Boris Ponomariov

 

La importancia histórica mundial de la Gran Revolución Socialista de Octubre

 

 


Pronunciado: Por Boris Ponomariov, en representación del Partido Comunista de la Unión Soviética, en la sesión plenaria de "El Gran Octubre y la Epoca Contemporánea; Conferencia científico-teórica internacional dedicada al sesentenario de la Gran Revolución Socialista de Octubre" realizada en Moscú, los días 10-12 de noviembre de 1977.
Fuente del texto: B. Ponomariov, "La importancia histórica mundial de la Gran Revolución Socialista de Octubre", en Triunfo de las ideas leninistas, Editorial Progreso, Moscú, 1978, págs. 19-51
Esta edición: Marxists Internet Archive, enero de 2014.
Digitalización y HTML: Juan Fajardo, enero de 2014.


 

 

En el brillante, profundo y enjundioso informe presentado en la reunión solemne del Kremlin por el camarada Leonid Ilich Brézhnev, Secretario General del CC del PCUS y Presidente del Presidium del Soviet Supremo de la URSS se condensa la multifacética experiencia del PCUS como vanguardia del pueblo soviético y como parte integrante del movimiento comunista internacional y de todo el movimiento liberador y, al mismo tiempo, se evidencia el enfoque creador de nuestro partido respecto al marxismo-leninismo y la preocupación del PCUS por desarrollar la teoría revolucionaria y encarnarla en la práctica.

El informe del camarada L. I. Brézhnev, destacado dirigente de tipo leninista, y los discursos pronunciados por los dirigentes de los Estados socialistas y de los partidos comunistas, por los líderes de los jóvenes Estados independientes y por los enviados de los movimientos de liberación nacional muestran, con la mayor plenitud, la importancia histórica mundial de la Revolución de Octubre y de las consecutivas victorias del socialismo para todos los pueblos, para el movimiento obrero internacional y para el desarrollo mundial. Esos discursos, que pasan de cien, son una ilustración viva e impresionante de lo actual que es la herencia de la Revolución de Octubre y de cuan inconteniblemente crece la influencia de sus ideas en el mundo. Testimonian convincentemente que las ideas de Octubre son eternamente jóvenes y continúan inspirando hoy a los luchadores por la libertad y la dicha de los trabajadores, gn la experiencia universal de la primera revolución socialista triunfante, en la primera experiencia de edificación del socialismo, cada nueva generación de revolucionarios encuentra una fuente inagotable de deduc-ciones, enseñanzas y comprensión de las leyes y las fuerzas motrices de la revolución y del progreso.

El Gran Octubre agrandó gigantescamente la magnitud de la práctica revolucionaria, de la multifacética ex-periencia de la actividad revolucionaria liberadora y transformadora. Con la victoria de Octubre cambió también sustancialmente el papel de la teoría, su interacción con la práctica. Llegó, como dijera V. I. Lenin, "un momento histórico en que la teoría se transforma en práctica, se reanima con la práctica, se corrige con la práctica y se comprueba con la práctica".[1]

I

Al conmemorar el 60 aniversario de la Revolución, podemos decir con pleno derecho que en la historia de la humanidad ha cristalizado clara y definitivamente la época de Octubre. Lo primero y lo principal que caracteriza esta época es el incontenible movimiento de la sociedad humana hacia el socialismo.

El socialismo, que fue primero tan sólo un sueño, luego, teoría y, por fin, movimiento, se hizo también después de 1917 una realidad socioeconómica y políticoestatal. La patria de Octubre fue el primer país en el que se sentaron los cimientos del socialismo. Poco después, la República Popular Mongola emprendía el camino no capitalista de desarrollo y, luego, el camino socialista. Posteriormente, el círculo de los países que rompieron con el capitalismo se amplió poderosamente gracias a la victoria de los pueblos sobre el fascismo en la segunda guerra mundial. Hoy, el socialismo está realizándose ya en un numeroso grupo de países de Europa, Asia, América Latina y África.

Los partidos comunistas, pertrechados de la teoría marxista-leninista, juegan el rol dirigente en la formación y el desarrollo de la sociedad socialista y en la determinación de la política interior y exterior de los Estados socialistas. La importancia de nuestra teoría es hoy mayor que nunca. Viene determinada, ante todo, por la colosal ampliación de su esfera de aplicación y por la incorporación de nuevos destacamentos, torrentes y tendencias al proceso revolucionario mundial. Se acrecienta también debido a que se hacen más complejas las tareas del desen-volvimiento del socialismo mundial, se forman las relaciones entre los Estados socialistas, surgen nuevos pro-blemas de la edificación económica, social y cultural en la etapa del socialismo desarrollado, aparecen nuevas posibilidades de llevar a cabo transformaciones sociopolíticas radicales en los países de capitalismo desarrollado y se da una nueva situación en la zona del movimiento de liberación nacional. Cada partido marxista-leninista, actuando en las condiciones de su país, puede participar en el desarrollo creador de nuestra doctrina internacional.

La vida engendra nuevos conceptos y nuevos términos. Así, ha aparecido el concepto "socialismo real". A veces oímos poner en tela de juicio la justeza de ese concepto. Por lo visto, convendría que nos detuviésemos en ello brevemente.

En efecto, ¿qué se tiene en cuenta cuando se habla de socialismo real?

El socialismo real es una realidad políticoestatal concreta. Es un Estado de nuevo tipo, donde el poder pertenece a los trabajadores, encabezados por la clase obrera y por su vanguardia revolucionaria, el Partido Comunista. Tal Estado precisamente surgió en nuestro país gracias a la Revolución de Octubre. Hoy en día actúa ya en el ámbito internacional un sistema de Estados socialistas que se han convertido en un notable factor de la política internacional contemporánea.

El socialismo real es, además, una realidad económica concreta. Es un modo de producción cualitativamente nuevo, cuya base la constituye la propiedad social sobre los medios de producción, que elimina la explotación del hombre por el hombre. En el plano internacional, la economía socialista se convierte en una parte cada día más importante de la economía mundial.

El socialismo real es también un nuevo tipo de relaciones sociales. Es una sociedad cuya base social la constituye la alianza de la clase obrera, el campesinado y la intelectualidad. En oposición al capitalismo con el antagonismo entre sus clases y las contradicciones nacionales, que le son inherentes, la sociedad socialista se caracteriza por la afirmación de los principios de la igualdad y la justicia sociales, del internacionalismo, por el acercamiento gradual de todas las clases y capas sociales, de todas las naciones y grupos étnicos, por una homogeneidad social cada día mayor.

El socialismo real es una nueva realidad cultural y moral. En ella las relaciones entre los hombres son cualitativamente nuevas, penetradas de camaradería y humanismo. Es una nueva cultura socialista, que hace suyas las realizaciones supremas de la civilización humana. Son nuevos valores morales, sobre cuya base se forma el hombre nuevo, con su maduro civismo y sus elevadas cualidades ideológicas y morales. Es el modo de vida socialista que contribuye al desarrollo integral y armónico del individuo.

El socialismo real es fruto de la creación activa y viva de las propias masas populares, dirigidas por los partidos marxistas-leninistas. La actividad laboral y sociopolítica de masas de millones de hombres enriquece, ahonda y concreta las ideas del socialismo formuladas teóricamente. El socialismo real surgió en enconada lucha de clases dentro del país y en el ámbito mundial. Cristaliza superando la resistencia del sistema imperialista mundial y las dificultades internas que surgen en el curso de la edificación económica, social y cultural. En él se funden en un todo único las más altas realizaciones del pensamiento humano y la práctica de millones.

