoslas de modo que viva por cuenta del partido. "Y sabremos hacerlo precisamente porque las masas que despiertan espontáneamente destacan también en su seno más y más "revolucionarios profesionales" ". "No comprendemos que es nuestro deber ayudar a todo obrero que se distinga por su capacidad a convertirse en agitador profesional. . . " "El obrero revolucionario, si quiere prepararse plenamente para su trabajo, debe convertirse también en revolucionario profesional. (65)

Este "olvido" del camarada Mandel de la transformación por el partido de los obreros en militantes profesionales de vanguardia, no se limita al plano teórico. Hay una estadística muy ejemplificadora al respecto, que va unida a una polémica subyacente" , aún no formulada, entre los camaradas de la mayoría y el SWP y nuestro partido. La estadística es la siguiente: de todos los militantes profesionales que tiene nuestra Internacional, entre el 70 y el 80% como mínimo, pertenecen a la minoría. Además, si tomamos las direcciones de las dos secciones numéricamente más fuertes de la IV Internacional -la francesa y nuestro partido argentino- veremos que la proporción de camaradas que viven o han vivido de una profesión liberal en la Liga Comunista es de 20 ó 30 a 1, en relación a los camaradas del PST; es decir que, tomando los cien dirigentes más importantes de la sección francesa y de la dirección del PST, por cada 20 ó 30 doctores y profesores en la sección francesa, hay uno en nuestro partido argentino. Concretamente, en nuestro Comité Central de 120 miembros, hay sólo 3 miembros con profesiones liberales, siendo casi 100 profesionales del partido, de los cuales el 800/o han sido dirigentes del movimiento obrero. En el Comité Ejecutivo, la máxima dirección de nuestro partido, exceptuando cuatro compañeros, es en su totalidad formada por militantes profesionales que han sido importantes dirigentes del movimiento obrero. Finalmente, hay una tradición en nuestro partido, que el vertiginoso crecimiento actual nos impide aplicar al pie de la letra, que estipula que nadie puede llegar a la dirección sin haber cumplido con dos años de actividad destacada como militante profesional en el seno del movimiento obrero. Si comparamos otras secciones de la mayoría con el SWP, existen relaciones y situaciones parecidas.

Hay un último aspecto del problema de los militantes profesionales: ellos deben ser la base de sustentación del partido. Esto es así porque la actividad revolucionaria exige una atención y un aprendizaje totales, no parciales. Un militante revolucionario cabal, un cuadro de dirección del partido, de una zona o de un frente importante, es aquél que puede resolver por sus propios medios los problemas políticos (no los "científicos") que le plantee cualquier situación de la lucha de clases. Debe saber analizar una situación, formular las consignas precisas que responden a ella, plantear las formas de organización convenientes, distribuir las fuerzas del partido en general o en su zona o frente, definir los sectores fundamentales de trabajo, orientar los ejes de la propaganda sobre la vanguardia, dar cursos de formación marxista elementales, captar para el partido y organizar convenientemente dentro del partido a los nuevos sectores que ingresan. Sería absurdo exigirle a un solo cuadro partidario que sea la máxima expresión en todas estas tareas, puesto que la labor de dirección es una labor de equipo, donde se combinan las capacidades y experiencias desigualmente desarrolladas de quienes lo integran. Pero un cuadro de dirección debe ser capaz de dar una primera respuesta, aunque sea elemental, a estas tareas.

Es absolutamente imposible que la especialización como revolucionario cabal, marxista, pueda obtenerse de otra forma que no sea tomando esta actividad como una profesión hecha y derecha. Para eso es necesario ser un militante profesional, un revolucionario "full-time". Y estos militantes profesionales son, insistimos, la base fundamental sobre la que se asienta el partido. Por eso es tanto más imperdonable que el camarada Mandel se haya "olvidado" de ellos.


El centralismo democrático

En su definición de partido leninista de combate, Mandel comete otro olvido no menos peligroso: el centralismo democrático, que es una forma organizativa que hace a la esencia del partido bolchevique. Significa que, junto a una vida democrática interna, nuestra organización necesita una dirección centralizada dotada de poder ejecutivo, y una estricta disciplina interna.

