Branko Pribićević

 

Determinación conceptual del anticomunismo

 

 


Fuente del texto:  La versión castellana, en traduccion de  D. Soldatić, se ha tomado de: Branko Pribićević, "Determinación conceptual del anticomunismo", Cuestiones Actuales del Socialismo, vol. XIX núm. 1, enero de 1984 (Belgrado, Yugoslavia), págs. 55-69.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2012.


 

 

  

El anticomunismo figura entre los términos/conceptos políticos multiplemente cuestionados y manifiestamente difusos, y, que por lo consiguiente, muchas veces son polivalentes y amibivalentes en utilización. La expresión es utilizada extensa-mente no solo en los debates científicos sino también en los más amplios debates políticos, y hasta en la comunicación cotidiana. La amplitud de la utilización de este término se halla casi en una proporción contraria con el nivel de su elaboración científica. Casi han faltado totalmente los intentos de precisar el contenido y significado de este concepto, es decir de definir en forma más rigurosa los fenómenos designados con este término. Esa es la razón por la cual afrontamos hoy en día el anticomunismo pero también el «anticomunismo». Encontramos, en efecto, fenómenos de que en los debates científicos (o cuasicientíficos) y luchas políticas algunos puntos de vista o dernandas sean calificados o descalificados como anticomunismo, aunque resulte evidentemente claro que no se trata de aspiraciones y actividades encauzadas a cualquier tipo de negación o de descrédito del comunismo, es decir del movimiento comunista. Asimismo, tal y como vamos a rnostrar dentro de poco, muchas veces en las luchas políticas contemporáneas determinados actos son justificados por la necesidad de oponerse al comunismo, o sea el «peligro comunista» aunque resulte evidente de que no se trata del comunismo ni del «peligro comunista», sino de algo distinto. Quisiera poner de relieve que la mencionada falta de determinación del contenido y del significado de este concepto contribuye mucho a diversos tipos de manipulaciones.

Esa es la razón por la cual hemos optado a prestar más atención en esta contribución nuestra precisamente a la determinación conceptual de este fenómeno, indicar algunos de criterios básicos que podrían ayudar para bosquejar al menos en líneas elementales el límite entre el anticomunismo y el«anticomunisimo». En la segunda parte de la exposición nos vamos a detener en algunas tendencias nuevas en el desarrollo de la teoría, política y estrategia del anticomunismo, señalando particularmente algunas de las tésis teóricas, es decir cuasi-teóricas normales del arsenal anticomunista.

Sin pretender ofrecer en esta oportunidad una definición total, es decir general, voy a señalar las determinantes principales del concepto del anticomunismo. Consideramos que para la teoría, política y estrategia del anticomunismo resulta característico particularmente el hecho de que siempre suponga e incluya diferentes formas de actividad encauzada a la impugnación, negación, represión y, en ultima instancia, la destrucción del comunismo contemporáneo. Esta actividad se orienta igualmente en contra de los básicos postulados ideólogicos del comunismo y asimismo en contra de las fuerzas organizadas del movimiento comunista. El anticomunismo no pone en tela de juicio determinados postulados o aspectos de la ideología del movimiento comunista sino que la denuncia, rechaza y desaprueba en su totalidad. Idéntica es la postura frente a las fuerzas organizadas del movimiento comunista — el anticomunismo trata de impugnarles el derecho y la posibilidad de la lucha (legal) por la realización de sus ideales, trata de sapararlas y aislar de todas las demás fuerzas políticas organizadas, impugnarles la legitimidad de existencia y acción.