Así pues, la sociedad socialista es la encarnación práctica de las ideas del socialismo científico, expresión teórica de los intereses de la clase obrera internacional y de todos los trabajadores. Lo que C. Marx y F. Engels pronosticaran en forma de principios hace más de cien años, lo que Lenin elaborara como una concepción detallada, es hoy una realidad.

Es extraordinariamente variada la experiencia internacional de lucha por el socialismo y de edificación socialista. Cada país y cada pueblo aportan a ella su especificidad nacional. En ese proceso histórico complejo y muítifacético por sus condiciones y formas se revelan, no obstante, los rasgos generales, esenciales, del socialismo como tal.

El papel rector del partido marxista-leninista, de la clase obrera, apoyada en la alianza con las demás capas trabajadoras de la población; la estatalidad socialista; la propiedad social sobre los medios de producción; el obje-tivo nuevo por principio de la producción social, que no es la ganancia, sino los intereses del hombre, su bienestar, su desarrollo social y espiritual; la conjugación del progreso científicotécnico con la economía planificada, lo que excluye el paro y la inflación; los amplios derechos del trabajador, garantizados por el propio régimen social: tales son los rasgos más generales y esenciales que podemos considerar, legítimamente, criterios del socialismo real. Precisamente ellos caracterizan la cristalización de la formación social nueva, superior, que va sustituyendo el capitalismo.

En el socialismo maduro, desarrollado, es donde se expresan con mayor plenitud y relieve, en su conjunto, los rasgos fundamentales, esenciales, del régimen socialista. El socialismo maduro, como ha señalado el camarada L. I. Brézhnev, es tal "fase de madurez de la nueva sociedad, en la que se da cima a la reestructuración de todo el conjunto de relaciones sociales basadas en los prinpios colectivistas inherentes al socialismo"[2]. La nueva Constitución de la URSS proclama y refrenda precisamente los principios socioeconómicos, políticos y morales de organización de la sociedad y del Estado que caracterizan al socialismo desarrollado. La Constitución expresa la diversidad y la amplitud de nuestra democracia socialista y la peculiaridad cardinal del sistema político, que conjuga orgánicamente los principios estatales y sociales, el papel dirigente del partido y la actividad e iniciativa de las masas. La nueva Constitución desarrolla la teoría marxista-leninista del Estado. Importante particularidad suya, como Constitución de tipo socialista, es que no sólo consigna y refrenda legislativamente las realizaciones del socialismo, sino que, además, marca los fines y las tareas fundamentales de su sucesivo desarrollo. Eleva al rango de Ley Fundamental del Estado la realización del conjunto de medidas orientadas al logro de su meta suprema: crear la sociedad comunista, sin clases. Los principios consignados en la Constitución abren perspectivas de perfeccionamiento constante del sistema político socialista, de participación más y más vasta de los ciudadanos en la gestión de los asuntos del Estado y de la sociedad y, en definitiva, de realización del postulado programático del partido sobre la autogestión comunista. Eso no lo contiene ni puede contenerlo Constitución burguesa alguna.

La discusión del proyecto de Constitución por todo el pueblo ha evidenciado la madurez cívica y la acrecida cultura política del pueblo, ha sido una expresión palmaria de su cohesión en torno al Partido Comunista. En el proceso seguido para aprobar la Constitución, ha podido ver el mundo entero una de las formas supremas de ma-nifestación de la conciencia social, una prueba bien evidente de la profunda democracia del régimen socialista.

Todo eso significa que la nueva Constitución de la URSS es un sustancial aporte a la experiencia internacional, teórica y práctica, del socialismo. Las normas y principios proclamados en ella son también una realidad del socialismo. Hoy podemos decir con pleno fundamento: el socialismo real es la continuación de la influencia internacional de Octubre sobre el progreso de la humanidad.

Los Estados socialistas legítimamente se consideran creación del movimiento obrero internacional, del que siguen siendo parte inalienable. A su vez, el socialismo, al convertirse en realidad sociopolítica y económica, revela cada día más su creciente papel en el desarrollo mundial.

Formulando sucintamente, eso se expresa en lo que sigue:

- el socialismo es el principal factor del incesante cambio de la correlación de fuerzas en el ámbito mundial a favor de la paz, la democracia, la independencia nacional y el progreso social;

- la experiencia de muchos pueblos ha evidenciado que pueden realizarse los ideales teóricamente fundamen tados del socialismo, régimen social y político superior al capitalismo;

- los logros en la edificación de la nueva sociedad contribuyen a una difusión cada día más amplia de las ideas socialistas y minan los prejuicios anticomunistas y la ideología burguesa;

- el socialismo real prueba la superioridad de las nuevas relaciones interestatales, verdaderamente interna cionalistas, basadas en la fraternidad y la ayuda mutua de los pueblos;

- es un poderoso bastión de la paz, que con su exis tencia misma y su política pone una barrera al desenca denamiento de una guerra mundial; ejerce una influencia constructiva sobre todo el sistema de relaciones interna cionales, contribuyendo a consolidar la paz y a resolver las cuestiones litigiosas por la vía de la negociación;

- influye de modo positivo en las condiciones políticas exteriores y, también, de modo indirecto en las condiciones interiores de la lucha de clases en los países capitalistas;

- ayuda a centenares de millones de personas en la defensa de la independencia nacional de los Estados que se han emancipado del colonialismo y marchan por la vía del desarrollo soberano.

Hay varios factores que contribuyen a acrecentar constantemente el influjo del socialismo sobre el desa-rrollo de la humanidad. La Revolución de Octubre aceleró la maduración y formación de las fuerzas que rechazan el capitalismo y aspiran al ideal socialista. Bajo su influencia directa surgió el movimiento comunista mundial, fuerza cualitativamente nueva en el movimiento obrero. Bajo su influencia se aceleró la formación de los movimientos y organizaciones democráticorevolucionarios en las colonias y los países dependientes. Estas nuevas fuerzas diferentes por el carácter, pero unidas por su orientación antiimperialista adquirieron su propia dinámica, echaron profundas raíces en las masas, en la realidad nacional. Apoyándose en la experiencia ya acumulada por el movimiento revolucionario internacional, marchan hacia una meta común para todos los pueblos: la emancipación nacional y social.

La supresión del capitalismo y la transformación de la sociedad sobre principios socialistas se plantean cada día más como una necesidad objetiva, como demanda imperiosa de nuestra época. La propagación por doquier de las ideas del socialismo, es una prueba tangible del progreso social en conjunto.

Actúan con fuerza creciente en favor del socialismo la profundización de la crisis general del sistema capitalista, así como los procesos relacionados directamente con la revolución científicotécnica, con la agravación de problemas de carácter global como el energético, el de los alimentos y el ecológico. Solamente el socialismo y los principios de comunicación internacional que éste ha engendrado, pueden asegurar una solución efectiva de los grandes problemas del siglo XX, pueden dar a los pueblos y los Estados ese nuevo nivel más alto de cooperación científicotécnica, económica y cultural, cuya necesidad viene dictada por el carácter y el poderío de las fuerzas productivas del presente y del futuro.

II

El gran significado de la Revolución de Octubre consiste en que con su triunfo se produjo un cambio cualitativo en el eterno problema de la humanidad a lo largo de su historia: el de la guerra y la paz.