La necesidad de disciplina estricta y centralizada se debe a dos razones objetivas que nos impone la lucha de clases. La primera es que nuestro máximo objetivo partidario es dirigir o postularnos para dirigir las luchas de las masas en forma permanente hasta la toma del poder y, después, hasta la construcción del socialismo. Y esta lucha mortal sólo podemos llevarla a cabo como un ejército férreamente organizado; no nos podemos dar el lujo de ofrecerle al enemigo la menor desconcentración o falta de coordinación de nuestras fuerzas. La segunda razón es la existencia de partidos contrarrevolucionarios y aparatos burocráticos en el seno del movimiento obrero, que también forman parte del enemigo. A la organización del enemigo no podemos oponerle un desorden ni siquiera en nombre de la democracia. Ante un ataque fascista a un local, no vamos a consultar telefónicamente a todo el partido lo que hacemos. En una asamblea donde la burocracia trata de dividirnos, no vamos a esbozar posiciones diferentes, aunque dentro del partido la discusión no esté acabada.

La necesidad de vida interna democrática tiene que ver con la relación objetiva que el partido tiene con el movimiento de masas y con la dialéctica de esa relación. En primer lugar, el partido necesita democracia porque la elaboración de su línea política es colectiva. No es obra de algunos individuos particularmente inteligentes o preparados, sino del choque de las opiniones de todos aquellos que componen el partido; de todos esos militantes que expresan al sector del movimiento de masas sobre el que desarrollan su actividad. Pero una vez elaborada, esa línea debe ser confrontada con la realidad, lo que se hace a través de la actividad militante de cada uno de los equipos e individuos y del partido en su conjunto. Esta actividad práctica es la única que nos indica los aspectos correctos e incorrectos de la línea votada, y la discusión democrática de ese balance es la que permite las rectificaciones necesarias de la política.

Sintetizando, la democracia es la que establece la relación del sujeto (partido revolucionario) con su objeto (movimiento de masas) y, por lo tanto, la única garantía de una elaboración objetiva (científica) de la línea política y de su confrontación objetiva (científica) con la realidad de la lucha de clases. Pero la fórmula "centralismo democrático" se descompone en dos polos que, en sus límites, son antagónicos: el más absoluto centralismo significa que la dirección resuelve todos los problemas, desde teoría y caracterizaciones hasta los más ínfimos detalles tácticos, pasando por la línea política general. Cuando esto ocurre, la democracia desaparece. Al mismo tiempo, la más absoluta democracia significa que todos estos problemas se resuelven a través de discusiones que sólo pueden desenvolverse en un permanente estado deliberativo de todo el partido; y esto es decir que desaparece el centralismo. La proporción en que ambos elementos se combinan en cada momento determinado, no puede ser fijada de antemano; no constituye ni una receta ni una fórmula aritmética. Nadie puede decir, por ejemplo: en todo momento el partido debe ser un 50 % centralista y un 50 % democrático o algo parecido. Nuestros partidos son una realidad viva, un proceso de construcción permanente; por eso el centralismo democrático es una fórmula algebraica. La combinación específica del elemento centralista y el democrático es diferente en cada momento de su construcción y debe ser precisada en cada momento.

Pero, ¿como hacemos para encontrar siempre esa justa proporción? Actualmente hay en nuestra Internacional una discusión pendiente con los camaradas Frank y Krivine. Ellos opinan que hay que fortalecer en nuestro partido mundial el polo centralista de la fórmula; nosotros, que hay que fortalecer el democrático. Daremos un primer paso en esta discusión. "

Una de las grandes virtudes de esta fórmula es, precisamente, que sea algebraica. Es decir, que deje libradas a las circunstancias de la lucha de clases y del desarrollo del partido su precisión "cuantitativa", "aritmética". Para lograr esa precisión debemos tener en cuenta, como uno de los elementos esenciales el prestigio político ganado por la dirección del partido ante la base. Esquemáticamente, podemos decir que, a mayor prestigio mayor centralización.

Decimos esto porque cuanto mayores sean los aciertos políticos de la. dirección, tanto mayor será la confianza de la base en ella; y cuanto mayor sea la confianza, tanto más fuertes, . Serán la disciplina y la centralización. A la inversa, menores aciertos provocan desconfianza, y esta desconfianza atenta, lo queramos o no, contra la disciplina y la centralización. En última instancia, la fórmula del centralismo democrático es una expresión político-moral-organizativa, y no sólo moral-organizativa. No es una fórmula alejada de la lucha de clases y del desarrollo del partido, sino íntimamente ligada a ellos. No se confunde con estos dos factores, porque aún en los peores momentos de una dirección, debemos esforzarnos conscientemente por mantener lo más posible el centralismo, así como en sus mejores momentos debemos vigilar atentamente que siga existiendo la democracia. Pero, aunque no se confunda con los vaivenes de la lucha de clases y del proceso de construcción del partido, la precisión de la fórmula centralista democrática está, insistimos, fuertemente influida por ellos.

