La revuelta de Yen Bay y lo que significa

Tạ Thu Thâu

 


Escrito: A fines de 1929 o comienzos de1930.
Primera vez publicado: En La Vérité, órgano semanal de la Liga Comunista (Oposición), N° 30, 4 de abril de 1930.
Versión al castellano: Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones "Leon Trotsky", Buenos Aires - Argentina, en base al texto en frances publicado en Les Cahiers du C.E.R.M.T.R.I. n° 100, marzo del 2001.  La traduccion se publico en la revista Cuadernos del CEIP "Leon Trotsky", n° 3 (agosto de 2002).
Versión digital: Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones "Leon Trotsky", Buenos Aires - Argentina, diciembre de 2003.
Esta edición: Marxists Internet Archive, agosto 2006.


Para comprender bien la revuelta de Yen Bay y su alcance histórico, es importante tener una visión de conjunto del movimiento revolucionario, que conduce necesariamente al análisis del desarrollo económico y social del país. El marco de este artículo no nos permite realizar un extenso estudio. El esquema que aquí trazo puede considerarse como una simple visión general de la situación indochina. Va de suyo que los diferentes puntos aquí esbozados serán desarrollados en los números siguientes.

Por el momento, limitémonos a decir sobre el desarrollo económico y social de Indochina por un lado, y el movimiento revolucionario por otro, simplemente lo que hace falta para comprender los caracteres esenciales de la revuelta de Yen Bay y comprender nuestras perspectivas y nuestras tareas inmediatas.

 

Esbozo del desarrollo económico y social de Indochina

Se sabe que antes de ser conquistada por Francia, Indochina era un país aislado, de economía rural extremadamente diseminada, con un modo de producción aún primitivo. Los habitantes vivían del cultivo en pequeña escala, de la crianza del ganado, de la pesca, caza y del artesanato.

La colonización fue una verdadera revolución. Introdujo el maquinismo, nuevo método de producción, y puso así al país en relación con el mundo «civilizado» (capitalista). Sin embargo, esta fue una revolución artificial nacida del hecho brutal de la conquista y no del proceso normal de la evolución económico-social y cultural de los pueblos independientes. El período que va de la toma de Saigón (1859) al decreto del 21 de abril de 1891 que instituyó el poder civil, puede ser considerado como un período de penetración militar. Aunque paralelamente a este último se desarrolló un proceso de penetración económica, evidentemente de extrema lentitud, se puede decir que el inicio de la explotación de Indochina se sitúa en los alrededores del 1900 (la primera explotación minera data de 1889, pero concluyó en dos liquidaciones, la segunda data de 1899). Las minas, las grandes sociedades (dragados, trabajo públicos, electricidad, cemento, destilerías), los transportes, en suma las nuevas industrias y el comercio, crearon en el país un proletariado muy importante en la medida que a su lado se desarrolló con una sorprendente rapidez el trabajo asalariado de los arrozales y de las plantaciones de caucho. (El proceso de expropiación de los campesinos por la gran propiedad terrateniente, las concesiones de las grandes compañías y de la misión católica fueron objeto de un estudio detallado, tan importante es la cuestión agraria en Indochina). En cuanto a la nueva burguesía comercial e industrial autóctona conviene resaltar que, nacida de un choque artificial, tiene muchas dificultades para establecer su «equilibrio vital». El boicot de 1919, bajo consignas patrióticas, es sólo una de las múltiples tentativas de esta burguesía de crearse un lugar en el sistema capitalista. A grandes rasgos, las relaciones de clases sociales son las siguientes:

Por un lado, un proletariado nuevo, duramente explotado, sin experiencia política, una clase campesina explotada, expoliada, formando las tres cuartas partes de la población indochina.

Por otro lado, la burguesía europea y china remolcando a la gran burguesía indígena y domesticando una parte de la pequeña burguesía con la ayuda de un aparato militar y administrativo relativamente importante. Entre estos dos campos se debaten aún las clases intermedias (pequeño burguesía agrícola, pequeños funcionarios, intelectuales) todavía muy importantes, ya que el proceso de diferenciación de las clases aún no acabó su curva.

 

Movimiento «revolucionario»

Si como se comprende actualmente, todo movimiento dirigido contra el imperialismo es un movimiento revolucionario, tenemos que dividir este movimiento en dos períodos. El primer período va desde la conquista hasta el 1900. Es el período antiimperialista de las guerrillas (Phan-Dinh-Phung, Dê Tam) y de los complots militares de esencia más bien reaccionaria, ya que su causa profunda es la resistencia al nuevo modo de vida, de producción.