Las raíces del anticomunismo pueden remontarse en la historia del socialismo y del movimiento obrero. Algunos de los elementos de la ideología y de la política que se integraron más tarde al anticomunismo actual se dieron ya a mediados del siglo pasado. En una parte de la literatura socialista estos comienzos, elementos iniciales se igualan con el anticomunismo actual y en ese sentido se elabora también la periodización del anticomunismo según la cual la primera fase es representada por el período comprendido entre mediados del siglo pasado y la Revolución de Octubre, la segunda comprende los años entre las dos guerras mundiales y el tercer período comienza después de la Segunda Guerra Mundial. A favor de la tésis de que el anticomunismo se haya formado ya a mediados del siglo pasado se cita la famosa frase del Manifiesto del Partido Comunista: «Un fantasma recorre Europa — el fantasma del comunismo... todas las potencias de la antigua Europa se han aliado.. .» Las similitudes entre el anticomunismo actual y los esfuerzos de aquel entonces de las fuerzas sociales y políticas conservadoras gobernantes encaminados a impedir los primeros engendros del movimiento obrero moderno («el fantasma del comunismo») ciertamente han lugar. En ambos casos es muy similar el contenido y la esencia de clase — el esfuerzo encaminado a impedir el influjo y el desafío del movimiento obrero revolucionario y asegurar de ese modo la reproducción del orden de clase existente. Lo más importante en ello es que el movimiento comunista moderno difiere en muchos de sus elementos sustanciales de la manifestación ideológica y política del fenómeno que se señalaba en los años cuarenta del siglo pasado como comunismo. Asimismo — difiere mucho el contexto social en el que se está librando la lucha ideológica y política contra el comunismo en la época actual en relación a la época anterior. Hay también importantes diferencias en los métodos de acción de las fuerzas anticomunistas.

El anticomunismo actual es la respuesta de las fuerzas sociales y políticas gobernantes, particularmente de su ala conservadora extrema a los desafíos que trae consigo el movimiento comunista moderno. El anticomunismo «acompaña» el movimiento comunista moderno; surge en el mismo momento en el que surge el movimiento comunista — lo que quiere decir, a fines de la Primera Guerra Mundial. En el centro de la actividad anticomunista se hallan la ideología, política y las fuerzas organizadas del movimiento comunista.

En el esfuerzo de determinar con mayor precisión el contenido y significado de este concepto afrontamos numerosas dificultades y dilemas. El anticomunismo por su indole figura entre los fenómenos manifiestamente litigiosos, fenómenos que llevan una carga ideológica difícil, a veces hasta emotiva. La expresión es muchas veces utilizada como etiqueta política, como medio de descalificación política. La fuente adicional de las dificultades consiste en el hecho de que el término se halle hasta en la literatura más seria como ambivalente y polivalente. Resulta interesante observar que el pensamiento social burgués que ha estado cubriendo en los últimos decenios el mundo con libros cuyo objeto principal es el «comunismo»-, «los sistemas comunistas comparados»- etc., y en los que realmente muchas veces está presente en la forma más directa el anticomunismo, ni siquiera ha tratado de responder a la cuestión clave de lo que es el anticomunismo. ¿Por qué evitan los teóricos burgueses el escribir directamente acerca del anticomunismo (aunque en sus estudios sobre el comunismo, como ya lo he indicado muchas veces pueden hallarse precisamente mensajes de esa indole)? Hay varias razones para ello.

La primera de ellas consiste en el hecho de que la mayoría de los teórioos burgueses considere que está «debajo de su dignidad» dedicarse a tales asuntos; puesto que la actividad anticomunista es de todos modos algo profano y extraño. Esta evaluación es adoptada también por aquellos quienes se incorporan objetivamente con sus escritos a la actividad anticomunista, pero ellos no desean declararse públicamente como tales. La segunda razón consiste en el hecho de que se indique que el anticomunismo figura entre los fenómenos extremamente fluyentes, heterogéneos y controvertidos acerca de los cuales resulta muy difícil, si no es imposible, escrilbir en forma objetiva y racional. Por eso se hace hincapie muchas veces en estos medios en que el anticomu-nismo pertenece mucho más al campo de la propaganda política y de las confrontaciones ideológicas que a una esfera de compromiso legítimo de la ciencia contemporánea. En estas explicaciones, ciertamente, hay muchos elementos de racionalización política e ideológica de los correspondientes intereses sociales y políticos, pero los momentos indicados al menos explican en forma parcial el porque en la abundancia de interpretaciones burguesas del comunismo y del movimiento comunista, que tantas veces comprenden también mensajes indiscutiblemente anticomunistas, no se da un intento más serio de definir el concepto mismo del anticomunismo. Hasta en los casos en los que se elabora la política y la estrategia del anticomunismo no se utiliza jamás el término de anticomunismo. Se utilizan numerosas expresiones de otro tipo — desde la lucha por «la defensa del mundo libre» hasta la «represión del comunismo».

El anticomunismo es indudablemente un fenómeno heterogéneo y vasto. No se manifiesta de la misma manera en distintos medios. Con el transcurso del tiempo ha estado cambiando su «dirección principal de golpe» y aun más los métodos y formas. Esa es indudablemente una de las importantes condiciones que dificultan todo intento de llegar a una detenminación más coherente del contenido de este concepto, es decir del fenómeno al que se refiere.