Nosotros estamos construyendo la más formidable arma organizativa revolucionaria que ha conocido la historia: un partido mundial bolchevique. Precisamente por eso, la tarea es tan dificultosa y lleva tanto tiempo. En este proceso de construcción del partido se impone, para esta etapa, fortificar el polo democrático y no el centralista, justamente porque nuestras direcciones, tanto nacionales como internacionales, todavía no han ganado un gran prestigio político ante las bases de nuestras secciones por sus éxitos en la dirección del movimiento de masas. Sólo ese prestigio podría fortalecer el polo centralista y disciplinario; mientras tanto, debe primar el aspecto democrático.

Esto no quiere decir que abandonemos todo centralismo y toda disciplina; seguimos siendo centralistas y democráticos, pero dando predominio al factor democrático. La lucha actual entre dos tendencias, constituidas en fracciones, claramente delimitadas, señalan que este análisis nuestro se ajusta a la realidad y a las necesidades de la IV Internacional. Intentar imponer actualmente un fuerte centralismo, existiendo dos fracciones que discrepan en aspectos fundamentales de la política que debemos seguir, implicaría fatalmente la ruptura de la Internacional, cualquiera que fuera la fracción que ganara la dirección en el próximo congreso.


Volvamos al partido leninista-trotskista

El ataque más original de Germain es el que hace cuando dice que la definición de Camejo del partido revolucionario le atribuye a éste las mismas características de los partidos socialdemócratas de la primera preguerra. Recordemos que, para Camejo, el partido revolucionario "trata de promover luchas de masas, dándoles confianza en su propia fuerza al movilizarlas en torno a demandas transitorias, democráticas o inmediatamente relacionadas con su presente nivel de conciencia y promueve cualquier forma de lucha que sea apropiada, usando tácticas que van desde marchas pacíficas hasta la lucha armada (incluyendo la guerra de guerrillas)"(66). Estas serían pues para Germain las características de un partido socialdemócrata.

Sin embargo, Mandel, el maestro de Germain, asegura que lo que caracterizaba a la socialdemocracia de la preguerra era, por un lado, que hacía ". . . actividades electorales y parlamentarias, y por otro, una lucha por reformas inmediatas de naturaleza económica y sindicalista".(67) ¿Están de acuerdo los camaradas Mandel y Germain en que las "reformas inmediatas" y las "actividades electorales y parlamentarias" son lo opuesto a las "luchas de masas" y la movilización "alrededor de demandas transicionales, democráticas e inmediatas"? ¿Cuál de estos tipos de actividad realizaba realmente la socialdemocracia? Sería deseable un pronto encuentro entre Mandel y Germain para que se pusieran de acuerdo sobre esta cuestión. Aunque no les será fácil, ya que sus discrepancias no terminan allí: Mandel, en su "Teoría leninista de la organización" afirma que la política actual del stalinismo es similar a la de la socialdemocracia; Germain, como ya vimos, afirma que la definición de Camejo también coincide con lo que fue la socialdemocracia. Por carácter transitivo, si Germain es igual a Mandel, definición de Camejo es igual a stalinismo. Conclusión para Mandel-Germain, los partidos stalinistas contemporáneos. . . "son construidos en torno a un programa revolucionario; trata de promover la lucha de masas, dándole confianza en sus propias fuerzas, al movilizarlas en torno a demandas transitorias, democráticas o inmediatamente relacionadas con su presente nivel de conciencia; el partido promueve cualquier forma de lucha apropiada, usando tácticas que van desde las marchas pacíficas hasta la lucha armada, (incluyendo la guerra de guerrillas); busca dirigir a la clase obrera y sus aliados hacia el poder del estado como su objetivo fundamental, pero no trata de sustituir él mismo a las masas. Cada partido nacional es parte de un único partido internacional del proletariado mundial". (68)

Si Germain hubiera dicho todo esto claramente, nuestro movimiento habría estallado unánimemente en estruendosas carcajadas, y habría comprendido que la descripción de Camejo es, efectivamente, la de un partido revolucionario, trotskista, opuesta por el vértice a la de los partidos stalinistas y reformistas. Para evitarlo, Germain trató de confundir a los jóvenes camaradas asegurando que la descripción de Camejo coincidía con lo que hacían y decían los socialdemócratas de la preguerra (a quienes los jóvenes camaradas no conocieron directamente como conocen a los stalinistas). Pero la maniobra le salió mal al olvidar (como le está ocurriendo muy frecuentemente) que su maestro Mandel había afirmado que el stalinismo tiene actualmente la misma política que tenía la socialdemocracia. Nosotros no hemos hecho más que unir una afirmación del discípulo a una afirmación del maestro y así hemos dejado al descubierto toda la falsedad de su ataque a Camejo.