El segundo período comienza a partir de 1900. Es de tendencia progresista. Comprende los complots más o menos serios (tentativa de envenenamiento de la guarnición de Hanoi, revuelta de Thai Nguyen, complot Duy Tan), los movimientos más o menos extendidos (Phan-Chau-Trinh, Phan-Boi-Chau) que, aunque diferentes por su contenido social y organización, tienen en común el carácter burgués de sus reivindicaciones formuladas o no: libertades económicas, independencia.

 

La revuelta de Yen Bay

La revuelta de Yen Bay es obra de la fracción de izquierda de este nacionalismo liberal, más precisamente del Viet Nam Quoc Dan Dang (Kuomintang anamita). Conviene distinguir en la corriente nacionalista dos tendencias claramente opuestas: la primera, reuniendo los elementos formados en la escuela francesa es claramente reformista (Partido Constitucionalista). La segunda, agrupando a los estudiantes influenciados por la revolución china y partidarios del «sunyatsenismo» opta por el derribamiento del imperialismo por la violencia.

El Kuomintang anamita, partido ilegal, fue descubierto a comienzos de 1929. Su juicio llevado adelante por la Comisión Criminal de Hanoi concluyó el año pasado en la condena a 57 de sus miembros a casi cuatro siglos de detención y de prisión, lo que provocó desconcierto en el partido y lo condujo a esta explosión de Yen Bay ganando en tres días todo el delta del Río Rojo, la región más poblada y más pobre de Tonkín. Siempre rindiendo homenaje al heroísmo de los valerosos combatientes de los acontecimientos de Yen Bay, cuya importancia en el movimiento revolucionario de Indochina es indiscutible, siempre declarándonos solidarios con los 52 condenados a muerte, con los 50 condenados a los campos de trabajos forzados así como con los 5 deportados, nos reservamos sin embargo el «derecho revolucionario» de plantear críticas sobre este movimiento. Los acontecimientos de Yen Bay constituyen una «revuelta apenas organizada», el prólogo de un movimiento revolucionario más vasto y más profundo. Esto no es una revolución. Significa que no le reprochamos su carácter localizado, ni tampoco la falta de relación de la organización con la población civil. Se ha visto en el curso de la revuelta a gran parte de las poblaciones permanecer tranquila, a los campesinos prestar su ayuda a los agentes de la represión. Sin embargo, los militantes del Kuomintang anamita no son improvisados. Están formados en la escuela de Sun Yat Sen, algunos prematuramente en la de Marx y Lenin. Lo que abordamos es la cuestión de la ideología revolucionaria. No nos sorprende que en el período actual donde el frente antiimperialista es aún variopinto, la base ideológica que presidió al movimiento de Yen Bay sea confusa: una suerte de misticismo nacionalista fácilmente accesible a las masas, explica la rapidez con la cual el Kuomintang anamita conquistó partidarios. La síntesis sunyatsenista de la democracia, del nacionalismo y del socialismo tiene este grave inconveniente que mantiene: la lucha en su etapa abstracta, que no permite ver las relaciones concretas de clases, y las ligazones reales, orgánicas de la burguesía indígena y del imperialismo francés. La revuelta de Yen Bay, caracterizada por una insuficiencia ideológica, por no decir una ausencia de base teórica ligada con una realidad (el sunyatsenismo no es un alimento sustancial en período revolucionario), plantea más que nunca el problema de la formación marxista de los militantes. Siendo parte del movimiento «revolucionario» desde hace cinco años, hemos tenido más de una vez la ocasión de constatar traiciones y desalientos, provenientes de una falta de preparación ideológica. Esta grave laguna fue señalada más de una vez a la Internacional Comunista y a su sección francesa. ¿Qué han hecho para llenarla? El partido francés continúa arrastrando a sus cuadros, que por otro lado son pequeño burgueses, hacia una agitación estéril, sin pensar en su formación. Continúa sus fanfarronadas sobre lo que llama movimiento revolucionario en Indochina, sin querer comprender que a la situación que aún sigue siendo revolucionaria en Indochina no corresponde una igual conciencia revolucionaria. Ya no se trata de una diferencia táctica entre la Internacional y nosotros. Es la vieja lucha que Lenin siempre llevó contra la espontaneidad en el movimiento revolucionario, contra el empirismo revolucionario degenerando en oportunismo, aún más horrible cuando todavía lleva la manta revolucionaria a los ojos de las masas. En las colonias, en los países orientales, la oposición tiene tareas importantes, tiene que conquistar a las masas, vírgenes aún de la fraseología stalinista.

Un comunista indochino