Desde el primer documento básico del Poder de los Soviets, el Decreto de Lenin sobre la Paz, hasta la nueva Constitución de la URSS, la historia de sesenta años del Estado soviético muestra convincentemente, digámoslo con palabras de L. I. Brézhnev, que "el primer Estado del socialismo triunfante inscribió para siempre en su bandera la palabra "Paz" como el principio supremo de su política exterior, que responde a los intereses de su propio pueblo y de todos los pueblos del planeta".[3]

El PCUS y el Estado soviético aplican consecuente e indeclinablemente una línea tendente a asegurar la co-existencia pacífica de los Estados con diferente régimen social y excluir una guerra mundial de la vida de la so-ciedad. Esta línea ha sido refrendada ahora en la Ley Fundamental de nuestro Estado.

La Constitución de la URSS ha confirmado con solemnidad ante toda la humanidad que el Estado soviético es un Estado que fomenta la amistad y paz entre los pueblos. Ha demostrado una vez más que la indivisibilidad entre el socialismo y la paz no sólo es la tradición más estable de la nueva sociedad, sino también uno de los principales rasgos de la naturaleza misma del Estado socialista.

La política pacífica e internacionalista de la URSS y de la comunidad socialista ha ejercido inmensa influencia en todo el sistema de relaciones internacionales. Por iniciativa y apoyo de la URSS fueron adoptadas la Declaración de concesión de la independencia a las colonias y pueblos coloniales, la Declaración de prohibición del uso del arma nuclear y termonuclear, pactos internacionales sobre los derechos humanos y otros muchos documentos de la ONU.

La política soviética de paz tiene trascendencia verdaderamente vital para todos los pueblos, para todo el género humano en el siglo de los cohetes nucleares, pues con una guerra mundial existe en toda su temible realidad el peligro sobre el cual advirtiera Lenin ya en 1918: el riesgo de socavar las condiciones de la existencia misma de la sociedad humana.

Sofrenar a las fuerzas de la agresión imperialista que desencadenaron la "guerra fría" contra la Unión Soviética y otros países socialistas, despejar la amenaza de una hecatombe termonuclear y conseguir la distensión internacional ha sido una empresa de increíbles dificultades, que ha requerido una tensión gigantesca y el gasto de inmensos recursos, tan necesarios para revelar más plenamente todas las posibilidades que encierra el socialismo.

De lo que se trataba era de bloquear la acción de leyes inherentes al imperialismo, derivadas de los fundamentos de su economía y su política, de leyes que durante largo tiempo, en las condiciones de prepotencia del capital monopolista, conducían inevitablemente a las guerras mundiales.

Desempeñó un papel grandísimo en ello el Programa de Paz aprobado por el XXIV Congreso del PCUS, que fue ampliamente respaldado por las fuerzas adictas a la paz en toda la Tierra y constituyó un poderoso medio para reestructurar las relaciones internacionales, asentándolas en los principios de la coexistencia pacífica. Como ha dicho atinadamente hace poco el camarada Rodney Arismendi, destacado líder del movimiento comunista internacional: "Si hoy podemos hablar de que la guerra no es inevitable y construir una política de paz y de distensión triunfadora, eso se asienta sobre los sesenta años de la Revolución de Octubre".

Actualmente, como es sabido, nuestro partido, su Comité Central y el Buró Político del CC del PCUS encabezado por el camarada L. I. Brézhnev realizan el Programa de lucha sucesiva por la paz y la cooperación internacional, por la libertad y la independencia de los pueblos que trazara el XXV Congreso.

Nosotros consideramos el cese de la carrera de los armamentos, el paso al desarme en la práctica, como el punto central del afianzamiento y la profundización de la distensión.

La Unión Soviética, actuando en estrecha coordinación con otros países socialistas, ha presentado una plataforma realmente omnímoda en este aspecto. Las iniciativas de los fraternos Estados socialistas comprenden todo el abanico de enfoques del problema del desarme.

La URSS ha confirmado y reiterado hace tiempo su disposición de ir al desarme general y completo. Esa disposición nuestra consta ahora en la Ley Fundamental.

En el último período de sesiones de la Asamblea General de la ONU, la Unión Soviética se pronunció una vez más por abordar de lleno, sin demora alguna, el problema del desarme nuclear en todo su alcance. Las proposiciones soviéticas relativas a la conclusión de un tratado mundial de renuncia al uso de la fuerza en las relaciones internacionales y de simultánea proscripción del arma nuclear para siempre, se encuentran hace ya tiempo sobre las mesas de todos los gobiernos del mundo.

En el informe pronunciado en la reunión solemne celebrada en el Kremlin el 2 de noviembre de 1977, el camarada L. I. Brézhnev propuso dar un paso radical: acordar el cese simultáneo por todos los Estados de la producción de armas nucleares y emprender la reducción gradual de sus "stocks". Así pues, se trata de producir en' adelante materiales nucleares solamente para fines pacíficos. ¡El átomo sólo para la paz! Es indudable que la realización de esta propuesta significaría un gigantesco paso adelante en la solución del problema de evitar la guerra nuclear que es el problema cardinal de nuestra época.

Al propio tiempo, el camarada L. I. Brézhnev proclamó la disposición de la URSS a que, paralelamente a la prohibición de todos los ensayos del arma nuclear por un plazo determinado, sea declarada una moratoria para las explosiones nucleares con fines pacíficos. Esta proposición va orientada a desbloquear el camino para concertar el acuerdo internacional de prohibición de todas las pruebas nucleares, acuerdo que ya está preparado en grado considerable. Una vieja demanda de los pueblos es poner fin a dichos ensayos no sólo en la atmósfera, Cosmos y bajo el agua, sino también en el subsuelo.

En el transcurso de muchos años nos pronunciamos por medidas eficaces para fortalecer el régimen de no proliferación del arma nuclear. Pertenece a la Unión Soviética la iniciativa del Tratado sobre la prohibición del de-sarrollo y producción de nuevos tipos de armas de exterminio en masa y de nuevos sistemas de estas armas. In-sistimos en la más urgente conclusión del Tratado mundial de prohibición y liquidación de los "stocks" de armas químicas, semejante a la Convención que se concertó sobre la prohibición del desarrollo, producción y acumulación de armas bacteriológicas (biológicas) y tóxicas.

La Unión Soviética ha presentado amplias propuestas relativas a la reducción de las fuerzas armadas y los armamentos, ante todo en Europa Central. Hemos propuesto reiteradamente que todos los Estados lleguen a un entendimiento para desmantelar las bases militares en territorios ajenos y evacuar las tropas de esos territorios. La URSS viene pronunciándose invariablemente por la reducción de los presupuestos militares y por la utilización de una parte de esos recursos para la asistencia económica a los países recientemente emancipados. En la serie de iniciativas soviéticas ocupa un lugar destacado la proposición de retirar de algunos espacios del Océano Mun-dial los buques con armamento nuclear. La Unión Soviética respalda la creación de zonas de paz, en particular en el Océano Indico.

La URSS también se pronuncia consecuentemente contra el mantenimiento de los bloques militares. Hemos propuesto más de una vez proceder a la disolución simultánea de la OTAN y de la Organización del Tratado de Varsovia y, como primer paso, suprimir sus organizaciones militares.

En la recepción ofrecida a la delegación del Gobierno de la India, el camarada L. I. Brézhnev expuso una amplia plataforma para completar la distensión política en Europa con la distensión militar, plataforma que incluye el entendimiento a fin de que no se emprendan actos que puedan ensanchar las alianzas políticomilitares, que se enfrentan, y también de que los participantes de la Conferencia Europea concierten un tratado que establezca el compromiso recíproco de no ser los primeros en hacer uso del arma nuclear. Como se sabe, el Comité Político Consultivo del Tratado de Varsovia propuso un proyecto de tal tratado.

Finalmente, la Unión Soviética ha presentado una nueva iniciativa: sobre la base de la reciprocidad, no realizar maniobras militares en las que participen más de 50-60 mil hombres.