Hay que hacer hincapie, como la segunda condición import ante que dificulta la definición, en el hecho de que en esta esféra encontremos manipulaciones muy graves. Una de las manipulaciones de ese tipo puede hallarse en la política y estrategia de las fuerzas reaccionarias en los centros de poder imperialista. Aquí tenemos en cuenta un fenómeno frecuente de mostrar en esos centros el «peligro comunista» en algunas partes del mundo hasta en los casos cuando evidentemente el objeto del litigio no es la actividad de los partidos comunistas. Se señala el «peligro comunista» para asegurar de esa manera una «cobertura» —ante su propio público y el mundial— para la implementación de una política agresiva en esas partes del mundo; en realidad, para la realización de los objetivos de la política imperialista y neo-colonialista. Aquí, naturalmente, en la mayoría de las casos se trata de los países del Sur mundial, de menor desarrollo, en los que han fortalecido las fuerzas de liberación. Temiendo que la victoria de estas fuerzas pueda poner más seriamente en peligro los privilegios existentes de los centros del poder imperialista, estas fuerzas tratan de presentar su liquidación de los protagonistas de la lucha por la emancipación nacional y las reformas democráticas como su choque con «el peligro comunista», como parte de su cruzada contra el comunismo, aunque aquí evidentemente no se trate ni del comunismo ni del movimiento comunista.

Otro tipo de manipulación se encuentra dentro del marco del movimiento comunista. En muchos partidos comunistas se ha arraigado hondamente la praxis de que toda crítica «no autorizada», más audáz y amplia de los diversos fenómenos negativos en sus propias filas, es decir en el propio medio, sea rechazada y hasta descalificada como expresión del anticomunismo. La crítica «no autorizada» significa la crítica que proviene fuera de los foros «autorizados» y de las personalidades autorizadas. En la praxis de muchos partidos se ha difundido bastante la praxis de que se admita como legítima, de buena fe o «constructiva» solamente la crítica proveniente de fuentes «autorizadas». Aquí tenemos en cuenta, ante todo, la praxis que se víncula en la forma más estrecha al estalinisimo, es decir el neostalinismo. Los protagonistas del estalinismo y fuerzas dogmáticas y conservadoras de otro tipo dentro del movimiento han estado tratando y siguen tratando hoy en día también de impedir de esta manera cualquier debate más libre y el desarrollo del pensamiento crítico. Se conocen bien los casos en los que la indicación más benevolente de los diversos aspectos del terror estalinista era descalificada como anticomunismo. Recordemos de paso que la resistencia yugoslava al hegemonismo estalinista también fue, en su época, destacada como ejemplo del «anticomunismo». Desafortunadamente, esos fenómenos no son inusitados ni en la actualidad. La indicación de la supuesta actividad anticomunista o de tales puntos de vista representa en estos casos un medio para preservar las posiciones de monopolio en el sistema del poder, es decir un medio para impedir las demandas de democratización de las relaciones en los co-rrespondientes partidos o países en los que esos partidos se hallen en poder.

Ambas formas de manipulaciones indicadas muchas veces son tan «transparentes» que no resulta difícil descubrir la verdadera esencia de tales posturas y procedimientos, y asimismo de sus elaboraciones teóricas. Esto, sin embargo, no representa las fuentes más serias de las dificultades que se afrontan en nuestros esfuerzos de determinar el contenido y el significado de la política y de la doctrina, dicho sea en breve, del fenómeno del anticomunismo. Mientras que en los dos casos mencionados en la mayoría de las veces con bastante facilidad lograremos reconocer la esencia de la política que afrontamos, en algunos otros casos los problemas van a ser mucho más complejos. Afrontaremos, en efecto, algunos dilemas reales en los esfuerzos encaminados a determinar los límites y el contenido del anticomunismo. Indicaré uno de los dilemas de ese tipo. Efectivamente, se plantea la cuestión de si toda crítica de la teoría y de la praxis de las partidos comunistas es anticomunismo — es decir, no sólo la crítica de las diferentes deformaciones en la praxis de los partidos comunistas. Luego — es que toda impugnación del papel postulado del partido comunista en la vida política, del país en cuestión (en el sentido de vanguardia, de la clase obrera) puede considerarse como expresión del anticomunismo.