Hay un solo programa revolucionario

Camejo dice: "El partido se construye alrededor de un programa revolucionario". Germain responde: "¿Un programa del partido revolucionario? Después de todo, ¿no fue el programa de Erfurt de la socialdemocracia alemana corregido y aceptado por el propio Engels?""

Concretamente, Germain no cree que el partido revolucionario esté esencialmente caracterizado por el programa revolucionario; no cree que ésta sea la primera característica de un partido revolucionario. Sin embargo, Trotsky dice, categóricamente, lo mismo que Camejo: "No se pueden formular los intereses de clase de otro modo que por medio de un programa, como tampoco se puede defender un programa de otro modo que creando un partido". (70)

No sabemos si Germain está a favor o en contra de esta afirmación, pero si sabemos que en el desprecio que siente por el programa revolucionario como base de sustentación del partido hay un típico error idealista: creer que el programa es siempre el mismo, por encima de las etapas de la lucha de clases. Por eso hace su analogía con el programa de Erfurt. Pero no la lleva hasta el final.

Lo que ocurre es que el programa no está por encima de las etapas; cambia con ellas y se supera al compás de las, luchas de la clase obrera y de los cambios en la situación objetiva. El programa de Erfurt fue revolucionario para una etapa del capitalismo y de la lucha de clases; comenzó a dejar de serlo después y terminó superado por otro, el que lógicamente imponía la nueva etapa. Baste con decir que ese programa no definía al imperialismo.

Lo mismo ocurrió con los programas mínimos de los partidos socialdemócratas: fueron útiles, "revolucionarios" para la época de la organización política y sindical de la clase obrera. Esta organización se dio durante la primera fase de la época imperialista, que permitió el mejoramiento del nivel de vida de la clase obrera en los países metropolitanos. En ese momento, y alrededor de la tarea de la organización política de clase, los programas socialistas fueron útiles y "revolucionarios" pero sólo en ese momento y en ese sentido.

Los grandes líderes e intelectuales que llevaron a cabo esa tarea progresiva, los Bebel, Kautsky, Jaurés, sufrieron el mismo proceso que los programas socialistas: de progresivos a centristas, y de centristas a oportunistas. Programas y líderes siguieron una pendiente que reflejaba la supervivencia, por peso de inercia y por la existencia de una aristocracia obrera agente del imperialismo, de un programa y unas direcciones que habían dejado de ser progresivas y revolucionarias una vez que se había logrado la organización política independiente de la clase obrera.

Desde su concepción idealista y estática del programa, Germain le contrapone, como algo mucho más importante, "las perspectivas y las luchas revolucionarias". Esta oposición es incomprensible: no puede haber un programa revolucionario que no sea justamente la síntesis de las tareas que plantean, en una determinada época de la lucha de clases, las perspectivas y las luchas revolucionarias de esa época. Cuando esas luchas y esas perspectivas no son contempladas en un programa, dicho programa ha dejado de ser revolucionario, o nunca lo fue (como el de Bernstein).

En esta época de transición del capitalismo al socialismo y de decadencia del sistema mundial capitalista, existe un solo programa que plantea las tareas generales de la clase obrera y el movimiento de masas, que surgen de las "perspectivas y luchas revolucionarias": nuestro programa de transición. Diga lo que diga Germain, este programa es la base de todo partido revolucionario contemporáneo: sin él no puede haber partido revolucionario.


¿Qué es para Germain la IV Internacional?

Camejo dice que "cada partido nacional es parte de un único partido internacional del proletariado mundial". Germain responde: "La necesidad de ser "parte de un partido internacional del proletariado mundial". ¿No fue la socialdemocracia alemana el sostén principal de la Segunda Internacional?

¿Qué quiere decir Germain con esto? ¿Que la condición que pone Camejo es falsa porque la socialdemocracia alemana fue el sostén de la II Internacional? Esto lo único que demuestra es que hubo una II Internacional cuyo partido más fuerte, que tuvo papel dirigente, fue el alemán, pero no demuestra que Camejo esté equivocado. ¿O quizás Germain nos está haciendo una analogía, pues concibe a la II Internacional como un "partido internacional del proletariado mundial" del cual eran "parte" los partidos socialdemócratas nacionales?