Por supuesto, la lucha por llevar a la práctica este vasto programa de materialización de la distensión no es una empresa fácil. Es completamente claro que los cambios positivos operados en las relaciones internacionales no han modificado la naturaleza del imperialismo. Los círculos militaristas agresivos emprenden un intento tras otro de torpedear la distensión. Todo el mundo ve que su objetivo número uno es debilitar las posiciones de la Unión Soviética y de la comunidad socialista como principal puntal material y político de las fuerzas de la paz. Lo ha revelado con toda evidencia la agravación de la situación internacional a fines del año pasado y los primeros meses del presente.

Se ha desplegado, en esencia, una auténtica campaña contra la distensión. Se ha puesto en duda hasta el concepto mismo. ¡Qué argumentos no se habrán esgrimido para ello! Unos afirmaban que la distensión es "una calle de tráfico en una sola dirección", ventajosa sólo para los países socialistas, otros explicaban que no se ha conseguido absolutamente nada en el terreno de la distensión, que eso es una utopía. Otros intentaban contraponer a la distensión la llamada defensa de los derechos humanos y, al socaire de peroratas demagógicas sobre las libertades, volver a la situación de peligroso enfrentamiento.

Suscita particular inquietud el desarrollo de nuevos tipos de armas de exterminio masivo y sus medios portadores: bombas neutrónicas, cohetes alados, etc. Se reaniman las "teorías'7 de la posibilidad y hasta la conveniencia de una guerra nuclear "local", "limitada". Para justificar el abultamiento de los presupuestos militares, vuelven a intimidar masivamente, esgrimiendo la "creciente amenaza militar soviética". De esa manera, ha empezado a bosquejarse el peligro de una nueva espiral de la carrera armamentista, de la reproducción del peligro de una guerra nuclear a un nuevo nivel.

Pero los acontecimientos internacionales de los últimos meses han mostrado también otra cosa, a saber: que el desarrollo de la distensión se apoya en potentes tendencias objetivas, que la distensión ha echado ya profundas raíces en la vida internacional contemporánea y tiene considerable margen de seguridad.

La oleada de protestas contra la fabricación de la bomba de neutrones ha demostrado que no se han justificado los cálculos de los propagandistas imperialistas de que la gente se habría "acostumbrado" a vivir bajo la espada de Damocles nuclear, y que el temor ante la amenaza de una guerra nuclear se habría adormecido en la conciencia de una parte considerable de la población. Se ha revelado asimismo que círculos de mentalidad realista de varios países capitalistas reconocen el carácter pacífico de la política exterior de los Estados socialistas y están dispuestos a oponerse a los demagogos de la "guerra fría".

En resumen, se ha confirmado la vitalidad de la firme línea de los países socialistas tendente a mantener y robustecer la distensión. Y la campaña de sus adversarios no ha dado los resultados que ellos apetecían.

Por descontado que esto no da ningún motivo para la placidez. Pues es un hecho que en los países de la OTAN la carrera de los armamentos ha alcanzado un nivel elevado y sin precedente, en contradicción con la distensión política, y en contraposición a las declaraciones de los estadistas occidentales acerca de sus afanes de paz. Ouiere decir que la tendencia distensiva no se realiza y afianza automáticamente, sino, en primer término, merced a la política de los países socialistas y a las enérgicas acciones de las fuerzas adictas a la paz. de todo el planeta.

El problema más candente y vital del momento actual es cómo poner fin a la acumulación continuada de armamentos. Y las armas, como muestra la historia, si no son descargadas a tiempo, empiezan a disparar. Con mayor razón cuando existen en el mundo fuerzas de diverso género, tan obcecadas por su codicia y odio de clase, que pueden arriesgarse a desatar un conflicto militar catastrófico.

De ahí que la lucha por el cese de la carrera armamentista y por el desarme es un deber sagrado.de quien se considere demócrata y humanista, y no hablemos ya de los comunistas. Importa subrayar también que solamente con palabras no se pondrá fin a la fabricación de bombas neutrónicas o cohetes alados. Con palabras no se impide la proliferación del arma nuclear. Se requieren acciones, y acciones enérgicas, combativas, dinámicas. Es necesario acrecentar por todos los medios la masividad, pujanza e intensidad de la lucha contra las fuerzas del militarismo y la agresión.

El futuro de la humanidad depende realmente del cese de la carrera de los armamentos. Y nosotros, los soviéticos, los comunistas del País de los Soviets, hemos hecho y haremos todo lo que podamos para que jamás se alcen sobre el planeta las llamas de una guerra nuclear.

Los adversarios de la distensión activan sus esfuerzos no sólo en el terreno de la fabricación de armamentos.Hacía tiempo que la "guerra sicológica" contra los países socialistas no alcanzaba una virulencia tal como en 1976 y, en parte, en 1977. La campaña propagandística difamatoria que se realiza bajo el pretexto engañoso de defender las libertades y los derechos del hombre, persigue varios objetivos. Pretende justificar directamente -y más a menudo indirectamente- la política de la carrera armamentista con todas sus notorias consecuencias. Con esa campaña quieren nublar la conciencia de las masas en el mundo del capital atenazado por una gravísima crisis, por el desempleo masivo, por la inflación galopante, de los que los líderes de la sociedad capitalista no pueden de ningún modo encontrar salida. En esta situación, cuando se desacredita de manera evidente y a escala inusitada el sistema capitalista, cuando cunden los anhelos de aplicar métodos socialistas para resolver los problemas de la crisis y arrecia la lucha de los trabajadores contra el dominio monopolista estatal, las campañas antisoviéticas y antisocialistas persiguen, según el designio de sus promotores, apartar del socialismo a las masas y abrir un abismo entre los países socialistas y los pueblos de Occidente.

El imperialismo no ceja tampoco en sus tentativas de conseguir la "erosión" del sistema social de los países socialistas, mediante campañas propagandísticas subversivas y apoyando a todo género de renegados y enemigos del socialismo. Estos desesperados esfuerzos envenenan el clima internacional, porque significan una interven-ción en los asuntos internos de los Estados socialistas, sin hablar ya de que sirven el mismo objetivo de desacreditar el socialismo y justificar los preparativos bélicos contra él.

Han cobrado una amplitud quizás sin precedentes los esfuerzos de los círculos imperialistas y de la dirección de Pekín, que actúa al unísono con ellos, por escindir las fuerzas opuestas al imperialismo. Nos encontramos aquí con maniobras políticas dirigidas a provocar discordias en las relaciones entre los países socialistas, y con el fomento de los conflictos interestatales que surgen en algunas regiones. En los últimos tiempos se intensifican particularmente las tentativas de enfrentar los partidos comunistas de los países socialistas y capitalistas unos contra otros.

En el plano histórico, estas acciones y maniobras subversivas están condenadas; por supuesto, a sufrir un fracaso oprobioso. Si el imperialismo no pudo imponerse a la nueva sociedad por medio de la fuerza material, cuando tenía superioridad en las esferas económica y técnicomilitar, tanto menos podrá rivalizar con el socialismo en la esfera de la lucha ideológica. ¿Acaso no es significativo y a la vez paradójico que, en muchos casos, los ideólogos burgueses ataquen el socialismo con la pretensión de defender la idea de un socialismo "humano", "democrático"? No les van muy bien las cosas a los apologistas del capitalismo si tienen que adoptar una posición ridicula de proteger un "socialismo mejor" que el existente en la realidad.