Aquí son posibles varias respuestas diferentes pero los más importantes son dos enfoques. El primer enfoque se caracteriza por el hecho de que toda crítica, toda impugnación de las posturas, conceptos de la política y del papel postulado del partido comunista sea calificado de anticomunismo. Consideramos que este enfoque no puede admitirse. Ese enfoque es la expresión de la conocida interpretación dogmática y sectaria del papel del partido comunista según la cual este es siempre y debe ser en todo lugar la vanguardia obrera, y, asimismo, «tener la razón» siempre y en todo lugar.

Me empeño por que no se acepte este enfoque porque en realidad resulta ajeno a la naturaleza del marxismo como base de nuestro concepto del mundo. Asimismo resulta incompatible con el enfoque marxista creativo del partido comunista como organización revoluciomaria moderna. Tanto el marxismo como el partido comunista deben estar abiertos para la observación crítica, la puesta crítica, en tela de juicio, pero también para la impugnación de algunos de sus postulados. En pocas palabras, deben estar abiertos para diferentes innovaciones.

Ese es, en realidad, ese segundo enfoque que no identifica toda crítica de la teoría y de la praxis de los partidos comunistas con el anticomunismo. Partiendo de este punto de vista consideramos que no resulta correcta la, cuestión de si es posible una crítica que no sería expresión del anticomunismo, sino cual es su significado, contenido y el contexto más amplio. Resulta inadmisible, naturalmente, el punto de vista de que resulta «legitima» solarnente la crítica emitida por los «llamados a hacerlo» («los autorizados») —las direcciones de los partidos comunistas.

La segunda pregunta que se impone aqui es la siguiente: ¿es que toda impugnación critica de algunos postulados teóricos del socialismo científico, de determinadas declaraciones de representantes distinguidos del marxismo representa una expresión del anticomunismo? Pensamos que el comunismo moderno debería estar abierto y dispuesto para el diálogo de este tipo. De la experiencia del movimiento obrero y del socialismo se conocen muchos casos en los que la impugnación de algunos postulados no fue parte integrante de una estrategia con miras a impugnar en forma global, y menos aún echar discrédito soibre el marxismo y el comunismo, sino, al contrario, podía ser la expresión del esfuerzo encaminado a desarrollar ulteriormente el pensamiento marxista o a superar algunas deficiencias del movimiento comunista.

Por eso aceptariamos como justa la interpretación que por expresión del anticomunismo supone diferentes esfuerzos con miras a negar en forma global, echar discredito, reprimir políticamente y hasta destruir sus más importantes representantes y protagonistas políticos y comprometer y desvaluar al marxismo como concepto del mundo.

¿Tiene que ser eso siempre abierto, directo y brutal? La respuesta es no. El anticomunismo no debe manifestarse de esa manera. A veces algunas formas del anticomunismo «disfrazado» pueden ser también peligrosas.

Se impone la pregunta de por qué en la historia del socialismo moderno ha surgido el anticomunismo, pero no llego jamás a formarse de la misma manera el «antisocialismo», el «antisocialdemocratismo», la «doctrina y política antisindicalista». Hubo en la historia del movimiento obrero y del socialismo, ciertamente arremetidas muy serias y brutales también sobre estas formaciones en el movimiento obrero y el socialismo. Recordamos la ley de Bismarck contra los socialistas, con la que se trato de destruir políticamente a las fuerzas socialistas en la Alemania de entotnces. En la historia -más reciente tenemos el caso del putsch de Pinochet cuyo filo se dirigía contra los socialistas chilenos quienes se vieron expuestos al terror más brutal del nuevo régimen fascista. Hubo arremetidas brutales también contra los sindicatos, por ejemplo, en los EE. UU. durante los tres primeros decenios de este siglo.

A pesar de ello, queda en pie el hecho de que a escala mundial no llegó a formarse un fenómeno coherente, ideológico-político del «antisocialismo», «antisocialdemocratismo» o del «antisindicalismo», como llegó a surgir, formarse y desarrollarse el anticomunismo. Se impone la pregunta: ¿por qué es así? ¿Por qué el comunismo y los comunistas son tan frecuentemente el objeto de las irnpugnaciones más graves y hasta las más brutales? ¿Por qué las fuerzas del orden de clases manifiestan tanta preocupación por el comunismo y la vehemencia precisamente en el choque con los comunistas, es decir el comunismo? Nos parece que aquí podemos indicar tres mementos de mayor importancia que explican en líneas generales las raíces específicas y las fuentes del anticomunismo.

