J. J. Morales Hernández

Noche y Neblina

 

  ¡HAY OTRAS FORMAS DE VIDA !

 

Todos los hombres y mujeres avanzados del mundo con ideas progresistas, profundas nos dimos a esa tarea universal. Hay que asegurarnos que sus nombres y sus nobles actos queden plasmados en las páginas de la historia y en las ubérrimas conciencias presentes y futuras.

Nos propusimos articular un movimiento vasto, político, cultural para formar un gobierno popular revolucionario.

Y para ello se tiene que edificar una obra noble, humanista, profundamente social, contra egoísmos y contra intereses mezquinos y que cristalizara. Esto sólo sería posible con hombres de conciencia, que quisieran volar como místicas aves, sentirse tejedores de libertades. Y que ahora desaparecidos, les seguimos sus pasos, sus huellas, su lucha.

Se pretende rescatarlos de las cárceles secretas, de los sótanos de de la tortura, traerlos a casa, curar sus heridas, escuchar sus testimonios, caminar por las calles, compartir sueños, de los andares por esas calles del barrio, de los recuerdos de infancia, de juventud? ¿Qué queda de todo aquel proyecto? ¿De las discusiones políticas, de aquellos proyectos de lograr el triunfo revolucionario? ¿En dónde quedó aquel despertar del pueblo que nos iba a acompañar en la lucha? ¿Dónde quedaron nuestros muertos?

¿Dónde están nuestros desaparecidos? ¡No hay respuesta! El desaparecido en todo momento ahí está, pero no aparece. ¿Qué quedó de todos aquellos sueños? ¡Quedó el rescoldo que cada uno atesora dentro de sí como parte indisoluble de un proyecto de patria grande, y nuestros compañeros asesinados y desaparecidos como parte intrínseca de este proyecto, volverán del silencio, no del olvido! Esta historia, nuestra historia no será jamás parte del pasado de mi vida.

Se nos podrá responsabilizar de cualquier cosa. De lo que sí somos responsables históricamente es el de haber sido derrotados militarmente muy rápidamente al haber equivocado las estrategias de la guerra y haber acabado con las esperanzas que como ejercito armado del pueblo habían depositado en nosotros, se esfumó. Aunque la lucha la llevamos hasta la última gota, si nos equivocamos o no, esa no fue nuestra intención, esta fue noble y nuestros compañeros muertos y desaparecidos antes que cualquier crítica primeramente son revolucionarios, nos parezca o no.

Nunca nos angustió sentir la muerte aproximándose, rondando las cercanías, amenazando desde alguna distancia (cada día más corta) con la certidumbre del adiós a esta vida. Creo que lo que sí les dolió a nuestros compañeros fue haber asistido sólo al prolegómeno incierto de la historia y que sus esperanzas no hubiesen alcanzado realización concreta durante su vida.

La realidad es dolorosamente complicada pues “aún no llegan los nuevos pasajeros” —las personas le temen a lo que no comprenden—, ese es el trabajo de la aculturación, y les ha funcionado de maravilla, la gente hasta cree, que si hay democracia, y empuja el carro ajeno (el de su verdugo).Ahora nos queda el compromiso con sus madres, con sus seres queridos y el reconocimiento para esos heroicos compañeros que dieron su vida por una causa justa, no son héroes, son revolucionarios y quedarán grabados en la historia. “Rebeldes ayer, revolucionarios siempre”. ¡Nunca más ni desaparecidos ni impunidad!Nuestros compañeros se perpetuaron en la vida concreta de su pueblo al que pertenecen, para superar su propia muerte, para fecundar interminablemente su existencia. En esta lucha no se trata sólo de sacrificarse, sino de reivindicarse como sujeto, lo cual no se puede sin reivindicar al otro. De esta reivindicación nace la solidaridad en cuanto a praxis, porque al reivindicarse como sujeto la persona se reivindica en el conjunto de los otros. El otro está en mí, yo estoy en el otro. Es un ser para la vida, no un ser para la muerte.

 

“Un monje de la India que vive de loque la gente le regala como limosna un día encuentra en su camino una preciosa joya. Como le gusta mucho la mete en su bolsa, en la que guarda lo que la gente le regala. Y sigue con su vida. Tiempo después, otro monje le pide ayuda porque no consiguió limosna y está pasando hambre. El monje abre su bolsa y le da del arroz que le queda, pero en ese momento el segundo monje ve la joya y se la pide, a lo que el poseedor la saca, la mira y la entrega. El monje receptor la agradece y se marcha pensando que podrá vivir en abundancia durante el resto de su vida. Pero al día siguiente regresa donde el generoso monje y le devuelve la joya, y a la pregunta de por qué, manifiesta: “Quiero que me desalgo que tiene más valor”. El primer monjele responde que no posee nada más, y le interroga: “¿Qué quieres de mí, entonces?”.“Quiero que me regales aquello que te hizoposible regalarme la joya”, le contesta elmonje insatisfecho.” La referencia a ese “aquello” es lo que hace posible la vida humana. Ninguna validez de valores ni, por tanto, de los derechos humanos es posible si no volvemos a descubrir la referencia a ese “aquello”, que es la joya de la cual se trata. Descubrirla no es solamente una virtud, es a la vez condición de posibilidad de la propia supervivencia humana. Como le dijo el vate Pablo Neruda a Octavio Paz: Toda creación que no esté al servicio de la libertad en estos días de amenaza total, es una traición.