Todo esto es cierto. Pero, lamentablemente, la burguesía logra a veces embaucar con procedimientos fulle-ros a determinada parte de la población. He ahí por qué el abandono del principio de la solidaridad, la crítica in-fundada del socialismo real y el distanciamiento con respecto a él no representan solamente un problema teórico o de las relaciones entre los partidos comunistas, sino que se trata de un problema ligado de la manera más directa con la distensión, con las perspectivas de prevención de una guerra.

Cuando en uno u otro país capitalista la opinión pública más amplia, las masas populares, reciben informa-ción veraz sobre el estado de cosas en los países socialistas, sobre la URSS y su política, eso ejerce también cierta influencia en los círculos gobernantes, y los que abrigan designios agresivos lo pensarán seriamente más de una vez antes de aflojar la rienda a sus aspiraciones. Es así, porque pueden chocar con la encrespada ola de la ira y la indignación de su propio pueblo, que sabe la verdad y no se dejará engañar.

Por otra parte, la crítica maligna contra los países socialistas, contribuyendo a crear una idea desvirtuada de sus objetivos y política, debilita la resistencia de las masas a los agresivos designios de los círculos reaccionarios y disminuye sus temores ante el pueblo para el caso de intentar desencadenar una contienda.

Sin incurrir en exageración, cabe decir que nunca ha habido en el mundo fuerzas antibélicas tan vigorosas como las que existen hoy. Nunca ha sido tan inmenso el potencial de la lucha planetaria por la paz. Pero todas esas fuerzas podrán hacer su aporte tan necesario a la consolidación del proceso distensivo, al refrenamiento de la carrera armamentista y al desarme auténtico si se realizan acciones enérgicas, cohesionadas y emprendedoras, sobre todo por parte de los partidos comunistas, vanguardia del movimiento obrero.

El Documento de la Conferencia de Berlín de 1976 constituye una buena base para tales acciones. Por lo visto, lo que hay que hacer es utilizar más amplia e insistentemente en la lucha práctica sus ideas y propuestas, for-muladas en común por los partidos hermanos. Como es sabido, la plataforma de Berlín se preparó teniendo en cuenta que con el transcurso del tiempo se van intensificando los nexos dialécticos entre la lucha por el forta-lecimiento de la paz y la encaminada al progreso social, entre la lucha por la paz y la colaboración internacionalista de los comunistas de todos los países. El período transcurrido desde entonces ha confirmado el acierto de ese enfoque. La capacidad del movimiento comunista para influir en el curso de los sucesos internacionales y asegurar la superioridad creciente de las fuerzas de la paz sobre las de la guerra, está ligada en muchos aspectos al grado de solidaridad recíproca de los partidos hermanos.

El magno objetivo de establecer una paz firme en el mundo entero, de excluir la guerra de la política mundial, pasa a ser alcanzable en la práctica. Pero la lucha por ese objetivo exige imperiosamente nuevos y nuevos esfuerzos, obliga a robustecer la comprensión mutua y la unidad de las fuerzas adictas a la paz.

III

Todos los logros sustanciales del progreso social alcanzados durante los últimos seis decenios tienen sus orígenes en Octubre de 1917, se presentan como elementos del proceso revolucionario mundial iniciado aquellos días "que estremecieron el mundo''. Hoy, en la década del setenta, se ve con particular claridad que las fuerzas de la emancipación nacional y social se sitúan ya en posiciones cualitativamente nuevas.

Las ideas de Octubre, materializadas en las realizaciones del socialismo, de la clase obrera internacional y de los movimientos de liberación nacional, son un acelerador poderoso y cada vez más eficaz del progreso social mundial. La antorcha de la transformación revolucionaria de todos los pilares de la vida humana, encendida por Octubre, está en manos del movimiento comunista internacional, que actualmente atraviesa por una importante etapa de su desarrollo, impregnada de grandes acontecimientos y rica en posibilidades nuevas. El movimiento comunista en su conjunto, como fuerza internacional, experimenta un ascenso.

Esto se refiere también a los partidos que libran una lucha compleja y difícil en las ciudadelas del capitalismo. Algunos de ellos han conseguido considerables éxitos y han logrado reforzar sustancialmente su prestigio e influencia. En el mundo capitalista no hay otra fuerza política que exprese de una manera tan profunda y completa y defienda con tanta abnegación los derechos de los trabajadores, los intereses nacionales de sus países y las necesidades del progreso social, como lo hacen los comunistas. Ha aumentado notablemente el papel de los partidos comunistas como factor principal de una amplia solidaridad internacional con los movimientos de liberación, con los luchadores contra las maquinaciones agresivas del imperialismo y con las víctimas de la reacción. En la zona de dominación capitalista, ellos han sido y siguen siendo la fuerza motriz principal de la lucha por consolidar la distensión, por la seguridad internacional y contra la carrera armamentista.

En períodos como éste, cuando saltan a la vista los fenómenos nuevos y el pensamiento teórico afronta no pocos problemas, de cuya solución dependen en gran medida los destinos inmediatos del proceso revolucionario, adquiere una resonancia particular la exigencia leninista de enfocar con criterio científico, marxista, los cambios históricos de gran envergadura. Lenin habló de la necesidad de "tomar en consideración esos cambios nuevos, "utilizarlos", abarcarlos por decirlo así, y al mismo tiempo no dejarse llevar impotentemente por la corriente, no arrojar por la borda el viejo bagaje, conservar lo fundamental también en las formas de actividad y no sólo en la teoría, en el programa, en los principios de la política"[4]. La continuidad en la teoría y la práctica política marxista-leninista refleja la unidad internacional objetiva del proceso histórico mundial y la concatenación profunda de sus diferentes etapas.

El PCUS ha contemplado y contempla siempre con mucho interés y respeto la búsqueda que hacen los partidos hermanos de las vías concretas de lucha por el socialismo, con arreglo a todos los rasgos específicos de sus respectivos países y a su experiencia acumulada. "Si bien las leyes principales de la revolución socialista son comunes e inherentes a todos los países se señaló en el Programa de nuestro partido hace más de 15 años, la diversidad de las peculiaridades y tradiciones nacionales forjadas en el curso de la historia, engendra condiciones específicas del proceso revolucionario, la diversidad de formas y del ritmo de llegada del proletariado al poder".[5]

Los partidos comunistas elaboran, en base al análisis de la estructura social de sus países y atendiendo estrictamente a los intereses y demandas de todas las capas trabajadoras, un problema de importancia tan esencial como es el modo de constituir amplias alianzas, que abarquen a la mayoría del pueblo y sean capaces de realizar grandes transformaciones sociales. Cada partido busca las vías y formas, óptimas para su país, de acción unitaria con las demás fuerzas, partidos y organizaciones democráticos, de izquierda, y lucha por desempeñar el papel de vanguardia dentro de las alianzas y bloques políticos.

Bien entendido que, sea cual fuere la composición social de una coalición antimonopolista, su fuerza rectora y orientadora la constituye la clase obrera. Y se comprende también que los partidos hermanos se preocupen especialmente por afianzar sus posiciones en el medio obrero, incluso directamente en las empresas.

Con el surgimiento de alianzas de este género, las fuerzas de derecha, reaccionarias, se verían aisladas y se sentarían premisas políticas para transformaciones sociales relativamente pacíficas, cuyo objetivo final es el socialismo. Por otra parte, se comprende que el camino del socialismo, en cualesquiera condiciones, es el de la lucha de clases; porque no ha ocurrido nunca en ninguna parte, y no ocurrirá jamás, que la clase dominante renuncie voluntariamente al poder, a sus riquezas y privilegios, no ponga en juego todos los medios incluyendo si es posible los más extremos para mantener su dominio y aplastar la revolución.