Primero, el movimiento comunista y el comunismo moderno en su totalidad lleva en sí el desafío más radical, pero, al mismo tiempo más hondo y extenso, político e ideológico al orden existente, y asimismo representa la alternativa al sistema imperante de instituciones burguesas, y al sistema de valores del mundo burgués. El comunismo comprende la impugnación total de la existente sociedad de clases. Por eso se entiende que las fuerzas principales de la sociedad de clases se preocupen más por el comunismo y los comunistas. La segunda razón reside en el hecho de que los comunistas, siempre que se les presentó la aportunidad, manifestaron el mayor radicalismo en la realización de un programa de alternativa radical. La llegada de los socialistas y de la socialdemocracia, por más desagradable que hay a sido a veces para la clase propietaria, de todos modos no la ha trastornado hasta la fecha en ningún lugar como la llegada al poder del partido comunista. Al tratarse del radicalismo mencionado de la alternativa comunista y de la empresa exhaustiva llevada a cabo por los partidos comunistas en los casos en los que llegaron al poder hay que añadir una importante precisión más. Los partidos comunistas, una vez instalados en el poder, fueron muy radicales en la eliminación del poder de las anteriores clases propietarias y en la destrucción de muchos sectores del anterior orden institutional. En ese sentido los comunistas realmente han sido más radicales que cualquier otro grupo en el seno del movimiento obrero. Por otra parte los partidos comunistas en poder no han sido ni de cerca tan radicales y menos aun exitosos y exhaustivos en la realización de los ideales postulados del comunismo. Para las clases propietarias, naturalmente, resulta más importante el carácter exhaustivo y la eficiencia que han manifestado hasta la fecha los comunistas en su eliminación del poder. Puesto que esta eliminación del poder se realizaba muchas veces en las condiciones de una guerra civil o en circunstancias bastante similares, estas medidas se vieron acompañadas con frecuencia de una aplicación bastante extensa de diferentes formas de represión. Todo esto ha influido en que en estos medios políticos de clase se desarollara una gran dosis de intolerancia, y hasta de hostilidad frente a los protagonistas del movimiento comunista.

El tercer momento que ha contribuido bastante a este anticomunismo tan ofensivo y agresivo en la historia más reciente, son las graves deformaciones que han acompañado el desarrollo de las nuevas sociedades que han estado construyendo algunos de los partidos comunistas en poder. Aquí, ante todo, se trata, naturalmente de la Unión Soviética en la época del gobierno de terror de Stalin, que impulsó a numerosos enemigos del socialismo, es decir del comunismo, a identificarlos con los diversos fenómenos, caracteristicos del estalinismo, de represión en masa, de «lavado del cerebro» y otras medidas y procedimientos no democráticos. Esto fomentaba poderosamente el anticomunismo en los últimos cuatro o cinco decenios.

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El segundo tema acerca del cual quisiera hablar se refiere a los nuevos métodos, táctica y estrategia del anticomunismo. Nuestra apreciación es que en la época que se halla ante nosotros irán a manifestarse cada vez más dos estrategias básicas del anticomunismo. Una se implementará principalmente en el Norte desarrollado, y la otra mucho más en el Sur subdesarrollado. Al tratarse de la estrategia, táctica y metodos de las fuerzas anticomunistas en los países del Sur mundial, enconces debe contarse con que el anticomunismo sobre estas latitudes seguirá manifestandose en formas muy rudas y hasta brutales. La violencia brutal seguirá siendo el medio principal de la política anticomunista. En la esfera de la ideología y del pensamiento político se aplicarán las diversas formas de la descalificación más brutal y muy generalizada, de discrédito y de negación.

Por otra parte, en los países adelantados el clima político ha cambiado bastante en los años recientes y los protagonistas principales del anticomunismo de allí estíman de que en la época actual, al igual que en los años a venir, la aplicación de métodos brutales y de otro tipo «demasiado abiertos» y directos desde el punto de vista de sus intereses sería a veces hasta contraproducente. Por eso se orientarán más a métodos más «sutiles», menos brutales, menos agresivos, menos abiertos.