Esta última es la única explicación racional. Podemos decir que el silogismo es el siguiente: hubo un "partido internacional del proletariado mundial", que fue la II Internacional; la socialdemocracia alemana formaba parte y era sostén de dicho partido mundial; la socialdemocracia alemana no era revolucionaria sino oportunista: por lo tanto, la exigencia de Camejo de que un partido revolucionario forme parte de un partido internacional del proletariado mundial no es tan importante, pues la socialdemocracia alemana la cumplió y no por ello se transformó en partido revolucionario.

Lamentablemente, este silogismo falla por la base. Hasta ahora, todo el movimiento trotskista pensó, siguiendo a Trotsky, que la II Internacional fue una "suma de partidos nacionales" y nunca un "partido internacional del proletariado mundial" del cual son "parte" las secciones nacionales, como interpreta Germain. Lo concreto, ¡y Camejo vuelve a tener razón! es que actualmente el hecho de formar parte de un "único partido internacional del proletariado mundial" es un requisito indispensable para que cualquier partido nacional sea realmente un partido leninista de combate. Y el único "partido mundial" que existe, el único que puede llamarse así porque no es una federación de partidos nacionales, es nuestra IV Internacional.


Las características esenciales de los partidos leninistas-trotskistas

Toda esta discusión sobre las características y el papel de nuestros partidos nos obliga a ratificar las seis características que da Camejo y que no repetiremos, y a ampliarlas sumándoles otras cuatro, esenciales, de los partidos leninistas-trotskistas, que son las siguientes:

Primera: El partido utiliza un análisis marxista -científico de las relaciones entre todas las clases y su probable dinámica antes de darse una línea para una etapa, con su estrategia y sus tácticas, su propaganda y su agitación, su programa y sus consignas. Este análisis debe sintetizarse en definiciones precisas del carácter de la etapa a que se refiere. El partido rechaza el análisis obrerista que toma en cuenta fundamentalmente las relaciones internas del movimiento de masas para definir las etapas. También rechaza el análisis economicista que pretende extraer las características de la etapa esencialmente de los procesos que se dan dentro de la economía burguesa. Y finalmente, rechaza la falta de análisis que proviene de invertir el proceso, fijando primero la estrategia o definiéndose por lo que piensa o quiere la vanguardia, e imaginando luego un seudo análisis para justificar dicha estrategia.

Para hacer el análisis marxista el partido utiliza la herramienta conceptual más perfeccionada por el marxismo, la ley del desarrollo desigual y combinado.

Segunda: La política del partido se dirige hacia todo el movimiento de masas, con todos sus sectores, aunque reflejando los intereses de la clase obrera y promoviendo a ésta como caudillo de la revolución. Su actividad se centra en el movimiento de masas y no en la vanguardia. Su objetivo es movilizar a las masas y no a la vanguardia. (Camejo señala esta característica, pero no subraya suficientemente que el partido pretende elevar a la clase obrera al papel de caudillo de la revolución).

Esta política del partido tiene una teoría-programa, el de la revolución permanente, que se sintetiza en una frase: el objetivo del partido es movilizar a la clase obrera y a las masas en forma permanente hasta la sociedad socialista. Y tiene un programa y un método, el programa de transición, que también se sintetiza en una frase: el partido debe lanzar aquellas consignas que movilicen a las masas contra los explotadores a partir de sus necesidades y Conciencia inmediatas e ir elevando dichas consignas a medida que la propia movilización eleve la conciencia de las masas y les cree nuevas necesidades, hasta culminar en la consigna y la lucha por la toma del poder.

Tercera: El objetivo del partido hacia dentro del movimiento obrero y de masas es transformar a los elementos de vanguardia en militantes profesionales, como la única forma de convertirlos en revolucionarios trotskistas cabales y totales, ya que el trabajo alienante les impide lograr ese nivel.

Este objetivo hacia la vanguardia responde a otro objetivo mucho más general: el partido debe tener como columna vertebral a militantes profesionales, ya que hacer la revolución debe ser, es, una actividad total, y no un hobby, una actividad benéfica o intelectual.

No hay partido leninista-trotskista con diletantes, amateurs, miembros de las profesiones liberales, sino con militantes profesionales, cuya mayor parte haya surgido del movimiento de masas, principalmente del movimiento obrero.