Las peculiaridades de la situación en cada país capitalista, la variedad de la experiencia adquirida por diversos partidos comunistas, y el hecho de que sus orientaciones estratégicas y tácticas concretas no hayan sido comprobadas suficientemente en la práctica ponen sobre aviso, objetivamente, contra las generalizaciones precipitadas, contra los intentos de absolutizar soluciones específicas y elevarlas al rango de axiomas teóricos. "Cualesquiera que sean los itinerarios que se elijan dijo el camarada L. I. Brézhnev, la misión de los comunistas consiste, en definitiva, en conducir a las masas a la meta fundamental: el socialismo. Como mostró la experiencia de la lucha por el triunfo de la Revolución de Octubre, en la actividad revolucionaria son bien posibles los cambios de táctica y los compromisos para adquirir nuevos aliados. Pero también nos hemos convencido de otra cosa: no se puede en ningún caso sacrificar los principios en aras de ventajas tácticas".[6]

Una condición indispensable para elaborar y realizar una política acertada, para resolver de una manera verdaderamente creadora y eficiente los nuevos problemas, ha sido siempre el conocimiento multifacético, exacto y profundamente meditado de la experiencia acumulada por las fuerzas revolucionarias en el pasado, en países diferentes y circunstancias distintas y, además, tanto por los partidos marxistas-leninistas gobernantes como por los partidos empeñados en la lucha directa contra el capitalismo. Se sabe desde hace mucho tiempo que el dominio de todo el arsenal de la teoría marxista-leninista no es solamente un proceso libresco, académico. Es, en primer lugar, un conocimiento tan profundo de la experiencia propia e internacional de la lucha revolucionaria, que permite sacar enseñanzas, trazar una orientación correcta para la acción práctica, tener en cuenta todos los peligros y escollos, todas las variantes posibles de acciones en caso de un brusco cambio de la situación.

El PCUS no impone a nadie las conclusiones que ha extraído tanto de su propia experiencia, por cierto riquísima, como de la experiencia internacional del socialismo contemporáneo. Pero estamos seguros de que la vida y el movimiento revolucionario confirman una y otra vez, de la manera más incontrovertible, la existencia de rasgos radicales e inalienables de la revolución socialista y de la edificación del socialismo en cualquier país. Esos rasgos se formulan de modo conciso, teóricamente generalizado, en el informe del camarada Brézhnev titulado El Gran Octubre y el progreso de la humanidad. Suponen el poder político efectivo de la clase obrera, que actúa en alianza con todos los demás trabajadores; la utilización de ese poder con él fin de liquidar la dominación socioeconómica de los capitalistas y otros explotadores; el papel inspirador y organizador de la clase obrera y de su vanguardia comunista en Ja obra de cohesionar a las masas trabajadoras en la lucha por la edificación del socialismo; la capacidad del poder de los trabajadores de defender la revolución contra los inevitables ataques del enemigo de clase. Así es como interpretamos las regularidades lógicas más generales de la transición del capitalismo al socialismo.

Los logros y el potencial ideológico y político creciente del movimiento comunista suscitan franca alarma en el enemigo de clase. En un ambiente de crisis y de fracasos históricos de su política, el imperialismo pone en movimiento sus recursos políticos e ideológicos. Las campañas subversivas coordinadas contra los partidos hermanos, contra nuestro movimiento en su conjunto, han pasado a ser parte orgánica y cada vez más importante de la estrategia del imperialismo. Se echa mano de todos los medios: la represión más feroz, las provocaciones de los fanáticos anticomunistas de tipo fascista, así como de los ultraizquierdistas, el acoso de las personas de ideas progresistas por ejemplo, mediante la famosa "ley de interdicción profesional" en la RFA y, claro está, la presión continua y masiva a través de los órganos de información.

Los sucesos en América Latina muestran hasta qué extremos puede llegar la burguesía monopolista en los actos de violencia cruenta, cuando son afectados sus intereses vitales.

En respuesta a los éxitos del movimiento liberador, el imperialismo y la reacción interna emprendieron allí una contraofensiva que ha causado muchos sacrificios y sufrimientos a los pueblos del continente. El imperialismo y la oligarquía nativa han logrado asestar serios golpes al movimiento obrero y de liberación en Chile, Uruguay, Brasil y algunos otros países, crear en el sur del continente un foco de prepotencia fascista. Los partidos comunistas de esos países han sufrido graves pérdidas y tuvieron que pasar a la profunda clandestinidad.

Sin embargo, no hay razones para hablar del triunfo de la reacción y del fascismo en América Latina. El movimiento liberador no se ha extinguido, vive y nuevamente reúne fuerzas. En su vanguardia están los partidos comunistas, que surgieron en los primeros años posteriores a la Revolución de Octubre y cuentan con más de medio siglo de abnegada y heroica lucha por los intereses de los trabajadores de sus países. A pesar de las condiciones dificilísimas de su actividad, llevan a las masas las ideas del marxismo-leninismo, difunden la verdad sobre el socialismo y luchan resueltamente contra el anticomunismo, contra las variadas manifestaciones de oportunismo de derecha y de "izquierda".

En la historia del movimiento comunista, probablemente no hubo otro período en que la propaganda burguesa descargase sobre los partidos hermanos torrentes tan inabarcables de palabras venenosas como los que lanza hoy. Los objetivos que se plantean los organizadores de ese diluvio propagandístico se ven, lo que se dice, a simple vista. Consisten en agrietar la unidad del movimiento comunista, enfrentar un partido comunista con otro y, en primer lugar, clavar una cuña entre los partidos comunistas de los países capitalistas y los partidos marxistas-leninistas gobernantes. Es harto evidente también la mecánica de las acciones provocadoras. El enemigo de clase trata de utilizar en su propio interés el hecho de por sí naturalde que las diferencias esenciales de las condiciones en que actúan los partidos hermanos, las diferencias de sus posibilidades políticas actuales y de sus objetivos y tareas inmediatos originen enfoques también diferentes de varios problemas. Inmiscuirse en las discusiones sobre esos problemas, tratar de convertir las diferencias en discordias, y estas últimas en escisión: ese es el objetivo de las actuales campañas anticomunistas; en particular del alboroto propagandístico promovido en torno al concepto de "eurocomunismo", inventado por la burguesía.

Por ello tiene hoy una importancia particular que la comparación amplia de los puntos de vista y de la experiencia de los diferentes partidos y las discusiones amistosas entre los comunistas se efectúen sobre la base de principios, en el espíritu del respeto mutuo y teniendo en cuenta obligatoriamente los intereses de cada uno, que implica considerar en realidad los intereses comunes de nuestro movimiento.

Denigrar el glorioso e histórico camino recorrido por la Unión Soviética y otros países socialistas, menospreciar su experiencia y los méritos que tienen ante el movimiento revolucionario, se vuelve en definitiva cualesquiera que sean los motivos de semejante enfoque contra los que persiguen determinados objetivos sobre esa base; porque recurrir a semejantes métodos significa resquebrajar y socavar la confianza de los pueblos en la reestructuración socialista del mundo, mermar el prestigio del socialismo.

Los comunistas soviéticos, fieles a la tradición internacionalista leninista, son invariablemente solidarios con la actividad de sus compañeros de lucha en los países capitalistas, les expresan una cálida simpatía y desean nuevos éxitos en la lid por los intereses de la clase obrera y de todos los trabajadores. Por otra parte, la posición internacionalista de nuestros hermanos de clase en el extranjero, su solidaridad con nuestros éxitos constituyen un importante estímulo en la actividad laboral y política de los soviéticos, coadyuvan a la solución de los problemas de la sociedad socialista, y es un valioso apoyo políticomoral para nosotros.