Con la superación de la guerra fría, la estabilización relativa del orden en la mayoría de los países avanzados y la correspondiente opinión pública que ha acompañado estos cambios, resultó indispensable que cambiaran en parte también los métodos de la política anticomunista. Esto puede observarse en las diversas esferas de la vida pública, es decir en las esferas en las que se manifestaba el anticomunismo. Voy a mencionar solamente una esfera de ese tipo que he seguido de cerca durante un lapso más largo. Se trata de la esfera de los estudios profesionales, académicos en los países occidentals avanzados que se dedican a los problemas del comunismo. En el foco de la atención de estos estudios durante varios decenios ya figura la problemática de los países en los que se hallan en poder los partidos comunistas. Se comenzó con la «sovietología» y la «kremlinología» como disciplinas especiales de las ciencias políticas burguesas orientadas hacia la investigación de la política interna y del desarrollo de la Unión Soviética. Luego el objeto de estos estudios se extendió también al desarrollo interno, la política y los sistemas de otros países en los que se hallan en el poder los partidos comunistas. A fines de las cuarenta y comienzos de los cincuenta se sintió la necesidad de estudios comparados con ambiciones teóricas más marcadas. Puesto que esa era la época de la guerra fría no resulta casual el hecho de que en esos estudios se manifestaran poderosamente los elementos anticomunistas. Como un ejemplo extremo pero al mismo tiempo muy característico de esa fase en el desarrollo del pensamiento político burgués en esta esfera, es decir en el desarrollo de los estudios comunistas occidentales o de los estudios comunistas comparados puede indicarse el famoso libro de Carl Friedrich y de Zbigniew Brzezinski Totalitarian Dictatorship. La hipotésis básica de este libro es que existe una identificación sustancial entre los «régimenes» fascistas y comunistas. Esta tésis se basa en el análisis comparado del sistema estalinista en la Unión Soviética y de los régimenes fascistas en la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini. Este libro fue aceptado pronto por casi todos los teóricos burgueses quienes se han dedicado a esta esfera de investigaciones como el modelo general para el estudio de la teoría y praxis de los partidos comunistas en poder. El libro, no obstante sus pretensiones académicas es la expresión de un anticomunismo «rígido». En los últimos diez años, este modelo de interpretación casi intocable ha, sido abandonado en una gran medida al olvido. Han surgido en el intervalo varias decenas de libros en los que se impugnan las tésis clave de los autores de Totalitarian Dictatorship. Los reproches principales han sido que los autores simplificaban demasiado las cosas, que eran parciales, que su modelo no permitía observar las importantes diferencias entre el fascisano y el estalinismo y, particularmente, que no facilita la explicación de los camibios en la política de algunos partidos comunistas en poder, y, dentro de ese contexto, explicar el «fenómeno de Yugoslavia», donde el partido comunista está en el poder, mientras que su praxis difiere tanto del mencionado «modelo universal».

Por lo tanto, este modelo vino a ser demasiado estrecho y ahora surgen nuevas escuelas que siguen manteniendo su dimensión crítica y hasta a veces crítica generalizada y la postura de negar la teoría y la praxis de los partidos comunistas, pero eso se manifiesta de una manera distinta. Esa es, por ejemplo, la teoría de la convergencia. ¿Qué figura en la base de esa teoría? Se abandonan las anteriores evaluaciones sobre la confrontación total entre los dos sistemas que ha sido interpretada en la mayoría de los casos como el conflicto entre «el bien y el mal», en todo caso en una óptica blanco-negra. Los partidarios de la teoría de la convergencia ponen de relieve que el Occidente «de todos modos» no es precisamente sólo la encarnación de la virtud, y la «otra parte» la encarnación del mal. Los dos sistemas no se excluyen sino que se acercan paulatinamente. El Oeste está tomando de la «otra parte» cada vez más planificación, y hasta algunas otras formas de intervencionismo estatal; toma asimismo diferentes formas de protección social y en ese sentido se «socializa» cada vez más. Por otra parte el «Este» tiene que abrirse cada vez más frente a algunas instituciones y valores que caracterizan las «economías de mercado» y los sistemas pluralistas en global, y por lo tanto se está constituyendo una nueva sociedad — híbrida, en la que se incorporarán elementos de ambos modelos, hasta hace poco incompatibles. La humanidad se está moviendo en la dirección de una simbiósis que tomará una parte de las soluciones relativas al sistema de los países del así llamado socialismo real, y la otra de los sistemas pluralistas occidentales.

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En la parte final de esta exposición quisieramos exponer muy en breve las principales tésis teóricas que plantean los teóricos del anticomunismo en la época reciente. Naturalmente algunas de estas tésis son planteadas en su totalidad o parcialmente también por algunos de los teóricos que no pueden ser considerados representantes del anticomunismo, pero también es exacto que estas tésis son la parte clave del arsenal ideológico anticomunista de nuestra época.