Cuarta: La construcción de cada partido es parte de la construcción del partido mundial de la revolución socialista. Ambos, partido nacional y partido mundial, se construyen bajo las normas del centralismo democrático. Es obligatoria la más estricta disciplina dentro del partido, en primer lugar porque su aspiración de dirigir a las masas en su lucha contra los explotadores le exige actuar como un solo hombre, sin la menor vacilación; en " segundo lugar, por la feroz lucha que tiene que desarrollar contra los aparatos burocráticos, que también hace del centralismo una necesidad. Pero esa centralización debe ir unida a las mayores garantías democráticas, porque la elaboración democrática de la línea política es la única garantía de que ésta exprese las necesidades y el nivel de conciencia del movimiento de masas, y porque la discusión democrática de los resultados de su aplicación es la única garantía de que ésta sea ratificada total o parcialmente con la misma objetividad.

La centralización debe también ir unida a las mayores garantías morales y de lealtad militante. También está ligada al prestigio político que haya logrado la dirección que aplica el centralismo, ya que éste no es un juramento o un compromiso meramente moral, sino una consecuencia política. Por eso, a menor prestigio de la dirección mayores garantías democráticas, dentro de esta fórmula que deberá llenarse de contenidos diferentes según sean las etapas de construcción del partido leninista-trotskista nacional o mundial, y de solidificación de sus direcciones

Estas diez características del partido leninista-trotskista se sintetizan en una sola: la relación entre la movilización de las masas y la clase obrera con el partido revolucionario. Movimiento obrero y de masas por un lado, partido por otro, son los dos polos esenciales del movimiento revolucionario. Son los dos polos en los que se dividió la izquierda europea de principios de siglo: Rosa Luxemburgo y Trotsky opinaron que la movilización de las masas era omnipotente; Lenin no llegó a creer que el partido lo era, pero algunos de sus discípulos sí. El mérito de Lenin fue comprender que con un único polo, el de la movilización de la clase obrera Y de las masas, no era suficiente, , mejor dicho, era total y absolutamente insuficiente si no existía el otro polo, el partido.

Cuando el reflujo del movimiento obrero de los países industrialmente desarrollados y el "boom" económico de la postguerra dificultó hasta el límite el trabajo revolucionario sobre el movimiento de masas, surgieron tendencias seguidistas a las organizaciones burocráticas, del movimiento, que plantearon que debíamos abandonar por un largo período la tarea de construir el partido revolucionario. En ese momento luchamos duramente contra ellas, reivindicando la necesidad de seguir en la tarea central de construir el partido leninista-trotskista.

Actualmente, en los primeros pasos del ascenso revolucionario más grande que ha conocido la historia, surgen concepciones pequeñoburguesas, subjetivas, que tienden a plantear que el papel fundamental es el de la vanguardia, la organización armada, el heroísmo de los dispuestos a la lucha. Contra estas concepciones subjetivas de la revolución hay que volver a reafirmar que el factor decisivo es la movilización de las masas, y que estas movilizaciones se dan por profundas necesidades objetivas, independientemente de nuestra voluntad. Pero también reafirmamos que hay una relación dialéctica, dinámica entre el movimiento de masas y el partido revolucionario que condiciona toda nuestra política. Esta relación determina que el factor decisivo, la movilización de las masas, es insuficiente por sí solo, necesita imperiosamente de un partido revolucionario que dirija esas movilizaciones. Por eso, antes como ahora, mantenemos la única estrategia que permanece aun cuando cambien las condiciones de la lucha de clases: la de movilizar a las masas y la de construir el partido bolchevique, leninista-trotskista.



Vea las Notas

Escrito: En 1973.
Primera edición: Bajo el título de "Un documento escandaloso" formó el sexto capítulo de un aporte a la polémica previa al X Congreso Mundial del Secretariado Unificado de la IV Internacional de enero de 1974. Luego fue publicado en 1989 como "El partido y la revolución. Teoría, programa y política. Polémica con Ernest Mandel."
Digitalización: Por Grupo Socialista Guernica; convertido a html para el MIA por Juan R. Fajardo.
Fuente: Nahuel Moreno, ¿Partido mandelista o partido leninista?, publicado en internet por el Grupo Socialista Guernica (mayo de 2001), por cortesía de quien aparece aquí y en cuya página (http://www.geocities.com/gguernica/) está también disponible en formato .DOC y comprimido en formato .ZIP.
Esta edición Marxists Internet Archive, mayo de 2001.