Por ello, el CC del PCUS valora altamente, como manifestación de auténtico internacionalismo, el hecho de que hayan venido a las fiestas de Octubre muchas y prestigiosas delegaciones de los partidos hermanos y de otros partidos y Estados democráticos, sus discursos y sus encuentros con el pueblo soviético.

IV

Desde la formación del primer Estado socialista, el internacionalismo es uno de los principios rectores de la actividad interior y exterior del ya gobernante Partido Comunista. El internacionalismo ha adquirido ahora fuerza de ley estatal en la nueva Constitución soviética.

El surgimiento del sistema socialista mundial profundizó y extendió las formas y el contenido de la solidaridad internacional de los trabajadores. Ha surgido y se ha consolidado una forma de solidaridad como el internacionalismo socialista, que es la aplicación y el desarrollo de los principios del internacionalismo proletario en las relaciones entre los Estados socialistas soberanos.

El desarrollo del internacionalismo se ha expresado también en que, después del desmoronamiento del sistema colonial del imperialismo y el surgimiento de muchas decenas de Estados de orientación antiimperialista y socia-lista, sus principios encuentran también aplicación práctica en las multifacéticas relaciones de los Estados socia-listas con esta nueva fuerza activa de la política y el progreso social mundial. Como es sabido, la Conferencia de los Partidos Comunistas y Obreros de 1969 brindó una enjundiosa fórmula del contenido del internacionalismo en nuestros días: "¡Pueblos de los países socialistas, proletarios, íuerzas democráticas de los países capitalistas, pueblos liberados y pueblos oprimidos, unios en la lucha común contra el imperialismo, por la paz, la independencia nacional, el progreso social, la democracia y el socialismo!"[7]

A veces se saca la conclusión de que el término "proletario" no puede aplicarse ya a un concepto tan "amplio" y "nuevo" del internacionalismo. Pero la verdad es que ese término no significaba tampoco en los tiempos de Marx y Engels que se tratara única y exclusivamente de la solidaridad entre los proletarios de los distintos países. Con el tiempo, a los movimientos de solidaridad se han incorporado masas cada vez más amplias, pertenecientes a las más diversas capas sociales. En nuestra opinión, eso no testimonia que el internacionalismo haya perdido su carácter proletario, sino que su contenido de clase se ha robustecido aún más. En efecto, el aumento del número de los partidarios de la solidaridad internacionalista muestra que el proletariado avanza felizmente hacia el cumpli-miento de su misión histórica mundial: aglutinar sobre la base de una plataforma común a todos los que son capaces de luchar por la paz, la democracia y la libertad de los pueblos, por el socialismo.

El término "internacionalismo proletario" no ha envejecido, sigue indicando acertadamente hoy cuál es el origen del internacionalismo, cuál es su base clasista inicial, quién es su principal y más consecuente portador. La clase obrera agrupa en torno a sus ideas a todos los trabajadores en la lucha contra los explotadores y los opresores. Y renunciar a ese término, que evidencia la fidelidad de los luchadores revolucionarios a sus tradiciones, sería tan infundado como cambiar la famosa consigna "¡Proletarios de todos los países, unios!" alegando, por ejemplo, que en los países socialistas ya no hay proletarios, y lo que hay es clase obrera, fuerza sociopolítica rectora de la nueva sociedad.

A veces intentan demostrar que el principio del internacionalismo proletario debe ser revisado radicalmente, por cuanto, afirman, la ligazón entre lo internacional y lo nacional en el desarrollo general de la humanidad ha cambiado hoy y la "prioridad" pertenece en nuestros tiempos a lo nacional. En realidad, no hay fundamento para contraponer lo nacional y lo internacional.

Es indudable que el proceso de conversión de los partidos comunistas en una fuerza política considerable hace que aumente el volumen de sus tareas nacionales y cambie en algo el propio carácter de las mismas. La creciente importancia de los problemas de la independencia nacional y de la autonomía incluso en las condiciones del capitalismo desarrollado aumenta el peso relativo de las reivindicaciones patrióticas en la política de los comunistas y eleva su papel de los portavoces más consecuentes y firmes de los verdaderos intereses de la nación, como factor aglutinante de todas las fuerzas sanas de la sociedad en la lucha por la salida democrática del atolladero de la crisis a que ha llevado la dominación del capital monopolista. Los comunistas son los iniciadores y la fuerza principal en la lucha contra la presión del imperialismo mundial sobre el país dado, contra las amenazas a su soberanía por parte de las alianzas y organizaciones monopolistas supranacionales de toda índole.

Todo eso es verdad. Pero, si se examina cada uno de esos procesos desconectándolo del curso general del desarrollo histórico, si se lo absolutiza, esa unilateralidad puede llevar a la errónea deducción de que el papel del internacionalismo queda reducido a casi nada.

Si se examina la realidad en todos sus aspectos, como lo exige el marxismo-leninismo, se ve fácilmente que crece la importancia práctica de la solidaridad internacional de los comunistas, de todas las fuerzas progresistas. La interconexión de lo nacional y lo internacional en el movimiento comunista, en toda la práctica revolucionaria, es hoy más profunda y necesaria. Nunca hubo y, con mayor razón, no hay ni puede haber hoy una contradicción an-tagónica entre los intereses nacionales de uno u otro pueblo, de uno u otro partido comunista, y los intereses in-ternacionales del movimiento revolucionario mundial.

El proceso de internacionalización de la vida social, que Lenin señalaba ya a comienzos del siglo XX, acentúa la influencia de los factores internacionales sobre el desarrollo de cualquier país, sobre la actividad de todos los movimientos sociales y políticos nacionales. Nunca antes las condiciones de la lucha en el marco nacional dependieron en tan gran medida de la correlación de fuerzas en el ámbito mundial, de la actividad internacional de los países socialistas y de la actividad de las demás partes integrantes del movimiento antiimperialista mundial.

Al mismo tiempo, surgen hoy multitud de problemas que exigen la unión en el plano internacional. En el trabajo de cada partido hermano se eleva también el peso relativo de las tareas internacionales. La principal es des-plegar una amplia lucha por conjurar una guerra mundial, por consolidar la paz universal, contra la carrera armamentista, contra las acciones y planes agresivos del imperialismo.

Se ha acentuado notablemente el carácter internacional de la lucha de clase de los trabajadores, que actúan solidarios contra la prepotencia de las compañías transnacionales. Cada día adquieren mayor importancia el apoyo internacional a los movimientos de liberación y democráticos y la solidaridad con los cautivos de la reacción. La actualidad del internacionalismo viene determinada por el hecho de que hoy cobra fuerza el afán del capital monopolista por aunar sus esfuerzos a nivel internacional, por coordinar sus acciones en la lucha contra las fuerzas revolucionarias.

Llama la atención que los partidos socialdemócratas, con ayuda incluso de la Internacional Socialista, robustecen activamente en los últimos tiempos los lazos entre sí y con otras fuerzas políticas. Sin temer acusación alguna de ingerencia y de atropello de la soberanía de los partidos, la Internacional Socialista celebra regularmente sus congresos, reuniones de su Buró y otros órganos centrales, envía a distintas regiones del mundo comisiones de representantes de varios partidos; resumiendo, redobla por todos los medios su atención a los problemas internacionales.

A veces, en las discusiones sobre el contenido del internacionalismo, a éste se contraponen los principios y normas de las relaciones entre los partidos hermanos firmemente consolidados: el respeto de la independencia y la igualdad de derechos de cada partido, la no intervención recíproca en los asuntos internos, la independencia absoluta de los partidos y la plena autonomía en la determinación de su política. El PCUS es contrario a tal contraposición. Es más, en plena correspondencia con el documento de la Conferencia de Berlín, considera que el concepto moderno de internacionalismo proletario incluye también orgánicamente estas normas y principios.