— Los teóricos del anticomunismo operan mucho con la tesis de que el comunismo es incompatible con la índole humana puesto que supone la uniformidad en las formas de organización social y particularmente en el sistema de los legítimos valores sociales y puntos de vista ideológicos. Puesto que el hombre, y particularmente el hombre de la actualidad, se caracteriza por la diversidad de aspiraciones, ideas y evaluación de las necesidades sociales, acontecimientos y distintas aspiraciones, de ello se saca la conclusión de que el establecimento del comunismo podría realizarse solamente dentro del contexto de una extensa violencia que reprimiría estos anhelos hacia lo diverso y hasta lo divergente.

— En parte es similar el significado de la tésis que el comunismo es incompatible con el desarrollo del pensamiento humano y en particular de las ciencias sociales. Puesto que se le atribuye al comunismo el anhelo inherente hacia la uniformidad moral en la que no hay lugar para ideas diferentes, para la lucha entre las diversas ideas sociales, de esto se saca la conclusión de que el comunismo necesariamente conduce a una uniformidad espíritual, estancamiento intelectual, dogmatismo estéril, y hasta la praxis que se conoce como «el lavado del cerebro».

En ambos casos el procedimiento metodológico es insostenible desde el punto de vista de la ciencia. Los autores que postulan estas tésis generalmente parten de la teoría y praxis del estalinismo y luego, en forma totalmente inadmisible, identifican esta teoría y praxis con la esencia y la naturaleza del comunismo.

— Un lugar importante en el arsenal anticomunista lo ocupa la tésis de que el comunismo es una de las últimas grandes Utopías. Se trata de probar que el ideal comunista y el concepto de la nueva sociedad no tiene fundamento científico alguno, sino que es mucho más la expresión de la secularización de la idea cristiana del paraíso. Se dice: mientras que los cristianos prometen «el paraíso en el otro mundo» los comunistas lo prometen «en este». La tésis sobre la imposibilidad del comunismo se demuestra, entre otras cosas, invocando la naturaleza del hombre a la que le resulta ajena toda solución uniforme de sus problemas existenciales. Se trata de demostrar particularmente que es una gran ilusión esperar que sea posible realizar el principio de la «distribución según las necesidades» puesto que estas no son estáticas, sino que incrementan constantemente. Asimismo se utiliza mucho la evaluación de que el desarrollo de la sociedad supone la división constante y cada vez más honda del trabajo que, por lo consiguiente excluye la posibilidad de que se realice una sociedad en la que se vería superada la división del trabajo.

— Se sostiene luego que el socialismo ya no tiene nada que ofrecer a los países avanzados del Occidente. El socialismo respondía a los problemas y contradicciones de la sociedad capitalista en el siglo pasado y quizá en la primera mitad de este siglo, mientras que en la actualidad, supuestamente, no tiene nada que ofrecer. Han surgido problemas totalmente nuevos a los que no pueden hallarse respuestas en la alternativa socialista, es decir comunista. Se admite que el socialismo, es decir el comunismo, eventualmente podría ofrecer algo a los países en desarrollo, pero de ninguna manera a los países avanzados. Si el socialismo nada tiene que ofrecer a los países más avanzados entonces, se pone de relieve en estos medios, aún menos puede hacerlo el comunismo entendido cómo la «fase superior» del socialismo. Naturalmente, entendido de esa manera en esos medios.

— Se hace cada vez más hincapie en la tésis de que ahora ha venido a resultar «claro por fin» que el socialismo es permanentemente inferior en comparación con el capitalismo también en la esfera de la economía, en el desarrollo de fuerzas productivas modernas. Se dice «también en, la economía» porque antes se admitía que en la esfera de la economía el socialismo «ciertamente» comprendía algunas ventajas, mientras que al mismo tiempo era muy deficitario en algunas otras esferas como la de los derechos y libertades políticos, la cultura y democracia. Como prueba de esta tésis se están utilizando cada vez más las actuales dificultades económicas serias y fenómenos de crisis en las economías de los países socialistas.

— La manifestación de tendencias hegemonistas en la política de algunos partidos comunistas en poder se toma como la prueba que el expansionismo y hasta la agresividad le son inherentes y hasta inmanentes al comunismo. A esto se vincula también la tésis de que el comunismo ha perdido la batalla con el nacionalismo, que en la época reciente la política de los partidos comunistas (de aquellos más o menos autónomos) es determinada mucho más por el nacionalismo que el marxismo o algunos principios e intereses internacionalistas. Las recientes guerras e intervenciones militares en las relaciones entre algunos países socialistas son tratadas no como deformaciones, abandonos de los postulados socialistas, y menos aún como el abandono de la esencia misma del comunismo sino todo lo contrario — como la expresión de la naturaleza inherente del comunismo, de su expansio-nismo.

— En la época reciente se ha difundido mucho la tésis de que la praxis de los partidos comunistas en poder lleva irresistiblemente a una honda colisión entre sus objetivos, su filosofía política por una parte y los medios a los que deben recurrir para resolver los problemas graves del desarrodlo económico, y en parte también los problemas de la integración política y social. Se sostiene, efectivamente, que estos partidos deben apoyarse cada vez más en los medios y métodos que son parte integrante del arsenal de las economías de mercado (del capitalismo) en medios como lo son el estímulo material, diferencias en los ingresos, el mecanismo del mercado, etc. Según estos autores estos medios se imponen cada vez más como decisivos y antes o despues van a, rele-gar por completo los olbjetivos que no son mucho más que la reliquia o la «imagen de la marca» ideológica, la última base para la legitimización del poder (total) de estos partidos. La tesis sustancial dice que estos no son abandonos temporarios impuestos por diversas circunstancias internas e internacionales objetivas sino una ley general en el desarrollo del «comunismo».

— Algunos representantes distinguidos de la teoría burguesa son partidarios de la tésis que al sistema socio-económico y político de los países en los que se hallan en el poder los partidos comunistas le resulta inherente un aislamiento del sistema — y hasta una esclerosis del sistema. Se sostiene que estos sistemas rechazan las reivindicaciones de la época en el sentido de mostrarse abiertos para las adaptaciones e innovaciones del sistema. Puesto que el sistema en este sentido no puede mantener el paso con la época se ve condenado al fracaso. Aquí, como en muchosotros casos, se generaliza en forma infundada también. Del hecho de que en un mayor número de estos países se haya manifestado realmente el aislamiento mencionado y el rechazo de adaptaciones e innovaciones indispensables se saca la con-clusión de que ese es un rasgo inherente a toda sociedad en la que se halle en el poder el partido comunista.

— En la época reciente circulan mucho las tésis y evaluaciones de que el comunismo de la actualidad está perdiendo en forma irrefutable el contacto con las generaciones jóvenes. Se manipula mucho con los datos que indican el envejecimiento realmente serio de un mayor número de partidos que no están en el poder y el conocido «envejecimiento» de las estructuras dirigentes en los partidos que se hallan en el poder. Indicando los fenómenos indiscutiblemente presentes en la vida de un mayor número de partidos comunistas estos se explican por el ente de estos partidos en lugar de ser explicados con las bien conocidas circunstancias y deformaciones que conducen a estos cambios. Algo similar ocurre con la tésis de que los partidos comunistas supuestamente han perdido inevitablemente el contacto con los movimientos estudiantíles de actitud radical, es decir con la, intelectualidad que ha estado articulando las actitudes de estos movimientos. En esta esfera ciertamente hay problemas, pero ellos no pueden deducirse de la esencia del comunismo sino de algunas características sustanciales de los correspondientes partidos comunistas.

Hay que contar con el hecho de que en los años a venir iremos encontrando cada vez más las tésis que se han presentado aquí y asimismo con algunas deducidas de las mismas. De esas partes han de venir y seguirán viniendo diferentes desafíos ante los cuales se hallarán muchos partidos comu-nistas. Estos desafíos de ninguna manera pueden subestimarse puesto que muchas veces se vinculan con las interpretaciones de los hechos y fenómenos que indudablemente están presentes, problemas que seguramente agobian a muchos partidos comunistas. Por eso estos desafíos no pueden ignorarse simplemente o ser rechazados. Con ese tipo de «respuestas» no se gana nada. Los comunistas deben capacitarse para afrontarlos con la fuerza de los argumentos, mostrando la debilidad de esas tésis, mostrando, pero también demostrando, con la praxis que ciertas deficiencias y contradicciones que sirven de base para la nueva estrategia del anticomunismo no son inmanentes al ente del comunismo, sino que en la mayoría de los casos son expresión y consecuencia precisamente del abandono de sus principios y de su sustancia más hondos.