Para todo el que no quiere enturbiar las cosas es evidente que la existencia de un centro del movimiento comunista internacional pertenece al pasado. Y con todo el respeto para con este pasado, rindiendo tributo al papel insigne de la Internacional Comunista en la formación de las fuerzas revolucionarias de la época contemporánea, ningún marxista-leninista propone reconstituirla en forma alguna.

El buen desarrollo del movimiento comunista presupone un desvelo constante para que las formas de relación entre los partidos hermanos correspondan a las demandas de la etapa histórica dada. En nuestro tiempo las ideas de la comunidad mundial de los comunistas y las tradiciones de solidaridad internacional se expresan en las campañas internacionales, en los amplios y sistemáticos vínculos interpartidarios, en la labor teórica colectiva, en los encuentros bilaterales y multilaterales, en las acciones políticas conjuntas en torno a las cuestiones concretas de la política mundial.

Es indudable que la comunidad de opiniones de los partidos hermanos sobre el cúmulo más vasto de cuestiones cardinales de la lucha por la paz, la distensión y el progreso social constituye una base firme para continuar desarrollando y fortaleciendo también en adelante la unidad internacional de acción de los comunistas.

Con el triunfo de la Revolución de Octubre, el movimiento nacional liberador devino una parte integrante inseparable del proceso revolucionario mundial. La historia ha confirmado brillantemente la previsión de Lenin, quien señalaba que la revolución socialista "no será única y principalmente una lucha de los proletarios revolucionarios de cada país contra su burguesía; no, será una lucha de todas las colonias y de todos los países oprimidos por el imperialismo, de todos los países dependientes contra el imperialismo internacional".[8] El surgimiento del primer Estado socialista y luego la formación del sistema de Estados socialistas dieron poderoso impulso a la lucha de liberación nacional. La humanidad progresista desplegó y ganó la batalla contra el colonialismo.

Hoy, en el cono sur del continente africano se lucha por liquidar los últimos reductos de los regímenes colonialistas y racistas. El mundo es testigo de los graves crímenes que cometen los opresores de las masas multitudinarias de la población africana de Namibia, Zimbabwe y República Sudafricana. Nuestras simpatías y nuestro apoyo están por entero al lado de los luchadores por la libertad en esos países, por los derechos vitales del hombre, por la supresión total del bochornoso sistema del apartheid. Tenemos la firme seguridad de que no está lejana la hora del triunfo definitivo de la justa causa de los pueblos del Sur de África.

El movimiento nacional liberador ha entrado en una etapa cualitativamente nueva. Han emergido a primer plano las tareas de la emancipación económica y social. Su cumplimiento es una empresa de excepcional complejidad, pues es necesario superar el secular atraso económico, herencia gravosa del pasado colonial, pues es necesario erradicar las estructuras sociales arcaicas, lo que conlleva una lucha enconada contra el imperialismo y la reacción local. Sirviéndose de medios neocolonialistas como la exportación de capital, las manipulaciones con los precios y la cotización monetaria, la presión de las corporaciones multinacionales y de las entidades financieras internacionales, el imperialismo intenta consolidar la situación dependiente de los países recién emancipados y perpetuar su atraso. El imperialismo siembra la discordia entre los Estados recién liberados, trata de avivar las contradicciones enraizadas en el pasado y provoca colisiones militares fratricidas.

Se encona cada día más la lucha en torno a la opción de la vía a seguir, lucha estrechamente relacionada con la creciente diferenciación social. En varias regiones se vislumbra la inclinación de las fuerzas sociales avanzadas y de las grandes masas por la opción socialista. Se amplía el número de países que han elegido la orientación socialista y han emprendido el camino de la construcción de una economía nueva, sin dominio del capital extranjero ni local. Varios partidos democráticorevolucionarios proclaman el marxismo-leninismo como el fundamento ideológico y político de su actividad. Así pues, el movimiento nacional liberador empieza a unirse con el socialismo científico. Y eso brinda premisas complementarias para el paso de varios Estados nacidos de este movimiento a las transformaciones socialistas.

Tiene gran importancia en la etapa actual la cooperación de los jóvenes Estados nacionales con el mundo socialista, basada en la igualdad de derechos y en la ventajá mútua. A la par de la profundización y el desarrollo de los vínculos bilaterales que contribuyen a la modernización de la economía y al progreso social de dichos Estados, hoy desempeña un papel cada día mayor su cooperación con los países socialistas en la lucha por la reestructuración radical de todo el sistema de relaciones económicas mundiales y por que se refrene la explotación de los países recién emancipados por parte del imperialismo internacional, en la lucha por la paz y la seguridad en el mundo entero.

Al iniciar el séptimo decenio de la época inaugurada por la Revolución de Octubre, el pueblo soviético, encabezado por el Partido de Lenin, mira el mañana con optimismo y seguridad. En los caminos abiertos por Octubre y alumbrados por su luz, invencibles fuerzas sociales despertadas y alentadas por él buscan y encuentran solución a los problemas cardinales de nuestro tiempo.

- La experiencia histórica de Octubre, acumulada y sintetizada científicamente por los partidos marxistasle ninistas, la experiencia internacional de la lucha revolu cionaria contiene una inmensa carga ideológica y política, es garantía de una propagación aún mayor de las ideas del marxismo-leninismo en todos los países y es manantial de nuevas victorias en la reestructuración socialista del mundo.

- El cambio radical en la correlación de fuerzas en el ámbito mundial, que fue iniciado por Octubre y que hoy se ha convertido en una superioridad histórica irreversible de las fuerzas del socialismo, del progreso social, de la democracia y de la paz, creó las premisas para conjurar la guerra mundial, establecer una paz firme y resolver otros graves problemas globales en interés de todos los pueblos: problemas ecológicos, de materias primas, ener géticos y de alimentos.

- La nueva sociedad, que ha triunfado en varios países y ha entrado en la fase de madurez en su primer baluarte -la URSS-, hace feliz realidad el gran principio formulado por Marx y Engels y proclamado en calidad de ley en la nueva Constitución soviética: "El libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos".[9]

¡La realización práctica de este principio traerá más y más victorias a la gran doctrina marxista-leninista, a la causa de la paz y del comunismo!

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[1] V. I. Lenin. ¿Cómo debe organizarse la emulación? O.C., t. 35, pág. 202.

[2] L. I. Brézhnev. Acerca del proyecto de Constitución (Ley Fundamental) de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y de los resultados del debate de todo el pueblo. Ed. en ruso, Moscú, 1977, pág. 21.

[3] L. I. Brézhnev. Acerca del proyecto de Constitución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, pág. 14.

[4] V. I. Lenin. La estructura social del poder, las perspectivas y el liquidacionismo. O.C., t. 20, pág. 188.

[5] Programa del Partido Comunista de la Unión Soviética. Ed. En ruso, Moscú, 1961, pág. 41.

[6] L. I. Brézhnev. El Gran Octubre y el progreso de la humanidad, pág. 24.

[7] Conferencia Internacional de los Partidos Comunistas y Obreros. Documentos y materiales. Moscú, 1969, pág. 330.

[8] V. I. Lenin. Informe en el II Congreso de toda Rusia de las organizaciones comunistas de los pueblos de Oriente. 22 de noviembre de 1919. O.C., t. 39, pág. 327.

[9] C. Marx y F. Engels. Manifiesto del Partido Comunista. Obras, t. 4, pág. 447.